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Capitulo 4 - Su dulce cantar

- ¿¡Qué!? ¿¡Que se te ha caído la cartera!?

Ya habían pasado dos días después del incidente en el local OZZIE'S.

Eran los ocho de la mañana. Nikki acababa de despertarse después de que sonara el timbre de la llamada en su móvil. Se trataba de su compañero Sam. El cual le acababa de explicar que se le había perdido la cartera en la calle anoche.

- Fue en el anillo de la avaricia, creo recordar... - le comentó este. Intentando acordarse del lugar en el que la perdió - Acababa de salir de un restaurante... Y justo me hube subido al tren de regreso a casa cuando me di cuenta de que ya no la llevaba encima... Iría a buscarla yo. Pero es que esa zona me pilla lejos... Y como tú vives en dicho anillo, pues...

Nikki, llevándose una mano a la sien por lo despistado que había sido su compañero, le dijo en plan cansado:

- ¿Podrías decirme por qué lugar te pasaste antes de llegar a la estación?

Sam se quedó en silencio por un rato. Como si estuviera haciendo memoria. Hasta que, a los diez segundos, le contestó a su amigo:

- Por la calle Acacias 38... En una zona apartada de la ciudad... Cerca de un edificio inmenso... Si no recuerdo mal, no sé si por ahí había un pequeño parque algo destartalado donde me paré a fumar un rato...

Tras escuchar sus explicaciones, el joven agente supo a qué lugar se refería. No había pasado muchas veces por ahí. Pues no solía ser muy atractivo para él. Además de que estaba vacío la mayor parte del año. No sabía el por qué...

Pero conocía la dirección. Sabía cómo llegar hasta allí. Y a pesar de que le daba un poco de pereza dirigirse en esos momentos hacia allí, pues era domingo y estaba agotado, trató de ser amable con su compañero de trabajo. Y accedió en ayudarle.

- De acuerdo, Sam... - murmuró con desgana - Ahora mismo voy para allá...

- Gracias, tío... - le contestó este agradecido - Ten cuidado cuando vayas allí... ¿Sí? En esa zona hay mucho puterío clandestino...

- "Ni que fuera mi madre..." - pensó Nick para sus adentros - Ok... Iré para allá...

Y colgó.

*
El joven agente no tardó ni veinte minutos en llegar al destino. Tuvo que pillar el metro. Pues el lugar no estaba tampoco demasiado cerca de donde él vivía. Pero sólo tuvo que esperar dos paradas.

Cuando se bajó en donde supuestamente se encontraba la calle Acacias 38, Nikki vio a lo lejos, colocado en una alta colina, un edificio enorme que hasta entonces no había visto en su vida. Pues él apenas se paseaba por allí muy a menudo. Justo en esa dirección se encontraba la calle.

Con gesto de curiosidad, caminó en dirección a aquél bloque tan extraño.

Cuanto más cerca estaba, más inmenso se le hacía a la vista dicho edificio. Tuvo que ascender por una cuesta. Siguiendo un sendero de piedras que conducían a la cima.

Ya hubo llegado allí arriba, cuando frente a su derecha sus ojos dieron con un cartel rosa medio descolorido. Cuyas letras casi borrosas rezaban en mayúsculas: "Welcome to the Happy Hotel".

Luego miró hacia el frente. Y descubrió entonces el por qué de ese anuncio de bienvenida en lo alto de la silenciosa colina.

El gigantesco edificio, oscuro y tenebroso a simple vista, era un hotel. Bastaba también con ver el letrero de luces blancas que tenía instalado en la última planta. Muy luminoso. Sin embargo, lo que a Nikki le extrañó fue que en ese letrero no ponía "Hotel Feliz", como en el cartel borroso. Sino "Hotel Hazbin". Y eso confundía un poco.

- ¿Pero qué diablos...? - murmuró medio estupefacto. Jamás había visto un edificio de esas características en el infierno. Quizás lo habrían levantado no hace mucho. Pero su aspecto destartalado hacía dudar demasiado sobre la edad que podría tener.

Apenas lo hubo observado por unos minutos, cuando recordó entonces a qué había venido. Así que ignoró el aterrador edificio y se dirigió al parque pegado a dicho lugar. Donde supuestamente estaría la cartera de Sam.

Cuando llegó allí, se puso a buscar como pudo por todos lados. Rincón tras rincón. Y cuanto más tiempo pasaba más se desesperaba. Si no encontraba la dichosa cartera a su amigo le iba a dar un gran disgusto. No quería fallarle en sus intentos de ayudarle.

Tras diez minutos de búsqueda sin descanso, al final el pobre agente se dio por vencido.

Se dejó caer sobre un banco que tenía al lado y soltó un exagerado suspiro. Parecía ser que su misión había sido un buen fracaso. No deseaba pensar la mala noticia que le tendría que contar luego a Sam.

- ¿Y ahora qué hago? - dijo en voz alta. Secándose el sudor de su frente con la manga de su chaqueta.

Pero entonces, justo hizo ademán de levantarse, cuando vio no muy lejos de donde estaba, junto a los columpios, a una demonio.

Era enana. De pelo rojo y corto. Tenía un uniojo profundo de color amarillo. Y vestía un vestido de criada blanco. Sobre sus patas finas y negras sostenía lo que parecía ser una cartera. La cual no dejaba de mirar con curiosidad.

Nikki se incorporó de golpe tras ver a esa extraña. Tenía lo que estaba buscando.

Sin embargo, antes de que él pudiera decirle nada, ella, quien pareció darse cuenta de su presencia, agarró con fuerza la supuesta cartera y echó a correr a una exagerada velocidad.

- Eh... ¡Eh! - se dirigió tras ella alarmado. Sin saber quién sería esa persona - ¡Detente...! ¡No huyas!

La persecución desembocó en las puertas de vidrio descolorido del siniestro hotel. En el cual la pequeña demonio se escondió. Entró por la puerta principal y cerró tras de sí de un portazo.

Nikki frenó el paso después de que la extraña se metiera para dentro de ese lugar. Cerrando las puertas en todas sus narices.

- Oh... Genial - murmuró fastidiado - Ahora tengo que entrar aquí...

Con cuidado, abrió la puerta lentamente. Provocando un ligero chirrido que le dio escalofríos.

Ya dentro, sintió un ligero aire caliente y un olor a polvo en suspensión. Todo cuanto le rodeaba estaba oscuro. Parecía como si a ese lugar no hubiera entrado nadie en años.

La luz de la luna infernal que traspasaban las ventanas del corredor lograron que el chico pudiera ver mejor el interior. Estaba todo patas arriba. Las mesas volcadas, un pequeño frigorífico torcido en una esquina, un mini bar sin nada que ofrecer en su estante...

Lo que más le llamó la atención fueron los cráneos de venados que había expuestos en la pared. Además de los cuadros. Eran pinturas y fotografías de la familia real. Lucifer con los overlords, Lucifer con su mujer y su hija, la princesa en compañía de una mujer de pelo plateado, la nobleza posando...

En esos instantes pensó nervioso que probablemente ese lugar en el que se acababa de meter pertenecería a alguien cercano al rey. Pues esas fotos daban mucho que pensar. Y si era así, su vida peligraba.

Pero sus pensamientos aterradores fueron interrumpidos por una voz. Una voz proveniente de alguna parte del edificio. Un cántico suave e hipnótico.

Nikki se volvió hacia semejante cantar. Al fondo de un pasillo de la izquierda.

Curioso, fue a averiguar de quién se trataría. Esperaba que no fuera un overlord. Eso lo llevaría directo a una muerte segura.

Paso que daba, más cerca sentía aquella encantadora melodía.

Tras haber cruzado el oscuro pasillo, sintiéndose observado por los ojos de los siniestros cuadros instalados a los lados, encontró una puerta medio abierta. De la que emanaba una luz amarilla.

No cabía duda. El autor de la voz angelical estaba dentro de esa habitación.

Evitando no hacer ruido, con miedo a que lo pillaran, el agente se dirigió con sigilo hacia la puerta.

Tras estar frente a ella, se asomó por la apertura. Entornando los ojos para poder agudizar su vista.

Y lo que vio allí dentro lo dejó atónito. Casi sin poder respirar.

Angel Dust, vestido con un esmoquin rosado de aspecto masculino (su traje habitual de trabajo), sostenía entre sus manos a un cerdito pequeño y regordete. Al cual lo miraba sonriendo con dulzura. Mientras se ponía a entonar una canción cuya letra Nikki no supo comprender.

ANGEL DUST
I'm addicted to the sorrow...
When the buzz ends by tomorrow...
There's another rush of poison flowing into my veins...
Giving me a dose of pleasure that resides by the pain...

Al momento, la cara del arácnido demonio se tornó a triste. Cosa que al agente le hizo sentir una punzada en el corazón. No sabía el por qué. Pero sentía compasión por ese pecador. Y más aún después de oír lo que estaba cantando.

Entonces, sin pensarlo, el apenado Nikki abrió la puerta lentamente. Dejándose ver poco a poco.

Igualmente, Angel Dust, que tenía su vista centrada en su mascota, siguió con su canto. Intentando evitar ponerse triste.

ANGEL DUST
I'm addicted, I'm dependent...
Looking awesome, feeling helpless...
And I know I'm raising cain by every highway of hell...
Maybe things won't be so terrible inside this hotel...

Nada más terminó de pronunciar la última palabra de su canción, el cerdito, quien parecía estar cautivado, le dio un adorable lametón a este en la mejilla. Gesto que a él le hizo sonreír.

Sin embargo, el chirrido de la puerta de la habitación a sus espaldas hizo que palideciera de golpe.

Se giró rápidamente. Esperando que no se tratara de su jefe. Para encontrarse con un Nikki asombrado y a la vez apenado.

Muy pronto lo reconoció. Era el muchacho que trató de seducir en el autobús el otro día.

Se produjo un silencio tan incómodo en el ambiente que hasta al agente le comenzó a invadir el arrepentimiento. ¿Por qué diantres había abierto la puerta? ¿Por qué no se había quedado escondido donde estaba? ¿Qué buscaba con dejarse ver?

Ambos se miraron con los ojos muy abiertos. Como si esperasen una respuesta por parte de alguno de ellos.

El cerdito de Angel Dust, todavía agarrado entre los dedos de su dueño, tras mirar al desconocido recién llegado, soltó un gruñido de advertencia. Poniendo una cara de enfado que daba miedo.

Al notar tanto silencio, Nikki trató de aclarar el motivo del por qué estaba allí. Para evitar los malentendidos.

Sin embargo, alguien entró en la sala. Rompiendo el momento.

Una joven de pelo largo y plateado, medio tuerta de un ojo, echó a un lado a Nikki de su camino. Y luego se dirigió con gesto de furia a Angel Dust. Al cual le soltó una reprimenda que no venía a cuento.

Le dijo que no debe de realizar sus trabajos sucios en el hotel. Y que si volvía a traer a uno de sus clientes de nuevo allí lo echaría ella misma a la calle de una patada.

Por lo que parecía ser, Angel Dust estaba de huésped en ese hotel. Y esa mujer, quien probablemente sería la jefa, lo estaba regañando porque se creía que Nikki era un cliente que le había pagado para que le diera sexo.

Tras lo que le gritó, la chica salió de allí dando largos pasos. Fulminando al agente con la mirada antes de abandonar la habitación.

Ya se hubieron quedado sólos de nuevo, Angel, ahora molesto, se cargó a su cerdito al hombro y se dirigió hacia donde estaba Nikki. Pegado en la entrada muy quieto.

- Hey... - trató de decir el agente. Ignorando por completo la aparición de la dichosa mujer - Ca... Cantas muy bien... Jamás había oído a nadie en mi vida con esa voz tan an...

Pero Angel Dust lo apartó de en medio bruscamente. Golpeándole con el hombro en el pecho. Callando sus comentarios que pareció tomar como cumplidos ridículos.

Tras aquel gesto feo, Nikki se quedó mudo. Sin saber bien qué hacer o decir al respecto. Algo dolido porque ese chico le hubiera hecho eso. Rechazando su amabilidad.

Al final, dándose cuenta de que no había hecho más que hacer el tonto, sacudió la cabeza y murmuró:

- ¿A qué coño he venido aquí? - hace el gesto de marcharse - Qué ridiculez...

Sin embargo, alguien lo paró. Agarrándolo de su pantalón.

Sin esperarse tal cosa, esperando que no fuera un huésped, este dirigió su vista hacia el quien lo acababa de detener.

Era la enana de antes. La que se había encontrado en el parque. La cual, con una cara simpática, le ofreció la cartera y le dijo con una voz chillona:

- Me parece que ésto es tuyo... - le sonríe en plan amable - Te llamas "Sam..." ¿Verdad?

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