Capítulo 19: Rolling in the deep.
Brístol, Inglaterra
Presente
― ¡Vamos, Mags! ―la motivé a no darse por vencida y a darle más fuego a la testosterona―. ¡Tú puedes!
― ¡No es justo! ―Hugo resopló―. ¡Son dos contra uno!
No tuve el descaro de desmentirlo. Tenía preferencias por Mags y lo hacía notar cuánto podía durante los entrenamientos exclusivos del par. En clase era otro asunto, allá no me permitía ninguna inclinación, pero entre los tres me unía al equipo Mags.
― ¡No puedo más! ―gritó ella antes de dejarse caer como peso muerto―. Lo siento. ―Cerró los ojos―. Soy humana, él no.
Me les acerqué. Hugo no se había rendido como Mags en el sentido de que no estaba en el piso pidiendo piedad, pero sí lo había hecho. Las sentadillas no eran el fuerte de ninguno. Lamentablemente para ellos mi misión era hacer que todo fuera su fuerte. De lograrlo no habría nada que los pudiera derrotar, pero para ello tenía que convertirme en una mamá pájaro y lanzarlos al precipicio de vez en cuando con la esperanza de que abrieran sus alas y me hicieran sentir orgullosa de mi labor.
Le ofrecí mi mano a la castaña.
―Ningún hombre lo es ―murmuré con una sonrisa.
―Esto es el colmo. ―Hugo empezó con los gruñidos cotidianos que alegraban mis días. Ya había tardado―. Lo que me faltaba era que vinieran con mierdas de mujeres. ¿Qué será lo próximo?
―Enseñarte a ser un caballero no estaría mal. ―Mags se incorporó con mi ayuda―. Nada mal.
―Perdón si no actúe cómo debía ―se mofó―. Estoy demasiado ocupado reparando mi autoestima como para levantar tu blandengue culo del piso.
Los irises verdes de Mags llamearon.
―No exageres, Hugo.
―No lo hago. ―Nos señaló―. Otro ya se habría suicidado.
Ella se cruzó de brazos y levantó una de sus cejas con superioridad. Yo hice lo mismo con las mías pero de sorpresa.
―Otro no estaría chillando.
¿Turn down for what?
Eso había sonado a algo que mi hermana o yo, en el caso de que me llevaran a los extremos de la cordura, diríamos y a nada como la pequeña y tímida Mags. No teníamos una eternidad conociéndonos, pero un par de clases conmigo y unos minutos a solas con Rachel, auspiciados por yo llenando mi cantimplora con agua en el salón de profesoras y Nathan pasando el día con los niños, al parecer fueron suficientes para molestar y convertir a su gatito interior en león.
Otra posible razón era que fuera una persona introvertida, lo que no tenía que ver con ser tímida o inocente, y le tomó confianzas a Hugo que, mezcladas con el resentimiento que le tenía, hacían combustión a la más mínima oportunidad.
Suspiré.
Sea como sea presentía que estaba transformándome en Víctor Frankenstein y que pronto debería responsabilizarme de una nueva arma viviente del sexo femenino.
―Deben mejorar esa manera de llevarse ―hablé desde la neutralidad al conseguir sus explosivas mentes adolescentes concentradas en mí―. Los jurados evaluarán sincronización. Es uno de los aspectos más notorios. ―Enderecé mis hombros y alcé la barbilla―. Sé que no son uña y mugre, pero necesitan ser uno con el otro y para eso deben llevarse bien. ―Chasqueé la lengua ante sus expresiones de horror―. O al menos no comerse entre ustedes. Sean caníbales con la competencia, esa es la única carne humana que les permito digerir y posteriormente desechar como... ―Paré al darme cuenta de que me estaba excediendo―. ¿Entendieron?
―Sí ―contestaron en coro.
A gusto con sus respuestas me di la vuelta para ir con el reproductor. Mags y Hugo iban bien para tener días practicando, pero su desempeño seguía sin ser suficiente para una presentación. Faltaban aspectos por trabajar y detalles por pulir; la confianza, el compañerismo, los brazos, las puntas. En menos de un mes iban a concursar, a hacer su debut como pareja en el escenario, y yo no podía estar más ansiosa, preocupada y entusiasmada por ellos.
Por mí.
Su coreografía era uno de mis trabajos más arduos. No solo había depositado mis energías en él, también tiempo libre que podía gastar en mí misma o con Patrick.
―En diez ―les indiqué―. Con fuerza, no quiero ver lo mismos errores. Si están vuelven a las sentadillas.
Gimieron con la mención del reciente castigo. No solía ser tan ruda con ellos, pero tenían que entender que para ganar hacía falta perder horas de sueño, energías, infantilismos, lujos; desprenderse de muchas cosas. Madurar. Nada les iba llegar de a gratis y menos en una competencia dónde perdía quién no se esforzaba, quién no cedía.
Rolling in the deep de Adele era perfecta para ellos.
La letra parecía haber sido escrita para que Mags y Hugo la bailaran. Puede que la historia que la canción hacía llegar no tuviera nada que ver con la relación que mantenían, pero los sentimientos que transmitía; ira, melancolía, resentimiento e impotencia frente al futuro que pudo haber, me recordaban tanto a ellos.
― ¡Marie, aquí estás! ―La sirena del tatuaje de Sad nos interrumpió tras dos repeticiones. Pausé la música―. Necesito hablar contigo en privado, Mar. ¿Vienes?
Mar.
Uhg.
―Sí, dame un minuto ―le pedí sin levantarme hasta que Mags y Hugo me prometieron continuar sin mí.
Parte del precio de tener a Cornelia de jefa era adaptarme a sus sobrenombres. No me lo tomaba tan personal o a mal porque ella, a pesar de su carácter, en comparación con mis antiguos jefes era un ángel.
― ¿Qué tal te va? ―Se vio el manicure rojo sangre mientras caminaba―. Supe por Giselle que escogiste un dúo muy... controversial.
―Bien, son buenos chicos.
― ¿Ah, sí?
―Sí... ¿Me vas a interrogar sobre ellos? Si es por eso puedes ver tú misma cómo lo están haciendo. Sé que les falta, pero unos días más y...
―No te he buscado para preguntarte de Hugo y Mags.
― ¿Ah, no? ―No pude evitar usar casi las mismas palabras que ella segundos atrás y la misma impresión. No esperaba que supiera los nombres sin tener que ir por su expediente―. ¿Entonces para qué?
Soltó un largo suspiro.
―Sé que ya te has dado cuenta de nuestro encuentro en Estocolmo hace años. ―Sí, con el tiempo supe identificar porqué ella y los gemelos se me hacían familiares. Con la respuesta me habría preocupado de no ser por el evidente corte de relación que hubo entre él y ellos después del festival. Ya que lo personal no interfería con el trabajo no tenía porqué estresarme―. No es un tema del que me guste hablar, el concurso fue una estafa, pero aún recuerdo cómo te movías.
―Lo fue.
En su oficina acepté la botella de agua que me ofrecía y ocupé asiento. La experiencia de estar en su terreno no era ni remotamente similar a la de respirar en el de Sad. Su espacio carecía de juguetes, desorden y manchas de crayones. Las pequeñas pelirrojas obviamente no habían puesto un pie en él.
―También te agradezco por mover tus influencias para inscribirnos en la competencia ―añadió con excesiva amabilidad―. Sin ella nada de esto sería posible.
Rechiné los dientes y al hacerlo intenté que no se notara. Lo único que me había impulsado estos meses a pedirle dinero a mis padres había sido el deseo de ayudar a la institución. Una semana después de mi llamada estaban oficialmente patrocinándonos. Por pedido mío únicamente en lo que se refería a los concursos, ya que consideraba que debíamos ganarnos lo demás, pero lo hacían y los cheques que donaban eran un aporte significativo. Trajes, transporte, inscripción, cubrían todo lo referente a las presentaciones.
Mamá incluso había diseñado chaquetas.
―No fue nada.
―No, lo es. ―Cornelia apretó mi mano―. Por eso nosotros no podemos quedarnos sin agradecértelo, Marie.
― ¿Agradecerme?
―Agradecerte. ―Afirmó con lentitud digna de Saw―. Al principio no sabía cómo, pero estuve leyendo las bases de la competición y me tomé la libertad de inscribirte.
― ¿Qué?
¿Había oído bien?
―Sí, Marie. ―Se levantó y me miró como si estuviera entregando las llaves de la ciudad. Ella pretendía que yo muriera de amor por eso―. Quiero que concurses en nombre de nosotros en la categoría profesional adulta.
Me descrucé al terminar de procesarlo y contuve las ganas de pellizcarme. La ausencia de su mirada de cuervo al acecho sería lo único que activaría mi alerta de ficción, pero no. Ahí estaba. Era real. Cornelia de verdad me había inscrito en una competencia de baile cuando tenía que estar cien por ciento dedicada al par de niños que había escogido.
―Cornelia, yo no sé si...
―No nos defraudarás, Mar. Lo sé. ―Dio vueltas en su silla―. Bailaste realmente bonito, por un momento pensé que perdería contra ti. Por cierto... ―Sus labios, rojos como su cabello y sus uñas, se curvaron en una sonrisa. Se veía tan radiante como acostumbraba. Me resultaba raro que no estuviera usando uno de sus vestidos de sirena, pero los pantalones anchos y el blusón tampoco le sentaban mal―. Dejé el género libre, puedes hacer lo que quieras. Yo recomiendo una rutina contemporánea de jazz o un clásico de ballet, algo con lo que te sientas segura.
Uní mis cejas.
No era tanto por mi preparación, había salido a escena con dos días de entrenamiento, era por ellos. Quería que les fuera bien y eso solo podía pasar si daba todo de mí para asegurarme de que estén dando todo de ellos. Pero...
Detuve mis pensamientos.
¿Algo con lo que me sintiera segura?
¿Qué significaba eso? ¿Estaba insinuando lo que creía?
―Ya veré qué hago. ―Ni que me pagaran bailaría ballet. Algo con lo que me sintiera segura; en lo absoluto. Que le dieran a ella y a su ascendencia porque las niñas de Sad eran adorables―. Gracias, Cornelia. ―Le ofrecí mi mano―. ¿Esto es todo?
―No. ―Se levantó―. Es un dueto, ya tengo a tu pareja.
― ¿Quién?
―Llegará en unos minutos.
No se tardó unos minutos. Recién terminó de hablar sonó la puerta a mis espaldas. Me volví a sentar con un bufido. Ahora también me iban a imponer con quién bailar. ¿La democracia dónde estaba? ¿Mi derecho a ser escuchada? ¿Mi opinión?
―Cariño, llegas temprano. ¿Sad no te dijo que era a las ocho y media? ―Ella fue la que le abrió. No lo observé hasta que reconocí el olor de su loción para afeitar―. Ryan, sé que conoces a Marie pero me gustaría tener el honor de presentártela, de nuevo... ―Detuvo el chiste y yo las ganas de aplaudir como foca sarcástica. Qué humor, Cornelia―, como tu nueva pareja de baile.
Su invitado se aclaró la garganta cuando no dije nada.
― ¿Estás segura de esto?
―Oh, por supuesto que sí. ―Batió su palma―. Marie solo está impresionada.
Oh, claro que lo estaba. No sabían cuán impresionada.
La verdad era que debían agradecerme por no decir nada. La razón por la que no cumplía mis fantasías de saltar sobre la pelirroja era que ella no estuviera consciente de lo que Ryan alguna vez significó para mí, al contrario de Rachel quién sabiéndolo me lo tiraba encima cada vez que podía.
Realmente aborrecía la situación porque el odio que no podía dirigir a ellas, una por hermana y a la otra por desconocimiento de la situación, se acumulaba dentro de mí y me hacía sensible a graves cambios de ánimo.
Una persona podría tropezarse conmigo en el metro y yo la arrojaría a los rieles porque sí.
―Ryan, un placer ―le siguió el juego tendiéndome la mano.
Se la estreché con fuerza.
―Marie. ―Clavé mis uñas en su piel. No me menosprecié a mí misma por el sádico placer que sentí al presenciar su mueca―. Ma dará enorme ―murmuré presionando más― gusto bailar contigo de nuevo.
―Personalmente le pedí a Ryan que nos colaborara, sigo recordando los bailes juntos y... ―Tras soltarlo me enfoqué en Cornelia soñando despierta como adolescente enamorada―. En fin, les dejaré solos para que reconecten como pareja de baile. Tengo entendido por Ryan que actualmente tienen conocidos en común pero que no han vuelto a unir sus pasos. Estoy segura de que no es lo mismo que hablar que bailar en compañía del otro. La vibra no es la misma.
Cornelia luego de su discurso taconeó hacia la salida. Un portazo leve fue la campana que inició la tercera guerra mundial.
― ¡Ryan!
¿Así que sabía que era yo? Eso explicaba la ausencia de sorpresa u otro sentimiento de impresión en su rostro.
―Marie. ―Me dio esa sonrisa ladeada que derretía las bragas de mujeres indefensas e inconscientes de su mal gusto con los hombres―. ¿Cómo estás, Ryan? Muy bien, gracias. ¿Tú?
―Sorprendida, eso es obvio ―siseé con voz dura―. ¿Qué haces aquí? ¿Por qué aceptaste?
― ¿Por qué no lo haría?
¿No entendía?
―Porque no. No quiero tenerte cerca.
Con mi respuesta se despegó de la cómoda silla de Cornelia en la que se había sentado apenas ella se fue. No estaba en uno de sus trajes de trabajo, usaba pantalones de deporte y una camiseta de Los Pumas de Argentina que me permitían a mí y a muchas otras confirmar que su cuerpo estaba tan trabajado como siempre.
―Espera, déjame ver si entiendo. ―Se apoyó en una de las paredes―. ¿Insinúas que debería dejar pasar la oportunidad de pasarla bien porque tú quieres?
Ese era el problema.
No debía pasarla bien conmigo, no podía pasarla en lo absoluto.
―No, Ryan. ―Lo seguí y presioné su pecho con mi índice―. Insinúo que no es justo lo que estás haciendo. ¡Tú mismo lo dejaste claro! Yo no te jodía y tú no me jodías, ¡pero lo has echado a perder!
―Marie, cálmate. ―Apresó mis muñecas al darse cuenta de que iba a tener un ataque de histeria. ¿Por qué siempre hacía eso? ¿Sus años como policía le otorgaron algún morbo relacionado con la inmovilización?―. No es de otro mundo, ya hemos bailado juntos. ¿Por qué tanto drama?
― ¡¿Por qué violas el trato?!
― ¿El trato? ¿Te estás volviendo loca, bruja?
―Suéltame ―gruñí―. No puedes hacerme esto.
―No te estoy haciendo nada. ―Deshizo su agarre sobre mí y se empujó a la puerta―. Por más que desee complacerte no puedo. Lo hago por ayudarlos, Marie. No por ti.
¿Ahora era el mago de la caridad?
El Ryan al que conocí solo estaba pendiente de él y sus queridos, cuidándose las espaldas en cada momento. Me costaba creer que alguien tan ermitaño estuviera aceptando pasar tiempo con la bruja por bondad. Además, ¿quién lo necesitaba? Conmigo y un buen bailarín, que no tenía que ser Ryan, bastaba para triunfar. Yo podía bailar junto a cualquiera.
Había mejores que él. No lo necesitábamos. No.
―No deberías hacerlo, no puedes ―insistí.
―Puedo.
Negaba culminar sola en la oficina de Cornelia, por lo que también salí e involuntariamente empecé a seguirlo por el pasillo. Mi intención no era hacerlo, por mí lo dejaba en el fondo del océano. Yo solo iba por mi camino que resultó ser el mismo que el suyo. En mi piso, antes de enfrentarme a Mags y a Hugo, chillé.
― ¿Qué haces?
―No te deshagas, terrón, debemos practicar.
― ¡Yo no voy a hacer nada!
―Bien, es el primer día. ―Saltó sobre sus pies―. Podemos hablar de lo que queremos hacer.
¿Queremos?
Eso sonaba a multitud.
―Haremos lo que me apetezca, Ryan.
―Veremos.
―Cornelia me comentó que por aquí queda tu salón, ¿cuál es?
Mordí mi lengua. No le iba a dar más cuerda para que continuara ahorcándome. Quince minutos eran capaces de ocasionarme un dolor de cabeza terrible. El masoquismo no iba conmigo, así que estaba indispuesta a recibir más.
Era insoportable.
Reservándome reclamos de todo tipo, decidí que lo mejor era ignorarlo. Para probar lo empujé y seguí con lo mío hasta llegar a la ultima puerta a mano izquierda del pasillo. Funcionaba.
Quité la música al cruzar el umbral. Ver que fueron fieles a su palabra me hacía sentir muchísimo mejor
― ¿Cuántas hicieron?
―Cuatro. ―Hugo soltó a Mags pero no la dejó caer―. ¿Paramos?
Asentí a la par que Mags lo hacía para darle lo más parecido a unas gracias. Los dos se sentaron sobre en la porción del piso de madera frente a mí y el estéreo. No apartaban su vista de Ryan y no fue hasta que me giré que entendí porqué.
El ex–policía estaba de pie con los brazos cruzados, a la ofensiva y preparado para cualquier ataque, y no era su postura lo que aterraba. Su rostro poseía una siniestra máscara de autoridad que difícilmente podría pasar desapercibida y menos cuando se trataba de estudiantes de quince años con problemas de seguridad. Estaban en la etapa más complicada de la vida porque en ella eran más vulnerables a dejarse arrastrar por una corriente.
Ryan para ellos era un tsunami.
―Mags, Hugo. ―Les llamé imitándolo pero no para arremeter contra ellos. ¿Quién era él para intimidarlos?―. El vago de la esquina.
―Hazlo mejor que eso ―gruñó mientras Mags se estremecía.
―El sarnoso de la otra calle.
― ¿Eso es todo lo que tienes?
Me levanté.
―El mugriento imbécil de la acera. ―Di un par de pasos en su dirección―. El idiota sin principios, moral o sentido de la palabra. El ser menos comprometido y leal de la faz de la tierra.
― ¿Acabaste?
Exhalé. ¿Que si había acabado?
Apenas estaba empezando.
―De momento.
―Bien. ―Ryan se volteó hacia los dos chicos. Al copiarlo me encontré con un brillo de terror y confusión en sus ojos―. Soy Ryan, encantado.
El espectáculo debió unirlos porque Hugo ayudó a Mags, cuyas rodillas temblaban ligeramente, a levantarse. Aún con Ryan desde lo más profundo de mí me entusiasmé con que se tocaran fuera de la rutina. Por más que ella lo hubiera aceptado como su compañero de baile existían límites inquebrantables con respecto a su relación fuera de las zapatillas. Y no era por Hugo, quién hacía hasta lo imposible por conectar, era por ella que no podía omitir sus faltas como él omitió la de sus cercanos mientras la lastimaban.
Estaba segura de que sin importar el bueno contraste que hacían los dos, uno muy salvaje y la otra muy sutil, ella estaría mejor con James.
Mucho mejor.
Por desgracia existía la línea entre lo correcto y lo bueno para uno mismo y Mags ya escogió su lado. Personalmente dudaba que lo primero hubiera estado en su elección, lo correcto, pero actúo y siguió su instinto con un orgullo innegable. Ridículo. A mí parecer estaba mal, era atacarse a sí misma y premiar a sus ofensores. Él no era un mal muchacho, me percaté de ello al mirarlo más de cerca, pero sí había cometido errores que permitieron que la hirieran.
Era lo mejor para la academia llevar a la competición a uno de los más destacados bailarines, sí. La institución necesitaba ganar y destacar, sí, pero ningún premio valdría lo que ella y su estabilidad sentimental. Al caer en cuenta la analicé con más atención de la promedio, ¿por qué ella sí y yo no? ¿Por qué ella sí tenía el valor necesario para sacrificarse? Masajeé mis sienes para prepararme y a todos de lo que estaba por venir; había llegado una prueba para mí.
Me demostraría a mí misma que lo había superado.
―Ryan es mi pareja, Cornelia en secreto me inscribió en el concurso. ―Jamás fue menos correcto elegir hacer lo correcto―. Al igual que ustedes no nos llevamos muy bien.
― ¿Entonces por qué lo escogiste? ―preguntó Hugo mirando de Mags a mí; la pregunta me pertenecía pero podía ser respondida por las dos―. Digo, no tengo nada en contra de él, pero se me hace contraproducente. ¿No deberías sentirte cómoda mientras bailas?
―No lo hice.
Frunció el ceño.
― ¿No hiciste qué?
―Escogerlo, no lo escogí. Fue Cornelia también.
Hizo una mueca.
Él me entendía con lo de someterse a las decisiones de otros.
― ¿Ella no saben que se llevan mal? ―Mags estaba igual que desconcertada que yo cuando eligió a Hugo. Negué―. Oh... Lo siento, Marie. Y uh... ―Recordó que Ryan estaba con nosotros―. Lo siento, Ryan. No quise hacerte sentir mal, no es mi intención.
―Lo sé, encanto. ―Le sonrió y ella se sonrojó―. Marie, adoraría seguir escuchando cómo de difícil es esto para ti y lo desgraciada que te sientes, pero tenemos asuntos que tratar.
¿Iba a fastidiarme frente a mis alumnos? ¿No tenía respeto?
―En este momento estoy ocupada. ―Los señalé con el mando del reproductor―. Nos acompañarán a la competencia, soy su instructora y tú has interrumpido una de nuestras sesiones. Ten un poco de respeto, ¿sí? No todos tienen que darse cuenta de tu falta de educación.
Ryan entrecerró los ojos para darme a entender que estaba llegando a las fronteras de su autocontrol. Pero no. No me interesaba si estaba a punto de pasar a su fase King Kong. Yo estaba soltando dosis de lo que se había acumulado tanto tiempo dentro de mí y no tuvo oportunidad de salir por Rachel, mi hermano, los demás. Él se equivocó al entrar en mi juego.
Si quería seguir debía soportar mis jugadas.
―Bien. ―Se dejó caer sobre una de las cornetas con una actitud similar a la de Broken, el único compañero que me hacía la rutina de trabajo imposible. La diferencia entre ambos, en vista de que el gemelo formaba parte de mi estancia en Estocolmo, era el color de cabello. Actualmente tenían más similitudes; las ganas de invadir mi espacio y fastidiarme sin razón―. Esperaré que terminen.
―Después tengo otro grupo.
Tensó la mandíbula.
―Y yo mucho tiempo.
―Bueno, afuera hay sillas.
―No me molesta quedarme a ver. ―Volvió a lo de intimidar a Mags y a Hugo―. Estoy seguro de que a ellos tampoco.
―Mis clases son privadas Me reservo el derecho de admisión.
― ¿Si no me voy me echarás?
―Sí.
―Madura. Está claro que a ninguno de ellos le importa.
¿Madurar? ¿En serio él me pedía a mí que madurara?
―Ya vuelvo, llamaré a seguridad. ―Inicié mi camino hacia Sad, mi idea más próxima a un guardaespaldas ya que quizás podría conseguir llevarse a Ryan con él a tener un reencuentro―. Espera aquí, Mags ―le dije cuando me alcanzó―. Vigílalos.
―No, no vas a ir a ningún lado. En verdad no nos molesta que... él esté aquí. ― ¿Los estaba poniendo en mi contra? ―No pienses mal, Marie, te queremos. Es que es... es tu compañero, deben ser uno, ¿recuerdas? No puedes comenzar corriéndolo.
Mierda. Mi parte profesora le daba la razón.
Por más que quisiera echarlo, hacerlo frente ellos sería contradecirme. ¿Qué les estaría enseñando? Bailar con él no era el fin del mundo. Si había un momento para mostrar mi indiferencia era este. Una vez y ya, con ello todas mis lagrimas y sonrisas que estuvieron relacionadas con Ryan se irían y tal vez luego no tendría que fingir ante los demás estar bien, ante mí.
―De acuerdo, que se quede. ―Mags me observó como si estuviera extracontenta conmigo cuando yo sentía que me estaba sometiendo a un tratamiento de resultados dudosos―. Tú vuelve al centro con Hugo. Quiero ver en qué han mejorado o cuántas sentadillas se ganaron.
La castaña tomó la orden con entusiasmo y se posicionó en el centro del salón. Hugo no tardó en acompañarla, así como yo no tardé en volver a mi sitio junto al sonido. Desde allí no solo los podía ver bien a ellos, también a sus errores. Hasta el momento estábamos trabajando con los primeros dos minutos de coreografía de cuatro. En ellos los movimientos eran más notorios por su lentitud al desarrollarse al principio, lo que quería decir que los jueces podían detectar más fallos en cuanto a la técnica. Eran ciento veinte segundos vitales.
―Mags. ―Lo detuve al minuto veinte―. Recuerda que comienzas con ballet y terminas con jazz, tras el arabesque debes relajarte. ―Pasé mi mirada a Hugo―. Es bueno que cuentes, pero no muevas la boca mientras lo haces y concéntrate más en ella.
― ¿Cuántas? ―solicitó saber Hugo tras escuchar mi evaluación.
―Cinco sentadillas al final.
―Te estoy odiando. ―Mags respiró hondo―. ¿De nuevo?
Sonreí.
―Claro que sí.
La siguiente vez lo hicieron mejor aunque el nudo de angustia en mi garganta no se deshizo. Ahora concebía la idea de que en el escenario Hugo reaccionara mal y por los nervios gesticulara. Eso podría hacerles perder.
―... the scars of your love remind me of us, they keep me thinking that we almost had it all ―La melodía me envolvía de pies a cabeza. Adele era un hada experta en encantar los oídos ajenos con su voz―. The scars of your love they leave me breathless. I can't help feeling we could have had it all.
No fue hasta que terminó la mitad de la canción que me di cuenta de mi concierto. Hugo se echó a reír y no lo pude recriminar porque repeticiones atrás lo había regañado a él por perder el control sobre sí. Mags no montó un escándalo por mi interpretación pero ojeó el reloj. Pidió retirarse al notar que eran las nueve y le tocaba conmigo y Gis. Los liberé para coger unos minutos para ir, exonerándolos de las sentadillas. El entrenamiento los había absorbido y en breve tendrían más.
―Ya... ya podemos hablar, Ryan.
― ¿No ibas a atender otra clase? ―Juntó las cejas. Su tono era más suave, ido―. ¿O era una excusa para posponerlo?
―No, ya debería estar con el grupo.
― ¿Eso quiere decir que estás robando tiempo de tu clase por... ―Curvó las comisuras de sus labios―... mí?
―Por el baile.
―Lo que digas ―murmuró incorporándose―. Tenía en mente una rutina lirica, suave. ―Cambió de tema―. Sé que es lo que más te gusta y...
―No ―lo corté con ningún propósito que no fuera dejarle clara mi posición―. Me gustaría salir de mi zona de confort, superar las expectativas.
―Marie, no pretendía subestimarte. ―Llevó su mirada al techo―. No te lo tomes a mal. Tras ver lo que haces con los chicos pensé que sería lo mejor para ti.
― ¿Lo mejor para mí? ―Elevé el tono con incredulidad―. Ryan, no soy Nacho Duato, Michael Jackson o Martha Graham, pero realmente me he esforzado y estoy a gusto con mi trabajo.
Me di la vuelta, incapaz de soportar que se metiera con lo que más amaba hacer en la vida. Con ello dolía más que nada. El baile era donde estaba mi fe, por él sentía que todo podía mejorar. A mis ojos la danza poseía la capacidad de convertir acciones insignificantes, el mover un brazo, en magia.
―Y deberías estarlo.
― ¿Perdón? ―Giré mi cuerpo con brusquedad―. ¿Qué dices?
―Debes estar orgullosa, Marie ―decía mientras agachaba la cabeza―. Lo estás haciendo bien. ―Al alzar la vista me ofreció una sonrisa a medias, casi inestable, que estuvo completamente fuera de lugar en su rostro de facciones duras―. Ellos lo saben y te respetan, cualquiera que vea tu trabajo lo hará.
―Hm, bien. ―Me estaba detestando por el sentimiento que me atacaba y gritaba que tomé una buena decisión al no reclamar otra pareja de inmediato. Detestaba el estúpido pensamiento de que quizás podíamos ser buenos juntos en algo, pero ahí estaba―. Volviendo al tema; Estaba pensando en una coreografía con ritmo fuerte, pero no latina. Una mezcla de hip hop y acrobacias, actual como la de los chicos pero más... madura. ¿Entiendes?
―Sí, me ubico. ―Pestañeó de una forma que me recordó que conocía sus manías. Él hacía bailar sus pestañas cuando tenía curiosidad, actitud que años atrás me enternecía―. ¿Tienes canciones en mente? Puedo ayudarte a buscarla.
―No, aún no, pero yo me ocupo.
―Vale, tú eres la maestra. ―Alzó las palmas―. ¿Cuándo podemos practicar?
―No lo sé, tengo que arreglar mi horario ―le respondí con ironía; meses atrás ni siquiera tenía una hora establecida para el almuerzo―. Le pediré tu número a Rachel, o mejor a Cornelia, y te avisaré.
Un hoyuelo surgió en su barbilla.
―Bien, supongo que ya terminamos. ―Se encaminó hacia la puerta―. Hasta luego. Me bañaré para que mi olor a vagabundo no sea tan malo para ti.
Rodé los ojos.
―Hasta luego, Ry... ―Me levanté del suelo con prisa para detener que se marchara. Una canción que sonaba en la radio vino a mí. No se trataba de un clásico pero hacía que mi corazón mis vellos se erizaran―. I get a good feeling.
Descendió su vista a nuestros brazos; mi mano se aferraba a la suya. Imité a Mags, sonrojándome, y lo solté. ¿Ryan no tenía calefacción en casa o en el auto? Ya lo había tocado dos veces y ambas ocasiones fueron tan heladas que me contagió el frío, causando estremecimientos y latidos bajo mi piel.
―Buena elección ―dijo y se fue.
Al sonido de la puerta cerrándose no resistí más y apoyé la frente contra la madera. Pensaba en Estocolmo. En Suecia fuimos buenos en el escenario, una rutina más y podríamos haber quedado entre los tres primeros. La decisión de Cornelia de contactar con Ryan estaba justificada. Algo, un no sé qué, me decía que nuestra conexión en la pista seguía ahí.
Hola *o*
Iba a subir mañana, pero me dio por hacerlo hoy. Creo, no estoy segura aún, que este es el capítulo de DO más largo que escribo a pesar de que transcurre en un solo lugar. Estaré actualizando de nuevo de lunes a miércoles. Espero que les haya gustado ♡.
Preguntas:
1. Ya que el capítulo fue "corto", ¿momento favorito?
2. ¿Alguna ha tenido un cambio de #Team? ¿Alguna está indecisa con respecto a los #Team?
Ganadora del capítulo: La linda @nicaurygabriel9 (Abraza a Nica porque ella es tan lol y perfecta).
Pregunta para ganar el capítulo próximo: Se las dejo sencilla; ¿qué canción escogió Marie? (Autor y nombre de la canción).
Gracias por sus votos y comentarios c:
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