Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 22

Varias decenas de ojos se posan sobre mí y trago con fuerza, intentando mantener los nervios a raya y no flaquear. No puedo lucir indecisa o no me tomarán en serio porque, siendo sincera, ¿qué empleado del banco le haría caso a una jovencita nerviosa y que ha ofertado tantísimo dinero? Me es difícil mantener los papeles ya que mi familia me observa desde lo lejos, medios sorprendidos y medios confundidos; seguro se preguntan si no están viendo mal y si en verdad estoy allí. Tengo que reunir una cantidad impresionante de autocontrol para no correr hacia ellos, abrazarlos y decirles que siento muchísimo haber ido. En su lugar, repito mi oferta con voz fuerte para transmitir seguridad.

—Tres millones de dólares.

—¿Alguien más desea ofertar? —El martillero estudia a los presentes, en especial a las dos personas que se disputaban la granja de mis padres—. Tres millones a la una. Tres millones a las dos. ¡Vendido a la señorita de traje negro por tres millones de dólares!

Siento que puedo respirar otra vez y me doblo sobre mí para poder tranquilizarme. El corazón me late con fuerza y un pitido agudo me martilla los oídos. El cuerpo me tiembla, de pronto solo soy una hojita en un fuerte huracán.

Apoyo mis rodillas sobre el suelo, al igual que mis manos y cierro los ojos. Necesito sentir el suelo firme, algo estático que no se mueva como todo a mi alrededor. He vivido una pesadilla en las últimas horas y por fin se ha terminado. He salvado la granja de la familia y ya nada más parece importar. No importa cómo voy a explicar la situación, no importa que ahora parece que tengo un novio llamado Milo, no importa que un genio aún me deba un deseo y mucho menos importa mi fracasada carrera actoral.

Siento una mano pesada y cálida en mi espalda, que la recorre de arriba abajo buscando tranquilizarme. No necesito mirar para saber de quién se trata.

—Oye, está bien. Se ha acabado ­—me susurra con tono tranquilo—. Ganaste, Pop.

Dirijo mi mirada hacia Milo, quien se encuentra en cuclillas a mi lado brindándome una sonrisa amistosa. Correspondo su sonrisa a mi manera, con un tembleque en los labios y lágrimas en los ojos. Sin saber qué más hacer, lo abrazo dejándome llevar por la necesidad de dejarme caer sobre los brazos de alguien. Suelta una leve carcajada en mi oído ante el inesperado contacto físico, pero no discute, sino que envuelve sus brazos a mi alrededor. Su perfume me llega como una ráfaga suave y mi respiración se tranquiliza de a poco.

—Lamento interrumpir este hermoso momento —interviene Isabella con un tono que podría decir que es de burla, aunque no estoy segura—. Debes ir con el empleado bancario, prima. Te está esperando y todos te están mirando, dicho sea de paso. Y luego, por si te había olvidado —añade y ese tono sí es de burla—, debes explicarle a tu familia, incluyéndome, como diablos conseguiste tanto dinero.

Me separo del genio y pronto me pongo de pie con su ayuda. Mis rodillas aún tiemblan y mis manos parecen tener algún tipo de problema porque no se mantienen firmes. Los participantes de la oferta pública se están retirando, dedicándome una mirada extrañada en el proceso. Encuentro algunas caras familiares, vecinos que han venido a apoyar a mis padres y hermanos.

Tomo una bocanada de aire y, como puedo, me acerco al hombre que ha llevado a cabo la oferta. Sigue al frente de la multitud, en una pequeña tarima que se ha armado para el propósito y tiene en sus manos una carpeta encuadernada en cuero que imagino es el título de propiedad de la granja.

—Buenas noches, mi nombre es Daiana Gardino.

Extiendo mi mano en su dirección y él la toma con educación, le da un breve apretón para luego dejarla ir.

—Ha hecho una gran oferta, señorita Gardino —me felicita con una sonrisa profesional—. Este terreno es muy amplio y fértil, seguro podrá recuperar su inversión en poco tiempo.

—Eso espero.

No menciono que esta granja ya era de mi propiedad, o bueno propiedad de mis padres y tan solo me dedico a firmar los papeles que el hombre me brinda. Debo acercarme al banco por la mañana para oficializar y finalizar la operación, sobre todo para entregar el dinero.

No tarda en marcharse y comprendo que se siente incómodo al pasar junto a mis hermanos que le dedican su mejor cara de pocos amigos. El pobre hombre no tiene la culpa de lo que ha sucedido, pero apoyo a Dante, Santiago, Álvaro y Facundo. Se han metido con la familia equivocada.

Mi hermana se encuentra junto a ellos; sin embargo, sus ojos están posados sobre mí y no sobre el subastador. La última vez que la vi sus dientes tenían frenillos y su cabello estaba atado en dos coletas altas; ahora, luce como una adolescente decidida y romántica. Encuentro mi rostro reflejado en el suyo, los genes de nuestra madre son fuertes y nos parecemos más de lo que desearíamos.

Da un paso en mi dirección y luego otro. La encuentro a mitad de camino, con los brazos extendidos en su dirección y se funde con mi pecho cuando nos encontramos. Rodeo su cuerpo delgado con un abrazo y descanso mi cabeza sobre la suya. Huele a champú de coco y contengo las lágrimas.

—Daiana, te he extrañado tanto —solloza con voz delicada y todavía con un deje aniñado.

Tomo su rostro entre mis manos y le dedico una sonrisa intentando no darle paso al llanto.

—También te he extrañado, Eva —le aseguro—. Más de lo que crees.

—No debería haber peleado contigo esa tarde, lamento tanto que te hayas ido.

Sus ojos están repletos de lágrimas y sus mejillas se encuentran húmedas. Las palabras se me clavan como puñales en el pecho. No puedo creer que mi hermana pequeña crea que me fui por su causa. ¿Qué clase de hermana de mierda he sido?

—Oye, no me fui por tu culpa. Fue una decisión tonta que en nada tiene que ver contigo. No te preocupes.

—Me alegra que hayas vuelto.

No logro contestarle pues unas fuertes manos me rodean y me elevan unos centímetros del suelo. Siento unos brazos musculosos envolviéndome y suelto una carcajada al comprender que se trata de mi hermano Dante. Hay algunas cosas que nunca cambian, sin importar los años.

—Pero si la hija pródiga ha vuelto —me molesta.

Me deja en el suelo y con mi mano hecha un puño le doy un golpe en el hombro. Finge dolor y ahoga una risa. Luce igual que cuando me fui, bueno, un poco más viejo. Sin embargo, su rostro sigue siendo el mismo, su cabello continúa más largo de lo que a mi madre le gusta y sus ojos están llenos de esa chispa de vida.

—Me alegra verlos a todos, cavernícolas. Los he dejado un par de años y se han metido en más problemas de los que podría haber imaginado.

Cruzo los brazos sobre el pecho y los observo. Mis hermanos lucen casi idénticos a como lo hacían hace cuatro años, con excepción de Santiago y Eva que han dejado de ser unos niños y ahora son adolescentes. Si son la mitad de problemáticos que Álvaro, Dante y yo, mis padres deben querer acabar con sus vidas. Facundo siempre ha sido el tranquilo y centrado de la familia, no es de extrañar que se haya casado con la misma chica a la que ha amado toda su vida.

A pesar de ser hermanos no lucimos todos iguales. Eva, Facundo y yo nos parecemos a nuestra madre. Somos altos, delgados y de cabelle castaño, tenemos ojos grandes color café y la nariz un tanto aguileña. En cambio, Álvaro, Dante y Santiago se parecen a mi padre. Han heredado su cabello rubio y sus ojos claros, así como su perfecta nariz respingada. Son altos también, aunque fornidos. Son los lindos de la familia y se encargan de hacerlo saber cada día. Por desgracia, no han heredado la humildad de nuestro padre.

—Dejen de fastidiar a su hermana —los regaña una voz conocida.

Me quedo sin habla al escuchar a mi madre que se asoma entre los hombros de mis hermanos y me dedica una mirada. Sus ojos son una mezcla de anhelo y enojo, y no sé cómo reaccionar. ¿Debo abrazarla luego de tanto tiempo y pedirle perdón?

Pocos segundos después, junto a ella aparece mi padre. Su prominente estómago se ha reducido y su cabello se ha teñido de gris. Luce más viejo que la última vez que lo vi, como si los años le hubiesen caído encima de repente. Me siento culpable, como si hubiese provocado todos sus problemas. Y en cierta manera lo hice.

—Hola, cielo.

—Hola, papá.

Me dedica un abrazo corto y seca unas cuantas lágrimas de manera disimulada. Que Dios no le permita llorar en público.

—¿Cómo te has enterado de la subasta?

—Isabella me ha llamado.

Mi prima les sonríe desde lejos, de pie junto a Milo quien observa la escena con sus manos escondidas en los bolsillos de sus pantalones. No se lo ve incómodo o molesto, parece que después de todo tiene corazón.

—¿Qué harás con la granja?

Las palabras de mi madre son duras, casi como puñales que impactan contra mi pecho.

—La he recuperado para ustedes, es su hogar.

Dante suelta un grito de emoción y vuelve a abrazarme con fuerza. Siento que los órganos se me van a salir por la boca debido a su brusquedad.

—No necesitamos tu compasión, Daiana —responde con dureza.

—No es compasión, mamá. Son mi familia.

Sus labios se entreabren para contestar, pero mi padre la detiene.

—Gracias, hija. Nos has salvado.

—Oigan, ¿quién es el muchacho de rosa?

Los ojos de mis cuatro hermanos se posan sobre Milo al escuchar las palabras de Eva y el genio traga con fuerza. Ya no luce tan confiado.

—Es el novio de Daiana.

Está decidido: esta noche mataré a mi prima.

—¿Daiana tiene novio?

Auch, Álvaro —me quejo con exageración—. Dilo con menos sorpresa que me lastimas.

Mi hermano suelta una carcajada.

—Lo siento, pero es que no tienes novio desde... bueno desde nunca.

—Eso es culpa de ustedes, espantaban a todos los muchachos —le recuerdo.

—Es nuestro trabajo, hermanita.

—Se ve que no lo han hecho bien si ha llegado aquí con un modelito —interviene Santiago, a pesar de ser menor que yo siempre me ha fastidiado—. Casi parece salido de una revista para chicas.

Muerdo mi labio, evitando soltar una carcajada.

—Milo, acércate.

Observo el pánico en sus ojos, pero de todas formas acorta la distancia hacia nosotros. Isabella camina a sus espaldas, muerta de risa.

—Familia, él es Milo. Milo, ellos son mi familia.

El genio extiende la mano para saludar y en pocos segundos su expresión cambia por una de dolor cuando Dante la toma. Quiero reír a carcajadas por toda la situación, en cambio, me mantengo serena. No debería haberle dicho a Isabella que es mi novio, se lo merece.

Y no debería haber hecho que mi familia perdiera la granja.

—Suelten al muchacho —les pide papá.

Milo sacude su mano, aunque el buen humor no escapa de su rostro. Acorta la distancia a mí y se inclina para susurrarme algo al oído.

—Será una semanadivertida.

¡Ay, el encuentro con la familia!

2/5

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro