2
Miro la hora. Son las 8:45 y me levanto de la silla en la isla de la cocina. Joel hace lo mismo, aunque ni siquiera me está mirando.
Su cuerpo ya reacciona a mí de forma automática.
Salimos de la cocina, no sin antes dejar una nota pegada en la nevera.
A mi cuñada le gustan estos detalles.
Desde que ella y mi hermano decidieron vivir juntos, él siempre le dejaba notas a Hellen cuando no podían verse por las mañanas. Ahora que está de viaje por negocios, me toca hacerlo a mí.
Subimos al coche, aparcado en el patio de nuestra casa, junto con el de Hellen. Arranco y conduzco hacia el instituto, donde mi sobrino asiste y yo doy clases de educación física.
Vuelvo a mirar de reojo a Joel y veo el nombre de con quién se está escribiendo: Kaleb, el mejor amigo de Raven, la chica que le gusta.
Fijo la vista en la carretera y aprieto el volante para aliviar el malestar que siento, haciendo que el volante cruja bajo la presión de mis manos. Decido aflojar el agarre.
Ninguno de los dos me cae bien, pero tolero a Raven mejor que a Kaleb. Al menos sus intenciones no son tan malas como las de Kaleb, algo de lo que mi ingenuo sobrino no se da cuenta.
Joel es demasiado para cualquiera de los dos.
De hecho, es demasiado para cualquiera que quiera acercarse a él.
Llego al instituto y aparco en la zona reservada para profesores. Ambos bajamos del coche y Joel se dispone a irse.
—Ey, espera—le llamo, pero sigue enfrascado en su móvil y no me escucha.
Le detengo tirando ligeramente de su mochila negra con estampados de mariposas blancas y varios accesorios colgantes.
—¿Qué te pasa? ¡Deja de tirarme así!—me grita, mirándome molesto.
—Si dejaras de tener la cabeza en tu móvil, me habrías escuchado llamarte—le digo, quitándole el teléfono de las manos.
Me lanza una mirada asesina.
—Oye, devuélveme el móvil. Papá ya me levantó el castigo.
—Pero quien te puso el castigo no fue él, sino tu madre—le recuerdo con una sonrisa.
Mi dulce y encantador sobrino se cruza de brazos, haciendo un mohín otra vez, e intenta quitarme el teléfono sin éxito, ya que alzo mi mano para impedirlo.
—Vamos, Declan, solo por esta vez, ¿Sí? Prometo no sacarlo durante ninguna clase, seré un niño bueno—murmura con voz melosa y ojos de cachorro abandonado.
Observo cada una de sus expresiones. Su cuerpo está pegado al mío, puedo sentir el calor irradiar a través del uniforme, su pecho presiona el mío ligeramente, y su labio inferior está curvado hacia arriba, rosado y carnoso, suave, terriblemente... No.
—Eso no servirá conmigo, yo no soy tus padres—declaro, interrumpiendo esos pensamientos.
—¿Cómo puedes ser así? Se suponía que los dos éramos un equipo—expresa, mostrando indignación con la boca entreabierta.
—No seas tan dramático, solo estarás unas horas sin móvil, no es para tanto.
—Que tengas una vida aburrida y que no recibas ni un mensaje además de tu novia no es culpa mía.
Si él supiera... ojalá fuera así el caso.
—Lo dices como si a ti te llamara mucha gente—le refuto, y su mirada me fulmina con intensidad.
—Dios, cada día te pareces más a papá.
—Teniendo en cuenta que es mi hermano—contesto con un deje de sonrisa sarcástica.
Pero lejos de hacerle gracia me sigue mirando con mala cara.
Suspiro, sabiendo que eventualmente tendré que ceder. Pero por ahora, solo le doy una mirada firme y guardo el teléfono en mi bolsillo.
—Eres lo peor—murmura, luego me da la espalda y se marcha airadamente hacia el interior del instituto.
Le observo de arriba abajo mientras avanza. Su cabello oscila suavemente, como ondas plácidas, en sintonía con todo su cuerpo, que se mueve con gracia, soltura y agilidad.
Inhalo profundamente y alzo la vista al cielo, despejado por completo, un lienzo de azul ordinario. Contemplar esa escena me otorga serenidad, ayudándome a sumirme en uno de los roles que debo asumir hoy.
Hermano ejemplar, tío responsable, amigo leal y novio atento. Estos han sido los papeles que he desempeñado a lo largo de mis veinticinco años, y en este momento, debo asumir la identidad de un educador comprometido.
Inicio mi recorrido, siguiendo los pasos que siguió mi sobrino minutos atrás.
Mi primera lección involucra al grupo más joven, compuesto por alumnos de entre doce y trece años. Me mentalizo sobre la necesidad de mantener la compostura y la paciencia a lo largo del día.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro