Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Extra

Recuerden que no es obligación leer los extras. 

Azul

Sam

Pensar en mi madre y concebirla como alguien que ha dejado de existir es una paradoja que aún no consigo aceptar. No es su ausencia física lo que me resulta extraña, sino la idea de que una mente tan prodigiosa como la suya haya cesado de pensar. Me resulta imposible imaginarla en un limbo. La visualizo en un valle sereno, rodeada de las generaciones Mitchels que la precedieron.

Mi madre no era una mujer común. ¿Por qué habría de quedar confinada a un espacio inerte o indeterminado?

No ha muerto. Esa es la verdad que me repito cada día. Ha sido obligada a emprender un viaje inesperado. No me han alejado de ella, porque en algún momento regresaré a su lado.

Apoyo la mejilla en la mano que masajea mi hombro. Reconocería los dedos de la tía Clarissa en cualquier lugar: delgados, suaves, cargados de la calidez que tanto caracterizaba a mamá.

El azul profundo del estudio envuelve la habitación en una calma solemne. Los diplomas del MIT en la pared acompañan los galardones de la NASA y las fotografías de control de misión.

—¿Has hablado con Rick? —La hermana de mi madre se sienta a mi lado.

—Hace dos horas, ya fue dado de alta y reposa en casa.

—¿El soldado que te asignaron tiene que estar dentro de la casa?

—Si te incomoda, puedes decirle que se retire en el momento que desees.

No es mi intención incomodarlas; ya han hecho bastante al aceptar mi visita. Perdieron a mi madre, y estas semanas ya han sido lo suficientemente amargas.

—¿Sabes algo de esto? —Despliega un periódico en la mesa.

Emma está en la primera plana de un prestigioso diario deportivo. Sostiene un trofeo en alto. «La reina del hielo suma un nuevo galardón a su lista». Me siento una idiota cada vez que recuerdo las veces que sentí lástima por ella. Ese trofeo, seguro, es otra compra de la mafia que la tiene como una mascota para sus medios. Veintiún años y no deja de ser la niñita estúpida que nunca mide las consecuencias de sus actos. Por su terquedad, mamá se salió de las casillas y papá tuvo que dispararle.

—Esa mentira no durará —digo—. No ganó nada de manera honesta.

—No ha pasado por su mente preocuparse por nosotras, ¿verdad? Supongo que ese microcerebro suyo no le da para considerar algo tan elemental.

—Ya la conoces.

—No entiendo cómo hemos terminado ligadas a esos asnos. —Se masajea las sienes, frustrada—. A tus hermanas se les olvidó la historia de su madre, la mía, la de todas. Ninguna de nosotras jamás precisó la mano de un hombre para alcanzar lo que necesitábamos. Espero que en los planes de Rachel esté matar a Christopher Morgan y al marido de Emma. Es la única manera de compensar todo lo que ha pasado. Ninguno de esos dos merece un lugar en este planeta y mucho menos al lado de una Mitchels.

No les respondo porque tiene razón. Generaciones de Mitchels construyeron nuestro legado enfrentando los mismos prejuicios: una belleza que nos precedía como una sombra, que hacía que nos subestimaran antes de abrir la boca. Cada una de nosotras tuvo que demostrar dos veces su valía, convertir dudas en triunfos. No nos forjamos en salones de belleza, sino en bibliotecas y salas de juntas, donde nuestras mentes eran nuestra única carta de presentación.

Y ahora, todo lo construido con sacrificio, se desmorona porque están ligadas a asesinos machistas y narcisistas. Los Morgan y los Romanov son criminales que no deberían estar ni a una milla de nosotras.

Las Mitchels siempre nos hemos elevado por encima de la mediocridad moral, conquistamos nuestro lugar en el mundo sin pisar sobre nadie, cosa que sí hacen ellos. Son unos indolentes, denigran, maltratan. Nada les importa más que ellos mismos.

Y la que más me decepciona es Emma. Ella pudo haber labrado una lucha basada en lo que nos caracteriza y no. Se metió en la cama de un hombre que odia todo lo que somos. Yo hubiese preferido morir antes de siquiera pensarlo.

Mis hermanas comprometieron nuestro nombre, han traicionado todo lo que significa ser una Mitchels.

—Nuestro apoyo hacia ti no está en discusión. Puedes quedarte el tiempo que necesites. —La tía Clarissa pasea las yemas de los dedos por mi cara—. Te prepararé tu habitación.

Inhalo hondo entre los cojines. En mi niñez encontraba refugio en los archivos familiares: en los recortes amarillentos de distintos periódicos internacionales, fotografías en sepia, cartas manuscritas que narraban los triunfos de las Mitchels. Pasaba tardes enteras acariciando los nombres, incluido el de mi madre. Décadas después, no pierdo la costumbre de desempolvar los cajones del despacho.

Encuentro varios reconocimientos de mamá, artículos dirigidos hacia sus hermanas. Los releo uno por uno. Destacan el impacto que hemos tenido, no solo en la ciencia, sino también en la política y los derechos humanos.

Un artículo resalta el trabajo de mamá, cuya investigación pionera en física nuclear contribuyó a la comprensión de las fórmulas atómicas. Otro menciona a la tía Clarissa y a la tía Eleanor; sus aportaciones fueron clave para el avance de los satélites aeroespaciales.

Todas las mujeres de su generación han sido solicitadas en las áreas más influyentes de la política y la ciencia, por su capacidad para generar cambios reales y duraderos.

El soldado designado por Rachel entra a revisar las ventanas del estudio. Hace un barrido visual rápido antes de sacar sus binoculares.

—Anderson en posición —le habla al radio—. Sector limpio. Procedo al siguiente punto. Cambio.

Guardo la caja después de una hora en el piso. Los cuatro artículos de mi universidad son los últimos en quedar dentro. Siempre me ha gustado esforzarme para ser la número uno, sin tener que acudir a senderos fáciles.

—¿Cuánto tiempo planeas quedarte? —pregunta mi tía Clarissa al verme en la puerta de mi dormitorio.

—Aún no lo sé. —Froto mis brazos—. El hijo de Rachel necesita médicos cerca. Su expediente es difícil de comprender para algunos por la medicina suministrada.

No tengo nada claro todavía.

—Tengo contactos en Moscú. Una sola llamada y podrías entrar al hospital que desees. El prestigio te precede. —Sacude los almohadones—. ¿Cómo son las niñas?

—Hermosas como todas. Amelie tiene los ojos azules y Milenka, el cabello negro.

—¿La hija de Emma heredó su idiotez?

—No, es tierna, dulce, pero despierta —omito lo del engaño a Gehena.

Aún no se los he dicho, porque espero que Rachel, una vez que consiga lo que necesita, diga la verdad, agradezca y deje a esa gente en paz.

—Milenka es traviesa, inquieta, pero despierta.

—No hay que descuidarlas, son Mitchels. Tienen un linaje a cuestas que deben honrar. —Saca las sábanas del armario—. Me preocupa la hija de Emma. Tu hermana no tiene lo que se necesita para criar a una hija. Es ilusa, tonta, irresponsable. Todas estamos de acuerdo en eso, en especial Eleanor.

La tía Eleanor es directora del Centro de Operaciones Científicas de la NASA. Supervisora de misiones y proyectos que moldean el futuro de la exploración espacial. Como todas las hermanas de mamá, su nombre es sinónimo de excelencia, un estándar al que la mayoría solo puede aspirar.

—De verdad, espero que tus hermanas solucionen todo. Les daremos un tiempo antes de intervenir. Los que provocaron la muerte de Luciana deben tener su merecido escarmiento.

Organizo mis pertenencias en el clóset. Necesitaba este respiro, rodearme de lo que amaba mamá, pensar lejos de todo.

—¿Vas a salir? —pregunta la tía Clarisa cuando salgo del baño ya cambiada.

—Tengo una cita con Logan. Viajó desde Phoenix y merendaremos a pocas calles de aquí. —Peino mi cabello—. Estaré antes de la cena.

Logan Prescott no es un desconocido para ellas; es el hijo del alcalde de Phoenix, el mismo que les presenté en una de sus visitas. Me aplico rubor en las mejillas, me envuelvo en un abrigo holgado que oculta mi figura, coloco una boina sobre mi cabello y me enrosco una bufanda alrededor del cuello. Consigo lo que quiero: discreción. No me gusta llamar la atención, ni alimentar la mirada ajena. Prefiero pasar desapercibida antes que tener a hombres con los ojos fijos sobre mí, viéndome como si fuera algo para consumir.

Guardo la cartera bajo mi brazo. Dalton Anderson vigila desde el andén del edificio contiguo. Paso junto a los cinco soldados que patrullan las calles vestidos de civil, finjo no advertir su presencia y me dirijo a la cafetería donde me espera mi novio.

Las paredes terracota, la madera rojiza de las vigas expuestas y las sillas de tonos ocres del local remiten al otoño. El aroma del café recién molido inunda el aire, fusionándose con el dulzor de los pasteles de canela que descansan en el mostrador.

Diviso a Logan desde la entrada. Su bata blanca de médico ha sido reemplazada por un traje azul oscuro, sin corbata. El sol de la tarde resalta su cabello oscuro, dándole un brillo suave. Levanta la vista del expediente que estaba leyendo en cuanto nota mi presencia.

—Al fin te veo. —Lo abrazo.

Me estrecha contra él, después de un leve beso en mi mejilla. Desenvuelvo la bufanda de mi cuello antes de sentarme.

—Sé que has de estar preocupado, no hemos hablado mucho en las últimas semanas. Tras la partida de mamá, no he tenido cabeza para nada. Papá estuvo hospitalizado durante días.

Sujeto mi cabeza, mis nervios no se han tranquilizado en meses.

—No te he contado los detalles de todo lo sucedido, mis...

—Quiero terminar —expresa de repente.

—¿Qué?

—No quería hacer esto por teléfono, mucho menos por un email. Por los años que hemos estado juntos, quise esperar tu regreso al país y decírtelo personalmente.

Mis cejas se juntan en una mueca de desconcierto.

—Eres una mujer increíble. Te quiero, de verdad. He disfrutado cada uno de mis instantes contigo. Aun así... —Hace una pausa, las palabras parecen atragantarse en su garganta— me desgasta pensar en todo lo que gira a tu alrededor. Si algo te ocurriera, tendría que dejarlo todo, buscarte y enfrentarme a situaciones para las que no me siento preparado.

Me quedo a la espera de que sea una broma cruel, pero no lo es. Toma mis manos entre las suyas. Sus dedos largos acarician mi piel con una calma que me resulta insultante. ¿Cómo puede ser tan insensible? Años juntos en la universidad, construyendo recuerdos, planes, una vida... y ahora, unos meses de distancia, son suficiente excusa para demolerlo todo. En ningún momento lo pondría en riesgo si algo llegara a sucederme.

—No es un adiós, es un hasta luego. Si todo esto pasa, búscame. —Presiona sus labios sobre los míos—. Podemos comenzar de nuevo.

—Lo dudo. —Recojo mi bufanda—. Gracias por la gentileza de venir hasta aquí. Si bien no era necesario, ha sido un gesto decente de tu parte.

—Sam...

Aparto las lágrimas mientras cruzo la calle de vuelta a casa. «Hombres». Siempre tienen una habilidad especial para demostrar por qué no valen la pena. Lo mínimo que esperaba era algo de empatía, una palabra que me dijera que no me preocupara, que lo resolveríamos. Pero no, en cambio, eligió marcarme como una opción descartable. Hemos estado años juntos, ¿cómo es que se atreve a considerar dejarme?

—¡Sam! —Me grita desde atrás—. No tienes que irte así, mi intención no era lastimarte.

¿Lastimarme? La rabia me quema por dentro y sacudo la cabeza. Ignoro sus palabras. El daño ya está hecho. Trota a mis espaldas, su voz insistente perfora mi mente. Cada vez que pronuncia mi nombre, siento que se me rasga algo dentro. Necesito que se calle, que me deje en paz, que no se atreva a seguirme. No tiene derecho a seguir invadiendo mi espacio, mi mente.

—¡Sam!

Su voz quiebra mi pecho como un eco insoportable. De seguro llamará a sus amigos y les contará cómo «decidió darse un tiempo». La idea me hace arder por dentro. Imagino las palabras que dirá, las caras de sus amigos, esos hombres que no hacen más que asentir. De seguro lo mirarán como si fuera un héroe por abandonarme. «Pobrecita Sam», dirán «qué lástima que no haya podido mantener la relación». ¿Qué otra cosa dirán? De seguro mencionarán que fue lo mejor.

La indignación se eleva por mi garganta. Cada palabra que sale de su boca hiere más de lo que repara. Mis brazos se tensan, el aire se me hace espeso. No me importa lo que diga, no quiero escuchar su voz nunca más.

El escolta de Rachel aguarda al pie de la escalera, abre la boca para preguntar, no sé qué, y no le permito pronunciar palabra. Lo sujeto por el cuello de la camisa, lo atraigo hacia mí y aplasto mis labios contra los suyos. Sin cuidado, sin aviso. Quiero que el hombre a mi espalda se aleje y que de su cabeza desaparezca la idea de que estaré deshecha o destrozada por él.

Rodeo el cuello del escolta con decisión, en tanto muevo mi boca sobre la suya, probando el sabor a menta y café amargo. Sus manos hallan mi cintura y suben hasta mis brazos cuando lo hago inclinarse hacia mí.

—Bien, ya entendí. —El hombre a mi espalda retrocede—. Ha sido claro tu mensaje.

Suelto la boca del escolta. Sin voltear a verlo, subo las escaleras como si nada hubiera ocurrido.

Esto en lo que nunca se han detenido a preguntarse mis hermanas. No entienden por qué las mujeres de nuestra familia siempre hemos estado mejor sin hombres a nuestro lado. No los necesitamos. No lo hemos hecho nunca. Ellos no aportan nada real, solo vienen a complicar las cosas. Son una distracción innecesaria, una carga que hace que todo se vuelva más pesado. En cuanto les damos un mínimo de espacio, arrastran todo con ellos, dejando más preguntas que respuestas, más caos que claridad.

Cierro la puerta con el corazón vuelto un puño.

—¿Por qué has tardado tan poco? —pregunta mi tía.

—Terminé la relación con Logan. —Escondo un mechón de cabello tras mi oreja—. No estaba sumando en nada a mi crecimiento.

—Excelente decisión. Necesitamos éxitos, nos asnos en nuestras vidas.

***

Bueno, nos vemos en el 2027.

Mentiras, jajaja.

¡Nos vemos por aquí, en enero!

Me emociona mucho todo lo que nos falta por ver.

Les había comentado en un live que voy a seguir la secuencia del universo de las novelas, ya que nos hace falta equilibrar el Evaverso.

En mis redes les estaré compartiendo cosillas, aún me falta algo por mostrarles antes de que acabe el año.

Espero que tengan una feliz Navidad junto a sus seres queridos. No olviden que las amo con la intensidad de mil soles.

Besitos.

Con amor.

Eva.

PD: Recuerden que tenemos grupos de Facebook para quienes les guste ver memes y debatir teorías. Estos se llaman: Lectores de Eva, Fuerza Especial Militar del FBI, Mafias, cuervos y leones.

Que el padre Santiago derrame sus bendiciones sobre ustedes. 




Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro