Capítulo 24: Objeto sexual.
Estocolmo, Suecia
Pasado
La yakuza no me culpó por no ganar mi categoría. Jamás en mi vida, exceptuando que quedarse en un gimnasio reforzara el espíritu, entrené para una competencia callejera de artes marciales mixtas. Hice mucho acabando con los primeros cuatro. Al quinto caí. Pero el asunto estaba en que ni siquiera deseé entrar en la jaula. Me empujaron. Y si aventé mi primer golpe fue porque alguien me dio primero. Lo que sucedió después de ello fue historia. Uno tras otro fueron siendo derrotados por mí hasta que llegó mi turno de ceder a manos de T-Rex, un ex luchador profesional de la liga real de boxeo.
Es decir, me jodió un boxeador de la liga real. Real.
No fue cualquier mortal. Eso debía contar, ¿no?
El lado bueno del asunto fue que la comida de Marie estaba paga. Solamente la de ella. La mía aún la debía, detalle que los japoneses pasaron por alto por... Suponía que por amabilidad. La cortesía de Nigiri Zushi debía venir tras hacerle ganar dinero al samurái dentro del mundillo mafioso.
―Oh, mierda ―soltó Teresa al abrirme la puerta. Sostenía una taza de sus tés raros para adelgazar―. ¡Henry! ―Me ayudó a entrar. Taiga fue mi muleta hasta la piso―. ¿Dónde estabas? Estuvimos preocupados... ¿Eso en tu ceja es sangre?
Me aferraba a ella de tal forma que mi ego masculino quedaba reducido a cenizas―. Llama a Sad, Teresa. ―Ocupé asiento en el sofá como pude―. Por favor.
―Sí, por supuesto. ―Le echó un último vistazo a mis heridas antes de ir a hacerlo―. ¡Sad! ―gritó tocando su puerta―. ¡Saca tu culo de la cama!
―¡¿Qué?! ―lo oí contestar sin que hubiera salido de la habitación―. ¡¿Qué quieres ahora, Teresa?! ¡Estoy ocupado! ¡Son las jodidas tres de la mañana! ¡¿Por qué nadie me respeta?!
Hice una mueca. ¿Sad? ¿Ocupado?
¿Haciendo qué? ¿Sacándose los mocos mientras duerme?
―¡Es Henry, imbécil!
―¡¿Qué sucede con él?! ―Por fin apareció. Sus anteojos estaban al revés. Cubrí mi estómago al reír. Dolía―. ¡Maldita sea! ―Acudió rápidamente a mí―. ¿Qué te pasó, hombre? Te ves como si un camión hubiera defecado toneladas de carga sobre ti.
Torcí el gesto. ¿Tan malo era?
―Me peleé con alguien saliendo del bar ―mentí―. El sujeto estaba borracho, pero logré quitármelo de encima y hacerlo pagar.
―Oh, bueno... ¿Qué hacemos? ¿Te llevamos a la cama?
Con el brazo envuelto sobre mis costillas no rotas por la existencia de la divinidad de la lucha, asentí―. Por favor.
―Yo iré por alcohol, creo que algunas heridas abiertas se deberían limpiar. ―Teresa se dirigió al baño en búsqueda del botiquín mientras Sad empezó a echarme una mano―. ¡¿Qué tan alta es tu tolerancia al dolor, Ry?! ―la escuché preguntar desde el baño.
¿Cómo nadie se despertaba con sus gritos?
―Eh... ¡Tú solo haz lo que tengas que hacer! ―le respondí en mi alcoba.
Cuando la volví a ver estuve a punto de retractarme de mis palabras. Tenía una expresión de macabra concentración que asustaba―. Después no digas que no te lo advertí, bebé.
Sad, que no se daba cuenta del detalle de sus lentes, se estremeció. Debía haber estado en el quinto mundo cuando Teresa lo despertó. Andaba con su no tan masculina pijama de rayas. Bananín y Bananón invadían mi mente al verlo. Era algo jodidamente escalofriante.
―Supongo que... ―titubeó el rubio―. Los dejaré solos.
―Buenas noches, Sad. ―Le guiñé―. Sigue soñando con la sirena. ―Reí, que no dejaba de doler como el infierno, cuando se sonrojó. Era un puberto sin remedio. Ojalá la experiencia con la mujer, se diera o no, lo hiciera más rudo. Por su bien que así fuera―. Porque es eso lo que hacías, ¿no?
Teresa no le permitió responder―. Así que es por eso que se molestó tanto cuando lo fui a buscar... ―Se acarició el mentón―. Lo siento, Sad. No sabía que estabas haciendo tus fantasías ficción.
Él, aparentando madurez, ni se inmutó―. Mejora, Ry ―masculló con un deje irritado que me dio a entender que yo estaba en lo cierto: herí sus sentimientos―. Mañana hablaremos.
Como la Drama Queen del año, se dio la vuelta y cerró con un portazo. Mientras intentaba contener las carcajadas, me pregunté cómo era que nadie en el piso se levantaba con el bullicio. Era cierto que no quedábamos los mismos tras la primera ronda, algunos decidieron regresar Brístol, pero los que permanecían debían estar demasiado exhaustos o muy desinteresados en lo que pudiera pasar del otro lado de la puerta a horas de la madrugada.
―Solo Broken y Ginger están presentes ―mencionó Teresa al percatarse de mi confusión―. Duermen como bebés.
―Me imagino qué habrán estado haciendo.
―Yo no quiero ni pensarlo. ―Se arrodilló frente a mí con el botiquín de primeros auxilios. Estaba abierto de par en par junto a ella en el suelo―. Pero debieron quedar demasiado cansados como para no darse cuenta de tu llegada... ―murmuró presionando un trocito de algodón contra una pequeña abertura en mi abdomen. Me saqué la camisa apenas Sad me ayudó a llegar a la cama―. Dios, Henry. ―Alzó la mirada con los labios entreabiertos. Sus gafas estaban ligeramente húmedas―. Te deseo.
Junté las cejas. ¿Entendí bien?―. Perdón, ¿qué dijiste?
―Eso que oíste. ―Se levantó para hacerme consciente de lo pequeño que era su pijama, de cómo de bien el azul de su camisón hacía contraste con su piel llena de tatuajes―. Te deseo. ―Presionó mi labio inferior, levemente separado del superior debido a la sorpresa, con suavidad―. He estado muriendo tanto por un poco de tu atención. Ni te imaginas cuántas veces he anhelado estar contigo así, solos... ―Ignorando el hecho de que para llegar acá tuve que arrastrarme, que probablemente caminar al baño sería una tortura por un par de días, me empujó hacia atrás con todas sus fuerzas. Solté un quejido. Maldita mujer. Me jodió más la espalda con eso que T-Rex con sus puños―. Sé mío ―susurró aprovechando mi desconcierto y debilidad para montarse sobre mí. ¿Desde cuándo Teresa era tan aprovechada? ¿Qué pasó mientras no estuve?―. No te contengas de hacerme tuya.
Ese té debió un ingrediente extra.
¿Desearme? ¿Anhelar estar a solas conmigo? ¿Ser suyo? ¿Hacerla mía? ¿No contenerme? Esas eran demasiadas revelaciones. Estaba impactado. Aunque lo que más me pesaba era su indiferencia al hecho de que estaba consciente, vivo en realidad, por obra y gracia del Señor.
Si no pude ir a mi cama solo, ¿cómo pretendía que me uniera con ella a un follón bestial? Ni con Marie.
O bueno, con Marie quizás. Pero no iba al caso.
―Lo siento, Teresa ―susurré con el mayor tacto posible aunque su peso, por más ligero, estuviese destruyendo los restos de mi caja torácica―. Eres hermosa, preciosa ―seguí―. Una obra de arte. ―Furia femenina no era lo que necesitaba en ese momento―. Pero nada puede pasar entre nosotros.
―Pero... Henry. ―Sonrió―. Yo no quiero nada serio.
Alcé una ceja―. ¿No lo quieres? ―Negó―. No soy estúpido, Teresa. Eso es lo que dicen todas. ―La moví lejos de mí. Ella cayó al otro lado. Podía hacer el resto de los primeros auxilios yo solo―. Pienso que es una lástima, ¿sabes? Mereces más que enamorar a un hombre a través de un acostón. Necesitas ser amada por lo que eres. En especial tú, que sé que lo vales.
―Ryan...
―Es terrible que gran mayoría de ustedes siga pensando que no queremos una relación seria. Algunos sí lo queremos ―la interrumpí.
A la mierda lo de ser un caballero. Estaba molesto con ella por hacer incómoda nuestra amistad por un capricho. Por algo mayor mi reacción habría sido diferente. Suave. Habría tomado en cuenta cada sentimiento suyo en cada sílaba. Para cumplir una meta femenina, tachar un nombre más en su macabra lisa de victimas sexuales, no. Que se jodiera.
No iba a arruinar mis cosas con Marie así.
La esperanza bañó su rostro―. ¿Tú lo quieres?
―Por supuesto que sí.
―¿En serio?
―Pero no contigo.
Esas palabras consiguieron hacerla salir de trance, o más bien noquearla lejos de él. Se levantó hecha una furia y salió dando otro portazo que sí debió hacer tambalear el estado de hibernación de los rubios. Consternado, volví a sentarme y alcancé el botiquín en el piso. Empezaba a aceptar que los celos de Marie con la recepcionista no eran un chiste sin base. Estaban justificados. Había mujeres locas queriendo usarme por doquier.
Curé mis heridas sin mueca alguna.
El trago más amago ya había pasado.
Al acabar dejé el bolso en la mesa de noche. Desabroché mis pantalones y busqué una posición cómoda, una que no hiciera que mi cuerpo gritase en agonía, para cerrar los ojos. Me relajé cuando ella vino a mí mente. El día fue más bueno que malo. El precio fue unas cuantas palizas, pero los premios su compañía, el privilegio de tener su cuerpo y unas cuantas excusas más para llevar a cabo otros encuentros.
T-Rex pudo conmigo, pero aún así dormí y me desperté sintiéndome victorioso. Al abrir los ojos lo primero que hice fue tambalearme al baño. Debían ser eso de las doce o tres de la tarde, pues la luz del sol que entraba por mi ventana era débil. Agradecí no encontrar a nadie en el resto del departamento mientras me aseaba, vestía y comía. No quería enfrentarme a la mirada resentida de Ginger. Era un día de entrenamiento menos. Y aunque me propuse esperarla para tratar de compensárselo y que toda la parte femenina de la residencia no estuviera enojada conmigo, al final terminé descolgando mi chaqueta.
El camino al Amber Lager se grabó en mi mente de tantas veces que reproduje el día anterior dentro de ella. Si antes fue fácil llegar, en esta ocasión fue automático. Aún con mi leve cojeo, estuve frente a la recepcionista sueca en media hora.
―¿Volviste a olvidar tus cosas, guapo?
Asentí―. ¿Me das las llaves?
―Aquí tienes.
Cuando extendí mi brazo para tomarlas, las alejó.
―¿Por favor?
―Dame un beso primero.
―¿Eh?
―Un beso. ―Infló una de sus mejillas para después ponerla a mi alcance. ¿Tan dura fue la golpiza que terminó siendo una especie de cirugía que me transformó en un objeto sexual? Acaté la orden al entender que de otra forma no subiría―. Gracias, pequeño. ¡Que tengas un buen día! ―exclamó entrecerrando los ojos―. Ya sabes dónde encontrarme si allá arriba no te dan abrigo.
No me convenía tenerla de enemiga para que luego se vengara no dándome las llaves de repuesto, así que le sonreí―. Bueno, gracias.
Arriba, en el recibidor del nivel de Marie, mi decisión de verla flaqueó. ¿Y si era muy pronto? No quería asustarla. Pensé en devolverme, pero entonces el recuerdo de Teresa sobre mí y el episodio de abajo me revolvieron la consciencia, junto con un escozor de culpabilidad. ¿Por qué sentía que debía rendirle cuentas? Sin importar la respuesta a esa pregunta, me dejé llevar por el impulso de tocar su puerta no una, sino tres veces.
―¡¿Marie?! ―pregunté en voz alta.
Moriría si no estaba.
―¡Voy! ―gritó desde lo que intuí, debido a los cacerolazos, era la cocina―. Henry. ―Una sonrisa se extendió por su rostro, también por el mío. Lucía hermosa―. Hola, pasa. ―Se hizo a un lado―. ¿Qué haces aquí? No te esperaba.
―Lo sé. Solo quise pasar a ver cómo estabas luego de haber pasado el día conmigo. Dicen que suelo ser... ¿Cuál era la palabra? ¿Deslumbrante?
Arrugó la nariz―. ¿Molesto?
―Abrumador.
―Esa es otra forma de decirlo.
―¿Crees que haya otras más?
Se mordió el labio inferior―. Sí.
¿Por qué estaba tan linda haciendo eso? Accedí a que envolviera mis manos en torno a mi cuello. ¿Por qué estaba tan linda en general? Su pelo se aprisionaba en un moño. Utilizaba un vestido suelto color violeta. La forma y los bordados me recordaron a un baby doll, pero no lo era. ¿Iba a salir? ¿Estaba interrumpiendo una cita con su amigo peluquín de nuevo?
―¿Cuáles?
―Mmm... ―Se separó de mí―. Ven y averígualas.
Por supuesto que Marie salió corriendo a su cuarto. Por supuesto que antes de hacerlo me dio un azote en el culo. Por supuesto que fui tras ella, así como por supuesto su puerta se cerró con pestillo justo cuando llegué.
Por supuesto que no sabía quién era en ese momento. Con ella.
―Marie... ―susurré―. Los dos sabemos que quieres abrir.
―¿Ah, sí?
―Sí.
―¿Por qué? ―Su tono era juguetón.
―Porque me quieres dentro.
―¿Por qué querría eso?
―No dentro de la habitación, dentro de ti.
Todavía del otro lado, fui capaz de intuir cómo su respiración se aceleró y soltó un suspiro colmado de necesidad. Reposé mi frente en la madera. Estar tan cerca, traviesa como era, dolía.
Ardía más que cualquier moratón, corte o lesión.
―¿Cómo lo sabes?
―Solo lo sé ―contesté con un patético tono ronco.
―Te dejaré entrar ―murmuró de regreso―. Pero...
―¿Sí?
―Júrame que no te irás, Ry. No quiero estar sola hoy.
¿Era tristeza lo que oía en su voz? ¿Debido a qué? Si segundos atrás pensé que estaría a punto de ingeniármela con mi malestar para tener una buena ronda de sexo con ella, ¿cómo ahora podía estarme preocupando por su bienestar? Era un cambio drástico de su parte, pero lo desconcertante era que yo lo llevara sin cabrearme. Generalmente me jodía cómo nadie tenía idea que me dejaran a medias. Y que estuviera pasando por un mal rato, fuera por lo que fuera, logró que eso no sucediera. Hasta ese entonces no había tenido idea de cuán importante se estaba haciendo para mí. Ahora lo sabía. Era tan importante que solo con estar me hacía feliz. Sin acción, solo con estar. Únicamente ella.
También me agradaba un poco lo de no ser visto como un objeto sexual.
―No me iré, lo prometo.
―Bien. ―Giró el pomo de a poco―. Aquí estoy.
Sus mejillas enrojecieron por la carrera. El moño se aflojó un poco, lo que hizo que algunos mechones sueltos enmarcaran su rostro. Lentamente, con cuidado, coloqué mis manos en sus mejillas y guíe mis labios a los suyos. Fue un beso lento, calmado, destinado a tranquilizarla e inundarla de calma, no a que termináramos consumidos por la pasión que nos caracterizaba. Me gustó de una forma extraña, adictiva y sin sentido. Incluso deseé que ella me besara de la misma forma cuando la necesitara para alegrar mis días. Todas las mañanas.
O mejor dicho, siempre.
―Toda mía ―murmuré en su oído al abrazarla.
―Toda tuya ―afirmó.
NOTA DE AUTORA:
¡Hola!
Morí con este capítulo, literal. No podía dejar de reír mientras escribía. Espero que les haya gustado. A mí me hizo ilusión tras la inmadurez de algunos (Sí, ser un intento de escritora, intentar hacer a tus personajes femeninos fuertes, no te salva de que a ti un idiota te lastime. Es más, la mayoría de las que conozco hemos sido tan lastimadas que eso es lo que nos da la experiencia a la hora de escribir. Así podemos hacer de ellas un mejor ejemplo de valentía y fortaleza femenina. El problema está en evitar que pierdan su humanidad o asesinen a alguien por hacerle bullying, lo que a veces es una tentación *inserte diablito*). Y no lo digo para crear drama, me considero una persona muy fuerte para algunas cosas, demasiado fuertes para otras, y afortunadamente entre las fuertes está el qué dirán. Pero a veces no. Solo quiero que se den cuenta de que todos/as, seamos como seamos, pasamos por malos ratos, que nos sentimos igual por diferentes razones y que no tenemos que avergonzarnos de ello. Por lo tanto, no debemos sentirnos mal por pedir ayuda. Por suerte yo cuento con un grupo extenso de cómplices a dónde puedo acudir, pero no para todos es así ya sea porque no se dan cuenta o porque simplemente no lo es. Me siento mal por aguar sus risas (si es que se rieron por el cap) pero necesitaba recordarles que no están solos, animarlos a buscar esa persona que siempre está ahí para ustedes y, sin ningún tipo de pena, exigirle que los haga reír, que los escuche. Quizás algún día le puedan devolver el favor. Estoy a la orden cualquier cosa *inserte guiño*.
So...
¿Cuál fue tu parte favorita?
Ganadora del capítulo: SotoVeronica.
Pregunta para ganar el siguiente: ¿A quién creen que Marie del pasado esperaba? No sé si lo notaron, pero estaba alistando las cosas para verse con alguien...
Gracias por sus votos y comentarios ♡
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