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CAPITULO 28

Mis protagonistas no compiten, brillan 

por una sencilla razón y es que son el eje de todo un universo creado para darme el placer de admirarlas. 

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PACIFICO. 

Rachel.

La secuencia de recuerdos que emite mi cabeza calienta mi pecho en lo que me veo corriendo con mis hermanas, afanadas por recibir a Rick que baja del auto con los brazos abiertos y con una mochila en el hombro. Alza a mi hermana menor cuando se cae por el afán y coloca las rodillas en el suelo recibiendome junto con Sam.

—Espero que se hayan portado bien, porque sino no hay mesada.

Nos lleva con él adentrándonos en la casa donde Luciana está enojada desde que se fue, pero no le importa abrir la mochila de sus pertenencias, sacando los regalos que recibimos emocionadas, antes de sacarnos a dar una vuelta en el auto.

—Recógete ese cabello, greñas sueltas y Emma, deja de saltar como cabra loca —nos molesta.

—Yo sí me porto bien, papá —le dice Sam.

—Lo sé cariño.

La vida me duele cuando mi cabeza suelta la línea de sucesos que me aplastan: mis últimas vacaciones, cuando me visitaron en Londres, la última vez que los vi antes del exilio, mi regreso, mi último viaje a Phoenix, las fechas especiales en casa, las llamadas, los mensajes; el tiempo aquel donde éramos felices y no lo sabíamos. No teníamos idea de que en algún momento de nuestras vidas el mundo se vendría contra nosotros, queriendo aniquilarnos, creyendo que éramos los malos y no: a las malas hemos tenido que serlo.

El miedo a las consecuencias que pueda pagar mi padre, el llanto de Patrick derrotado queriendo llegar a Alexa, y el ataque al coronel, me pone en pie atacando desde el suelo cuando se nos viene encima.

Le barro los pies a uno haciéndolo caer y quitándole la porra policíaca en lo que vuelvo arriba. El impacto del bastón contra la máscara que tiene puesta la quiebra en dos haciéndolo retroceder. Cubro la espalda de Christopher cuando intentan darle con uno de los escudos, alejando al soldado con la patada que le propino en las costillas, pero siguen siendo demasiados.

Cuatro soldados atropellan al coronel llevándolo al suelo, clavo la bota en la columna de uno, mientras que al otro le golpeo la espalda con el fierro, logrando que se retuerza de dolor. Christopher aprovecha para quebrarle el cuello a uno con la maniobra que ejecuta, en tanto al cuarto se lo quito a patadas, a la vez que él se levanta clavándole la bota en la garganta al militar que intenta levantarse. Sigo batallando con los hombres que nos acorralan, volviendo a cubrirlo mientras que el coronel hace lo mismo conmigo. «Mi papá», «debo ir por mi papá». Otra tropa de soldados con escudos sale de la puerta que Patrick intentaba abrir.

—¡Alexa! —sigue exclamando mientras le dan con todo lo que tienen— ¡Alexa!

Llevan a Gauna contra las columnas, mientras no deja de sangrar. Mi corazón late en mis oídos y más soldados caen desde arriba. A Laila la tienen entre varios, en tanto que al cuerpo de Alexa lo patean a un lado como si no valiera nada, como si fuera un saco de basura. Al coronel le caen en manada al igual que al Boss, Patrick logra zafarse llegando a donde está Alexa, pero lo quitan mientras que a Brenda y a Parker los tienen reducidos contra el piso entre varios militares, «Los van a matar a golpes». Un escudo me atropella mandándome contra la pared antes de alzarme, mientras que otro me quita lo que tengo con el golpe que recibo en el brazo. El casco no me deja encestar los puños, el uniforme los protege de las patadas y aprietan mi garganta con la maniobra de inmovilización que intentan emplear. El puñetazo que me entierran me pone a probar el sabor de la sangre, pero nada duele más que el escenario que tengo enfrente, viendo brutalidad policiaca pura con el ejército que no atina a lastimar, sino que a matar y, por más que batallo, no logro que me suelte. Los puños solo lastiman mis nudillos, siento que mi cuerpo empieza a perder fuerza y...

—¡Alerta! ¡Sensor detectando objeto sospechoso! Mecanismo defensivo inválido. —avisa una voz sistemática encendiendo las alarmas— ¡Objeto sospechoso! ¡Mecanismo defensivo inválido!

El soldado se voltea, los demás se detienen y aprovecho para torcer la muñeca que me sujeta reduciéndolo y clavándole la rodilla en el abdomen.

—Ataque aéreo detectado como bomba nuclear de alto peligro. Ataque aéreo detectado como bomba nuclear de alto peligro. Bases no completadas para su detención —continúan—. Bases no completadas para su detención ¡Inicie el protocolo de preparación para el impacto!

—¡Encuentren el detonador! —exclama Angela a lo lejos— ¡Requisen y encuentren el detonador! ¡Esta mierda necesito que la desactiven o la desvíen ya!

—¡Inicie el protocolo de preparación para el impacto!

Láminas pesadas de metal tapan las ventanas y esta misma recubre el techo, a la vez que la luz roja se toma el sitio en señal de alarma. Suelto al hombre que tengo, en tanto que Angela, desesperada, se va contra el ruso, a quien tienen reducidos entre varios militares, con cuchillo en mano. Soldados se van contra Christopher y el ejército rojo, mientras que un par me ataca por detrás poniéndome de rodillas, queriendo usarme como arma de presión con el disparador que trae Bernardo, el cual hace que el coronel me mire y quiera zafarse apresurandose a mi sitio.

—¡Inicie el protocolo de preparación para el impacto!

—¡El detonador! —exclama la alemana y Bernardo me pone la jeringa en la yugular— ¡El detonador...!

—Todo el HACOC de las bodegas va quedar en tu sistema, hija de perra, si no aparece el...

Siento la punzada de la aguja rozando mi piel, el dedo de Bernardo queda contra el gatillo, mis ojos se aprietan con rabia y presiento el estallido repentino que me manda lejos junto con el coronel y la ola imaginaria que se siente, a la vez que todos los vidrios se vuelven pedazos. La tierra tiembla como también los cimientos del edificio y la polvareda se toma el lugar con los escombros que comienzan a caer desde el piso de arriba. Mis oídos parecen querer reventar al igual que mis ojos y mi cabeza. La piel me arde como si la estuvieran desprendiendo a pedazos en lo que siento como si me arrancaran las extremidades, mientras que la garganta se me estrecha en medio de la nube de calor que me envuelve. La sacudida es tan fuerte que una de las columnas se va abajo, las paredes de vidrios quedan desechadas y las de concreto comienzan a agrietarse. Los cilindros se revientan, siento que ha llegado el día de mi muerte con el dolor de cabeza que me invade, el cual parece partir mi cráneo en dos y todo es como si una parte del infierno hubiese subido a la tierra dejándome aplastada, desorientada y confundida.

La superficie en la estoy no deja de moverse como si no fuera a resistir, cada una de mis terminaciones vibra y la compresión en el tórax empieza a nublarme, quitándome el movimiento cuando llega el aturdimiento, la debilidad y la falta de oxígeno que me deja tendida en medio del asfixiante calor por minutos, donde no soy consciente de nada. Solo capto las sacudidas que se detienen dejándome a la espera del oxígeno que no llega...

—Daños internos, el sistema no responde —capto—. Daños internos, el sistema no responde. Manténganse en el suelo, se detectan bajos niveles de oxígeno.

Todo mi cuerpo duele, la tensión arterial la siento en la estratósfera, vuelvo a irme de nuevo con una nube blanca en la cabeza, a la vez que siento la sangre hirviendo a causa del calor. «Me quiero levantar pero no puedo», creo que nadie puede, porque nadie me toma, nadie se acerca; lo único que se sigue captando es la misma voz que se repite avisando que el sistema no responde, mientras mi cabeza va y viene durante minutos que siento como meses. Me volteo por lo angustiante que son, parece que me derritiera, que entre varios me comprimieran y el dolor de cabeza no cesa. Volteo a ver el hombre que tengo cerca y quien parece estar en mi mismo estado, pero con los ojos cerrados. Muevo la mano tocándole el dorso maltratado, a la vez que mi vista se nubla perdiéndome por otro periodo de largos minutos.

Un soplo de oxígeno que sale no sé de dónde eleva mi pecho y gotas de agua caen sobre mi cara con la lluvia repentina que surge. Soldados con máscaras de oxígeno toman al coronel mientras que a mí me toman del tobillo arrastrándome en lo que me recompongo, siendo llevada al mismo sitio de Rick que está contra la pared. Antoni está de pie y de espaldas con una mano contra el concreto y a lo lejos veo a las personas que se van incorporando poco a poco. Pese al agua, el calor sigue siendo agobiante, los soldados vuelven arriba y no sé ni en qué momento me empezó a sangrar la nariz.

—Protocolo anti radiación activado —se oye deteniendo la caída del agua que no sé qué contiene, pero alivia un poco los malestares—. Daños internos contínuos, prepárese para la caída de paneles e inicie protocolo de evacuación.

—Saquen los vehículos del estacionamiento subterráneo —demanda Bratt no sé en dónde.

Logro voltearme boca abajo, Rick mantiene la mano sobre su abdomen mirando a lo lejos con la cara llena de golpes y lo siento triste y rabioso al mismo tiempo. Las láminas de acero caen abriéndose, trayendo el viento que llega con olor a muerte, azufre y cenizas.

—Sunah —Los halcones alzan la vista con la mirada fija en el punto cardinal que lleva a sus tierras—. Alí...

Antoni se adelanta furioso mirando al mismo sitio que sus hombres. Todo se ve gris y no creo que el que haya estado desprotegido afuera sobreviviera a semejante detonación y para rematar lo sucedido, parece que no es la la única tragedia, ya que el sonido de las aspas de dos helicópteros se acercan: uno por el este, y otro por el oeste.

—¡Es que ahora sí los voy a acabar! —vocifera Bratt— ¡Preparen armería!

Los soldados acatan la orden queriendo armar una de las bazucas, mientras que Bratt me toma con Gema y un soldado más, el cual me esposa queriendo arrastrarme con ellos y Rick, a quien también se llevan los Halcones, a la vez que les preparan cápsulas y armas. No hay techo que cubra, ya que las láminas metálicas cayeron, los pisos de lo que era el edificio, ahora no son más que ruinas alrededor de este.

—¡Derríbenlos! —demanda Antoni tomándome del cabello.

Se lanza el primer proyectil que evade la aeronave y se aproxima empezando con la lluvia de disparos, la cual hace que se alcen escudos y se arme la maniobra de defensa que me deja bajo un caparazón de escudos militares, junto con Gema, Antoni y Rick. Bratt es uno de los que mantiene la lámina blindada en lo alto y el tirón que me da Antoni furioso me arquea el cuello, mientras mantengo las manos esposadas atrás en lo que el helicóptero pasa descargando la lluvia de disparos.

—Ya amore, ya te voy a sacar de aquí para que tengamos nuestro momento —me dice y Gema le lanza un codazo en el abdomen a mi papá, el cual me duele más a mí que a él.

—Oh, como duele que te lastimen a lo más querido.

—¡Avancen! —pide Bratt, pero el que el helicóptero se atraviese atacando con todo, hace que deba llevar las rodillas al piso junto con los demás cuando bajan sin detener los estallidos de los proyectiles que se son una tortura para los oídos, mientras trato de quitarme las esposas.

Con las detonaciones y la destreza de los cabecillas de la Bratva, supongo que ya habrán encontrado una vía de escape, ya que por más que sea la esposa del Vor, seguramente han de habérselo llevado por la fuerza al obtener lo que querían, sin embargo, siguen arremetiendo con brutalidad en lo logro sacar una mano de las esposas, manteniendo las manos atrás como si no fuera así. El bombardeo no para, los escudos están diseñados para aguantar y la posición de Bratt es un claro grito de que no piensan ceder.

—¡Deja que se les acaben los proyectiles que no van a durar toda la vida! —le dice Gema.

Los soldados se mantienen firmes y, aunque me duela, tiene razón, todo bombardeo tiene un fin. Las balas siguen estrellándose y no sé que me da cuando el ruido cesa de un momento a otro.

—¡Hey Bratt! —exclaman con fuerza afuera y reconozco la voz— ¡Ya que estamos cazando hermanas, ven y te cuento lo fácil que fue tomar a la tuya!

Baja el escudo de inmediato y veo a Emma en el helicóptero con Sabrina Lewis bañada en no sé qué, pero no duda en arrojarla de la aeronave a la vez que el tal Boris suelta la mecha que la enciende en llamas cuando toca el suelo, consiguiendo que Bratt rompa el escudo de defensa, soltando la coraza con la que se cubría.

—¡Malditas hijas de perra! —exclama.

Gema se queda pálida y los soldados siguen al "ministro" disparando hacia el helicóptero, mientras lo resguardan con los escudos que volvían la base sólida y no pienso, actúo reventándole la boca a Antoni con el codazo que le propino consiguiendo que me suelte, antes de tomar uno de las esquirlas de vidrio que entierro en el costado del abdomen de Gema logrando que se encorve del dolor, mientras que Rick se le suelta al Halcón que lo tiene y no es fuerza, es supervivencia lo que me hace correr al sitio de mi hermana, a la vez que Christopher me abre paso en lo que corro con mi papá, alcanzando una de las columnas.

Mi cabeza en lo único que está mentalizada es en salir. El otro helicóptero está atacando a los soldados que yacían en la primera sala y doy la vuelta. La aeronave baja, sobrevolando el sitio y alcanzo la mano de mi hermana que me espera y me ayuda a subir junto con Rick, quien no se ha terminando de montar cuando ya la aeronave está alzando vuelo junto con Patrick, Alexa, Boris, Emma, Christopher, el Boss y Aleska, intentando salir del área lo más rápido posible.

—¡Cuidado! —Capto una de las mini cápsulas de gas que arroja Antoni, pero que Aleska Romanova toma y la devuelve, sin embargo, eso no evita que parte del gas se quede en el sitio asfixiando y el que las puertas tengan que cerrarse empeora cuando un centenar de disparos se estrella contra la coraza. La cabina se sacude como si algo pesado impactara contra ella y hace que deba sujetarme.

—¡Jodieron una de las aspas! —la queja del piloto consigue que Christopher tome el control.

El gas hace que respirar sea insoportable, la mascarilla de oxígeno de emergencia se la ponen a Alexa y al piloto, en lo que siento que voy a perder la conciencia, al igual que los demás, viviendo media hora de tortura respiratoria. Una mínima partícula de Antoni es supremamente tóxica y, mareada, clamo por aire fresco. Me arden los ojos, la nariz y medio logro vislumbrar cómo el helicóptero sobrepasa varias colinas naranjas antes de empezar a tambalearse como si le costara sostenerse y, por más que lo intenta, termina yéndose contra una de las montañas ocres doradas llenas de arena con un aparatoso aterrizaje, el cual me aporrea más de lo que ya estoy y ya ni sé cómo estamos vivos.

Intento ayudar a mi papá, pero no me deja y busca su espacio con un gesto de que está bien.

—¡Ayúdenme a sacar a Alexa, por favor! —pide Patrick desesperado—¡Por favor!

Boris busca la camilla y junto con Uriel Romanov, que venía como piloto, la bajan. Trato de quitarle la chaqueta, mientras que Emma se apresura por el botiquín, ya que tiene lesiones en la cabeza por los golpes previos y la hermana del Boss le toma el pulso.

—Chiquita —Patrick intenta que despierte—. Cariño, ¿Me escuchas?

Toma su cara queriendo que abra los ojos.

—¿Me escuchas? —repite—. Dime que me oyes, por favor....

Tiene pulso, pero no es más que un cuerpo inerte y quisiera darle ánimos, sin embargo, eso no significa nada teniendo en cuenta lo que tiene si está como está. Las lágrimas se me salen porque es mi amiga, al igual que él. Mi madrina de bodas y una de las personas que más incondicionalmente ha estado. Patrick besa su frente con los labios temblorosos.

—Tenemos planes, no me hagas esto, chiquita —le pide—. Volví por ti, por Abby, por nuestra familia, así que despierta, por favor.

El otro helicóptero de combate, mucho más grande, aterriza trayendo al consejero de la Bratva, a Parker, Brenda y Laila. Todos están llenos de sangre, también bajan los demás que estaban en el sitio de los hechos. No sé sabe ni cuál es el que tiene más golpes y mis amigas se van contra Alexandra. Patrick le sigue pidiendo que se despierte, pero no lo hace y el coronel mantiene la debida distancia viendo desde lejos. «Todo es una maldita mierda», la cual me levanta con el llanto de mis amigas que empeora el momento y es que si... hubiese sabido a dónde iban horas antes...

Patrick la levanta, tomándola entre sus brazos, meciéndose con ella de adelante hacia atrás, llorando con un sentimiento que me mata cuando besa el dorso de la mano de su esposa y es que Alexa, en los años que estuvieron distanciados, parece que nunca se quitó el anillo y es algo que detalla ahora sollozando.

—Su corazón late —nos dice— ¿Lo escuchan? Creo que solo está desmayada.

La negación es lo primero que nos arrolla y en verdad daría una parte de mi alma por poder decirle algo positivo, que todo va a estar bien y que no ha pasado nada, que esto no es más que un simple susto, «eran las palabras que yo quería escuchar años atrás».

—Emma —Mi papá llama a mi hermana antes de desplomarse en el suelo, cayendo de rodillas y vomitando sangre con la mano en el pecho. Ella alcanza a tomarlo antes de que termine de caerse en lo que me apresuro al sitio y, como si no fuera poco con todas las pérdidas, se desatan otra serie de sucesos que me arañan el tórax.

El consejero de la mafia rusa pide otra camilla cuando Emma se desespera al verlo convulsionar. Mis miedos llegan al límite y no sé qué más quiere el mundo de mí. Mi fé es un frasco que gotea y se está quedando en la nada, ¡¿Qué más sigue?! Las lágrimas no me dejan ver.

—¡Tranquilas, por favor! —pide Laila— ¡Hay que darle espacio!

Mi hermana se aferra a su playera y ambas nos vamos contra su pecho como si nos lo fueran a quitar. «Me niego», me niego a perder esto también. No me importa Laila, no me importa Brenda, ni Parker, ni nadie.

—¡Papá, por favor! —le suplico.

—¡Rachel tienes que quitarte! —me toma el coronel, a la vez que el Boss toma a Emma que intenta zafarse y no hago más que llorar en las horas que siguen perdiendo la línea de tiempo junto con mi hermana. Ambas estamos en el mismo helicóptero con rumbo no sé a dónde, solo sé que el desespero es tanto que más que dolor, es rabia, cansancio, impotencia. El estar de aquí para allá y de allá para acá, ahora sujetando una máscara de oxígeno con Rick que medio despierta en medio del aturdimiento.

Alexandra no reacciona, Gauna también tiene una herida de bala en el pecho y Patrick parece ido sobre el abdomen de su esposa. El atardecer aparece a lo lejos después de varias horas de vuelo en el helicóptero que nos adentra a Moscú, dejándonos en la azotea del hospital donde bajan a mi papá, a Alexa y a Gauna. Laila es la que informa lo que pasó, ya que en vez de hablar, no hago más que sollozar de nuevo en uno de los sitios que más odio.

—Paciente de cincuenta y seis años con vómito acompañado de sangrado, convulsión y pérdida de conocimiento —dicen—. Posible hemorragia en la cabeza por lesiones internas.

Lo desaparecen entre las puertas de madera. En el noticiero están mostrando imágenes de la tragedia, tierras en cenizas, incendios, personas buscando refugio, Sunah lleno de cadáveres, edificaciones destruidas. Laila me avisa que Paolo se está encargando de los demás que alcanzaron a llegar a Túnez.

Brenda me sientan junto con mi hermana en el mismo sofá y no sé cuál está más ida, parece que hubiésemos salido de un huracán, y sé que debería estar consolando a Patrick, quien se va contra el piso cuando le dan el diagnóstico de Alexandra, el cual no es más que otro golpe. El coronel lo toma cuando no se quiere levantar, mientras que Parker trata de que se mantenga en pie, pero no hace más que golpear el suelo.

—¡Ya basta, Patrick! ¡¿Es que no eres un hombre capaz de asimilar las cosas?!

—¡No, no lo soy! —exclama— ¡No lo soy! ¡Ahora lo único que soy es un pobre infeliz, el cual no sabe cómo decirle a su hija que no puede despertar a su esposa! ¡Eso es lo que soy!

La enfermera me avisa que debemos tomarnos muestras de sangre, desinfectar las prendas y tomar una ducha. Unos van primero y me piden que espere un momento junto al puesto del coronel y el vacío se siente sentados uno junto al otro. Zozobra, gritos, a todos nos cayó una ola negra, la cual siento que vuelve a los buenos en malos con un golpe que reinicia el juego y deja claro que esto apenas comienza.

Las instrucciones las sigo en modo automático dejando que me revisen, tengo golpes, moretones, al igual que todos. Christopher, aunque no intente demostrarlo, se le nota que está adolorido, Parker está cojeando, Laila tiene un ojo morado y Emma tiene una lesión en la mano.  La ropa me la devuelven seca después de hacerle no sé qué y todos pasan por lo mismo volviendo al sitio donde estaba. 

No tengo cabeza ni para preguntarle a mis amigas como se siente, a duras penas me aseguro de que mi hermana menor esté completa, dejando mi barbilla sobre su coronilla húmeda no sé por cuánto tiempo. Aleska sugiere que lo mejor es sedar a Patrick, ya que está incontrolable y me obliga a levantarme.

—Esta era nuestra segunda oportunidad —nos dice—. Nos la dieron para pelear y fue lo que hicimos porque es lo único que sabemos hacer. Ahora nos queda más que quedarnos a la espera de quién va a morir o quedar postrado en una cama. Esperemos a ver qué hijo o ser querido nos matan ¡O mejor aún, arremetamos unos contra otros y así les dejamos el camino libre a ellos para que sean felices!

Boris lo toma junto con Parker y el coronel. La oleadas de lágrimas me invaden y no tengo cabeza para estar pendiente de Gauna, no tengo ánimos de nada, hace mucho que no quiero muchas cosas.

—El paciente padece un traumatismo craneoencefálico producto de las distintas contusiones que tiene en la cabeza por los golpes ocasionados —Llega el médico—. Se realizó una tomografía computarizada donde se visualizaron contusiones, es decir, hinchazón del tejido cerebral. Le insertamos una sonda en el cráneo para controlar la presión y evitar más daño al cerebro. Por ello, lo tuvimos que inducir en un coma. Le están administrando medicamentos anticonvulsivos por vía intravenosa y también se le está suministrando oxígeno. Su estado es estable, ya que afortunadamente no se observaron fracturas y las próximas horas determinarán su evolución.

Las malas noticias no paran. Laila trata de explicarme en términos más simples: están siguiendo el debido proceso para que no sea más grave de lo que ya es. Las dos horas que siguen no hacen más que empeorar la migraña, siento que el próximo golpe de Antoni será tan contundente que me va a matar.

El coronel aparece dejándose caer en uno de los muebles que tengo al frente y pensé que se había ido después de lo de Patrick, ya que no tiene caso que siga perdiendo el tiempo aquí. Es algo que no tiene que hacer tampoco el otro, que está en el otro extremo del mismo mueble esperando no sé qué.

Parker toma asiento con Brenda y Laila, hay varias personas que no conozco, pero algunos se mantienen contra las paredes y el único que camina de aquí para allá es el tal Boris que gira alrededor del Vor y el Boss como perro guardián.

—¿Quieres sentarte? —exaspera a Christopher que se pellizca el puente de la nariz.

—Estoy vigilando —Se lleva las manos atrás mirando a mi hermana y a mí—. La atmósfera está peligrosa.

—¿Quieres un café? —me pregunta mi hermana y asiento con la cabeza—. Voy al baño y...

—Te espero abajo —le aviso.

No es que tenga hambre, pero siento que necesito salir un poco de la atmósfera llena de preocupación. Laila se quedó dormida en el sofá y Brenda está hablando con Parker, así que prefiero no molestar bajando sola. Es más de medianoche y pido dos bebidas, mi monedero sobrevivió a todo anclado a mi bolsillo interno y pago dando la vuelta, encontrándome con mi hermana.

Tomo asiento con ella en la desolada cafetería. El estado de Alexa me hace suspirar, el agotamiento de los días anteriores me tiene con nudos en la espalda, siento que he bajado como cuatro kilos y, si sigo, creo que bajaré como unos quince más.

—Gehena está rodeada de explosivos, la mafia rusa aviva el miedo desde adentro y, conociendo como son, sé que planean algo —me dice—. Cédric me dijo una vez que su medicina es irreemplazable. Supongo que por eso es que sigues en contacto con ellos. Escuché tus llamadas.

—Genial, ahora me vas a odiar más —asiento—. Hazlo, no te voy a culpar...

—Si, ódiame tú también por detonar la bomba de Argelia, porque fui yo la que lo hizo y no me arrepiento —Confiesa con los ojos llorosos—. Estoy harta de Bratt, de Gema, de Antoni y sus canarios; de la perseguidera, de las amenazas que no hacen más que acabarnos.

La cabeza empieza a palpitarme.

—Patrick tiene mucha razón en lo que dijo. Si las cosas siguen así, al único sitio al que vamos a llegar es al cementerio. Tú eres mi hermana y no te odio Rachel. Yo no siento que me debas nada y me hago a un lado porque no quiero ser una carga para ti, nadie tiene porque serlo —continúa— La responsabilidad de Luisa es de Simon, la de Sam es de papá, la de Brenda es de Parker, la de Parker es de Brenda, y entiendo que te sientas en deuda y no te odio, te adoro, pero sí te voy a detestar si me obligas a ser la tía que debe llevar a sus sobrinos a visitar tu tumba. No es justo para ellos, que pasaron de todo para nacer y pierdan a su madre, tampoco lo es para mí, porque Luisa todavía tiene familia, Brenda, Laila, pero yo solo te tengo a ti, a Rick y a Amelie.

Se me empañan los ojos con el nudo que se me arma en la garganta. Se levanta a darme un beso en la sien antes de abrazarme y susurrarme lo que me hace mirarla y ponerme en pie, tomando su rostro con el pecho acelerado. Es una locura, la cual no es muy Mitchels de nuestra parte.

—¿Estás segura? —le pregunto y asiente envolviéndome de nuevo en sus brazos.

—Ve a ver a los mellizos, que yo me quedo con Rick —Me acompaña a la salida donde vienen entrando Tyler y Death quienes se apresuran a saludarnos preocupados—. Estamos bien, pero Tyler, creo que lo mejor es que vayas a llevar a Rachel a la mansión de los Morgan. Le diré a las chicas.

—Si vamos —Lo tomo aprovechando el que esté aquí y me vuelvo hacia mi hermana antes de abordar el vehículo—. De igual forma quiero que lo pienses, que lo pienses muy bien, días o semanas...

—Ya te dije...

—Pero de igual forma quiero que lo hagas —le insisto.

Asiente y la dejo con Death. La vista la concentro en la carretera que me espera, pasaron tantas cosas que pensé que a esta hora estaría siendo drogada en un laboratorio y no rumbo a ver a mis hijos. Es una necesidad que tengo ahora, ya que llevo semanas por fuera y, pese a todo, no puedo contener la emoción que surge cuando la mansión me recibe y bajo limpiándome la cara.

Cayetana me abre alegre y en pijama.

—Que alegría, señora Rachel —me hace seguir— ¿Está bien? Los escuché a los muchachos...

Prefiero no contestar la pregunta e indago sobre los mellizos, están en sus alcobas y subo a verlos. Primero a Owen, que está un poco pálido, pero bien. Me siento a la orilla de la cama y le da peso a lo planteado. «No está bien», no es justo, pero en ocasiones la vida misma es la que te orilla a irte por el camino incorrecto.

Detallo la cama en forma de auto de carreras y lo arropo bien, dándole un beso antes de pasar a la habitación de Milenka, a quien ni dormida puedo peinar, ya que refunfuña. La ubico bien para que no se caiga y me quedo un rato con ella, me es imposible no pensar en Abby, en que ya no tendrá Alexandra. Hoy por poco Harry se queda sin Brenda y sentí múltiples veces que no saldría de donde estaba, creí que volvería ver al coronel muerto y cayendo de nuevo en el abismo que...

Me levanto a asegurarme de que las ventanas estén bien cerradas, reviso bajo la cama, el baño y el closet. La rabia de los otros no merma, por el contrario, se multiplica y es algo mutuo. El cuerpo me duele y salgo de nuevo al pasillo encontrándome con el coronel que está saliendo de la habitación de Owen, dejándome quieta con las sensaciones que me recorren. Todo lo de hoy colapsa en mi pecho y no sé si en el de él también, ya que me voy contra él y él se viene contra mí, tomando mi cara antes de pegar mis labios contra los suyos con un beso, el cual siento que ambos necesitábamos y no sé por qué, tal vez para convencernos de que seguimos vivos.

—Tregua —le pido y asiente—. Ho...

—Cállate y bésame, joder...

Lo envuelvo entre mis brazos dejando que me pegue contra él, a la vez que mi lengua toca la suya y me lleva atrás en busca de la alcoba que atravieso mientras se quita la chaqueta. «Casi morimos otra vez» y han sido tantas cosas, estoy tan agotada que no tengo energía para fingir y actuar como si no pasara nada, o para contener y rechazar los momentos que, de alguna forma, extraño y necesito.

El dolor de los golpes queda en segundo plano, como así también los moretones, los rasguños y las heridas, simplemente llevo las manos a la pretina del pantalón que suelto, mientras me saca la blusa y me deshago de los zapatos, dejando que me lleve contra la cama, bajando las tiras del sostén y me siento, tratando de soltarlo.

—Espera —Trato de decir, pero no lo hace, baja la copa en busca de mi pechos, prendiéndose. Es algo que no deja de gustarme y, por ello, pierdo los dedos en el cabello negro dejando que las chupe como le gusta, y me gusta el toqueteo de su lengua contra mis pezones erectos, los cuales duelen cuando chupa con fuerza y es que las treguas son tan cortas, pero tan placenteras que me es imposible no disfrutar cada segundo, me es imposible no olvidar que el mundo esta ardiendo afuera y que no hay tiempo para esto. 

Sube por mi pecho prendiéndose de mi cuello y vuelvo a la cama dejando que me saque el vaquero. El desespero de ambos nos exige que no haya ropa que estorbe entre los dos y termino desnuda igual que él.

—Ábrete bien que quiero metértela toda —demanda. 

Obedezco extasiada con las pinceladas que se pasean sobre mi clítoris antes de penetrarme arremetiendo como si no nos hubiesen dado una paliza y es que en ocasiones en los momentos difíciles es cuando más vulnerable somos. 

Deslizo las manos por su cuello atrayéndolo a mi boca, recibiendo las embestidas voraces que lo hacen ubicar mis muslos sobre sus caderas, queriendo que lo envuelva y por ello lo vuelvo a abrazar mientras su polla entra mojada, dura, las venas las siento y eso solo aviva las ganas con las entradas y salidas cargadas de salvajismo que por más que quiero callar hacen que gima, jadee en su oído cuando mis paredes se contraen con los espasmos previos al orgasmo que llega primero que el suyo, se corre y sigue extendiendo el momento el cual no me deja reposar, ya que las embestidas continúan trayendo la segunda corrida y no se aparta, solo sale y baja sobre mí prendiéndose de nuevo de mis pechos. El abdomen duro queda sobre mi coño y la boca tibia sobre mi piel marcando mi piel, le echo las hebras negras hacia atrás, sintiendo la punzada en el pecho que surge al observar los ojos grises que se conectan con los míos, cuando vuelve a quedar a mi altura. Su mirada es lo último que veo, ya que mi batería se agota y, aunque no quiera, mis párpados se terminan cerrando con Christopher Morgan sobre mí. 

════ ⋆★⋆ ════

Besitos.

Con amor.

Eva. 

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