Capítulo 10
Alec amaneció al día siguiente en la cama de Magnus, sintiéndose adolorido y cansado. En la noche, Magnus le había llevado a su loft, sin perder tiempo, le aventó en el sillón, poniéndolo en cuatro, le alzó su culo y le folló de forma salvaje hasta hacerle ver estrellas. Había sido perfecto
Después, besándole, le había llevado a su habitación, donde Alec cayó sobre la cama, y Magnus entre sus piernas. Ambos exhaustos, habían caído dormidos. Hasta esa mañana, cuando Magnus le había despertado con un beso.
– Voy a preparar un poco de te, ¿Quieres algo más? – Magnus murmuró sobre los labios de Alec, pero sin verle a los ojos
– Uh, tomaré lo que tu tomes, – Alec sintió la incomodidad de Magnus, mientras este se levantaba y aparecía unos pantalones de seda.
– Um... puedes usar la ducha si quieres. –
Magnus desapareció por la puerta, y Alec se quedó ahí, viendo el techo. Una cosa era follar en cada superficie del departamento, incluso del Instituto, pero esto... quedarse a dormir con Magnus, se sentía un cambio en su relación. Y se supone que solo era sexo, ¿cierto?
Alec cerró los ojos, intentando eliminar esos pensamientos. Quizá una ducha le ayudaría. Entró al baño y el olor de sándalo le recorrió el cuerpo. Era intoxicante, como Magnus. Comenzó a bañarse, llenándose de la esencia de sándalo en todo su cuerpo, en su cabello... en su polla. Endureciéndose al pensar que olería como el brujo por todo el día.
– Estoy jodido, – murmuró para si mismo.
Alec terminó de bañarse, cuando se dio cuenta que no tenía una toalla. Tomó la de Magnus y se secó con ella. Salió del baño y comenzó a vestirse con la ropa regada en el piso. Iba a ponerse los pantalones cuando escuchó una voz.
– Las protecciones de mi hogar fueron dañadas, – una voz con tono acusador dijo. Alec se acercó a la puerta para escuchar mejor. – Se que estabas molesto. Solo no pensé que fueras a jugar sucio por esto. –
– Si Asmodeus realmente escapó de Edom, todo Nueva York está en peligro, – Magnus le dijo al extraño en la sala. – Como Gran Brujo, tu debes...–
– Se lo que debo hacer, – el visitante escupió. – Mantener mi gente a salvo. Incluso si tengo que mandar a brujos problemáticos al Laberinto de Espiral por sus crímenes. Se que estás detrás de esto. Y lo voy a probar. –
Alec escuchó como el visitante cerraba una puerta con fuerza.
– Se que estabas escuchando. Ya sal, – Magnus le llamó.
Alec se sintió culpable, pero salió de la habitación. Magnus se había dejado caer en el sofá, y sus ojos recorrieron el pecho de Alec.
– ¿Algún problema? – Alec preguntó, acercándose a Magnus.
– Ese era Lorenzo Rey, el nuevo Gran Brujo de Brooklyn. Anoche tuvo una gran fiesta en su casa, que está exactamente donde terminas las líneas protectoras de la ciudad. De alguna forma esas líneas fueron corrompidas durante su fiesta, y todos comenzaron a perder el control de su magia. –
– Y Lorenzo piensa que tu eres el responsable junto con... ¿un Demonio Mayor? ¿Asmodeus? – Alec preguntó, deteniéndose justo en frente de Magnus.
– Asmodeus y yo tenemos ... una historia, – Magnus dijo, abriendo sus piernas y tomando a Alec de los bóxer para acercarle a él. – Asmodeus es el Príncipe del Infierno más poderoso y... mi padre. – Magnus deslizó su dedo por el borde de los calzoncillos de Alec, bajándolo un poco
– ¿Tu padre? – Alec preguntó, temblando por las manos de Magnus sobre el y la declaración. – Se que todos los brujos tienen un familiar demonio, pero... ¿Asmodeus? –
– Necesito encontrarle. Su magia es bastante única. Su pudiera estudiar las protecciones corrompidas, sería capaz de encontrarle, – Magnus dijo, viendo su reacción.
– En ese caso, ¿Qué estamos esperando? – Alec le preguntó, sin aliento, por las caricias de Magnus.
– ¿Estamos? – la mano de Magnus se detuvo abruptamente.
– Si bueno, al menos que... no quieras mi ayuda, – Alec se veía nervioso.
– No, no... sería útil tu ayuda. – Magnus le contestó. – Es solo que, para ello tendría que entrar a la casa de Lorenzo, donde obviamente no soy bienvenido. Así que no puedo simplemente aparecerme ahí. –
– No siempre tenemos que usar magia, ¿sabes? – Alec le sonrió.
– ¿Vamos a allanar una casa, Lightwood? – Magnus sonrió, burlón, depositando un suave beso en la mandíbula de Alec.
– Claro que no, – Alec giró los ojos. – Bueno sería, de buena educación, si el Director del Instituto se presentara para conocer al nuevo Brujo de Brooklyn, ¿cierto? –
Magnus le miró, sonriendo malvadamente. Bajó los bóxer de Alec, haciendo que este cerrara los ojos al sentir como comenzaba a acariciar su miembro.
– Vaya, Alexander, no sabía que podías ser tan malvado, – Magnus susurró.
– Es algo político, no malvado, – Alec gimió, mientras Magnus movía su mano más rápido. – Diablos. Se siente bien. –
– Política y maldad pueden ir de la mano, cariño, – Magnus apuntó, inclinándose para lamer la punta del miembro de Alec. Alec le sujetó del cabello, invitándole a continuar. Magnus apretó los glúteos de Alec, mientras adentraba todo el miembro en su cavidad, y comenzaba a tragarlo.
– Mierda. Tu boca es increíble, – Alec gimió, sin poder quitar la vista de como su miembro desaparecía en la boca del brujo. Magnus chupó una última vez, antes de sacarlo de su boca.
– Lo sé. Pero tenemos una mansión que allanar, – Magnus le recordó, soltando el miembro de Alec.
Alec frunció el ceño, antes de lanzarlo contra el sillón y subirse a su regazo, abriendo las piernas.
– Quieres follarme, – Alec le susurró sobre los labios, girando las caderas sobre el duro miembro de Magnus. – Quieres hundirte profundamente dentro de mi, hacerme gritar, y llenarme con tu...–
– Si, – Magnus susurró. – Si quiero. Pero las líneas...–
– Podemos ser rápidos. Hemos sido rápidos, – Alec dijo, acariciando las caderas de Magnus, y bajando los pantalones del brujo.
– Yo no quiero que sea rápido, – Magnus le dijo, mordiendo los labios de Alec. – Quiero tomarme mi tiempo, romperte parte por parte, lentamente. Hacer que te corras una y otra vez, hasta que ya no puedas más. –
Alec tembló. – Magnus...–
– Pero no tenemos tiempo. Así que supongo que tendré que conformarme con tu miembro en mi mano, – Magnus dijo, tomando ambos miembros. Alec gimió contra la boca de Magnus, en un beso rudo, y salvaje, mientras que este bombeaba los dos miembros.
– Hey, – Alec empujó a Magnus, para mirarle. – Quiero verlos. –
Magnus le miró, deteniéndose. – ¿Qué...? –
– Quiero verlos, – Alec repitió, pasando sus dedos por las cejas de Magnus. Magnus le miró sorprendido, apretándole con sus manos, y dejando caer el glamur, mostrando sus ojos de gato dorados. – Eres tan malditamente hermoso. – Alec susurró sin aliento.
– Creo que tienes un fetiche por las marcas de los brujos, Alexander, – Magnus bromeó, volviendo a acariciar sus miembros.
– Mierda... no, solo por la tuya, – Alec gimió. – Solo por ti. –
– Sabes lo que me encanta escuchar, cazador, – Magnus murmuró, mordiéndole los labios. – Y por eso, voy a hacer que te corras. –
– ¿Estás seguro de que no tenemos tiempo para que me folles? – Alec preguntó, besando los labios de Magnus. – Podrías abrirme y follarme rápido...–
– Eres una puta, Alexander, – Magnus le interrumpió, chasqueando los dedos, para bajar aun más sus pantalones y lubricar la entrada de Alec con magia.
– Vamos, Magnus. Sabes que quieres hacerlo...– Alec le susurró, arremetiendo contra su miembro. – Necesito tu polla dentro de mi, necesito sentirte dentro...–
– Lo sé, cariño, – Magnus le dijo, alineándose en la entrada de Alec. – Y lo tendrás. Vas a pasar el resto del día oliendo a mi, sintiéndome dentro. Te voy a hacer sentir muy bien. –
Alec soltó un grito cuando Magnus le penetró con fuerza, en un solo movimiento. Se agarró de los hombros de Magnus para no caer, quien inmediatamente comenzó a marcar un ritmo fuerte y duro. Magnus golpeaba su entrada sin piedad.
– Mierda, te sientes increíble, – Magnus jadeaba, abrazando a Alec de la cintura, para tenerte cerca. – Tan caliente y apretado. –
– Mierda. Mierda. Mierda. ¡eres tan grande! – Alec gemía, jalando el cabello del brujo, y besándole de forma sucia, y desordenada. – Me encanta que me folles. Eres tan perfecto dentro de mi...–
– Fuiste creado para mi, cazador. Tu pequeño hoyo fue echo para que lo llene, – Magnus insistió, embistiéndolo y golpeando su próstata con fuerza. – Eres mío, Lightwood. Mío, y nunca te voy a dejar ir.
– Nunca. ¡Nunca! – Alec demandó, mordiendo los labios de Magnus. – No puedes follarme y dejarme, te necesito...–
– Te tengo, Alexander, – Magnus le aseguró. – Y no iré a ninguna parte, cariño. –
– Por favor, – Alec se sentía indefenso, desesperado por el brujo. Magnus apretó las nalgas de Alec, abriéndolas.
– Agarra tu miembro, cariño, – Magnus le ordenó y Alec obedeció. – Quiero que te corras, al mismo tiempo que te lleno con mi semen. –
– ¡Oh mierda! –Alec gritó, sintiendo como Magnus le mordía el cuello. Comenzó a bombear su miembro, y no paso mucho tiempo para que Magnus se enterrara dentro de él, llenándole, y Alec se corriera sobre su abdomen.
– Te dije que teníamos tiempo, – Alec le susurró, sonriendo, cuando su orgasmo se calmó.
– Calienta pollas, – Magnus le contestó, dándole una nalgada, haciendo que Alec gimiera. – Aun tenemos que explorar esa reacción. – Magnus añadió.
– Vete a la mierda, – Alec contestó, adormilado sobre el regazo de Magnus, quien aun continuaba dentro de él. Su cuerpo dolía, pero no quería moverse. Ambos se quedaron así, en un cómodo silencio, a veces besándose suavemente. Hasta que Alec comenzó a moverse, auto penetrándose.
– De verdad, no tenemos tiempo, cazador, – Magnus gimió, viendo las intenciones de Alec.
– Lo sé, – Alec suspiró, resignado, sabiendo que el brujo tenía razón.
Magnus soltó una risita, y dándole un último beso, salió del interior de Alec, y se levantó del sofá. Alec sintió como el semen de Magnus salía de su interior. Magnus comenzó a vestirse, siendo distraído por la vista. Alec sonrió y se acercó a besarlo, pero Magnus se resistió.
– Vístete, Alexander, – le dijo. – Necesitas ponerte ropa. –
– Aguafiestas, – Alec murmuró, haciendo un puchero.
*
– ¡Cazador! ¡No puedo mantenerlo más! – Magnus gritó, la magia saliendo de sus manos mientras luchaba por componer las protecciones corrompidas de la ciudad.
– ¡No puedo... alguien me bloqueó! – Alec gritó, moviendo sus manos por el teclado, intentándolo todo. – ¡Lo haré manualmente! –
– ¡Apresúrate! –
Alec corrió hacía el panel en la pared. Volteó a ver a Magnus, preocupado, quien aun luchaba por componer las protecciones.
– ¡Lightwood! –
– ¡Estoy en ello! – Alec contestó. Tomó la palanca entre sus manos, pero estaba demasiado dura. Se quitó su chaqueta y dibujó la runa de fuerza. – ¡Vamos, vamos! – gritó, cuando finalmente logró mover la palanca.
– ¡Alec! –
La palanca se movió. El edificio entero tembló cuando las líneas y el núcleo se encontraron con la energía angelical. Alec se dejó caer contra la pared, cansado, con los brazos temblado. Pero no tuvo tiempo de descansar, cuando vio a Magnus caer sobre sus rodillas. Como pudo, se levantó y corrió hacía Magnus.
– Te tengo, – le susurró, acomodándolo en su pecho. Magnus dejó caer su cabeza sobre el hombro de Magnus.
– Lo sé, – Magnus susurró, sonriendo y acariciando el muslo de Alec. – De nuevo entre tus piernas. Mi lugar favorito. –
Alec soltó una risita, antes de girar la mirada para ver el núcleo del Instituto. – Lo hicimos, – susurró, apretando sus brazos sobre la cintura de Magnus.
– Yo lo hice, – Magnus le corrigió. – Tu ayudaste un poco. –
– No seas egoísta, – Alec replicó.
– Se que soy increíble, eso no me hace egoísta. Mucho menos en este momento, – Magnus contestó, con un suspiro. – Deberíamos ir arriba y hacerles saber que no hicimos estallar el Instituto, –
– Creo que ya se habrán dado cuenta, – Alec contestó. Pero hizo que ambos se pararan, ayudando con su cuerpo a Magnus. En ese momento, Jace, Isabelle y Clary entraron, empujando a Raj y un grupo de cazadores. – ¿Qué está pasando? –
– Raj te había bloqueado del sistema, – Jace le dijo, enojado. – ¿Funcionó? –
– Las protecciones ya no están corrompidas. Tuve que hacerlo manualmente, – Alec miró enojado a Raj. – Tus acciones casi nos matan a Magnus y a mi. Si no hubiera podido liberar la energía...–
– ¡Tus acciones han puesto en peligro al instituto y a los cazadores en él! – Raj respondió.
– Desobedeciste una orden directa. – Alec le dijo. – Era un riesgo necesario, y por ello ordene que se evacuara el Instituto. Serán detenidos. –
– ¿Y que vas a hacer, Lightwood? ¿Desterrarnos? – Raj demandó, cuando unas esposas fueron puestas en sus manos y sus estelas retiradas.
– Eso es exactamente lo que haré, – Alec contestó. – Creo que un tiempo en la Isla Wrangel les hará bien. –
El grupo de traidores jadeó, mientras eran llevados a sus celdas para después ser transferidos. Alec se dejó caer en una mesa, y vio como Magnus se sentaba en una de las sillas.
– ¿Están bien? – Clary les preguntó.
– Perfectamente bien, – Magnus contestó, guiñándole un ojo. – Solo... cansando. Utilicé bastante magia. –
– Deberías ir a casa a descansar, – Izzy insistió, y miró a Alec divertida. – El Jefe del Instituto debería asegurarse de que llegues sano y salvo a casa, después de lo que hiciste hoy. –
Alec le fulminó con la mirada. Su hermana no era nada sutil.
– Me encantaría. Normalmente diría que no necesito ayuda, pero incluso yo tengo que admitir que esta vez si me pasé con el uso de mi magia. – Magnus contestó.
– ¿Estás seguro de que estarás bien? – Jace preguntó. – Podemos llamar a Catarina... lo último que necesitamos es que nuestro mejor brujo desaparezca por no poder hacer un portal–
– No hace falta. Solo necesito ir a casa. Y dile eso al nuevo Gran Brujo, –
– Lorenzo Rey nunca estará al mismo nivel que tu, – Alec contestó, sin pensarlo. Luego notó las miradas de todos en él, e intentó parecer neutral. – Um... vamos, te llevaré a casa. No eres el único cansado, después de todo. –
Se apresuró a salir de ahí, fulminado a sus amigos que no dejaban de reírse de él, llevando con el a un cansado Magnus
Finalmente habló al salir del lugar.
– ¿Estás seguro que puedes hacer un portal? – Alec le preguntó, al ver al brujo sostenerse con trabajo.
– No me insultes, cazador, – el brujo le dijo. – Se que me veo cansado, pero solo necesito dormir un poco. Además, no estoy completamente drenado, siempre guardo un poco para volver a casa. –
– ¿Estás...? –
– Si vuelves a preguntármelo, te convertiré en un gato, – Magnus le amenazó.
– No, no lo harás, – Alec sonrió, – no te follarías a un gato, –
– Eres un idiota, – Magnus soltó una carcajada.
Un momento después, aparecieron en la habitación de Magnus, quien se dejó caer en la cama.
– Hey, no. No puedes dormirte con esa ropa. No será cómodo, – Alec protestó, intentando levantarlo.
– No quiero comodidad, solo quiero dormir, – Magnus murmuró, pero Alec no le dejó acostarse. Le sentó nuevamente, y detuvo su mano antes de que Magnus pudiera chasquear los dedos.
– Basta. No más magia, – Alec le ordenó, con su voz de cazador de sombras en jefe. Magnus le miró sorprendió, y a la vez sonrió pícaro.
– ¿Por qué, Alexander? ¿Quieres desvestirme? – alzó una ceja, haciendo que las mejillas de Alec se calentaran.
– Pues si, pero solo para que puedas dormir cómodo, idiota, – Alec contestó, desabotonado los botones de la camisa de Magnus.
– Aunque normalmente no me quejaría en cualquier otro momento, realmente ahora necesito dormir. Estoy muy cansado como para follarte, – Magnus murmuró, acariciando las caderas de Alec.
– No estoy aquí para que me folles, – Alec le dijo, sin detenerse en su tarea. – Estoy aquí porque estoy preocupado por ti, y te estoy desvistiendo para que puedas descansar. –
– Si no te conociera mejor, diría que te importo, – Magnus comentó, mientras Alec finalmente le quitaba la camisa a Magnus.
– ¿De qué...? ¡Pues claro que me importas, idiota! – Alec contestó, mirándole incrédulo. – Ahora párate. –
– ¿De verdad? – Magnus preguntó, parándose para que Alec le quitara los pantalones.
– No lo hagas la gran cosa, – Alec masculló, quitándole los zapatos para poder sacar los pantalones. – Solo... solo es porque me follas muy bien. Eso es todo. –
– Eso es todo, – Magnus repitió.
La boca de Alec se secó, dándose cuenta de que tenía al brujo desnudo entre sus brazos. Magnus le besó suavemente en los labios, antes de dejarse caer nuevamente en la cama, cansado. Alec no dejó de verle, mientras Magnus se acomodaba entre las almohadas, cubriéndose con su sábana. Alec suspiró y se dio la vuelta.
– ¿A dónde vas? –
– Um... ¿Al Instituto? ¿A descansar? – Alec se giró, frunciendo el ceño.
– ¿Y como vas a ir al Instituto? – El brujo le preguntó, sin abrir los ojos. – ¿Caminando? –
– Bueno...–
– Alec, estás tan cansado como to. Si te vas caminando, no vas a llegar, – Magnus le dijo. – No voy a ser el responsable de que el Director del Instituto termine colapsando en alguna calle de Nueva York. Así que quítate la ropa, ven aquí, y duerme. Mañana te vas. –
– Em... estas... ¿estas seguro? – Alec tartamudeó.
– Si. Necesitas dormir, – el brujo insistió, alzando su cobija como un gesto para que Alec entrara.
Alec se quitó la ropa rápidamente, para que Magnus no pudiera cambiar de opinión, y se deslizó dentro de la cama junto a Magnus. Magnus chasqueó los dedos y las luces se apagaron.
– ¡Deja de usar tu maldita magia! – Alec gritó, tomando la mano del brujo entre las suyas.
– Relájate, Alexander, estoy bien, – Magnus murmuró, descansando su cabeza en el hombro de Alec. Después de un momento en silencio, Magnus dijo. – Era en serio lo que dije antes. –
Alec frunció el ceño, algo adormilado. – Dijiste muchas cosas hoy. –
– Esta mañana, cuando dije que no te iba a dejar ir, – Magnus murmuró, contra el pecho de Alec. – No lo haré. Eres mío. –
– Yo también lo dije en serio, – Alec contestó. – No quiero que me dejes ir. No quiero que me dejes. –
Magnus suspiró feliz, abrazándose a Alec con sus brazos y piernas. La mano de Magnus se enrolló sobre el miembro de Alec, quien soltó un gemido.
– Dijiste que...–
– Lo sé, – Magnus movió un poco su mano, haciendo que Alec temblara en sorpresa. Magnus le besó suavemente los labios. – Solo me justa jugar. Lo sabes, – el brujo susurró sobre sus labios.
– Eres un idiota, – Alec susurró.
– Pero amas mi polla, Alexander, – Magnus suspiró, sobre el hombro de Alec. – Ahora, duerme, –
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