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Capítulo 15: Profesora Marie.

Brístol, Inglaterra

Presente


Trabajaba en las mañanas en Collingwood, después del almuerzo hacía mi viaje directo a lo que era la nueva agencia de eventos Van Allen y pasaba con Rachel el resto de la tarde. Debía ganarme la vida de una u otra forma y me venía bien desempeñarme en lo que amaba y en lo que sabía que era buena.

Era algo estresante a veces, sin embargo.

Las dos jefecitas que me mandaban destacaban en mi mente por el parecido entre ellas. Era difícil, complicadísimo, que pudiera tener el valor para pedirle un día libre a alguna de las dos. Ambas daban miedo. Conocía a Rachel desde siempre, pero en el trabajo era un monstruo con cachos y cola que espantaba y explotaba a todos. Cornelia, por otro lado, me enviaba tantos mensajes subliminales sobre responsabilidad y dedicación que había aprendido a procesar las oraciones de atrás hacia adelante en búsqueda significados ocultos.

Pero laborar con ellas era un lío que me traía felicidad, así que tampoco me podía quejar mucho.

―Hoy Gisele se tomó el día libre. ―Ella sí podía porque bueno, era Gisele―. Así que seré yo quien me encargue de ustedes.

Mi puesto en Southville era de asistente, ayudaba a Gisele de lunes a viernes con sus clases. Los alumnos iban desde adolescentes como Mags a adultos mayores de edad los martes.

Hoy, viernes, tocaba el grupo de jóvenes.

― ¿Qué vamos a hacer? ―Bufó Ignacio, un quinceañero que no era santo de mi devoción. El muy idiota trataba mal a Mags cuando se equivocaba, tenía un ego elevado para hacerlo pero no para admitir que la pubertad le estaba llenando la cara de acné. Él se maquillaba más que yo―. ¿Por qué Gisele no vino?

―Profesora Gisele ―le corregí mientras buscaba la pista de calentamiento―. Harán lo mismo de siempre, estirarse y repasar los bailes.

―Bueno. ―Rodó los ojos―. Me imagino que perderemos una clase de correcciones, ¿no?

No estaba de acuerdo con meterme con la coreografía de otros sin permiso. Gisele no estaba y eso le daba la razón, me sentaría en una silla a detectar pequeños fallos como pies no en punta y brazos mal puestos, pero no era capaz de hacer nada más.

―Imaginas bien.

El sabandijas tensó la mandíbula y se dio la vuelta para reunirse con el grupito, eran doce y la asistencia marcaba diecisiete. Cada vez venían menos.

Personalmente guié el calentamiento. La semana pasada Gisele y yo acordamos hacerlo más largo, buscando más flexibilidad en ellos al momento de bailar, así que ahora aprovechaba las clases para ejercitarme a fondo sin tener que hacerlo en casa. Gisele era una excelente bailarina que sufrió lesiones durante una presentación par de años atrás, viéndose forzada a retirarse, por lo que mi papel como ayudante consistía más en ser un modelo para enseñarle a los jóvenes o viejos bailarines en formación cómo moverse.

― ¡Brandon, estira más los brazos! ―Elevé un poco la voz para que el rubio me pudiera escuchar por encima de la música―. ¡Leticia, si inclinas las caderas se te hará más fácil elevar la pierna! ―Por el rabillo del ojo percibí cómo una de las parejas se acercaba cada vez más a la otra, es decir, preví la tercera guerra mundial―. ¡Mags, cuída...!

― ¡Eres una maldita tonta! ―Ignacio la empujó al piso antes de ir a ayudar a su pareja a levantarse del suelo a raíz del choque. Apagué la música y con una mirada hice que las risas de los demás pararan―. ¡Lo único que haces bueno es atrasarnos, no entiendo cómo te permiten entrar!

―Oye, amigo, creo que ya está bien. ―El compañero de Mags llegó a él antes de que yo lo hiciera. Me asusté cuando Ignacio no dejó de decir idioteces. Durante las clases James parecía ser un chico listo, pero tanta testosterona junta nunca era buena―. Maldición, ya, déja...

Chillé cuando su puño chocó contra mí.

Ignacio podía ser un bailarín, pero golpeaba cómo un peleador callejero profesional. Dudaba mucho que un verdadero boxeador, un deportista con principios, se rebajara a golpear a una mujer.

― ¡Maldición! ―grité frotándome el hombro, dolía―. ¡¿Qué sucede contigo?! ¡Ve al rincón! ―Usé uno de los castigos que Rachel le daba a Madison cuando se portaba mal. La pobrecita tenía hasta una silla rosa dónde sentarse y mil y un señales para que Nathan la rescatara. Y funcionó. Ignacio estaba tan aterrado por haberme pegado a mí en vez de a James que sin importar la humillación me hizo caso. Cuando estuvo frente a la pared miré a Mags―. ¿Estás bien? ―La castaña asintió con vergüenza y pesar―. Bien.

― ¿Pongo la música de nuevo, pro...?

―Ni música ni mierdas ―corté a uno de los chicos―. Colóquense como si fuéramos a calentar, trabajaremos en la sincronización.

Me obedecieron a la primera. Al verlos en sus posiciones los obligué a tomar más distancia de la común. Sus rostros lucían aterrados e impacientes mientras esperaban una orden.

― ¿Y ahora? ―preguntó el mismo chico, Hugo.

―Harán jacks.

― ¿Eso es todo? ―Leticia levantó sus cejas―. ¿Cuántos saltos en tijeras quieres, Marie?

―Profesora Marie. ―La miré mal a la par que me cruzaba de brazos―. Los harán indefinidamente, sin pausas, y al mismo tiempo. La primera canción no valdrá, la usaré para que cojan ritmo. ―Sonreí siniestramente. No sólo trabajaría en la sincronización, también en la humildad―. Quién no se mantenga sale, tanto si se adelantan como si se atrasan. Lo mismo para con quién se agote.

― Lo dices como si fuera una competencia ―replicó la misma rubia pelirroja―. ¿Qué gano si termino de última?

Gruñí discretamente. Empezaba a entender por qué Gisele la había puesto con Ignacio; ambos estaban hechos de la misma mezcla de codicia y egocentrismo.

―Un puesto para ir a competir el siguiente mes. ―Cada docente podía escoger un par de alumnos para que fueran a bailar a lo que sería el debut de la academia. Yo aún tenía mi cupo disponible―. Es un dúo, si ganas puedes decir quién irá contigo.

No interrumpió de nuevo, sus ojos brillaban.

No eran los únicos.

Retiré la memoria que estaba en el equipo y rebusqué en mi bolso para colocar la mía en aleatorio. El inicio de la competencia lo marcó una de mis preferidas, Pompeii de Bastille. La canción tenía un ritmo muy marcado y característico, por lo que no me sorprendió que lo agarraran con rapidez. Estaban tan emocionados que durante los coros noté a uno que otro cerrando los ojos o sonriendo de oreja a oreja.

Los primeros cinco minutos no sólo sirvieron para que ellos pudieran saber en qué estaban metidos, si no que a mí también me ayudaron a empezar a detectar fallos. Más que un mal oído colectivo o una falta resistencia, la pésima sincronización del grupo se debía a la carencia de compañerismo. Incontables veces noté a Leticia u a otro viendo de mala forma al de al lado si llegaban a perder el ritmo, o fijándose en vez de contar.

Luego siguió I Could Be The One. Con el cambio de pista vino lo divertido para mí, empezar a sacar gente. No me tomó desprevenida que Leti y su individualismo fueran los primeros en irse. Pero sí lo hizo que pasara un buen rato sin sacar a otra persona, al parecer Ignacio y ella eran quienes reducían la capacidad del grupo.

Diez minutos haciendo jacks era bastante, cuando empezó Crystals de Of Monsters and Men la población estaba reducida a cuatro. En el primer coro despedí a una de las dos chicas que quedaban, dejándome frente a tres chicos dispuestos a darlo todo por una oportunidad de enseñarle al mundo de qué estaban hechos. Uno de ellos era Mags, los otros dos eran Hugo y Liam, un tímido joven delgado al cual los saltos se le hacían más fáciles.

El ballet no sólo era ponerse un tutú y de puntillas, al contrario de lo que la mayoría de las personas pensaban. Por eso no me extrañaba que Mags fuera una de las ultimas, tampoco que Liam se fuera antes que ella, dejándola sola con Hugo. Bailar requería una serie de requisitos, entre ellos la voluntad y las ganas de superarse. Ella tenía ambas. Muchos se deprimían cuando los corregían, pero Mags estaba acostumbrada a equivocarse y a cada vez hacerlo mejor.

A segundos de finalizar la canción las mejillas de ambos estaban muy rojas, en especial las de la castaña por tener una piel más clara que la tez bronceada de Hugo. Me apoyé contra el espejo para verlos con atención, para identificar cualquier detalle que pudiera causar la derrota de uno de los dos, pero no había ninguno. Estaban más cansados, sí. El ritmo no era el mismo del principio, también. Pero de cierta forma habían logrado igualar hasta la respiración, era... perfecto.

― ¡Vamos, Mags! ―la animó James desde la banca.

Por muy bien que me cayera lo mandé a callar, de lo contrario empezarían con los griteríos que podrían desconcentrarlos en vez de ayudarlos. Aunque no podía culparlo, yo misma estaba tan entusiasmada que apretaba los dedos dentro de mis zapatos.

Fue difícil determinar quién cayó primero que el otro durante la última estrofa. De no ser por Brandon grabando el espectáculo no podría haber visto cómo el costado de Mags chocó después que el de Hugo contra el piso.

No sabía cómo, pero la chica pudo levantarse cuando le informamos sobre su victoria a pesar del dolor y agotamiento de su cuerpo. James la tomó en brazos a penas lo hizo, dando vueltas con ella mientras todos observaban ojipláticos. De no ser por cómo ella lo miraba, con cariño fraternal, pude haber creído que entre el par había un gran primer amor surgiendo.

―Felicidades ―le dijo Hugo desde el suelo.

―Gracias. ―Sus comisuras se curvaban hacia abajo con felicidad, tenía una peculiar forma de sonreír―. Yo... ―Tomó aire―. ¿En serio iré a la competencia?

―Sí. ―Le guiñé―. ¿Con quién lo harás?

Así como vi cómo su nivel de alegría crecía, también fui testigo de cómo su radiante sonrisa se borró lentamente.

Miró a James y abrió la boca para contestarme, pero luego miró al joven bailarín en el suelo y de vuelta a su pareja. Quién la sostenía asintió, de acuerdo con la decisión que por telequinesis le había mostrado. Personalmente no dejaba de sorprenderme al presenciar lo fuerte que podían ser los lazos entre dos personas, lo mucho que podían intercambiar con una mirada. Nathan y Rachel tenían esa capacidad, así como John y Luz, o Cleo y Diego. Inclusive Lucius y Anastasia tenían sus truquitos para comunicarse al más grande estilo Al Capone.

―Eh... ―Se humedeció los labios―. Hugo, ¿quieres... uh...bailar conmigo?

El trigueño alzó la mirada velozmente, desconcertado.

― ¿Yo? ―Mags afirmó con la cabeza―. ¿Por qué yo?

Sabía por qué se sentía así. Hugo era uno de los amigos cercanos de Ignacio y si bien era cierto que jamás la había agredido, nunca había hecho nada por defenderla.

―Podrás no ser quién más lo merezca ―le explicó―, pero te lo ganaste.

La vida tenía tanto que no llegaría a comprender. ¿Cómo podía ser tan buena con una persona le había sido indiferente, algo que consideraba un crimen más grave que la maldad? A su edad yo habría escogido a James sin importarme quién se esforzó más o menos. Inclusive el mismo Hugo pensó igual, pues tomó aire para replicar en contra de una decisión que lo beneficiaría.

―No digas nada ―solté―. Respeta su decisión, te eligió. ―Entrecerré los ojos. Mags era muy buena y no permitiría que la hiciese sentir ingenua o avergonzada con su elección, con su bondad―. ¿Bailarás o no bailarás con ella?

No solamente yo lo escrudiñaba, James también.

―Yo... ―Tragó―. Está bien.

El resto de la clase no fui tan cruel con ellos, los dejé volver a su rutina un rato antes de ponerlos a hacer ejercicios de confianza para mejorar la coordinación y la unión. Cómo Hugo y Mags iban a bailar juntos los puse el resto de la clase en pareja, dejando a James y a Alexandra, la compañera de Hugo, haciéndose compañía.

Las siguientes dos horas se sintieron diferentes, más armónicas a pesar de la falta de música, pues trabajé más con los conteos. Ignacio, quejándose en el rincón, no estorbó y la sincronización de las rutinas grupales fue mucho mejor. Tomé su lugar con Leticia y la ayudé a mejorar con los tiempos, a no perder segundos al guiarse por otros.

Al terminar con ellos no tenía ningún otro grupo, así que me marché de Collingwood tras hablar unos instantes con Mags y Hugo y cuadrar horas extras para practicar los fines de semana. Tomé un autobús a Temple Gate, a casa, para ducharme y comer, no para quedarme. Al vestirme usé las medias del atuendo de payasita, pero elegí colocarme un vestido marrón y suelto encima y un sombrero de paja. El resto del disfraz lo guardé en el bolso para cambiarme en casa de Rachel, pues no estaba dispuesta a dejar que más personas me vieran en el trajecito sin necesidad.

Cuando llegué a Saltford estaba cien por ciento convencida de que Rachel me mataría por mi media hora de retraso, pero gracias al Dios la encontré justo en medio de un momento en el que lideraba la cocina y nada más le importaba. Luz, a su lado, suspiró aliviada al verme.

―Qué bueno que llegas. ―Me abrazó―. Me da miedo.

―Lo sé ―reí―. ¿Qué sucede?

―Quería hacer bocadillos de atún, pero a Nathan le vendieron salmón y nadie se dio cuenta. ―Empezó a salir de la cocina, aterrada―. Voy a ver a los niños, ya vuelvo.

Luz nunca lo hizo, así que tuve que ayudar a Rachel a hacer mini-hamburguesas de salmón. Mi colaboración ayudó a que me perdonara los treinta de los que terminó siendo consciente. Una hora después de mi llegada terminamos con los bocadillos y me metí en el baño para cambiarme. Al salir con mi atuendo de payaso, peluca y nariz de tomate incluidas, un montón de niños de tres y dos años se arremolinaron a mis pies.

―Maddie, hola. ―La tomé del piso, extrañada de que ningún adulto estuviera tras ella. Acomodé las orejas de gatito sobre su cabeza―. Feliz cumpleaños.

Maddieee. ―Se abrazó a mi cuerpo―. ¿Pááá?

―No sé dónde está Nathan ―le contesté mientras nos llevaba a ambas al jardín de su casa, debía empezar a pintar caritas―. Tu mamá me ha tenido en la cocina desde que llegué, ya sabes cómo se pone.

No sé si fueron cosas mías o si de verdad los ojos de Madison brillaron con comprensión, pero la imagen me causó gracia y ayudó a que mis ánimos subieran. Busqué entre las flores de Rachel y la decoración el sitio que sería mi puesto, encontrándome con una minúscula sala para tomar el té. Ella pudo haber sido normal de no ser por las tazas de porcelana llenas de pintura. Senté a Madison frente a mí.

―Es tu cumpleaños, es justo que seas la primera. ―Mojé la punta del pincel en tempera negra―. Cierra los ojos, te pondré nariz y bigotes.

Lo hizo al principio, pero cuando la pintura mojó sus fosas nasales dio un manotazo que envió lejos el pincel. Arrugué la frente al oír quejas y nos giré, tratando en lo posible de no parecer culpables.

― ¿Maddie? ―Yo y mi sobrina nos dimos la vuelta tras unos minutos―. Feliz cumpleaños, linda.

Me mordí el labio mientras la pequeña persona a mi lado se ponía de pie dentro de un ancho vestido de gasa rosa y batía sus pestañas para Ryan. A penas habían pasado un par de días desde la última vez que lo vi y no podía evitar seguir sintiéndome impresionada con el gran cambio del ex policía. Definitivamente ya no usaba camisetas o uniformes, había dejado su antiguo vestuario para unirse a la moda Armani.

―Madison ―la llamé para que no hiciera lo mismo de todo el tiempo y me obligara a entablar contacto con él―. No he terminado de pintarte.

Ocultó la cabeza en la pierna de Ryan y negó.

―Le molesta el olor de la pintura ―dijo él de la nada―. Cuando pintábamos la sacábamos mientras tanto, no le gusta.

Me contuve en lo posible para no rechinar los dientes.

―Vale. ―Senté frente a mí a Kevin, él se había acercado al distinguir a Madison. Tomé otro pincel y transformé su sonrisa en la del gato de Alicia. Me alegró saber que estaba mejor, enterneciéndome al recordar que Patrick tenía que ver con su recuperación. El rubiecito, a diferencia de la amargada de Maddie, se dejó hacer sin dejar de reír por las cosquillas que mis pinceladas le producían. No podía ser más parecido a John, ambos tenían el mismo espíritu alegre―. Te ves bien, ¿te gusta?

Al terminar coloqué un espejo frente a él. Kevin al verse abrió la boca y emitió un sonido de sorpresa, eso para luego levantarse y saltar sobre Maddie. Ella gritó y salió corriendo, haciendo que él empezara a perseguirla alrededor del jardín. Ambos explotaron uno que otro globo al pasar sobre él, probablemente haciendo que Rachel volviera a entrar en crisis.

La decoración era sencilla y hermosa, una mezcla de componentes al azar que tenían que ver con las cosas favoritas de Maddie como las princesas, su amor heredado por Rihanna y los ponis. Se podía decir que Rachel había hecho un buen trabajo, nada exagerado para una niña pero tampoco algo que pudiera pasar desapercibido.

Estaba lista para empezar con el siguiente niño cuando Ryan hizo que el sofá frente a mí chirriara. Tensé la mandíbula al reconocer su expresión inmadura.

― ¿Qué haces?

―Rachel me pidió que ayudara ―respondió.

Claro. Cómo Rachel se lo pedía, él tenía que hacerlo.

―No necesito ayuda ―le informé cruzándome de brazos―. No tienes por qué estar aquí.

―No estoy aquí por ti. ―Sonrió como un lobezno―. Estoy aquí por los niños. No dejaré que Madison pierda a uno de sus amigos a manos de la bruja de su tía ―graznó―. Además, me pintaré la puta cara para atraer a los mocosos que quieren pintarse y salir de esto lo más rápido posible.

Había parado de escucharlo a medio camino.

¿Cómo podía decirme bruja cuando había gastado mucha energía y tiempo haciendo de mi afro algo presentable?

―Eres un...

―Cuidado. ―Se inclinó hacia delante―. Me he dado cuenta de que no está el principito para controlar a la bestia, pero yo no soy él. ―Volvió a enseñarme su dentadura―. Me jodes y te jodo.

Tomé aire, controlándome.

―Bien. ―Me acerqué a él también―. Entonces no me jodas a mí.

Se acomodó de nuevo.

―Trato ―confirmó colocándose las manos tras la nuca y echándose para atrás como si fuera a tomar el sol―. Ponme bonito, bruja. Y hazlo rápido, no es una mierda agradable estar atrapado en algo contigo.

Tomé de nuevo el pincel y empecé.

Por primera vez en mucho sentí que estuvimos de acuerdo.

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¡Hola! 

En vista de que la semana pasada no publiqué, este fin haré el primer #DOble de la historia. Además de este capítulo habrá otro entre domingo y lunes. Espero que les haya gustado *o* (Sí, lo sé, hace falta más movimiento entre Marie y Ryan, pero tenía pendiente la primera escena y así dejo el siguiente capítulo para ellos dos solitos... y Patrick, claro). 

Ganadora del capítulo: 123Blackbird no puede haber un ser más tierno que ella ♡ Gracias por siempre compartirme tu opinión c: *Le lanza pétalos*

Pregunta para ganar el capítulo siguiente: Sé que aún es "temprano" para deducir qué fue lo que hizo que Ryan y Marie se distanciaran tanto, pero sé que siempre se formulan teorías acerca de ellos. ¿Cuál es la tuya? (Pueden ser descabelladas ewe)

Gracias por sus votos y comentarios, hasta el domingo. 


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