CAPITULO 27
Antoni.
Sunah /Argelia.
El fogaje me envuelve mientras camino entre las calles de la ciudad de Sunah, la tierra de los asesinos más letales de la mafia italiana (los Halcones Negros). Damon y Bratt Lewis caminan a mi lado junto con Gema Lancaster, Bernardo, Angela, Ivana, Leonel y Sabrina Lewis.
Las madres, abuelas, abuelos, padres, hijos y mujeres de mis hombres salen de sus casas, queriendo saludar a los Halcones que llegaron y, aunque estén programados para matar, su lado humano sale a flote con lo que llaman "su pueblo": Una comunidad unida desde el nacimiento, la cual cada día ruega al cielo por ellos, siendo los que más se benefician con lo que ganan.
La comida, los recursos y los beneficios que se les trae se reparten, mientras me muevo a la casa de los Mahala quienes me esperan con las puertas abiertas, dejándome pasar. Pedí una reunión con todos y eso incluye a los asesinos que no están en Italia y están aquí, velando por los suyos, los cuales son más de cuarenta.
—Señor —Me recibe el abuelo de Alí tomando mi mano y pegando la frente al dorso antes de hacer lo mismo con Damon—, bienvenido.
Alí se inclina aceptando la bendición de su madre, mientras que sus hermanas se acercan a recibir lo que les trajo.
—Soy Bratt Lewis, ella es mi esposa Gema Lancaster y esta es mi hermana Sabrina Lewis —se presenta el ministro detallando el entorno. A Bernardo, Angela, Ivana y Leonel ya los conocen.
Los Mahala me miran y camino por el espacio con las manos atrás, la ventana está abierta y la arena se levanta con el peso de las maquinarias que arman el enorme domo acorazado y anti explosivo que ordené y en los que se está trabajando ya hace varias semanas con materiales del ejército y de los Mascherano. Se necesita espacio para torturar, interrogar, reunirse, pensar, planear, crear, respirar y asesinar.
—Necesito que todo el que tenga más de siete años sea llevado a las cuevas de Pakistán a empezar el entrenamiento —aviso—, sin importar el sexo. Quiero que entrenen, enfocándose en que deben servirle a su próximo líder.
Adentran las cajas que contienen vestimenta, Gema Lancaster destapa con la ayuda de la cuñada y varios de los Halcones se miran entre ellos cuando ellas les ofrecen los uniformes del Ejército de Paz, pero terminan cediendo cuando ven que no digo nada. Los compré y hago lo que quiera con ellos.
—Una parte de mis hombres empezará a tener entrenamiento militar, la cual le hará frente al famoso "Ejército Rojo" —aviso encendiendo el puro—. Quiero a todos mis asesinos activos y aniquilando a todas las amenazas.
—Si señor —contestan.
Tienen todas las habilidades para hacerlo, de hecho, son los únicos que pueden darle pelea ya que los conocimientos de un soldado no son suficientes ahora que el otro resucitó a hacer de las suyas. Es un mito el que el mundo solo está regido por los buenos, cada vez que oigo eso me río, porque siempre hay una mano negra por debajo y más si de poder se trata.
He sido un hombre paciente, sin embargo, es hora de que todos saquen sus mejores cartas y así vemos quién es quién, ya que mi espíritu clama súplicas, sangre y sufrimiento, en especial la de mi bella principessa.
Inhalo con fuerza recordando su olor, mi sien palpita y es que tengo tantas ganas de verla con su mayor miedo corriéndole por las venas, para así tomarla como se me antoje. Oh sí, eso me daría mucho placer, el desquite es el mejor de los manjares. Clavo la mano en el marco de la ventana imaginando todas las lágrimas que derramará.
Por otro lado, están los dos malnacidos: pestes de mil vidas a los que no veo la hora de obligarlos a ver como voy a torturar a sus hijas en la cara. A la del coronel la voy a sumergir en ácido y dejaré que sus partículas se deshagan, haré lo que no pudo hacer el Hasse en el vientre de su madre.
A la otra se la voy a arrojar a los Halcones como regalo para que sea su puta antes de morir desangrada. Me aflojo el nudo de la corbata pensando en mi bella esposa, me daré un banquete con sus llantos. Fulminando eso que tanto quiere: su papá, su hijo y su hermana, esos puntos débiles que me permiten moler por dentro y desatar ese llanto cargado de pena, el cual es una bella melodía. Una exquisitez auditiva llamado sollozos de Ninfa herida, la cual se lamenta por la pérdida de su amor y de los pilares que la hacen ser quien es.
—Está confirmado. Abandonó Rusia junto con Rick James y la Élite hace unas horas —me avisa Gema Lancaster con una medio sonrisa—. Lo que quiere decir...
—Que todo está pasando como se predijo.
—Exacto, la unión hace la fuerza y es algo que obviamente del otro lado no hay. Siempre he pensado que sus conflictos son su peor enfermedad.
Recibe la bebida que le entregan.
— Años atrás, Christopher tuvo problemas con Bratt y se hundió. A Rachel, los problemas con la madre casi le cuestan la vida, los que tienen con el cuñado la desgastan, los que tiene con el marido y los hijos la acaban, porque no creo que esté muy feliz lejos de sus engendros —secunda—. A eso, súmale el peso de toda la Élite encima y Rick viendo como se pudren sus hijas. El coronel criando solo a los asquerosos esos es algo que también lo consumen, aparte de que su socio es un neardental igual que él, no se acoplan como Bratt y tú —Se acerca más—. La discordia entre los que te rodean no es buena a la hora de querer tener el control. Míranos, todo lo que hemos hecho en un par de días.
Observa junto conmigo lo que se está construyendo a metros y mentiras no dice; uno de los lemas de los Mascherano es que somos espectadores para luego ser protagonistas. Yo sabía que Bratt Lewis era un as bajo la manga, el cual en algún momento él se iba a rebelar. Christopher Morgan creía que todo el mundo iba a tolerar sus ofensas y, mientras él se daba golpes de pecho, yo solo esperaba que el vaso de agua se desbordara.
Me invitan a la mesa llena de alimentos y Damon no me suelta la mano en lo que me siento y dejo que me sirvan como el rey de la mafia que soy. Consumo lo que me sirven y fumo un puro en la mesa. En mi mundo, la nicotina es indispensable para mantener la calma y es algo que necesito ahora, «calma». No tengo muralla que me proteja, pero no importa, sigo siendo fuerte.
Con los platos acabados me muevo a la mesa redonda donde me acerco con Bratt Lewis y los que me acompañan, detallando el tablero de ajedrez colocado en el centro. Bernardo coloca dos estuches metálicos sobre la madera y lo abro apreciando mi trabajo.
—Creaciones especiales para personas especiales—Voy sacando—. Una sola dosis de esto sirve para dejarte muerto en vida. Solo puedes respirar, observar, ver, oír y sufrir. Te tulle, te apaga y te deja siendo un vegetal por el resto de la vida. Algo muy humillante para el enemigo quien termina siendo un cadáver, el cual sufre cada día.
La sonrisa por parte de todos no se hace esperar cuando alzo una de las jeringas.
—¿Qué estamos esperando? —me pregunta el ministro mientras Angela atiende el teléfono.
—Nada —Tomo la ficha del rey en el tablero con la que muevo a los dos peones que no son más que yo—. Cuando el rey habla, los plebeyos se arrodillan y callan. Llegó la hora de recordar eso, de demostrar quien es el único gran soberano de la mafia.
—Y de la ley —termina Gema mirando al marido.
Me pongo de acuerdo con todos repartiendo y estipulando las tareas de cada quien. dan buenas ideas, sin embargo, aseguro todo confiando en mi mejor hombre a quien envío a estudiar al otro bando del cual debe encargarse. «Ali Mahala» sabe lo que tiene que hacer e Ivana Mascherano se prepara para partir con él.
Se inclina despidiéndose de su pueblo, sale y fijo de nuevo la mirada en lo que se construye afuera. Las láminas de acero van tomando forma sobre la gran estructura metálica anclada a lo más hondo del subsuelo.
—¿La van a matar, verdad? —pregunta la hermana del ministro— ¿Ella va a pagar por todo lo que nos hizo?
—Si, pero primero va a sufrir mucho —le asegura Gema limpiandole los hombros—. Tú sigue trabajando y no te preocupes.
Se queda con Benardo y Ángela mientras yo me encamino con los mandatarios a los vehículos de la mafia italiana. Los Antonegras sacan a las personas que necesito que se lleven y mis hombres se despiden de sus mujeres y madres con la promesa de volver apenas puedan, «Hay mucho trabajo que hacer aquí». Bratt y Gema abordan el auto conmigo, uno adelante y el otro atrás.
Arreglo el nudo de mi corbata. Hubo quienes pudieron tenerlo todo, pero decidieron quedarse con nada y hay un detalle que se le pasó por alto a Rachel James y es que un hombre inteligente aprende de las malas experiencias.
Recuesto la cabeza de mi pequeño demonio contra mi pecho. Antes lo daba todo, pero mis rosas fueron escupidas, pisoteadas y despreciadas. Di muchas oportunidades, he sido misericordioso, he controlado las ganas de bañarme con su sangre, porque en vez de eso preferí apreciar el hermoso cuerpo, el cual ahora solo quiero marchito y sufriendo pidiendo piedad, lamentándose por no valorar lo que le di.
—¿Qué hacemos con Sam James? —me pregunta Gema.
—Me la imagino suicidándose dramáticamente cuando sepa todo lo que le hicimos a su bella familia. La veo en la orilla de un puente con el pecho en llamas y la cara empapada antes de lanzarse al vacío, dándole un final digno a la tragedia, brindándole al mundo inspiración para una dramática obra que, seguramente, iré a apreciar lleno de gloria —Imagino el escenario en mi cabeza—. Ese es el final que tendrá la ninfa de aguas mansas.
—Me gusta —secunda la morena—. Es un buen cierre, al igual, si la tomamos no creo que soporte mucho.
—Nuestro error —comenta Bratt Lewis en el asiento delantero— siempre fue dejarlos vivir demasiado y es algo que me da rabia, porque ni la gran cosa son y no han tenido más que suerte. Es algo que todos sabemos, nunca fueron superiores a los Lewis, a los Morgan, a los Mascherano o a los Romanov.
—Ya lo van a saber
Me muevo a Tebessa, sitio donde yace uno de mis laboratorios y donde me miro con Bratt Lewis antes de adentrarme.
El tiempo lo cuento en mi cabeza, es solo cuestión de semanas para desplegarse como una nube maligna, de esas que bañan al mundo de tristeza, ahogan a quien se interponga y quedará en la memoria de todos. Los James y mis enemigos no serán más que historia, no habrá quien los rescate, quien los cubra, salve o proteja, porque el rey está de vuelta y en su modo más maligno.
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Rachel.
El agotamiento me cobra factura en lo que descargo el equipaje llevándolo al auto, tengo sueño y me duelen las extremidades. Papá toma dos maletines, no ha hablado en toda la mañana, solo lleva y trae equipajes junto con la Élite. El clima de Paraguay sofoca e intento terminar lo antes posible trasladando las cajas. La tarea me tomó casi dos horas y amarro las mochilas asegurándome de que lleve todo lo que necesite; «Comida, ropa, botiquín de primeros auxilios, mapas, equipos, aparatos tecnológicos y armamento». Se cubre la avioneta antes de llenarla de combustible, de pagar por vigilancia y silencio. No me puedo dar el lujo de dar en área urbana, ya que es demasiado peligroso.
—Sube con Peyton —le pido a Luisa—. Brenda y Laila también, me estaban ayudando a pilotear y deben dormir un rato.
Ocupan los puestos delanteros de la camioneta mientras que con Gauna, mi papá y los demás subimos en la parte descapotada de atrás. Stefan se sienta a mi lado pasándome una botella de agua.
—¿Hablaste con los mellizos ya? —El mero hecho de mencionarlos me oprime el pecho.
Sé que Cayetana hace un buen trabajo, que es como una madre para ellos, pero eso no quita mi tristeza, ni que empezara a extrañarlos desde que partí. El brazo de Stefan me rodea como si sintiera mi melancolía, no es fácil compartir con ellos y volverlos a dejar. La cara y el semblante de Owen cambia tanto cuando estoy.
—Estás buscando lo mejor para todos, recuerda eso cada vez que sientas que no puedes —me dice—. Verás que Dios más adelante te dará tu recompensa.
Asiento tratando de que no se me salgan las lágrimas, papá está frente a mí y acomodo mi gorra sumergiéndome en el recorrido de cinco horas en medio de una carretera llena de piedras. La primera parada es en un pueblo de caserío donde nos detenemos a descargar. Luisa alza a Peyton y lo primero que hay que buscar es hospedaje. Estando ubicados me pongo a evaluar opciones con papá, mientras los demás se alimentan cansados.
—Dicen que esta india es muy buena y está cerca—Señalo una de las opciones del mapa y, como si Gehena leyera mis pensamientos, recibo la llamada que tengo que rechazar—. Eso comentó la gente, pero no sé qué tan cierto sea.
—Lo sabremos cuando hablemos con ella —Papá toma la cantimplora—. Andando.
Salgo con él en busca del lugar, el cual me hace meterme entre la maleza. Hay personas con afecciones esperando que las atiendan y espero en vano, porque no es más que una charlatana, ya que lo primero que hace es pedirme dinero antes de preguntarme qué tiene Owen. Estoy en un punto donde cualquier respuesta negativa me exaspera, sin embargo, doy las gracias antes de volver con el sol del atardecer quemándome los hombros.
—¿Buenas noticias? —me pregunta Luisa cuando llegamos y sacudo la cabeza.
Hay tantas cosas que hacer que no tengo tiempo ni para comer, el mínimo espacio que saco es para llamar a Cayetana a quien le agradezco que esté atenta todo el tiempo y me pase a los mellizos.
—¡Hey! —hablo con Milenka sentada en el pórtico que da al patio— ¿Cómo están?
—¡No escucho, nani! —se queja— Holaaaaa...
Me levanto en busca de una mejor ubicación, pero insiste en que no escucha. El perro no deja de ladrar al fondo, lo que me dice que están de nuevo en Moscú.
—Owen no quiere tomar la medicina , ¿me escuchas? —pregunta— Holaaaa...
—Si te escucho, amor...
No termino la palabra ya que empieza a pelear con el hermano, consiguiendo que Cayetana interfiera.
—No peleen —los regaña.
—¡No escucho!
La tía de Stefan se hace cargo del teléfono.
—¿Señora Rachel está en línea? ¡Debe creer que crié a dos chimpancé! —se altera— ¿Me escucha?
—Si, aquí estoy, pásame a Owen...
—No se le escucha, ¿Hola? —los gritos de fondo siguen— ¿Señora Rachel?
—Sí, aquí estoy...
Alguien se cae y me termina colgando, «En este tipo de sitio, la señal no es muy buena».
Le indico mediante mensajes que prometo llamar cuando tenga mejor recepción. Grabo un video saludandolos, me tomo un par de horas para descansar y con paciencia espero que se envíe. La voz de Milenka se queda dando vueltas en mi cabeza y no puedo creer que le tenga envidia a la nana de mis hijos quien no se pierde nada de su día a día. Lo que se forma en mi garganta me hace pasar saliva, «no debí tomarme ese tiempo con ellos». Me limpio las lágrimas que se me salen y me aferro a lo que me dijo Stefan; «Estás buscando lo mejor para todos».
Recuesto la espalda en la cama con la estampa de mis dos radiadores dando vueltas en la cabeza; con la de ellos y la del coronel, a quien vi múltiples veces y a quien me obligo a dejar de lado como en el exilio, sabiendo que existía, porque lo mejor era que cada quien tomara su camino, El no estar en contacto con nadie fue algo que me ayudó a concentrarme en lo mío y creo que es algo que debo hacer ahora, porque... ¿Para qué me miento? Oirlos me destruye, aunque sepa que es por su bien. La voz y la presencia de los que amo siempre será mi mayor debilidad. Aparto las lágrimas y con la cabeza pesada mis ojos se cierran.
—Rachel —me llama papá y siento que no han pasado ni quince minutos—, son casi las cinco de la mañana y hay que explorar. Levántate.
—No dormí nada —me quejo.
—Si lo hiciste, cariño —se mueve preparando todo—. Dormiste cinco horas.
Me quedo en la orilla de la cama, el lado que le guardé está intacto y parece que no lo tocó en toda la noche.
—¿Dónde estabas? —indago con el cuello adolorido.
—La recepción es un asco y estuve deambulando para hablar con tus hermanas. Emma está bien, pero Sam no me contestó e Ivan me comentó que no ha querido comer—Lo oigo triste— Arréglate, ¿Si? Necesitamos buscar algo para Owen y ver cómo solucionamos esto lo antes posible. Me llamó el obispo de Gehena, le dije que estábamos en un refugio seguro. Me creyó, pero no creo que esta mentira dure mucho.
Lo que me dice me quita el sueño y por ello me muevo a bañarme, si no encuentro una alternativa tendré que ir por Damon y para eso necesito gente. Gente para protegerme, para volver a empezar.
Me encuentro con Laila, Brenda, Simon, Gauna, Dalton y Stefan, excepto con Luisa que se quedó con Peyton, y partimos a recorrer el lugar llegando a la zona roja donde tengo cita con el líder de un grupo insurgente. Laila ya le había hablado y todos entramos a la carpa. Los fusiles que tienen no me convencen, aunque podría conseguir otros, la cosa es que también tendría que enseñarles a manejarlos y es más tiempo. El estado de su gente tampoco me gusta, ya que a leguas se nota que, en vez de querer pelear, desean irse y eso es una desventaja.
Con disimulo le digo a papá que no y este asiente de acuerdo, por ello sacamos la excusa de no tener la suma que, según ellos, se necesita y al día siguiente continúo al sur de la frontera.
—Hacemos trato, pero si mando yo —me dice el hombre que mastica como un cerdo—. En la ley del monte es el hombre el que dirige.
Lo descarto cuando empieza con su discurso machista, ni que fuera bueno como para creer que me puede guiar y, por ello, prefiero retirarme, ya que los contactos de este lado no sirven. El mandato de Bratt ha deteriorado ciertos sectores y los clanes que quedaron no son una opción para mí, puesto que el tema de la pirámide no los tiene contentos y de presentarme me van a querer llevar a la horca. Rick mantiene mi paso acompañándome a cada rincón mientras intenta mantenerse en contacto con mis hermanas. El entorno no es alentador y el que Sam se siga negando a comer tampoco. Según Ivan, solo toma agua e ingiere una que otra fruta a lo largo del día.
Siento que está siendo demasiado injusta con Rick, quien no sabe qué hacer y eso me molesta.
Recorro por siete días Paraguay, pero no hallo nada que sirva y, por ello, salto a Bolivia, donde lo primero que visito es a un boticario, a quien le explico el caso de Owen en medio de la plaza del pueblo donde nos citamos, pero el que sacuda la cabeza mientras le hablo me patea las esperanzas.
—Puedo pagarle la suma que usted me pida —le prometo aferrada a la fama que tiene—. Sí investiga...
—No reconozco las especias con las que lo están tratando, lo cual se ve que viene por parte de grandes expertos que han unido distintos componentes solo para él —contesta—. Además, ya está acostumbrado a lo que se le está suministrando, es algo que le ha dado desde que se estaba formando y quitárselo es peligroso por no decirle que puede morir.
—Pero se puede reemplazar.
—No, si no se tiene nada parecido y lo siento, pero de este lado no hay nada que se asemeje — Es sincero y le agradezco el tiempo antes de marcharme con los ojos llorosos.
Recorro el perímetro boliviano por nueve días saltando de caserío en caserío en busca de gente que tenga las capacidades de hacerle frente a lo que requiero, pero por muy del "monte" que sean, no hallo nada que dé la talla y no tengo tiempo para empezar desde cero con un entrenamiento que puede tomar hasta un año, el cual les permita tomar la letalidad que se requiere.
—Creo que estás siendo negativa —me dice Laila mientras que Luisa abanica a Peyton con un cartón dentro del kiosco donde nos detenemos a comer—. Sabes cómo funciona la mafia, puedes enseñarle a otros. El ejército rojo se formó en semanas...
—Pero ellos están entrenados desde niños, tienen muy claro como es el tipo de combate con los Halcones y el ejercito; estas personas no, son sangrientas, pero nunca se han enfrentado a un Halcón Negro o a un ruso, ni tampoco a la FEMF. Saben disparar, pero no saben nada de camuflaje, de espionaje —le explico—, tácticas o planeación.
—Un ejército corriente no es igual a lo que nos está esperando—secunda papá exasperado.
El dolor de cabeza hace que me levante, la última semana ha sido una agonía, «Extraño a mis hijos». Me ha surgido una absurda necesidad de querer tenerlos.
—Tienes que calmarte, Rachel —me pide Luisa—. Vamos a encontrar una solución.
—¿Novedades? —le pido a Simon y calla consiguiendo que lo mire.
—Tengo a Paolo en línea, es mejor que lo escuches tú misma —Se quita los auriculares pasándome el teléfono.
Paolo es a quien tengo trabajando en Europa y me lanza las señales de alerta, el que esté en contacto es por algo. Los demás se posan a mi alrededor cuando pongo el aparato en altavoz.
—Malas noticias teniente, ya no es un mito: una parte del ejercito de la FEMF está entrenando con los halcones negros. Antoni Mascherano se está moviendo al igual que toda la mafia quien ahora anda más alerta que nunca. El bando de su marido no deja de dar motivos para que los maten—Empieza consiguiendo que la cabeza en vez de dolerme, me arda—. Se dice que la mafia rusa tiene en su poder una nueva bomba, mucho más grande que la de Krint. Se rumorea de un posible detonador, el cual es sumamente peligroso, ya que con activarlo se puede lograr que caiga en cualquier parte del planeta. Nadie la ha visto, algunos dicen que solo es para fanfarronear y... Esperemos que sea así, ya que la Yakuza, las Triadas y la mafia italiana tienen los ojos sobre eso desde que se enteraron hace cuatro días.
Me quedo muda, quiero creer que también es un rumor, pero algo me dice que no.
—El ejército de Londres está recibiendo gente a diario, ha convocado hasta a veteranos, los cuales se han estado moviendo a otros países —continúa—. Su número aumenta cada vez más y por ello le sugiero que lo mejor es que por el momento no vuelva a Europa —me sugiere—. Descarte el continente de sus planes, no lo tome en cuenta al menos por este año si quiere seguir con vida.
—Tengo dos hijos allá por si no lo sabes.
—Pero es lo que están esperando, que venga —me alega—. Usted y su familia es todo lo que quieren ahora, los van a matar, teniente. Gema Lancaster y Bratt Lewis quieren la aniquilación de todos los James y tienen las herramientas para hacerlo: su ejército, el armero que les consiguió lo están usando para sus armas, sé esto porque es un idiota que no contiene la lengua cada que se toma un trago y le cuenta todo a los hombres con lo que bebe. Tengo un detective siguiéndole la corriente en busca de información y por ello le digo lo que le digo. No sé ni qué es peor, si el bando de Antoni o el de su marido.
—No es su marido ya — comenta Luisa ofendida—. Nos echó de su casa...
—Patrick dice que no fue así —alega Brenda y su discusión es lo que menos me importa, ya que los temblores que me toman me levantan cuando mi cabeza empieza a nublarse. Son demasiadas cosas al mismo tiempo; Owen, Milenka, Christopher, Emma, Sam, la Élite, Gehena... El asma que no me atacaba desde hace mucho, empieza a tomarme y no es que la padezca, es que cada vez que me veo al límite mis vías respiratorias se estrechan.
—Calma —Luisa le entrega la niña a Simón viniendo a mi sitio—. Toma aire por la boca.
Rick es quien toma el mando de la llamada ya que me alejo en busca de oxígeno. Stefan intenta acercarse, pero simplemente me limito a recoger el equipaje y llevarlo a la vivienda donde se supone que no quedaremos.
—Angel, tienes que recordarte —me dice Stefan—. Recordarte los motivos...
—Lo sé, los tengo presente. Déjame sola —Trato de disimular el enojo.
—Ellos van a estar muy orgullosos de su madre al ver todo lo que haces por nosotros.
Acostarme y fingir que duermo no funciona y, por ello, a medianoche me termino levantando, yéndome a la banca que hay en el patio y donde me siento a ver las fotos que le tomé a mis hijos, los cuales hacen que la barbilla me tiemble. Paso horas viendo lo que me falta hasta que...
El aparato me saca de la galería con la llamada de Patrick con quien no tengo nada de qué hablar, pero me insiste y hace que deslice el dedo en la pantalla, dejando el teléfono a un lado y en altavoz para que diga lo que tiene que decir.
—¡Rachel! —me saluda— ¿Cómo están todos?
—Bien —contesto sin arandelas—. Trabajando, como siempre.
—Quería saber si todos estaban bien, me preocupa el que ustedes estén allá y nosotros acá —comenta.
—¿Es cierto? —le pregunto— ¿Lo de la bomba y el detonador?
Calla como si estuviera pensando qué decir.
—Contesta Patrick.
—Si —responde.
Solo hay que sumar dos más dos para saber quién lo tiene: «Los cabecillas». Cuando creo que se alcanza un límite llega algo más, lo cual me dice que no, que no llega lo peor.
—Para ti es difícil entendernos porque no pasaste tres años peleando por tu vida. Sé que no la pasaste bien al lado de Antoni, que también estabas sobreviviendo, pero no es igual, Rachel —me dice—. Tú comías, respirabas aire fresco, en cambio nosotros no veíamos más que piedras y sangre a nuestro alrededor. Fueron tres años, tres años que nadie nos va a regresar y por ello insisto en que no sigamos perdiendo el tiempo. Confía en mí. Hasta ahora no se ha planeado nada en especifico con eso, si no te parece, podemos buscar una solución hablando, la cual nos beneficie a todos.
«Como si él o ellos escucharan». No le digo nada.
—Miles de cosas se hubiesen evitado si pensáramos con la cabeza fría. Lo de tu hermana, lo de Bratt, lo de Gema... Si Christopher hubiese controlado sus impulsos y su odio hacia Bratt, si se hubiese puesto en su lugar a Gema... —continúa—. Son cosas que ya no podemos solucionar, pero de las que tenemos que aprender y evolucionar. La única contienda que no tiene solución es la que tenemos con Antoni, Bratt y Gema... No sé si dejaste de amarlo...
—¿Por qué preguntas eso?
—Porque sé que él sí te ama, aunque no lo diga sé que lo hace, ¿Tú no?
No le contesto.
—Rachel, ¿Tú no?
Sello mis labios y se da por vencido cuando no escucha ninguna palabra de mi parte, lo cual lo hace suspirar antes de colgarme.
Dejo los codos contra mis muslos y un par de minutos después la pantalla de mi móvil vuelve a iluminarse. Lo tomo y el arrepentimiento llega de inmediato con el sin número de fotos de mi boda que me envió, lo cual hace que los ojos se me empapen al verme con mi vestido de novia, en la iglesia, en la recepción, en la luna de miel y el estúpido video de mi baile vestida de rojo, moviéndome con el hombre que amo mientras las personas que adoro me rodean.
El llanto me toma con fuerza y no puedo detenerlo, no puedo apagarlo al verme con él de semejante manera. Se supone que esa Rachel ya no existe, pero la siento más viva que nunca luchando por respirar. «Lo enterré», enterré todo esto porque sé cómo me pone, sin embargo, ahora mi pecho está latiendo rápido otra vez. Lo estoy echando de menos y no...
La sombra de Rick me cubre y me limpio la cara rápido queriendo mostrarme bien, pero ya es tarde.
—Es por él, ¿Cierto? —me pregunta y niego.
—Todo está bien —le aseguro levantándome—. Me iré a la cama, el día de mañana será largo.
Muchas de nuestras desgracias llegaron desde que el coronel apareció y sé que, al igual que mi hermana, no me dice nada para no hacerme sentir mal, pero en el fondo sabe que no debí meterme con él, volver con él, casarme con él y estar con él, como tampoco debo llorar por él en un momento donde debo tener la cabeza en otra cosa.
—Tengo que ir a ver a Sam o no la vamos a encontrar —me dice agotado.
—Escuchaste lo que dijo Paolo...
—Si, pero Sam también es mi hija y sé que me necesitas, sin embargo, ellas también, y quisiera poder dividirme en dos, pero no es posible, así que debo ir y en cuanto me aseguren de que estén bien, vuelvo —se sincera—. Luciana ya no está.
—Es peligroso, papá...
—Tiene semanas sin probar un alimento, sin contestarme y sentada en el balcón hasta que anochece. Emma no hace más que evadirme y ya no sé qué hacer—se defiende y hay cierto vibrato en su voz—. Voy a verlas y vuelvo. Yo no puedo darme el lujo de perder a un miembro más de esta familia.
Mira a la puerta y noto que ya tiene la mochila lista y si antes me sentía mal, ahora más sabiendo que se va.
—Hablé con Paolo, sigue con todo y te prometo que voy a volver —Toma mi rostro y me es inevitable no ponerme a llorar—. Rachel , no los voy a dejar, ¿Me oyes? Vamos a estar bien. El detective se está encargando, solo tengo que salir al área urbana.
Me abraza y no lo quiero dejar ir, pero tiene razón en algo y es que Sam también lo necesita. No soy la única que lo está pasando mal y me gustaría tener las herramientas para solucionar todo con un abrir y cerrar de ojos. Stefan llega al momento queriendo darme ánimos, tomando mi mano mientras que mi Rick se aleja.
—Cuídate mucho, por favor.
Asiente dándome una última mirada antes de irse y el corazón me queda en la mano. Luisa se une a Stefan y ambos me abrazan queriendo darme la energía que necesito. El tener presente el viaje que le espera no me deja dormir y por ello, faltando un cuarto para las tres de la mañana, decido partir con los que me acompañan, sumergiéndome de nuevo en la travesía que nos tiene de aquí para allá. Rick se reporta al mediodía y eso me quita un 2% del estrés que cargo.
El subgrupo que hallo es demasiado joven, la falta de experiencia también es una desventaja y la noche me toma en la carretera. Hago una parada para que los demás coman mientras yo lleno la camioneta de gasolina. El que Paolo me envíe un mensaje avisando que Rick acaba de entrar a Moscú me da un poco de paz. Aprovecho el momento para atender mis asuntos y sentada sobre el galón no contengo las ganas de llamar a los mellizos.
—Owen está en cama y no quiere jugar —me dice Milenka—. Está dormido, nunca quiere jugar.
—Déjalo descansar, cariño —le digo queriendo estar allá— ¿Cómo estás tú?
Empieza a hablarme del perro y soy tan masoquista. Me cuenta que Death está haciendo una casa para "mujeres" y se queja de que Owen no quiere jugar, pero, según ella, no puede entrar a lo que le están haciendo. Sacudo la cabeza pidiéndole que me pase a Cayetana quien me informa que desde que llegaron de Alaska está desganado.
—Todavía no encuentro nada que sirva, pero estoy haciendo todo lo posible —le comento—. Necesito que estires lo más que puedas las dosis, las cosas están más complicadas de lo que creí.
—Entiendo, no se preocupe.
La llamada entrante entorpece la comunicación y no me puedo dar el lujo de rechazar la llamada de Gehena, no sin tener nada a la mano. Hablo con ellos como si nada, respondiendo las mismas preguntas de siempre.
—¿Me puede pasar a la princesa, mi Lady? —empiezan— Nos hemos quedado esperando a que nos confirme su visita, así de paso recoge las próximas dosis, no vaya a ser que se le acaben. Uno de los médicos me comentó que tiene novedades buenas que darle y por ello queremos que vengan, todos si es posible.
Maldigo a la pantalla mientra que los demás se acercan a la camioneta acomodándose. Simon toma el control del copiloto y yo me subo atrás al lado de Stefan.
—Ahora es un peligro moverse, cuando pueda vamos —contesto—. La medicina que dice me la pueden hacer llegar como la última vez...
—Hay malhechores rondando, mi Lady, amenazas por todos lados —responde un tanto molesto—. Estamos muy preocupados, temo que vengan y nos hagan daño, por eso quería que vinieran. Cédric nos contó que su padre es militar y nos gustaría hablar con él también. A veces pienso, mi Lady, que pasa algo y no nos quiere decir...
—No pasa nada —lo corto—. Cuando pueda voy y tiene razón, lo mejor es que cada quien se quede donde está. Acá estamos trabajando también en busca de lo mejor para todos.
—Lo sabemos, perdone la insistencia, solo tenga presente que nos encantaría recibirlos.
—Gracias —me despido—. Estoy en la carretera y debo colgar. Hasta luego, padre.
No me preguntó por el príncipe, es como si lo dieran por pedido y, aunque me vea como una hipócrita, no puedo dejar de mentir hasta que no tenga nada seguro. Simon se desvía de repente y me enderezo al ver que esta no era la carretera que tenía que tomar.
—No me gusta el auto que venía atrás —comenta—. Lo vi al mediodía y volvió a aparecer ahora.
—Toma la otra desviación que está más adelante —le pido y asiente.
Cada paso hay que cuidarlo y seguimos rodando por tres horas más hasta que hallamos la siguiente parada obligatoria. Hay que cargar los equipos, ya que mañana volveremos al área rural y por ellos nos detenemos en el hostal de carretera que nos recibe. Es un sitio corriente con las comodidades básicas donde me baño y hago un pequeño inventario con Brenda de lo que traigo con el fin de que no me haga falta nada. Rick no me contesta, empiezo a preocuparme y me envía un mensaje indicando que no quiere hablar ahora. Lo llamo, pero rechaza la llamada, empiezo a alterarme y Brenda me quita el aparato.
—Ya te dijo que estaba bien, cálmate y deja que resuelva sus asuntos.
Me obliga a que me concentre en los mapas que tengo sobre la mesa, le exijo una nota de voz a mi papá para estar más tranquila y en ella me repite que hablamos después. Con Brenda trazo la próxima ruta antes de irme a descansar.
Los soldados somos todoterrenos, pero no niego que mi cuerpo aclama una cama mejor. Me obligo a dormir, pero por más que lo intento no logro relajarme de un todo, ya que sigo captando el tic tac del reloj que... Algo impacta contra el piso a lo lejos haciendo que me incorpore, a la vez que una sombra se mueve en la ventana y le echo mano al arma apresurándome a correr la cortina. Es un animal alado el que se está alejando y no puedo distinguir muy bien que es, pero mi paranoia hace que lo relacione de inmediato con los cuervos de Antoni y por ello salgo al pasillo casi al mismo tiempo que Laila, que está en la habitación contigua.
—¿Estás bien? —me apresuro a su sitio donde está— Escuché que algo se cayó.
—Escuché lo mismo, por eso salí. De seguro ha de ser en el piso de arriba —me dice.
No me quedo tranquila, y por ello, reviso cada rincón de las instalaciones con la ayuda de Laila. No hay nada sospechoso, así que le pido que vaya a descansar, sin embargo, no me confío y prefiero hacer guardia, dando vueltas alrededor hasta que llega la hora de irnos otra vez y la falta de sueño hace que no me halle al día siguiente. Rick solo se reporta preguntándome si estoy bien y si antes estaba decaído, ahora lo siento mucho más.
Mi búsqueda continúa en Ecuador donde me adentro en los pueblos pesqueros por cuatro días, los cuales se vuelven más pesados, ya que el sistema de comunicación no funciona igual tornándose lento y pesado. Laila se esfuerza contactando gente, la cual podría dar la contienda, así que visito a varios y son fuertes, tienen lo suyo, pero las mafias son las mafias y soy realista: no dan la talla. No puedo volver a Europa y siento que el camino se vuelve más difícil a medida que avanzo. Los cuatro días que siguen los paso en Venezuela mientras que papá sigue con Sam. Owen sigue desganado y Milenka quiere que su papá vuelva de "viaje". Cayetana me cuenta en la única llamada decente que puedo realizar que partió hace varios días a ver una "herramienta", según le oyó decir a Death.
—Alerta adelante —me dice Brenda y alcanzo a frenar con el retén de la policía que nos obstruye a varios generando un embotellamiento.
—No estaba en el GPS —me dice Laila.
—Si estaba solo que el equipo lo detecto tarde —se queja.
Los camiones de carga pesada de atrás no me dejan devolverme y de hacerlo me vería demasiado sospechosa.
—Salgan —pido y con disimulo abandonamos el vehículo, fingiendo que estamos estirando las piernas como el resto de los que esperan, ya que no es una requisa sencilla y cada quien toma lo indispensable.
Luisa alza a Peyton y nos vamos alejando, dejando la camioneta abandonada. Gauna me pisa los talones y a pie volvemos a la plaza del pueblo donde abordamos un bus con destino no sé a dónde. No pregunto, solo nos subimos y ya. Los equipos están repartidos en entre Dalton, Gauna, Simon y Stefan.
El equipaje secundario lo dejamos en la avioneta, la cual se ha estado modificando con aerosol, cambiando el numeral que la identifica.
—Creo que están sospechando que estamos por aquí —me dice Simon mirando a la ventana y si, están llegando militares de la nada pidiendo documentos y exigiendo que se quiten gorras, sombreros o lo que se cargan.
Comparto el mismo sentimiento del marido de mi mejor amiga y debo dar toda una vuelta para hallar la avioneta en la que me subo. Lo mejor es que abandone el área ya.
—Muévete a Guyana y nos vemos allá —me dice Rick cuando le cuento—. Bratt algo está tramando y ha de saber del arma que tiene Christopher. Ahora todo el mundo anda detrás de eso, me reuní con Paolo y me dio información más detallada, es mucho que explicar, así que haz lo que te digo, ya estoy empacando todo, tenemos que reunirnos y ver que hacer lo antes posible.
—Si —Dejo Venezuela y en el aire alcanzo a ver los camiones que se van tomando el pueblo que acabo de abandonar. El que el tablero de la avioneta esté lleno de puntos rojos con control policial me niega el aterrizaje en Guyana después de cinco horas de viaje.
A la aeronáutica se le hará sospechoso si sigo sobrevolando en busca de un sitio libre.
Sudamérica no es una opción y no me queda más alternativa que moverme al centro, donde aterrizo en el único punto medio despejado después de diez horas con el sol en lo alto.
—Hubo problemas con Rick en Ucrania —me avisa Luisa levantándome del asiento—. Casi lo capturan, perdió parte de lo que traía, pero alcanzó a pelear el móvil y está bien. Logró evadir a la Policía y Paolo lo está ayudando, dejándolo en un punto muerto mientras se replantea.
La angustia me afecta los oídos, la vista, las piernas. Me dijo que traía información, información que no le va a la milicia quien ya debe estar queriendo saber lo que estaba haciendo acá.
—Hay que proveernos de toda la comida y el combustible que podamos.
Gauna se encarga con Dalton y Stefan, Laila no para de ir y venir en la parte de atrás haciendo guardia, mientras que exploro opciones. Necesitamos un sitio para montar las redes de intervención de equipos. Muevo el panel y no es América, ya que está atestado de puestos de control.
Me toma horas indagar sitio por sitio con el sistema de porquería que tarda más de lo que debería «Calma». Respiro hondo, necesito un punto débil. Estando en la mafia viajé a muchos sitios y cierro los ojos tratando de buscar una salida.
—Diganle a mi papá apenas se contacte que nos vemos en Béja —les aviso—. Que me vea ahí. Hazlo rápido antes de que tome el destino equivocado.
Tipeo las coordenadas tomando un nuevo destino, conocí el territorio estando con los asesinos de Antoni, «Viven en Argelia». Obviamente no me voy a meter a la boca de lobo, el país es grande y el sitio que marqué está a horas de su punto. Es un poco arriesgado, pero es un as bajo la manga ir a uno de los sitios que se supone que debo descartar.
Me concentro en el camino tratando de llegar lo más rápido posible, ya que necesito intervenir equipos para tener una idea más clara de lo que está pasando y por ello le pido a Simon y a los demás que vayan armando la red, mientras yo me ocupo del trayecto, el cual me agota más de lo que ya estaba. No puedo dejar que me capturen y para evitarlo tengo que trazar nuevos planes, Rick ya sabe donde encontrarme y necesito que esté ahí cuando llegue.
Siento que duro mil horas en el aire y en la noche aterrizo a las afueras de Béja, en campo abierto, en una pequeño círculo de personas con escasos recursos, que viven cerca del depósito de desechos. Tengo el cuello vuelto un asco, me duele moverlo y dicho dolor se extiende a una parte de mi omóplato.
Simon le paga a los que detectaron el aterrizaje y pide silencio, los muros de lo que era un antiguo puente me permite esconder la avioneta y con los que me acompañan la cubro con la capa industrial que cargamos, evitando que se vea desde el aire.
—Apúrate —se desespera Brenda cuando oye los helicópteros a lo lejos.
No la he terminado de cubrir cuando las luces de la ciudad que tenemos a pocos metros se tornan rojas, sacando a las personas de sus refugios con las alarmas que saltan.
Los antiguos altavoces de los postes de madera se disparan cuando los encienden y...
—Apreciados ciudadanos, estamos pasando por una de las peores crisis de seguridad de los últimos tiempos. Revolucionarios están intentando acabar con la paz y, por ello, la rama judicial ha tomado medidas —anuncian y Stefan se apresura a terminar con la tarea—. Hay personas altamente peligrosas rondando, las cuales son un peligro para la sociedad. Repito, son un peligro para la sociedad y para el bien de los civiles. En el día de hoy, desde los Estados Unidos de Norteamérica, se declara Ley Marcial a nivel internacional. Por ende, las ciudades serán militarizadas, las fronteras cerradas... Cualquier civil sospechoso deberá comparecer ante la justicia...
¡Maldita sea! Me voy contra la pared al ver el helicóptero que sobrevuela la zona iluminando el refugio con las farolas y los que me acompañan también son obligados a ocultarse junto conmigo.
—Se les pide a todos informar cualquier tipo de alarma o personal sospechoso —exigen—. Encubrir será tomado como desacato a la justicia...
Dalton le muestra dinero a los que tenemos enfrente pidiendo silencio y estos asienten, «No sé dónde diablos me voy a meter». Una mano fría se cierra sobre mi muñeca, pero desisto cuando noto que es mi papá que se pega conmigo contra los bloques. Tiene el labio partido y ojeras profundas como si no hubiese dormido en días.
—Tus hermanas están bien, pero no creo que por mucho si no hacemos algo —me toma del brazo desesperado—. El tiempo está en nuestra contra, algo me dice que Bratt...
—Tranquilo —lo tomo cuando se le salen las lágrimas.
—De inmediato voy a trabajar en eso.
Los helicópteros abandonan el área y solo así logro respirar. Simon y Gauna empiezan a armar el equipo y abrazo a Rick sintiendo que encajan una de mis piezas; me faltan los mellizos, mis hermanas, mi sobrina y...
Omito lo último con los ojos llorosos y espabilo rápido ya que no hay tiempo para sentimentalismo y por ello, con los demás, nos ponemos a trabajar con los aparatos, sacando las laptop y anclando las antenas en un intento porque la señal mejore. Lo único que se salva de la jurisdicción de Bratt es Rusia.
Interferir los equipos de la FEMF no es fácil y es necesario tener paciencia. Me coloco los audífonos empezando con los intentos, pero... la red se cae una y otra vez. Patrick es el único capaz de adentrarse en lo que sea en segundos y quien no tiene sus conocimientos tarda más.
—Hay una barrera, no puedo entrar —se queja Simon y lo intento, pero me lanza el mismo aviso.
El dolor en el cuello va en aumento. «Piensa, Rachel», necesito pistas, señales o lo que sea...
—Cámaras —Mi cerebro se ilumina con algo—. Ingresa el patrón de facciones en el sistema y que nos muestre coincidencias para saber dónde han estado.
El mundo está lleno de cámaras de tráfico, peatonales, de vigilancia, hay en las calles, en los edificios, en las industrias, cámaras particulares... Es raro que salgamos de nuestra casa y no estemos bajo un lente, por ende, por medio del reconocimiento facial puedo localizarlos, saber sus ubicaciones en las últimas semanas.
Brenda ingresa las fotos y tomo el mando de la laptop tamborileando las uñas sobre el metal mientras carga.
La pantalla se llena de imágenes borrosas de las personas que comparten facciones iguales. Rápido voy descartando hasta que me quedan solo las de Gema y Bratt, que han sido captadas en distintas ciudades, en muchas si soy más exacta: hace poco estuvieron en Washington con Sabrina, Cristal y varios generales con bastante reconocimiento en la FEMF. Me voy semanas atrás y... Lo obvio aparece y es Florencia, las imágenes me lo muestran con Lucian y Antoni saliendo del auto estacionado frente a uno de los laboratorios junto con Gema.
Me voy a las referencias de Antoni y, a diferencia de Bratt, la de el líder son muy pocas, pero veraces y la última fue captada en un aeródromo de Sunah con Gema, Bratt, Sabrina, Damon, Alí Mahala, Ivana y Leonel. Mi ansiedad va en aumento, «La ciudad de Ali». Visitaron la cuna de los Halcones negros. Es raro que estén todos como si se hubiesen encontrado para una ocasión especial.
Exasperada por la lentitud reviso la memoria de la cámara queriendo ver que ha captado y lleva treinta días recibiendo aviones donde descargan cajas de madera numeradas. El armero que conseguí aparece al igual que el hombre que traje del oriente y no es algo pequeño, ya que el patrón es de varios días y es algo que tampoco me gusta.
Saco la antena del teléfono satelital llamando a Paolo, quien tarda, pero contesta.
—Necesito saber qué está pasando en Argelia así que toma nota —exijo sin preámbulo enviándole lo que acabo de ver para que se guíe—. En dicho sitio viven los Mahala y todo el "pueblo " que sigue a Alí. Vi que el ejército está en uno de sus aeródromos, así que indaga sobre eso. No importa cuanto valga la información, la necesito lo más pronto posible.
—Bien.
—Le pediré a Brenda que te transfiera ya mismo —Cuelgo apartándome el cabello de la cara, estoy a nada de tener una crisis.
Sí Antoni visita dicho lugar es porque trae algo entre manos y el que tantas personas lo sigan no desmiente mi teoría. Le envío a Paolo las imágenes de los aviones descargando. Rechazo la llamada de Gehena, ya que no tengo cabeza para eso ahora y la merienda que me ofrecen yéndome al sitio de Brenda que está intentando entrar en las redes de la FEMF, mientras que Laila se encarga de curarles las heridas a mí papá.
—Dame una esperanza —le ruego y sacude la cabeza tomando el teléfono que le vibra.
—Perdona —se aleja a contestar y supongo que es Parker.
Me vuelvo a recoger el cabello. «Ley Marcial»: Significa que van a ver militares especializados hasta en el último rincón del planeta. La sesión de Brenda se cierra y voy por ella.
Está agachada detrás de los muros y sin querer alcanzo a escuchar una parte de la conversación que está teniendo.
—¿Emboscada? —pregunta preocupada— Estamos cerca, dime que nos vamos a ver antes de lo que sea que vayas a hacer, puedo...
Se calla como si la interrumpiera.
—No me gustan tus planes ¿Están seguros? Acaban de dictar Ley Marcial y eso me tiene mal —continúa discutiendo— ¡Dejame hablar!
¿Emboscada? Nota mi presencia cuando me acerco más y termina levantándose.
—Termina rápido y ven por favor.
Necesito respuestas, respuestas que me pongo a buscar con Gauna, Dalton y Simon, analizando el estado de las ciudades según los noticiarios. El despliegue del ejército y la paciencia no me ayuda a la hora de esperar que el maldito sistema cargue, papá se une mientras que Laila junto a Stefan siguen tratando de que la red no sea un asco, en tanto Brenda intenta entrar en el sistema de la FEMF. «¡Es algo que no me puedo permitir ahora!».
No sé cuántas horas pasan, el sol asomándose a lo lejos es lo que me avisa que mi noche se fue en esto, la llamada de Paolo me levanta y le pido a los demás que continúen.
—Tome sus cosas y váyase ya mismo de donde está —Es lo primero que me dice—. Escúcheme bien, esta información me costó mucho, se la compré a un rufián árabe el cual habló con el armero, no le creyó y se escabullo para tomar fotos. Le estoy enviando imágenes de los que hay en Sunah: un domo acorazado anti ataques, donde Bratt Lewis ha estado trabajando junto a Antoni —explica—. No solo ahí en el este; en Tebessa, la ciudad vecina de Sunah, también. Lo que vio está siendo llevado allá.
Conozco el lugar, Antoni tiene un laboratorio en ambos lugares: en Sunah vive la familia de Ali y en Tebessa hay un laboratorio, el cual Antoni no usa mucho.
—Las mismas cajas de las fotos que me envió son las mismas que, según su amigo Scott, vió partir del comando hace semanas —continúa—. La Bratva ya lo sabe, porque la información que me vendieron a mí la negociaron con ellos primero y...
La llamada se corta y reviso el aparato al cual le desaparecen las líneas de la señal. Lo apago y lo vuelvo a encender, pero sigue igual...
—La red telefónica se cayó —avisa Dalton, Simon se pone en ello mientras que rápido me muevo a la computadora a mirar lo que ya me había enviado Paolo y no está mintiendo, hay un domo, el cual no estaba la última vez que fui al "pueblo" de Ali.
Paso las fotos, lo primero que veo son dos imágenes donde están adentrando personas con las manos esposadas como si fueran sospechosas. Hay varios halcones con el uniforme de la FEMF. Sigo pasando las fotos del laboratorio donde están adentrando material.
Reconozco el maletín que tiene Bernardo entre las manos cuando aparece en pantalla y mi cabeza se devuelve varios meses atrás, viendo a Antoni sacar algo parecido de sus bóvedas refrigeradas de alta seguridad donde guarda el Hasse y las creaciones que más cuida. Es algo que pasa desapercibido para otros, pero no para quien, a escondidas, lo ha visto trabajar.
Intento acercar la imagen, pero la pantalla se ennegrece sacándome del sistema. Brenda me mira cuando pasa lo mismo con la suya y de la nada el aparato se recalienta sobre mis piernas botando humo y no es solo la mía, pasa lo mismo con las de todos.
— Alguien entró a nuestra red —me dice Dalton cuando golpeo el teclado.
— ¡Levanten campamento, ya! — El grito de Gauna pone a todos en movimiento.
Se empiezan a recoger las cosas y no sé porque me quedo en el mismo sitio con miles de interrogantes en la cabeza: «Sunah», «Tebessa», «el armamento», «los maletines». La capa que cubre la avioneta cae levantando el polvo y coacciono, tomando el brazo de Brenda que pasa por mi lado.
—¿Qué sitio va a emboscar la Bratva? —increpo.
—Es algo que se supone que no nos interesa, así que vámonos —contesta e intenta irse, pero no la dejo.
—¿Qué sitio van a emboscar? —repito la pregunta.
—No puedo meter en problemas a Parker...
—¡Solo dime cual es el maldito sitio! —le grito rabiosa.
—Tebessa —contesta—. Le van a quitar el armamento a Bratt.
—¿Cuándo? —insisto y vuelve a callar respirando hondo.
—En tres o cuatro horas, no sé, no me dijo mucho. La ley marcial hizo que cortaran la comunicación temprano para estudiar el perímetro.
Se va dejándome en blanco y los maletines vuelven a aparecer en mi cabeza, «Son muchas casualidades». Antoni no saca nada de Florencia a menos que sea para atacar.
No va a ir contra Bratt, es su socio y... «Christopher». Va a atacar a la Bratva: Ilenko es su rival en la mafia y el coronel el de Bratt en la FEMF...
Tomo de nuevo el teléfono queriendo llamar a Patrick, pero no sirve, está muerto, dejó de funcionar y con las manos temblorosas hago de todo para que se encienda.
Las creaciones de Antoni no son cualquier cosa.
El maldito aparato no se enciende de ninguna manera, las imágenes de lo que pasé hace tres años empañan mi razonamiento; la pelea, los tiros, el día que sentí que un yunque me aplastó y parte de mi mundo se apagó. Vuelvo a intentar otra vez, pero no logro encender el maldito teléfono y arrebato el de Gauna pero tampoco sirve...
—Hay que irnos —me toma papá.
—¡El panel de la avioneta no enciende! —baja Laila agitada— Ya deben tener nuestra ubicación, así que vámonos antes de que nos bombardeen el culo...
Dalton, Gauna y Simon se apresuran por el camión que está saliendo, todos se enganchan sus pertenencias al hombro y mis pies parecen estar anclados en el piso, en medio del shock que tiene a mi cerebro repitiendo lo mismo.
—Rachel —Papá intenta tomarme otra vez, pero pongo mi mano sobre la suya.
—Antoni va a matar a Christopher —le suelto—. Vete tú, tengo que ponerlo en sobreaviso, ya que está yendo directo a la boca del lobo.
Se pellizca el puente de la nariz.
—Tebessa está a tres horas, si tengo suerte puedo impedirlo —continúo—. Avisaré y me devolveré, lo prometo.
Calla mientras que los otros esperan en el vehículo.
—Yo no puedo perderlo dos veces, papá —se me salen las lágrimas—. Aunque esté lejos y las cosas no están bien, no me lo voy a perdonar más adelante. Lo sé, no odiará el que lo maten, odiará el que sea Antoni quien lo haga o el que le haga más daño del que le ha hecho ya.
—General —nos llama Luisa— ¡General!
Sigue en silencio frente a mí.
—No te voy a dejar ir sola —responde—. Si vas a dar la alerta, bien, pero voy contigo.
—Papá, no...
—¡Voy contigo! —se impone y me vuelvo hacia los demás.
—Tengo que poner en sobreaviso a la Bratva, lo de Tebessa es una trampa, sé porque lo digo —aviso—. Adelántese y en cuanto pueda le digo a Patrick que me ayude a contactarlos.
—¿Qué? —Se opone Luisa mientras que papá para el camión que sigue y tomo las máscaras antigás—Es peligroso, Rachel. Te recuerdo como nos echaron, tenemos que reubicarnos...
—Solo avisaré y ya está.
—Voy contigo —se baja Gauna, Laila y Brenda tomando lo indispensable.
—No es necesario...
—Nadie preguntó —me regaña Brenda—. Parker está allá, cómo no quieres que vaya.
—Cuida a Peyton y a Luisa —le pido a Simon antes de apresurarme a mi vehículo dejando a Stefan y a Dalton con ellos.
—¡Rachel! —me llama Luisa queriendo detenerme, pero no le hago caso, simplemente abordo el asiento del piloto arrancando con Brenda al lado y con los otros atrás.
Tengo que acortar el mayor tiempo posible, mi amiga trata de que el teléfono funcione en lo que yo acelero levantando el polvo en busca del lugar que está dos pueblos antes que la de Alí.
Laila saca el mapa de emergencia del camino, indicando qué dirección tomar mientras que Gauna y Rick cargan las armas y solo espero llegar rápido. No tengo que ver con nada sumando velocidad. «Solo quiero decirlo», solo avisar y ya, por ello le pido a Dios que me permita hacerlo. No tuve tiempo ni de cerrar las ventanas, solo mantengo la vista en la carretera absorbiendo el polvo naranja que me hace toser.
Estas son tierras que pocos voltean a ver, olvidadas por muchos, por ende, no veo más que kilómetros desérticos con gente pidiendo limosna. Esto fue lo que aisló a los Mahala a venderse: la pobreza, el descuido y otros crearon un grupo de asesinos, el cual sustenta a sus familias con lo que les da la mafia.
Dos horas y media después llego y atravieso Tebessa, «El laboratorio está a las afueras», a pocos metros del circuito hidráulico que abastece a más de cuatro ciudades a lo largo de Argelia. Laila me avisa que falta poco y las llantas se deslizan por la carretera cuando freno saltando del vehículo antes de colgarme la máscara. Los cuervos del alambrado alzan el vuelo y sé que es cuestión de segundos para que sepan que estoy aquí, así que me apresuro a hacer lo que vine a hacer, corriendo con los demás en busca del edificio que visité un año atrás.
No tengo un plan ni nada en la cabeza, lo único que me acompaña son las ganas de dar el maldito aviso. Las rodillas me duelen vislumbrando la estructura que se alza a lo lejos y por un momento siento que llegué tarde al no ver más que la ruinas de los que era un caserío hace décadas.
El sol me resta visibilidad pero, peso a eso, capto el movimiento de lo que se arrastra camuflado entre la arena, alzándose a metros del edificio y arrojando los explosivos que levantan el polvo, mientras que por el sur y el occidente salen los hombres que corren hacia el mismo punto obligándome a hacer lo mismo.
Reconozco al coronel que lidera junto con el Boss, ambos con ametralladoras en mano apresurandose al edificio.
—¡Christopher! —le grito— ¡Christopher!
No me escucha, solo saca la máscara antigás. El sonido del viento le resta fuerza a mi voz y corro más rápido.
Me voy al suelo con el intercambio de disparos, y vuelvo arriba, uno de los miembros de la Bratva se viene contra mí apuntándome, pero desiste cuando nota quien soy y sigo corriendo con los demás, mientras que él hace lo mismo más adelante.
—¡Christopher! —logro que me escuche a pocos metros y se vuelva hacia mí arrugando las cejas— ¡Es una trampa!
Varios se frenan y siento que me quito un peso de encima, pero dicha sensación no dura nada cuando el suelo empieza a moverse bajo mis pies como si se tratara de alguna placa, la cual empieza a alzarse. Laila y Brenda me miran pálidas e intento devolverme mientras que el resto hace lo mismo tratando de salir de la plataforma que se mueve, sin embargo, es tarde, ya que la arena empieza a deslizarse hacia abajo, como si fuera absorbida, cuando la placas metálicas se elevan, poniéndome a correr sobre la lata, haciendo que mis pies se resbalen con la altura que toma, formando una especie de embudo alrededor del laboratorio.
Me esfuerzo por llegar al borde de las paredes metálicas, la cual intenta llevarnos abajo, la suela de las botas se me deslizan y me impulso más, pero el metal me quema las manos y mi cuerpo se desliza hacia abajo junto con todos los que estaban por entrar. Las puertas del edificio se abren y choco con el cuerpo de Brenda en el descenso, dejándonos en el interior del sitio al caer, junto con una pila de personas que se ponen de pie, sacando las armas y apuntando hacia todos lados cuando las entradas se cierran.
Hago lo mismo junto con Rick y los demás, Alexandra y Patrick están metros más adelante, al igual que el tal Boris, Parker, el ruso y Christopher con parte del Ejército Rojo, ya que más de la mitad quedó afuera. El sonido del metal estrellándose contra el piso con el cilindro que cae desde arriba hace que alcemos las máscaras cuando el gas del interior sale disparado, a la vez que una tanda de soldados hace presencia con fusiles en alto. Boris reacciona lanzando el explosivo que arrojan y los mueve a un lado mientras que con Rick y Laila le disparamos a los francotiradores de arriba.
En segundos se arma un círculo el cual me taladra los oídos con las ametralladoras del del ejército rojo que empieza el intercambio de disparos mientras que yo sigo apuntándole y derribando a los que están arriba junto con mi papá. Nadie baja las armas, el humo que emerge del cilindro se toma el perímetro y lo único que se distingue es el centelleo de los proyectiles que acerca a los soldados que hacen presencia con los escudos blindados. No dejo de tirar del gatillo, retrocediendo a la par con los demás y...
—¡Despliegue! —exclaman y no sé de dónde sale la bomba de humo que nubla todo, no sé ve una mierda y lo único que capto es el estrellón de las personas que me atropellan llevándome contra el suelo.
Una segunda persona tira de mis piernas queriendo arrastrarme y la pateo: son dos soldados, pateo a uno quebrandole el casco protector, pero el uniforme lo protege de que el golpe no tenga el mismo impacto, tiene puesta la máscara igual que yo y dos más se suman, tomándome de las piernas de nuevo como si fuera el objetivo y...
Los proyectiles del coronel derriban a dos y desde el suelo le disparo al par que intentan tomarlo por detrás, mientras que sus proyectiles acaban con los que quedan e intento levantarme, pero me detengo con los cuatro que lo atropellan mandándolo al suelo. Disparo de nuevo desde mi puesto acabando con tres, mientras el coronel rueda con uno en el piso, quitándole la máscara antes de irse sobre él, clavándole la mano en el cuello, encestando los puñetazos que lo descontrolan y hacen que la cara le cruja con los golpes.
—¡Mira! —exclama— ¡Mira como ninguno de ustedes es competencia para mí!
—¡Vamos! —lo tomo del chaleco, pero no lo suelta— ¡Hay que salir de aquí!
Se pierde como si lo que hiciera fuera una droga, una necesidad o no sé qué mierda, pero sigue arremetiendo sin ningún tipo de control sobre el cadáver y la fuerza que emplea es tanta que mis tirones medio lo mueven.
—¡Christopher! —no me escucha.
—¡No hay tiempo para tus impulsos, maldita sea! —La mano del papá de mi sobrina recae sobre el chaleco llevándolo atrás, a la vez que descargo en los que se aproximan consiguiendo que mis proyectiles se acompasen con su ametralladora mandando atrás al escuadrón que se acerca.
El coronel forcejea queriendo zafarse y lo hace arremetiendo también.
—¡Busca la salida! —me exige Rick quien sigue disparando y sin dejar de caminar intento apuntarle al sitio donde creo que yace uno de los ventanales, pero...
El mármol debajo mí cruje de la nada reventándose y consiguiendo que caiga al vacío, aterrizando en la planta siguiente, donde mi cuerpo impacta, desatando el dolor que se extiende por toda mi espalda. Rick cae más adelante, el coronel sobre mí apartándose rapido. el Boss a mi izquierda, Gauna más atrás junto con los demás y como si nos estuvieran esperando nos rodean y encañonan toda una tropa con caretas y escudos de metal.
—¡El detonador! —Angela se saca la máscara y suelta el escudo apuntándole a Christopher mientras que Leonel se encarga del hombre que tengo a la izquierda y Bernardo Mascherano hace lo mismo conmigo. Los soldados de la FEMF imitan la acción con los demás, quitando las máscaras.
—¡¿Dónde está el detonador?! —exclama Leonel y los dos hombres que tengo a cada lado no se inmutan, pese a tener un arma en la cabeza— ¡El detonador, ya!
—No ando cargando lo que no es mío, no seas idiota —El ruso se le ríe en la cara y Angela ejerce más presión en Christopher.
—Quería evitarte la humillación dándomelo a mí y no a ellos —espeta la alemana a la vez que se abren las puertas corredizas dándole paso a Bratt y Gema—. No te desanimes que por ti ya está aterrizando Antoni, Rachel...
No termina ya que el coronel aparta el cañón de Angela el cual se dispara, desarmándola en segundos, mientras que hago lo mismo con Bernardo, tomando el arma para disparar contra el soldado que resguarda a "la primera dama". Leonel queda en el suelo con el puñetazo que le lanzan, el número de soldados con los que llegan con los escudos reconfirman el hecho de que nos multipliquen en número y no pienso, actúo arrojando mi arma al vidrio de mi derecha, el cual estalla desprotegiendo los cilindros de gas que yace al otro lado, haciendo que caigan. Esto logra que se bajen los fusiles, ya que cualquier proyectil es un peligro.
—¡Como si se necesitaran armas de fuego para destruirte, perra! —exclama Gema soltando su fusil y corriendo hacia mí, mientras que Bratt hace lo mismo en busca del sitio de Christopher quien intenta romperle el cuello a Angela llevándola contra la pared, pero los soldados arremeten contra él con los escudos, obligándolo a que la suelte y tomándolo para golpearlo entre varios.
Espero a Gema con un golpe directamente en la mandíbula, pero se mueve a un lado enterrando los nudillos en mi estómago, reacciono de inmediato tomándola de la nuca y la llevo al piso, sin embargo, sabe defenderse con las maniobras de defensa que la hace llevarme el brazo atrás, cosa que aprovecha Angela para venirse contra mí clavándome una patada en el estómago cuando se le safa al coronel. Sujeto el tobillo que le manda al suelo y mando la cabeza atrás rompiéndole la nariz a Gema que me suelta el brazo con el impacto, mientras la alejo más con la patada que le entierro en el pecho. Un soldado barre mis piernas, la bota de Gema queda contra mi estómago volteandome y detecto la puerta sistematizada de atrás, a la vez que Angela intenta estrellar la suya en mi cara, pero lo impido, deteniendo el golpe cuando con ambas manos tomo la bota en el aire y le tuerzo el pie, mientras que la tropa ataca a los otros con corazas en lo alto. «Son demasiados», están protegidos como los antimotines y no atacan de a uno, lo hacen en grupo.
El piso se mueve con los pasos que se aproximan y mi cuerpo se eriza como si mis instintos supieran de quién se trata y no me equivoco, ya que los hombres de negro se toman el lugar junto con más soldados. Angela se va a su lado junto con Gema, dejándome en la lucha con el uniformado que intenta inmovilizarme.
—¡Patrick la puerta de atrás! —grito—¡Desactiva la puerta de atrás!
Capta mi súplica, Laila, Brenda y Alexandra y dos del Ejército Rojo tratan de abrirle paso logrando que lo suelten y se apresure al sitio que le digo. Boris, el Boss y Gauna lo cubren dándose pelea con los quince militares que alzan las barras contra ellos, mientras Parker pelea junto con el coronel, quien sigue batallando con Bratt y ocho soldados. Logro levantarme, pero la boca se me llena de sangre con el golpe que me dan con el escudo de metal que me espera. El empujón que me propinan hacen que me arda el pecho y toque el suelo de nuevo. Una mano se cierra sobre mi garganta, a la vez que, de pie, otro halcón me apunta con el disparador al que le pone el dedo en el gatillo y...
Alexandra lo empuja, consiguiendo que dos arremetan contra ella llevándola atrás. Veo a Rick caer y entre varios los patean en el piso dándole con las barras de metal.
—Papá...
La humillación arremetiendo contra él de semejante manera me parte e intento volver arriba, quitando al sujeto que tengo encima e intenta si o si inmovilizarme junto con tres más. El coronel actúa soltando a Bratt viniéndose contra ellos que le dan pelea, cosa que aprovecha Bratt y Gema para unirse al ataque hacia Alexandra.
—¡Patrick! —grita Bratt— ¡Mira lo que le pasa a los traidores!
Pone a Alexandra de rodillas, a la vez que los halcones le abren paso a Antoni Mascherano quien no pierde tiempo y la toma del cabello, enterrando la aguja que le clava en el pecho y me deja fría al ver el miedo que la toma. El grito desgarrador de Patrick es un arañazo en el alma, repitiendo la misma secuencia de años atrás, pero esta vez por parte de él que intenta llegar al sitio de su esposa, sin embargo, no lo dejan, ya que se lo llevan por delante a la vez Antoni descarga la aguja en la madre de Abby, quien me congela al ver cómo sus ojos pierden vida antes de soltarla como si fuera una muñeca.
—¡Rachel! —me llama papá ensangrentado a quien arrastran los halcones afuera— ¡Rachel!
—È tempo per la riunione della famiglia, principessa —me dice Antoni.
«È tempo per la riunione della famiglia, principessa: Es hora de una reunión familiar, principessa».
—De nuevo ven a buscar a tu rey —Me da la espalda saliendo victorioso, mientras que sus hombres arrastran a Rick.
La sangre de mi padre mancha el piso, Alexandra no se mueve, Patrick intenta soltarse de los que lo mantienen en el piso y siento que mi mundo pierde color de nuevo. Me zafo tomando el trozo de vidrio que clavo en el cuello del que se me atraviesa, evadiendo a quien intenta tomarme.
—¡Alexa! —exclama Patrick— ¡Chiquita!
Mi vieja yo se hastía revolcándose en la mierda, en el charco donde soy obligada a escuchar los gritos de mi padre y Patrick que me descontrolan y no hago más que luchar queriendo llegar a su sitio, pero me rodean con el brazo devolviéndome al suelo y siento el aroma del coronel que me sujeta, a la vez que papá desaparece por la puerta apagando mis sentidos, volviendo todo gris en medio del caos
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Hello Lujuriosas, puras, libres de todo pecado, espero que todo esté muy bien en sus hogares.
No olvidemos que las novelas son borradores, los cuales serán corregidos más adelante para las versiones en físico, por ello disculpenme por los errores, por las muertes no, porque esos seguirán estando muertos en todas las versiones.
Feliz cumpleaños a Gaby, Milu, Melody, Nicol, Jenifer, Valentina, Brenda, Monica y todas las que cumplieron en enero y febrero.
También un saludo para Melanie y Angelica.
Nos vemos pronto.
Besitos.
Con amor.
Eva.
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