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CAPITULO 30


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Rachel.

Con la familia de Luciana nos encontrábamos dos veces al año: en Nochebuena, cuando viajaban a Phoenix, y en verano, cuando íbamos a Washington a visitarlas. Los días con ellas eran como ir a un campamento de buenos modales donde tocaba ser impecable todo el tiempo; mujeres que nunca necesitaron más que de ellas mismas para destacarse trabajando en pro de la ciencia, de la ética y todo lo bueno.

—Durante años cerdos se han querido aprovechar de nosotras creyendo que somos carne y una cara bonita —Nos decía la tía Mildred sentada frente a nosotras en el sofá —, pero somos más que eso, lo hemos demostrado con nuestra labor ejerciendo con sensatez, siendo las que siempre brindan los mejores resultados y nunca, pero nunca apoyamos lo que no está bien. Eso nos hace correctas y confiables.

Esto es algo que siempre debe prevalecer, ya que por una podemos pagar todas —secundaba la tía Molly—. Imaginense si Mildred hace algo grave lo cual está mal, de seguro otros van a creer que yo también me equivocaré, automáticamente pensarán lo mismo de Luciana y eso no es justo para ninguna. Por eso hay que tener mucho cuidado, ya que este tipo de cosas no solo nos perjudica a nosotras, también mancha las luchas pasadas.

Aparto el cabello húmedo de la frente de mi hijo, Christopher sigue por fuera y eso me ha dado tiempo para estar con los mellizos. Owen ha estado con gripe desde que se fue, duró cuatro días con fiebre y, aunque hoy haya amanecido mejor, su tos me preocupa. El medicamento le ayuda a no congestionarse, pero cada vez que se enferma queda bastante débil.

—Simon solo medio me contesta informando que está bien —comenta Luisa frente a mí—. Le voy a patear las pelotas cuando llegue, ¡No entiendo como se le ocurre irse a Italia!

Se pasea en la alcoba metiéndose el cabello tras las orejas, vino con Laila, Brenda y Stefan quienes se están terminando de tomar el café que les brindó Cayetana.

—Venimos de la FEMF, estamos entrenados, hemos visto muchas cosas, pero lo de Sunah no me tiene bien—Se altera—. Fue tan horrible: vidrios reventados, oleadas de arena, cosas cayéndose, gente ensangrentada gritando, cuerpos calcinados... Las noticias no dejan de transmitir lo mismo y hasta he llegado a pensar que en algún momento todos vamos a morir. Alexa está mal y si algo le pasa a Simon...

—Pero, ¿qué es lo que pretende el coronel? —me pregunta Stefan—¿Ya intentó hablar con el Consejo de la FEMF? ¿Tiene algún plan para que lo acepten entregando a la Bratva?

—No lo creo —se levanta Brenda—. Parker no ha comentado nada sobre eso, de hecho, ni lo menciona, tampoco comenta alternativas...

—Es que ya ni se sabe qué bando es peor: si Bratt con el italiano, las drogas, los Halcones, el abuso de autoridad de los Lewis Lancaster —sigue Luisa— o si Christopher con el ruso con armas nucleares, cargados de resentimiento y llevándose a todo el mundo por delante.

Owen empieza a toser y lo muevo con la arcada que lo hace vomitar. Cayetana llega de inmediato, sé que son las mismas flemas que lo ponen así y le damos el jarabe antes de que se recueste de nuevo.

—Tiene una llamada —Me entrega el móvil que dejé en la cocina y suena dentro de su mandril, es de Gehena y sí o sí tengo que contestar.

—Buenos noches —saludo en lo que me muevo a la alcoba donde tengo el dispositivo que restringe y bloquea cualquier tipo de intercepción la cual no permite nada por lado y lado, «con Antoni desquiciado debo ser precavida para todo».

—Teniente, que gusto saludarla —me habla el arzobispo—. De corazón, esperemos que todos estén bien.

—Lo estamos — Me froto el cuello estresada.

—Perdone que la interrumpa y vaya al grano, pero uno de nuestros sacerdotes se está preparando para viajar junto al nuevo comandante de nuestras fuerzas armadas. Dios le ha dado la valentía que se requiere e irá a hablar y a planear con usted personalmente —me suelta—. Ya no podemos seguir esperando y menos después de lo de Krint y Sunah. El peligro se vuelve cada vez más grande y debemos darles de baja a los cabecillas de esa organización lo antes posible.

Me quedo mirando a la nada absorbiendo lo que me dice, Luisa se acerca a escuchar queriendo saber quien es, Owen sigue tosiendo en la alcoba y el desespero es como una enfermedad que se expande y se convierte en el factor que nos obliga a tomar decisiones.

—Confiamos en ustedes, teniente. El príncipe nos habló muy bien de su familia, él estuvo en contacto con su madre —continúa el hombre de la línea— y por ello le insisto, porque tengo la esperanza en que podamos lograr esto juntos.

Mis ojos se cierran por un par de segundos con la imagen de Owen en mi cabeza.

—Dígale al sacerdote y al comandante que salgan de incógnito, sin levantar sospechas —le digo—. Les ayudaremos en lo que necesiten, pero hay que tener mucho cuidado, ya que no estamos lidiando con cualquiera.

—Gracias teniente —Respira aliviado—. Ante cualquier novedad me comunicaré con usted.

Cuelgo y Luisa suelta el aire abrazándome.

—Sabes que no te vamos a dejar sola —me dice—. Sé que es difícil para ti, pero no es tu culpa que los cambios fueran para empeorar y no para mejorar.

Laila se acerca afanada poniéndome al tanto sobre lo de Bratt: varios países ya dejaron claro que no lo van a dejar solo y eso le dará más herramientas de las que ya tiene.

—Tengo cosas que hacer aquí —Vuelvo a la alcoba—. Laila, vacía lo que queda en la cuenta y estén atentos a mis novedades.

Se marchan y me encamino al despacho, es más grande que el de Alex en Londres, con muebles antiguos y dos escritorios del mismo tamaño. Las mesas que sostienen las decoraciones son de mármol y la alfombra tiene figuras abstractas que le dan un aire moderno al entorno.

La mesa del coronel está desordenada como si no quisiera que le tocaran nada y le echo un vistazo por encima, la computadora está bloqueada, así que me acerco a los tableros de la pared donde hay un mapa de todos los comandos, fotos de los miembros actuales de la mafia y el Consejo; también hay un mapa de Gehena, el cual tiene múltiples puntos rojos. Sea lo que sea que estén haciendo, inofensivo no se ve.

El llanto de Owen me pone alerta y me veo obligada a volver a su alcoba, trato de tranquilizarlo acostándome con él. Milenka lleva toda la tarde viendo caricaturas en su habitación, llevo más de tres semanas con ellos desde que Christopher se fue, aunque no he dormido muy bien, el tiempo en la ciudad ha hecho que las heridas físicas del último enfrentamiento sanen, era algo que necesitaba, tanto yo como los que estuvieron ahí.

Rick no despierta todavía, Death es quien está al pendiente de él, ya que por seguridad no es bueno permanecer mucho en el hospital, en cambio a Gauna ya le dieron de alta. Emma abandonó Rusia hace unos días, Sam sigue sin hablarme, Alexandra no reacciona, Patrick no acepta visitas y no creo que mi cerebro sea el mismo después de tanto pensar. Alex se mantiene en el comando con Sara quien le hace compañía y de vez en cuando le ayuda a Cayetana en lo que puede.

Owen se queda dormido contra mi pecho y paso la noche con él. La tos cesa poco a poco cuando le doy una doble dosis del medicamento, intento conciliar el sueño, pero no puedo, me avasalla esa sensación amarga que surge cuando sabes que algo está por pasar.

Christopher en Italia hace que me duelan los nudos que se forman en mi cuello, no sé que me da cada que recuerdo los ojos de Alexa quedando sin brillo, sin vida. Me duele porque sé que no se lo merecía y lo que le pasó es un motivo más para estar tan cansada de todo. Vigilo a Owen toda la noche y a la mañana, después de una ducha, vuelvo al despacho queriendo descifrar la información que hallo a medias, en vano, porque los planes no están a la vista de cualquiera y lo único que consigo son sospechas.

—¡Señora Rachel! —sube Cayetana agitada —. Acaban de llamar del hospital, el señor Rick despertó....

—¿Qué?

—¡Si, despertó! —repite segura y me apresuro por una chaqueta, la noticia me hace bajar los escalones de dos en dos y saliendo me encuentro a Tyler corriendo hacia la entrada.

—Death me acaba de llamar, ¡el señor Rick despertó! —me avisa—. Supongo que quiere que la lleve.

—Por favor.

Abordo el vehículo que me abre y dejo que me lleve a la clínica. Moscú es la única ciudad del mundo que no está atestada de policías y al hospital entro corriendo. Ya he tenido que ver a tres hombres que quiero en este tipo de sitios y es algo que no me gusta.

—¡Teniente! — Me llama Death cuando llego desorientada a la sala de espera— ¡Por acá!

No dudo en seguirlo agradeciendo los días que lleva aquí haciendo guardia, estando al pendiente y llamando para avisarme de cada cosa que pasa siendo el tipo de amigo que sabes que vale oro.

Giro la perilla, hay una enfermera adentro a la cual no le pongo atención, puesto que solo me enfoco en la camilla donde está mi papá quien me sonríe débil. En un dos por tres tengo los ojos empañados, ya que sentí cada golpe que le dieron, es una de las personas más importantes que tengo y perderlo sé que es uno de esos acontecimientos de los que no me repondré jamás.

—Soñé que eran monjas y que todos los domingos la visitaba en un convento —me dice—. Fue maravilloso.

Me hace reir y me voy contra él besándole la frente, las contusiones lucen mejor y dejo mis labios plantados, sintiendo que la carga pierde peso, ya que está bien, fuera de peligro y es lo que importa. La puerta vuelve a abrirse y es Sam la que entra medio afanada quedándose quieta cuando nos ve, el silencio incómodo surge y papá no deja de palmear mi mano.

—¿Y Emma? —me pregunta— ¿Cómo está?

—Está de viaje —le informo y pensé que se alteraría, pero en vez de eso simplemente asiente tranquilo.

De las tres, Sam es la que más se parece a Luciana, no solo por el cabello azabache y los ojos azules, también por la personalidad que la llevaba a querer portarse bien todo el tiempo. No la culpo, porque mis tías la tildaban de perfecta todo el tiempo y con esa etiqueta se quedó.

—¿Cómo te sientes? —le pregunta ella en un tono serio.

—Un poco mareado —contesta él— y débil, pero bien.

Ella titubea frente a su sitio moviéndose incómoda.

—Es normal en tu estado —Busca la planilla que dejó la enfermera a la vez que le pide permiso para tomar el equipo médico, asiente y me alejo para que lo revise analizando los monitores.

Arreglo las sábanas quedando una frente a la otra con mi papá en medio.

—Rachel, quiero que gestiones la ida de Sam —me dice—. Las hermanas de su madre estarán gustosas de recibirla y de seguro harán las gestiones necesarias para limpiar su nombre. Son inteligentes, la van a cuidar y ocultar por el tiempo que sea necesario. Conociéndolas, sé que han de tener contactos y se las apañarán para que esté bien.

La orden me toma desprevenida al igual que a ella.

—Lamento mucho lo que pasó, Sam, y el que no puedas entender. Sé adorabas a Luciana, era tu mamá, pero el que fuera buena contigo no borra el hecho de que entregara a Emma y traicionara a Rachel. Puso en riesgo a mis nietos negándose a ponerse en sus zapatos —confiesa—. A diferencia de ella, a mí sí me duelen mis hijas porque he sufrido por ambas y si procedió así, nada nos garantiza que lo repitiera. Esta familia necesita apoyo, no jueces y ella lo era; era una jueza, la cual nunca iba a entender por todo lo que hemos pasado... Era un impedimento para la felicidad de Rachel y Emma y por eso la maté, porque ser felices es lo mínimo que ellas merecen después de tanto.

Aprieto sus dedos porque cualquiera no tiene las agallas de hacer lo que hizo.

—Sé que la has pasado mal, todos hemos pasado por mucho, pero te aseguro que tus hermanas serían incapaces de darte la espalda y no entenderte como Luciana lo hizo con ellas. Podrían estar en su peor momento y jamás harían lo que hizo tu madre y lo sabes —termina—. Las Mitchels no te van a dar la espalda, puesto que siempre has sido lo que a ellas les gusta.

El nudo que se arma en mi garganta es difícil de tragar, las verdades son difíciles de digerir, pero Rick tiene razón, ella no merece estar donde no quiere. No dice nada y aprieto los dedos de mi papá queriendo que sienta mi apoyo.

—Teniente —Death entra sin golpear—, perdón interrumpirlos, pero Legión está de vuelta en Moscú y sus amigas la están buscando con urgencia.

La cara de Death me asusta, mi papá me pide que vaya y salgo de inmediato encontrándome con Laila y Luisa en la sala de espera.

—Secuestraron a Simon —me suelta Luisa.

—¿Qué? —siento que se me obstruye la garganta— ¿Antoni?

—No, Christopher —contesta Brenda.

—Pero...

—Llamó en la madrugada y me informó que ya estaban aquí —me explica Luisa—. Me quedé esperándolo despierta, pero no llegó, ahora lo llamé y me contestó un tal Boris, el cual me dijo que lo diera por perdido.

—¿Como que perdido?

—¡No sé!

Laila me entrega el periódico y rápido leo la noticia internacional: "Más de treinta países confirmados en la Asociación de Países Unidos: el tratado que apoya y se pone en contra de los que quieren alterar el orden".

—No suelo ser pesimista —sigue Luisa—, pero creo que lo mejor es que prepares psicológicamente a tus hijos para la muerte de Christopher. Perdió la cabeza, vuelve a tener a todo el mundo en contra y ahora es peor, porque Bratt es mucho más fuerte de lo que era antes ¡Y está con Antoni!

Se desespera y empieza a sofocarse.

—¡Parece que no tiene escrúpulos, que no tiene moral! —vocifera mientras trato de procesar todo— ¡¿Qué diablos va a hacer y cómo vamos a traer de vuelta a Simón?!

No tengo idea ni de lo uno, ni de lo otro.

—¿Qué te ha dicho Parker? —le pregunto a Brenda.

—Nada, solo me pidió que nos vieramos...

—¡Para secuestrarte a ti también! —se descontrola Luisa.

Los oidos me duelen con el dolor de cabeza que surge, Christopher no me contesta y sé que algo va a hacer, dado que con las manos cruzadas no se va a quedar con lo de Bratt, lo que no sé es que tiene que ver el marido de Luisa, Parker me rechaza la llamada, Alex tiene el móvil apagado y algo me dice que voluntariamente no va a entregar a Simón. Recurro a su móvil el cual contesta el mismo sujeto que le respondió a mi amiga.

—Aqui Boris Korolev, ¿Allá quién? —increpa.

—Pásame a Christopher —exijo.

—No está, se está preparando.

—¿Preparando para qué? —me exaspera.

—¡Para los fuegos artificiales! —su grito me deja sorda— Se viene, se vieneee

Corta la llamada y mi ceño se frunce con el mensaje que me envía a los pocos segundos, "se viene".

—Hay que intervenir a la Bratva —dispongo—. Quiero saber exactamente lo que van a hacer, ¿Dónde está Christopher ahora?

—En el comando, creo —contesta Brenda—. Eso fue lo que nos dijo Tyler cuando lo llamamos.

—Necesitamos un auto y preparar equipos.

Me devuelvo a la alcoba de mi papá, Sam está de brazos cruzados frente a la ventana e intento explicarle que debo irme, pero me interrumpe.

—Haz lo que tengas que hacer —me suelta—. Yo estoy bien, ve.

No sé qué pasa hoy, pero siento que sus palabras, de cierta manera, me tocan y hacen que me quede un par de segundos más bajo la puerta con la mirada que me dedica. Sam se mantiene al lado de la camilla y de nuevo lo dejo con ella.

—Manténme al tanto de todo —le pido a Death—. Ante cualquier novedad no dudes en llamarme.

—Si, teniente —contesta.

Me apresuro a reunirme con los demás que ya están en la primera planta, Dalton e Ivan tienen el equipo en el apartamento donde se estaba quedando Sam y vamos por él mientras Laila se encarga de conseguir el vehículo.

—¡Ese Boris no deja de mandar mensajes! —Se altera Luisa mientras recojo lo que necesito— ¿Qué diablos "se viene"?

—Creo que Parker sospecha algo, le dije que iba a verlo y me dijo que no —agrega Brenda—. Las puertas de la central están cerradas sin orden de abrirse.

Lo primero que hago cuando llego es cambiarme optando por un atuendo poco llamativo, de colores oscuros. No podemos ir todos, así que me valgo de los que más confío para la tarea: Brenda y Laila, quien llega con lo que le pedí. Le pido apoyo a Dalton y los demás se quedan, cargo todos los equipos y tomo lo que requiero.

—Tengan mucho cuidado, por favor —nos dice Luisa antes de salir—. Y traigan a Simon o me va a dar algo.

Salgo de nuevo y estando en la acera me pongo al volante. Al igual que la central de Londres, el ruso está a un par de minutos fuera de la ciudad y me enrumbo al sitio. Con Cayetana hablo en el camino, Christopher no ha ido a la mansión, Owen, por suerte, está mejor y le encargo el cuidado de ambos. El coronel sigue sin contestar y por Tyler me entero que fue a dejarle documentos al comando.

—Las noticias dicen que el presidente de la A.P.U está a la espera de la respuesta del presidente de este país—me avisa Laila en lo que hago el recorrido que me lleva a la central.

No hay nada sospechoso por ahora y me estaciono kilómetros antes del comando fuera del área de alerta o peligro, quedándome en la entrada que lleva a Moscú. La otra entrada toma más de una hora, es una ruta que el coronel no va a tomar con el afán que carga siempre y por ello me quedo en el punto, a la espera de que salga y poder seguirlo.

Enciendo la radio para estar al tanto de las noticias. Una hora pasa y nada, dos, tres, cuatro, ocho... Llega la noche, Brenda trae comida, procuro no impacientarme cuando la noche se convierte en madrugada, la espera me hace cabecear cuando llega la mañana y por un momento creo que he perdido el tiempo, pero...

—Rachel —Brenda me pega en el brazo cuando el auto deportivo pasa y hace que encienda el motor siguiéndolo.

Soy cuidadosa para que no se percate de que voy tras él manteniendo la debida distancia, los vidrios son polarizados y por ello me adelanto y dejo que me sobrepase un par de veces. Las avenidas de Moscú nos reciben sumergiéndonos en el tráfico matutino.

—Toma la desviación de la derecha —me indica Brenda—, tiene una salida que nos vuelve a dejar en la calle principal.

Obedezco moviendo el volante, efectivamente vuelvo a salir a la avenida, el deportivo toma la circunvalar y se adentra en la calle donde se detiene. Me quedo en la esquina y Christopher baja con Parker adentrándose al restaurante.

—Hay que cambiar de autos, esto levantará sospecha —Tomamos todo.

Brenda se encarga de encañonar al sujeto que interceptamos pidiéndole que tome el auto que ya tenemos, el miedo no lo deja protestar y pasamos a un nuevo vehículo donde espero. Parker sale a los cuarenta minutos seguido de Christopher y volvemos a la carretera. Se desvía al sur adentrándose en la zona más informal predominada por bares, gimnasios, rings de boxeo y paredes llenas de grafitis. Gira a la izquierda deteniéndose en un enorme edificio cobrizo donde sale un sujeto a abrirle la puerta, «el valet parking». El sitio no tiene letrero de nada y con Parker detrás suyo suben los escalones perdiéndose en la entrada.

—Ventanas blindadas —comenta Brenda a mi lado y por el tiempo que el valet parking se demoró en bajar diría que también hay puerta de seguridad.

Me muevo rápido buscando un sitio para estacionar, el cual hallo un par de cuadras más adelante. Me acomodo la gorra y me subo el cierre de la chaqueta antes de salir del vehículo con mis amigas.

Mis ojos recorren el área caminando con las manos metidas en las chaqueta, mientras que Laila y Brenda caminan casual a mi lado: una con la capota en la cabeza y la otra con una bufanda como pañuelo que le cubre parte de la cara. El frío es intenso, por ende, la vestimenta no desata ningún tipo de sospecha.

—Alerta atrás —murmura Laila y varias camionetas negras pasan, no una, varias.

Nos quedamos en la acera como si fuéramos a cruzar la calle, los autos se detienen y el mismo sujeto aparece abriendo la puerta que le da paso a Ilenko Romanov. Dos sumisas bajan de la última camioneta que se estaciona y lo siguen dos pasos atrás, mientras que él avanza a los escalones desapareciendo en el mismo umbral que cruzó el coronel.

—¿Hay noticias de Simon? —le pregunto a Brenda.

—No.

Cruzo la calle y me detengo en el puesto de periódicos de la esquina tomando uno cuando otro grupo de vehículos da la vuelta, mantengo la vista en las noticias mientras mis amigas vigilan fingiendo comprar al anciano encargado.

—El presidente —me susurra Laila—. La caravana de vehículos es del servicio secreto presidencial.

Volteo con disimulo y si, tiene razón, algo grande se está cociendo dentro y dejo un par de monedas antes de moverme. Hay dos hombres custodiando la puerta, hasta el momento no se me ocurre nada para entrar y doy la vuelta a la manzana. Para sumergirme por las alcantarillas se necesita un mapa, aparte de que nada me garantiza de que no tengan vigías abajo. Me quedo en la parte trasera sin idea de nada, la angustia empieza a avivarse y miro arriba cuando tres gotas de agua caen sobre mis hombros, varios limpiadores cuelgan del edificio y el verlos es como un rayo de luz para mi cerebro.

Las ideas surgen y evalúo el panorama detectando a uno de los furgones por donde salen empleados con overoles y materiales. Miro a mis amigas quien en voz baja les doy las indicaciones

Los últimos obreros están saliendo, cuatro se quedan en la parte trasera de la furgoneta y dejo que Laila se adelante junto con Brenda, mientras vigilo a los que cuelgan de los edificios.

—Disculpen, es que nuestro auto se averió y nos preguntamos si tenían una llave que nos sirva para cambiar la llanta —pregunta Laila junto a Brenda que se asegura de que el chofer no esté en su sitio.

—¿De qué tipo?

—Creo que... —Mueve la cabeza queriendo ver lo que hay en el interior— como la que está en el rincón. Si me permite buscar entre las que tiene...

Laila se adentra, Brenda le alega que esa no es subiendo también al vehículo y avanzo para asegurarme de que no haya más furgones cerca, «No hay». Vuelvo rápido, el furgón se mueve y Brenda me abre la puerta.

—Rápido —pide Laila.

Los cuatro sujetos que estaban adentro están inconscientes, doy por hecho que bajo maniobra de inmovilización, algo que no dura más de tres horas y con prisa le quito el overol al conductor, a la vez que mis compañeras hacen lo mismo con los otros. Me guardo el cabello bajo la nueva gorra y en menos de tres minutos logramos salir con los overoles anchos, las herramientas y las caretas que nos resguardan de los químicos.

Brenda cierra las puertas del furgón con seguro dejando las ventanas arriba y rápido nos devolvemos al edificio, varios de los trabajadores están bajando para el receso y me apresuro a uno de los andamios que dejan con sogas, arneses y poleas.

—Falta lavar toda la hilera del piso veinte hasta abajo —espeta el sujeto que no se toma la molestia en mirarnos, simplemente toma sus cosas antes de irse.

No pierdo tiempo a la hora de subir. Las primeras ventanas me muestran a varios hombres en camisetas haciendo ejercicio, las dos plantas siguientes hacen lo mismo, en la tercera hay un bar y seguimos subiendo pasando por el casino, el sitio tiene pinta de club y continúo subiendo en busca de una entrada.

—Hay que ir más despacio o van a sospechar —sugiere Laila.

Me tomo mi tiempo viendo prostitutas bailando sobre mesas en los bares, hombres adinerados en busca de mujeres y masajes eróticos. Esparcimos los rociadores para disimular, los ventanales cubren toda la pared, el vidrio es grueso, aún no encuentro una entrada, sin embargo, no me doy por vencida. Con la ayuda de los arneses escalamos a los pisos más altos... Faltan cuatro pisos para llegar a la azotea y la única esperanza es el panel abierto del último piso. Se ve pequeño, pero tendrá que funcionar.

Es una suite, el espacio es más estrecho de lo que creía, pero es lo único que hay y tiene que servirme. Laila vigila con Brenda mientras que me las apaño por entrar lo más rápido que puedo, la piel del abdomen y los brazos me la maltrato, pero a la fuerza me meto cayendo de golpe sobre la alfombra. La que sigue es Brenda y luego Laila que tira los dos arneses antes de entrar. En la mafia, cuando se tienen reuniones con miembros importantes se suelen apagar las cámaras para no dejar ningún tipo de rastro que los pueda inculpar, en especial cuando son clubes exclusivos.

—El closet —Laila se apresura al sitio—. Hay que buscar algo que sirva.

El estar preparadas para cumplir fantasías es algo de lo que siempre se aseguran las sumisas y por ello no me sorprende el montón de atuendos que hay en el closet. Le tiro un vestido a Brenda mientras que Laila escoge lo suyo, no hay tiempo que perder y me saco el overol escondiéndolo antes de embutirme en el vestido ceñido que parece de látex, descuelgo un gabán largo del perchero ocultando mi silueta y tomo una peluca de pelo corto, me pongo uno de los antifaces y opto por los tacones que primero me quedan.

Laila tiene un atuendo de enterizo con peluca rubia, Brenda porta una peluca azul oscuro, ambas con antifaces también y soy la que se acerca a la puerta vigilando que no haya nadie, «despejado». Mis amigas me siguen, las puertas plateadas del ascensor por el que pasamos muestran el reflejo completo de las tres y habría que estar muy cerca para que nos reconozcan.

Llegamos al vestíbulo de la primera planta y a la primera persona que veo es al presidente sentado en un juego de muebles bebiendo licor con el embajador.

—Ya pueden pasar e ir preparándose para el sauna —les indica una de las sumisas y ambos dejan los vasos dejando que los guíen.

Me peino la peluca fijándome en la dirección donde los llevan. Atraviesan dos puertas enormes que se abren y se cierran, necesito una coartada más para ingresar y avanzo a la barra donde está el cantinero secando copas.

—Los amos quieren champagne, así que dame tres botellas —le pido al hombre con el collar de esclavo— y copas.

Se limita a darme lo que pido y agradezco que una rama de aquí solo se limite a obedecer. Laila y Brenda toman las copas mientras que yo me aferro a las botellas en busca de la puerta por donde entró el presidente y donde el panorama cambia a una sala de jugadores de poker donde varios están fumando. Avanzo al siguiente umbral lleno de yacuzzi y mujeres semi desnudas dando masajes.

—¿Champagne? —pregunta Laila en una mesa entrada en el papel y el hombre que no nos mira sacude la cabeza.

Pasamos a la mesa donde está uno de los Vorys con dos sumisas y está tan ocupado manoseandolas que no nos pone atención, así que continúo el recorrido con la mirada gacha. No veo al presidente ni al embajador, hay otra sala más adelante y me muevo haciendo uso de la coartada.

—¿Champagne? —ofrece Brenda y nos vuelven a ignorar.

Con la misma excusa cruzamos las puertas de madera llena de cajas de seguridad, el sauna está al fondo, las puertas están abiertas y los hombres hablan entre ellos.

—Me gustan las opciones planteadas —comentan y reconozco la voz del presidente que sale de uno de los cambiadores—. Es cruel, pero necesario.

—¿Son confiables las habilidades de Christopher Morgan? —le pregunta el embajador que sale atrás.

—Si.

Un sujeto panzón me pide una copa y me muevo a la banqueta donde está, la sala se llena de hombres de un momento a otro y la voz del coronel afuera hace que mis amigas me miren, ya que el papel de incógnita dudo mucho que funcione con él.

—Creo que harán falta toallas —le digo a Laila mirando el cuarto que Brenda abre preguntando quién necesita. La voz del coronel se oye más cerca y mi amiga saca dos pilas de batas y toallas que deja en uno de los bancos, las sumisas llegan a ofrecer más licor y me adentro al cuarto. Los hombres están tan distraídos hablando entre ellos que no notan cuando cerramos la puerta del cuarto de enseres.

—¿Todo en orden caballeros? —Llega la novia sumisa predilecta o como sea que se llame la que se revuelca con el Boss—. El sauna ya lo dejé listo para todos.

No me cae bien, ni ella, ni ninguna de las presentes que coquetean y se ofrecen. Hace calor, el sitio es más largo que ancho, como un mini pasillo lleno de batas y toallas dobladas donde se apagan las luces una vez cerrada la puerta.

Sostengo la perilla para que no pueda abrirse, hay tres rendijas de madera que me permiten ver a los hombres que se desvisten. Kazuki llega saludando, el ruido del motor no me deja escuchar muy bien lo que dice y el vapor se cuela por las rendijas por donde miro. Uno de los hombres se sienta en la banqueta y es un senador, el cual hace unos meses dio bastante de qué hablar.

—Esto no es para gente que carece de agallas, señores —Medio capto mientras se desviste—. El que vaya a entrar es porque está seguro de querer participar en lo que se viene, ya que...

Un segundo motor se enciende, está de espalda, por ende, no alcanzo a captar el resto y se adentran en el sauna. La falta de información me empieza a frustrar y el que el coronel llegue con Parker me hace apretar con más fuerza la perilla que sostengo cuando se saca la playera mostrando el torso musculado. Los días de ausencia repercuten, las noches sin dormir pensando si amanecería vivo o no hacen que no pueda dejar de observarlo, la cara, el cuerpo que ha estado sobre mí tantas veces...

El cabello se lo sacude desatando las gotas de sudor las cuales desatan las ganas de salir, la temperatura se está tornando insoportable, Parker es otro que empieza a desvestirse y...

—Seamos profesionales —musita Brenda—. Estamos laborando.

Parker se cubre con la toalla para terminar de desvestirse y me enardece que Christopher no pueda hacer lo mismo y muestre el culo, miro a las mujeres que me acompañan, las cuales bajan la mirada a sus zapatos mientras que el coronel toma la toalla que no apaga las ganas de arrancarle el pelo. Con o sin sumisas en el sitio, siento que se hubiese cambiado de la misma manera.

Se sumergen en el sauna y respiro hondo retirando la mano del pomo preparándome para salir, pero vuelvo a acercarla con el ruso que entra con la mirada fija en el móvil, se queda en el centro del sitio viendo no sé qué y sacude la cabeza antes de dejar el aparato de lado. Se saca la camisa y da igual quien es, por ello, ni me molesto en mirar a otro lado, ya que...

—Cristo bendito... —Brenda se tapa la boca cuando abre la prenda que se quita y deja ver el abdomen esculpido que... Intento mirar al techo, pero consigo lo contrario mirando la enorme cosa que se le dibuja en la entrepierna, la cual soba antes de meterse al sitio de cambio privado. «Malnacido», la vida debería hacerle un favor a la humanidad y malograr la apariencia de algunos.

—Si sale desnudo no seré profesional y lo digo desde ya —susurra Laila—. Mi cabeza está débil.

No sale desnudo, pero sí con la toalla que se sujeta bien en la cintura recogiéndose el cabello antes de ir con los demás y salgo rápido cuando cierra la puerta. La situación no hace más que aumentar mi dolor de cabeza, trato de conectar lo que oí con lo que vi en el despacho, pero no consigo nada.

—El presidente, el embajador y un senador con investigaciones por nexos revolucionarios reunidos con el Boss y el Vor de la mafia rusa: un sádico con un salvaje —expresa Laila—. No creo que nada bueno salga de ahí.

Los indicios no me sirven, ni las sospechas tampoco en un momento donde no hay tiempo para rompecabezas. El día ya me tiene fastidiada, el quedarme más horas aquí solo levantará sospechas y por ello me las apaño para abandonar el lugar, volviendo al auto que había estacionado calles más adelante.

Alex sigue sin contestarme, Tyler se une a la cadena y las cosas por las buenas no están funcionando.

—Llama a Parker y dile que necesitas verlo con urgencia —le pido a Brenda cuando cierra la puerta—. Insiste en que es importante y no puede pasar de esta tarde.

Pongo en marcha el vehículo conduciendo con la vista fija en la carretera, no hay indicios de Simon por ningún lado y las personas que vi me siguen dando vueltas en la cabeza. Brenda se ocupa de cumplir con lo que le solicité con dudas, pero lo hace, dado que la preocupación de Luisa ha recaído sobre todas y, mientras se llega la hora, paso a darle una vuelta a los mellizos que juegan en el jardín.

Owen pasea su carrito por la fuente y Milenka está rodando en el césped.

—¿Quiere que los llame? —me pregunta Cayetana al notar que los observo desde la gran columna del comedor al aire libre.

Muevo la cabeza con un gesto negativo, me niego a interrumpirlos, ya que sé que debo partir y despedirme de ellos es algo que no me gusta. Se retira, hay una mesa cerca de la fuente donde organiza todo queriendo que almuercen y sigo en mi sitio viendo cómo les ayuda con la comida. Es triste ver cómo en ocasiones la vida, por más que le pedimos, no nos da lo que deseamos.

Christopher no aparece y con lo que vi tampoco creo que lo haga, está inmerso en los planes que no quiere soltar; cuando algo se le mete en la cabeza no da marcha atrás y, por ello, empaco lo que necesito antes de irme. El pecho se me aprieta a mitad de la escalera y con la imagen de mis hijos grabada en mis pupilas le hago frente a lo que tengo que hacer.

Almuerzo sola lejos de la mansión, ya que el estar débil es una desventaja que nadie quiere tener ahora, conduzco de vuelta al apartamento donde Dominick Parker aguarda sentado y enojado entre los miembros de la Élite.

Luisa se pasea por el sitio pasándose las manos por el vaquero, Stefan está preparando café, Brenda está en la ventana ignorando al novio, Dalton e Ivan están cerca de la puerta como se los pedí, mientras que Gauna mantiene la mano en el hombro del alemán.

—Me estás metiendo en problemas, Rachel —me suelta Parker—. Si se enteran que me tienes aquí...

—Entre más rápido hables más rápido te irás, así que tu tiempo aquí depende de ti —voy al grano— ¿Por qué se reúnen el presidente, el Vor y el Boss de la mafia rusa en un solo lugar?

—No es algo que te interese.

—Tienen a Simon, eso es motivo suficiente para interesarnos —Se mete Luisa y Parker niega queriendo zafarse de Gauna, pero este solo reafirma el agarre.

Batalla de nuevo y logra soltarse, sin embargo, el arma que saco poniendosela en la frente lo deja quieto. Brenda prefiere mirar a otro lado mientras que Laila toma las fotos que se requieren.

—Necesito respuestas —reitero—. No te voy a disparar, pero si en la mafia rusa ven que te dejaste tomar, te van a arrancar el tatuaje y eso significa quedarte sin nada.

—No te estoy dando información.

—Pero ellos pensarán que sí cuando la consiga de todas formas —Aprieto la pistola—. Lo único que quiero es acortar el tiempo, ya que estoy cansada y sabes que puedo hallar las respuestas que estás callando, aunque si me sueltas lo que pido fingiré que nunca estuviste aquí.

Me mira con rabia y no es justo para él, pero situaciones desesperadas necesitan medidas desesperadas.

—No lo vas a entender.

—¡Solo sueltas los malditos planes y ya está! —le insiste Luisa

Laila le muestra las fotos que tomó tensándolo, sabe que si ellos llegan a ver eso se la van a cobrar.

—Habla Parker —lo presiono—, necesito saberlo y sabes que no descansaré hasta conseguirlo.

—Porque lo quiere en su ejército y, si no se le une, lo va a someter.

—¿Quiere que se le una a las malas? —increpa Luisa—. Simon no...

—¡Sí a las malas, Luisa! —replica él— El sistema judicial se va a partir en dos y ¿adivina que? Todo aquel que no esté de nuestro lado se le va a dar de baja para evitar que Bratt lo tome y sea un arma en nuestra contra.

—Christopher no tiene la gente para dividir el sistema en dos —comenta Laila.

—No tiene la gente, pero sí las armas: ya explotaron dos bombas, lo que pasó en Sunah Bratt lo hace ver como otra cosa al igual que lo de Krint. Bratt ha estado tapando las cosas, los medios no dicen del todo la verdad, muchos creen que solo somos un grupo de marginados escondiendo el hecho de que es algo mucho más grande y tal cosa está desafiando el sistema judicial. Los ejércitos se unen a ellos porque disfraza todo para que no sepan la magnitud del problema y crean que lo tiene controlado —continúa—. Por ello se le va a poner punto final a esto con un nuevo atentado con el cual se pretende hacer público todo.

—¿Más? —comenta Stefan— Ya ha muerto gente.

—Eso no le importa a Christopher, las cosas se hacen como las dispone y ya —prosigue—. De ahora en adelante, todo lo que sea un estorbo lo va a aniquilar, ya está organizando para proceder y todos sabemos que no será de una buena forma.

—¿Qué hay de Gehena?

—No sé del tema, cada que Christopher y el ruso hablan de ello lo hacen a puerta cerrada —confiesa mirándome a la cara. Las ganas de presionarlo no me surgen y ha de ser porque en el fondo ya tengo una respuesta sobre eso.

Bajo el arma tomando una bocanada de aire, lo que soltó siento que no hizo más que dejar las esperanzas de todos por el suelo.

—Vete —le pido—, Laila borrará las fotos.

Cumplo con mi palabra y le echa un vistazo a mi amiga antes de irse, Luisa se le atraviesa pidiendo que suelte a Simon para poder irnos, pero no le hace caso y se larga.

—Estamos jodidos —Luisa se lleva las manos a la cabeza.

—Calma —pide Stefan—, no todo está perdido, recuerden que hubo quienes ya lo detuvieron una vez: el ejército de Gehena.

Me duele demasiado la cabeza, el que los nombre es como si los invocara, ya que me llega el mensaje del comandante. La imagen de mis hijos es un arpón que vuelve a atravesarme y palmeo el hombro de Stefan cuando paso por su lado en busca de la salida.

—¿A dónde vas? —me pregunta Luisa y me reservo las respuestas—. Rachel...

—Déjala —pide Brenda.

Del apartamento paso al hospital donde está Rick quien me recibe sonriente, le cuento lo que pasa y me aprieta la mano mientras me habla. Nos conectamos en una videollamada y juntos nos ponemos de acuerdo en la forma de proceder con una conversación donde discutimos sobre los caminos que hay y sobre el que se debe tomar.

—¿Seguro que vas a estar bien? —le pregunto y asiente.

Apoyo mis labios en su frente abrazándolo con fuerza, tengo que partir y debo hacerlo ya, pero antes de irme se lo vuelvo a encomendar a Death que, como siempre, está dispuesto a ayudarnos. Compro una mochila donde empaco todo lo que necesito para el viaje de horas que pago y me deja en un nuevo sitio. Rento un auto y me aventuro por la carretera.

Las casas del pueblo están cubiertas de nieve y el frío es tan intenso que resulta doloroso, estaciono y meto las manos en la chaqueta térmica mientras camino a la orilla del acantilado donde ella me espera en uno de los pueblos más solitarios de Groenlandia.

Está de espaldas y se vuelve hacia mí cuando capta mis pasos. «Emma», la mujer de melena negra y ojos idénticos a los míos quien, por más que me duela, ya no es la misma de antes, ya no es la bebé risueña a la que le mordía la panza en la alfombra, ni la niña que se la pasaba hablando frente al espejo fingiendo coquetear. Ahora es la mejor patinadora del mundo y eso le da un aire diferente poso las manos sobre sus hombros dejando un beso entre sus dos cejas.

Me abraza sonriente y tengo a Laila, Brenda, a Luisa y a muchos a mi alrededor, pero los abrazos de Emma y mi papá tienen algo especial. No sé porque, es como si el amor que nos tenemos brotara de alguna manera, creando un sentimiento el cual no se puede describir con palabras, es como si supieras que pase lo que pase son personas que nunca te van a fallar.

Nos quedamos un rato viendo las gaviotas que están sobrevolando abajo, ya hablamos en la videollamada que tuvimos con papá y juntas nos vamos a la posada del pueblo donde rentamos una alcoba y ultimamos detalles mientras cenamos. Me aseguro de que todo quede listo y estando con el tema cerrado me preparo para dormir, mientras ella se sienta en el borde de la cama respirando hondo.

Quisiera que la cabeza nos diera para pensar en otra cosa, extraño los momentos cotidianos que tienen las personas normales, pero ambas estamos terminando de asumir lo que se aproxima y es que no es cualquier cosa.

Le envío un mensaje con mi ubicación a Luisa que no deja de preguntarme dónde estoy, la preocupación por Simon la tiene desesperada y el que me acueste no significa que duerma, de hecho, ninguna de las dos lo hace. A la mañana siguiente desayunamos juntas; luego, Emma echa todo en la cajuela mientras yo preparo lo que falta.

Soy la primera que sube al auto, ella se pone el cinturón ocupando el asiento que tiene a mi lado y arranco tomando la carretera con Try sonando suave en el estéreo. Acelero quemando los neumáticos en el camino a través del panorama gris que nos rodea, el cual trae a mi cabeza lo que éramos antes y lo que debemos ser ahora.

Son dos horas de recorrido hasta que la pequeña casa apartada de la colina aparece, es el tipo de sitio desolado que la mayoría del mundo ignora por el clima y por lo lejano. Bajamos al mismo tiempo, se necesitaba un sitio seguro para hablar con los de Gehena y escogimos este. Emma se apresura a abrir la puerta mientras que yo bajo todo.

El olor a humedad me hace toser ya que es un poco asfixiante. Hay mesas arrinconadas y tomamos una acomodándola en el centro antes de barrer y sacudir, dejando el sitio medio decente. El sonido del auto que capto afuera me hace asomarme en la ventana.

—Son ellos —le aviso a Emma al ver a los hombres con gabardinas que descienden con los hombros encorvados, presos del frío.

Se apresura a esconder la escoba arreglándose la ropa mientras yo me muevo a abrir la puerta dejándolos pasar.

—Mi lady —Cruzan el umbral y cierro dándoles la mano que reciben antes de apresurarse al sitio de mi hermana—. Mi señora, como nos honra verla sana y salva.

No contesta, simplemente les dedica una sonrisa triste invitándolos a la mesa.

—Gracias, mis ladys —Les ayudo con los abrigos mientras que Emma les corre la silla para que se sienten. Nos acomodamos frente a ellos y no tardan en empezar con las preguntas— ¿Y la princesa?

—Viene en camino —contesta mi hermana.

—Nos adelantamos para asegurarnos de que no haya peligro —secundo— ¿Trajeron la medicina de Owen?

—Si —Buscan en su maletín pasándome los paquetes.

—¿Y qué tienen planeado? —indago.

—Nuestro pueblo tiene miedo, se niega a salir y es totalmente comprensible teniendo en cuenta lo que pasó, tampoco queremos exponerlos y por ello estamos dispuestos a pagar por gente. De hecho, ya tenemos un contacto, uno que Cédric nos había proporcionado hace mucho tiempo con el fin de usar en casos de extrema urgencia. Es una persona que conoció semanas antes de su cautiverio—explica el arzobispo—. Hablé con él y tenemos una cita mañana, siento que con ellos y ustedes podemos planear algo.

—¿Quién es? Si me da el nombre puedo decirle si vale la pena o no.

Rebusca en el bolsillo de su camisa.

—Kyoko Wang —contesta.

—¿El hijo de Naoko Wang? —pregunta Emma y este asiente. La yakuza es la tercera mafia más poderosa en estos momentos— ¿Les pidió algo a cambio?

—No todavía, pero trajimos dinero de sobra para pagar lo que dispongan.

Ellos no van a pedir dinero, como es la mafia, van a indagar de dónde son y le van a exigir plutonio arcaico cuando sepan que sus tierras son el sitio de donde proviene. Le suelto la información que tengo y asienten a todo sincronizandose con mis ideas.

—Aparte de ellos, ¿han consultado con alguien más? Si es así diganmelo, debo saberlo todo para tener en cuenta todos los detalles —Es necesario asegurarnos de que nada salga mal.

—No hemos hablado con nadie más mi lady, puedo jurarlo en el nombre de Dios —Levanta la mano—. Acudimos al señor Wang porque es nuestra única alternativa, aún no sabe para qué lo buscamos, solo saben que venimos de tierras lejanas y, antes de nos juzguen, he de decirles que somos conscientes de que no es lo correcto, sin embargo, es la única manera de tener nuestro pueblo a salvo. Por ellos hemos venido hasta aquí.

—Comprendo, ¿Algo más que debamos saber? —indago— ¿Alguien más que haya querido contactarlos?

Se miran entre ellos mientras el arzobispo aprieta el maletín.

—Del antiguo número del rey se han recibido llamadas, era un chip sin posibilidad de detectar ubicación —confiesa—. Han estado insistiendo desde hace unas semanas hasta ahora. Es el número que dejamos a los entes que nos ayudaban con la búsqueda del príncipe.

—¿Lo trajo? Si es así, déjeme verlo —Debo saber a qué atenerme.

Saca el aparato que desliza en la mesa, lo primero que hago es buscar el historial y son llamadas del comando de Londres. Llamadas que no han contestado, entro a la configuración y lo tienen en modo avión hace más de cuatro días.

—¿Algún otro número de contacto?

—Es el único mi Lady, el único teléfono en función es donde nos contactamos con usted y lo apagamos hace más de doce horas como pidió —asegura y el comandante empieza a detallar el lugar deteniendo los ojos en mi hermana.

—¿Extraña al príncipe? —le pregunta—. Él hablaba de usted todo el tiempo.

—Me imagino —contesta ella—. No ha sido fácil asumir su ausencia.

—Las admiramos mucho, nosotros y todos los miembros de la iglesia. En un par de ocasiones se nos permitió hablar con su madre y sabemos que hacen parte de una línea de mujeres fuertes, honorables y respetables —comenta—. Nos sentimos muy, pero muy honrados con el hecho de que se cruzaran en nuestro camino, todos de corazón estamos deseando que su padre y su hijo mejoren.

—Gracias padre —Le aprieto los dedos.

—¿Se demora mucho la princesa? —pregunta el comandante— Ya tiene la medicina, la información y no veo más motivos por el cual hacernos esperar, tenemos cosas que hacer y cómo se dice coloquialmente " a lo que vinimos".

—Mi Lady, entenderá que nos urge verla, ya que en un par de minutos debemos confirmar la cita con Kyoko a la cual queremos que nos acompañen.

—Es entendible, nosotras tampoco es que tengamos mucho tiempo —Me levanto y con disimulo guardo el móvil que me dieron mientras que Emma les señala la puerta indicando el sitio del encuentro.

—Al fondo —indica— por la siguiente salida.

Se adelantan, las ventiscas vuelven el clima más intenso y es el comandante quien empuja las puertas dobles a donde los seguimos quedando en el salón lleno de telarañas. Caminamos detrás de los dos mientras que de la chaqueta saco lo que necesito, a la vez que Emma hace lo mismo llevándose la mano atrás. Avanzamos cuatro pasos más y...

—El teléfono...

El comandante se da la vuelta intentando devolverse, el padre hace lo mismo, pero dan un paso paso atrás cuando alzo el arma apuntándole, intenta sacar la suya y tiro del gatillo soltando los disparos en tanto Emma manda la mano a la garganta del arzobispo a quien le entierra el puñal que lo hace caer de rodillas cuando lo secciona. Se devuelve rápido mientras sigo soltando las balas que destellan. No soy de empecinarme, pero ahora es necesario matar con violencia como lo hace la Bratva.

Me voy acercando hasta que el cargador queda vacío y con la bota muevo el brazo que me agacho a sujetar, a la vez que Emma llega con una hachuela que alza lanzando el corte que le quita la mano, la sangre me salpica y pasamos al otro cadáver en busca de lo mismo. La sangre se despliega por el piso tiñendo todo de rojo carmesí mientras arrastramos los cuerpos y los llenamos de alcohol. Las partes desmembradas las echamos en dos cajas antes de sacar el teléfono.

—Ya está —llamo a Rick quien me avisa que está en camino y tomo la pala apresurándome a la parte trasera de la vivienda donde empezamos a cavar el hueco.

¿Es cruel esto? Si lo es, Gehena no tiene la culpa, pero Owen tampoco tenía la culpa de lo que le hizo Antoni. Mi sobrina no tiene la culpa de que se la haya endiosado en un momento donde estamos agotados y desesperados, donde estamos hartos de las caídas y de los tropiezos. Son la única solución para Owen y deben mantener la cabeza gacha por el tiempo que sea necesario; ya les sembraron el miedo y lo que hacemos ahora es sumarle peso dejando claro que así acabará todo el que quiera salir. Esto es una orden, la cual les exige dar un paso atrás.

La tierra cae sobre los cadáveres luego de cubrirlos con cal y limpio la escena del crimen mientras que Emma termina de preparar las cajas. Recogemos todo después de desinfectar y volvemos al auto donde mi teléfono empieza a timbrar, es Luisa quien me avisa que ya están en el pueblo. La tensión del momento no me deja hablar mucho, simplemente le doy el nombre de la posada y les aviso que ya voy para allá.

Retomo el camino acelerando, queriendo llegar lo antes posible, Emma se pone en contacto con Rick queriendo saber su ubicación. Somos las dos únicas huéspedes de la posada a la que llego, no es un sitio grande, solo tiene dos pisos y cuatro habitaciones, parece más una casa que otra cosa. La encargada nos abre y lo primero que veo es a mis amigos en la sala que tiene el papel de recepcion.

Luisa parece que respira aliviada cuando entro y se apresura a abrazarme antes de saludar a Emma a quien le da un beso en la mejilla. Ella, Harry y Scott siempre se la llevaron bien con mi núcleo familiar. Peyton está en la alfombra jugando con una revista y Harry parece molesto sentado solo en la mesa del comedor. Los demás creo que están demasiado preocupados para moverse, empezando por Brenda.

—Sigo sin tener noticias de Simon —me avisa Luisa y la invito al sofá—. No bromeo cuando digo que estoy a un pelo de volverme loca.

Busco un mueble para sentarme.

—Voy a tomar tu silencio como la respuesta que me dice que estás pensando en algo, el cual nos saque de este lío —Luisa no se sienta—. Ese tal Boris es un desquiciado, me mandó un mensaje el cual decía que nos llegó la hora y tuvimos que salir como locos —Camina de aquí para allá—. Estamos fuera de su zona, esperamos que ahora sí se dejen de joder...

Tocan la puerta, le pido a Ivan que abra y este se aparta para que mi papá entre con Sam y Death. Rick está apoyado en un bastón y de inmediato me muevo hacia él, debería estar en cama, se nota que le cuesta estar de pie y el peleador le ayuda a sostenerse mientras que yo corro a abrazarlo.

—¿Qué haces qué no vienes a darme un beso, cabra loca? —le dice a Emma que se asoma en la cocina. Me aparto dándole espacio a ambos y ella choca contra su pecho dejando que la envuelva en sus brazos.

Me uno al abrazo también, a mi papá le cuesta sostenerse y con Death lo ayudamos a subir a la alcoba y lo sentamos en la cama.

—¿Hicieron todo tal cual..?

Nos pregunta mientras Sam le trae el medicamento y Emma intenta quitarle el abrigo, pero...

—Rachel —llega Luisa—, sé que este momento es importante para ustedes, pero...

Un vidrio se quiebra abajo y el sonido es como si rompieran una ventana, me apresuro al pasillo apartando a Luisa.

—¡Nos encontraron! —Laila abre la puerta agitada y corro abajo, Emma me sigue bajando a la primera planta donde Dalton está entrando.

—Es la Bratva, no sé quienes son, por los autos creo que los altos cabecillas —me avisa y Emma le echa mano al arma que tengo atrás huyendo por la puerta trasera.

—¡Hey! —intento detenerla, pero la pierdo de vista cuando alcanzo el umbral, la puerta principal la derriban. La casera busca la manera de huir, pero cae con un tiro en la cabeza, Stefan intenta hacer lo mismo por la puerta de atrás, en vano, porque cae cuando Boris Korolev se lo lleva por delante y desenfundo el arma del cinturón que tengo atado a la pierna al ver que le apunta tomándolo como rehén.

—Buenas noches —saluda el asesino haciéndome retroceder cuando clava el cañón en la sien de Stefan—. La demanda es que a partir de ahora nadie sale.

Mantengo mi pistola, esta gente no tiene escrúpulos y no sé en qué momento pueden soltar un tiro. Término en la sala cuando me acorralan junto con los demás que están de pie en un duelo donde nos apuntamos los unos con los otros, la madera del piso cruje y Christopher se abre paso entre sus hombres junto con Parker.

Todos portan el mismo pantalón camuflado negro con el logo rojo bordado en los bolsillos y en la chaqueta que traen cerrada. El cabello del coronel, como de costumbre, cae sobre sus cejas y mantiene un fusil de largo alcance en la mano derecha. Nuestras miradas chocan y, molesto, pasea los ojos por los que me acompañan.

Papá baja apoyado en el bastón seguido por el que supongo entró desde arriba, Death le ayuda como puede y Sam está pegada al peleador.

—Todos los que están aquí pelearon en su momento contigo, Christopher —le reclama Luisa al coronel con Peyton en brazos—. Nos merecemos, aunque sea, la opción de tomar libremente nuestras decisiones ¡Lo que haces se llama dictadura!

—¿En serio? —se hace el sorprendido—. Mira que si no me lo dices no me doy cuenta.

Me enderezo con el arma en la mano apuntándole al que mantiene a Stefan sin perder de vista al hombre con el que me casé.

—No voy a tolerar descuidos como en años pasados, distracciones que me hicieron perder y me sumergieron tres años en una maldita fosa. Volví a acabar con mis enemigos y a ponerme en lo alto con mis hijos —espeta—. Esta guerra solo va a tener dos bandos: el que no está conmigo, está contra mí, es así de sencillo y el que no quiera servir lo encierro para que deje de ser un maldito estorbo, el cual me impida continuar en la búsqueda de lo que necesito.

Luisa carraspea nerviosa, su vista pasa de mi arma al pecho del coronel como si supiera que no me cuesta nada hacer uso de mis reflejos y soltar un tiro a su tórax, ya que eso distraerá a sus hombres y le daría paso al cruce de balas donde buscaríamos la manera de salir. Miro a mi papá que asiente y desvío el cañón al puesto del Vor, mi dedo sigue en el gatillo y...

Hago que el arma gire en mi mano sosteniendo el cañón para que la tome ofreciéndole la empuñadura.

—Si tu plan me dará tiempo con mis hijos, los protegerá y me dará la estabilidad que necesito, lo voy a apoyar —le suelto—. Pelearé a su lado, coronel.

Se yergue mirándome como si no me creyera cuando doy tres pasos hacia él, me detalla y muevo la mano ofreciendo la pistola que sujeta con firmeza.

—El que quiera irse que pelee y lo haga ya —Rick le habla a los que me acompañan—. Agradecemos su ayuda, pero llegó el momento de que cada quien haga uso de sus habilidades y se defienda como pueda, que cada quien mire que es lo que más le conviene.

Las fibras me tiemblan, me da pena, sin embargo, esto es lo que quiero y lo que necesito. El peso sobre los hombros me tiene cansada, los he ayudado hasta donde más he podido, me gustaría hacer más, pero siento que ya no puedo vivir lejos de mis hijos y los nuevos planes me exigen que proceda de esta manera.

—Rachel —me habla Luisa—, tú sola puedes...

—¡Calla, Luisa! —la interrumpe Brenda— ¡Por un maldito minuto mantén la boca cerrada y déjanos decidir!

Baja el arma mirando a Parker.

—Voy a pelear, pero contra Bratt —Se va al lado del capitán—. No quiero que lo de Alexa quede impune y sé que puedo pelear con los de aquí, pero es gastar más energía y volver las cosas más difíciles de lo que ya están.

Miro al resto, Laila respira hondo con la mirada fija en mí y el que baje el arma consigue que Gauna haga lo mismo al igual que los demás. Saben como es Christopher y tienen las habilidades para dar pelea, pero saben que en estos momentos es mejor estar de su lado que en su contra.

—El que marcha con nosotros es porque está dispuesto a todo —aclara Parker—. Las cosas ya no son como antes y hay que adaptarse a lo que esta guerra nos exige ahora.

El coronel no me quita los ojos de encima a la espera de que alegue algo, pero no lo hago, esta decisión no la tomé ahora, es algo que venía sopesando ya. Nadie dice nada y los rusos bajan las armas.

—Vamos para el comando —les avisa Parker—. Todo lo que deba saberse lo explicaré en el camino

—Quiero un puesto lejos de ese sujeto —se queja Laila.

—Mi nombre no es "ese sujeto", es Boris Korolev y no te creas mucho—suelta a Stefan y se encamina a la salida—. Un par de palabras y estarás rogando por un par de nalgadas.

—Ah, ya sé porque te la llevas con Parker —reniega adelantándose.

—¡No vamos a empezar! —se altera Parker.

Mi papá habla con Luisa que no deja de sacudir la cabeza en lo que el sitio se desocupa y está rabiosa, pero termina yéndose con Laila que la espera, Sam se les une junto con Death.

Quedo a solas con el coronel y mi papá.

—El comandante y el arzobispo de Gehena salieron de incógnito e intentaron ponerse una cita con Kyoko Wang —hablo—. Los dos primeros están muertos, pero Kyoko ha de estar esperando, ya que se verían a medianoche en la estatua del emperador del norte.

El coronel se fija en la hora.

—Hasta que al fin te salieron los cojones que te faltaban —me suelta—. Vamos a ver cuánto duran.

—Volveremos solos, así que lárgate —demanda mi papá.

—Deja de creer que puedes mandar...

—¡Que te largues, dije! —Se impone y el coronel le da la espalda como si le diera igual.

—Tienen seis horas para estar en el comando —ordena.

Se va y suelto el aire que tengo estancado mientras papá se acerca a acariciarme la espalda. Las camionetas arrancan y busco a Emma que no sé dónde diablos se metió, pero me la encuentro entre los árboles. Junto con Rick abordamos el auto llevándola al sitio donde se está quedando. No me da explicaciones del porqué de su huida, tampoco se la pido y menos cuando la veo pensativa. Nos ponemos de acuerdo con lo que falta en lo que atravesamos las montañas, el camino nos toma dos horas hasta que aparecen las enormes rejas de acero que tienen una sola función y es advertir que hasta aquí se puede llegar.

Hay un sujeto esperándola. Kilómetros más adelante, oculto, yace uno de los gulag y las calderas más importantes de la Bratva. Bajamos los tres y papá la estrecha entre sus brazos despidiéndose, hemos estado en contacto por Rick y por lo de Gehena, pero ya no será así, puesto que debe concentrarse en el rol que ahora tiene en la mafia rusa.

Se despide de mí y no es algo que yo quiera, pero sí es algo que se necesita. Camina a las rejas que se abren para ella y me trago el nudo que se me atraviesa en la garganta, consolándome con el hecho de que en unos meses nos veremos de nuevo.

Las rejas vuelven a cerrarse y con Rick vuelvo al auto que conduzco, pero no rumbo a la posada, sino rumbo a la aeronave que me llevará de vuelta a Moscú. El general escucha atento lo sucedido con Gehena y se hace cargo de las cajas que le entrego.

Las luces de la ciudad las veo a través de la ventanilla y no me siento mal, no me siento derrotada, ni vencida, por el contrario, siento un cosquilleo en la espina dorsal, ya que aquí están mis hijos. La idea de que tendré más tiempo con ellos me llena de dicha, todavía hay cosas que concluir, pero el hecho me tiene feliz.

Cierro mi chaqueta cuando descendemos, el frío me hace doler la garganta y el olor que se respira resulta grato, es el de césped recién cortado mezclado con pólvora. Parker nos está esperando en medio del sereno que va en aumento mientras bajo la escalerilla.

—Por acá —Me indica apurándose antes de pedirle al soldado que lo acompaña que ayude a Rick quien se despide de mí, Death llega a darnos la mano y dejo que se lo lleve y le ayude en lo que necesita.

Casi trotando sigo al capitán a una de las torres, quedamos bajo techo y subo las escaleras hasta que llego a la sala de juntas que Parker abre. El coronel levanta la vista cuando me ve, las emociones de siempre vuelven y paso saliva. Alex también está al igual que Gauna y Simon, que se está poniendo hielo en la cara mientras sale del sitio acatando la orden de Christopher..

—Y como decía —continúa el coronel como si no pasara nada—, el objetivo es lo que está en pantalla.

El video que corre muestra el punto que se atacará y me acerco a la mesa.

—¿Qué piensa la primera dama? —me pregunta Alex y Christopher apoya la espalda en la silla.

Aunque la lucha no acaba todavía me siento un poco más liviana, como si respirar fuera más fácil. No puedo dejar de verlo y siento que mi vieja yo ha pateado la puerta del cajón saliendo a las malas.

—Pienso que... —evalúo el sitio— se necesita un explosivo de alto impacto para derribar las paredes de ese sitio. En el 2014 fue atacado con dinamita y hubo víctimas, pero los daños en la estructura fueron menores.

—Cúbrelo, necesito como mínimo tres secciones abajo —le ordena el coronel a Parker tomando apuntes— y que se tumbe toda la red, es algo que Patrick ya sabe.

—Linguini no se ha reportado —lo interrumpe Alex—. Y si te soy sincero, no creo que se vaya a reportar.

Christopher estrella el bolígrafo en la mesa poniéndose de pie y no hay que ser adivino para saber lo que hará y es traerlo a las malas.

—Concentrémonos en esto —sugiere Parker encendiendo el holograma—. Es importante.

Vuelvo a fijarme en el objetivo apagando mi moral, es un blanco bastante grande y emblemático, el sitio perfecto para llamar la atención, ya que cualquiera no entra ahí, y por ello, estudia el planeamiento estratégico con los que están. Sam está con Luisa en el apartamento, después de esto gestionaré lo que se necesita para su partida.

Debato con los que están cerrando las pequeñas cosas que faltan, hay un punto de encuentro a las diez de la mañana y Alex me entrega un uniforme cuando se levanta la reunión.

—El coronel nos verá en la pista — me avisa Parker—. Los que irán también estarán allí, Kazuki ya les dio instrucciones.

Me deslizan un fusil en la mesa y al tomarlo siento que vuelvo a ser un soldado, la hija de un general, la cual ama la milicia.

—¡Vamos! —Parker se pone el suyo y salimos con Simon.

Los aviones ya están en la pista al igual que Brenda y Laila que esperan junto a Kazuki, el viento sopla fuerte, los motores de emergencia los están poniendo a prueba y eso dificulta un poco la comunicación.

—Patrick está fuera de juego, lo estábamos esperando, pero no llegó —avisa Laila con el uniforme puesto también—. Estoy haciendo lo que puedo con el equipo de comunicación, pero está el mismo problema de siempre: mis tácticas son temporales y en cualquier momento pueden caerse.

—Con Lenin hay que apañárselas para que esto salga a como dé lugar, ya ha hackeado dos veces la bolsa de valores —le indica Parker— ¡Al avión!

Me apresuro a la escalerilla que desciende, Christopher aparece rumbo a la segunda aeronave con los otros hombres que irán, voltea a mi sitio, no me da tiempo de apartar la cara y termino posando los ojos en mis botas mientras avanzo. No es un jet de lujo en lo que entro, es un avión militar no muy grande, el cual cuenta con un panel donde está el que supongo que es Lenin.

—¿Cuántos son los del ejército rojo? —le pregunto a Paker mientras se cierran las puertas.

—Cien, ni uno más ni uno menos incluyendo a Patrick y a mí. Hoy solo vienen treinta —contesta—. Todos son asesinos, entrenados desde niños, han de imaginarse cómo son, así que evitemos las contiendas.

Las puertas se cierran, Parker ubica a Laila con el tal Lenin y juntos empiezan a maniobrar las computadoras mientras repaso los planos con Brenda. Laila la llama a preguntarle no sé qué y sigo semi arrodillada en el piso tratando de memorizar hasta la última letra.

—¿Agua? —Me ofrece Kazuki y recibo la botella mientras se acuclilla frente a mí.

Su currículum en la FEMF era intachable. Al igual que Christopher y Leonel, era admirado por el gran número de operativos que llevaron a cabo con éxito. Laila, como siempre, se concentra en su trabajo al igual que Brenda y Simon.

Las horas pasan, el avión aterriza y bajamos casi trotando rumbo a los vehículos que esperan, Parker se apresura al asiento de atrás mientras que yo hago uso de mi posición en el asiento del copiloto coincidiendo con el coronel, que se ubica en el puesto de al lado y arranca de inmediato. Todos los vehículos se ponen en movimiento tomando distintas direcciones y yo me concentro en llenar los cargadores apegándome a lo establecido, en tanto vigilo de vez en cuando por el espejo retrovisor.

Christopher da demandas a través de la radio mientras que yo me mantengo en contacto con Laila que está en su punto, Brenda me confirma su posición y, a través del auricular, capto la caída de una tapa, acto seguido, el trote en medio del agua, (están dentro de las alcantarillas). Christopher acelera mientras que, junto con Parker, recibo las confirmaciones.

Aquí no importa quién es quién, el enfoque de todos es terminar con éxito.

—Den otra vuelta más, estamos a cuatro minutos —avisa Simon.

Christopher se desvía mientras que cuento los segundos preparándome. Los latidos de mi pecho empiezan a acelerarse cuando toma la rotonda y el Departamento de Defensa de los Estados Unidos aparece en mi campo de visión.

—Estamos dentro —informan—. Procedemos a poner el circuito.

Aprieto los muslos cuando el coronel le suma velocidad al vehículo, quito los seguros y, entre más nos acercamos, más fuertes son los latidos que emergen de mi pecho. Pasamos la plazoleta llena de palomas, la cual trae el tipo de momentos donde tu mundo empieza a detenerse agudizando tus sentidos.

Christopher pasa por alto el semáforo en rojo tomando la calle que va directo a las puertas del Pentágono, donde el personal del lugar y los turistas suben y bajan las escalinatas. Llevo el arma contra mi pecho y...

—¡Boris ya! —ordena Parker a través del radio y el ruso se levanta de uno de los puestos al igual que sus secuaces quien arremeten contra los turistas que se van al suelo, desatando la furia de los soldados que les apuntan, desencadenando el tiroteo, a la vez que el coronel sigue de largo directo a las puertas donde, desde el exterior, empiezan a atacar desde distintos puntos con tiros certeros, con municiones pesadas, que vuelan los seguros y dejan que nos llevemos la puerta por delante entrando con las tres camionetas que viene atrás.

La ventanilla de mi derecha se abre y empiezo a dispararle a los que están adentro, varios arremeten contra el vehículo blindado, en tanto Parker ataca desde la ventana de la izquierda aislando a los que arremeten, mientras que el coronel atraviesa el sitio a toda velocidad por uno de los corredores.

—Las salidas están listas —asegura Brenda y Christopher acelera más girando por la fuente del patio central del edificio.

No dejan de disparar y me preparo para el choque cuando toma más velocidad, adentrándose a las malas con todo y auto al área de procesos judiciales. Logra frenar antes de irse en contra de una de las paredes y quedamos en medio de la reluciente recepción.

—¡Afuera! —ordena y salimos con el arma en alto disparando a los que se vienen contra nosotros, los que están dentro nos cubren disparando también y sigo arremetiendo tratando de ubicar a Brenda que aparece pidiendo que la sigan.

Las rodillas me duelen mientras corro, los francotiradores que están con nosotros abandonan sus puestos cuando pasamos por su lado, todo el mundo se enfoca en la salida, las balas no dejan de tronar y el aire me golpea cuando llego a una de las plazoletas internas donde hay una alcantarilla abierta y Brenda es la primera en lanzarse, la sigo seguida de Christopher y los demás, estar abajo es como un laberinto el cual se vuelve más agobiante en medio de la persecución. Arremeto contra dos que no sé de donde aparecen de frente, uno de los rusos señala los túneles como un experto y terminamos saliendo por un desagüe lleno de barro que nos lleva a una zanja. No hay tiempo que perder, las sirenas de la policía se oyen a lo lejos, así que se desarman las ametralladoras, Parker es quien las recibe, subimos la rampa de concreto que está a poco metros y seguimos con la huida hasta que hallamos el furgón, al cual nos subimos. Boris Korolev es quien conduce y lo hace apresurado esquivando todo lo que se le atraviesa.

Siento que se me va a salir el corazón, tengo la cara en llamas y recuesto la espalda contra el metal. El coronel, a quien tengo al frente, no me quita los ojos de encima y por alguna extraña razón presiento que me estaba poniendo a prueba queriendo asegurarse de si estoy o no con él.

—¿Está conforme con el trabajo, coronel? —pregunto.

—Supongo —contesta con simpleza.

Le pide al conductor que se apure y este nos saca del área llevándonos a una mini colina donde hay otras dos camionetas.

Deslizan la puerta de una de ellas dando paso al Boss que desciende con una de las sumisas. Las alarmas siguen sonando a lo lejos, desde nuestro punto se ve el panteón el cual lanza señales de emergencia, mientras que varias patrullas se apresuran a su sitio.

—¿Eso es todo? —pregunta Simon agitado— ¿Vinimos hasta acá para dejar cuatro vehículos en el edificio como si fuera un estacionamiento?

Christopher lo ignora al igual que el ruso que se acerca a la orilla de la colina, tiene un cronómetro en la mano, el coronel mira su reloj, más patrullas aparecen rumbo al sitio y coacciono dando un paso atrás cuando levantan la vista y...

El estallido del panteón suelta una ráfaga de aire caliente que emerge de la onda que manda abajo la sede del Departamento de Defensa de los Estados Unidos y el edificio emblemático se desploma frente a mis ojos.

—Como amo los fuegos artificiales —El tal Boris inhala con fuerza.

Mis ojos se niegan a apartarse de la escena, de la destrucción masiva que nos deja a todos mirando al mismo sitio.

—En cinco horas es el comunicado oficial —Me avisa el coronel pasando por mi lado.

Arreglo mi chaqueta absorbiendo lo que me acaba de decir, han habido muchas contiendas a lo largo de la historia, países queriendo subyugar a otros, personas queriendo desaparecer creencias, peleas entre razas, religiones, pero ninguna como esta. Nunca nadie ha desafiado a otro por la mayor rama de la justicia.

Trato de dormir un rato en el viaje de regreso, mi cabeza lo necesita y antes de hacerlo me pongo en contacto con mi papá. No es mucho lo que duermo, pero si siento que reposo y para cuando quiero abrir los ojos faltan nueve minutos para aterrizar. Brenda está a mi lado y Laila está de pie recostada en la lata.

—¿Hay noticias de Patrick? —pregunto y Laila sacude la cabeza.

—Creo que no solo perdimos a Alexa —suspira—, a él también.

Siento el corazón pequeño, está tan mal y de estos golpes es tan difícil recuperarse... En ocasiones, el dolor que desatan nos aniquila la fuerza que se necesita para levantarse.

—Hay que aprender a valorar lo que tenemos, no cohibirnos de estar con los que amamos porque no se sabe en qué momento nos lo van a arrebatar —comenta Brenda—. Parker tiene espacio en su apartamento para los tres, nos quedaremos con él, ahora me apetece tener mucho sexo, ya luego me concentro en qué compraré con lo que gane. Dominick le conseguirá algo a Simon también para que tenga un buen sitio con Luisa, que sigue enojada, y con Peyton.

—Ivan y Dalton se quedarán en el comando —me informa Laila—. Stefan, Gauna y yo compartiremos un apartamento por ahora, así es como nos hemos organizado por el momento —suspira—. Espero que Moscú siga teniendo buenos bares, eso haría que mi proceso de adaptación aquí sea más fácil.

Me sujeto al asiento cuando llega la hora del aterrizaje. Todos empiezan a descargar, Alex tiene a Stefan en la tarea dándole órdenes, indicando dónde quiere cada cosa. Con los Morgan está prohibido no servir para nada y una vez más queda demostrado. Laila saluda al ex ministro con la cabeza y el que ella no sepa cómo pararse me da a entender que todavía hay un poco de tensión en el ambiente.

—Ve a prepararte —me pide Alex—. Desde que llegué he estado haciendo todo lo posible porque tengan lo que se necesita para este momento.

Sigo al soldado que me lleva a una de las torres donde está un nuevo uniforme doblado en la cama, «el uniforme de gala». No me atrevo a tocarlo con lo sucia que estoy, en la mesa están las medallas y no son las que porté tiempo atrás, pero sí las que representan los honores ganados en la milicia. Paso el dedo por una llenando mis pulmones de oxígeno.

Entro a bañarme, el cabello me lo peino formando el moño miliciano que no me deja ni una sola hebra suelta y, mientras me arreglo, siento que lo hago para una nueva etapa, para una nueva carrera.

La imagen de Emma atravesando las puertas de acero me hincha el pecho, las palabras de mi papá en el hospital, la muerte de Luciana, Sam, mis hijos, mi sobrina, lo sucedido con Gehena y todo lo que está por venir me eleva el mentón frente al espejo.

El móvil que cargo suena en la cama y el escalofrío que me recorre es como un preaviso. Tengo todos los radares de los números de la mafia italiana activados y el nombre de Antoni decora la pantalla consiguiendo que apriete los puños de la camisa. Insiste varias veces y, en vez de contestar, tomo la chaqueta que me coloco negándome a dar un paso atrás.

Decidida le pongo lo que le falta y las medallas relucen en mi pecho cuando me acomodo la chaqueta de mi uniforme de gala. Mi puerta se entreabre y Brenda se disculpa por entrar sin tocar.

—Zoe Lewis dice que está todo listo —me avisa y asiento—. Bratt dará declaraciones a la FEMF mediante el noticiario interno en media hora.

Busco la salida con ella, no veo a Christopher, pero sí a Alex en la primera planta de la torre donde están saliendo los demás. No sabía que extrañaba ver a mis amigas con el uniforme y a Gauna, Simon le está hablando a Luisa, pero esta lo ignora de brazos cruzados y me acerco.

—Te veo afuera —se despide él dejándome con ella.

—Sigo creyendo que todo es una locura, es que va a terminar mal...

—Si, es una locura —la interrumpo—, pero ahora lo que necesitamos son palabras de aliento, no palabras que nos desestabilicen y nos lleven a lo mismo de antes.

Abre la boca para hablar, pero no la dejo porque no tengo tiempo.

—Espero contar con tu apoyo, Luisa —le digo—, y Simon también, se lo merece porque es muy buen soldado y lleva años luchando.

Deja caer los brazos, le hace falta volver a confiar y dejo una mano sobre su hombro.

—Lo intentaré —me dice—, pero si algo sale mal seré la primera en decir "se los dije".

Me abraza y me muevo al auditorio militar, Laila me acompaña junto con los demás, unos toman la entrada principal y Alex me indica que yo debo hacerlo por la puerta de los exponentes. Camino por el pasillo con ella hacia el salón previo a la salida de la sala de conferencias que resguarda a los que llegaron, giro el pomo y hallo al coronel, Laila entra con los dispositivos e intenta ayudarlo a poner el equipo de comunicación, le indica que puede hacerlo solo y viene a ayudarme a mí.

El uniforme que porta el coronel me hace acordar el día que nos casamos y desata las mismas emociones que sentí ese día cuando lo vi. Se afeitó, tiene el cabello peinado hacia atrás y el tenerlo cerca hace que me suden las manos.

Me pongo el auricular, Laila me avisa que nos avisará cuando debamos salir y se retira dejándonos a solas. Vamos a salir por el mismo sitio, así que me muevo al punto donde quedamos uno junto al otro a la espera de la señal. Hay espacio de sobra, pero estamos tan cerca que mis nudillos rozan los suyos, extrañé mucho mi uniforme, los tres años en los que no estuvo me pesan, los recuerdos no me ayudan y...

Noto la medalla mal acomodada y sin decirle nada trato de que quede como se debe, no me toma más que un par de segundos y, en vez de apartarme, mis ojos se concentran en los suyos y...

—Hay que... —trato de decir, pero estampa sus labios contra los míos cortando mi oración con un beso que desata las ganas de arrancarle la ropa.

Un beso cargado de pasión. Hay que hablar, eso es lo que le quiero decir, pero la caricia de su lengua contra la mía dejan de lado el intento y, en vez de eso, me pego más a él dejando que me devore, mientras se aferra a mi cintura. Mis brazos quedan alrededor de su cuello, nuestros labios se separan por un instante y me vuelve a tomar sin soltarme, me pega a él con una fuerza la cual duele, pero no me importa, ya que mi cuerpo responde de la misma manera.

—Mía —Acapara mi labio inferior y le intento acomodar la chaqueta cuando apenas nos separamos, pero no puedo, porque nuestras bocas se niegan a soltarse cuando se unen de nuevo.

—Mío —Me aferro a las mangas de su chaqueta y... el pitido del auricular nos devuelve a la tierra.

—Un minuto para salir —nos comunica Laila.

—Entendido.

Él mira al techo frustrado acomodándose la erección a la vez que me acomodo la ropa y me paso las manos por el pelo mientras inhalo con fuerza, ya que el momento me descolocó. Cuento los segundos en mi cabeza y abrimos la puerta al mismo tiempo avanzando al podio.

Las personas que están abajo mantienen sus posturas erguidas. El presidente, el embajador, los parlamentarios del gobierno Ruso, los máximos jerarcas de la fuerza naval, terrestre y aérea están en la primera fila con Alex; atrás yacen soldados uniformados y Kazuki se mantiene a un lado de la tarima.

—Se están interviniendo los medios de la FEMF —me avisa Laila en el auricular—. Hay que ser breve, en cuatro segundos están al aire.

La luz roja de la cámara del fondo es la que da el aviso y, acto seguido, lanza la señal en vivo que endereza al coronel.

—Lamentamos interrumpir el mensaje que, de seguro, hablará sobre la estúpida armonía inventada por los fanfarrones que dicen ser sus superiores —Empieza el coronel—. Seré breve al decir que me cansé de las sandeces del maldito ejercito de paz, el cual quiere tapar el sol con un dedo, el cual quiere esconder el hecho de que hemos vuelto y esta vez para quedarnos.

Las cámaras de los costados se mueven captando a los que están.

—Lo dije una vez, no somos simples marginados —continúa el coronel—. Por ello, en el día de hoy, con el reloj marcando las veintidós horas, tomo el ataque al Pentágono de los Estados Unidos de Norteamérica como el grito de batalla que le declara la guerra a la rama judicial comandada por Bratt Lewis y Gema Lancaster.

Siento la tensión del ambiente, nos están viendo en todos los noticiarios de la FEMF y paso saliva.

—Hoy nuestra rama desafía a la suya con el apoyo de la fuerza naval, aérea y terrestre de Rusia, con el comando de Moscú ya ganado en batalla, con un presidente a nuestro favor y todo un parlamento gubernamental de nuestro lado —declaro—. Hoy públicamente les manifestamos a todos los soldados, miembros del Consejo y altos mandatarios que iniciaremos la recuperación y pelearemos por la Fuerza Especial Militar del FBI, reclamando los cargos ganados y quitados suciamente años atrás. Y no me refiero al de coronel y teniente, sino al de Ministro y Primera Dama.

Los presentes se levantan en señal de apoyo, los miembros de la justicia nos dedican un saludo militar y la mano de Christopher baja por mi espalda tocando mis glúteos en el descenso.

—Así como tuvieron la valentía de atacar, espero que tengan la fuerza para resistir —culmina el coronel—. Ya cada quien tiene un bando y lo único que hay por decir es que en el campo de batalla veremos quien es quien.

La cámara que se apaga es el aviso de que se ha cortado la transmisión, Zoe Lewis no deja de tomar fotos mientras que los demás siguen de pie, el presidente sube a ubicarse a nuestro lado al igual que Kazuki, Alex, el embajador y los miembros de la armada. Y, mientras yo le hago frente al ejército, mi papá se encarga de que Gehena reciba las cajas que enviamos en nombre de la mafia rusa.

Yo no necesito más alianza que la que tenemos entre los de mi mismo apellido. En ocasiones, solo hay que dejar que las aguas fluyan: Christopher e Ilenko tienen planes con Gehena, planes que por crueles que sean benefician a Owen y a mi sobrina, por eso quitamos la intervención, para que todo siga tal cual. Pese a mis diferencias con Ilenko Romanov, los acuerdos entre familia se mantienen y Emma es un miembro más de la mafia rusa. Cuando se cumpla el año de matrimonio ya no será la esposa del Boss, pero seguirá siendo un miembro más de la Bratva porque está tatuada y en el gulag no está siendo esclava, ni víctima; allá está creciendo, se está haciendo un nombre y, al igual que yo, está centrada en algo y es que en el suelo no volveremos a estar, esa época ya pasó.

Voy a dar la pelea hasta el final y pase lo que pase, sé que mi apellido nunca será olvidado. Lo que hemos hecho no es muy Mitchels de nuestra parte, pero no me importa porque ese apellido no es lo que nos mantendrá vivos y si Sam quiere relucirlo, nadie la va a detener. Hay quienes sencillamente están enfocados en ganar esto eligiendo el bando donde mejor se pelea.

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Feliz cumpleaños a Laura, Karo, Julissa, Lahila, Mavi, Cinthia, Luna, Zusseth, Roximar, Cris, que Dios las bendiga y cumplan mil años más.

Besitos.

Con amor.

Eva.

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