CAPITULO 29
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Sunah/Argelia.
Antoni.
Con la máscara puesta, me agacho a tomar la arena negra que palpo con los dedos. Lo que era un espléndido paisaje, ahora tiene un color oscuro, lóbrego, al igual que el panorama frente a mí, el cual me muestra a Sunah vuelto cenizas.
El humo emerge de los cadáveres despedazados y quemados, las viviendas no son más que escombros en medio de un ambiente bochornoso e insoportable, el cielo se va oscureciendo, a la vez que los relámpagos avisan que se aproxima una tormenta, trayendo un escenario que refleja la apesadumbrada tristeza de los que sobrevivieron, «Oh guerra, que cruel y sorpresiva te has puesto».
Me levanto acomodando mi corbata, el fogaje que rodea me hace sentir como si el inframundo estuviera orgulloso de sus creaciones, y es que algunos somos capaces de crear el peor de los suplicios con HACOC, HASSE y mil cosas más. Yo, Antoni Mascherano, soy capaz de abrir las puertas que te sumergen en el peor de los calvarios. Así como otros son capaces de crear, dirigir ejércitos despiadados que arrasan con todo, arrastrándote a lo más hondo del purgatorio, hay quienes tienen herramientas capaces de convertir la tierra en un verdadero infierno.
Elevo la vista al cielo pasando la sequedad que avasalla mi garganta, no puedo dejar que el enojo nuble mi cabeza y busco la forma de calmarme, haciendo uso de mi paciencia, la cual distrae mi rabia imaginando las mil formas de hacer sufrir a Rachel James.
—Señor —un uniformado detiene su auto a mi espalda—, lo requieren con urgencia.
—¿Qué pasó?
—No me informaron —aclara—. Angela Klein y Bernardo Mascherano me pidieron que lo llevara a su sitio lo antes posible.
Vuelvo a acomodar el nudo de mi corbata, la impaciencia no es algo que pueda dejar que me avasalle ahora, he debilitado a uno de los mejores pilares del otro lado con lo que más me gusta y es el sufrimiento eterno, el cual los hace desesperarse, arrastrarse cuando ven a su ser amado apagado, sin vida, sin esperanza, ya que mis daños son irreversibles y por más que anhelen una solución nunca la van a encontrar.
La arena se levanta cuando el soldado acelera después de subir. El olor a muerte sigue presente y me quito la máscara haciéndola a un lado.
—¿Ali ya apareció? —pregunto.
—No, señor.
El auto avanza por varios kilómetros, pasando por un sin fin de colinas, escombros y restos mortales hasta que se atraviesa la línea que lleva a Túnez. Los Jeep de la FEMF están estacionados afuera de la vivienda semi destruida y no puedo con el inexplicable desespero que me abarca como si supiera que adentro me espera algo.
Bajo rápido cuando el soldado se detiene, Bernardo sale pasándose la mano por la cara y sigo de largo hallando a la persona que está tendida en medio de la sala con la ropa destrozada, con la cara cubierta de sangre, lleno de quemaduras, raspones y lesiones que me apresuran a él.
—¡Lucian! —Lo llevo al suelo cuando intenta levantarse sujetándose la pierna ensangrentada.
—La onda expansiva alcanzó la avioneta donde venía y con la que pretendía entrar a Argelia —explica Angela—. Intentaron aterrizar, pero se fue contra una de las colinas. Por suerte no estaban dentro del perímetro de la detonación.
Se queja desorientado, las lesiones necesitan atención médica de inmediato.
—¡¿Qué esperas para trasladarlos a Italia?! —le grito a Bernardo.
—Ya viene el helicóptero —avisa.
Exijo el botiquín con el que intento cubrir las lesiones para que no se infecten, la aeronave no tarda en llegar, así como mi primogénito no para de quejarse. El pulso está bien y todo indica que los daños sólo son externos.
—Que los médicos esperen en Positano —le pido a Angela quien se apura de inmediato.
No deja de moverse, en el botiquín no hay nada para anestesiarlo y me enfoco en mi heredero en las horas que siguen hasta que descendemos en la colina que alberga el castillo donde chocan las olas del Mediterráneo, sitio que resguarda a Damon y a Domenico. Adentro a Lucian a quien esperan y atienden como lo que es y es el hijo del mafioso más grande Italia.
Bajo al laboratorio por la anestesia y los reconstituyentes que necesito, los cuales le inyecto.
—El diario, necesito el diario... —Se aferra a la manga de mi camisa—. Phillippe se equivocó, pero yo no.
—Calma, bambino —Tomo su muñeca—. Calma que la paciencia es una virtud...
Afloja el agarre obligándolo a que se acueste. La determinación sobre las bases de Phillippe para estar en la FEMF vienen por parte de Braulio que, siendo sinceros, tomó el crédito de mi quisquillosa y cambiante hermana, quien con once años lanzaba divagaciones al aire, divagaciones que Braulio tomó en su momento. «Mi bella Emily», cómo no amarla si era tan única, elocuente y especial.
—Debo proceder, señor Mascherano —informa uno de los médicos y me alejo dejando que se ocupe de Lucian.
Recibo el vino que me dan para apagar la sed, el cual huelo antes de ingerir. El anochecer está llegando y superviso lo que se hace manteniéndome tranquilo, tengo muchas fichas que mover y el que yo esté aquí no quiere decir que otros estarán en paz.
—Va a necesitar varias semanas de recuperación, señor, al parecer tiene una fractura en la pantorrilla —me indica—. La vista también está comprometida y las quemaduras necesitan tiempo para cicatrizar.
Aprieto el cristal respirando hondo, la anestesia lo duerme y dejo que terminen moviéndome de la ventana cuando veo a las personas que vienen y hacen que termine de beber lo que queda en mi copa.
Los Halcones llenan la sala mientras bajo la escalera. «Un ave nunca olvida cual es su nido por muy conmocionada que esté», fueron los primeros en irse de la trampa y los dejé porque saben dónde tienen que regresar. La mayoría mantienen la vista fija en el mármol con las manos atrás, otros prefieren mirar al techo, a los lados, a cualquier sitio menos al mío.
Camino entre ellos buscando a mi mano derecha que espera adelante respirando mal, lleno de arena, goteando sangre por un lado. Quedo a su izquierda y mantiene la mirada vidriosa en la escalera escondiendo los labios, temblando, mientras intenta mantenerse firme.
—Sácalo, Ali, ambos sabemos que lo tienes que sacar —Basta que diga eso para que caiga de rodillas en el piso llorando cual niño pequeño que rompe a llorar por su pueblo. Se tapa la cara, lleva la frente contra el mármol mientras sus hombros no dejan de moverse y lo dejo, ya que es necesario, y por ello no lo interrumpo.
El llanto no es sinónimo de debilidad cuando es con el fin de sacar lo que tenemos atorado. Es el hombre más leal que tengo, me ha servido durante años y es quien me resguarda. Nunca lo vería como un cobarde por llorar a su pueblo, ya que no perdió a uno, perdió a miles.
—Ya va a pasar —Me agacho—. Solo son golpes...
Sacude la cabeza enceguecido y tomo su mandíbula.
—Va a pasar. Cuando quites la espina, ese dolor va a disminuir. Es la ley de la mafia —reitero—. Que no sé te olvide quien eres, quién soy y que somos.
Me yergo dándole su espacio, acercándome a abrir la bolsa del cadáver que trajeron, «Ivana». Me tapo la nariz con el olor putrefacto que está empezando a desprender y muchos creen que son caídas, pero esto es furia para los cuervos que ahora tienen sed de sangre, porque Leonel no va a estar contento, como tampoco lo está Bratt Lewis, ni los Halcones, y lo único que se hace es echarle combustible a las flamas.
—Hay que llevarla al mausoleo familiar —Paso la mano por su rostro—. Ivana, fuiste mejor que Dalila, mereces una tumba digna por no ser una estúpida.
Respiro pensando en mi querido hermano el cual ahora ha de estar con sus hijas en el infierno. Tiene una marca morada alrededor del cuello y la garganta se me obstruye en lo que cierro los párpados, «tengo que cortarle las alas a esa cagna maldita antes de que las abra». Suelto el botón de mi camisa, tantas cosas que hacer con opciones de donde escoger.
—Hay varios capos queriendo hablar contigo —me avisa Angela y asiento.
Esto no solo se trata de querer tener a Rachel James con HACOC en las venas, no solo se trata de mi sed por querer beber sus lágrimas, también se trata de mi mafia, de mi clan, de mi casta. No solo soy yo, es toda la mafia italiana la cual no voy a dejar que caiga. No puedo traicionar la confianza que me dejó Braulio al elegirme a mí antes que a Brandon.
—Diles que todo está bien —Me levanto seguro porque sé que lo estará—. Su líder estará más concentrado en lo nuestro ahora.
Vuelvo al sitio de Lucian que duerme y me acerco a la camilla de Domenico a quien le aparto el cabello de la frente. No hago curas, por el momento solo lo mantengo vivo, porque hasta que no se muera el engendro ese, no pienso hacer nada, de hecho, así se muera tampoco lo haré. Ya luego veré que hago con mi sobrino.
Recibo la otra copa de vino que me dan y me muevo al ventanal donde aprecio la belleza de la noche, los luceros escondiéndose a lo lejos y el cielo oscuro al igual que el luto que han de cargar las almas que hoy lloran a sus muertos. Patrick Linguini sollozando por su bella Alexandra es el clamor que me inspira a ansiar más lamentos, más sufrimiento.
Me quedo en el mismo puesto hasta que el sol sale, tomo una ducha y elijo uno de mis trajes más sobrios para la ocasión. Es un buen día para visitar la iglesia, sobre todo una en especial, la cual tengo en la mira ya hace unas semanas, ya que tiene algo que me interesa y me cae muy bien en estos momentos.
Doy el nombre cuando me subo al auto que me desplaza a dicho sitio, no es un lugar muy concurrido, pero sí un imán para los cuervos y el que no sea domingo tiene a la plaza desierta. Miro el reloj y sé que esta es la hora perfecta para venir.
Angela es muy buena en lo que hace, pero necesito más. Con una dama a mi lado me fue muy bien y en la mafia hay muchas familias a las cuales se le tienen respeto y los Rinaldi son uno de ellos.
Vislumbro a la mujer que yace en el fondo con una cazadora puesta. Desde mi punto veo el cañón que sobresale como si orara con una pistola en la mano, está tan concentrada en lo que hace que no le pone atención a mis pasos. Nació en tierras italianas y hace parte de la Cosa Nostra.
—Bella Cinnia —digo y de inmediato se voltea con el arma en la mano.
El cabello negro le llega hasta la mandíbula, el flequllo le cubre la frente y los ojos oscuros lucen letales como los de cualquier criminal. Me mira de arriba abajo y sonrío, el que sea una de las mejores estafadoras y sicarias de Italia no es lo mejor, tampoco el que trabaje para varios capos: lo mejor es que no es nada más ni nada menos que la hermana de Isabel Rinaldi.
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Christopher
Los músculos los siento entumecidos mientras mantengo el antebrazo sobre mis ojos, las cortinas siguen cerradas, la alcoba está en tinieblas y la incesante erección que tengo no me deja conciliar el sueño de un todo, al igual que la necesidad bestial que me hace voltear y me pega a la mujer que tengo al lado. El cabello suelto se extiende sobre la almohada estando de medio lado, «lo necesito», todo mi cuerpo lo exige y lo reclama.
Mis manos se deslizan por las curvas desnudas en busca de los pechos que estrujo reafirmando mi polla entre sus glúteos, se queja adormilada y la muevo subiéndome sobre ella, separando los muslos donde me acomodo. El falo endurecido está caliente y las palpitaciones me hacen tomarlo ubicándolo entre los bordes húmedos. La feroz embestida hace que se queje y se expanda, su mano queda en mi caderas ondeando debajo de mí cuando empiezo a moverme con fuerza, hundiendome entre sus carnes una y otra vez, dándome el tipo de sexo que planifiqué años atrás, cuando quería despertarme con ella a mi lado y que me reciba como lo hace ahora, que responde a mis embistidas con el mismo deseo de correrse que tengo.
Cierro la mano sobre uno de sus pechos queriendo amortiguar todo lo que me corroe, sus malditas tetas me la ponen más dura, las venas no dejan de palpitar, siento que la punta de mi miembro no deja de lanzar punzadas y el que sus paredes se contraigan consiguen que arremeta con más afán, desatando el desespero que me hace eyacular con el quejido de su orgasmo.
El sueño llega de golpe, tampoco es que tenga ganas de levantarme y, por ello, dejo que la pesadez me desplome. No sé por cuánto tiempo duermo, solo sé que despierto con la mujer que tiene mi miembro entre sus manos estimulandolo en busca de la erección que provoca y se entierra entre las piernas, trazando círculos sobre mí en busca de su placer.
Dejo que haga el trabajo en lo que seguimos a oscuras, lo único que veo es su silueta, sus tetas moviéndose y no necesito más para avivar el placer que me avasalla. Una, dos, tres, cuatro veces... no sé cuánto tiempo pasa, no distingo si es de día o si llegó la noche, ya que no hago más que dormir y follar. Follar y dormir, como si una vez que empezara no pudiera parar.
El éxtasis me acorrala cuando guía mi boca a los pezones duros que chupo y los que imaginé lametear mientras me la jalaba estando en la fosa, mientras me apoyaba en la piedra con el falo ardiendo, el cual se derramaba a chorros recordando la vez que me la cogí en la selva, en Hawai... Chupo con fuerza antes de soltar su pezón subiendo hasta su boca, la cabeza no me da para pensar en otra que no sea derramarme, sumirme en el cuerpo de la hembra que penetro, entrando al círculo que me nubla y me hace repetir hasta que los ojos se me cierran y mi cabeza queda de nuevo en la nada.
La oscuridad me sigue envolviendo, el aparato en la mesa de mi izquierda se ilumina con el molesto sonido que me voltea. Pese a seguir adolorido, siento los músculos más livianos gracias al periodo de sueño. Dejo caer la mano sobre la mesa queriendo saber quién diablos es, levanto el móvil y lo suelto al ver que es Parker.
Son las seis de la mañana, el día de ayer pasó volando y miro el techo, Rachel sigue a mi lado con la espalda descubierta, durmiendo, dándome la imagen que me hace apretar la mandíbula y es que el problema de esto es probarlo y querer repetirlo cien mil veces más: repetir y repetir hasta que, como siempre, tenga que largarse a salvar el mundo, volviendo al patrón de años atrás, el cual quise romper con el maldito matrimonio, en vano, porque ni eso valió. Paso la mano por mi erección, necesito bajarla y me acomodo en busca de...
Despierta de repente cuando su móvil es el que suena, apresurada trata de ubicarlo.
—¿Luisa? —contesta desorientada— ¿Qué?
El enojo me hace salir de la cama en busca de la ducha, «la misma mierda de siempre». Dejo que las gotas de agua fría empapen mi cabeza, tengo varios hematomas en las costillas, en las piernas y en los brazos. El aburrimiento me amarga el día y me enjuago rápido antes de salir.
Ella está envuelta en una sábana junto a la ventana con el teléfono en la oreja todavía y me adentro en el closet sacando lo primero que encuentro.
—¿Stefan y los demás están bien? —capto— Si, creo que en una hora podemos vernos.
Sacudo la cabeza queriendo largarme, si me quedo voy a salir, pero a pegarle un tiro al primer pendejo que mencionó. Tomo la chaqueta, aseguro el móvil y salgo dando un portazo, la casa sigue en silencio todavía y busco el auto que abordo.
Piso el acelerador dando la vuelta a la rotonda que me saca de la mansión, hay varias viviendas de lujo y bajo la colina que me saca del vecindario. No quiero hacer pausas más adelante y por ello me detengo a echarle algo de comida a mi estómago antes de continuar al comando que se tomó hace semanas. Es solo uno entre varios, pero uno bastante poderoso.
Marco el número de Patrick en el camino, no contesta e insisto, pero me manda al correo de voz. Intento de nuevo sin ningún resultado y busco otra alternativa llamando a Death, es quien está cuidando a Rick James.
—Si Patrick está en el hospital, dile que venga a verme al comando —dispongo— ¡Ya!
Cuelgo continuando con el trayecto hasta que llego a mi destino, el aburrimiento no cesa, el enojo menos y las puertas de la central se abren para mí.
Se supone que Alex está a cargo de esto al igual que Kazuki, con tantas cosas he tenido que retrasar los planes y eso solo me pone peor, ya que estoy harto de tanta perdedera de tiempo.
Bajo respirando los aires de la milicia, la vena bélica me late como a todo soldado, claro está, aunque no soy un mero soldado, soy mucho más que eso.
La base de mando es bastante grande, las banderas ondean, los cadetes trotan con las boinas en la cabeza en el predio del sitio que cuenta con cientos de hectáreas y con diez torres altamente equipadas. Me encamino al edificio administrativo de quince pisos, no es una zona desconocida para mí, ya que presté servicio aquí un par de meses estando con Gauna. Nadie se atreve a decirme nada, los soldados simplemente se detienen y se mantienen firmes en sus puestos cuando paso por su lado. Me adentro en el sitio de pasillos con colores neutros donde subo las escaleras en busca de la planta reservada para el ministro y dónde está Alex detrás del escritorio.
—¿No tendrías que estar en cama? —dice dejando el bolígrafo que tiene en la mano.
Las canas son más notorias ahora, sin embargo, eso no quita que siga viéndose como un auténtico Morgan. Se levanta mirándome de arriba abajo, he estado tan ocupado que es una de las personas con quien menos he hablado desde la toma del comando, ya que no ha salido de aquí y yo estoy en otras cosas.
—Si te vas a largar o si vas a empezar a renegar de mí, hazlo ya —No me ando con rodeos cuando se pone en pie—, pero antes de empezar ten claro que no me arrepiento de nada de lo que he hecho y tampoco creo que me arrepienta en un futuro.
Alex Morgan no es la mejor persona del mundo ni mucho menos un ser ejemplar, sin embargo, choca conmigo a cada nada queriendo ser la barrera que intenta contenerme. Se acerca quedándose frente a mí, tenemos la misma altura, porta el uniforme y se mete una mano en el bolsillo.
—A mi lo único que me importa es el hecho de que están vivos —Me suelta serio— mis nietos y tú.
Echa los hombros atrás y me quedo en el mismo sitio a la espera de que se largue, pero no lo hace, abre la boca para hablar, cierra la boca de nuevo y...
—Vete —le digo, mira la puerta queriendo irse y... Me toma de la chaqueta llevándome contra él abrazándome, consiguiendo que mis manos, en un acto reflejo, medio lo toquen no sé por qué, como tampoco sé porque mi cabeza trae la vez que lo vi lleno de sangre en el piso.
—Agradezco que volviera, coronel —dice antes de irse dejándome en mi sitio.
La puerta se cierra y me arreglo la chaqueta paseando los ojos por el entorno. El espacio es amplio y lleno de cuadros con condecoraciones. Camino a la ventana viendo a los soldados que trotan y tomo asiento en el puesto que me gané hace tres años, enciendo la laptop queriendo ponerme al tanto con las noticias, mientras hago un inventario del número de hombres que tengo.
Las imágenes del día anterior me quitan lucidez por un momento cuando recuerdo a la teniente sobre mí moviéndose y... lo arrincono moviendo los dedos sobre el teclado. «Estoy hastiado», necesito enfocarme en esto o voy a volver a perder y eso es algo que no me voy a permitir.
Mi número sigue siendo inferior al de Bratt por grandes magnitudes, ya que sigue con millones de soldados de su lado. Zoe Lewis llega con las manos llenas de carpetas con reportes, la bomba de Sunah es noticia mundial, los medios piden respuestas y el supuesto ministro no ha salido a decir nada, ni él, ni nadie se ha manifestado todavía.
—El Consejo confía ciegamente en Bratt —habla la rubia frente a mí—. No te la van a dejar tan fácil, son veteranos de años con contactos que van a respaldar a Lewis valiéndose de todo lo que tienen. Te guste o no, Bratt hizo un buen trabajo como ministro y se ganó la confianza de múltiples organizaciones, las cuales no se van a venir de tu lado.
—Lárgate con los comentarios que no me interesan —El respaldo de mi silla se mueve cuando apoyo mi peso contra ella.
Más que hastiarme el hecho de que suelte datos que no pedí, me molesta que tenga la maldita razón y que ese pendejo siga siendo una piedra en mi camino. A punta de artimañas supo engrandecerse y el que se aliara con Antoni deja claro que no tiene pensado rendirse, ni dar un paso al costado, ni ahora, ni nunca, y eso me fastidia todavía más.
Sé que algo ha de estar planeando y me enfoco en la laptop. Alex ya clasificó los soldados del más fuerte al más débil, pero, pese a ser un comando grande, no se compara con los más de diez millones que tiene el otro. A eso hay que sumarle la marina, fuerzas externas con ejércitos comunes que se le sumarán y los que están en mi contra, empezando por el Consejo que tiene nexos en todos lados.
Los sujetos con los que se han reunido los últimos años tienen bastante relevancia en el mundo y me sumerjo indagando a fondo sobre los ejércitos de cada país, ahondando en el arsenal, las habilidades y demás. La FEMF es lo más preparado, es superior en la rama judicial, pero eso no quita que haya fuerzas menores bien entrenadas.
Tomo el teléfono llamando a Patrick que sigue sin contestar, Death me notifica que ya lo puso en sobreaviso, pero no da señales de nada. Parker está laborando desde su sitio y me sumerjo en el trabajo que absorbe mi día, necesito soluciones, ya que no me puedo pasar toda la vida en esto. Gehena es otro problema que monitoreo y son tantas cosas a la vez que cuando llega la noche siento que la cabeza se me va a reventar.
A Patrick no se le dio la gana de aparecer en todo el día y cierro la pantalla tomando mis cosas, no se puede bajar la guardia ahora y abandono el comando yendo por él al hospital. Hay tareas que no puede abandonar, lo está haciendo, y por ello me adentro en el sitio a buscarlo.
Sam James me daña la noche cuando llego al último piso, está con un café entre las manos sentada en uno de los muebles junto a Death y la ignoro continuando al puesto de Parker que tiene un brazo vendado, Brenda Franco lo acompaña junto con el hijo. Sabe a lo que vine y no tengo necesidad de preguntar.
—No ha querido salir de la habitación desde que lo dejaron entrar —habla Parker—. Los neurólogos la sometieron a Alexandra a distintos exámenes ayer y hoy a lo largo de la tarde. A las nueve darán el diagnóstico.
Pregunto por el número de alcoba a la que me encamino y giro la perilla cuando llego, hallando la camilla donde yace Alexandra con los ojos cerrados. Patrick está a su lado con la mano de ella entre las suyas, tiene la misma ropa con la que llegamos de Sunah y no deja de verla pegado a las barras metálicas. No tiene pinta de haber abandonado el hospital.
La mujer que tiene al lado tiene los labios blancos y secos, golpes en la cara por la contienda y luce como un...
—Te he estado llamando —le digo al hombre que no se molesta en voltear—. Necesito que...
—Que el que esté en la cama sea yo y no ella, quiero eso —contesta—. Necesito eso, que Alexa despierte porque no soporto verla así.
Rompe a llorar dejando caer la cabeza sobre su pecho, ni estando en la fosa se veía tan miserable como ahora. El llanto de su celda no estaba tan cargado como ahora que aprieta las sábanas como si su vida dependiera de ello.
—Patrick —intento acercarme.
—¡No! —me corta—. Tú tienes a tu mujer despierta y caminando, aunque no lo aproveches y no hagan más que perder el tiempo, ¡no la tienes en una maldita cama como la tengo yo!
Solloza sin darme la cara. Tratar de entablar un diálogo parece imposible y tomo una bocanada de aire lidiando con el estrés que empeora cuando Parker entra con Brenda y cinco médicos más.
—Señor Linguini —Medio se mueve poniéndose en pie, secándose las lágrimas con la ropa.
La cara de los sujetos de bata blanca no me generan ningún tipo de expectativa y el que los encabeza abre la carpeta.
—Lo sentimos mucho señor Linguini, pero los daños ocasionados son irreparables —le suelta—. La sustancia que le fue inyectada deteriora todo su cerebro y las neuronas, lo cual hace que sus órganos dejen de funcionar de manera progresiva. Lamentablemente nunca habíamos visto algo así —sigue hablando—. Puede llegar a abrir los ojos, respirar como lo hace ahora, pero es todo lo que puede hacer. En la resonancia magnética se pudieron observar lesiones en su cerebro, como también actividades cerebrales donde se procesan las emociones, el dolor. Es decir, puede escuchar, ver, sentir dolor, sentir el tacto cuando le toma la mano, pero no puede moverse y estas actividades se irán apagando con el transcurrir de los días. No sabemos cuánto le queda de vida, pueden ser meses, semanas, no sabemos, lo único claro es que ahora está sufriendo y de seguro empeorará más adelante.
—Tengo los medios que se requieran, los que se necesiten, puedo conseguir dinero para pagar —alega él—. Puedo pagar lo que sea con tal de que ella vuelva a ser ella.
Sacuden la cabeza y no los tacho de ineptos porque sé muy bien quién es Antoni Mascherano y me lo veía venir antes de que lo dijeran. Tengo un hijo el cual es testigo de sus mierdas, que de no ser por los malditos de Gehena de seguro ni estaría respirando.
—Le explicaba a su amigo que lo mejor es la eutanasia —continúa y se rehusa caminando mientras mueve la cabeza en señal de negacion—. Señor Linguini, los niveles de dolor que se registran...
Sigue negando yéndose contra la pared, Brenda intenta tomarlo, pero no se lo permite, simplemente nos da la espalda.
—La decisión es suya, si no lo desea le daremos de alta con el equipo que requiere al igual que un profesional —le explican—. Sin embargo, tenga claro que...
—¿Cuándo podemos irnos?— interrumpe— ¿Ya?
—En la mañana —contestan—. Desde ya empezaremos a preparar lo que se necesita.
Se retiran. Parker no sabe qué decir, la mujer está igual con la cara empapada de lágrimas, les pido que se salgan y Patrick vuelve a irse contra la pared.
—Entre más lo pospongas, peor será —Trato de que razone—. Tienes que pensar...
—¡Vete! —me pide—. No quiero ver a nadie, vete.
Apoya la mano contra los ladrillos como si ya no tuviera fuerza para sostenerse. Está encerrado en una jaula donde él mismo se tortura.
—Vete, Christopher —reitera—¡Ya se jodió todo, vete!
Me muevo a la puerta, el asumir las cosas no es algo que pueda hacer todo el mundo. Salgo de nuevo al pasillo que me lleva a la sala de espera y donde está Tyler junto a Death, la hermana de Rachel me mira mal y ni la determino clavando el puño en el botón que trae el ascensor.
Reparo a los hombres que están uno junto al otro y Tyler se mueve de inmediato.
—Lo escolto a casa, coronel, vine a ver cómo estaba el señor James —Se apresura a mi sitio—. Que tengan buena noche.
Subo al ascensor que abre las puertas. El estado de Patrick es una mierda más, no es una persona fácil de reemplazar, aparte de que me hastía verlo así, es un golpe a una ficha clave. Ni sé a qué velocidad conduzco de regreso a la mansión.
Azoto la puerta del deportivo cuando bajo, «día de mierda». Busco las llaves de mi casa y me abro paso en el sitio donde me encuentro a Rachel en el centro del vestíbulo con Cayetana, hay juguetes por toda la casa y sacudo la cabeza cuando la sirvienta me pregunta si quiero comida.
—En el microondas dejé un plato para usted si desea, la señora Sara hizo la cena —se retira—. Que tengan buena noche.
Se larga dejándome a solas con la mujer que se cruza de brazos. Por la apariencia que tiene, supongo que también llegó hace poco.
—Brenda me acaba de informar lo de Alexandra —dice respirando para no llorar—. Me imagino como debe estar Patrick.
—Mal —Busco la licorera—. Todo, como cosa rara, está malditamente mal.
Dejo que el whisky caiga sobre el hielo, el alcohol y la nicotina es lo único que me da cinco segundos de paz, mis pulsaciones toman un ritmo diferente con su presencia y apago la sed bebiendo el contenido del vaso.
—Antes de irme iré a ver que tal están las dosis de Owen —me avisa marchándose y el que el olor de su perfume empiece a desvanecerse me hace voltear yendo por ella. «Esta es mi casa», estoy lleno de rabia, harto de este día de porquería, pero solo hay una cosa que puede cambiarlo y por ello voy en busca de la boca que tomo besándola, abriendome paso entre los labios que me endurecen. No me aparta, por el contrario, corresponde y me recibe dejando que la pegue más a mí y este es el problema de tenerla cerca, de darle rienda suelta a lo que desata, ya que una vez que la tengo me niego a que se vuelva a alejar aunque sé que lo hará.
Bajo el cierre de la chaqueta que le quito sin soltarle la boca, a la vez que mete las manos bajo mi playera y las desciende hasta llegar a la pretina de mi pantalón. Me muevo con ella atravesando el vestíbulo, no quiero que huya y la volteo dejando sus glúteos contra mí polla.
—Necesito volver a follarle esas tetas, teniente —Me aferro al borde de la blusa sacando una y asiente dejando su mano sobre la mía, la cual mantiene en lo que subo la escalera con ella, llevándola de nuevo a mi alcoba.
Los zapatos me los saco apenas cierro, mientras ella se saca la blusa y el sostén deleitandome con lo que sabe que quiero ver.
—¿Esto es lo que le apetece, coronel? —Las toma magreandolas y pierdo la vista en ellas despuntando el pantalón, mientras se quita el suyo quedándose con las meras bragas puestas— Ven...
Se sube a la cama quedando de rodillas sin dejar de tocarse y desnudo me acerco estimulando el falo erecto que quiere derramarse. Mi boca se pega a la suya estando frente a frente y la saliva se aliviana con los labios carnosos sobre los míos, con la lengua que azota a la mía mientras bajo las manos por sus caderas recorriendo su cuerpo.
La polla me gotea y la llevo contra la cama subiéndome sobre ella, dejando las rodillas contra las sábanas. Sabe lo que pedí, lo que quiero y lo que busco, y como si lo necesitara también deja sus pechos listos para mí, sujetándolas para que ubique mi miembro entre ambas. Los ojos azules están cargados de auténtica lujuria, el miembro queda entre sus montículos de carne y lo aprisiona separando los labios cuando pongo las manos tomando lo que es mío.
Sus dedos se entrelazan con los míos cuando me sujeta y me muevo dejando que mi polla se deslice mientras que ella no hace más que observarla al igual que yo, apreciando el glande que entra y sale, complaciendome con la paja rusa que me ofrece. Las areolas me alivianan la saliva, los pezones erectos hacen que mis venas palpiten acelerando las embestidas que me hacen apretar con más fuerza, mis testículos rozan con su piel...La presión, la cara, el que se arquee sin soltarme la polla carga mi miembro y...
Me derramo en el valle de sus pechos, mis fluidos quedan sobre su piel y no dejo que se los quite. Me voy contra ella, abre las piernas ofreciéndose y ubico la cabeza de mi miembro en su entrada, las ganas no me permiten ningún tipo de pausa y arremeto con estocadas duras que la hacen contonearse, dándome el placer que mi polla necesita mientras beso su cuello, su cara, los labios que responden a la vehemencia de los míos.
No me molesto ni en saber cuántas veces lo hago, simplemente me desconecto con una sola cosa en la cabeza y es el placer que me brinda el coño de la mujer con la que me casé, la cual termina durmiendo conmigo igual que ayer: esta vez con la cabeza sobre mi pecho, su brazo envolviendo mi torso y su pierna entre las mías mientras miro al techo.
Respiro hondo, mi mano recae sobre ella y el sueño me toma cerrando mis ojos. Dormí tanto ayer que da para que no pueda hacerlo bien, sin embargo, caigo rendido en lo que queda de la noche.
Los ladridos del perro a lo lejos es lo que me hace mover la cabeza, me volteo de medio lado dejando caer el brazo a la izquierda, el espacio está vacío y me incorporo peor que ayer. El baño no me enfría la cabeza y siento que la amargura ya se está volviendo en algo permanente.
Ignoro las molestias de las contusiones y la puerta del closet la pateo después de sacar la primera chaqueta que encuentro. Parker me avisa, mediante un mensaje, que a Alexandra ya la trasladaron a la propiedad de Patrick y salgo en busca de la escalera que está al final del pasillo.
—Owen se hizo pipi una noche en la cama —Oigo a Milenka alegando con el hermano en la cocina—. Tomó mucha soda...
—Esas cosas pasan —La voz de Rachel me detiene a la mitad del tramo de escalones—. No hay que recordarlo, y Owen, no tienes por qué enojarte así.
Desde el vestíbulo los veo en el comedor donde están los tres, la sirvienta está levantando la mesa como si acabaran de comer y Milenka se baja de la silla cuando me ve corriendo a mi sitio.
—¡Cabezota! —Empieza con el escándalo y no sé por qué es tan ruidosa— Ten esto...
Se mete la mano en el bolsillo sacando una bola de goma de mascar llena de hilos, cabello y no sé qué más. Me inclino quedando a su altura y mantiene la mano extendida.
—No me voy a comer esa porquería —me sincero.
—No se traga, se masca —explaya los ojos molesta.
—Pues no haré ni uno, ni lo otro —la arremedo.
—¡Mi papá es un tonto, mamá! —reclama furiosa intentando empujarme.
—Eso lo sé desde que lo conocí —contesta Rachel atrás y me incorporo fijando los ojos en ella quien trae a Owen de la mano.
Lo de anoche repercute en mis entrañas y es la primera en apartar la vista. Las ganas de arrastrarla de nuevo a la alcoba para follarla me toman y me termino enfocando en el fastidio con patas que me suelta los cordones de las botas.
—Ya hicieron el traslado de la señora Alexandra y está en casa —avisa Tyler—. Death me avisó cuando lo llamé
Lo miro y se aclara la garganta.
—Lo llamé para preguntarle por un destornillador que hacía falta en la caja de herramientas —añade— ¿Necesita que los escolten?
Mi mirada vuelve a encontrarse con la de la teniente quien, al igual que yo, siento que es algo que ya tenía planeado.
—Supongo que vas para allá —me dice y asiento.
—Te acerco en el auto si quieres.
Busco la salida, el deportivo está en el mismo sitio donde lo dejé, desde el asiento del piloto se aprecia la fachada de la mansión y la reparo.
No tengo malos recuerdos aquí, venía de vacaciones cada que Reece iba por mí a Londres, ya que Sara no hacía más que llorar cada vez que se enteraba de las andanzas de Alex. Regina era sincera al decirme en la cara que si quería heredar esto nunca fuera como ella.
Pongo las manos en el volante cuando Rachel sale con los mellizos, ambos con las chaquetas cerradas. Quito los seguros de la puerta y espero que suban, Owen se desliza en el asiento de cuero y Milenka se ubica a su lado mientras la mamá busca los cinturones donde los ata.
—¿Vamos a dar un paseo? —empieza Milenka.
—Vamos a visitar a alguien con quien podrás jugar —contesta Rachel.
—¿Mi madrina? —intenta arrodillarse en el asiento.
Rachel la vuelve a sentar antes de cerrar la puerta ubicándose en el asiento del copiloto.
—Es Abby —le explica Rachel a Milenka— y quiero que seas muy linda con ella.
—¡Esa no es mi madrina! —pelea con el cinturón y no se de quien diablos está hablando— Quiero jugar con mi madrina.
—Genial, un loco en la familia —Salgo de la propiedad—. Debí esperarlo desde que casi me matan por una pieza de pollo frito.
—Te lo buscaste, no te hagas el imbécil —Se ofende la mujer que tengo al lado—. Nadie te mandó a tragarte lo que no era tuyo.
—Ajá.
Milenka sigue alegando algo que solo ella entiende, Owen le alega que no se dice madrina y empiezan a discutir, la hermana se tapa los oídos y por suerte el trayecto es corto, ya que me dan dolor de oído. Estaciono frente a la casa bajando a Owen mientras Rachel hace lo mismo con Milenka a quien alza.
—¡Aquí no vive! —le alega.
—Cariño, no sé de qué hablas, tú no tienes madrina —le explica con calma y ella deja el brazo sobre su cuello.
—Si tengo, tiene el cabello como la muñeca que me trajo nani y tiene los ojos como tú —le contesta abriéndole los ojos y Rachel suelta a reír apretandola contra ella.
—No es tu madrina, es tu prima —no deja de reírse explicandole los términos.
Sujeto la mano de Owen cuando se tropieza, Rachel toca la puerta y la empleada no tarda en abrir. La tía del pordiosero viene más atrás con Tyler, Parker está presente al igual que ayer con Brenda y Simon que se acerca consiguiendo que Owen se me pegue a la pierna. Pese a tener los lentes, se esconde, a la vez que empiezo a sentirle la respiración acelerada.
Simon me da la mano antes de abrazar a Rachel a quien le comenta como están todos con las últimas noticias.
—Luisa está muy mal por lo de Alexa —comenta—. Laila igual , Stefan...
No me interesan los comentarios sobre el estado de ánimo de los otros, así que me limito a lo que vine, le entrego a Owen a la mamá antes de buscar la escalera y, como lo supuse, me encuentro con la misma persona de ayer en la habitación principal que, en vez de una cama, ahora tiene una camilla con todo un equipo médico de última generación alrededor. Patrick está programando los equipos mientras que ella está igual que ayer, solo que ahora tiene los ojos abiertos, sin vida, sin atisbo de nada.
Insisto en que solo está alargando más las cosas. La barba empieza a volverse espesa y se acerca a arreglar la manguera de suero que le sale del brazo de Alexandra.
—Vayanse —indica.
—¿Cuántos días necesitas, según tú? —increpo acercándome— Cinco, seis, siete...
—Toda la vida, tal vez —Me exaspera y me es inevitable no ser claro.
—En una guerra no se sale invicto y lo sabes. Sé que has de sentirte como una mierda, pero debo saber cuántos días necesitas...
—¡Tal vez lo que necesito es un maldito ataúd! —replica llorando— ¡Pegarme dos tiros como castigo, ya que no debí volver!
Lo empujo lejos de la camilla encuellándolo para que se deje de idioteces y me pelea provocando que lo lleve contra la pared.
—No debí volver —sigue— ¡No debí volver a prometer lo que ahora no puedo dar!
—¡No vas a venir ahora con que no tienes agallas! ¡Este problema no sé ha acabado y lo sabes! —le reclamo y Rachel llega obligándome a que lo suelte.
Cae y no es capaz de levantarse, se queda ahí contra la pared como si hacer eso fuera a traer una maldita solución.
—No todo el mundo toma las cosas de la misma manera, Christopher —Me aleja ella y salgo en busca del balcón donde apoyo las manos.
Todo esto me está asfixiando demasiado, todos son trabas y trabas. Bratt no es más que un canalla hijo de puta, al igual que el italiano, el cual me hace estrellar el puño en el mármol detestando su maldita existencia.
—Me acaba de avisar Zoe Lewis que Sabrina murió a causa de la gravedad de las quemaduras —me avisa Parker atrás—. Cristal es quien le está dando la cara a todos haciéndose la víctima, lo cual está poniendo más gente de su lado.
Los brazos me tiemblan con la fuerza que ejerzo, tanta mierda trae el deja vu de tres años atrás. Me muevo en busca del equipo que está en la primera planta, hay cosas que tendré que hacer yo mismo mientras Patrick recapacita. En vez de sumar, estoy perdiendo fichas...
—Le advertimos a Alexa que era peligroso jugar de ese lado —Reconozco la voz de Luisa Banner abajo—. No quiso escuchar y ahora pasa esto, por poco morimos en Túnez... Esto va de mal en peor y hay que hacer algo ya antes de que sea tarde. Varios son responsables de lo que le pasó a Alexa, puesto que los que se unieron con los que también tienen contiendas con Antoni lo que hizo fue volver más grande la ola de odio, ya que nadie está pensando con la cabeza clara...
Se calla cuando me ve, el resto de la Élite está presente incluyendo al pordiosero y sigo de largo desconectando los aparatos que empaco mientras los demás siguen en silencio. Abandono el sitio metiendo todo en la cajuela y espero de nuevo frente al volante hasta que Rachel aparece con los mellizos. Luisa Banner la detiene a mitad de camino, "Dime que harás algo", observo el movimiento de su boca, "Stefan también está preocupado, si Antoni o Bratt atacan, aquí habrá más víctimas ".
—Luego hablamos —contesta la teniente pidiéndole que vuelva adentro y enciendo el motor cuando la amiga se devuelve. Milenka es la primera que sube y arranco cuando todos están adentro.
—Vamos por alitas —empieza Milenka cuando tomo la carretera—. Owen quiere y nani...
—Está bien — le contesta la mamá—. Creo que vi un lugar no muy lejos de aquí.
Me mira y simplemente me limito a seguir las indicaciones llegando al establecimiento donde me detengo. Tyler se estaciona atrás, la sirvienta se baja señalándole el sitio de los juegos a los mellizos y simplemente me dedico a tomar asiento. El enojo no me deja ni captar lo que piden, ni lo que comen. Milenka me echa varias cosas en un plato y solo me llevo un par a la boca queriendo que deje la insistencia que la hace tomarme de la manga sacudiendo mi brazo.
Owen es el último que termina y la sirvienta se los lleva dejándome a solas con Rachel quien me repara.
—¿Qué? —pregunto— ¿Tienes ganas de recordarme todo lo malo que soy? ¿De lo mucho que dañé tu vida, la de tus amigos y la de tu hermosa familia? ¿Recordar lo bien que estaban todos antes y lo jodidos que están ahora?
Toma una bocanada de aire.
—O déjame adivinar, es aquí cuando te despides, ya que tienes la gran misión de ir a salvar el mundo de lo que se hará —continúo— y poner a salvo a todos los que te rodean.
La ira empieza a truncarme las venas, las ganas de mandar la mesa contra las paredes me invaden y mi cabeza también, siento que estoy al borde de la locura y una vez se me nuble la cabeza no tendré que ver con nada.
—¡Señora Rachel! —la llama Cayetana— Quieren ir al baño, ¿me acompaña?
—Voy —Se pone de pie y el verla tomando a Owen me hace evocar las palabras de Regina.
"—No tengo nada contra los James, son una buena familia, Rick ha sido un buen amigo para Alex, lástima que nacieran con el papel de buenos —dice sentada frente a mí en el comedor del jardín—. "Y ese es el problema coronel, los buenos cargan mucho peso encima y eso en ocasiones, en vez de sacarlo a flote, es lo que los hunde".
Lo de Cadwin me hace doler la cabeza cuando se largó a auxiliar a Stefan y las veces que se cohibió por no hacerle daño a Bratt...
"—El apellido Mitchels es cuna de ética y moralidad". La imagen de Luciana me repugna.
El regreso a la mansión se da en silencio, ya que Milenka se concentra en el móvil que le presta Rachel mientras que Owen mueve las llantas de su juguete. De vuelta en la casa, Cayetana se acerca a Owen que no se quiere mover del lado de la mamá.
—Cariño, mamá debe ir a ver al abuelo Rick, pero...
Empieza a llorar, me hartan este tipo de cosas y más cuando empieza a agitarse por el llanto. Ella lo carga queriendo tranquilizarlo.
—Está bien, si quieres vamos y jugamos un rato —Se lo lleva a los jardines, Milenka se le va detrás mientras yo me voy a mi despacho.
Alex está en el comando con Sara, el equipo lo conecto queriendo ver que hago, termino y me planto frente a la pared llena de planos que está a pocos metros donde señalo los comandos más poderosos. Paseo los ojos por el tablero analizando y...
Las risas que vienen de afuera me hacen voltear hacia la ventana donde Rachel mueve el columpio de Owen, mientras Milenka persigue al perro. Siento el tórax pesado, podría quedarse haciendo eso, pero lo de afuera siempre tendrá más peso. Vuelvo a lo mío, la sirvienta sube la cena y continúo trabajando recibiendo lo que me envía Alex, en un email envío las órdenes que necesito que cumpla y pasada las diez apago la computadora antes de cerrar el despacho.
La caja de cigarros que tenía en la chaqueta se acabó y bajo por una al minibar, tomo la puerta que lleva al jardín encendiendo el cigarro que inhalo con fuerza, dejando que la nicotina entre a mi sistema. El humo se pierde con la neblina de la noche y cierro los ojos dando otra calada, repito y... el que la puerta de la cocina choque contra la pared mueve mi vista al sitio de donde sale Rachel con un par de bolsas de basura como si hubiese estado arreglando la cocina, cosa que no me extraña teniendo en cuenta lo poco que vi en Phoenix.
Las echa en el containers adentrándose de nuevo, las malas ideas empiezan a tomarme la cabeza y le vuelvo a dar una calada al cigarro. Trato de que la nicotina apague lo que me surge, pero puedo fumarme cien cigarros y eso no cambiaría nada.
Dejo caer la colilla moviéndome al umbral que acaba de atravesar, mis suposiciones eran ciertas, está de espaldas doblando las toallas. Pasa las manos por ellas poniendo dedicación como si fuera algo que le gustara y que por alguna extraña razón a mí no me molesta, ya que sonríe tranquila siendo la misma Rachel que caminaba de mi mano en la India, escogiendo cosas días después de la boda. Nota mi presencia y no hago más que intoxicarme a mí mismo con lo que desencadena cuando me mira.
Las ganas de llevármela a la cama me hacen dar un paso hacia ella, pero... El móvil que suena en mi bolsillo me hace sacarlo mientras que ella deja las toallas de lado. El identificador no reconoce el número, solo me dice de donde proviene y salgo de la cocina con la mirada fija en la pantalla al ver el país, «Italia».
Contesto llevándome el aparato a la oreja lidiando con el instinto asesino, el cual siento que se eleva quedando sobre la capa de ozono.
—Ciao —habla Antoni Mascherano consiguiendo que mi piso se mueva—. Mi bella esposa no me contesta el móvil y por ello recurro al tuyo.
—Solo les sumas peso a mis ganas de matarte...
—El miedo no hace parte del mafioso más grande de Italia —contesta y me río—. Esa mujer que tienes a tu lado nunca ha sido tuya y nunca lo será, pero no llamo a recordarte lo que ya sabes, solo quiero saber cuándo vendrá a ver a su hijo, si, ese al que aceptó cuidar, ese que durante tres años criamos juntos y le dice madre.
La sangre la siento pesada y el mismo enojo me congela las extremidades.
—Christopher —ella me llama y no me molesto en mirarla.
—Hijo que quiere y que arropaba todas las noches y con el que se emocionó cuando le ofrecí la potestad que ahora tiene —continúa—. No es solo de tus hijos, también es del mío y de todos los que le importan más que tú.
Mis dedos se empiezan a cerrar sobre el aparato el cual siento que cruje.
—Morirán los tuyos y permanecerán los míos —espeta—. Gracias por el socio, por el aliado que me creaste, el cual dejé que pulieras y que ahora me da todo lo que necesito para aplastarte —Me amenaza—. Yo que tú me entierro un cuchillo para morir con dignidad. Hazlo, pero antes de hacerlo, dile a tu socio que mi halcón y toda la mafia italiana le manda saludos. No te acostumbres mucho a la libertad que pronto estarás de nuevo encerrado, pero en un ataúd, ya te aislé y gané una vez, puedo hacerlo las veces que quiera.
—¿Va a pasar a madre? —Escucho en el fondo y termino mandando el teléfono contra la fuente de mármol sin agua, la cual lo destruye.
—¿Qué pasó? —me pregunta Rachel atrás.
—¿Firmaste la potestad de Damon Mascherano? —Me vuelvo hacia ella— ¿Creaste lazos con el hijo de esa basura?
—Damon es un niño...
—¡Vamos a ver si dices lo mismo cuando en un futuro se vaya contra tus hijos! —espeto— ¡Porque para eso ya lo están preparando y lo sabes!
—¡No vengas a reclamar ahora! ¡No cuestiones lo que tuve que hacer o las decisiones que tomé porque no estuviste ahí! —Se defiende y los pálpitos en mi cabeza no hacen más que abrir la caja de pandora que deja por fuera el ser de mierda que soy.
A Antoni Mascherano debí matarlo el mismo día en que se me atravesó en el camino, estando en Italia debí llenarlo de tiros y es lo que voy a hacer ahora. Los tres años de encierro se mezclan con mis ganas de matar, con el hecho de que no soporte verlo vivo y, por ello, me apresuro adentro en busca del despacho donde saco las armas y los proyectiles de la cajonera. No oigo, no capto, solo actúo de forma mecánica sacando el teléfono de repuesto que está en la caja fuerte con el que llamo a Parker cuando lo enciendo y soy claro al dar las órdenes.
—Nos vamos a Italia —demando con la cabeza ardiendo— ¡Hay que darle de baja a Antoni ya!
Cuelgo justo cuando Rachel entra reparando lo que hago.
—Querer matar a Antoni en su propio territorio es casi imposible —Se me atraviesa—, arriesgado y peligroso...
Me zafo de su agarre cuando intenta tomarme y avanzo a la puerta con el corazón latiendome en los oídos, vuelve a tomarme y aparto el brazo ahogándome con lo que tengo atascado en el tórax.
—Uno de mis peores errores fue creer que amarías todas mis facetas, pero mentiste —le suelto—. No soportas verme tal cual soy...
Sacude la cabeza cuando me vuelvo hacia ella.
—Si lo hicieras te quedarías, te harías cargo de esta familia y pelearías a mi lado, pero no lo haces porque tus ganas de tener contento a todo el mundo te lo impiden —saco todo—. Por ello, desde ya sé que no te encontraré aquí cuando vuelva...
Me largo, no sé si en su cabeza estaba la esperanza de que algún día cambiaría y lo cierto es que no. El que es, nunca deja de ser y me niego a fingir o intentar encajar en un papel que ni me sirve, ni necesito. Creyó que mi peor yo fue el que mató a Meredith, el que disfrutaba las peleas a muerte y lo cierto es que ese Christopher no era más que un abrebocas.
Tiro las armas en el asiento trasero y me enrumbo a la pista en tanto la llamada no deja de repetirse en mi cabeza. En el aeropuerto privado me encuentro con Parker quien tiene un grupo de soldados del comando listo, Simon también está e intenta mantenerme el paso mientras camino a la aeronave.
—Estaba con Parker cuando lo llamaste —me dice— ¿Pasó algo? ¿Tienes novedades de Bratt?
Sigo de largo, el nerviosismo en su voz es un claro indicio de que después de tenerlo como amigo pasó a tenerle miedo. No le contesto.
—Matar a Antoni es desestabilizar a Bratt —le explica Parker—. Hay que intentarlo.
—Les puedo dar una mano —Se ofrece—. Tienes razón.
Me pongo al mando de la aeronave mientras los demás suben, de mi cabeza borro todo centrándome en una sola cosa y es llenar de tiros al italiano. Me muevo de Moscú a Italia sin planes, sin estrategias, lo único que tengo es la cabeza caliente y el razonamiento por el suelo.
Las heridas me sangran y es que cada vez que el enojo me sume mi cerebro se vuelve un cassette, el cual no para de reproducir lo de años pasados, lo que omito, pero que de alguna manera sé que está ahí y es el tiempo que ella estuvo con él, los días con su hijo y no con los míos... Todo eso hace que se crea con el derecho de llamarla suya.
No capto nada de lo que me dice Parker, ni estando en vuelo, ni cuando piso Positano. Me desplazo a uno de sus sitios favoritos y es el castillo de la cumbre, Simon y Parker son los que forman al ejército mientras que yo voy a lo que voy. El que no haya gente en los alrededores de la propiedad no me detiene y sin más, me adentro en el sitio, pero no está. Reviso cada maldito rincón y no hallo más que habitaciones y laboratorios vacíos.
Me muevo a Manarola y tampoco está, pero sí la Cosa Nostra que me espera a la salida del perímetro y con quien me enfrento. Cuatro de los soldados que me acompañan caen y no me importa, evado, ataco y continúo a Cefalú: tampoco hay una mierda. Mi enojo es una bola de nieve que no deja crecer en los cuatro días que pasaron y tardo nueve días más en el norte de Italia rastreandolo, pero no hay rastro de él. El sur me toma siete días evadiendo, entre balaceras, encuellando, soltando tiros a quema ropa cuando los que reduzco no me dan la información que necesito.
Los Halcones intervienen en Roma bajándome a cinco soldados, mientras que yo derramo la sangre de tres. En la capital de Italia no hallo más que sangre y el querer matarlo, pero no encontrarlo, lo único que hace es empeorar mi desespero. El patear puertas, el pasar noches en vela atento a que aparezca, buscando indicios que den con su paradero, sumándole cinco días más al calendario, los cuales siento perdido, solo aumenta la ira que me avasalla. Patrick es otro que no da señales de nada en lo que exploro cada rincón del jodido país y este tipo de cosas no hacen más que conseguir que mis extremidades tiemblen preso de la frustración al no poder cortarle la puta cabeza.
El que planeara un montón de mierdas las cuales se terminaron yendo por el caño.
—Christopher —me dice Simon mirando el televisor del hostal donde me detuve.
"Día crucial en la historia de nuestro planeta: Hoy, desde la Casa Blanca, se ha dado un comunicado oficial, el cual lanza una bengala que trae la luz de la esperanza, ya que se dio a conocer el nuevo movimiento en pro de la paz llamado A.P.U (Asociación de Países Unidos), que le dice no a la guerra y rechaza las acciones de los grupos revolucionarios. Aún no se tiene mucha información al respecto, pero países como Reino Unido, Estados Unidos, Israel, Irlanda, Corea del sur e Italia, entre otros, han izado la bandera blanca demostrando su apoyo hacia la leyes que conocemos".
Mantengo el arma en la mano.
"No es tarde para rendirse, para bajar las armas y recapacitar —habla un general desde la Casa Blanca—. Nos vamos a unir y los buenos somos más. Por ello, de buena manera, le pedimos a los altos mandatarios de Rusia que se retracten y den un paso atrás, deben entender que no hay forma de que un solo país pueda contra lo que se está poniendo sobre la mesa".
Los hombres que me acompañan me miran y doy la orden de la retirada. «Tiempo», eso es lo que me están quitando y a Moscú vuelvo peor de lo que partí. Mando los soldados al comando antes de moverme al gulag donde el olor a sangre entra a mis fosas nasales. Las peleas en las jaulas tienen a los apostadores gritando y voy directo al punto, encaminándome a la oficina o como sea que se llame esto.
—El Boss está... —Paso por alto la advertencia de las sumisas que están en el pasillo y empujo la puerta a las malas.
Ilenko Romanov baja la pantalla de la laptop de golpe mirándome mal, cosa que me importa tres tiras de mierda.
—Que genial, yo matándome, buscando a Antoni Mascherano y tú aquí viendo pornografía barata —espeto soltando lo que traigo—¡Haber dicho que no querías servir para una puta mierda!
—Yo no ando como un sabueso detrás de nadie, y como que tu magnífico tiempo no es más que basura porque no veo la cabeza de Antoni por ningún lado —Se levanta tomando las tenazas de la mesa— ¿Qué pasó? ¿El recuerdo de tu te amo en el mediterráneo no te dejó concentrar?
—¡No me vengas con pendejadas que no estoy para idioteces! —Pateo la silla frente al escritorio.
Esto es serio, el tomar aire por la boca no me calma y termino moviéndome a la licorera mientras que el otro se arremanga las mangas cuando se acerca y se pone a arrancarle los dientes al príncipe de Gehena que tiene atado a la silla, el cual se despierta. Los alaridos no me dejan pensar, el whisky lo único que apaga es la sed que me tiene seca la garganta.
Me limpio la boca con el dorso de la mano, dejando que el licor me queme nuevamente la garganta, la impaciencia hace que me aferre al vaso con fuerza y siento que no puedo amarrar lo que salió a flote.
—Vamos a proceder con lo pactado —dispongo— y al que no le guste que se suicide, ya estoy harto.
—Pues no eres el único que lo esta —espeta el ruso en tanto calla al pendejo de la silla con un puñetazo que lo desmaya y me vuelvo hacia él, que se pone al teléfono mientras que yo salgo. No me importa nada, que el mundo arda como tenga que arder.
Si las cosas no se pueden hacer por las buenas, serán por las malas. Simon está en el pasillo despidiéndose de Parker, se voltea cuando capta mis pasos abriendo la boca para hablar.
—Tengo que irme —me avisa—. Me están esperando en...
Da un paso atrás cuando me abalanzo sobre él e intenta correr, pero mi brazo lo rodea...
—Christopher —Batalla mientras hago presión y le apunto a Parker que trata de intervenir, pero termina levantando las manos— ¿De qué lado es que estás?
—Del tuyo —Se tensa.
—Christopher —Simon no deja de pelear y meto más presión hasta que se desvanece cayendo inconsciente.
—Encadénalo —ordeno—. Está secuestrado a partir de ahora.
Avanzo con una sola cosa clara en la cabeza y es que las cosas van a empezar a ponerse bastante violentas.
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Feliz cumpleaños a Kary, Anja, Daniella, Stacy, Betsy, Sara y todas las chicas que han cumplido un año más de vida en las últimas semanas.
Nos vemos el viernes.
Besitos.
Con amor.
Eva.
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