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Capítulo 19


Alec se levantó a la mañana siguiente, con unos dedos acariciando suavemente su cabello, y su rostro enterrado en el cuello de Magnus. Magnus le tenía abrazado, sus piernas enredadas, y repartía besos en su mejilla. Después de baño, ambos se habían acurrucado en la cama, dándose palabras llenas de afecto hasta caer dormidos.

– ¿Cómo te sientes, amor? – Magnus le preguntó, dándole un beso en la mejilla.

– Bien, – Alec dijo, sacando su rostro del cuello de Magnus.

– ¿Te duele? –

– No. –

– ¿Dormiste bien? –

– Si. –

– ¿Has decido que solo te comunicaras en base a una palabra ahora? –

Alec frunció el ceño y le dio un golpecito en el pecho. – Oh, cállate. –

– Bueno, esas fueron dos palabras. – Magnus se burló. Alec soltó una risita, y tomó la mano de Magnus entre las suyas. – ¿Podemos hablar de lo que paso anoche? –

El estomago de Alec se revolvió. – Prefería que no. –

– Alec, necesitamos hablarlo. –

Alec suspiró. – No pude manejarlo, – Alec cerró los ojos por la pena.

– Cariño, eso fue mi culpa, no tuya, – Magnus dijo, besándole suavemente.

– Pero no fue nada diferente a lo que llevamos haciendo durante semanas, – Alec protestó, escondiendo su rostro de Magnus. – La vez que te follé yo, hice que te corrieras tres veces. –

– Alec se que ya he hecho que te corras tres veces, – Magnus dijo. – Pero lo que hicimos ayer fue algo que tuvimos que haber hablado primero. No era mi primera vez en el sexo bondage, se que se necesita cierta preparación antes...–

– No quiero escucharlo, – Alec murmuró, sintiendo celos irracionales crecer.

– Ninguno de ellos significó nada comparado a lo que tu significas para mi, – Magnus le aseguró, besándole la punta de la nariz. Alec intentó ignorar la llama de orgullo que creció en su pecho.

– Eso ayuda un poco, – Alec admitió, con una pequeña sonrisa.

– No quiero que pienses nunca más que me voy a ir solo porque no hagas algo sexual, – Magnus le dijo. – Soy demasiado egoísta como para dejarte. –

Alec le miró a los ojos, con un puchero. – ¿Pero que pasa si no te hago feliz con lo que puedo darte? – susurró.

– Alexander, lo que pasó anoche fue mi culpa. Te empujé al límite, perdí la visión de lo que realmente importa. –

– ¿Qué importa? – Alec preguntó, cohibido.

– Hacerte sentir bien, amor. Quiero dártelo todo. –

– Bebé, ya te lo dije. Tu ya me lo das todo, – Alec murmuró, besándole suavemente,

– Pero ayer lo hice sobre mi. Quería ver que tan lejos podía llevarte. Quería llegar a tu limite...–

– Eso no es algo malo, Magnus. Solo fue... demasiado, – Alec protestó.

– Y debí ser capaz de verlo, cariño, – Magnus dijo, con una sonrisa triste.

– Estabas bastante distraído, – Alec dijo, de repente cayendo en cuenta. – O estabas usándome como distracción. ¿De que intentabas distraerme? –

– Alec...– Magnus abrió los ojos sorprendido.

– No hagas esto. Si de verdad estamos saliendo... o algo así...–

– Estamos saliendo. Lo estamos, – Magnus le interrumpió.

– Entonces se honesto conmigo. ¿Qué pasa? –

El silencio creció entre ambos, hasta que Magnus contestó. – Los dolores de cabeza solo están empeorando. Nunca había experimentado algo así. No se que hacer. –

El corazón de Alec se detuvo. – Bebé, mierda. No puedes seguir así, hay que buscarte ayuda. Vamos a llamar a Catarina, a ver si ella puede ayudar. Y no te vas a librar de esto, – Alec soltó, determinado, y Magnus sonrió, besándole suavemente. – Y tampoco te vas a librar besándome. – Alec dijo, algo mareado.

– Lo sé, amor, – Magnus murmuró, acariciando la mejilla de Alec. – Solo... haría lo que fuera por ti. Espero que lo sepas. –

El corazón de Alec exploró de felicidad, y le besó una vez más. – Pues lo que quiero es que estés conmigo por mucho tiempo más, así que deja de ser tan obstinado y quédate conmigo. –

– No planeo dejarte, Alexander. Nunca. –

Alec le abrazó, fuertemente. – Lo tienes prohibido. Así que vístete, voy a llamar a Catarina por ayuda, – dijo, soltándole y levantándose de la cama. Notó como Magnus le miraba con una suave sonrisa. – ¿Qué? –

– Nada, solo disfruto de la vista, – Magnus sonrió.

Alec se sonrojó. – Si bueno... deja de hacerlo y sal de la cama. –

Alec caminó hacía la sala para encontrar su teléfono y marcar a Catarina. Su mundo se había puesto de cabeza desde ese día en que Magnus había entrado a su oficina. Los cazadores de sombra solo amaban una vez y Alec...

– ¿A que debo el placer de recibir una llamada del Director del Instituto tan temprano? –

– Ah...– no se había dado cuenta de la hora. – Lo siento. Es que no llamo en nombre de la clave. Es un... favor personal. –

– Me intrigas, – Catarina dijo, interesada.

– Es Magnus, – Alec dijo, y Catarina contuvo el aliento. – Aparentemente a tenido dolores de cabeza por algunas semanas. Nada le ayuda y solo han ido empeorando. –

– Los brujos no tenemos dolores de cabeza, – Cat le interrumpió.

– Lo sé, por eso te llamo. No se que hacer. No es como que pueda dibujarle un Iratze o darle un ibuprofeno. –

– Estaré ahí en cinco minutos. ¿Cómo se siente ahora? – ella le preguntó.

– Solo dice que no es muy grave, lo cual es una mierda, – Alec gruñó al teléfono. – Apenas si me dice algo, con trabajo le pude sacar algo...–

Alec entró a la habitación y frunció el ceño al no encontrar a Magnus. Caminó por el lugar, ignorando la voz de Catarina, cuando al lado de la cama, encontró a Magnus tirado en el suelo, demasiado pálido. Alec sintió su corazón detenerse, se hincó a su lado, respirando a penas al notar que su pecho se movía.

– Cat... está desmayado. Magnus se desmayó... por favor...– El teléfono quedó en silencio un momento. – Magnus, bebé, por favor...–

– ¿Alec? –

Alec sintió un poco de alivio al escuchar la voz de Catarina en el departamento. – ¡Habitación! – gritó, sin dejar de ver a Magnus. – Vamos brujo obstinado, despierta. Vamos. – rogaba, intentando despertarle. – Por favor...–

Catarina cruzó la habitación en segundos, comenzando a trabajar su magia en el cuerpo de Magnus.

– ¿Puedes ayudarle? – Alec preguntó, viéndola con preocupación.

– Ni siquiera se que está mal con él, – ella susurró, haciendo que el corazón de Alec se hundiera. – Acuéstalo bien en el piso, sobre su espalda. –

Alec obedeció, y usando toda su fuerza de voluntad, le dio espacio para trabajar, viendo como la magia azul salía de sus dedos para entrar en el pecho de Magnus. Los segundos eran eternos.

– Necesitamos llevarlo al Instituto, – ella dijo, finalmente. – Necesito monitorearlo con el equipo correcto. No se lo que está pasando, Alec. Necesitamos estabilizarle, por el momento. Así que vístete. En cinco minutos abriré un portal para llevarle al hospital. –

Alec nunca se había movido más rápido en toda su vida, vistiéndose en menos de un segundo, y atravesando el portal a toda velocidad.

*

Se encontraba sentado al lado de Magnus en la cama del hospital, quien estaba conectado a varias maquinas alrededor. Había sido algo difícil ignorar a todos los cazadores y llevar a Magnus al cuarto de hospital. Catarina inmediatamente había comenzado a trabajar e incluso había llamado a Lorenzo Rey por ayuda, con quien se encontraba a fuera en ese momento.

– Esto no es justo, sabes, – Alec susurró a la silenciosa habitación. – Se supone que solo sería sexo. Una que otra follada aquí y allá y luego continuar odiándonos. No se supone que se volvería algo... mas. Mucho más. – dijo, tomando la mano de Magnus entre las suyas. – Nunca había sentido algo así por alguien más. Tu... cambiaste todo. Cambiaste mi vida entera y no sabría como seguir sin ti en ella.

Lágrimas comenzaron a salir de sus ojos sin poder controlarlas. – Magnus... vuelve, por favor. Prometiste que no me dejarías. Lo prometiste...– sentía que su corazón se rompía dentro de su pecho. – Necesito que vuelvas a mi. Te dije que eras el único para mi, no habrá nadie más. Solo serás tu. Aun hay tantas cosas que quiero decirte... que necesito decirte, que necesitas escuchar. Y no pienso darte una patética confesión de amor dentro de un hospital donde ni siquiera puedes escucharme, así que vuelve a mi, ¿okey? –

Mantuvo la mano de Magnus entre la suya, con miedo a soltarla, hasta que notó un sutil movimiento.

– ¿Magnus? ¿Puedes escucharme? – Alec dijo, suspirando cuando notó que los ojos de Magnus se abrían un poco. – Hey, mírame, bebé. Aquí estoy. –

Le tomó un momento a Magnus enfocar la mirada en Alec. – ¿Qué pasó? – preguntó Magnus, con dificultad, intentando sentarse.

– No, no... espera...– Alec le detuvo, haciendo que Magnus se quedara en la cama. – Te desmayaste en tu departamento, mientras hablaba con Catarina. Ella llegó inmediatamente y te trajimos aquí. –

– Lo cual me parece una exageración, – Magnus miró alrededor. – Estoy seguro que hubiera estado bien después de unos minutos. –

– Magnus, a penas respirabas, – Alec protestó, poniendo una mano en el pecho de Magnus. – No despertabas. No me iba a arriesgar a que... algo te pasara. –

– Eres demasiado emocional, cazador. –

– No juegues con eso, – Alec le contestó, mirándole con seriedad. – No cuando estaba muriendo de preocupación por ti. Me importas demasiado, y voy a estar preocupado hasta que esté seguro de que vas a estar bien, –

– Lo siento, Alexander, – Magnus murmuró, tomándole de la mano y dándole un beso. – Tienes razón, lo siento. ¿Qué dijo Catarina? –

– Nada aún. Estaba teniendo un poco de problemas averiguando que pasaba, así que llamó a Lorenzo Rey para ayudar...–

– No, – Magnus le cortó vehementemente. – Sácame de aquí. No voy a dejar que ese bastardo me ayude. Absolutamente no. –

– Magnus, – Alec le habló con voz dura, haciendo que Magnus se detuviera y le mirara confundido. – No te vas a mover de aquí hasta que Catarina vuelva. –

– Alec...–

– No era una pregunta. No voy a dejar que arriesgues tu vida solo porque eres un idiota arrogante. – dijo Alec. Ambos se miraban fijamente enojados, en una batalla de miradas.

– Eres una gran molestia, – Magnus dijo, finalmente bajando la mirada.

– Puedes enojarte todo lo que quieras, pero me voy a asegurar de que estés bien. –

– Bien, pero déjame solo. Vete. –

– No, – Alec dijo, sentándose en la esquina de la cama, cruzándose de brazos. Ambos se miraron en silencio, hasta que una mano acarició el muslo de Alec.

– No estoy enojado contigo. –

– Pareciera que si, – Alec murmuró.

– Es solo que no me gusta no tener el control. No saber lo que pasa o tener que depender de otras personas...– Magnus dijo, con sequedad. Alec suspiró.

– Bebé, lo peor que podría pasar es que mueras solo porque eres demasiado obstinado como para dejar que te ayuden. Entiendo que no te guste no tener el control, pero a veces hay que aceptar ayuda de otras personas. Yo... no puedo perderte, – finalmente susurró.

Magnus le miró, el glamur de sus ojos cayendo, y entrelazando su mano con la de Alec. – Eres demasiado insufrible, espero que lo sepas. –

Alec sonrió feliz, – Lo sé, – murmuró, para luego besar la frente de Magnus.

– ¡Estas despierto! – ambos se separaron para ver entrar a Catarina, seguida por Lorenzo. – ¿Cómo te sientes? –

– Cansado, como si hubiera usado demasiada magia, por lo demás, bien, – Magnus dijo, apretando la mano de Alec. – Ahora, si pudieras darme de alta, estaría más que feliz de poder terminar mi recuperación en la comodidad de mi hogar. –

– No, no no, nada de eso. Cat, te hará un examen completo antes de dejarte ir, – Alec protestó, viéndole mal. – ¿Qué tal si te vuelve a pasar? –

– Deja de ser tan molesto, cazador, – Magnus contestó.

– ¡Y tu deja de ser tan obstinado! – Alec exclamó.

– Okey, caballeros, ambos cálmense, – Catarina interrumpió. – Lightwood. Sal. De otra forma nunca podré terminar de checarle. Ahora. –

Alec la miró por un momento, antes de darle un suave beso a Magnus. – No seas un idiota y déjala hacer su trabajo, – le dijo, dándole una mala mirada antes de salir de la habitación.

Alec se dejó caer en la sala de espera, desesperado por que terminaran y pudiera volver a entrar.

– ¿Cómo está Magnus? –

Alzó la mirada para ver a Isabelle y Jace acercarse, y sentarse a su lado.

– Ah despertado, gracias al Ángel, – murmuró. – Insiste en que está bien... porque es un idiota. Catarina y Lorenzo le están checando ahorita mismo para asegurarse de ello, antes de que volvamos a casa. –

– Es fuerte, Alec. Va a estar como nuevo muy pronto, – Izzy le aseguró.

– Y volverá a ser el mismo molesto ser de siempre, – Jace agregó, con una sonrisa, ganándose una mala mirada por parte de Alec. – ¿" Volvamos a casa"? ¿Realmente te importa, cierto? – Jace repitió.

– Cállate, – Alec miró a un lado. Lo cierto es que Brooklyn ya se sentía más como su hogar que el mismo Instituto.

– No tienes que ocultarnos nada Alec. También podemos notarlo. Te notamos más feliz, calmado, enfocado... no se porque sigues negándolo. ¡todos lo notamos! –

– Te voy a golpear si no te callas...– Alec le amenazó.

– ¡Es obvio Alec! ¡Solo admítelo ! ¡Le amas! – Jace gritó, sonriendo radiante.

– ¡Claro que lo hago, maldita sea! – Alec gritó, con el corazón latiendo a toda velocidad. – ¿Okey? ¿Estas feliz? Si... me importa demasiado. Y me esta matando el miedo de que algo este mal, de que no puedan arreglarlo, de que pueda perderlo. Y no puedo... no podría...–

– Alec... hey, – Izzy le tomó de la mano, cuando Alec ya no pudo continuar por el nudo en la garganta. – No le vas a perder, ¿okey? Ya despertó y Catarina no va a dejar que nada malo le pase. Solo respira. –

– No puedo perderle, Iz, – Alec se cubrió la cara con las manos. – No puedo. Me prometió que no me dejaría. No puede hacerlo. –

– Alec. Magnus es un idiota obstinado. No se va a ir sin pelear, especialmente sin pelear por ti. No cuando te mira como si fueras su maldito sol, o algo así. – su parabatai le dijo.

– Cállate, – Alec masculló de nuevo.

– Todos lo notamos, hermano, – Izzy le dijo, suavemente. – Todos podemos ver que también te ama. –

Alec hipó por las lagrimas, sin poder decir nada más. Los tres se quedaron en silencio, esperando por que alguien saliera a decirles algo sobre Magnus.



Disculpa por desaparecer... pero a veces la vida se complica ):

Lo importante es que volví, con dos capítulos, para terminar ya la historia, para los que siguen por aquí. Creo que le quedan como 5 capitulos, 

Gracias por todo y aquí continuamos, lento pero seguro (:

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