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Capítulo 5:

NATHAN:

Loren me empujó para que entrara en mi propia casa. Su habitual rictus serio temblaba, así que deduje que estaba aquí por algo más personal que los negocios.

Lo único que nos unía era Rachel, así que nada bueno iba a salir de esto.

—Mierda —conseguí murmurar antes de que sus nudillos impactaran contra mi pómulo, produciéndome una avalancha de dolor que hizo que mi mente estallara. Habían pasado años desde la última vez que peleé con alguien—. Loren, ¿qué...?

Caímos al suelo con un golpe seco que nos afectó a ambos, pero que a mí me dejó sin respiración. No permitió que me recuperara. A los segundos sentí su puño de nuevo en mi cara. Me golpeaba con ganas de asesinarme.

Definitivamente estaba aquí por su hermana.

—¿Por qué no lo dijiste? —Me haló del cuello de la camisa—. ¡¿Qué ocultas?!

—No sé lo que dices. —Debí haber sonado convincente o asustado como la mierda, puesto que se separó y se quitó de encima. Conseguí palpar mi ceja. Al mirar mi mano vi sangre en mis dedos. Mi madre probablemente iba a pensar que intenté suicidarme golpeando mi cabeza contra la pared—. No sé nada.

Me miró alzando una ceja.

—¿Entonces mi hermana no fue a visitarte el día que se fue de casa?

Me tensé, pero por fortuna encontré mi voz para responder.

—No. Solo hablé con tu hermana el día de la fiesta, pero solo hicimos eso. Hablar.

Negó mientras sus labios se torcían en una mueca de desagrado.

—Mientes como la mierda, Blackwood. Sé que ella te visitó. Seguí sus pasos de ese día. Contrató a una sobornable línea de taxis para que la llevara ahí. Lo llamó desde casa. Recientemente se me ocurrió la idea de revisar el registro telefónico. —Se aflojó el nudo de la corbata dirigiéndose a mi mini bar—. ¿De qué hablaron, Blackwood?

Endurecí la mandíbula. Estaba tomando mi botella más cara, un regalo, a propósito.

—¿No pudo haber ido a ver a tu padre?

—¿Me estás diciendo que las cámaras de seguridad de la embotelladora captaron a su clon entrando en tu oficina? —Bufó—. Es absurdo que lo niegues. Ya he confirmado la información cientos de veces. —Sonrió de manera cínica—. Incluso los tuyos ya lo hicieron. Al parecer es normal que tu socio de negocios le pida un favor a la seguridad en tu nombre. Te aconsejo despedirlos o, en el caso de que se repita, que te compres un par de bolas más grandes.

—Maldita sea. —Enredé las manos en mi cabello. Estaba tan cerca de la verdad. Yo estaba tan cerca de estallar. Ni siquiera sabía por qué tenía que mantenerlo en secreto, podía contarle todo y decirle que su hermana estaba loca, pero, pensándolo bien, nada de lo que le dijera sonaría correcto. Tendría que admitir que dormí con ella y eso para ellos sería un crimen atroz—. Sí, está bien. Lo acepto. Ella fue a verme.

Sus ojos grises se entrecerraron.

—¿Por qué fue a verte?

Aparté la mirada. No podía con la jodida culpa. Eran tan malditamente parecidos a los de Rachel que sentía que estaba mirándola a ella en su lugar.

—Quería pedirme un préstamo.

—¿Un préstamo?

—Sí, para desaparecer, irse. Le dije que la podía ayudar con cierta cantidad, pero... —El nudo en mi garganta no me dejaba seguir. El recuerdo de mis palabras me torturaba. Ahora deseaba que Loren me hubiera matado—. No era suficiente.

—Eso tiene lógica —soltó más para sí mismo que para mí—. Lleva demasiado fuera de casa. Ninguna cantidad de dinero prestada habría alcanzado para sus gastos. Es muy pretenciosa. —Me miró con sospecha—. ¿Por qué a ti?

—Pues... —No tenía ni idea de cómo responder a eso. Era una pregunta que me hacía todos los días y aún no hallaba una respuesta—. El día de la fiesta charlamos. La halagué.

Juntó las cejas, indicándome que me estaba dirigiendo a un camino peligroso.

—¿Halagar en qué sentido?

—Le dije que lucía preciosa. —No sabía si eso era cierto, probablemente sí ya que era un hecho innegable, pero era mejor a decirle que me acosté con su hermana y la embaracé—. Ya sabes. Le dije cosas que a las mujeres les encanta oír.

Loren apretó los puños. No lo culpaba. Me puse de pie.

—Dame una razón para no golpearte hasta la muerte, imbécil.

—Ya lo hiciste.

Era la única que tenía.

—Eres un idiota. —Terminó el trago que se había servido—. ¿No estabas casado?

Hice una mueca. Simplemente genial. Escapaba del mundo huyendo de ese hecho y él venía a recordármelo. Había una fuerza del universo que quería que no lo superara.

—Comprometido.

Su sonrisa se transformó en algo más siniestro.

—El correcto Nathan Blackwood. —Dejó caer el vaso. El cristal se hizo añicos sobre mi piso—. Qué pequeña mierda resultaste ser.

—Como todos. —Me encogí de hombros mientras me dirigía al mini bar con cuidado de no pisar los pedazos—. Dijiste que Rachel desapareció, ¿pero no había hablado con tu padre? Eso oí hace un tiempo.

—Nunca lo hizo.

La botella de whisky casi resbaló de mis manos. Todos estos meses había estado tranquilo con el hecho de ella desapareciendo del panorama porque había escuchado a Lucius diciéndole a sus amigos durante una visita al campo de golf que su hija menor, Rachel, acababa de llamarlo desde una universidad en el extranjero dónde estaba haciendo un máster en negocios.

—¿Nunca llamó?

—Nunca llamó —repitió acomodando su ropa—. Sé que debes saber en qué condiciones se encontraba cuando se marchó, por lo que te voy a rogar que si sabes algo más, lo que dudo, me lo digas.

No negué saberlo.

—¿Por qué lo dudas?

—Porque si lo supieras me lo dirías, ¿no? —Asentí—. Bueno, Nathan, esperaba encontrar algo más que tu coqueteo infiel aquí, tal vez algo que me llevara a darle un abrazo en la fiesta de año nuevo a mi hermana, pero ya que no fue así... adiós. Sabes dónde llamarme si recuerdas o conoces otra cosa. —Me miró una última ver antes de marcharse—. Ah, me disculparía por el salvajismo si no lo merecieras. Tristemente intentaste meterte bajo la falda de mi hermanita. Un idiota que la usa para medio engañar a su mujer no la merecerá jamás. Lo justo era que pagaras por ello. —Ladeó la cabeza y me sonrió como si nada hubiera sucedido—. Feliz año.

Mis manos empezaron a temblar. Por fortuna no se dio cuenta.

—Adiós. Feliz año —dije mientras cerraba la puerta.

Cuando lo hizo apoyé mi frente sobre ella.

Rachel estaba genuinamente desaparecida.

Ahora la pregunta era si había alguien, probablemente una personita, con ella.

Lunes, 22 de febrero del 2011

RACHEL:

—Ryan, no vayas tan rápido —le pedí sujetándome al cinturón de seguridad, la única cosa que me hacía sentir a salvo dentro de la patrulla—. Por favor.

Lamentaba haber aceptado venir con él cuando todavía podía hacer uso de mis piernas. El plan inicial era ir acompañada de Gary a la última cita con mi obstetra, el Dr. Bernard, pero al final opté por venir con Ryan porque su hermano estaba ocupado con el amor de su vida, el cual había conocido un par de meses atrás en la heladería a la que solíamos ir por mi culpa.

Según ambos fue amor a primera vista. Desde entonces cada vez que su teléfono sonaba y sus labios se curvaban en una sonrisa tonta, sabía que mi tiempo con Gary había terminado. Por ello, para no ser una aguafiestas, lo convencí de que estaba bien con que Ryan me acompañara en su lugar.

—Cosa gorda, tranquilízate. —Ryan, en lo que posiblemente para él fue un acto humanitario, tomó mi mano y la apretó con suavidad—. Falta poco para que lleguemos. Un par de minutos más y estaremos ahí.

—Esto es tu culpa. Si no te hubieras tardado tanto en el ba... ¡Ryan! —Un dolor repentino hizo que me paralizara e impidió que lo insultara por llamarme de esa manera. Lo hacía desde que llegué al sexto mes—. ¡Ryan, detente!

Se orilló en el borde de la carretera.

—¿Qué... qué pasa?

Lo miré por encima de mis pestañas, dándome cuenta de que se esforzaba por mantener el control. Ante la nueva punzada solté el cinturón y me concentré en apretar su mano, lo cual hice tan fuerte como pude en un intento de compartir mi sufrimiento. Lucía incómodo y asustado, pero aún así no me apartó. El sitio entre mis piernas se volvió sumamente húmedo y viscoso de golpe.

La comprensión me sentó como un balde de agua fría.

—Rachel, ¿qué tienes? —preguntó con preocupación.

Mi sonrisa fue inestable. Lágrimas se deslizaban por mis mejillas mientras me retorcía.

—Contracciones.

Estaba a punto de conocer a mi ángel.

NATHAN:

—De acuerdo. Voy para allá. —Colgué, apagué la computadora y tomé mi saco antes de salir de la oficina. Cuando les expliqué el motivo de mi ausencia a mi asistente y a mi nueva secretaria, una recepcionista que llevaba años trabajando para nosotros, nadie se sorprendió. John siempre nos hacía correr. Marqué a mamá de camino al auto en el estacionamiento—. No te preocupes. No es tan grave. Es solo una fractura.

Una fractura debería ser la gran cosa, pero con él no.

Luego de cuarenta minutos de tráfico debido a un árbol que se aflojó durante la tormenta de la noche anterior, llegué al hospital dónde me esperaba mi hermanastro adicto a los deportes de alto riesgo en el área de emergencias.

—¿John Blackwood?

Asentí. La enfermera me conocía de otras ocasiones, por lo que no dudó en darme el número de su habitación. Hacíamos esto desde niños. John se jodía y yo siempre estaba ahí para cuidarlo. Cuando no estaba viajando alrededor del mundo participando en obras de caridad o explorando como Indiana Jones, estaba siendo una especie de doble de riesgo en la ciudad aceptando cada invitación de sus amigos extraños a lastimarse a sí mismo bajo la excusa de hacer deporte.

—¿Nunca nadie me llamará para decirme algo bueno sobre ti? —le pregunté traspasando el marco de la puerta de su habitación.

—No lo creo. —Me dio un saludo militar—. Los verdaderos hombres constantemente ponemos nuestra vida en riesgo y eso, en ocasiones, trae consecuencias.

Me senté en la butaca para familiares junto a él sin despegar la vista del yeso que cubría su pierna derecha. Al menos no había roto su femoral de nuevo.

—¿Cuando esas consecuencias serán buenas? —gruñí—. He esperado toda mi vida a que alguien me detenga y me diga que has hecho algo productivo, pero al parecer moriré y eso nunca pasará. —Endurecí la mandíbula, preparando la maldita pregunta que le hacía cada vez que lo veía—. ¿Por qué no vuelves a la universidad, John?

John me dedicó la misma mirada de indiferencia de siempre.

—Ya la terminé, Nathan.

—¿Cuándo? No intentes engañarme. Ni siquiera entiendo tu título.

De acuerdo con él había hecho equivalencias de los dos años que estudió en Inglaterra en una universidad asiática, de la cual se había graduado en meses. Su título estaba en un idioma que ni siquiera Google me ayudó a descifrar. Creía que simplemente lo imprimió en dónde fuera que viajó cuando abandonó la carrera de administración en Oxford. Tal vez ni siquiera él lo entendía.

—No necesito un título para salvar el mundo, Nate. —Definitivamente debió haberse golpeado la cabeza también—. Algún día lo haré. Lo juro. —Una sonrisa curvó sus labios—. O, mejor aún, necesitarás un salvador y seré el primero al que llames.

Hice una mueca.

Debió haberse golpeado gravemente.

RACHEL:

—¡Ryan! —grité cuando la luz encendió, indicándome que debía pujar.

—Calma, Rachel. Casi terminamos. —Limpió el sudor de mi frente con un pañuelo. Estaba usando un traje quirúrgico como exigencia del Dr. Bernard. Nunca pensé que sería la persona con la que compartiría este momento de mi vida, pero me encontré agradeciendo que estuviera aquí. Me había ayudado a mantener la calma—. Lo estás haciendo bien. Ya dentro de poco tu bebé estará con nosotros.

—No... no puedo —lloré—. ¡Duele!

—Rachel —murmuró con un tono dulce que nunca usó conmigo en todo el tiempo que llevábamos compartiendo techo—. Eres una mujer fuerte. Tú puedes. Comparado con otras cosas que has hecho, esta es la parte fácil. —Volvió a limpiarme el sudor con delicadeza—. Puja, nena, ya casi está aquí.

Lo hice tratando en lo posible de concentrarme en él, no en el dolor de pasar una sandía por el agujero de una aguja. Mientras me ayudaba inmortalizaba el momento con una grabadora que nos prestó el hospital, lo cual le agradecería de por vida.

—¡Ya salió la cabeza! —gritaron del otro lado de la cortina tras unos empujones más.

¿Solamente la cabeza? Estaba a punto de sufrir un colapso. Las ansias de conocer a mi bebé, sin embargo, eran mayores. Con furia corriendo por mis venas, pujé una vez más con toda la fuerza que le quedaba a mi cuerpo exhausto hasta que sentí que mi cuerpo se liberaba de un peso. Solo cuando escuché su precioso llanto me dejé caer sobre la almohada. Lágrimas se deslizaban por mi rostro.

Ryan, sonriente, depositó un beso en mi mejilla.

—Lo hiciste genial, nueva mamá.

—Felicidades. Has tenido una niña —dijo el Dr. Bernard, Patrick, mientras colocaba el pequeño bulto cálido entre mis brazos luciendo tan exhausto como yo me sentía—. Tu hija nació con los ojos abiertos, Rachel. Probablemente estaba ansiosa por conocerte.

Toqueteé su nariz. Mi ángel arrugó el rostro mientras se giraba para esconderlo en mi pecho. Reí suavemente y me incliné para besar su pequeña cabeza. La amaba tanto.

—Es preciosa —susurró Ryan cuando el médico se apartó.

—Lo es.

—¿Cómo piensas llamarla?

Contesté sin dudar.

—Madison.

NATHAN:

Después de que John fuese transportado en silla de ruedas a la sala de radiología para que pudiéramos saber si el golpe afectó su cabeza, decidí tomarme un descanso de la tarea de niñera y me dirigí a la cafetería. Al llegar me acerqué a una de las máquinas expendedoras por un café. Mientras llenaba el recipiente con el delicioso elixir, me fijé en un policía a mi lado que hacía lo mismo con cinco vasos que colocaba en una bandeja con la misma cantidad de porciones de pastel de chocolate.

—Necesitan un poco de energía para la siguiente ronda de patrullaje, ¿eh? —intenté entablar una conversación normal, lo que necesitaba tras pasar tiempo con John.

El policía sonrió.

—No son para mí. Son para la paciente.

—Ah, ¿qué tiene?

—Acaba de dar a luz. —Otra vez sonrió—. Despertó queriendo pastel.

—Mucho por lo que puedo ver —reí—. Felicidades.

Frunció el ceño.

—¿Por qué?

—Es el padre, ¿no?

—No, no lo soy. —Negó como si lamentara ese el hecho. Abrió la boca para añadir algo más, pero el sonido de su celular lo detuvo—. Lo siento, debo irme.

—Bueno... —Leí su placa—. Agente Parker, fue un gusto conocerlo.

—Igualmente.


Hola. Espero que el capítulo les haya gustado. Es uno de mis favoritos. Recuerden que si quieren  leer la historia completa sin tener que esperar por actu, está disponible en Booknet, Amazon, Nova Casa y librerías

Love u 

Próxima actu: jueves

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