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Capítulo 13: Bello.

Brístol, Inglaterra

Presente


Me iba perfecto. Brístol había robado el sitio de Dionish al convertirse en mi hogar. No podía omitir lo bien que congeniaba con su modelo de centro administrativo comercial y artístico. Y mi entusiasmo con respecto a la ciudad también tenía que ver con tener a Rachel y a Loren cerca, ellos y los niños eran mi familia a pesar de cualquier choque. Para completar al clan Van Allen sólo hacía falta Lucius y Anastasia, mis padres, pero ellos venían tanto por sus nietos que no nos permitían echarlos en falta.

Su última visita había sido en Enero, cuando se celebraron los cuatro meses de George, y pronto volverían para el cumpleaños de Madison. Ellos pudieron ser condescendientes con sus hijos a lo largo de su crianza y adultez, pero los niños de mi hermana eran un asunto distinto.

―Preparar su segundo cumpleaños ha sido todavía peor que el primero. ―Rachel depositó un beso en la cima de la cabeza de Madison de pie en el carrito―. Encima tengo que tratar con sus abuelos, llegan hoy en la noche y no sé si pueda soportarlos con tanto estrés en medio.

Para mi suerte ellos se quedarían en su casa, no en la mía.

― ¿Ya tienes todo arreglado?

―No ―respondió―. Nathan está terminando de comprar la comida para ellos y lo que le pedí para la reunión. George está con él.

Madison giró el rostro al escuchar la mención del nombre de su hermano, buscándolo para torturarlo con sus juegos. No me quedó más remedio que compartir mi diversión con el mundo cuando ella empezó a patalear para que la sacaran. La reñí y se calmó. La idea era ayudar a Rachel, echarle un ojo a Madison. Estaba acompañándola de piñatería en piñatería por ello.

Maddie no lo hizo fácil con su actitud, por otro lado. Cuidarla y evitar distraerme con su presencia era algo difícil. No me gustaban los niños, prefería pasar mi tiempo con personas de mi edad y no comprometidas con pequeñas criaturas.

Ellas eran la excepción.

Ambas tenían su gran impacto sobre los demás, similares en resultado pero no en maneras. Rachel se había convertido en una mujer que llamaba la atención de los hombres, sobre todo la de su marido, con su actitud impulsiva e inteligente hablar. Maddie en cambio, a pesar de poseer su misma personalidad dominante y extrovertida, era un corazón andante. Físicamente tenían un gran parecido que se elevaba cuando Rach la vestía como una copia de sí misma.

Era imposible no amarlas.

Sin embargo, viendo a la madre escoger serpentinas y gorritos de fiesta, me sorprendía con cómo una mujer dedicada a planificar y elaborar eventos de gran alcance, realmente importantes y no para niños, se desmoronaba con un cumpleaños. Frente a mis ojos estaba dejando de ser la paranoica de los negocios, sacando su lado de madre común a la luz.

―No seas ridícula, será la mejor fiesta de cumpleaños del mes ―le subí los ánimos.

Metió tres paquetes de globos metalizados al carrito y Madison los acomodó; éramos un equipo.

―Lo sé ―me dijo con un énfasis cansado―, pero sigue siendo difícil. No sé cómo lo hago, supongo que es más sencillo cumplir los sueños de otros.

―Madison es tu hija, es normal que te importe el doble.

―También me preocupa el doble. ―Arregló el cuello del vestido de la cumpleañera, prenda del mismo lila perlado que su chaqueta―. No quiero que me odie.

Maddie y yo compartimos una mirada, el intercambio terminó en una sonrisa de ella y en un suspiro mío.

―Tiene casi dos años, Rach. ―Cogí dos bolsas de papelillo―. Sólo te podría odiar si la dejas sin MTV en la mañana.

Gimió.

―No sabes cuánto lamento colocarla frente al televisor en navidad. ―Me apartó y se dedicó a empujar el carrito mientras me explicaba por qué Madison estaba más actualizada que mi lista de reproducción―. Maddie veía MTV Hits y yo me cambiaba, se acostumbró y ya no se va feliz al colegio si no es bailando. La casa entera se despierta por ella.

Le guiñé a la pequeña Beyoncé.

―Sé feliz, las letras la tendrá hablando corrido en un par de meses.

Rachel lució aterrorizada.

―Ya habla, Marie, y no sé cómo hace para meterme en tantos problemas con la docena de palabras que sabe.

Vino a mi mente su show en Brandon's Sauce.

― ¿Por qué eres tan cruel? ―Aproveché que Madison nos prestaba atención.

Gorjeó, murmuró una respuesta sin sentido y se sentó sobre latas de caramelo en spray. Era una bonita niña con lazo adornando sus rizos castaños y ojos grises llenos de gracia; un ángel.

Rachel y yo hicimos una mueca.

Terminamos con las compras al mediodía, almorzamos en un pequeño local de comida china y saltamos de esquina a esquina en búsqueda de un taxi. Al auto extra-seguro de Rachel se le pinchó una llanta y Nathan lo envió al taller para una revisión completa, y tampoco pudo buscarnos por George y sus supuestas ganas de ver un partido de rugby en casa de John. Como resultado nos pusimos rumbo a la Victoria St. tras media hora parando autos y esperando buses; de tanto levantar el brazo juraba que mis tríceps y bíceps habían multiplicado tres veces su tamaño.

Finalmente fue un espectáculo como las tres nos apretamos como sardinas en el asiento trasero. No por Maddie, no por Rachel y no por mí, por la docena de bolsas y la carriola que no pudimos meter en el oxidado maletero que no abrió.

En el camino sentí que conocía una parte nueva de Brístol, una que no me gustaba tanto.

Al llegar salí con Maddie, la metí en su cochecito rosa y la oculté con las cosas para la fiesta mientras su madre trataba con el excéntrico chofer. Estuve a un grito de tapar su rostro con servilletas. Un sujeto con traje oscuro se robó mi concentración. Él se asemejaba bastante a un agente del FBI caminando hacia nosotras para hacernos un interrogatorio u algo por el estilo. Me intimidé con la poca distancia que nos separaba, una que cada vez se hacía más corta, y me oculté tras Madison.

Toda una sorpresa.

Ver a Ryan, es decir, ver a Ryan en los últimos meses, era como ver a una aparición acercándose y no caer en cuenta debido a la incredulidad. Él había estado trabajando con Loren en la seguridad de todas las sucursales de los vinos Van Allen, y todas eran muchas.

― ¿Feliz de verme, princesa?

Boqueé.

―Sí... No, uhr...

Ryan sonrió con agudeza, no me miró y me ignoró totalmente tras haberme dirigido la palabra.

Estaba pasando de nuevo.

―Quédese con el cambio, señor. ―La voz de Rachel me atrajo a la actualidad. Mis parpados cayeron cuando dejó caer monedas de regreso a su mano. Estaba segura de que su gesto era por haber sido el único taxi que se molestó en detenerse y no un premio por ser el más desastroso y maloliente. Mi hermana se dio la vuelta cuando el auto arrancó―. Muy feliz ―Abrazó a Ryan―. Estás perdido, papacito.

―Ya quisieras que en tus ojos. ―Se separó de ella para sacar a Madison del carrito con habilidad, lo cual probablemente fue una muestra de su experiencia como el perfecto compañero de piso―. ¿Cómo están tus dos hombres?

Parpadeé, confundida e intentando entender la situación.

¿Él acababa de llamarla princesa y ella...?

¿Papacito?

―Bien, ellos... ―Ella empezó a caminar a su lado, dejándome de pie en la calle con el coche de Maddie lleno de bolsas.

Tardé unos segundos asimilando lo que ocurría y al hacerlo desencajé la mandíbula y llamé a una de las recepcionistas con un movimiento de mano, quién a su vez llamó a uno de los vigilantes para que llevara las compras a la oficina de mi hermana. Ni que me pagasen los alcanzaría o correría como un perrito faldero.

Ellos me habían dejado de lado.

Desconsiderados.

Gracias al Cielo tomar un taxi no fue complicado ni el trayecto duró tanto. La dirección era relativamente próxima a la agencia, a no más de quince minutos en auto. Estaba llegando más temprano de lo previsto, dos horas antes, pero por un mensaje en mi teléfono sabía que Patrick estaba en casa. Y así fue, lo encontré esperando por mí en el porche de su vivienda en Goldney con una cerveza en mano. Ya teníamos medio año de relación y nuestra rutina había evolucionado a compartir la misma cama cinco de las siete noches de la semana.

Su cabello dorado fue lo primero que reconocí, seguidamente su rostro cansado y su camisa desarreglada. La abotoné al cruzar el césped hacia él. Le había cogido gusto y cariño a su apariencia desaliñada, más que nada por los pequeños gestos que desencadenaban.

― ¿Tuviste un buen día? ¿Descansaste?

―Descanso más trabajando que pasando un día con Rachel. ―Me refugié en el brazo que pasó por encima de mis hombros mientras nos dirigíamos a la entrada. Sonreí por su risa vibrando bajo mi mejilla apoyada en su pecho. Él era verdaderamente bueno subiéndome el humor con sólo estar―. ¿Tú? ¿Cómo te fue?

―Partos, hormonas, bebés, vaginas... ―contestó como si estuviera aburrido de la combinación. Me ofreció un trago de su bebida, negué―. Nada nuevo. ¿Compraste la cena? ―Su tono cambió a uno ofendido cuando descubrió el paquete que apretaba contra mi pecho―. Marie, te he dicho que no me gusta que gastes tu dinero en...

Empujé la puerta blanca que daba con su sala deportiva. Es decir, de hombre y con mucha falta de un buen toque femenino que me moría por dar.

Poco a poco, me dije.

Cada cierto encuentro traía un adorno, ya fueran jarrones, manteles o marcos, o limpiaba a fondo una habitación con ayuda de la empleada de los vecinos. Su baño y oficina no eran lo mismo de antes, mi próxima meta era su alcoba.

―No compré la cena, Pat. ―Dejé mi abrigo en el armario y mi bolso sobre la mesa―. La bruja de Rachel me asignó un trabajito para un evento. Este ―le di una palmada a la bolsa― es el vestuario.

Sus cejas se levantaron.

― ¿Qué es esta vez?

Entendía su preocupación. Había obtenido muchos trabajitos controversiales a lo largo de mi carrera como asistente.

Y no estábamos hablando de una trayectoria muy larga.

―Animaré la fiesta de Maddie.

Fui a encender su estéreo y en el recorrido escuché cómo dejaba caer el sartén con el que pensaba prepararnos de comer. No tenía hambre pero tampoco tenía el corazón para decirle que no a sus esfuerzos culinarios. Menos cuando estos tenían el objetivo de complacerme.

― ¡¿Qué?! ―se exaltó―. Marie, ¿qué coño?

―Está como una cabra. ―Say Something era una bonita y deprimente canción, y una de las pocas melodías que podía bailar con él por ser extremadamente lenta. Mi chico tenía dos pies izquierdos. Di unos pasos hacia la cocina y colaboré rebanando el pollo de su arroz mientras me abrazaba y se mecía contra mí, leyéndome la mente―. Y sólo pintaré sus caritas, no me arriesgaré a hacerme cargo de una pandilla de niños de dos años.

Cerré los ojos cuando empezó a mordisquear el lóbulo de mi oreja.

―Eso sí es más... acorde a ti. ―Expulsó una honda bocanada aire―. ¿Puedes probártelo?

Me separé de él al girarme.

¿Perdón?

Me regaló una sonrisa traviesa, una de esas con las que podía volverme más blanda y manejable. Supe disimular mi irritación por manipularme mientras se acercaba y tomaba mi rostro entre sus manos para besarme.

―También quiero un poco de esa no-monotonía. ―Aplanó la arruga en mi frente con su pulgar―. Anda, Marie, no seas aguafiestas.

Rodé los ojos.

―Soy un payaso, sería contraproducente que fuera aguafiestas.

―Rachel tiene razón, eres el alma de las fiestas. ―Pasó a morder mi mejilla; era su rascaencías de nuevo―. Vamos, nena, pruébatelo para mí.

Bufé.

―Hablas como si estuvieras a punto de obtener un roleplay para adultos.

Utilizó su máscara más pervertida.

―Puedes ayudarme a vencer mi miedo a los payasos ―ronroneó.

Halé el interior de mis mejillas con los dientes. Quería reír.

―No le temes a los payasos ―repliqué―. Pero lo harás cuando me veas.

Renuncié a su manifestación de entusiasmo e ilusión y regresé a la sala para tomar el paquete con el disfraz. Sinceramente no conocía a la mujer que caminaba hacia al baño. Patrick en serio me estaba cambiando; y no hablaba de ser más feliz o despreocupada, eso era lo de menos impacto, sino que me había convertido en una persona más amable, menos enojada con la vida. Era como si por fin las cosas estuviesen yendo bien para mí.

Pero mientras mejor me sentía más miedo tenía.

No quería que nuestra relación se limitara a un único clímax que desciende al llegar a su tope. En ocasiones quería hacernos pelear, causar algún conflicto que hiciera de nuestra relación algo más real y creíble. Y siempre mis intentos terminaban mal. Estar enojada con Patrick, hacerlo de forma deliberada, era similar a patear cachorros sin razón; inaceptable e imposible para mí.

―Maldición ―murmuré al ver mi reflejo en el espejo al culminar con mi cambio de imagen.

Rachel se había equivocado, como realmente confundido la sección de mayores de edad con la de niños. Tenía un afro rojo, sí. Pero no era un payaso.

Salí del aseo con un tic nervioso en el ojo derecho.

― ¿La fiesta de Madison será de las chicas súper poderosas?

Bajé la falda mega corta de la Señorita Bello. Ella a duras penas cubría mis glúteos y se había alzado al moverme. Sólo esperaba que él no hubiese tenido la oportunidad de ver mi nada sexy ropa interior, pero mis esperanzas no eran muchas.

―No, será una fiesta sin tema. ―Me quedé en mi lugar junto al mesón, abrazándome por el frío que entraba por las ventanas. Jadeé cuando mis senos casi salen de la parte superior del atuendo rojo de secretaria―. Rachel confundió los trajes por el afro.

―Entiendo. ―Él no era bueno conteniendo su buena capacidad de dejarse arrastrar por el humor. Aguardé un rato a que terminara de reír y agitar el contenido de la cacerola―. ¿Vas a cambiarlo?

Obvio. ¿Pretendía que ayudara a los amiguitos e invitados de Maddie a empezar a valorar más el cuerpo que el rostro de una mujer?

Simplemente no.

―Por supuesto que sí.

Apagó la hornilla y encajó sus caderas con las mías al colocarse frente a mí. Levantó mi barbilla con uno de sus dedos para poderme ver a los ojos.

―Hubo un tiempo en el que quise estudiar ciencias políticas ―dijo y no pude hacer más que reír.

― ¿Ahora quieres ser alcalde?

―Muñeca ―gruñó al alzarme y hacerme rodear su cuello con mis manos―, ya soy el alcalde.

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¡Hola!

Sé que me he tardado un poquito en actualizar, es que estaba terminando con la escuela (sí, ya salí) y estuve un poco enfermita. En fin, espero poder ponerme al día. ¡Feliz día del padre! (atrasado) Y no sólo para los hombres, si es que hay más de uno que otro, sino también para las mamás (que son muchas) que cumplen un rol doble.

La dedicación iba para una "persona especial". Genesis e_é

Y la pregunta para ganar el próximo cap: Nuevamente a opinión del capítulo.

Espero que tengan un lindo resto de semana.

Gracias por sus votos y comentarios

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