• ❀ • || Songfic 5 || • ❀ •
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ılı.lıllılı.ıllı.
Autor: Honeyworks.
Canción: Sekai wa koi ni ochiteru.
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1:30━━━━●───────── 8:03
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✿↯:indice
꒰◌; Introducción.
꒰◌; Songfic.
꒰◌; Curiosidades.
꒰◌; Palabras finales.
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¡Ohayou Minna! ^^/ Como podrán haber leído en el título, esté es un songfic pero a la vez especial para mí. Quise hacerlo ya qué, quedaba bastante bien arhe y me hacía bastante ilusión verlo pasmado.
Esté OS, estará protagonizado por mi husbando supremo (*-*.
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¡Shiro Fubuki! Y obviamente también yo (? Porque soñar se vale ಥ‿ಥ y como dijo Barbie: "Sé quien quieras ser." Y pos, yo decido ser la esposa de ese albino que tanto me gusta ( ꈍᴗꈍ)
¡No los interrumpo más! Y les dejo continuar con la lectura.✨
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Te encontrabas despierta, aún en un camisón de seda que siempre usabas para dormir, después de todo era bastante fresco y cómodo para esta época de calor. Tu sueño había sido interrumpido por la emoción y con razón, mañana era el gran día de tu cumpleaños número 18, aquello conllevaba la celebración de tu madurez y la sucesión del trono... Aunque también un prometido saldría de esta fiesta.
Una sonrisa apareció en tus labios al pensar en aquel muchacho que tenías tanto tiempo sin ver, y que tenías como candidato a prometido, a su vez, tus mejillas se llenaban de rubor mientras que tú corazón comenzó a palpitar chocando contra tu pecho. Golpeaste levemente tus mejillas con tus palmas, en un intento de alejar aquel sonrojo y tranquilizar tus nervios que invadía tu ser por tan solo pensar en el albino.
—¿Pero en qué estoy pensando? —te preguntaste, mientras que tu sonrisa se convertía en una tímida mueca, después de todo aún tenías algo de resistencia hacía la idea de estar comprometida y casarte con alguien. No te sentías preparada aún para aquella responsabilidad, querías darte más tiempo para pensarlo, ya que, aún querías disfrutar de tú agradable soltería pero eso era algo exigente en estos momentos.
Unos suaves golpes a la puerta llamaron tu atención, apartandote de tus pensamientos y sin pensarlo dos veces, le accediste el paso notando que era tú nana que, cómo siempre iba a despertarte y te ayudaba a vestirte, para bajar a desayunar junto con tu querido padre.
—Mi niña, ¿Qué haces despierta? —dijo cariñosamente la señora Signy, ya que era inusual que te despertarás antes que la mujer, y ella te había cuidado desde la ausencia de tu madre.
—La emoción pudo conmigo. —Reiste suavemente, mientras tus pies se dirigían al armario para abrirlo y revelar los hermosos vestidos que tú estilista privado había hecho a tu medida. Se encontraban desde lo más simple, hasta los más ostentosos y elegante posible, siendo que poseían una gran variedad de colores— Señora Signy, ¿Qué vestido debo ponerme? Hoy es el desayuno con los invitados y no quiero verme terrible.
Llevaste tu dedo índice a tus labios, estando pensativa. Ya que, el desayuno también era la calurosa bienvenida a los invitados de otros Reinos que venían a festejar contigo tu fiesta de madurez, por lo que querías dar una buena impresión y darles a entender cuánto habías crecido.
Sin darte cuenta, te metiste en tus pensamientos una vez más, y la primera persona que se te vino a la mente fue el tío Arthur, que también era el primer ministro y consejero de tu padre, te había ayudado a entender las relaciones políticas y cómo hablar con labia delante de muchas personas.
Tú padre aunque enfermó, te enseñó cualidades tales cómo la humildad, amabilidad, amor y muchos más, también te motivó a leer los escritos de los sabios, y sabias que eso te ayudaría a la larga así que le agradeces demasiado a ambos familiares.
Y por último, la señora Signy… La cariñosa nana te cuidó cómo sí de tu madre misma se tratase, con mimo te enseñó a ser una señorita y a comer cómo tal. Estás totalmente agradecida a esas tres personas que han marcado tus 17 años.
—Mi niña Kotomi, ¿Sí me está escuchando? —te preguntó la señora Signy qué, al ver tu confusión soltó una risita. La vergüenza se apoderó de ti, siendo que te disculpaste.
—Perdone, andaba pensando en las pequeñas cosas que me han enseñado mi tío, mi padre y usted, en verdad estoy enormemente agradecida por lo que me esforzaré en ser una buena Reina. —terminaste con una sonrisa, causando emociones encontradas en tú nana y al no poder controlarlas sus ojos se volvieron cristalinos.
—Mi niña... Ya eres toda una adulta. —expresó dándote un abrazo, para proseguir a ayudarte a elegir un vestido.
Al final te decidiste por un vestido azul, el cual era juvenil y a su vez elegante, digno de una joven princesa moderna. Además, te gustaba porque era fresco y de tu color favorito.
—Creo que es hora de bajar. —dijiste al estar lista y te mantuviste con una sonrisa en tus labios, mientras que dabas una suave vuelta frente al espejo, te gustaba el peinado y el maquillaje tan bonito que te había hecho la señora Signy, estando más que encantada ante eso.
—Sí, adelante mi niña… Ellos te están esperando. —la nana acarició suavemente tu mejilla, siendo que te despediste de ella con un beso en su frente, saliendo así de tus aposentos.
Te tomó unos pocos minutos llegar al elegante comedor, que daba una hermosa vista a los jardines, viendo que la entrada estaba adornada con arcos de jazmines y globos, siendo que cerraste tus ojos para disfrutar del perfume de aquellas flores que fueron cortesía del Reino floral, tenías uno que otro amigo de aquella bella y deslumbrante ciudad con olor a flores por doquier.
—¡Buenos días, Kotomi! —al escuchar tu nombre te diste la vuelta rápidamente, viendo que era un buen amigo que no habías visto en varios años, ya que a él le gustaba viajar a todos lados y era un lío saber en qué Reino se encontraba.
—¡Albert! —exclamaste alegre, lanzandote a los brazos de aquel rubio que veías como la figura de hermano mayor que siempre quisiste tener.
—Vaya, eres la misma niña mimada de siempre. —bromeó él causando que hicieras un puchero, después de todo él siempre te trataba con tanta ternura y amor que poco a poco te acostumbraste a sentir sus manos sobre tu cabeza o que sus brazos te rodearán en un abrazo.
—¡Es tú culpa Albert! —lo acusaste sin deshacerte de tú pequeño berrinche, causando unas suaves risas de los presentes— Te vas varios meses y lo único que quiero es demostrarte mi amor.
—Vale, vale, lo siento, como compensación puedo concederte un par de deseos por ser una ocasión tan especial. —el mayor intento calmarte, y para tu sorpresa no contabas que él te diera un tierno beso en tu mejilla causando un leve sonrojo en ti.
—M-muy bien… —declaraste con claro rastro de nerviosismo, bajando tú mirada debido al ardor de tus mejillas.
A simple vista de los invitados podrían decir que era una pareja de enamorados, pero a decir verdad, solo te estabas avergonzando debido a que su muestras de afecto se limitaban a cuando estaban solos en el jardín o en un paseo, así que era inusual que él sacará a relucir su lado amoroso en público. Pero, aparte de eso, eran buenos amigos sin intenciones ocultas por debajo de aquellos cariños.
—¡Kotomiiiiii! —ahora una voz femenina y animada atacó tus oídos, sintiendo cómo ahora te abrazaban con fuerza pero a la vez también con cariño.
—¡Luna! —pronunciaste el nombre de tú mejor amiga, quién también acababa de llegar. Era del reino mágico, sus padres se conocían ya que eran grandes amigos debido a una que otra alianza y negociaciones entre ellos, por lo qué desde pequeñas se hicieron amigas— ¡Pensé que nunca llegarías!
—Tenía que preparar tu regalo. —la chica te guiño con picardía, a lo que reiste un poco ante ello— Por cierto, buenos días Albert.
Luna se dirigió al rubio que había estado observandolas en silencio, para no interrumpir su plática. Él sonrió ante el saludo de la albina, y al igual que hizo contigo, le dio un par de palmaditas en su cabeza.
—¿Vamos a recibir a los demás invitados? —cuestionó el mayor, dando extendiendo sus brazos con la clara intención de dirigir a las dos doncellas, recibiendo un sí silencioso por parte de ambas, yendo a saludar a los que ya estaban presentes en el lugar.
Al terminar, se acercaron a la entrada, se habían enterado de que el reino del invierno todavía no había hecho acto de presencia. Estabas un poco preocupada de que él no estuviese presente, conociéndolo, sería la primera persona que estaría en tu fiesta antes que todos. Sin poder evitarlo, soltaste un suspiro pesado, viendo cómo a la lejanía venía algo, lo que parecía ser una limosina.
—¿Serán ellos? —dijiste entrecerrando tus hermosos ojos azules, para intentar enfocar y ver quienes iban en su interior. Aunque claro, eso era imposible debido a la distancia en la que se encontraba.
—Es posible. —declaró Albert, cruzado de brazos. Estaba sereno, pero su semblante tenía un rastro de preocupación por la tardanza del joven.
—Oh, Kotomi. —Luna pareció recordar algo, siendo que dirigiste tu atención a tu amiga, mientras que ella posaba su diestra en tu hombro— Recordé que le pedí a Shiro que pasará por Mamoru.
La albina se mostró claramente avergonzada por ello, y era bastante obvio que lo había olvidado por completo de avisarle a la cumpleañera. Se sentía algo culpable, ya que, le había pedido a su prometido que trajiera algo exclusivo de su reino, y así poder completar el regalo sorpresa que le tenía a Kotomi. Pero, eso le tomó más tiempo de lo esperado y tuvo que llamar a Shiro para que le hiciera el favor de pasarlo a buscar.
—¿Um? —hiciste a un lado tu cabeza, esbozando una sonrisa a pesar de tu confusión, solo bastó unos segundos para que una suave risa brotó de tus labios— ¡No te preocupes Lunita! Conociendo a Mamoru, él se quedó despierto hasta tarde jugando fútbol.
Tus palabras parecieron aliviar a Luna, quién se alegró de que la ojiazul no sospechara del por qué su tardanza. En silencio, notaron como la limosina ya estaba en el portón, lista para entrar. Enfrente del vehículo, se veía una pequeña bandera, con el símbolo del reino de invierno… Claramente era el automóvil donde venían los dos jóvenes.
Esperaron con paciencia a qué, las grandes rejas se abrieran automáticamente, para dejar pasar al lujoso vehículo entrar y se estacionara frente al palacio. Mientras tanto, las mejillas de Kotomi se tornaron de un color carmín, y si la observabas bien, parecía un manojo de nervios que manejaba bastante bien a no ser por qué sus dedos pulgares se golpeaban entre sí con suavidad.
El chófer se bajó primero de aquel coche, yendo a abrir las puertas de la limosina, extendiendo la mano para ayudar a bajar a la Reina y madre de Shiro y Atsuya, los dos príncipes de la nieve.
Acto seguido, dos chicas bien vestidas bajaron tras la Reina, siendo que la primera doncella era una pelirosa de ojos verdes, causando alegría palpable en tu rostro, ya que era una amiga cercana. Pero ver salir a una chica de baja estatura, cabello marrón y ojos granate, te hizo ponerte aún más nerviosa de lo qué estabas.
Albert quién observaba en silencio, revolvió con cariño tus cabellos cafés, con la intención de tranquilizarte. Sabía que, aunque intentarán que te llevaras bien con aquella fémina, los sentimientos que ambas tenías por Shiro hacían del ambiente un tanto incómodo. Y sin más, bajaste las escaleras junto con tus dos acompañantes para ir a recibir a los recién llegados.
—Reina Fubuki, bienvenida. —tomaste las faldas del vestido para darle una educada reverencia, y al alzar tu cabeza te encontraste con una sonrisa adornando el bello rostro de la señora— Nae, Araya, también bienvenidas.
—¡Bienvenidas! —saludaron también Albert y Luna detrás de ti, siendo que las tres mujeres corresponden a aquella cálida bienvenida.
—¡Vamos Shiro! —apuró Araya, claramente nerviosa. Al fíjate bien en la jovencita, está no traía su usual sombrero de paja, siendo que se le apreciaba mejor su rostro y hermoso cabello castaño. Y no decir de su vestido color menta, que hacía resaltar aún más su belleza natural.
—Tranquila, ya voy. —la suave voz del muchacho te hizo sonreír automáticamente, a su vez tus mejillas se tornaron de color carmesí, y ahora sentías tu corazón latir fuertemente en tu pecho, como queriendo salir de su lugar.
Fueron los cinco segundos más largos de tu vida, cuando por fin viste bajar a Shiro, con su usual sonrisa llena de gracia, su rostro sereno, y aires amables que él desprendía sin siquiera intentarlo. Sus tiernos ojos verdes grisáceos se cruzaron con los tuyos, provocando un vuelco en tú corazón, sintiendo cómo tú estómago se llenaba de mariposas que solo el muchacho causaba.
—Hola Shiro. —saludaste tímidamente, sin borrar el dulce surco de tus labios, el cual fue correspondido con la agradable voz del albino.
—Cómo pasado el tiempo, Kotomi. —oír tu nombre ser pronunciado por la juvenil y dulce voz de Shiro te hacía sonrojar aún más de lo que te encontrabas.
—Sí, qué alegría verte de nuevo. —parecía que la escena había sido ensayada, todos estaban en silencio observando cómo charlabas junto con el de ojos verdes.
Notaste que Shiro también tenía un leve rubor en sus mejillas, y aunque ambos estaban en silencio, lo estaba disfrutando enormemente ya que estaban viéndose fijamente, observandose de pies a cabeza y quizás pensando sobre el otro. Pero aquello no duró mucho ya qué, Atsuya salió de la limosina saludando a los demás.
—¿Les parece si entramos ya? Los demás invitados nos están esperando. —interrumpió Mamoru, haciendo señas a Luna, la cuál se acercó a su futuro esposo.
—A-ah, ¿Qué tal si ustedes se adelantan? Mamoru y yo tenemos unos asuntos pendientes. —Luna se mostró un poco nerviosa, mientras que los demás hicieron caso a sus palabras, dejando solos a los futuros esposos.
[...]
El desayuno pasó de lo más tranquilo, aunque con algunas excepciones. Kotomi debía estar sentada al lado del trono de su padre, viendo de vez en cuando en dirección hacía Shiro, pero como siempre, Araya buscaba desviar la atención de él hablándole para mostrarle una que otra cosa. Luna y Mamoru no aparecieron en todo el desayuno, y los únicos que parecía prestarle atención a la cumpleañera era Atsuya, Nae y Albert, ya que le sonreían y saludaban cada vez que sus miradas se encontraban.
—Ah~ estoy llena. —te estiraste, sonriendo de forma felina escuchando la risa de tu padre.
—Me alegra que te haya gustado mi niña. —él palmeó tu cabeza, y se levantó para dar unas últimas palabras, dando así por finalizada está calurosa bienvenida.
Sonreíste aliviada, ya estabas un poco cansada de estar tanto tiempo sentada y querías estirar las piernas. Diste un último sorbo a la tibia leche que te habían traído, una costumbre que te había heredado tu madre desde pequeña y ahora no podrías dejar de tomar leche en las mañanas o no ibas a poder hacer tus labores del día.
Con el desayuno ya finalizado, los invitados poco a poco comenzaron a irse a sus despectivas habitación para acomodar las cosas para su estadía en el palacio, quedando tú pequeño grupo de amigos y ver de lejos llegar a cierta albina y castaño que ya habían llegado.
Les hiciste una seña para que te esperarán, ya que ibas a acompañar a tu padre a su habitación para que descansará, su enfermedad no le permitía hacer mucho esfuerzo, así que le agradeces enormemente que estuviera en esta mañana, pero era momento de que tomará sus medicinas y durmiera un poco.
[...]
—Padre, si me disculpa, quiero dar una vuelta con mis amigos. —pediste permiso tímidamente, llevando del brazo al rey, estando ya frente a la puerta de la habitación.
—Jaja, pareces que ya fijaste tu atención en ese muchachito del invierno. —él se carcajeó ruidosamente, sacando un sonrojo en tus blancas mejillas y añadió.— Fuiste bastante obvia con tus miradas que le echabas, aunque a decir verdad él también te miraba cuando tú no estabas mirando.
—¡P-papá! —te quejaste sumamente avergonzada, llevándotelo a su cama para que se recostara— Su madre al parecer ya eligió a una candidata, ¿Quienes somos los hijos para ir en contra de ellos?
Murmuraste con un mohín, sacando los medicamentos de un cajón, y se los acercaste junto con el vaso de agua que estaba en la mesita de la noche, esperando pacientemente a que se los tomará todos.
—¿Y cómo sabes que su madre no te aprueba? —aquella pregunta te asombró, dejándote paralizada. Ella era bastante agradable contigo y es más, siempre te hacía lindos regalos a Nae y a ti… De hecho, hasta sentías una vibra rara cuando la reina invernal tenía cerca a Konko pero no lo expresaba del todo— Te lo garantizo hija, tienes un lugar especial en el corazón de la Reina de invierno.
Aquellos ánimos lo agradecías un montón, quizás por eso también veías cómo una madre a la señora Fubuki… O bueno, Reina Fubuki. Usualmente sólo le decías así cuando tenían largas charlas en privado.
—Padre, me alegra oír eso, pero… —tomaste una de sus manos, apretandolas suavemente— No me siento lista para un compromiso.
Confesaste, viendo cómo la mirada del mayor se mostró por unos segundos, triste. Pero automáticamente estos borraron aquella expresión y ahora eran unos molestos.
—¿Por qué? —la voz de tu padre estaba sería pero con rastros de tristeza.
—Bueno… No hay que ser adivina cómo para saber que a Konko le gusta Shiro, y eso solo hace más incómoda está situación. —explicaste, acariciando con tu pulgar el dorso de su mano— Sí bien podría ser cierto que hubo uno que otra mirada entre Shiro y yo, eso no significa que los sentimientos que tengo sean o serán correspondidos… Quiero decir, él no me ha dado ninguna señal de que yo le guste.
El ser amable, atento, cariñoso y agradable, era parte de su personalidad de aquel albino. Sumado a su físico, muchas chicas andaban atrás de él, cómo de su gemelo. Por ello, tampoco querías darte muchas ilusiones, pero tú mente siempre imaginaba escenarios con él que, te hacía difícil el dejar de quererlo.
—Mi niña, soy bastante mayor cómo para no darme cuenta de esa situación, y lamento haberte orillado junto a tu tío a elegir a un futuro esposo, lastimosamente no me queda mucho y no podré cuidarte como a mí me gustaría, por eso quiero que tengas un buen esposo que sepa cuidarte y respetarte, pero sobre todo, al que ames. —inesperadamente, tu padre comenzó a toser, lo que hizo que tú expresión fuera de total sorpresa y apretaras su mano— Hija, creo que es mejor que yo duerma un rato, esforzarme de más no me hará bien.
Moviste tú cabeza de forma afirmativa, despidiéndote de tu padre para dejarlo dormir y finalmente salir de la habitación. Te dolía ver qué su enfermedad empeoraba cada día, eso solo hizo adelantar la sucesión del tronó. Sabías que contaba con la ayuda de tu tío Arthur y la señora Signy, pero eso no significaba que estabas totalmente preparada con la responsabilidad como para dirigir un reino y con ello, casarte.
Suspiraste con pesadez, pensar en ese tema ahora solo te hacía marearte. En estos momentos solo querías ir a relajarte con tus preciados amigos, sin decir aún que no le habías comentado todavía lo del inesperado compromiso, y pensabas decírselo ahora que fueran a un lugar a pasar el rato.
Tus pies te dirigieron de vuelta al comedor siendo que tomaste un atajo para llegar más rápido, dándote cuenta de que, Mamoru estaba comiendo en la mesa como si no hubiera un mañana. A su lado, estaba comiendo una elegante Luna, la cuál contrastaba totalmente con la escena.
Reíste para tus adentros, ellos eran tan diferentes en varios aspectos, pero admirabas que pudieran superar las dificultades de su relación con valentía. Querías eso, pero el valor te fallaba cuando más lo necesitabas. Pero te llamó la atención, que todos estaban demasiados callados, y se sentía un ambiente tenso entre todos.
—¡Oh! Bienvenida Kotomi. —Nae estaba tan animada como siempre, agitaba su brazo de un lado a otro saludándome, estando sentada al lado de Atsuya.
—Hola chicos. —te acercaste a la mesa, percibiendo que la incomodidad aumentaba. En silencio, te sentaste al lado de Shiro, sintiendo una mirada asesina por parte de una chica de cabello granates.
—Vayamos a dar una vuelta. —te exigió Albert, estando sumamente serio. Pensabas negarte, pero, su molestia palpable en el rubio te impedía darle un no por respuesta, por lo qué, accediste.
Te ibas a levantar de la silla, cuando una mano que te sujetaron de tu muñeca, lo que detenía tus acciones. Al girar tu cabeza, veías a un Shiro que tenía sus cejas curvadas y sus labios apretados, parecía molesto pero también un poco preocupado.
—¿Pasa al…
—¡Sueltala! —chilló Konko, golpeando la mesa con sus manos, interrumpiendo la pregunta que le ibas a hacer al albino— ¡Entiende Shiro, entiende! No olvides lo que dijo tú madre.
Esas palabras te hicieron fruncir la frente, ¿A qué se refería la chica con eso?, ¿Había algo que los demás te estaban ocultando?
Echaste una miradita a tu mejor amiga, quién al notar que la mirabas, se sobresaltó y evitó tu mirada. Eso te dolió un poco, y que tú confusión aumentará. Poco a poco sentiste cómo el agarre del joven se iba aflojando hasta soltarte a regañadientes.
—Vámonos Kotomi. —Albert pasó sus manos por tus hombros, retirándote del lugar en silencio.
[...]
Estaban a las afueras del palacio, o mejor dicho, detrás de estás. Era un lugar donde solamente los sirvientes venían, por lo que tenían algo de privacidad. Mientras tanto, tú caminabas de aquí para allá estando nerviosa, siendo que Albert estaba apoyado contra la pared.
—Me estás poniendo nervioso a mí también, deja de estar dando vueltas.
—Lo siento… Ésto me ha dejado bastante confundida.
—Normal. Debes saber el por qué Konko estaba tan alterada. —los pacíficos ojos azules del mayor se hundían en ti.
—Te escucho.
—En el rato qué no estabas, la madre de Shiro se acercó a nosotros, comenzó a decirle que tú eras su candidata y que debería empezar a dar los pasos para qué te empiece a conquistar, y… bueno, Konko se puso cómo loca. —él río nerviosamente, prosiguiendo con su explicación— Empezando a discutir con la Reina Fubuki… Sabes, ellas no son malas pero como bien es sabido que a las dos les gusta ganar una discusión.
Asentiste, conocías a las dos mujeres, y ambas tenían un carácter que chocaba entre sí. Por un momento agradecías no estar ahí o de lo contrario, te sentirías tan incómoda oír y ver cómo se discutía un asunto en donde claramente estabas de por medio. Y estando un tanto confusa, colocaste tu diestra en tu mentón mientras que con la zurda sostienes tu codo.
—Pero, eso no explica del todo: “Recuerda lo que dijo tú madre.” —soltaste arqueando una ceja, quería los detalles completos.
—A eso voy. —Albert tenía una sonrisa divertida, eras una chica curiosa. Sin dejarte esperar más de lo debido, continuo dándote a saber la parte que faltaba— El caso, es qué, entre aquel cruce de palabras para nada bonitas, a Konko se le salió gritar: “¡A mí me gusta Shiro! Te demostraré que yo soy la indicada y la mejor para él.” Y bueno… Ella accedió a un Handfasting.
Esa confesión de tú buen amigo te hizo abrir los ojos, tanto así que podría decirse que iban a salir de sus cuencas. Sentiste cómo a tú corazón le dió un pellizco de dolor, y al sentir tus ojos arder debido a las lágrimas que comenzaban a encharcarse, bajaste tu cabeza.
Un Handfasting era un matrimonio de un año y un día, era algo que a veces los padres usaban cuando sus hijos no querían casarse ante Dios y, de forma sincera, no había amor de por medio por parte de uno de ellos. Así que, con aquel casamiento, podrían experimentar si desarrollan o no, sentimientos. Y ya llegado el año y un día, finaliza su matrimonio y tenían de dos: Irse cada quién por su lado o casarse ante Dios si así lo deseaban.
—Shiro se vió bastante molestó por la decisión que acababa de tomar su madre sin su consentimiento. —prosiguió Albert, dando una breve pausa para esperar si decías alguna palabra— Pero ella le ordenó callar, y todos nos desconcentramos ante el repentino cambio de idea que tuvo. Cuando le preguntó Atsuya del por qué, la reina simplemente respondió: “El valor que tuvo Konko para llevarme la contraria me sorprendió y se ganó mi favor.”
—Ah, qué pena. —fue lo único que salió de tu boca. Tal vez sonaba frío, y es que en realidad estabas con la mente en blanco, tenías sentimientos revueltos los cuales no te dejaban pensar con mucha claridad en realidad. —Sabes… En esta noche, mi padre va a hacer un anuncio, el cuál es que, está fiesta también era una celebración para buscar un esposo adecuado para mí. Siendo sincera, tenía a alguien en mente, pero con lo que me dijiste… Creo que no va a ser posible.
Te sinceraste, era lo mejor en estos momentos. A decir verdad, Shiro es tu primer amor y fue un flechazo a primera vista cuando lo conociste a los 14 en aquel festival deportivo que hacían las escuelas cada año, y ese año era especial, ya que todos los colegios de todos los reinos participaron, mostrando así a sus mejores estudiantes, bellos momentos vinieron a tu mente de aquel año, pero no era el momento ni el lugar para perderse en esos bonitos recuerdos.
Tras unos segundos de silencio, decidiste alzar tu mirada, después de todo habías estado escuchando a Albert cabizbaja. El semblante de él era de sorpresa, después de todo, eso explicaba por qué había bastantes invitados, y también el hecho de que la chica sería Reina al día siguiente.
—Realmente que ésto haya resultado así… —murmuró el rubio, dándote un abrazo confortador— Pero, tienes que hablar con la Reina del invierno, para aclarar todo.
—¿Aclarar sobre qué cosa Albert? Está más que claro, ella ya dió su aprobación, y quizás haga los preparativos para el Handfasting después de mi ceremonia y posible boda a saber con quién chico. —suspiraste con pesadez, apretando un poco el abrazo, sumergiéndote en los más profundos pensamientos. En ningún momento te apartaste de Albert, ya que quería alargar el momento de consolación solo un poco más y disfrutar del breve momento.
El rubio acariciaba tus cabellos con mimos, consolandote de la forma que él solamente sabía hacer. Pasaron un buen largo rato así, hasta que pudiste calmar tus sentimientos.
—Bueno… ¿Seguro que no le irás a protestar a la Señora Fubuki para que no haga la boda de Shiro y Konko?
—Hm, tal vez si llevo pirotecnia conmigo por si acaso.
Unas carcajadas inundaron el patio, y decidieron volver con los demás o al menos encontrarlos en el comedor, dispuesta a aceptar en parte tu destino.
Además, la idea de reinar sola un reino no te aterraba tanto como casarte, por lo que tú vida no podría ser tan mala.
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⇒ Curiosidades ⇐
1- Esté songfic, está basado en un sueño que tuve hace tiempo :D. Claro, tiene sus modificaciones para que tuviera sentido y algunas cosillas más.
2- Cómo mencioné, lo hice base a un sueño. Y ese sueño estaba protagonizado por un husbando que tengo: Hakuryuu Ren. Así que xD en vez de Shiro Fubuki/Shawn Froste, me iba a casar con Hakuryuu.
3- Me base levemente en un videojuego, que se llama Time Princess, y en una de las historias, aparece el libro: "El lago de los cisnes". Tomé algunas cosillas de esté, tales como la sucesión del trono, el padre enfermo, el casamiento, la señora Signy, y el tío Arthur. Ya que, de cierta forma le daba más sentido a mi sueño mientras lo escribía, y no estaba tan alejado de lo que soñé.
4- Otra cosa en que me basé, fue en un libro que me gusta. El cual se llama: “Deseo concedido”. Y que a diferencia del videojuego, solo tome la palabra: Handfasting, la cual significa exactamente lo que puse en el shot :D.
5- El nombre de Albert y su apariencia, lo saqué del anime Candy Candy. La verdad es que quería meter a un amigo maduro y amable, y que más que el tío William Albert xD. Conocí este anime por mi mamá, así que, al ver a este personaje dije: "n'ombre, Albert es perfecto"
6- El songfic NO está terminado. En realidad, tengo este shot en borrador desde hace tiempo, y por más que quiero avanzar para que "finalice" cómo lo soñé, no puedo. Así que decidí subirlo incompleto, por lo que es posible que lo resuba cuando ya haya acabado (?? Aunque no prometo nada.
*:・゚✧ *:・゚✧ *:・゚✧ *:・゚✧*:・゚✧
Palabras finales.
¡Wenaaaas! Al fin de un largo tiempo, público un Songfic xD.
En verdad, lamentó no subir nada hasta ahora (?¿
Me pasaron muchas cosas, las cuales me dejaron con un bloqueo, sin inspiración y ganas de escribir.
Y al parecer, la inspiración ha vuelto a mí, pero no para continuar este Songfic xD. Así que, después de muchos intentos, lamentablemente fallidos para continuar, no pude. Por lo que, lo mejor en estos momentos era darle por finalizado.
Eso sí, quiero darle un final digno, por qué en el sueño que tuve, el chico y yo admitimos que nos gustabamos mutuamente, su madre estaba a favor y aunque no me casé con él, el sueño dió a entender que al menos teníamos un noviazgo ^^.
Sin nada más que añadir c': ¡Me despido! Nos leeremos en el próximo songfic.
¡Hasta la próxima!
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