Deseo
Steven se sentó sobre el capó del auto y miró las estrellas, hacía unas horas había salido de Ciudad Playa, pero ya extrañaba demasiado a las gemas, a su padre y a Connie. Se sentía solo, pero no iba a volver, necesitaba ese viaje. Necesitaba alejarse de todos, ese era su primer paso. Soltó un suspiro, se bajó del capó, se subió al auto y volvió al camino. Pensaba seguir la recomendación de su padre de no manejar cansado, así que trataría conducir todo lo que pudiera antes de que el sueño lo empezara a vencer. Prendió la radio y buscó algo de música que lo entretuviera. Miró el cielo unos instantes preguntándose cuánto faltaba para llegar a la próxima ciudad.
Luego de unas cuantas horas al volante, en plena madrugada, empezó a sentir cansancio. Bostezó y se restregó el ojo derecho, luego echó un vistazo rápido a su celular, el reloj marcaba las dos de la mañana. Decidió estacionar al lado del camino, apagar el motor y pasarse al asiento trasero. Buscó en su bolso una manta y una pequeña almohada que Perla había guardado y que él había creído innecesaria en un inicio, pero ahora lo agradecía en silencio con una sonrisa cariñosa en el rostro. Acomodó la almohada en el asiento, se acostó y se arropó. No era el lugar más cómodo para dormir, pero sería suficiente por aquella noche, esperaba poder llegar a la siguiente ciudad durante el día y pasar la noche allí. Cerró los ojos con la intención de descansar un poco, pero volvió a tener una sensación de soledad. Le haría falta escuchar a Amatista salir de su habitación a medianoche para buscar algo de comer, o a Garnet volver de una misión con alguna gema corrupta que tendría que curar en cuanto se levantara. Suspiró abandonándose al cansancio. Mientras Steven dormía, poco a poco su gema comenzó a brillar provocándole cierta incomodidad. Se destapó y levantó un poco su remera. De la gema comenzó a salir un haz de luz rosado que lentamente tomó formas, primero un poco irregulares, pero luego se tornó a una forma humanoide. Una vez definida su forma física, el ser observó dormir a Steven con cierta seriedad en el semblante.
Unas horas más tarde, la claridad de los primeros rayos de sol despertaron a Steven. Abrió los ojos con pereza, observó el techo del auto con la vista borrosa. Se sentó restregándose los ojos bajo la atenta mirada de su nuevo compañero.
—Al fin despiertas.
Steven se sobresaltó al escuchar aquella voz, apartó sus manos del rostro y lo miró un poco alterado, era igual a él, o al menos cuando el poder del diamante incrustado en su vientre se apoderaba de su cuerpo.
—¿D-de dónde saliste? —llevó la mano a su vientre, la gema seguía en su lugar.
—De tu gema, ¿no es evidente?
Desvió la mirada hacia el vientre de su contraparte, en el lugar dónde debería estar su gema, solo había una marca rosada oscura. Su rostro enrojeció cuando se dio cuenta de que su reflejo estaba desnudo.
—¿Cómo debería llamarte? ¿Steven dos?
—Pink.
Fue entonces cuando se percató de sus ojos, eran como los de las Diamantes, supuso que era lógico llamarlo como debían haber llamado a su madre antes de que abandonara su forma física. Por su parte, Pink no dejaba de observarlo de una manera distinta. Steven dejó la manta de lado y buscó en su bolso algo de ropa, preguntándose si le quedaría a su nuevo compañero, dado que era más alto y musculoso que él. Cuando encontró las prendas, se las extendió. Pink se incorporó como pudo dentro de ese pequeño espacio para vestirse, dejando ver prácticamente su cuerpo entero. Steven sólo atinó a desviar la mirada sintiéndose avergonzado. Cuando terminó de vestirse, decidió pasarse al haciendo de adelante invitándolo a que él también lo hiciera. Una vez acomodados, emprendieron camino a la siguiente ciudad.
—Entonces, ¿de dónde saliste?
—De tu gema, ¿de dónde más? —se burló Pink—. Soy como tú, pero mejor.
Steven se horrorizó al pensar que cuando él se apoderaba de su cuerpo era así. Se veía arrogante con ciertas formas que tenía de gesticular. Se preguntó si Diamante Rosa era así antes de conocer a su padre. Soltó un suspiro y centró su vista en el camino.
—¿Y por qué saliste de mi gema?
—Estabas lloriqueando por estar solo, ¿no? Tu deseo de compañía me hizo salir de tu gema.
—Ya veo... —se limitó a decir.
Mientras Steven se enfocaba en conducir y estar concentrado en el camino, Pink lo miraba con lascivia. Le había mentido, no solo la necesidad de compañía lo había sacado del diamante, sino también un deseo más profundo del que Steven no era consciente, o tal vez no completamente. Mientras conducía, el humano se preguntó qué debía hacer con su nuevo e inesperado compañero de viaje. No comprendía cómo se había materializado, ni por qué lo había hecho.
Condujo largas horas hasta el siguiente pueblo. Eran cerca de las tres de la tarde, Steven estaba cansado y hambriento, necesitaba darse una ducha, estirar las piernas y dormir en una cama. Buscó un hotel para pasar la noche, estacionó y bajó del auto estirándose. Tomó su bolso en el asiento trasero y, luego que Pink se bajara, cerró el auto. Ambos entraron a la recepción del hotel, Steven pidió un cuarto con dos camas y, con llave en mano, fueron hasta la habitación que compartirían. Pink miró el cuarto, pensó que las dos camas eran innecesarias, así que cuando vio que Steven se acostaba en una, se acostó rápidamente a su lado. Lo observó unos instantes, no le caía en gracia que se hubiera acostado con él, pero estaba acostumbrado a que las gemas hicieran cosas raras. Soltó un pequeño suspiro, se levantó y sacó algunas prendas de su bolso.
—Iré a darme un baño. Quédate aquí.
Se metió en el baño, puso a llenar la bañera y se desvistió. Mientras, Pink abría con sigilo la puerta y entraba de la misma manera para abrazarlo por atrás. Steven se sobresaltó atinando a cubrirse con las manos.
—¡¿Q-qué haces aquí?! ¡T-te he dicho que te quedes en el cuarto!
—Tú me has visto desnudo, quería verte también.
—T-tu cuerpo es exactamente igual que el mío.
—No del todo...
Lo pegó a su cuerpo provocando que el rostro de Steven se sonrojase por completo al sentir su entrepierna. Quiso crear una barrera entre ambos, pero no había suficiente espacio entre ellos para hacerlo. De repente, sintió que su contraparte le pasaba la lengua por el cuello arrancándole un suspiro. Steven le dio un codazo logrando separar a Pink, tomó una de las toallas para cubrirse. Luego, sacó a empujones a su contraparte y cerró la puerta con llave, se apoyó contra esta y soltó un nuevo suspiro intentando descomprimir el calor que sentía en su interior, se apartó y, dándose cuenta de que la bañera estaba casi rebalsando, cerró la canilla, quitó el tapón del desagüe y esperó unos instantes. Una vez que el nivel del agua era óptimo, se metió en la bañera y se sentó. El agua estaba un poco fría, pero no le importó, sentía el cuerpo arderle un poco. Ahuecó sus manos juntando un poco de agua y se lavó la cara mientras intentaba comprender lo que acababa de pasar y el ardor que invadía su cuerpo. Bajó la mirada descubriendo la erección que le había provocado Pink, pero que no había notado. Su rostro se sonrojó nuevamente, lavó nuevamente su rostro y se acomodó en la bañera. Decidió que no le prestaría más atención, simplemente hablaría claramente con él y continuarían camino, o, si lo prefiriese, le indicaría cómo volver a Ciudad Playa.
Cuando salió del baño, Pink se encontraba acostado en la cama que había ocupado antes. Se acercó a la otra cama, se sentó y se dedicó a mirarlo en silencio hasta que abrió los ojos para dedicarle una mirada.
—No puedes volver a entrar al baño con alguien.
—No quiero entrar con nadie más que no seas tú.
—No puedes hacerlo, Pink —suspiró—. ¿Quieres ir al Pequeño Planeta Madre? Puedo darte indicaciones. Puedes ir a Ciudad Playa también, allí están mi padre y las gemas.
—Me quedaré contigo —sonrió—. Estoy aquí para hacerte compañía, Steven, no voy a dejarte solo.
—Cuando estoy en el baño necesito que lo hagas.
—Está bien, cuando estés ahí te dejaré, pero no lo haré durante el viaje.
—Como quieras —suspiró nuevamente—. Pero no dormirás en la cama conmigo.
Steven se levantó, tomó algo de dinero y salió del cuarto dejándolo solo. Pink volvió a acostarse en la cama para esperarlo. Pronto, su compañero de habitación volvió con un par de bolsas con comida, se sentó en una pequeña mesa que se encontraba en una esquina y lo llamó, se levantó, se acercó y se sentó frente a él.
—¿Tienes hambre? ¿Debes alimentarte o eres como las gemas?
Pink no contestó, tomó uno de los chocolates y le dio un bocado; no lo necesitaba realmente, pero, cómo Amatista, le gustaba la sensación que le provocaba hacerlo. Steven sonrió y lo acompañó. Mientras hablaban, tuvo la misma impresión que en el auto, Pink le recordaba un poco a Kevin, pero, a pesar de ello, no era del todo desagradable. Pensó, incluso, que era atractivo, pero intentó apartar ese pensamiento rápidamente.
Un par de horas después de que oscureciera, Steven decidió ir a dormir, quería levantarse temprano para recorrer el pueblo. Se puso su pijama, se acostó y cerró los ojos, pero un peso del otro lado de su cama lo obligó a abrirlos nuevamente encontrándose con el diamante. Abrió la boca para reclamarle, pero su contraparte se lo impidió besándolo. Steven se quedó en shock, no esperaba que lo besara. Forcejeó un poco, pero Pink era más fuerte que él. Poco a poco, el humano perdió la fuerza y dejó de forcejear para comenzar a corresponder a aquel beso.
—¿P-por qué me besaste? —preguntó cuando se separaron—. T-tengo novia...
—Porque sé perfectamente lo que necesitas ahora, por eso salí de tu gema —sonrió mientras se acomodaba sobre él.
—E-espera, Pink, n-no podem...
Su contraparte lo calló de un nuevo beso. Steven pensó en Connie, en lo que pasaría con ella si se enterara de eso, pero poco a poco sus pensamientos se iban diluyendo. Cada vez se entregaba más y más a Pink. No se había dado cuenta que en su cabeza solo estaba él y no Connie. Tampoco se había dado cuenta de que había comenzado a corresponderle. De repente, se separó al sentir la lengua contraria en su boca. Pink ni siquiera lo miró, simplemente ocupó su boca en su cuello, arrancándole algunos suspiros que pronto se convirtieron en pequeños gemidos. Le quitó la camiseta del pijama y descendió de su cuello a su pecho dándole pequeños besos. Se detuvo en uno de sus pezones, lamiéndolo a su antojo, jugueteando con su lengua. Steven sintió su cuerpo entero arder del calor, el pantalón comenzaba a incomodarle.
—¿Lo ves, Steven? Sé perfectamente lo que necesitas.
El humano lo observó con cierta vergüenza, pero no dijo absolutamente nada, a esas alturas ya no podía contradecirlo, sin contar que el bulto en su pantalón lo delataba. El diamante se apartó de su pecho, colocó sus manos en la cintura del pantalón y comenzó a bajarlo lentamente junto con su bóxer, disfrutando del sonrojo cada vez más intenso en las mejillas de Steven. Pink pasó la mano lentamente por su miembro, haciendo que soltara un gemido.
—S-si sabes lo que quiero, no deb...
Antes de que terminara de hablar, sintió la lengua del diamante pasar lentamente por su miembro transformando las palabras en un nuevo gemido. Llevó su mano hacia la cabeza del contrario y lo apartó antes de que volviese a lamerlo, se sentó y lo miró. Decidió entregarse completamente a sus instintos, era realmente lo que quería después de todo, aunque no se hubiera dado cuenta hasta que Pink comenzó a tocarlo. Lo tomó de las mejillas y lo besó metiendo su lengua desde el principio. Bajó su mano lentamente de su mejilla a su pecho, a su vientre y al bulto en su pantalón, allí se detuvo. Movió su mano lentamente, logrando que esta vez fuera Pink quien gimiera. Steven descubrió el placer de escucharlo gemir y ver la expresión que tenía. Sentía que todo su cuerpo se acaloraba cada vez más. De repente, como si la calentura dominara su ser, se deshizo completamente de la ropa contraria, se sentó en sus piernas logrando que sus miembros se rozaran, ambos gimieron al unísono. Pink lo tomó de la cintura, apretándolo contra su cuerpo, esperando que Steven comprendiese que era el momento de mover sus caderas, y así hizo. El humano se movió lentamente al principio, pero pronto sus movimientos se hicieron más rápidos. Sintió el miembro palpitante contra el propio, excitándolo aún más. De repente, su cuerpo comenzó a temblar ligeramente, advirtiéndole a Pink que pronto eyacularía. Lo tomó de las caderas deteniéndolo, Steven lo miró jadeante, no comprendía por qué lo detenía de repente, quería llegar hasta el final.
—¿Q-qué harás ahora?
—¿Qué quieres que haga? —replicó el diamante con una sonrisa en el rostro.
—C-creí que sabías perfectamente lo que quería.
Pink soltó una risita.
—No leo tu mente, Steven. Ahora estoy fuera de tu gema, no puedo saber exactamente lo que quieres que haga. Aunque me puedo dar una idea viendo como está tu miembro.
Dicho eso, pasó su índice lentamente por la punta del miembro haciendo que Steven soltara un gemido. Tomó rápidamente su muñeca intentando evitar que siguiera jugando con él, quería eyacular de una vez, pero Pink no hacía más que torturarlo.
—Ya no juegues conmigo, Pink.
—Entonces podemos pasar a lo siguiente —liberó su mano y la acercó a la boca de Steven—. Lámelos, dolerá si no te preparo antes.
—No, espera. ¿Qué es lo que dolerá? No te he dicho que siguiéramos.
—Yo creo que sí quieres.
Pasó sus dedos por la entrada de Steven lentamente logrando que soltara un pequeño gemido, que apagó rápidamente con las manos en su boca, Pink no hizo más que sonreír victorioso. El humano tomó nuevamente su mano, la llevó hasta su boca y, cerrando los ojos, un poco por la vergüenza y otro poco para no verle la cara a su contraparte, comenzó a lamerle los dedos. Una vez listos, la gema apartó su mano y la llevó nuevamente a su entrada, lubricándolo lo mejor posible antes de meter el primer dedo. Steven se sentía un tanto incómodo al sentirlo moverse en su interior, pero no apagaba la excitación. No pasó mucho hasta que Pink introdujo un segundo dedo, moviendo su mano un poco más rápido, simulando pequeñas embestidas deleitándose con los gemidos de su contraparte. Unos minutos después, decidió detenerse y sacar sus dedos, indicándole a Steven que pasarían a lo siguiente.
—Tendré cuidado —le susurró el diamante—. No tengas miedo.
El humano asintió, pero le era imposible relajar su cuerpo. Era la primera vez que tendría relaciones, estaba nervioso, más de lo que le hubiera gustado. Pink, con la intención de calmarlo un poco, lo besó dulcemente, acariciando su cuerpo con suavidad.
—Ha-hazlo... —dijo cuando se separaron—. Ha-hazlo antes de que me arrepienta.
El diamante asintió con una sonrisa, posó sus manos en sus caderas y, luego de acomodarse un poco, lo penetró con lentitud. Steven soltó un gemido de dolor al sentir una punzada atravesarle las caderas y parte de la columna, apretó el brazo de Pink para que se detuviera, el diamante comprendió su señal. Con cuidado de no moverse de más, se inclinó sobre su cuerpo y pegó su mejilla a la de él. En suaves susurros le pidió que cerrase los ojos y fuera consciente de su respiración, que relajase el cuerpo lo más que pudiera, que así podría disfrutar del acto. Steven, obedeció e hizo lo que le pedía. Unos instantes después, su cuerpo se relajó, el dolor disminuyó, más no desapareció, fue entonces cuando, con un hilo de voz, le pidió a Pink que continuara. Esta vez, quien obedeció fue el diamante, comenzó a mover sus caderas con lentitud, provocando que Steven comenzara a soltar gemidos de placer teñidos de dolor, pero, poco a poco, abandonaron aquel tinte para ser únicamente de placer. Le cruzó los brazos alrededor del cuello, evitando que Pink se separara demasiado de su cuerpo. Este último comenzó a embestirlo con más fuerza, logrando que la habitación se llenara, de repente, de gemidos y jadeos de ambos, de los roces de sus cuerpos. Steven perdía poco a poco la noción, se escuchaba balbucear cosas, pero ni siquiera podía distinguir sus propias palabras, al menos no las que no fueran "Pink". Poco a poco se abandonaba al placer que las embestidas de su contraparte le daban. Podía sentirlo entrar y salir de su interior con fuerza, sus manos sostenerlo y acariciar su cuerpo al mismo tiempo, su respiración chocar contra su cuello provocando que se estremeciera constantemente. Le gustaba más de lo que hubiera imaginado. Cerró los ojos disculpándose con alguien que, en el momento, no recordaba su nombre, pero que le debía unas sinceras disculpas, luego de aquello sería difícil volver a sentir tal placer. Sintió que la lengua del diamante lo arrancaba de sus pensamientos al pasar por su cuello lenta y tortuosamente, jadeó como respuesta, complaciéndolo. Las embestidas de Pink comenzaron a ser más rápidas y fuertes, favorecido por las fuerzas de Diamante Rosa que abandonaba cada vez más el cuerpo de Steven. Cuando este último aflojó el agarre, su contraparte aprovechó para separarse de él, lo observó brevemente mientras tomaba sus muslos para levantarlos un poco. Observó su expresión de placer ante cada una de sus embestidas, esbozó una pequeña sonrisa, bajó la mirada a su cuerpo hasta llegar a su erección palpitante, decidiendo que seguiría jugando con él por un tiempo más. Centró su atención por completo en las embestidas. Presionó ligeramente los muslos de Steven, cada vez se acercaba más a su límite, pronto eyacularía. El contrario, por su parte, había sucumbido ya al calor de su cuerpo y a las embestidas contrarias, ya no era capaz de razonar, solamente de disfrutar lo que el diamante hacía con cada vez más fuerza. De repente, este último se detuvo, Steven pudo sentir el líquido caliente en su interior, haciéndolo estremecer. Pink salió de su interior, pero no lo dejó siquiera recuperar el aliento, tomó su miembro nuevamente para masajearlo, primero, con lentitud, pero pronto comenzó a mover su mano más rápido. Se inclinó hacia su miembro y, dirigiéndole una pequeña sonrisa de lascivia, comenzó a lamerlo. Steven no pudo reprimir un gemido que llenó la habitación. Sintió a su contraparte lamer y chupar su miembro. Su cuerpo temblaba, ni siquiera había podido recuperar el aliento. Cerró los ojos abandonándose al placer por completo, después de todo, no tenía las fuerzas para detenerlo y tampoco quería, la felación se sentía bien. El diamante siguió con su labor, lamiendo y jugueteando con su lengua a gusto, deleitándose con los gemidos y jadeos que no cesaban. Podía ver cómo el humano se retorcía de placer, indicándole que pronto eyacularía. Lo sacó de su boca para seguir masturbándolo con la mano, moviéndola con rapidez. Steven no pudo aguantar más, soltando un gemido un tanto ahogado con su mano, eyaculó por fin. Agitado, entreabrió los ojos encontrándose con la sonrisa del diamante.
—T-tenías razón... —dijo aún jadeante—, s-sabías perfectamente lo que quería...
La sonrisa de Pink se amplió mientras se acomodaba a su lado.
—Podemos repetirlo cuando quieras.
—Por ahora, prefiero descansar —se acomodó para mirarlo con comodidad—. ¿Me acompañarás todo el viaje?
—No sé volver a la gema. Aunque no quisieras, te acompañaría.
Steven suspiró, pero, a esas alturas, no le molestaba tenerlo cerca. Cerró los ojos rendidos de cansancio. Por su parte, el diamante se dedicó a mirar a sus alrededores, curioso de la habitación y lo que podría hacer allí mientras el humano dormía.
Al otro día, salieron a recorrer tranquilamente el pueblo antes de volver al camino sobre el ocaso. Steven descubrió que Pink no era una molestia como creía cuando lo conoció, incluso le agradaba tener su compañía, a pesar de que deseaba hacer el viaje solo. Durante la noche, mientras se acomodaban en un hotel junto al camino, pensó en Connie, ella no se merecía aquello que estaba haciendo; aquello que había nacido de un deseo del que no había sido consciente hasta que él surgió de su gema. Pensó en llamarla en la mañana, tenían que hablar, necesitaba contarle lo que había sucedido. De repente, un Pink profundamente dormido, cruzó su brazo por su cintura haciendo que su mente se distrajese por completo. Se volvió hacia él, preguntándose si realmente estaba dormido, sabía que Amatista dormía normalmente como cualquier humano, pero, finalmente, Pink también era una gema. Aún así, parecía plácidamente dormido, incluso parecía estar soñando, cada tanto, las comisura de sus labios se curvaban en pequeñas sonrisas que no duraban más de unos segundos. Steven se descubrió absorto observándolo, a pesar de que sus rostros eran iguales, descubría una persona completamente distinta a él. Se acurrucó contra su pecho, abrazándose. Cerró los ojos pensando en que, al parecer, el viaje con el diamante no sería malo en absoluto, que lo ayudaría más de lo que pensaba a encontrarse.
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