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CAPITULO 9

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Rachel.

París/ Francia.

Respiro hondo fingiendo que sigo afligida por la muerte de Angelo Mascherano, (internamente lo celebré), pero el dolor de la familia se supone que también debe ser el mío y la muerte del consejero es algo que los tiene de luto.

Mantengo la taza y el platillo de café entre las manos mirando como cortan el césped del hotel de lujo donde me hospedo. Hace poco me contacté con el príncipe de Gehena, me confirmó que ya le había entregado el inhalador a Uda y le estoy rogando a Dios que esté haciendo milagros en Owen.

Sam y Luciana siguen en Italia, papá se está recuperando y por lo bajo estoy estudiando la manera de sacarlo de Irons Wall junto con Alex y Gauna. De la Élite me encargaré también, por ahora estoy yendo paso a paso con lo que tengo planeado.

Bernardo, el primo de Antoni, se me acerca por un lado y le doy otro sorbo a mi café. Siento que quiere decirme algo, pero lo está dudando.

—Angela está lista para volver a sus deberes—me suelta—. Supongo que las diferencias ya son nulas, ¿Cierto? Con todo el respeto que te mereces quiero que sepas que a los Mascherano nos gusta estar unidos como familia.

Mi conflicto con la teniente Klein es que en su afán de querer ser una buena amiga hizo todo mal.

—Que no maniobre sin mi permiso porque la dama de la mafia soy yo —esclarezco y me hace un leve gesto con la cabeza—. Díselo para que no tengamos problemas futuros.

—En estos momentos está a cargo de la protección de Damon y Domenico mientras regresas —me avisa—. Antoni ya viene en camino.

Me retiro entregandole la taza de café a la mucama y meto la mano en mi bolsillo tocando el anillo del Boss, la joya es como una minimedalla por empequeñecer a la basura.

Para llegar a la cima hay que limpiar el camino y la mafia rusa es el tipo de enemigo que si no tienes de tu lado es mejor muerto, aparte de que Ilenko es una de las peores pestes que ha pisado esta tierra estando a la par de Antoni y detrás de estos viene Bratt, «Todos huelen a muerto».

Por primera vez en tres años he conseguido el equilibrio entre los clanes que requiero, tengo un nuevo distribuidor de armas y he venido a París a pulir la tarea. Los franceses pagan bien, son un clan numeroso que me servirá a la hora de marchar y por ello me arreglo con el fin de reunirme con el cabecilla en el club privado.

Mantengo el luto con un vestido negro que me queda por encima de la rodilla, opto por un maquillaje suave, abrocho la jadeita Mascherano y me dejo el cabello suelto. Sacudo el poco polvo que me quedó en el escote y noto la protuberancia de mis pezones, tocarlo desencadena una descarga en mis bragas y las acomodo lidiando con uno de esos días donde quiero sexo.

Son necesidades carnales que no se pueden evitar, pero que al mismo tiempo me hacen recordar lo que no quiero y por ello cada que pasa procuro pensar en otra cosa.

Amarro el cinturón de armas en uno de mis muslos, me echo perfume y bajo a la recepción del hotel donde Antoni acaba de llegar y me está esperando trajeado como siempre. Los halcones me abren la puerta y abordamos el auto juntos, Ali está en el puesto delantero y mi acompañante mantiene la vista fija en la ventanilla durante el trayecto.

—¿Sucede algo? —le pregunto a italiano que no ha inmutado palabra.

—No.

Le pregunto por Damon, pero no ahonda mucho en el tema, simplemente me confirma que Angela está a cargo de su seguridad.

Llegamos al club privado donde disfruto de una deliciosa cena antes de pasar al salón de fumadores y jugadores donde presento el nuevo distribuidor de armas quien es un Pakistaní con más de veinte años en el mercado, dice ser el mejor, su trabajo es lo más allegado a lo que necesito y ya habíamos hablado anteriormente en Italia gracias a Alí.

Todo lo hago escoltada por Antoni y Bernardo que se mantienen a mi lado, el cabecilla del Les Beaux voyous no ha llegado todavía y reviso la hora, ya que son más de las once.

Empieza a incomodarme la demora del cabecilla Francés, necesito que le dé el sí a las armas para que todos estén sincronizados con el mismo material, este grupo es grande y es una de las cosas que los convierte en mis favoritos.

Sigo dialogando durante dos horas más, Gregory Petrov me presenta a su sobrina "Kira" y esta me acompaña el resto de la noche. Los caballeros están en el tema de los juegos de azar, Antoni sigue serio hablando solo cuando se requiere y pese al humo y la charla capto al joven que entra corriendo buscando no sé a quién.

Se fija en el puesto de Antoni y aprieta más el paso.

—Los rusos nos están saqueando y robando, mi señora —explica tensándome en el acto—. Nuestros puntos están siendo destrozados.

Antoni echa a andar conmigo furioso mientras los demás empiezan con la ola de murmullos.

—Yo me encargo —informa Alí y esas cucarachas no dejan de darme asco.

—Me encargo yo — me zafo del agarre de Antoni que recibe una llamada y se detiene, pero yo no.

Sigo andando harta de tantas intromisiones, «Me ha costado meses equilibrar todo esto como para que esas escorias lo dañen». Atravieso el arco de salida y de la nada me bajan con un tiro a uno de los hombres que me respalda, busco de donde proviene el disparo mientras los otros se preparan, pero otro cae y llevo la mano a mi arma cuando se desencadena el tiroteo dentro y alrededor del club. Los halcones intentan cubrirme, pero los aparto disparandole a todo sospechoso que veo.

—Tiene que ponerse a salvo —los halcones vuelven a rodearme y uno de ellos tira de mi mano obligándome a que lo siga a través del campo de golf que está antes de llegar al estacionamiento, está saliendo gente de todos lados disparándole a las farolas.

Sigo corriendo a través del camino de gravilla mientras no dejan de disparar, de las farolas no queda nada dejándome a ciegas, los tiros se tornan más violentos y de un momento a otro no tengo hombres a mi alrededor.

Una bala me pasa cerca del brazo, identifico de qué punto salió y le apunto al hombre que ataca camuflado en una de las columnas. La esquina se vuelve trizas, el cargador queda vacío y me oculto tras la banqueta de cemento que se empieza a destruir.

El olor a pólvora me indica que es caso perdido y en vez de arremeter otra vez, salgo disparada hacia al estacionamiento, «Ellos siempre me han querido matar». Los tacones no son un estorbo a la hora de correr, volteo a ver el hombre con pasamontañas que sale de su escondite pegándose atrás mío y me devuelvo a soltar el disparo que evade.

Soy un blanco fácil en la intemperie y por ello sigo corriendo, pero vuelve a seguirme y cuando quiero girar a soltar la siguiente bala me atropella llevándome colina abajo.

El arma se me cae, el sujeto que viene atrás vuelve a chocar conmigo, el contacto se siente como si hubiese tocado algún tipo de objeto cargado de electricidad, cargado con el tipo de energía que sentí cierta vez en la selva, evocar me desestabiliza y antes de tocar el suelo ya lo tengo encima poniéndome de cara contra el césped.

El agarre de atrás me lastima y me sé mil y una maniobras para zafarme, pero por una extraña razón me quedo quieta con la respiración irregular de él que hace eco en mi oído a través del pasamontaña. El torso musculado está contra mi espalda y una sensación familiar me invade el cuerpo humedeciendome los ojos en segundos cuando mi cabeza se devuelve a Londres, al comando, a...

—Como te atreves a sujetar la mano de ese hijo de perra —gruñe en mi oído con rabia y...

Brasil, Hawai, Cadin, el mediterraneo, el juicio, Cadgwith, Bombay, Maldivas... a Christopher Morgan. Me volteo rápido haciéndolo a un lado, pero se me vuelve a venir encima mientras lucho con lo que me avasalla al tenerlo cerca, «Es Christopher».

Lo sé, sé que es él y endurezco todo cuando me devuelvo a ese momento, a ese instante donde lo perdí y me volví en miles de pedazos, donde sentí que dejé de vivir. A ese momento donde odié a todos los malditos que nos acorralaron y me arrebataron al hombre con el que me casé.

Soy yo la que se le va encima queriendole quitar el pasamontaña, pero rueda conmigo y estoy tan alterada que vuelvo a ese punto ciego donde solo quiero verle la cara porque sé que es él. No tengo explicación alguna de cómo pudo haber vuelto de la muerte, pero es lo que menos me importa teniéndolo de regreso.

Le encesto un golpe a horcajadas sobre él y me derriba empujándome al otro lado mientras hago acopio de toda mi fuerza para zafarme, sin embargo, me sobrepasa por un momento; mi descontrol, la confusión, las dudas y el creer que a lo mejor estoy alucinando me descontrola. «Necesito verle la cara», necesito recibir un golpe de la realidad y por ello no paro de moverme, de forcejear y de batallar hasta que...

Sujeta mi cuello, atrapa mis manos sobre mi abdomen y a las malas planta su boca sobre la mía. El fogaje... Los labios se mueven violentamente contra los míos en un beso cargado de rabia mientras la lengua diestra le da lengüetazos a la mía quitándome la capacidad de resistirme, ya que mi cuerpo responde con autoridad propia mientras siento que la ropa me estorba.

Me muerde y reinicia el momento llevándome a otra dimensión donde me olvido que estoy sobre el césped y me siento en una hoguera de llamas cargadas de auténtico Deseo. Sus manos recorren mis muslos y con un leve tirón me arranca las bragas, está desesperado por tenerme y vuelve el beso más salvaje, pero...

El trote de arriba me devuelve a la realidad y rechazo su contacto cuando capto la voz de Alí y él se mueve cuando intentan dispararle desde atrás, aprovecho para ir otra vez por el pasamontañas, pero en menos de nada los halcones rodean el perímetro desde distintos puntos y él sale disparado no sin antes bajarse a cuatro.

Logro incorporarme con la boca ardiendo, estoy con el cabello desordenado y sin bragas, «Era Christopher», no tengo ningún tipo de duda y Ali me evalúa con rareza, como si viera a la teniente y no a la dama de la mafia.

—¿Quién era ese imbécil? —pregunto— ¡Casi me mata y ustedes jugando no sé a qué!

Abre la boca para dar explicaciones, pero echo a andar, tengo el corazón latiendo miles de veces por segundo y no encuentro explicación alguna para lo que acaba de pasar. No puedo entender cómo resistió los dos disparos que en parte me mataron a mí también.

Me duele la cabeza y los ojos me escuecen... Yo lo vi morir, pero... pero está aquí y... No sé cómo, no sé porqué, pero está y por mas preguntas que me hago no hallo ningún tipo de respuesta. Subo la pequeña colina y camino al estacionamiento ignorando el caos y a los que se preocupan.

Antoni está con Bernardo y no quiero hablar con nadie, pero el miedo de que lo hayan atrapado me carcome y termino haciendo una pausa antes de subir al auto.

—¿Atrapaste a ese infeliz? —le pregunto a Ali.

—No.

—¿Quién era? —volteo a verlo.

—No sé, llegó solo y nos avisan que huyó solo mientras que la Bratva se largó en manada como siempre.

Azoto la puerta del auto pidiendo que me lleven al hotel mientras no dejo de analizar la situación y estando en el hotel me adentro en la ducha buscando aclararme la cabeza con el agua fría preguntándome qué va a pasar ahora.

«Si, está vivo» Está aquí y eso... Me hace sonreír de cierto modo, me hace feliz porque es el padre de mis hijos, el hombre que me ha movido todo, pero...

Es Christopher Morgan y Christopher no me va a perdonar ni aceptar en lo que me he convertido porque lo conozco y tampoco quiero que lo haga porque no me arrepiento de nada de lo que he hecho. Y sí, volvió, pero esta Rachel no es la misma de antes, esta Rachel tiene que cuidar a los suyos porque si no lo hago yo, nadie más lo hará.

Regresó y me alegra, me emociona por mis hijos, pero no deja de ser el hombre que le dio la custodia de los mellizos a Thomas negándome mis derechos, que pasó por encima de lo que le pedí e hizo las cosas a su antojo pensando por mí.

Cierro el flujo del agua antes de envolverme en una toalla. No he estado aquí de vacaciones, tengo claro lo que quiero como también sé que él no va a entenderme y esté o no de vuelta el show debe continuar porque el tiempo invertido no puede ser en vano.

Lo que conseguí para Owen es solo un analgésico, necesita más, así como yo necesito todo lo que me había planteado.

Los sinsabores siguen y no puedo dejar de lado a los que quiero porque gracias a ellos soy lo que soy y eso es algo que nunca ha entendido Christopher. No entiende que tengo gente que me importa y no la quiero hacer a un lado porque mi apellido también vale, es importante y merece respeto.

Hay muchas cosas que me arden, como su forma de verme, por ejemplo, porque no soy la cobarde la cual creyó que no puede cuidar ni a sus propios hijos, por el contrario, soy la teniente que quiere el mandato de la máxima rama de la ley. Soy la madre que hará lo que tenga que hacer con tal de obtener lo que Owen necesita.

Antoni no llega en toda la noche y yo tampoco duermo pensando en lo sucedido, quiero concentrarme, pero no dejo de preguntarme cómo se salvó y qué hizo durante estos tres años, ¿Patrick? ¿Qué pasó con él? El anhelo de querer verlo de nuevo se enciende y ruego porque sí, aunque las probabilidades sean casi nulas.

Me quedo en el sofá, ninguna pregunta tiene respuesta y quién sabe si algún día las tendré porque, como ya lo dije, conociéndolo sé que no me va a entender.

No va a comprender que hice lo que hice para sobrevivir y salvaguardar la vida de los mellizos y tampoco siento que haya hecho algo mal como para dar explicaciones.

Tomo una bocanada de aire cuando llega la mañana. Ya elegí mi destino, plantee mi camino y no voy a detenerme ni a rogarle a nadie pidiendo compresión.

Me cambio metiendome en un par de vaqueros, botas y un chaleco de armas. Tengo que hacerle frente a la situación de los franceses, necesito a este clan y no desayuno, simplemente abro y cierro los ojos volviendo al papel que corresponde y es la mujer más importante de la mafia.

Antoni está dando la cara a los clanes que decidieron reunirse en Italia y yo abordo uno de los vehículos seguida de Bernardo y los halcones con los que me traslado al Hostal que los franceses tenían como punto de encuentro y definitivamente haber salido solo empeora todo.

No hay más que cadáveres cruelmente masacrados, los cuales tienen los órganos internos por fuera, las paredes están manchadas de sangre y no sé qué clase de enfermedad mental tiene esta gente.

Me muevo a los otros puntos y la rabia aumenta con cada parada; sangre, cabezas y amenazas es lo único que encuentro, quemaron el dinero que tenían para pagar, se están imponiendo a las malas. El cabecilla no aparece y termino estrellando la puerta de la casa donde vivía.

«¡Me quieren quitar el clan!» Uno de los eslabones de la pirámide. Ese pedazo de porquería no sabe asimilar que perdió y tiene que estar enviando sus cucarachas a joderme.

Me duele demasiado la cabeza, lo de Christopher está latente todavía, es algo que no asimilo de un todo, supongo que ha de estar con Thomas Morgan, es la única persona que puede salvaguardarlo en un estado tan débil y quiero verlo, pero al mismo tiempo no.

Me preocupa el no saber qué va a pasar y me llevo las manos a la cintura mientras intento recuperar el control.

—No me voy a ir —digo—. Este es mi territorio y los franceses son mi gente.

Busco el auto exigiendo la ubicación de los imbéciles de la mafia roja. Si se toman este clan querrán ir por los otros y ¡No! Primero los mato antes de dejarme quitar la pirámide que tanto me he esmerado en pulir con el fin de cumplir mis objetivos.

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Christopher.

El miembro endurecido reposa en mi mano, el borde de la playera yace bajo mi mentón y mi palma se agita moviéndose a lo largo de mi polla mientras me masturbo apretando las bragas de mi mujer. Las sujeto con fuerza liberando los jugos previos, los jadeos se estancan en mi garganta y endurezco las piernas con la satisfactoria sensación que crece con cada toque.

«Hija de puta», me humecto los labios, hija de puta que ni con el pasar del tiempo deja de ponerme así con el mero hecho de verla, de besarla, ni con el pasar de los años deja de ser incomparable antes mis ojos.

El movimiento de su boca sobre la mía me hace acelerar el ritmo mientras la frente se me llena de sudor liberando la descarga en el encaje negro.

«¡Como la odio!» No soporto verla al lado de Antoni y termino mandando el puño al espejo que se quiebra. Guardo mi miembro al igual que las bragas y me lavo las manos antes de salir. El clan francés cayó bajo la Bratva, tenemos a todos los miembros importantes y ya me encargue de marcar los puntos claves.

Salgo en busca de la barra que está en la taberna que nos tomamos, el trago sobra y Patrick está en una mesa reparando un equipo tecnológico.

Nos encerraron a los dos en la misma fosa, Phillippe Mascherano pagó para que nos dejaran sobrevivir, pero él solo estuvo como un prisionero más mientras que yo todos los días tenía que pelear.

Thomas se sirve licor y noto el intercambio de miradas con Agatha Romanova que está al otro lado de la barra.

—Viva la Bratva —dice en modo sarcástico alzando la botella—. La próxima gran casa de los Morgan después de la FEMF.

—¿La compraste o..?

Se ríe sin dejar de coquetear con la tía del Boss mientras Patrick suelta el destornillador viniendo a mi puesto.

—¿Cuándo podré contactar a Alexa? —me pregunta.

—Cuando te avisemos —se adelanta Thomas.

—No sabía que eras su contestadora —responde Patrick. A Thomas no le gusta la respuesta y yo tengo la cabeza en otro lado pensando en la malnacida que se hace llamar mi mujer.

—Agradece que te sacamos del foso...

—¿En qué momentos fuiste tú que no te vi? —Thomas se levanta y los empujo a ambos abriéndome paso.

—Christopher, yo necesito ver a Abby y a Alexa —insiste y me salgo a fumar con Thomas atrás— ¿Qué hay de la Élite?

—Concentrado coronel —empieza—. Esto no es una caravana familiar, tenemos que tomar fuerzas, eso es lo único que tiene que importarnos ahora.

—No pedí compañía —intento irme e interviene.

—Los errores tienen que servir para algo, tu propia familia te hundió, te ha traído problemas, complicaciones y trabas que fácilmente hubieses podido evitar —sigue— ¿Quieres pasar por lo mismo otra vez? ¿Mostrarte como un marica detras de ella que no ha hecho más que engatuzarte?

Me peino el cabello con las manos. No estoy dispuesto a que me vuelvan a joder otra vez, a verme en el piso, porque pueden verme una pero no dos.

—Nosotros somos los únicos seres que importan —reitera—. Que sufran otros, pero nosotros jamás —toma mi nuca—. Piensa en el futuro, yo encargándome de la Bratva y tú de la FEMF. No hay algo más letal que eso...

La puerta trasera se abre y uno de los Vory saca el arma.

—¡Los italianos! —avisa y todos se ponen alerta cuando de la nada se toman el sitio.

Intento atacar, pero la veo a ella en la entrada, Patrick ya salió por el otro lado y Thomas se escabulle. Quitarme hombres es lo que quiere y no le voy a dar el gusto.

—Pierdanse —le pido a uno para que corra la voz mientras preparo uno de los explosivos que mando a arrojar antes de largarme también.

«Ya era para que se hubiera largado a Italia, pero no, sigue aquí negándose a aceptar que le quitaron el clan». Somos rápidos a la hora de perdernos y Thomas es quien conduce.

—Ya le ganaste, ¿Por qué no se larga? —me reclama.

Rachel siempre ha sido terca. Damos vueltas por la ciudad con el fin de evadirlos y nos detenemos en el otro punto, el cual es uno de los tantos hostales franceses que sirve como fachada para delinquir. La agonía me hace caminar de aquí para allá mientras las horas pasan y Patrick espera sentado frente a mí. Los tragos que bebo no saben a nada, los mellizos están en la fortaleza y su madre no me deja en paz con el mero hecho de saber que sigue aquí.

Tengo tantas preguntas que no puedo quedarme tranquilo, ¿Qué sintió cuando me vio, cuándo la besé y por qué en vez de estar atacando no me está buscando por cielo y tierra?

—Las personas con Amnesia necesitan un arduo tratamiento —me dice Patrick y sacudo la cabeza.

—No me importa —le digo — ¡Ni con amnesia le voy a perdonar que esté con ese maldito italiano!

—Serías un imbécil si lo haces —entra Thomas—. Esa malnacida no te merece y volver con ella solo demostraría tu falta de cojones.

Me niego a aceptarlo, a asimilarlo y a entenderlo. Solo está aquí para alterarme y por más que bebo no logro calmarme, es obvio que quiere más guerra y ni sentarme puedo de lo rabioso que estoy, asi que me largo en busca de lo que necesito.

Le quito las llaves de la moto a uno de los Vory y sin darle explicaciones arranco yéndome lejos, dispuesto a encarar las cosas, ya que necesito aborrecerla de una vez por todas.

Cuarenta minutos de camino me llevan al sitio donde escondo la moto antes de buscar la manera de entrar dispuesto a todo.

Hay halcones rondando, pero tantos años en el ejército no son en vano y por ello me muevo a través de la propiedad como mejor me conviene identificando los puntos ciegos de las cámaras.

Desde el móvil entro al sistema del hotel obteniendo la información que necesito y estudio el perímetro mientras busco la alcoba donde se hospeda, «Añoro que Antoni este para pegarle un tiro de una vez».

Subo a la planta donde está con la capota en alto y con el arma escondida. En el camino tropiezo a un botones a propósito, el cual se disculpa y sigo caminando con su tarjeta de acceso en la mano.

Los antonegras que custodian el piso están dando la vuelta y espero ese momento exacto que me hace correr clavando la tarjeta antes de que aparezca el que viene por el otro lado.

No sé qué me espera adentro, pero traspaso el umbral en segundos asegurando la puerta.

Doy varios pasos, todo está en tinieblas y sigo caminando despacio, sin hacer ruido, hallando el pie de la cama. A tientas busco su cuerpo, pero no hay más que sábanas, las cuales aprieto, el olor me asegura que no me equivoqué y...

Me enderezo captando a alguien atrás, trato de moverme, pero termino quedándome quieto cuando el cañón de un arma queda en mi cráneo a la vez que escucho cómo desactivan el seguro.

—¿Quién eres? —preguntan con un susurro— ¿Y con qué derecho entras a mi alcoba sin ser invitado?

No estoy para mariconerias, el viento se cuela por la ventana y le da paso al halo de luz que nos ilumina a ambos mientras empuja el cañón contra mi cráneo otra vez.

—¿Quién eres?

Vuelve a preguntar y me doy la vuelta bajando la capota listo para encararla.

—Tu marido —digo y no baja la mano ni cuando doy un paso al frente—. Eso es lo que soy, así que tienes dos segundos para bajar el arma.

El azul de sus ojos centella viéndose como algo surreal a la vez que mi miembro se alza solo con eso, con la belleza que emana y con el porte poderoso que no le había sentido antes, pero ahora es más que notorio.

—Mi marido —se ríe—. Pues no te veo el traje y tampoco siento que te parezcas a Antoni Mascherano.

Le echo mano a su muñeca queriendo que suelte el arma mientras me incinero por dentro ardiendo preso del enojo. Se me burla, aprieto y se lleva la mano atrás sacando otra, la cual me clava en la sien.

—Te largas o te mato...

Uso la maniobra que le baja los brazos dejándolos aprisionados contra mí cuando la tomo. Los saca y de nuevo sujeto ambas muñecas queriendo matarla, pero a la vez... Las armas caen y las pateo lejos sin dejar de sujetarla.

—No me quieras ver la cara, Rachel, que de mi verga no se olvida nadie y mucho menos tú —digo—. No finjas que no me recuerdas porque sí que lo haces...

—Ni siquiera sé quién eres —ríe de nuevo y soy yo el que le pone el arma bajo el mentón esta vez.

La respiración se me agita, siento que me están arrancando la piel a pedazos, los celos me están matando a un punto donde creo que voy a colapsar, ya que no puedo vivir pensando que ve a otro como me veía a mí.

—Te largas o te mato —repite y la ira me hace temblar las fibras que me componen con el mero atrevimiento de tener la osadía de olvidarme a mí, que soy el hombre que ha amado como a ninguno.

—¿No sabes quien soy? —inquiero y eleva el mentón.

—No —contesta y la tomo de la nuca poniéndola contra el piso.

—¿No? —no estoy siendo consciente de nada— Pues ven y te lo recuerdo.

Me aparta y la tomo del tobillo cuando intenta huir, vuelvo a estar encima de ella y me saco el cinturón antes de tomar su boca rompiendo la batola que trae junto con las bragas, quiere poner resistencia, pero la sujeto y muerdo su barbilla tocando los senos voluptuosos que salen libres y me inclino a chupar enfurecido paseando mi lengua por los pezones que lamo con frenesí prendiendome de una manera que me hace gruñir al no querer soltarlos, chupando y chupando mientras las marco con mis dientes.

Paseo mis labios por ellas y me las apaño para liberar la polla que quiere romperme el pantalón, la cual ya está empapada, ansiosa y palpitante.

Se retuerce, pero me impongo ganandole en fuerza. Quiero estar adentro ya y subo a su boca, pero clava las uñas en mi cuello estrellándome contra la madera.

—¿En verdad te crees con el derecho de venir a chuparme las tetas sin mi consentimiento? —me reclama.

—¿Cuando no lo he hecho?—las sujeto atrayéndola a mí y nuestros labios se unen, nuestras lenguas vuelven a tocarse y bajo las manos a sus caderas buscando la manera de encajarla sobre mi verga.

«Lo necesito», necesito penetrarla y ella se echa hacia atrás acomodándose con un sentón que se la deja toda adentro y me hace volver a girar pasando el brazo bajo su cuello liberando los empellones que la ponen a gemir contra mis labios mientras su coño recibe el miembro que entra y sale de ella, clavándola, follandola como me gusta.

—Soy yo —le recrimino—. Siempre he sido yo.

Sus movimientos pélvicos se sincronizan con mis embates y mi cabeza se vuelve un lío con las descargas que me recorren la polla estando dentro de ella quien tiene las rodillas separadas, las tetas afuera y sujeta la tela de mi playera con una fuerza que concentra el éxtasis que nos recorre a los dos. De un momento a otro quiere forcejear otra vez, pero eso le añade fuerza a mis embates.

—Rico —gimotea y muevo las manos a su culo apretujándolo mientras me la cojo. Mi glande se desliza y mis testículos se contraen queriendo liberar lo que tengo adentro.

—Dilo —le pido en medio de jadeos—. Dilo, Rachel...

—¿Qué?

—No seas tan...

Me envuelve en sus brazos besándome solo como ella sabe y me da tanta ira el no haber soportado y tener que venir aquí a esto, como también me da colera el que siga siendo tanto y me haya fundido en ella a las malas. Queda nuevamente sobre mí y clava la mano en mi clavícula cabalgandome, ondeando las caderas, dándome una vista que me hace tragar grueso y termino reafirmando sus caderas en busca de la llegada que me toma varios minutos.

Ella gime y yo jadeo mientras no deja de montarme como una hembra en celo, la cual se satisface con mi polla de una manera que la hace agitar las caderas sobre mí.

Se ve diferente, se siente diferente en todos los sentidos y sigo con tanta rabia que...

Soba con más fuerza metiéndose hasta el último centímetro logrando que levante la pelvis con la descarga que desata y me hace apretarle el culo llenándola de lo mío.

Se pone en pie con la respiración acelerada y me da la espalda mientras vuelvo arriba, «Me hastía, me confunde y no me deja concentrar».

—Vamonos —sujeto su brazo y me quita la mano.

—¿Dije que me quiero ir con un desconocido? —me encara— Ya te cogí, así que lárgate antes de que llegue mi marido.

—Con marido y cogiendo conmigo —me le burlo en la cara.

—Dije que estaba casada más no que fuera fiel —se ríe también y ya no me gusta el jueguito.

—Vamonos...

—¡Que no! —me empuja y la vuelvo a tomar— Una buena polla no hará que me vaya a vivir contigo, aterriza y entiende quién soy.

A mi no me va a ver la cara y no me va a pasar por encima como si fuera su juguete.

—O te vienes conmigo o me olvido de que eres mi mujer y busco lo que tenía que buscar hace mucho —le advierto—; una mujer con cojones y no una hipócrita mentirosa que no puede vivir sin tener quien la respalde —me lleno de rabia—. Porque eso es lo que eres, una cobarde la cual tiene que tener un hombre atrás para sentirse segura.

Relaja los músculos y espero la ola de sentimentalismo que está acostumbrada a soltar cada que la hieren.

—Ve —me señala la ventana—. Ve por tu mujer con cojones y no me digas a mí que ni te conozco, ni me interesas, precioso.

Se aparta retrocediendo a la mesa con florero y mi orgullo no da para estar rogándole a nadie y mucho menos a ella que parece estar disfrutando bastante este papel, ya que se muestra como si estuviera en su zona de confort al lado de ese pedazo de mierda.

—Espero que sea cierto y no sepas quien soy, Rachel —retrocedo—, porque de estar aquí porque quieres es algo que te va a pesar toda la vida.

—Con una sola cosa no alucinas —manda la mano al florero que se revienta y en menos de nada los pisotones del pasillo toman fuerza corriendo hacia acá— y es que no me respalda uno, me respaldan muchos.

La patada en la puerta me obliga a moverme a la única salida viable.

—Ve, disfruta a tu mujer con cojones que yo seguiré disfrutando ser la dama de la mafia —es lo último que dice antes de que la puerta se abra a la vez que salto al balcón de la siguiente planta.

El halcon negro que está abajo casi me atina y salto al siguiente balcón, es cuestion de segundos para que invadan el área y me deslizo por uno de los tubos aterrizando abajo. Las palmas se me queman, pero logro un aterrizaje limpio antes de perderme.

«Maldita». Dejo de correr en un punto seguro y con rabia saco el teléfono llevándomelo a la oreja y le doy el nombre del hotel donde estoy.

—Mandalo abajo —demando— que la dama de la mafia está aquí y no quiere asimilar que Francia es territorio de la Bratva.

Le echo un último vistazo a su ventana, Rachel no sabe escoger contrincantes y espero que no esté acostumbrada al pedestal porque la veré en el suelo mientras yo estaré en la cima complaciendome con lo que debí hacer hace mucho y es mirar a otros horizontes.

Disfrutar de lo que siempre fui; un ser sin sentimientos libre de andar con quien le plazca porque mujeres es lo que me ha sobrado siempre y ella ya no es mi prioridad.

Ganar esta maldita guerra es lo que me importa ahora y lo voy a lograr así tenga que aplastarla en el camino.

════ ⋆★⋆ ════


*No olvidemos que esto es un primer borrador que puede tener errores de contexto y de más*

Feliz cumpleaños a Gaby y todas las cumpleañeras de la semana, que Dios las bendiga con el soldado de sus sueños.

¿Qué tal todo? Espero que en sus casitas todo esté bien.


Besitos.

Con amor. 

Eva. 



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