Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 18: Martha Stewart.

Estocolmo, Suecia

Pasado


El lunes en la mañana la residencia estaba dividida en dos polos; negativo para quiénes se torturaban por no quedar y positivo para los que pasaron y para quienes asumieron la derrota con la disposición de mejorar y apoyarnos. Y a parte de ello también estaba Teresa, una categoría intermedia que contenía excesiva preocupación y pesimismo.

―No voy a poder, Henry. ―Hizo un movimiento que ocasionó que su espalda tronara y yo apretara los dientes―. Me duele todo el cuerpo, queda una semana. Louis y yo estamos cansados.

―Tómate el día, no corras el riesgo de desgastarte.

―Eso haré ―dijo haciendo acrobacias en el mueble para recoger sus gafas y un tomo de Los Juegos del Hambre de la alfombra―. Descansaré hasta mañana y mandaré a Louis al spa. El muy maldito tiene cómo pagarlo.

― ¿Está conforme con las comodidades de su habitación?

Teresa bufó.

―Tiene qué, no puede estar todo el tiempo con un palo de oro metido en el culo. ―Se llenó el dedo gordo de saliva para pasar las páginas del libro―. Baila como un dios, Ry, pero no se da cuenta de que su Olimpo no existe fuera del escenario.

No pude evitar soltar una carcajada. El ego de Louis era peor que el de Broken. Un asunto realmente jodido porque no estaba bajo su control, simplemente era parte de sí comportarse como el próximo heredero a la corona en exilio. Me recordaba varias veces teniendo que ayudarlo a levantar su equipaje o interviniendo durante su entrenamiento para que Teresa no le sacara los ojos. De no ser por su buen talento con el ballet estaba seguro de que ya lo habría encontrado castrado y en pedazos dentro del congelador.

Él no formaba parte de la compañía, ella lo conoció y solicitó por internet para que la acompañara a Suecia, pero había que tratarlo como una pieza clave para que su talento no se marchitara según su majestad.

Lo que hacía criarse en Mayfair.

―Tienes que dejarlo ser.

―Eso hago. ―Me echó un vistazo por encima de la caratula. Sus ojos eran más grandes con el cristal. Parecía un conejillo de indias―. La cosa es que he notado que se le sube más cuando le doy cuerda.

―Entonces ahórcalo de vez en cuando. ―Le guiñé abrochando mi chaqueta y después la miré mientras ataba mis zapatos―. Así podrá saber hasta qué punto joderte.

―Lo intentaré. ―Hizo una mueca―. ¿Saldrás?

―Sí, caminaré unas cuadras.

―Es temprano.

―Eso no importa ―le dije pensando en Marie dormida en su recamara.

Eran las seis de la mañana, pero moría por ver a Marie como la dejé en las cabañas de Nyköping; semidesnuda y exhausta, y si quería tener la oportunidad de hacerlo de nuevo hoy, así fuera despierta y soñolienta pero semidesnuda, debía darme prisa.

―Iría contigo, pero ya empecé a leer y pierdo el hilo rápido.

―No te preocupes.

―Aunque podría ponerme unos zapatos, la idea de salir y disfrutar de Estocolmo es atractiva.

Ni de coña.

―Tengo prisa, Teresa ―evité que siguiera enderezándose.

No podía imaginar una escena que involucrara a Marie semidesnuda y a Teresa con sus camisetas fandom de Gryffindor.

― ¿Quién tiene prisa para ir a ningún lado?

―Yo ―contesté y abandoné con rapidez.

En planta baja me pareció extraño no toparme con la señora Olofsson. Luego recordé que sus nietos, que eran varios y de edades diversas, estaban quedándose con ella y que la pobre mujer no podía hacer el acto de caridad con nosotros.

Ya que aún era temprano en la calle no me sentí asfixiado por la población incalculable de personas. Es más, llegar al edificio del Amber Lager me tomó menos de veinte minutos. Se sintió raro no prestarle demasiada atención a la entrada subterránea e ir directo a las escaleras que daban con la recepción. En ella me dirigí al mostrador. Una linda castaña de grandes tetas estaba tras él y me sonreía con interés que no podía estar más lejos de ser mutuo.

No me costó mucho deducir que podía sacar provecho.

―Voy a visitar a mi amiga en el séptimo piso. ―Me apoyé sobre el granito―. Dejé algo anoche.

― ¿El qué? ―ronroneó en un inglés decorado con acento sueco.

―Ropa.

En realidad no estaba mintiendo del todo, mi maleta se había quedado olvidada en la sala de Marie. Allí tenía mi atuendo de baile, el número y otras mierdas sin importancia que esperaba recuperar. Hacerlo no era la prioridad, sin embargo.

La recepcionista, Rebekha de acuerdo a su placa, se mordió el labio con tal fuerza que me dejó esperando por una hemorragia.

―Por supuesto, guapo. ―Se ocupó de que su culo llamara la atención cuando se alzó para alcanzar el perchero en el que estaban las llaves―. ¿Cuál?

―No necesito la llave, cariño. ―Le sonreí―. Ella está arriba.

No sabía si lo estaba o no, pero estaba abierto a esperar.

Rebekha, al igual que Ginger, hizo un puchero.

―Pensé que podría subir contigo.

―Realmente lo lamento ―fingí estar verdaderamente decepcionado por no follármela en lo del alquiler de Marie―. Es muy impaciente, debería irme.

―En otra ocasión será.

Asentí mientras me daba la vuelta hacia el ascensor, al hacerlo me llevé la maldita sorpresa de encontrarme con la impaciente frente a mí.

Maldije.

―No sé con cuántas mujeres te tengo que ver antes de dejarme llevar por el impulso de abofetearte y mandarte al demonio. ―Se cruzó de brazos. Llevaba ropa de deporte y además de molesta lucía como si viniera de un maratón―. ¿Subimos o te vas a quedar con... tu otra amiga sueca?

Con ella sí no tuve que actuar, sonreí porque sí.

―Subimos.

En el ascensor el silencio dominó. No me desagradó, me divertía cualquiera de las posibles razones de su ira. A parte estaba teniendo una oportunidad para admirarla. Aunque no se había arreglado porque no muchas personas lo hacían para ejercitarse, eso no impedía que se viera atractiva. Su cabello estaba atado en una coleta que conseguía resaltar sus rasgos y facciones, y el rosa de su pantaloncito y chaqueta realzaba su palidez cubierta por sudor y dejaban sus piernas disponibles a los ojos.

Quería joderla de nuevo.

Con el deseo de hacer algo más sin estar seguro de que ella quería, me quedé en su sofá mientras marchó a su habitación a darse una ducha. Habría hecho alguna mierda para intentar que me permitiera enjabonarla, pero la furia en sus ojos no era normal y temía un accidente que involucrara una hojilla y mis pelotas.

Como no era su vivienda y estaba en Estocolmo de paso, no me entretuve inspeccionando el piso. Me cansé de evaluar mis alrededores cuando no encontré mi maleta en ningún lado. Recordaba haberla colocado, quizás intencionalmente, en el mismo sitio en el que estaba sentado.

― ¿Jugo de naranja? ―Fue lo único que mencionó al salir con un albornoz y el cabello escondido bajo una toalla. Estaba recogiendo vasos y papeles de chuchería de la mesa de cristal frente a mí―. ¿Galletas?

La seguí a la cocina. Estaba limpia, excesivamente ordenada. Lo único fuera de su lugar era un tarro y una jarra.

― ¿Jugo de naranja y galletas? ¿Eso vas a desayunar?

―Sí. ―Me miró―. ¿Qué tiene de malo?

― ¿Además de morir de hambre?

―No voy a morir de hambre por no comer como un cerdo. ―Me miró mal―. Debo cuidarme, lo sabes, y me imagino que ya has comido y que aceptas con gusto una rica merienda.

―No he comido, Marie. ―Desde el umbral la observé sacar servilletas de papel con estampados florales de uno de los cajones―. Para no ser tu casa tienes marcado mucho territorio.

―No soy yo, la arrendadora es una mujer preparada y me comentó que puedo usar lo que quiera. Forma parte del contrato.

Le eché un vistazo a los instrumentos colgados, a las flores artificiales en cada rincón y a los adornos decorando las repisas, nevera y paredes.

― ¿Tu arrendadora es Martha Stewart?

―Se le parece mucho. ―Empezó una lucha con el tarro cuando no abrió―. Es una ex–ama de casa divorciada que supo vengarse de su ex cuando la engañó con su hermana.

― ¿Y de venganza se quedó con el apartamento y te lo alquiló?

―No únicamente con el departamento.

Mientras Marie intentaba obtener sus galletas guardé un minuto de silencio por la billetera del infiel. Era un gran entretenimiento para mí el cómo sus mejillas se sonrojaban por la fuerza que ejercía.

―A ver, dame. ―Le arrebaté las galletas. Antes de empezar a girar leí la etiqueta―. Extra de mantequilla. Joder, son toda una dieta. Proteínas, vitaminas, ¿quién mierda las necesita? ―Robé una cuando lo abrí―. Al diablo esforzarse por la comida más importante del día

Me lo quitó de vuelta, obviando mi sarcasmo y empezando a repartir cinco galletas por cada servilleta. ¿Estaba demente? No le exigía que me alimentara, en un dado caso podríamos ir a desayunar y yo pagaría, pero nos mataría por desnutrición.

Al terminar me las ofreció. No era un exquisito en cuanto a nada, pero su dieta era algo de otro mundo para mí.

Las tomé tras superarlo.

―No estoy acostumbrada a comer tanto en la mañana.

―Yo sí. ―Mordí una y fui a hurtar su nevera―. ¿Martha Stewart se molesta si tomo unos huevos? Quiero bacon.

―No se molesta si es para ti. ―Cogió su vaso con jugo―. Estaré en la sala, le enviaré un mail a mi hermana. En la despensa, allá ―Señaló uno de los cajones más grandes―, hay pan.

La vi desaparecer hacia el corredor. Su trasero, posiblemente natural que el de la recepcionista, se veía bien bajo la bata.

Le silbé y reí cuando me sacó el dedo.

Cocinar no era mi fuerte, formaba parte de mi supervivencia. Era un hombre soltero y asqueado de la comida en lata, por lo que sabía hacer algunos platillos; huevos revueltos entre ellos. Comí las galletas mientras los preparaba con cinco claras.

El mesón para dos en la cocina se me hacía más atractivo que la mesa para seis de la sala, pero esta estaba más cerca de Marie. Hice dos viajes para montarla.

―Eso es demasiada comida. ―Le echó un vistazo a nuestro desayuno desde el balcón. Estaba en una de las tumbonas con una portátil sobre el regazo―. ¿Cómo puedes comer tanto?

―Yo lo veo suficiente para dos personas.

―No sabía que tuvieras dos estómagos.

―No los tengo. ―Me senté y palmeé el puesto a mi lado―. Ven.

―No, Ry. Ya estoy llena. ―Ignoró mi invitación regresando su vista a la pantalla―. Gracias.

Las patas de la silla rechinaron contra la madera al ser arrastradas de nuevo. Me sentí mal por Marta Stewart y su piso, pero mejor conmigo mismo por insistir en tratar de marcar la diferencia en sus malos hábitos.

―Ven, vamos.

Inclinó la cabeza y me observó.

―De verdad no quiero, Henry. Estoy bien.

―Marie... ―Rebajé mi alter ego a hacerle ojitos―. Cociné para ti, princesa. Me esforcé mucho. ¿Por favor?

Apretó los labios y se perdió un rato en la gran vista de Estocolmo enfrente de nosotros. Celebré dentro de mi cabeza al darme cuenta de que lo estaba considerando.

―Está bien.

―Perfecto. ―Cerré su portátil y lo tomé para dejarlo en una estantería dentro. Moví su silla para que se sentara. Ya en la mía empecé a servirnos―. ¿Chocolate caliente o café?

―Chocolate caliente, por favor. ―Por alguna razón se sonrojó―. Dios, Henry, en serio te esforzaste. Es decir, no pensaba que fuera mentira, pero esto... es lindo. ―Apretó mi mano―. Gracias.

Empujé un plato de porcelana con huevos revueltos, bacon, hortalizas y pan en su dirección. Al mirarla sujetar el tenedor se me hacía difícil creer que no estuviera hambrienta.

―No hay de qué. ―A veces veía programas de cocina en el que adornaban los platos para abrir el apetito, así que eso hice―. Buen provecho, Marie.

Se llevó un bocado de bacon a la boca.

―Igual.

Desayunamos en menos de veinte minutos. Marie no únicamente comió de su plato, pidió más de la bandeja y terminó comiendo más que yo.

Importaba una mierda que me llamara cursi, cuidar de ella se sentía bien. Correcto.

Al acabar fue quién recogió y se encargó de lavarlos. Insistí en ayudarla pero que aceptara fue imposible debido a su naturaleza terca, por lo que me moví al baño para lavarme las manos.

La noche anterior no me había fijado y no quería hacerlo en extremo. Tenía permanentemente en mente no convertirme en el acosador del que me acusó de ser, pero no pude contra las ganas de conocer más de ella ya que en el baño sí habían objetos personales suyos. Gracias a dejarme llevar por el impulso descubrí el nombre de sus perfumes, lo lleno que su aseo estaba de diversos tipos de cremas y acondicionadores, productos en general. Eran tantos que al terminar la tarea y devuelta a lo esencial me perdí buscando el jabón. Verdaderamente Marie estaba mal si necesitaba tres clases diferentes de desodorantes, cuatro de dentífricos y dos de hilo dental.

Yo con una barra y un frasco de shampoo estaba listo.

Cuando regresé estaba tecleando en el portátil con el cabello mojado. Escuchaba Apologize de One Republic y el albornoz había desaparecido de su cuerpo, remplazándose por una blusa verde agua con faroles y una falda corta. Me relamí los labios. ¿Cómo podía tener piernas tan bonitas?

¿Cómo podía serlo ella?

― Henry, ¿viniste por tus cosas, cierto? ―preguntó al tenerme junto a ella y con sus piernas sobre las mías―. Están en mi habitación, las arreglé para tenerlas listas y dártelas el domingo.

Levanté las cejas.

― ¿Y las acomodaste desde hoy?

―Soy muy organizada. ―Se encogió de hombros. Evitaba mi mirada y no podía parar de preguntarme por qué―. Entonces es eso a lo que viniste, ¿no?

Me puse a gusto. Ella se tensó con ello como si se guardara un misterio y yo estuviera a punto de revelarlo, acción que no hizo más que darme ánimos y motivos para insistir por una respuesta.

― ¿Sabes qué creo, Marie? ―Negó―. Que esa pequeña cabecita preguntaba mucho por mí, que no pudiste desaprovechar la oportunidad de encontrar algo y revisaste todas mis cosas en busca de ello.

Arrugó el rostro, sonrojándose.

― ¿Qué dices? ―Bajó las piernas de mi regazo, enderezándose otra vez mientras retomaba su escritura―. No hice nada de lo que hablas, sólo doblé y acomodé tu ropa.

― ¿Sólo eso, princesa? ¿No la oliste? ¿No la abrazaste?

―No. ―Sus palabras no me respondieron, el aumento de su rubor sí―. No lo hice.

―Te creo ―le mentí cogiendo sus tobillos y regresándola a la posición anterior, así le acariciaba las piernas―. ¿Y qué me dices de tus escenas de celos?

― ¿Escenas de celos? ―Definitivamente cerró el computador para concentrarse en mí―. ¿De qué hablas? No tengo nada en contra de tus amigas.

― ¿Amigas? No son mis amigas. ―Agachó la mirada―. Marie... En serio no lo son, princesa. ―Coloqué un dedo bajo su barbilla. Sus ojos daban con los míos pero no sabía si me veía―. Te aseguro que la única amiga que he hecho en Estocolmo eres tú.

― ¿Y eso qué significa?

Con una mano acaricié su mejilla, sosteniendo el lado izquierdo de su rostro, y con la otra dejé el portátil en el suelo. Su piel seguía igual de suave y lisa al tacto. Al momento de besarla no sentí los chispazos, sino explosiones de placer en cada parte de mi cuerpo a causa de la cercanía del suyo. Era como si algo dentro de mí quisiera salir para fundirse con ella y se liberara con cada toque de sus labios.

Al terminar la primera ronda de besos me separé para peinar su cabello y evaluar su reacción, verificar que fuera similar a la mí. Terminamos acostados, yo sobre ella, y tenerla tan cerca sin hacer nada me destrozaba. Si fuera por mí estaría haciéndola mía las veinticuatro horas del día. Lamentablemente existían impedimentos. Entre ellos que pensara lo que no era. Si estaba en una especie de reforma mental, emocional y físicamente tenía que saberlo, o como mínimo no creer que andaba de flor en flor.

Lo menos que quería era decepcionarla.

O mucho peor; herirla. La idea era que nos divirtiéramos.

Los dos.

―Significa que nadie me interesa salvo tú.

----------------------------------------------

Hola.

Ya he regresado de vacaciones. Sí, hoy, de Margarita (una hermosa isla de mi país), pero la semana pasade escribí esto y tadá (no lo subí porque para ese entonces faltaba corregir y así no funciona). Pero en fin. El sábado les vengo con más. 

Ganadora del cap: danielaG05 ♡ *Le lanza flores*.

Para ganar la siguiente dedicación: He leído minicomentarios (de los tipo cita) que me hacen reír un montón (como los de Dan), así que la siguiente dedicación será para el que me haga más gracia. 

Gracias por sus votos y comentarios ♡.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro