Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 5

Conduzco con agilidad entre las calles semivacías de la ciudad, con la radio como compañía y el estómago lleno y contento. Encontré un lindo bar cerca de la zona de tribunales donde pedí una hermosa pizza que me hace babear con solo recordarla. No bebí alcohol, pero me siento en las nubes. Esta ha sido una de las mejores noches que he tenido en muchísimo tiempo y siento que la sonrisa en mi rostro es imposible de borrar.

Me detengo ante una luz roja en la intersección de dos calles y observo con ojos de soñadora la ciudad que poco a poco se apaga. Renuevo la marcha y avanzo unas calles más hasta encontrar un control policial de rutina. Saludo con un movimiento de cabeza y me detengo al costado de la carretera sin temor. Es normal encontrar controles los fines de semana pues los jóvenes suelen salir de fiesta y vuelven alcoholizados a casa.

—Buenas noches, señorita.

—Buenas noches, oficial.

Le sonrío mientras busco los papeles del auto para enseñárselos. Me reconforta saber que todo está ordenado en la guantera del vehículo.

—¿Puede mostrarme su licencia?

Entrego mi licencia y los papeles del seguro y propiedad, a pesar de que no me los ha pedido. Espero mientras los observa y el corazón se me detiene cuando frunce el ceño.

—Espere aquí, por favor.

Asiento, sin saber que más hacer.

El oficial de policía se acerca a su compañero que está junto a la patrulla y le muestra mis pertenencias. Señala el vehículo y niega con la cabeza, está claro que se siente confundido. Los dos comparten una charla que no alcanzo a oír; sin embargo, algo en mi interior me indica que esa conversación no es de rutina y que mi excelente noche está por volverse complicada. El oficial que tiene mis papeles, comprueba algo en su teléfono y el otro policía acorta la distancia que nos separa.

—Señorita, voy a tener que pedirle que baje del auto.

—¿Todo en orden, oficial?

Desabrocho el cinturón de seguridad, por completo confundida con los sucesos, aunque sintiéndome igual de culpable.

—Baje del automóvil, ahora.

Desenfunda el arma reglamentaria, no la eleva, pero la sostiene junto a su cuerpo mientras me observa y ahogo un grito. ¿Qué demonios?

Abro con rapidez la puerta, pongo los brazos en alto porque me parece que es lo más adecuado dadas las circunstancias y sigo sus instrucciones. Llevo las manos a mi nuca y permito que palpe mi cuerpo buscando Dios sabe qué. El corazón me late desbocado en el pecho, me siento como una delincuente y no comprendo por qué. ¿Qué he hecho mal?

—Daiana Gardino, se encuentra arrestada por robo —suelta con dureza—. Tiene derecho a guardar silencio. Cualquier cosa que diga puede y será usada en su contra en un tribunal de justicia. Tiene derecho a hablar con un abogado y que un abogado esté presente durante cualquier interrogatorio. —Mi boca amenaza con caer al suelo mientras lo escucho recitar la cláusula Miranda—. Si no puede pagar un abogado, se le asignará uno pagado por el gobierno. ¿Le han quedado claro los derechos previamente mencionados?

—¿Qué he hecho mal?

—¿Le han quedado claro sus derechos? —insiste mientras coloca un par de esposas en mis muñecas.

—¡Sí!

Me dirige con poca delicadeza hacia la patrulla bajo la atenta mirada de los transeúntes que deben creerme el cáncer de esta sociedad. Espero no aparecer en las noticias por la mañana o le provocaré un infarto a mi padre. Tomo asiento en la parte trasera del vehículo y cierra con fuerza la puerta ante mis narices.

—¿Puede decirme de nuevo cuál ha sido mi delito?

—Podrá escuchar sus acusaciones cuando llegue a la comisaría.

—¡Exijo un abogado! —exclamo.

La tranquilidad se esfuma de mí y de pronto no puedo dejar de gritar que quiero a mi abogado. No sé el porqué de mi pánico. Bueno, sí sé, pero no puedo dejar de gritar porque la situación me parece irreal y no tengo idea de cómo saldré de este lío.

—Cierra ya la boca si no quieres empeorar la situación —me regaña el oficial que está tras el volante.

—Quiero ver a mi abogado.

—Podrás hacerlo cuando lleguemos a la comisaría. ¿Cómo pretender llamarlo ahora?

Abro la boca para contestar, aunque la cierro de inmediato. Él tiene razón, ¿de qué me sirve seguir gritando si no aparecerá como por arte de magia?

—Tengo derecho a una llamada —le recuerdo.

—No aquí.

Al ver que no respondo, enciende el vehículo y comienza a conducir. El trayecto es incómodo y una presión comienza a posarse sobre mi pecho con cada metro que avanzamos. No tengo idea de qué decir para salirme de esta, cómo defenderme sin parecer que he perdido la cabeza. La historia del genio está descartada, por supuesto, y es una lástima porque es la única real.

Me bajan del patrullero con la misma delicadeza con la que me hicieron subir, tironeando de mí y dañándome la piel de las muñecas con las esposas. Me hacen ingresar al edificio y de pronto la mirada de todos recae sobre mí. Soy una delincuente, está claro que mi madre va a matarme el día que se entere de todo esto.

—Tengo una sospechosa aquí —declara el oficial.

—Puedes llevarla atrás —contesta el policía en la recepción—. Tenemos lugar en las celdas.

—Tengo derecho a una llamada —digo sacando valor de donde no lo tengo—. Quiero llamar a mi abogado.

—Lo llamarás luego de que te haga el ingreso —contesta enojado.

—Quiero llamarlo ahora.

La mirada malhumorada del oficial me hace callar y es por eso que sigo todas sus instrucciones. No quiero ganarme el odio de la policía cuando está claro que tengo todas las de perder aquí.

Me llevan a la parte de atrás de la estación donde están las celdas que, por suerte, se encuentran vacías. Toman mis datos, mis huellas dactilares y fotos de mí en distintos ángulos que me provocan ganas de llorar. ¿Cómo he llegado a este punto?

Por fin, luego de lo que parece una eternidad, me entregan un teléfono y me quedo en blanco porque no sé a quién llamar. No recuerdo muchos números de memoria, solo dos: el de mi madre y el de Trudis. No puedo marcarle a mi madre, no después de todo lo que ha pasado y cómo terminó nuestra relación. Me queda una sola opción, aunque no por eso significa que sea mejor.

Siento la sangre hervir en mis venas y tengo unas ganas inexplicables de gritar, llorar y patalear como una niña a la que no le han cumplido el capricho. Debería haber previsto que nada saldría como lo había planeado, no tendría que haber confiado en él. Nadie que luzca así y tenga esa sonrisa peligrosa puede ser de confianza. Nadie que aparezca de la nada y salga de un frasco de perfume debería ser tomado en serio.

Es que no tengo remedio. Los astros no estaban a mi favor cuando nací y esa es la única conclusión a la que puedo llegar porque no existe explicación para mi mala suerte. Estoy condenada, debería quedarme acostada hasta el fin de mis días o fingir mi muerte y empezar de cero. Es probable que la desgracia me persiga incluso cuando sea un fantasma.

Gruño a la línea telefónica mientras espero.

¿Si? —La voz adormilada de Gertrudis me indica que estoy en más problemas de lo que cualquier humano ha estado antes—. ¿Quién es?

—Trudis, soy Daiana —hablo con vergüenza bajo la atenta mirada del oficial de policía—. ¿Crees que puedas venir por mí?

¿Qué ha pasado, niña? ¿Dónde estás?

Mmm... estoy en la cárcel.

Mi voz es apenas un susurro porque siento tanta vergüenza que no puedo hacer otra cosa más que desear desaparecer.

Habla más fuerte, Daiana. No puedo oírte.

—¡Estoy en la cárcel!

No lo puedo evitar y comienzo a llorar. Las lágrimas avanzan con rapidez, bajando por mis mejillas y dejando un camino salado en la piel. No puedo creer lo que acabo de decir y peor aún, no puedo creer que sea cierto. La respiración se me corta y sollozo contra el teléfono deseando tener a alguien que me abrece y me consuele. Estoy agotada, cansada de que todo me salga mal y que cuando veo una pequeña luz de esperanza, algo grande la tapa y me deja en la oscuridad de nuevo.

Ay, niña... —Escuchar la decepción en su voz me hace llorar con más intensidad—. ¿Qué has hecho ahora?

Gertrudis no tarda en venir a mi rescate acompañada de su hija, Anna, que es una prestigiosa abogada penal y a quien le tengo muchísimo aprecio. Nunca creí necesitar un abogado, pero estoy agradecida de conocer a una tan capaz como ella.

El oficial que me ha arrestado me suelta ante las indicaciones de su superior y, con cara de pocos amigos, me devuelve mis pertenencias mirándome como a una delincuente peligrosa. No es necesario que tenga un coeficiente intelectual superior a la media para saber que el lindo Volkswagen quedará bajo custodia policial. Fue un placer conocerte, autito.

Anna, sin decir mucho, me acompaña a la salida donde su madre está tomando aire. Está vestida muy formal, como si fuera a una corte y no una comisaría sucia del centro de la ciudad. Se la ve pálida y conozco la expresión en su rostro. Me sienta fatal haberla sacado de la cama, haberla hecho venir a mi rescate una vez más.

Sus ojos no tardan en cruzarse con los míos y viene a mi encuentro con rapidez.

—¿Te encuentras bien, niña? —Recorre sus manos por mi cuerpo, buscando heridas inexistentes—. ¿Te han hecho algo?

Niego con la cabeza.

—Estoy bien.

—¡Más te vale que tengas una buena explicación, entonces!

Su chillido daña mis oídos, pero no me atrevo a decir nada porque tiene razón. Bajo la cabeza sintiéndome como una chiquilla y dejo que su hija hable por mí.

Por todos los cielos, en que lio me he metido.

—La acusan de robo —explica mientras caminamos hacia un taxi vacío—. La fiscal afirma que el vehículo que conducía fue robado de una fábrica hace pocos días en medio de una entradera violenta. Le expliqué que ella no había participado de un asalto a mano armada y pagué su fianza. Iniciarán una investigación, pero como los papeles de propiedad que tenía en sus manos parecen reales y, además, tiene un boleto de compra venta, no le sucederá nada.

—Gracias.

Me dedica una sonrisa de ánimo, aunque sé que tiene muchas preguntas.

—¿De dónde has sacado dinero para comprar un vehículo, niña?

La temida pregunta llega antes de lo que me gustaría,

—Tenía ahorros y creí que sería un lindo regalo para ti —explico con un hilo de voz porque me duele la garganta de tanto gritar y llorar—. Estuvimos hablando sobre eso hoy, quería poder retribuirte todo lo que me has dado.

Boquea en busca de las palabras adecuadas, pero se queda en silencio y el taxi se sume en la quietud. He tocado una fibra sensible y no podrá regañarme por intentar tener un gesto lindo con ella. Siendo sincera, debería regañarme porque está claro que necesito aprender la lección.

—¿Dónde lo compraste?

Anna está de nuevo en papel de abogada y tengo que ponerme en mi piel de actriz para sonar convincente.

—Lo compré por internet —miento.

—¿Viste al sujeto que te lo vendió?

Demonios.

—No lo recuerdo, estaba entusiasmada. Solo podía pensar en lo bonito que era el automóvil y en que sería un excelente regalo.

Acaricia mi hombro en un vano intento de consolarme. Necesito más que una caricia para dejar de sentirme tan idiota. Mentirles no me ayuda en nada, pero ¿qué otra cosa puedo hacer? ¿Llevarlas hasta a mi habitación y decirles que tengo a un genio mentiroso escondido en un frasco de perfume? No me dejarán enseñarles la verdad, me llevarán derechito a una institución mental. No podría culparlas, vamos, que si me sucediera a mí con otra persona también creería que necesita ayuda profesional.

No tardamos en llegar a destino y me despido aguantando las ganas de llorar. Les agradezco una vez más por su ayuda y prometo devolverles el dinero de la fianza porque no hay otra cosa que pueda decir. Desciendo del taxi bajo la atenta mirada de la señora Koskovish y su hija, para luego ingresar a la tienda.

Ahora que estoy sola, puedo notar el sudor que recorre mi espalda y la adrenalina esfumándose de mi cuerpo. Sin embargo, con la frente alta y una sola idea en mente, avanzo hacia mi departamento.

Espero que el genio sea inmortal o, de lo contrario, también me acusarán de homicidio.

¡Hola, gente bonita! ¿Cómo están?

Muchas gracias por las primeras mil lecturas de la historia, espero que la estén disfrutando y que les agrade lo que leen.

Estaré volviendo pronto con una nueva actualización.

MUAK!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro