Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 10


Enzo Díaz

Con frustración le meto una patada con toda mi fuerza a la pelota, como si esa fuese la única forma de soltar toda la bronca y enojo acumulado que llevaba encima desde hacía semanas, y entonces, como si de una bomba se tratase, la reviento contra el arco descargando todo. Largo una puteada al aire mientras siento como las gotas de transpiración comienzan a descender por mi rostro. Agarro con mis manos el borde de mi musculosa del club y uso la tela para secarme, luego miro a mis compañeros al lado mío que están en la suya, todos excepto Enzo Pérez. El capitán no deja de mirarme y yo no puedo ni mirarlo a la cara, me da asco, bronca y si sigo estoy hasta mañana. Aprieto los puños de solo imaginarme sus manos sobre el cuerpo de Julieta, tocando a su antojo, sin arrepentimiento encima, y ella lo había permitido. Eso era lo que más me jodía, que no la tenía así, la imaginaba diferente, aunque en el fondo sabía que no lo era.

Si había algo que odiaba era la infidelidad, sobre todo porque ya había pasado por eso.

—¿Está todo bien hermano? —Su voz me saca de los pensamientos. Se da el tupé de fingir que me cae bien, cuando él mismo sabe que no lo puedo ni ver. Hacerse el pelotudo y tomar el papel de víctima hasta con su mujer le salía genial.— Enzo...

Veo que se acerca y me apoya la mano sobre el hombro, a lo que me giro y la saco con desagrado. Sé que se da cuenta, pero ni siquiera se imagina lo que siento por Julieta, tampoco puedo culparlo, pero no iba a negar que quería cagarlo a piñas.

—Estoy bien —suelto un suspiro que me doy cuenta que venía conteniendo y rato de no demostrar enojo a través de mis expresiones faciales, pero es algo que me resulta imposible desde que tengo memoria.— No me pasa nada.

Enzo se encoge de hombros restándole importancia.

—Trata de calmarte porque la vas a terminar cagando, se vienen partidos importantes y tenes que tener esto —señala su cabeza con el dedo— al cien por ciento. ¿Entendiste?

Odiaba que me diera órdenes. Incluso que fuera capitán no le daba el honor de mandarnos a todos como si fuéramos su ganado. Debo calmarme, bajar el enojo de alguna forma porque cuando me consume la ira no logro revertirla. Aprieto la mandíbula y cierro los ojos para luego abrirlos, buscando calmarme pero al ver su rostro y su gesto de soberbia, no puedo graduar mis palabras y suelto lo primero que se me cruza por la cabeza.

—Estoy bien te dije, no me vengas a romper las pelotas —sentencio acercandome a él, acortando la distancia con los puños apretados aguardando todo mi enojo en ellos.— Trata de controlarte vos, porque con tus boludeces caemos todos en la volteada.

Levanto tanto la voz, incluso sin darme cuenta, y cuando observo detrás de nosotros todos nos están mirando, incluso Demichelis. Nuestros compañeros nos observan con cara de incredulidad, pero nadie entiende nada. Quizás porque no saben quién es Enzo Pérez en verdad.

Enzo levanta una ceja como si no entendiera a lo qué me estaba refiriendo, y sobre todo porque claramente no se esperaba para nada esa reacción mía. Había estado toda la semana preguntándome qué me pasaba y estaba seguro de qué quería sacarme información, averiguar si pasó algo más esa noche en el boliche cuando me fui con Julieta. No iba a darle ese placer.

—¿Qué carajo te pasa a vos? Estás re chapita —me mira a los ojos con el ceño fruncido y acorta aún más la distancia entre ambos, a tal punto de que quedamos demasiado cerca y noto que aprieta sus puños.—A mí hablame bien porque no tengo ningún problema de acomodarte, vofi.

Si hay algo que odio en esta vida es que me tomen el pelo, y Enzo se está sacando el número en la lotería que sortea un par de piñas. No voy a negar que pegarle resolvería un cincuenta por ciento mis problemas, sin embargo, una parte de mí sabe que no es buena idea porque me traería problemas con el club y con el DT.

—Intentalo y vas a ver —contesto tratando de controlarme, pero su reacción me toma desprevenido y el intento de control de mi parte se va a la mierda cuando me agarra de la camiseta con fuerza.— Soltame o te juro que te cago a trompadas.

Lo empujo con fuerza e inesperadamente recibo el mismo gesto de su parte, terminando por colmar mi nula paciencia. Apoya sus manos con rudeza contra mi pecho y me tira hacia atrás haciéndome trastabillar sobre mis propios pasos.

—Rescatate entonces.

Quiero matarlo. O por lo menos pegarle una piña y sacarme toda la furia que manejo. No serviría de nada pero al menos no me quedaría con las ganas que tengo acumuladas.

—La volves a tocar y te juro que te cago a bifes, te aviso nomás —le apunto con el dedo en su pecho, presionando con fuerza antes de mirarlo con mi peor cara. Él sabe de quién estoy hablando, pero ninguno más entiende a quién me refiero.— Dejala en paz y arregla tus mambos pero no la metas a ella. ¿Me entendiste?

Su expresión cambia por completo a una de susto cuando sabe que hablo de Julieta. Sabe que yo sé todo, incluso que soy capaz de ir y decirle a la mujer de cómo la caga, y debería.

—No sé de qué estás hablando, pajero —suelta un suspiro y se ríe negando con la cabeza.— ¿Qué la defendes ahora? ¿Te gusta? Si sos un enfermito de mierda que ni sabe lo que quiere, no me vengas con boludeces, ni que fueras el novio.

Le avisé. Le avisé y no me dio pelota. Se estaba buscando que le desfigurara la cara de una trompada.

—Sos un hijo de puta, ¿vos te pensas que soy pelotudo? —lo empujé con más fuerza del pecho y me acerqué todavía más hasta enfrentar mi rostro al suyo.— Decile a tu mujer con cuántas la cagas o voy yo mismo a decirle, corneta de mierda.

No era la primera vez que tenía encuentros así con el capitán, siempre habíamos tenido roces y los solucionamos, es decir, uno puede chocar muchas veces con una persona por no ser compatibles, pero Enzo, sumado a que no me llegaba, tampoco me cerraba. Había cosas de él que me terminaban haciendo manijear solo y pensar cosas que me hacían mierda. Había algo que ni Julieta ni nadie sabía, porque nunca lo había contado a una persona.

Enzo Pérez fue mi mayor sospecha de los cuernos que me metió mi ex novia hace un par de años, cuando yo estaba jugando en talleres y no me conocía casi nadie. Mi novia, en ese momento, venía a verme a los partidos. Discutíamos mucho, más que nada porque estábamos por costumbre, sabía que ella quería algo más, algo que yo no le podía dar: dinero, cámaras, atención. Y cuando tuvo la mínima oportunidad, se metió con un jugador de River Plate, uno que claramente no se dio a conocer el nombre. Nunca supe quién fue, pero saltó a los medios hablando de eso, tuvo lo que quiso: fama. Pero claramente no duró mucho porque los medios la callaron y la tacharon de busca fama. Por la seguridad del jugador y el control de daños, nunca dieron el nombre, pero dijeron que era alguien importante en el plantel. Obviamente que cuando me enteré me sentí destruido, defraudado y quería romper todo. Es decir, a mí nunca se me hubiera ocurrido hacerle eso. Quise averiguar quién era, pero todo el mundo tapaba el nombre y la identidad del hijo de puta. Así que nunca me enteré quién se cogió a mi novia. También me junté con ella para preguntarle, pero nunca abrió la boca, guardó demasiado bien el secreto, no supe si era porque le habían puesto plata para que se callara o alguien la había amenazado. En fin.

Mis sospechas nunca fueron acertadas, eran vagas puesto que no conocía bien la vida amorosa de los jugadores, pero desde qué entré a formar parte del plantel de River me enteré de cosas que me descolocaron por completo. Hay infidelidades, terceros en discordia, y más. Sobre todo, se habla de infidelidades de Enzo Pérez a su mujer actual y de toda la vida. Siempre saltan nombres de mujeres y las tratan de buscar fama o de atención. Aunque todos los que estábamos dentro sabíamos cómo era el jugador y que eso era más que posible. Por eso siempre sospeché que fue él quien se metió con mi ex, pero sin pruebas no me servía de nada culparlo.

En ese momento siento una mano apoyarse con ligereza en mi hombro derecho, y miro de reojo para ver de quién se trata, es el Vikingo. Me mira con un signo de pregunta reflejado en su rostro, seguramente había escuchado todo, él sabía cosas también, y a pesar de que se hiciera el boludo con Barco, los dos eran inteligentes como para deducir cosas.

—Cortenla chicos, dale —ordena Demichelis desde el otro lado mientras nos mira amenazante a los dos.— Parecen nenes de dos años.

Enzo Pérez me mira con el ceño fruncido y suelta un suspiro antes de darse la vuelta como si nada. Le importa una mierda el daño que le hace a las personas con sus actos.

—Lo voy a matar, te juro —le susurro a Lucas en voz baja, llevando las manos hasta la cara y refregando esta con insistencia, como si fuera la única forma de rescatarme.— Se hace el gil encima. Que hijo de puta.

Lucas me agarra de la cabeza y me sacude las hebras castañas de mi pelo con rapidez antes de empujarme.

—No armes bardo boludito, salis perdiendo vos —se encoge de hombros y me deja un beso en la cabeza.— Rescatate porque la terminas ligando, si ya sabes cómo es el boludo este, calmate gato.

Una vez que susurra eso cerca de mi oído a modo de complicidad, se retira a seguir precalentando. Tengo que mirar hacia otro lado que no sea donde está él porque sé que me va a poner caras haciéndose el banana y sería la gota que colmaba el vaso para sacarme de quicio totalmente.





Hoy habían organizado una cena de gala en el Club, y si había algo que odiaba era vestirme de traje. No iba a negar que me veía genial con una camisa negra, unos pantalones de vestir y unos zapatos de cuero, pero hasta cierto punto, porque me sofocaba.

El lugar está decorado con guirnaldas, globos y luces de los colores rojo y blanco, sumado a que a las persianas les habían colgado cortinas de color rojo con ciertos detalles de blanco y negro. El sonido del parlante colmaba todo el espacio, no era ensordecedor, más bien era una música tranquila que sonaba de fondo. En el fondo estaba el Dj junto al barman, que prepara tragos a algunos de mis compañeros. Todos habían llevado a alguien, ya fueran familiares, amigos, pareja. Para mi sorpresa, Enzo Pérez estaba solo, sin la mujer y hablando con Centurión bastante entretenido.

Me quedé ensimismado observando a la puerta por unos segundos como si fuera lo más interesante del mundo, buscando con la mirada a Julieta, sin embargo, no había vestigios de ella por ningún lado. Sabía que después de la discusión que habíamos tenido, no tuve la oportunidad de explicarle lo que realmente me pasaba y pensaba, porque a la primera salió corriendo como si yo fuera el peor monstruo del mundo. También fue un claro indicio de que no quería que le hablara pero algo en mí no iba a acatar esa orden.

—Me dijo que iba a venir —la voz de Barco me saca de mis pensamientos por unos segundos, vuelvo a mirarlo y levanto una ceja con intriga al no entender de quién estaba hablando.— Julieta, pelotudo. Cómo te cuesta, campeón.

Su risa sonó entre nosotros y me pasó un brazo por el hombro mientras que con su diestra sostenía un vaso lleno de whisky, por lo que pude deducir.

—Mirá vos, no me importa igual —contesto mintiendo y mirando hacia otro lado para evadir su mirada con sorna. Sabe que estoy ocultando la verdad, pero no dice nada, solo me mira—. Posta boludo, no fue nada eso que viste.

Se volvió a reír negando con la cabeza. ¿Tan mal me sale mentir? Capaz porque todos se habían dado cuenta, muy en el fondo, que desde que había llegado al grupo y presentaron a Julieta, mi mirada me delataba cada vez que me quedaba viéndola como si fuera la única mujer en el mundo.

—No te hagas el boludo vos, que te conozco wachin —susurra en voz baja guiñandome un ojo.— Mirá, hablando de Roma.

Hace un gesto con su cabeza, apuntando con su dedo índice en dirección contraria, donde estaba la puerta.

—Ta re linda, ¿no?

—Salí, chajá de mierda —lo empujé jodiendo y volvió a abrazarme mientras soltaba una risa cómplice.

Me quedo embobado al verla, está buscando a alguien en específico con la mirada, mientras que observa el lugar entreabriendo sus labios, asombrada. Viene agarrada con firmeza del brazo de su hermano, y a su lado la acompaña también su familia, su padre y su madre que forman parte del club y habían venido del exterior, según me comentó Tute.

Trago saliva al observar su cuerpo, trato de no mirar en su dirección y cumplir con la restricción que me había puesto, pero no puedo evitarlo y la recorro con mis ojos, deteniéndome en sus piernas desnudas. Lleva puesto un vestido de color negro que le llega hasta por encima de las rodillas, lo suficiente para tentarme. Tiene el pelo suelto con un pequeño mechón detrás de su oreja que le queda demasiado bien. Debería alejarme pero algo me dice que la salude, que la mire, y eso empeora cuando su mirada se encuentra con la mía entre tantas otras. Se me queda viendo por unos segundos, y siento que me quema por dentro con ese único gesto, pero ninguno de los dos corre la mirada del otro, como si fueran dos imanes que se buscan para conectar. Sé que está sintiendo lo mismo que yo pero es lo suficientemente terca como correr la mirada y fingir que no acaba de pasar nada entre nosotros. Como si no existiese en su vida.

—Fua amigo, disimula un toque —murmura Barco y recién caigo en cuenta que todavía está al lado mío.— Que pajero te tiene, anda a saludarla.

—No va a querer la forra —admito—. Estamos medio peleados.

Niega con la cabeza siguiéndola con la mirada, observando cómo saluda a todos junto a sus padres.

—No seas cagón, ¿querés? —amenaza el morocho y suspira— Mira que acá dormiste y te roban a la wacha, viste cómo son estos, una manga de buitres.

Me doy vuelta para mirarlo.

—¿Hablas por vos no?

Asiente. Que tarado que es.

—Loquitos —aparece Tute con una sonrisa y nos abraza a los dos.— Cómo los extrañé.

—Nosotros no —le suelta Barco jodiendo y recibe un golpe en el hombro de parte de Tute.— Mentira, bombón.

—Ah, me parecía, hijo de puta —murmura riendo y señala al barman.— Vamos a pedir algo, dale.

—Uh, ya empezamo' —digo molestandolos y Barco se encoge de hombros.

—El alcohol es más sano que el agua dicen, ¿no era así? —levanta una ceja antes de encaminarse hasta la barra.

El resto de la noche se hace eterna, sobre todo porque tengo que aguantarme a Tute y Barco cantando todas las canciones de cumbia que pasan después de la cena, y porque sumado a eso, no soporto a Enzo Pérez que parece no estar dispuesto a dejar de mirarla. Julieta alterna su vista entre él y yo, sin embargo, parece afligida e incómoda, le sonríe al capitán pero me mira a mí sin hacer nada, como si estuviera tratando de decirme algo. Sé que me extraña, yo también, pero no pienso meterme en su vida y arruinarla, ¿o sí? Me quedo recalculando si es buena idea acercarme, ya que todos están medio entonados por el alcohol, incluido Enzo y la veo sola, sentada en una de las sillas del fondo, cerca de la cocina.

A la mierda, pienso.

Camino decidido, dirigiendo mis pasos hasta donde se encuentra ella, evitando que su hermano y los demás me siguieran, cosa que no hacen porque están lo suficientemente pasados de alcohol para obviar cualquier cosa o situación obvia. Nadie ni nadie me va a frenar a tenerla cerca.

Me ve venir y no hace nada, solamente me sigue con la mirada y busco una silla que está al lado suyo para sentarme. Ahora no me mira, evita hacerlo, como si le molestara o quemara, sabe que si lo hace se va a doblegar al igual que yo lo hago cuando la tengo cerca mío.

—Tan linda y tan sola —murmuro y al rato caigo que es la virgada más grande pero Barco decía eso y le funcionaba.—¿Y esa carucha?

Veo que observa en otra dirección, sin dirigirme la mirada ni por un segundo. Me evita y eso me hace sonreír de lado.

—¿Qué te importa?—lleva sus labios hasta el vaso que tiene en la mano, dándole un trago largo y suspirando.— ¿No tenes nada mejor que hacer?

—No, es un embole esto —niego con una sonrisita repasandola con la mirada y trago saliva al notar que ahora sí me devuelve la mirada.— Mirá qué temón.

Escucho que suena amigos con derecho de Nene Malo.

—Una chotada —comenta poniendome la sonrisa más falsa que conozco— ¿Por qué no te tomas el palo?

—Nah, prefiero hablar con loquitas de mierda como vos —susurro acercando mi silla a la suya, acortando la distancia y rozando mi pierna contra la suya, noto que un escalofrío le recorre el cuerpo por la forma en la que su piel se achina. Se voltea a verme poniendo cara de culo, sin embargo eso solo hace que me tiente el doble.— ¿Tenías ganas de verme?

—No, cero ganas la verdad —agarra una copa con algo adentro y le da un trago largo antes de devolverla a la mesa.— ¿Sabes una cosa? Estaba re tranqui hasta que viniste a romperme las pelotas.

Está alterada y enojada, sé que miente por la forma en la que su cuerpo reacciona cuando miro hacia todos lados y apoyo mi mano en su pierna, tomandola desprevenida. Su piel está caliente y noto que traga saliva cuando afirmo mi agarre. Acaricio su pierna con el pulgar y tras el apretón empiezo a pasear la mano sobre ella, bajando hacia la rodilla solo para después subir por el interior de su muslo muy lentamente.

—¿Ah, sí?—pregunto, curioso, levantando una ceja con sorna mientras humedezco mis labios y noto que se tensa cuando dibujo círculos con la yema de mi dedo por el interior de su muslo— Qué lástima, yo tenía muchas ganas de verte. No tengo nada mejor que hacer...

Sonrío de lado mientras llevo mi mano a un nivel más, acercándola un poco a su entrepierna, rozando su muslos y tomando su carne con mis dedos, dándole un leve apretón.

—¿Qué querés forro?—Baja la mirada al sentirla en su muslo, humedeciéndose los labios a la vez que se aclara la garganta.— Se nota que te re cuesta entender las cosas, te dije que no quería esto. Que no te quiero a vos.

—Me entró por un oído y me salió por el otro —sonrío, molestandola.

—Que gil que sos cuando queres.

No había reproche, todo lo contrario, pues en sus labios también se había dibujado una pequeña sonrisa. Sonrisa que se tornó en una mueca nerviosa al sentir como la calidez de mi mano abrazaba su pierna.

—No te hagas la mala conmigo que no te sale, forrita —murmuro en voz baja cerca de su rostro, noto que se pone cada vez más nerviosa por como mueve su pierna con insistencia, en movimientos involuntarios. Debería alejarme de ella, pero hay una atracción, un imán dentro mío que me mantiene expectante, unido a su persona y que ni siquiera logro manejar.— Me encanta como te queda este vestido... —muerdo mi labio inferior y ella sigue mis movimientos con sus ojos, anonadada. Es tan linda. Llevo mis dedos hacia el borde del vestido y levanto la tela un poco para adentrar mi mano debajo de ella. Cuando pienso que va a correrme la mano, no lo hace, para sorpresa mía, la apoya encima de la mía y la sube hasta el borde de su tanga. Me va a matar.— Pero no te voy a mentir, tengo unas ganas tremendas de hacerte mierda y sacartelo.

Su sonrisa se asoma, pero se mantiene seria. Estoy seguro de que se está debatiendo en si hacerlo o alejarse, y yo tampoco estoy muy seguro de si lo que estamos por hacer es lo correcto, sin embargo, trato de borrar esos pensamientos de mi cabeza y llevo mi dedo índice hasta su centro, noto que traga saliva y sus mejillas se tornan de un color rojo intenso. Me remojo los labios al verla enderezarse, sé que está caliente porque noto la humedad que traspasa la tela de su tanga. Sé que nadie nos está viendo porque observo de reojo y todos parecen estar en un cumple. Vuelvo mi vista a ella y sigue con su mano apoyada en la mía, mirándome, sé lo que quiere pero no me la va a pedir porque su orgullo es peor que el mío.

—¿Qué pasa, preciosa? ¿Ya te mojaste?—pregunto con sorna, en voz baja, acercando mis labios a su oído, pero aun manteniendo la distancia para que nadie sospeche. Recibo una mirada mala de su parte, pero noto que sus piernas se abren, inconscientemente. Siento que me va a explotar la cabeza de lo caliente que estoy. Nadie en toda mi vida me había calentado con tanta facilidad, no sabía siquiera si era normal eso.— Te haces la otra pero te moris porque te coja, trola.

Aprieta mi mano con su agarre y me sorprendo cuando coloca mis dedos sobre su centro, respirando con dificultad.

—Callate, agrandado —murmura en un hilo de voz, bajo y sin despegar su mirada de la mía. Noto que sus ojos se tornan de un color más oscuro y no me falta comprobarlo para darme cuenta de que me pide a gritos que la toque.— Te odio, me caes cada día peor, te juro.

Mi sonrisa se ensancha al escucharla, la distancia entre nosotros es mínima, pero la suficiente como para que no sospechen y crean que estamos manteniendo una conversación común y corriente. Y sobre todo, nos salvan las mesas y sillas que tapaban toda la escena.

—¿Así que te caigo mal?—levanto una ceja mientras dejo la otra mano en su piernas, y mi derecha busca correr la tela que cubre su intimidad. Tanteo su interior con mis yemas, buscando su clítoris. Noto lo mojada que está por lo rápido que sus flujos cubren mis dedos, su pecho comienza a subir y bajar y paso mi lengua por mis propios labios.— ¿Por qué te pones así si te caigo tan mal?—murmuro con cinismo, notando sus piernas temblar cuando comienzo a estimular su clítoris en movimientos circulares, de un lado hacia el otro, recorriendo sus pliegues con una lentitud provocativa. Intercambio la intensidad de los movimientos, realizando caricias lentas y en algunos momentos más rápidas, llevando las yemas de mis dedos por todo el largo de su clítoris, apretando este con suavidad entre mis falanges, presionando un poco antes de mirarla a los ojos. Está acalorada, con ambas manos a cada lado de su silla, apretando esta con firmeza, con la boca entreabierta y respirando con dificultad.— Decime, putita, ¿por qué te caigo mal?

Incremento los movimientos de mi mano y, sorprendiéndola, adentro un dedo, y luego otro, comenzando a tantear sus paredes internas y rozando la humedad que las recorre. Noto como aprieta ahora sus piernas contra mi mano, sin embargo no la dejo y con mi mano libre se las separo soltando una risa ronca.

Ser quien provoque su placer me calienta tanto que me hace sentir desesperado por seguir dándole la satisfacción que se merece.

—Porque sos un hijo de puta, un infantil de mierda, un vueltero —suelta tratando de hablar, pero solo tartamudea y respira con dificultad, mordiendo su labio con fuerza cuando curvo mis dedos tocando ese punto dulce en su interior.— Enzo...

—¿Qué? Habla ¿O no te sale trolita?

—Ahí, me gusta...

Cierra los ojos apretando cada vez más la silla y muerde sus belfos buscando acallar los gritos que seguramente se atascaban en su garganta, uno detrás del otro. Ella se veía tan débil, y yo estaba luchando en mi interior porque mi pantalón comenzaba a ser una molestia.

—Te haces la linda con él, pero estoy seguro de que no te hace sentir así —muevo mis dedos dentro, sacándolos y metiéndolos seguidamente, inundandolos de sus jugos que salían cada vez más. Despacio, aprovecho para adentrar un tercero y los llevo hasta el fondo lo más que puedo, tragando saliva al ver la imagen que me proporcionaba. Estaba con los cachetes colorados, los labios entreabiertos, mirándome a los ojos como si no pudiera despegar sus ojos de mí y sus piernas que comenzaban a temblar— Vas a ser mía, te aviso. Y cuando lo seas no voy a dejar que nadie te toque, sobre todo ese pelotudo —sabe que me refiero a Enzo Pérez.— Porque le desfiguro la cara, no jodo yo.

—Sos puro chucu vos, salame —murmura con la voz ronca, caliente. Está excitada y puedo darme cuenta por como me mira.

—No me provoques boludita —amenazo, sonriendo— Porque vos estás loquita pero yo el doble.

Sus ojos descienden hasta donde están mis dedos, entrando y saliendo repetidas veces, empapados.

—Sos un pajero de mierda, no te banco —suelta y noto como se le traba la voz en un momento. Quisiera sacarle ese vestido y cogerla pero sé que no es el momento, excepto que puedo hacer otra cosa para entretenerme.— No puedo más.

—Que flojita que sos, eh.

—Así... En, así.

Mi autocontrol se va a la mierda cuando la noto tan suplicante y, por ende, separo aún más sus piernas para volver a la posición inicial y utilizar mis dedos, adentrandolos y tocando los costados de sus paredes, comenzando a embestirla profunda y rápidamente. La pelirroja intentó protestar, aunque se quedó con la palabra en la boca por la forma en que la seguía tocándola, apenas podía pensar de una forma coherente.

Ese apodo solo logra calentarme el doble y tengo que contenerme para no agarrarla y hacerla mierda en la cocina, en el baño, o en cualquier lugar que tuviera a mano. Era impresionante las ganas que tenía de tenerla debajo mío, en la posición que fuese, pero gritando. Puse mi mente en blanco por unos segundos y noté como ahora juntó sus piernas, estaba a punto de llegar al orgasmo, así que con mi dedo pulgar acaricié su clítoris, moviéndolo en círculos y dando suaves toques que hicieron que me apretara más la mano. Poco a poco paso a bombear con más fuerza en su interior, llenándola por completo. Enseguida siento mi pija endurecida al verla en ese estado, debilitada y a punto de correrse. Doy una embestida fuerte con mis dedos dejandolos en lo más hondo curvandolos para encontrar su punto más álgido. El cambio de intensidad de mis dedos, estaba volviéndola loca por como respiraba, agitada, enloquecida. Apenas era capaz de controlarme, sintiendo que estaba cada vez más cerca de perder la poca cordura que me quedaba.

Presiono sobre su clítoris, y también en la zona superior, buscando las partes que más gozo le dieran para someterla a mi voluntad hasta desquiciarla.

—¿Qué pasa? ¿No aguantas más hermosa?—mojo mi labio y toqueteo su clítoris, masajeándolo, presionándolo y pellizcándolo con suavidad, haciendo que su respiración se entrecortara, y provocando que los fluidos emanados de su entrada me inunden los dedos, hasta empaparlos por completo cuando comienza a correrse. Cuando lo hace me agarra del brazo, clavando sus uñas en este y oigo que suelta un suspiro contenido en el fondo de su garganta.— Te ves tan linda así, aunque te hagas la sobradora.

Saco mis dedos de su interior y agarro una servilleta de la mesa, observando que todavía todos seguían bailando. Estaban re en una por suerte. Me mira tratando de calmar su respiración y mantiene su mano sobre mi brazo para después soltarlo.

No dice nada pero no corre su mirada, solo se levanta, dispuesta a salir. Pienso en si es buena idea retenerla, pero sé que si no lo hago, después me voy a arrepentir. Así que la sigo hasta el pasillo, saliendo del salón, directo para el museo. La veo caminar rápido y en cuanto la alcanzo la agarro del brazo, pero se suelta de mi agarre, mirándome con un claro enojo y empujándome del pecho.

—Dejame en paz, Enzo. ¿Que no fui clara?—pregunta alzando la voz y mirándome estupefacta.— Necesito... Tenerte lejos.

—Sabes que eso es mentira —la agarro del brazo acercandola a mí, hasta que apoya sus palmas en mi pecho buscando marcar la distancia.— Ni vos te la crees esa.

Arruga la nariz, molesta. Me mira como si buscara cualquier argumento para alejarme, sin embargo sabía que en el fondo estaba convencido en no dejarla ir.

—Sos infumable flaco —aprieta los labios y cuando noto que se relaja, subo mi mano hasta su mejilla para tomar su rostro con la palma de esta y la miro dubitativo, apreciando cada ínfima expresión y detalle de su rostro. Es hermosa la pendeja de mierda.— Me la re mandé. No va a volver a pasar, quedate tranquilo.

—¿No? ¿Estás segura?—pregunto haciéndome el ofendido y le sonrío elevando la comisura de mis labios, clavando mis ojos en sus labios. No aguanto más.— ¿Estás segura de que no queres que te toque así devuelta?

—Dios.

—¿Qué?

—Te voy a cagar a piñas algún día.

Y es lo último que alcanza a decir antes de que me agarre de la nuca con fuerza y estampe inmediatamente sus labios contra los míos con necesidad, en un movimiento veloz que me deja plenamente aturdido. Acabo cerrando los ojos en el instante que ella inicia ese beso ardiente y de forma automática, se pega más contra mi cuerpo llevando la mano hasta mi nuca y por arriba de mi pelo, para sujetarlo y evitar que me apartara de sus labios. Llevo ambas manos hacia sus mejillas sujetándolas con suavidad, acto seguido ladeo un poco la cabeza estampando mis labios sobre los suyos nuevamente, en un beso necesitado, comenzando a moverlos despacio manteniendo un ritmo lento. La combinación de su saliva caliente rozaba por mi gargantilla, tragándola luego que la sentía invadir toda mi boca. No era un beso como los anteriores, era uno más relajado, pero más necesitado que los demás. Continúa moviendo sus labios sobre los míos, pasando a introducir su lengua en mi boca con fiereza. Una de mis manos baja hasta su cadera, aprisionando esta con vigor y llevándola hasta su culo, colocando mi mano sobre esa zona para darle un apretón preciso. Mi mano derecha viaja por debajo de su mandíbula, rozando su piel con suavidad y llegando hasta su cuello, rodeando este con mi palma. Presiono con ligereza robándole un gemido que choca contra mi boca y ambos nos perdemos en ese beso.

Esbozo una sonrisa que borro casi de inmediato porque no quiero separarme del beso aún. De hecho, la apego aún más a mi cuerpo mientras busco enredar mi lengua con la suya con deseperación. Entonces sé que no hay vuelta atrás. Ninguno de los dos se puede soltar. Los dos nos necesitábamos, nos deseábamos, hasta tal punto que estar alejados nos dolía.

Aún así, ambos sabíamos que esto era el inicio del desastre. Nos íbamos a arruinar, y de la peor forma...









[•••]

AL FINAL POBRE ENZO D

DE LOS CUERNOS Y DE LA MUERTE NADIE SE SALVAAAAA tururu

me lo imagino a enzo d con camisa negra y hermanas...

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro