Esto es un capítulo extra del día que Chrischel escogió el nombre de los mellizos.

Rachel.

República Independiente de Gehena.

El aire fresco que se filtra a través de la ventana, se siente increíble porque es una mezcla de bosque con el olor del mar, la cabeza me duele y me mantengo sentada en la orilla de la cama reparando las piedras que me mostraron el día de la revelación del sexo en una de las noches más especiales de mi vida.

Paso la mano por mi vientre duro, tengo casi siete meses y parece que estuviera de nueve por el tamaño de mi abdomen. Capto a Luciana discutiendo abajo y levanto la vista cuando escucho la voz del coronel en el pasillo. Es viernes y suele llegar a altas horas de la madrugada con el fin de pasar el fin de semana conmigo, sé perjudica la candidatura, pero es algo que agradezco, ya que lo necesito y me relaja tenerlo cerca.

Entra quitándose la chaqueta y odio que se vea tan bien mientras que yo parezco una pelota con patas. El cabello negro lo trae desordenado sobre la frente y se ve agotado, pero tan...

—¿Necesitas un vaso? —increpa desabrochandose el reloj.

—¿Un vaso?

—Uno que recoja la baba que estás botando por mí.

Ruedo los ojos y viene a mi puesto en busca de mi boca y no con un beso sutil, sino con un beso cargado de ganas como si no estuviera embarazada y débil, ya que sujeta mi cara llevándome contra la cama, nuestras lenguas libran un duelo entre ellas mientras juego con la placa militar que le cuelga, sintiendo su erección sobre mi abdomen. Tengo muchas ganas, pero no puedo con lo enferma que estoy, aparte de que tampoco puedo agitarme.

—Mi amor, sabes que no puedo —le digo cuando empieza a refregarse sobre mí.

—Siento que lo hice hace un siglo, ¿Para qué nos casamos si no vamos a follar siempre? —Intenta abrirme las piernas y lo quito consiguiendo que respire por la boca tragándose el enojo.

Queda a mi lado paseando las manos por el bulto que se toca refunfuñando, no lo culpo, ya que esto es horrible y más con las hormonas por los cielos. Las piedras siguen en mi mano y las vuelvo a detallar.

—¿No crees que ya es hora de escoger los nombres? —le digo— ¿Tienes alguno que te guste?

—Christopher y Christina Morgan Morgan—Se pone el brazo sobre los ojos soltando lo que ya me suponía.

Muevo la cabeza en señal de negación sin dejar de mirar las piezas de distintos colores. Hay un nombre que no sale de mi cabeza por lo que significa, papá quería llamar a un hijo varón así, pero solo tuvo mujeres y ahora siento que al mío le queda perfecto por lo fuerte que es.

—Me gusta, Owen —le digo a Christopher volteandome para abrazarlo—."Owen Morgan James".

«Owen: Pequeño guerrero».

—¿Te gusta?

—No tengo tiempo para recordar otro nombre que no sea el mío —se queja.

—No sea imbécil, coronel —me muevo por la libreta que tengo en la mesita—. Para la niña te hice una lista, porque quiero que lo escojas tú, hay más de cuatrocientos nombres con significado, imposible que no te guste uno.

Le pongo el cuaderno en el pecho y medio lo mira apartándolo en busca de mis pechos, se acomoda conmigo y dejo que se prenda de lo que le gusta mientras se estimula y es una dependencia insana, pero es imposible no sentir esto cada vez que estamos en el mismo espacio.

Paso las manos por su cara. No sé si mi amor por él crece cada vez más y con eso el miedo de no soportar el embarazo y que por ello perdamos lo más hermoso que hemos hecho y son nuestros hijos.

—Te amo —le digo y se acomoda abrazándome —. Cada partícula de mi cuerpo lo hace y ellos también, así que lo correcto es decir que "lo amamos mucho, coronel".

Cierra los ojos y dejo la mano en su cuello queriendo besarlo otra vez, repitiendo la acción hasta que me canso.

—Milenka —dice. Me aparto ofendida y abre los ojos frunciendo el ceño cuando nota mi enojo.

—¿Disculpa? —siento que se me sube la tensión arterial— Me acabas de llamar...

—Pediste un nombre y te lo estoy dando.

—Milenka —repito volviendo a ser yo con la traducción que me arroja mi cabeza, debido a que es un nombre que proviene del país de su abuelo—. Es lindo, muy lindo, amor.

Lo beso porque es muy él y creo que encaja perfecto, ya que Owen siempre será mi guerrero y ella, la pequeña de su papá. Es él quien me besa ahora y sonrío feliz porque no me tomó nada enloquecer por él y no nos ha tomado nada escoger el nombre de nuestros hijos.