Capítulo 1: Esperar
Chuuya había tenido un día largo, bueno, uno lleno de tareas y mandados que terminaba haciendo por sus amigos.
Ahora hacía tutorías sobre materias que rendía bien, ganando un poco de dinero extra, por si no fuera poco, también empezó a vender sus apuntes.
Asi qué ahí iba, directo a encuadernar sus apuntes, para complementarlos y tener créditos extras en su clase de literatura.
La verdad no le habría hecho mucho problema si no fuera porque al entrar a la tienda, el chico que le hizo perder el trabajo estaba atendiendo el lugar.
Y como verán, Chuuya solo retrocedió por su camino, pero no alcanzo ni a salir completo de la puerta cuando lo jalaron con fuerza hacia dentro.
El chico había corrido desde el mostrador al reconocerlo, lo confronto mirandolo a los ojos, donde ahora el pelirrojo podía apreciar mas las facciones del contrario, pestañas largas, ojos grisáceos, cara delgada y nariz respingada.
El atuendo venía con una camisa blanca remangada, los pantalones no eran ajustados, pero le resaltaba la cintura; unas pequeños dragones negros estaban tatuados en sus manos, mas no en las palmas.
El chico saco una uñeta de su bolsillo, color negro y con marcas rojas en el diseño. La uñeta favorita de Chuuya.
Cosa que dibujo una expresión de asombro en el pelirrojo.
—¿Dónde estaba? —inquirió curioso , mientras miraba la pieza.
—Lo dejaste en el suelo, cuando golpeaste al tipo —hizo una pausa, para entregarle la pieza—. Lo siento por las molestias, no quería que perdieras tu trabajo.
El pelirrojo guardo la uñeta, mientras suspiraba por lo bajo.
—La verdad, también estaba cansado de ese trabajo —hizo una pausa, meditando si preguntar lo que llevaba en su cabeza hace un tiempo— ¿Por qué estabas siempre afuera del bar?
El chico sonrió.
—Mi maestro antes de morir me dijo que fuera a ese lugar con regularidad porque dejo algo ahí para mi —musito, mientras el chico fijo sus ojos en la ventana detrás de Chuuya—, me dijo que cuando sea el momento correcto, podría ver la nieve.
—¿A que te refieres?
El chico señalo hacia mi espalda.
«¿Nieve?»
Miro hacia atrás para comprobar que nevaba, los copos estaban bajando del cielo y parecía surrealista el como las calles poco a poco se llenaban de tumultos de nieve en solo minutos.
Los ojos se iluminaron al poder ver como los arboles se veían cubiertos de nieve, los niños salían a jugar y las personas se detenían a ver a su alrededor.
—Gracias —dijo Chuuya— No sé por qué, pero siento que esto es gracias a ti.
—Ojala fuera así, pero creo que esto es obra de mi profesor.
—¿Le dirías gracias de mi parte? —pregunto.
—Creo que también puedes hablar con él si gustas —hizo una pausa— te enseño, pero primero debo terminar mi horario laboral.
El chico señalo a la fila que se estaba haciendo en el mostrador, donde todos miraban con expresión de enojo a Chuuya.
El pelirrojo solo se inclino pidiendo disculpas, mientras le hacía señas al chico que se fuera.
Pero ahora que lo pensaba, mientras observaba al chico trabajar, no le pregunto su nombre.
Intento descifrarlo por su apariencia, pero entre mas lo intentaba, terminaba mas enredado.
Pero basado en la inicial que se veía en una de las etiquetas, intuía que su nombre empezaba con R.
Habían pocas cosas que a Chuuya le llamaran la atención, mas últimamente, pero el interés de saber mas por el chico de ojos grisáceos estuvo desde que lo vio leyendo Moby Dick en la banca, tan concentrado como si no hubiera nadie mas en el mundo que él y su libro.
Solo pocas personas pueden hacer eso, sumergirse al tan punto que lo reflejas en el mundo exterior, Chuuya lo respetaba, en su universidad solo había visto unas cuantas lograrlo, acompañado de risas espontáneas por lo que estaban leyendo. A veces se confundía cuando entraba en ma biblioteca y la mayoría estaba llorando sosteniendo un libro.
Aún así, ahora tenia al chico frente a frente, su mente quería hacer tantas preguntas, pero ninguna se quedaba mas de unos segundos en sus pensamientos. Solo podía mover su mirada entre los labios del chico.
Ahí es cuando se preguntó si debería invitarlo a una cita, donde el mismo se viera mas presentable qje unos jeans que encontro en su mesilla de noche, junto a una camisa blanca en corte de V, sin olvidar su choker, aparte de sus guantes negros.
Pero mientras mas pensaba en que lugar su cita podría ser, sus ojos le traicionaban, hasta que cayó rendido en la silla, sin mas que sentir un "apagón" en su sistema.
Solo el mismo sabe porqué estaba tan cansado, después de tener tantas actividades en un mismo día, se preguntaría a si mismo al menos 1000 veces si lo esta haciendo bien.
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