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Capítulo 11: Audición.

Brístol, Inglaterra

Presente


La alarma sonó a las cuatro de la mañana y no se detuvo hasta sacarme de cama a las cinco. Pero no fue hasta la ducha, cuando realmente desperté, que los nervios me golpearon con fuerza. Aquél remolino se instaló en mi estómago mientras usaba el shampoo. Era común en mí ponerme toda loca e intimidada antes de hacer una presentación, no importaba para quién o cómo fuera.

Sólo gasté treinta minutos aseándome. Tenía un par de horas para llegar puntual a mi audición en Collingwood, usaría una de ellas preparándome y la otra llegando. No quería dar una primera mala impresión. Aunque la verdad era que Sad no me había dado una hora precisa para llegar.

Desayuné ligero con una bata, para no ensuciarme, cubriendo mi cuerpo; tostadas con mantequilla y melón en trozos. Vi CNN mientras comía. Saber las noticias internacionales solía hacerme sentir como una experta en cultura general, además de que me permitía entablar conversación sin dificultad. No era buena agradándole a las personas, tener un tema del cuál hablar era bueno para mi vida social. No era dulce, pero era inteligente.

Algún punto a favor debía tener.

Escuché mi buzón de voz tras fregar los platos y la tensión en mi cuerpo disminuyó inevitablemente. La voz de Patrick, calmada y optimista al decirme que me amarían, me tranquilizó más que los ejercicios de yoga que practiqué luego de vestirme. Él había llenado mi teléfono de lindas oraciones de aliento y amenazas mortales a quiénes les demostraría mis talentos.

El día anterior me había llamado al llegar a casa, disculpándose un millar de veces por no tener batería y haberse dejado el cargador. No me enojé con él, lo hice conmigo misma por haber dudado mínimamente. Por un momento, corto pero existente, me había sentido insegura con respecto a nosotros y enojada con él por no estar para mí. Fui injusta, sí. Me molestó que por dos únicos segundos no estuviera para mí. Y Patrick no lo merecía, no cuando era el que más esperanzas depositaba en nuestra relación.

Pero ya, rápidamente, estábamos bien. Su llamada nocturna fue suficiente para ello y escuchar su voz alentándome lo reforzaba.

Nos volvía a sentir estable.

Para saludar al sol había escogido una franelilla rosa palo por encima de mi malla y una licra negra. Era el mismo atuendo que llevaría para la audición, así que para estar lista sólo hizo falta que metiera los pies en mis zapatos deportivos y que cubriese mi torso con una chaqueta deportiva.

Estaba técnicamente preparada.

Llegar a Southville en autobús me sirvió para terminar con la enredadera que ascendía por mi esófago y que amenazaba con hacerme vomitar. No fue tan difícil como creí. Necesité de dos rutas. Una hasta Queen Square, irónicamente la misma que cogía para ir a mi anterior trabajo, y otra que me llevó al complejo laberinto de bloques. Fue un gran contraste. Se sintió como un antes y después. Ojalá en mejoría.

Encontrar la academia se me hacía cada vez más simple, me alegré de sobremanera cuando no necesité preguntar. Al entrar en el edificio no me crucé con bailarines, representantes o docentes en sus pasillos. Estaba desierto. Terminé subiendo las escaleras y tocando la puerta de la oficina en el segundo piso. Sad me abrió luciendo sorprendido y desorientado al tercer golpe de nudillos contra la madera. Tenía el mismo conjunto Adidas pero en otro color; morado.

Se frotó los ojos y se colocó los lentes para verme bien y poder reconocerme.

― ¿Marie?

Le di mi mejor sonrisa amigable.

―Sad, hola.

―Llegaste temprano. ―Le dio un vistazo a su reloj―. Realmente temprano.

Mi sonrisa se deshizo.

― ¿Eso es malo?

―Por supuesto que no. ―Se echó a reír―. Ya todos llegaron, deben estar reunidos en algún salón. Pero Giselle, la que falta, está ocupada con sus estudiantes estrellas, dale unos minutos.

―No hay problema. ―Me dirigí a una banca de madera apoyada en la pared y saqué una revista del canasto―. Puedo esperar justo aquí.

Me entretuve con la sección de salud y belleza, leyendo cómo el usar mucho el teléfono produce acné debido a las bacterias que se alojan en él y cómo un beso puede transmitir millones de ellas. La espera no fue larga. Quince minutos después estaba en el aula de Mags, acompañada de siete profesores, la mayoría mujeres, y un grupo de niños que reconocí de la primera clase en Collingwooda la que entré. Entre ellos la adolescente castaña con una coleta alta, top y shorts que dejaba descubiertas sus pálidas piernas. Aún más pálidas que las mías. Tanto que sus moratones, probablemente causados por sus caídas a bailar, parecían maquillados con la intensión de que se vieran desde una distancia considerable.

Me estremecí. Era dudoso que no dolieran.

― ¿Ella es? ―El gemelo de Sad me miraba, tuve que ver de nuevo al rubio para aceptar que había una copia de él frente a mí―. No parece bailarina de salsa, Sad. ¿De dónde la sacaste?

Su hermano, porque debían ser hermanos, se encogió de hombros con despreocupación.

―Ella vino a nosotros.

―Me imagino. ―El chico en camisa y vaqueros suspiró―. Espero que valga la jodida pena. Dejé de hacer...

Di un paso atrás disimuladamente y comencé a alejarme para no involucrarme en su disputa parental. Yo más que nadie sabía cuando un par de hermanos necesitaban privacidad para intercambiar opiniones. Con Rachel y Loren era imposible no saberlo, me crié entre discusiones. Más con Loren que con Rach, ella siempre fue la pequeña a la que todos mimaban, lo que me dejaba a mí en el centro del coliseo con el león.

Terminé sentada sobre una pila de colchonetas. Miraba a Giselle coreografiando a los chicos. Eran un equipo con gran potencial. Tenían bastante energía y se les notaba las ganas de querer devorar el mundo con su danza, pero lamentablemente carecían de sincronización. Y la desunión nunca era buena a menos que fueras el enemigo.

―... dos, tres, cuatro, cinco, ¡cinco! ¡Al mismo tiempo! Vamos, de nuevo. ―La amigable profesora compartía mi punto de vista con respecto a ellos y eso la hizo parecer menos amigable―. Un, dos, tres, cuatro... ¡Mags, eres la única que no llegó bien al salto! ¡Fuera!

Observé cómo la chica se encorvaba sobre sí misma y pasaba entre sus burlones compañeros. No lucía triste, sorprendida o herida. Y fue precisamente eso, su resignación, lo que me llegó. Nadie merecía estar tan acostumbrado a equivocarse, a fallar. Mucho menos a que saber que eso era lo que las personas esperaban. Me levanté y me acerqué a ella.

Comúnmente no me metía en problemas que no fueran los míos, pero no me podía quedar viendo cómo pecaban rompiendo su espíritu. Incluso si esa no era la intención de Giselle o de los demás que, directa o indirectamente, colocaban la expresión de decepción hacia sí misma en su rostro.

―Hey, Mags. ―Fui lo más casual que pude para no incomodarla.

Dejó de hacer ejercicios de puntas y me miró con sorpresa.

―Hola... ¿Marie?

―Sí, la misma. ―Empecé a hacer mariposa junto a ella en el suelo―. ¿Cómo estás? ¿La escuela?

Se metió en su suéter de lunares amarillos y, al sacar la cabeza como una tortuga, noté que arrugaba el ceño.

―Oye, realmente te vuelves rara cuando eres amable. ―Apretó las rodillas contra su pecho y se abrazó a ellas―. Estudio en las tardes y estoy aquí en las mañanas. Y estoy bien, gracias por preguntar.

―Me alegro por ti. ―Empecé a desatar mis zapatos y a colocarme lar zapatillas de lona―. ¿Cómo te va aquí? ¿Te has acostumbrado a mover las caderas?

Se sonrojó.

―Soy un rígido desastre.

―Me di cuenta. ―Reí, liberándome de mi chaqueta y guardacamisa mientras le hablaba―. Pero no te desanimes, estaba igual cuando aprendí a bailar salsa. Era como una barra de plastilina a la que tuvieron que amasar mucho para darle forma.

Su mirada se volvió recelosa.

― ¿Qué? Me dijiste que bailabas ballet ―intentó atraparme.

―Lo hago. ―Había tomado algunos cursos de otros tipos de baile, pero el ballet y el jazz eran lo mío―. Sólo estuve un año o dos bailando salsa, ritmos latinos en general. Pero aprender fue complicado.

Se volvió a relajar. La posibilidad de tener en frente a una posible mentirosa había quedado descartada.

―Lo sé. Yo siento que mis pies se mueven diferente a como quiero. ―Se acercó como si fuera a contarme un secreto y no quisiera que alguien lo escuchara―. Como si...

―Como si tuvieran vida propia ―completé.

Me había sentido igual, sólo que por razones diferentes y en un entorno distinto. Pero igual al fin y al cabo. La comprendía.

― ¡Sí! ―se exaltó y con la mirada le recordé que seguíamos en un salón de clase―. Me da miedo. Y no es que yo no quiera hacerlo bien, porque de verdad lo intento, pero sencillamente...

―...no puedes. ―Le di una palmada amistosa en el hombro para que subiera los ánimos y me prestara atención―. Pero Mags, ¿sabes algo? El ballet es la base de todas las danzas. A partir de él puedes aprenderlas todas, pero no puedes aprender el ballet a partir de ellas. Me costó llegar a esta conclusión. No tienes idea de cuánto. ―Suspiré―. Pero luego de entenderlo empecé a transformar lo que sabía, a hacer otras cosas a partir de lo que ya conocía. Y finalmente logré que mis pies hicieran lo que quería.

Esa era la historia de mi vida, lograr que funcionase. Que mi baile funcionase, que mi relación con mi hermana lo hiciera, con mi familia, con mis amigos y otras cosas. Todo el tiempo encajando, jamás formando parte. Vivía adaptándome, pero nadie, menos Patrick, se adaptaba a mí.

Reconocerlo me hizo sentir peor de lo que ya me sentía con respecto a mi comportamiento con él. Había superado mi episodio de egoísmo, pero seguía experimentando oleadas de culpabilidad. Debía recompensarlo.

Por él, por mí, por ambos.

Si no lo hacía no podría dormir.

― ¿Y...? ―Su rostro resplandecía con esperanza y emoción, igual a la de un niño a la espera del final feliz de un cuento de hadas.

Lo jodí.

―Fue lo mejor que me ha pasado.

La pasa en su frente volvió con mi respuesta, decepcionada y confundida, pero no dijo nada más y se quedó mirando a sus compañeros bailar. La acompañé. Ella era agradable y me enternecía, aparte de recordarme a Madison también me recordaba a mí misma.

Al rato, cuando ellos terminaron, se volvió a enfocar en mí.

―Sad te está llamando.

Giré el rostro hacia la puerta, lugar dónde seguían mis siete jueces y Sad. Reconocí a su hermano el gruñón sentado en las cornetas del sonido. Eran exactamente iguales, pero a Sad, el amigable chico duro, lo podía diferenciar por su tatuaje de Ariel en el antebrazo. Pero estaba segura de que no podría si ambos estuvieran usando la misma ropa y cubriendo sus brazos.

Me levanté.

―No te rías, por favor. Llevo tiempo sin batir el chocolate.

Hizo lo contrario a lo que le pedí.

―Lo harás bien. ―Me dio una sonrisa―. ¿Qué bailarás?

Me estiré una última vez.

―Lo que ellos esperan que baile, supongo.

― ¿Salsa?

―Salsa.

Mags asintió y se acomodó mejor, esperando el inicio de la función. Arreglé mis cosas y me dirigí al lugar dónde el personal me esperaba, aglomerado, y en el que los chicos estrellas estaban sentados. Por lo visto se quedarían.

―Dinos, ¿qué puedes hacer? ―La fotocopia mala me habló.

Ugh.

―Creo que sería mejor que lo demostrara, ¿no? ―Me permití ser un poco mala también.

Su mandíbula se desencajó, pero rápidamente se recuperó y asintió, serio. Tomé eso como una pequeña victoria. Sad me preguntó qué canción me colocaba, yo le ofrecí mi memoria y el número de la pista.

Y entonces empezó.

Mis piernas temblaban mientras me ubicaba en el centro del piso de madera. Esto no era la Academia de Ballet de Brístol pero me resultaba mucho más intimidante. Para entrar había usado la recomendación de la mamá de una de las compañeritas de Madison, no había existido audición. Pero aquí, en frente de personas que podrían perfectamente notar mis errores debido a la cercanía, no podía decir lo mismo. Estaba nerviosa aunque los beneficios de quedar no serían muchos. Asustada porque les enseñaría algo de mí que de ser pateado se rompería, algo que me haría vulnerable ante ellos.

Necesitaba un ancla.

Mags.

La miré. La elegía a ella entre todas las personas que esperaban presenciar lo que podía o no podía hacer. No bailé hip hop, salsa, flamenco o tango. Les enseñé lo que sabía hacer mejor; bailé ballet. La canción era Shatter Me de Lindsay Stirling. La muchacha era una maestra con el violín y, tras haber decidido a último minuto cambiar de coreografía e improvisar, no podía desaprovechar su talento. Mucho menos las ideas que se me ocurrían con cada una de sus intervenciones. Empecé un coupé, seguí con un cabriole, y continué con un arabesque. Con fuerza.

Y entonces, cuando la vi sonreír y agitarse con entusiasmo, perdí mi conexión con el miedo. Y con ello ya estaba en pleno clímax, dejándome llevar.

Normalmente podían suceder dos cosas cuando me elevaba sobre las puntas de mis pies. La mayoría de las veces me dejaba guiar por el ritmo, le permitía jalar cuerdas invisibles con las que manipulaba mis extremidades. Así como también existía la posibilidad de que una tijera imaginaria cortara dichas ataduras y me fundiera con el personaje que la pieza requería.

Sucedió lo segundo.

Una coreografía era una obra más. Tenía sus protagonistas, sus líneas, su ambiente, sus emociones. Era erróneo interpretar otro papel que no fuera el destinado para mí. Cada fenómeno poseía su tiempo para surgir y terminar. Mi papel era sufrir, consumirme y renacer de las cenizas, y eso fue lo que hice.

Estaba destrozándome.

Rompí mis caderas al elevar la pierna hasta que se pegara de forma recta a mi torso y di un millar de vueltas previas a una marcha en cloche hacia atrás, terminando con un Fouetté en Tournant en las últimas entonaciones de la canción.

Yo era bailar. No una computadora, no trabajar como la asistente de mi hermana, no casarme con un promiscuo que terminaría impotente a los cuarenta. La suela que tocaba el piso de madera eran mis raíces, no unos tacones de quince centímetros. Mi malla, en vez de disfraz, se convertía en una capa más de piel. Todo estaba sobrevalorado al lado de la sensación que embargaba mi cuerpo. Era felicidad, felicidad de verdad, y la experimenté porque estaba haciendo lo que me hacía ser feliz. No lo que haría que otros lo fuesen.

Estaba bailando y eso me hacía feliz.


————


Hola :D

Lamento la demora, el domingo presenté mi evaluación de ingreso a la universidad y tuve que estudiar todo el fin de semana. Pero aquí les dejo capítulo, fue corto porque necesitaba cerrar justo esta parte de la historia para empezar con el jugo *exprime naranjas*.

¡Para el próximo #Jugo! Lo prometo (?)

ANUNCIO: Ciertas personitas me impulsaron a abrir una página en Face para mis historias y bueno... aquí está https://www.facebook.com/oscary.arroyodf?ref=aymt_homepage_panel (La dejaré en mi bio y en el primer comentario).

Ganadora de la dedicación: @daaniifm ¡Felicidades! *le lanza pétalos*.

Dejaré la próxima dedicación a interpretación sobre las palabras que intercambiaron Mags y Marie.




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