CAPITULO 26
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OBLIGACIONES.
Antoni.
Florencia/ Italia.
El traje me aprieta hostigado con la sobrecarga de adrenalina que viaja por mi cuerpo, lidiando con el enfado que me hace tensar la mandíbula cada vez que recopilo lo acontecido. Rachel James es una maldita cagna malagradecida, la cual necesita otro recordatorio mío.
Respiro por la boca, la asociación más grande de la mafia se fue al suelo por culpa de Ilenko, Christopher Morgan está vivo, no tengo a Lucca, no tengo a mi "esposa" y en mí lo que arde son las incandescentes ganas de aniquilar al pequeño que tanto quiere curar, pero al que yo anhelo empeorar, imaginando lo asombroso que será verlo morir entre sus brazos y escuchar el lamento de una madre quien sabe que ha perdido a su hijo. Imagino su alarido, el cual será uno de los mejores lamentos de la historia, de eso no tengo duda.
A cada uno le voy a dar su merecido y tomo la foto de la pequeña rubia que pego en el tablero de mi sala (la competencia de Damon en la mafia), doy un paso atrás y observo las amenazas del presente y futuro que, casualmente, todas llevan el apellido James. El problema se vuelve cada vez más grande y mantengo la mirada fija en todos. Lo de Lucca vuelve a asfixiarme, lo de Domenico también, mis mafias, los engaños, la traición, lo que Greta traía adentro... Todos han generado créditos para que los extermine muy dolorosamente y esta vez mi victoria será la definitiva.
Bernardo y Angela esperan de pie y mis oídos absorben los pasos que se acercan, me mantengo de espalda, la paciencia es una cualidad que no todo el mundo tiene, pero que a mí me sobra cuando la canalizo y hay una, la cual creo que bien trabajado, tiene mucho potencial. El grupo que llega se toma mi sala y tranquilamente exhalo el aire.
—Capitán —Volteo saludando a Bratt Lewis quien no viene solo, Gema Lancaster lo acompaña junto a Lucian que evita el contacto visual conmigo.
—Ministro —me corrige.
—Perdón, es la costumbre —pido que me traigan mi habano— ¿A qué debo el honor de su visita?
Reparan el entorno donde yazco, lucen rabiosos y no los culpo, todos lo estamos, todos tenemos un interés en común y extinguir la plaga que yace afuera.
—Tú los odia, yo los odio, a él, a ella y a todos los que lo rodean —me dice—. El enemigo de mi enemigo es mi amigo y no fue una decisión fácil, pero vine hasta aquí porque quiero una alianza con la mafia italiana y para demostrarlo traje esto como regalo.
Ivana, la hija de Brandon, se adentra en el sitio junto con Leonel quien no tienen esposas, ni grilletes que los hagan ver como prisioneros. Bernardo se yergue al igual que Ángela, quien no parece cómoda con el momento.
—Lamento lo de Santiago, teniente Klein —se disculpa Gema Lancaster—. Tú perdiste al hombre que amabas, yo perdí a mi madre, ambas nos hemos hecho daño y por el bien de mi familia estoy dispuesta a hacer lo que tenga que hacer por un nuevo comienzo.
—Mil veces me tildaste de prostituta —le reclama.
—¿Y crees que Rachel no lo hacía? —se defiende— Sus colegas, ninguna de ellas fue tu amiga realmente y te dejaste llevar por lo que te aparentaban. La diferencia entre ellas y yo es que yo sí sé perdonar.
Saca los documentos que les muestra, (su orden de captura) y los rompe en frente de todos antes de sacar la placa que le ofrece.
—Las filas estarían ansiosas de tenerte —increpa.
Miro a Ivana. Con Leonel no tengo problema, hace parte de uno de los círculos de la mafia italiana y es la Cosa Nostra, de mi sobrina no sé, lo único que tengo claro es que es más inteligente que Dalila.
—Yo solo quiero mi libertad y la revancha por Dalila —me hace saber—. Murió como un animal. Hoy más que nunca las palabras de Angelo tienen peso y es que "la familia va primero".
Me miro con Lucian, el cambio de opinión de Ivana me suena a que es gracias a él, la simpatía con poder de convencimiento es una cualidad supremamente poderosa en el lado equivocado. No he de negar que la FEMF de mi lado es una muy buena herramienta, asombrosa a decir verdad y bueno... Detrás de toda rama de poder suele haber manos oscuras maniobrando por debajo.
—Te ofrezco amnistía para tu gente si acceden a trabajar en conjunto olvidándonos del pasado. Sugiero un nuevo comienzo —propone Bratt Lewis—, ya que juntos nos comemos a la Bratva. Reinas en la mafia y yo en la ley.
Se acerca extendiendo la mano y en sus ojos no hay nada del capitán lleno de piedad al que tenté cierta vez, este está lleno de rabia, al igual que yo y eso me gusta.
—Lo dije una vez —recibo su mano—, no hay cosa más peligrosa que un hombre dolido y ambos lo estamos, Ministro, así que dígame qué tiene pensado.
—Empezaremos por poner una capa anti explosiva sobre Italia, así como la que tenemos en Londres —habla Gema Lancaster—. La protección es lo primordial, ¿Estamos de acuerdo con eso?
El tema de la pirámide me sigue ardiendo, pero intento compensarlo en que ahora tendré un aliado igual de poderoso. No es que lo necesite, mi clan es fuerte y puede dar pelea solo, sin embargo, las ramas nunca sobran y más cuando el enemigo quiere volverse invencible.
—Necesitaremos todo lo que nos puedas dar, dotaré a mis hombres con los que nos proveas —me explica el capitán—. He visto que puedes crear gases mortales, cápsulas de escape.
—Efectivamente, a eso súmale que tengo uno de los grupos más letales: Los halcones negros —digo seguro—. Si les das un uniforme, le harán frente al ejército rojo, ya que a un soldado común le costaría.
—Es lo que tenía en mente —Recibe el vino que reparten—. Estamos conectados.
—Eso veo —recibo el mío—, lo mejor es que podemos trabajar sin cargarnos a puños como de seguro lo hacen otros, de nuestro lado podemos trabajar en algo y es en la armonía.
Me hace reír porque es completamente cierto, conociendo a Christopher y a Ilenko sé que no pueden pasar cinco minutos sin pelearse, cosa que me da puntos a mí, que no tengo una batalla de ego con nadie.
—Solo quiero algo a cambio y es la promesa de que de Rachel James, me encargo yo —soy claro—. Tu castigo nunca será mejor que el mío.
Se mira con Gema Lancaster que parece no agradarle la idea.
—Sin eso no voy a negociar —esclarezco—. Es innamovible para mí.
Vuelven a mirarse entre ellos y sé que el viaje hasta aquí no lo van a perder.
—Solo si harás que sufra y pague todo lo que ha hecho.
—No lo dudes —confirmo—. A los hijos, a Christopher y a los demás, nos lo podemos repartir. Le caigan a quien le caigan atinamos a una cosa y es a matar con una sola promesa y es que sea lo más doloroso posible.
Levanto mi copa de vino mirando a Alí que espera en la esquina, sé que hará lo posible para que sea yo, sin embargo, no descarto que lo hagan otros, el que no existan lo vale. El capitán se yergue, Angela no tiene donde ir, dárselas de digna no tiene sentido y por ello no le queda más alternativa que callar.
—Hecho. He creado una nueva Élite de soldados ilustres, los cuales no están tan agotados como los que tiene cierta persona —me informa—. En la India conseguí un diseñador de armas el cual participó en la guerra de Irak y junto a tu Pakistaní sería una dupla insuperable. Mi número actual supera por mucho al del coronel, a eso súmale tu gente. La central de Rusia, aunque sea una de las más grandes del mundo, es solo una entre todas las que tengo.
—A mí me sigue la Cosa Nostra, la Calabria, la Camorra, la Sacra Corona Unita, entre otros clanes. Los Halcones negros son toda una región de la cual puedo hacer uso cuando quiera, ya que he comprado padres e hijos —le hago saber—. Mis laboratorios están por toda Europa, dinero tengo de sobra, debido a que soy el mayor distribuidor de drogas, cosa que me hace tener a muchos de mi lado.
—¿Muchos o todos?
—Antes todos, ahora no —reconozco—. El mundo criminal está dividido en dos y detrás de esto hay mafias queriendo engrandecerse para no ser aplastados, pero eso lo controlo yo.
—Creo que esto no va a tardar nada —comenta Gema Lancaster—. Todo es cuestión de organización, así que dinos ¿Cuándo empezamos a trabajar?
Reparo a Alí, a Angela, a Bernardo, a Ivana, a Leonel, a Lucian, a Bratt Lewis y a Gema Lancaster.
—Ya mismo si quieren.
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Rachel
Los copos de nieve caen sobre los columpios del patio, el frío de Alaska es atroz, cosa que empeora mi resaca. Me desperté temprano a vaciar la vejiga y no pude dormir más, han pasado tantas cosas en tan poco tiempo que, en ocasiones, me siento en una película de acción donde a cada nada vives un estallido diferente, no sé cuál será el próximo y eso cansa.
Ignoro la punzada que desencadena Christopher cuando sale de la casa directo al auto donde está recostado el intenso de Boris que lo saluda como uno más. Cruzo los brazos estudiando las expresiones del hombre con el que me casé; somos agentes, sabemos detectar ciertas actitudes como inconformidad, personalidad forzada, cuando alguien miente o interactúa por obligación.
Saca un cigarro y deja que el Kryshas se lo encienda antes de seguir con la conversación, Luisa se posa a mi lado observando lo mismo que yo y no veo ningún atisbo de nada. No veo gestos de desagrado, ganas de irse o cortar, simplemente habla como cuando habla con Parker con quien nunca lo vi incómodo.
—¿Ves algo? —le pregunto a mi amiga— ¿Desagrado, ganas de huir?
Sacude la cabeza tomando una bocanada de aire.
—La hipocresía no hace parte del coronel. De querer irse lo hubiese hecho hace mucho, lo de Thomas fue una oportunidad y no la aprovechó —contesta—. Lo he evaluado, creéme, y no he visto ningún atisbo ni ganas de querer salir de aquí y eso es algo que debes aceptar el hecho de que el Christopher de años pasados no es el mismo de ahora, ya que este se ha puesto a la par de los enemigos en todos los sentidos.
Aborda el auto yéndose con el otro y me alejo pensando en qué hacer, debo planear en qué ciudad me voy a posicionar, pero no tengo ánimos de nada, lo que vi anoche me tiene estresada, me hubiese gustado que el alcohol borrara algo, pero no hizo casi nada y hay cosas que me tienen realmente preocupada.
—¿Me ayuda a bañar a los niños? —me pregunta Cayetana.
—Laila te espera abajo —me avisa Luisa—, hay varias cosas que quiere mostrarte.
—No me demoraré y te quería pedir el favor de que hables con Emma, dice que todo está bien, pero es obvio que me está mintiendo, nadie puede estarlo después de tanto —Froto mi cuello comentandole lo que vi anoche porque me angustia. Es joven, tiene casi la misma edad que tenía yo cuando conocí a Christopher, el Boss no es un hombre el cual se pueda persuadir si de físico se trata y no quiero que se le burle en la cara—. Sam, te agradeceria que también hables con ella, tengo entendido que no ha querido abandonar la alcoba desde que la trajeron y si puedes dialogar con papá sería un gran gesto, es raro que no hable sobre lo sucedido.
—Tranquila —me palmea la espalda—. Haré lo que pueda, sabes el cariño que les tengo y conmigo puedes contar para lo que sea.
—Gracias.
Se marcha y me voy a la alcoba de los mellizos, a Owen le cambia la expresión malhumorada cuando me ve y me agacho a soltarles las batas.
—Espero que sean muy valientes porque el agua está helada.
—Nos bañamos con agua tibia —me alega Milenka— ¿Cierto nani?
—Hasta hoy —desnudos los meto en la bañera—. Los soldados se bañan con agua fría.
Milenka no deja de alegar y finjo que no oigo mientras le guiño un ojo a Cayetana tomando la ducha de mano. Ambos se encogen cerrando los ojos y suelto a reír dejando caer el agua tibia que los baña, «Cobardes».
—¡Eres una mentirosa! —dice Milenka riéndose y los enjabono, los enjuago y los ayudo a vestir antes de bajar a prepararles el cereal para el desayuno.
En Sodom encontré una tienda de ropa donde me pude proveer de prendas, las cuales me permitieron dejar lo que traía de lado. Bajamos a desayunar, los demás están trabajando en la sala y como galletas con café en la cocina hablando con Cayetana quien me da detalles de la casa de Moscú.
—La difunta tenía muy buen gusto, porque la casa se asemeja a la mansión de drama turco —me hace reír—. Es que ojalá la viera completa, se va a enamorar.
—No lo dudo, los Morgan tienen muy buen gusto.
Mis hijos acaban y puedo obviar el trabajo matutino, pero no evitar hablar con Sam, quien literalmente vió morir al ser que más quiere. Está en el patio techado mirando a la nada y por un momento temo que vaya a salir corriendo.
Mando a los niños a jugar antes de salir y me meto las manos en la sudadera acercándome a su sitio, insisto en que nunca creí estar en una situación así.
—Si me vas a decir que lo sientes, ni te molestes porque no te creo —se me adelanta—. No te moviste cuando le disparó y pasaste por alto el que quisiera componer las cosas.
Bajo la cara recordando los disparos. Discutimos, me abofeteó, me empujó, el enojo le jugó una mala pasada y papá tiró del gatillo exasperado. Aunque no lo dijera, estaba desesperado desde que apareció.
—No es que no lo sienta porque sea una insensible, es que ya había hecho cosas que no compartía y el hecho de que se metiera con los pequeños me dolió, ya que ellos no se pueden defender y eso es algo que no sopeso —le explico— . Le había advertido...
—¿Y quién te crees tú para advertir? ¡Si todo esto ha sido por tu culpa! —increpa— Eso no lo tienes en cuenta ¿Cierto? Te preocupas solo por los hijos de él y solo te duele lo de él, pero no pensaste en mí y en lo mucho que llevo rogando por la vida que tenía. A la fuerza hemos tenido que seguirte y mira cómo terminó.
—No es a la fuerza, es que debo prever que...
—Palabras y palabras, siempre tienes una excusa para todo y no para reconocer que arruinaste a esta familia.
Me deja en medio de la nieve y tomo una bocanada de aire clamando por paciencia, no todos llevamos el dolor de la misma manera. Laila espera en el umbral con el teléfono en la mano y creo que mi cara le dice todo.
—Si quieres, tómate la tarde de hoy —me dice—. Me encargo de todo y mañana miramos.
—Gracias —Dejo que se devuelva.
A papá le subo la sopa que preparó Cayetana, no se ha levantado, supongo que la resaca no lo deja y lo animo a que coma algo antes de acostarme con él a dormir la siesta, queriendo eliminar el alcohol de mi sistema. Frota mis brazos y caigo en cuenta de que también necesita a alguien.
—¿La amabas? —le pregunto.
—Si, había algo, costumbre tal vez, pero no estaba cómodo sabiendo que no las amaba tanto como yo —contesta—. Ustedes han pasado por mucho y lo mínimo que se merecen es estar rodeada de gente que sepa que están ante mujeres que valen realmente la pena.
Aprieto los dedos que se posan sobre mi hombro, Milenka llega con Owen y papá se queda con ellos, mientras yo trato de descansar desconectándome. El móvil lo dejo de lado, papá es quien está a cargo y pasada las seis me levanto queriendo aprovechar las últimas horas que me quedan y por ello me pongo a organizar el medicamento de Owen, analizando cuánto falta para que se acabe. Su calidad de vida ha mejorado, ya no lo veo tan débil como antes, no está fuerte, pero sí mucho mejor. Tenemos una charla sobre cómo se siente.
—Quiero que te tomes todo siempre para que te pongas mucho mejor ¿Vale? —le digo y asiente.
Milenka no deja de rodar en el piso jugando a que tiene una pistola y me acuesto con ellos en busca de ideas para Gehena, las cuales no aparecen y termino durmiéndome y despertándome temprano. La Élite está trabajando, los hombres se fueron a cotizar el costo de todo lo que se necesita para abastecerse e intenté unirme a los que están en la sala, pero...
—Teniente —me saludan Tyler y Death cuando cruzo la sala, trajeron a Abby y ambos vienen a abrazarme— ¡Qué alegría verla!
Les doy las gracias por todo lo que hicieron y el coronel baja peleando con Milenka, trae zapatillas con vaqueros ceñidos y una chaqueta de cuero. «Deja de detallar» me digo, no pone buena cara con los que están trabajando y sale con la hija.
—Oye, ¿Para dónde vas? —le pregunto a la desconsiderada.
—¡Mi papá me quiere llevar!
—No.
Insiste e insiste hasta que la sube al auto y me quedo en la puerta mirando como se van, acordándome de la navidad que le di a Peyton y la dejó en el fregadero.
—Rachel, ven, por favor —me llama Laila—. Ya se acabó el día.
El montón de documentos me dan jaqueca y que Cayetana me diga que a Owen le duele la cabeza me hace subir. No es de gravedad, los malestares son comunes en él y me ocupo de mi hijo toda la mañana, charlando con Death que me pone al tanto de todo lo que hicieron. Sam sigue encerrada, papá la busca para que nos acompañe al centro médico donde se verá con Emma, pero discuten. Sale cabizbajo y me ofrezco a ir, aprovechando la oportunidad para llevar a Luisa, Tyler y Death se me unen, nos enrumbamos al sitio y le veo un atisbo de felicidad a Emma cuando ve a los amigos que la han acompañado en estos tres años. Hay que asegurarse de que la tortura de Thomas no haya ocasionado daños graves y como si no fuera poco, el odio de Sam. Debo lidiar con la caida anímica de mi hermana menor, quien no es ni la sombra de lo que era antes y se niega a hablar con Luisa, que preocupada la pone en sobreaviso con Ilenko, ya que ella, más que nadie, conoce el perfil de Christopher, de Antoni y del Boss.
Cuando nos enamoramos solemos perder la noción de la realidad, vemos lo imposible como posible y no es así, lo cierto es que solo nos terminamos lastimando a nosotros mismos, ya sufrió demasiado y no quiero que sea la Laurens del Boss; Scott jugó con ella hasta que se hastío y para otro ejemplo está Gema. Christopher pisoteó a la hija de Marie hasta que se cansó, haciéndole creer que tenía una oportunidad y solo se burló y no estamos para eso. El que tenga un pacto de paz con los Romanov no garantiza nada, porque sé lo resentido que es Ilenko, así que prefiero que se aleje y no se exponga. Se encoge cuando le confieso que sé lo que siente por él y no me contesta, dándome la razón. Quiero irme tranquila y por ello se lo recalco. Los análisis salen bien por suerte y nos vamos a la casa de Christopher, ya que quiere ver a Sam, pero como me lo veía venir, la trata peor que a mí y Emma prefiere irse.
—Cuídate mucho —peino su cabello con las manos despidiéndome—. Si necesitas algo, llámame.
Mueve la cabeza en señal de asentimiento yéndose, Luisa habla con Sam quien insiste en que se quiere ir, el tema del trabajo siento que me asfixia y con pena miento para evadir a los que me esperan.
—Cayetana me dijo que Owen tenía fiebre —me disculpo—. Voy a estar al pendiente.
—Ve que no se puede complicar —sugiere Luisa —. Lo mejor es que Laila te reemplace hasta que se ponga mejor. Con el tema de Gehena es mejor no tomar riesgos.
Intento buscar la escalera, pero se me ocurre algo, lo cual siento que es lo más cómodo para todos.
—Les pagaré un hotel en el pueblo —busco mi billetera—, así estarán más cómodos. Sabemos cómo es Christopher.
—Te diría que no te molestes, pero creo que es lo mejor —suspira mi amiga—. No demora en venir el tal Boris creyendo que lo mataremos entre todos.
Alexandra, que está, se ofrece a llevarlos, Tyler y Death trabajan para el coronel, así que no hay problema, junto con los Linguini se quedan en el ático donde no estorban. Le doy dinero extra a Laila para que se doten de provisiones, ya que estaban cotizando, los hombres ya estaban en el pueblo, por ende, Sam y papá son los únicos que se quedarán. Rick sale a caminar y, desocupada la casa, me subo emocionada en busca de los mellizos.
—¿Quieren que salgamos a hacer algo? —les pregunto— Cayetana, ¿Hay algún sitio que no sea vulgar o que sea apto para niños por aquí?
—Ah, no lo tengo muy claro, pero le podemos preguntar a uno de esos hombretones tatuados —se quita el delantal—. Enseguida lo hago.
La ventaja de estar aquí es que es zona segura, incluyendo North Pole que es el sitio donde nos llevan. Entramos a un establecimiento donde compramos un barril de pollo frito, el cual comemos con guantes y me alegra saber que es una de sus comidas favoritas, porque yo lo como desde niña. Papá nos daba rienda suelta cuando de comida chatarra se trataba.
Pasadas las ocho nos devolvemos y el que tenga secuelas de la resaca me vence cuando me acuesto con ellos. No poner el despertador me juega una mala jugada, ya que despierto pasadas las nueve, los mellizos ya no están en la cama y el que la Élite no esté, hace que no me apresure a la hora de arreglarme y me tome mi tiempo vistiéndome con algo sencillo, «Vaqueros, zapatillas y una sudadera». Salgo al pasillo y me termino topando al coronel que tiene pinta de recién bañado y luce...
Sigo adelante. Milenka lo está llamando en su alcoba, Owen está al pie de la escalera y pasamos uno por el lado del otro sin decirnos nada, pero moviéndome todo y por ello trato de respirar hondo ideando la manera de sepultar a mi yo del pasado, sin embargo, no se me da, ya que el querer comerme a mi hijo a besos me distrae. Él ya desayunó, por ende, se niega a entrar en la cocina y lo dejo jugar en la sala.
—El señor Rick se fue al hotel de sus amigos y la señorita Sam sigue encerrada —me avisa Cayetana.
Patrick, Tyler y Alexandra están desayunando y me uno a la barra donde están, Cayetana hizo un pan que huele delicioso y lo paso por jalea, recibiendo la bebida caliente mientras que Tyler nos pone al tanto de cómo fue la última Champion. No soy mega fanática, pero sí tengo ciertas preferencias.
—¿Cuál es su equipo favorito, coronel? —le pregunta Tyler al hombre que entra a la cocina buscando el café que le entrega Cayetana.
—El club internacional ponganse a trabajar y dejen de hacer preguntas pendejas —La cara de Tyler me causa gracia y prefiero ir a meter la cabeza en la nevera.
Alexandra le da novedades a su jefe mientras revisa la tablets que le entrega y yo vuelvo a mi desayuno, el que se peine el cabello con las manos es un gesto tan sexy que... Vuelvo a respirar comiendo en mi puesto, obviar detalles se me está haciendo difícil, ya que tengo la piel erizada con su presencia y el aire logro soltarlo cuando se marchan en manada, discutiendo entre ellos.
—Que tenga buen día, teniente —se despide Ty.
—Igual tú.
El teléfono me vibra con una llamada de Gehena y salgo a contestarla en el patio. Es el mismo arzobispo de siempre, le tienen tanto miedo a la mafia rusa que decidieron aislarse. Todos los ciudadanos, sin excepción, están en su país natal haciendo uso de la tecnología sólo cuando es estrictamente necesario y es algo así como un toque de queda preventivo, debido a que ellos, más que nadie, saben lo peligroso que es el plutonio.
—No queremos a esos seres infernales aquí, mi Lady, así que estamos trabajando arduamente para protegernos, mientras oramos por el bien de la princesa que usted ha sido amable al proteger —me dicen— ¿Todos ustedes están bien? Los médicos preguntan si el especialista que trata a su hijo va bien. Están ocupados, pero han estado trabajando en las próximas dosis que requiere, las cuales serán mucho mejores, tengo entendido.
—Oh, gracias —Me angustia y tranquiliza al mismo tiempo— ¿Cabe la posibilidad de que se hagan dosis para varios años? No quiero estar molestando o que se expongan.
—No es posible, su hijo necesita chequeos cada cierto periodo de tiempo y el medicamento no siempre será el mismo, ya que los componentes son más fuertes a medida que crece — explica—. No molesta, mi Lady, así que no se preocupe, son familia de una divinidad real aquí, por ende, estamos para servirles.
—Gracias —Miro al cielo buscando ideas, pero no me queda más alternativa que mentirle—. Ella les envía saludos. Estaré entonces esperando las nuevas dosis, pronto les informo donde me las puede hacer llegar. Si tengo novedades, le aviso.
—Dios la bendiga —cuelga.
Dejo las manos en mi cintura, tengo que buscar una solución para esto, conseguir algo que los reemplace. A Christopher nada le costaba dejarlos en paz, pero como todo es ahora, dependo de una mentira, la cual no sé por cuánto tiempo más podré mantener. Me estreso y trato de no aturdirme.
—¡Salgamos! —propongo— Ayer cuando veníamos de regreso vi un centro comercial.
Abandonamos de nuevo la casa. Cuando Harry murió duré días sin querer salir y con Luciana, quien era mi madre, no pasa lo mismo, no sé si es porque mi amor por ella murió primero.
Vamos de compras y les escojo pijamas y cosas, aunque ya tengan. Owen mantiene los lentes puestos, le compro muchos más para que no le falten y lo termino cargando cuando se cansa.
Almorzamos por fuera, papá sigue con la Élite, a quien le digo que sigo cuidando de mi hijo cuando lo cierto es que lo estoy montando a los caballitos que funcionan con monedas. Lo dejo que se divierta y recorro la pequeña tienda infantil con Milenka.
—¿Qué tal estos moños? —le pregunto detallando las miles de opciones que tenemos en el estante— Con dos coletas se te verían hermosas o mira estas cintas para el cabello, podría hacerte trenzas con ellas.
Le muestro y sacude la cabeza.
—Quiero chicles —me señala los recipientes.
—Pero no has escogido los moños.
—No le gustan los moños o los accesorios en el cabello, se los quita—intercede Cayetana—. Pocas veces se deja recoger el cabello o cosas así.
—Pero tiene el cabello largo y no lo podemos desaprovechar, yo amaba hacerme de cuanta cosa en el cabello, es más, le ponía cositas a mis hermanas cuando eran bebés —Escojo accesorios a mi gusto mientras que Milenka se va a llenar la mini canasta de goma de mascar—. Las niñas se ven hermosas con peinados y cosas en la cabeza.
Observo los cabezotes con cabello, son de esos que usan las estilistas para aprender a peinar y escojo uno, Owen sigue en el caballo y Milenka escogiendo las bolas de goma de mascar. Hecho varias gorras para su hermano y pago antes de irnos a casa, no es un sitio concurrido y me es inevitable notar que caminé horas sin estar a la defensiva.
De hecho, no traigo lentes, ni nada que oculte mi identidad y no es que me haya preocupado; llevo todo el día siendo la Rachel que iba de compras tranquilamente y ha de ser porque la zona se presta para no andar con el corazón en la mano y es lo bueno de estar dentro del circuito de un clan.
Bajo a los niños cuando llegamos a casa, papá no ha llegado y Sam es como un fantasma, el cual no se siente por ningún lado. Obligándola solo siento que pierdo el tiempo, así que cambio mi ropa por el pijama que compré en busca de comodidad. Bajo de nuevo, comimos hot dog en el centro comercial, así que Cayetana prepara algo ligero para la cena, (avena caliente).
—Gracias, hace mucho frío —Subo la calefacción.
El sitio me gusta, es perfecto para pasar las vacaciones y relajarse cuando se quiere estar cien por ciento seguro. Milenka se pone a jugar con las monster high que le compré, mientras que Owen arma el rompecabezas de fichas grandes en lo que yo, frente a la computadora de la sala, busco videos de peinados infantiles para ensayar con el cabezote que traje. Para la tarea hago uso de los moños, geles y peinetas, dejando que las horas pasen absorbiendo mi concentración.
—Esta muñeca no dispara —me dice Milenka.
—Cariño, mami está peinando este maniquí, mañana compramos lo que falte—. Hay detalles que no me salen y Lulú hacía ver esto como algo fácil, y si lo siento un poco complicado en un muñeco, no me quiero imaginar lo que será en un cabeza que se está moviendo todo el tiempo y más si es la de Milenka.
Medio aparto la vista de la pantalla cuando Cayetana se los lleva a dormir y sigo con la práctica queriendo pasar de nivel, papá me llama para avisarme que se quedará en el hotel, ya que tiene un par de videollamadas pendientes más tarde y yo dejo que las horas pasen hasta que consigo el peinado que quería y que por hoy me niego a desbaratar.
Admiro lo que hice, creo que con un poco más de práctica seré una experta. Nunca negaré que uno de mis anhelos fue ser mamá y tener un hogar. Amo las fiestas y salir con mis amigas, pero no siento que los niños sean una carga o un estorbo en la vida de alguien, ya que una mujer no deja de ser menos exitosa por dedicarle un par de horas al hogar o al sitio que la llena de alegría y a mi gustaría hacer este tipo de cosas en mi tiempo libre.
Me cierro la bata, son las dos de la mañana y el sonido de un vehículo derrapando hace que me asome en el ventanal. Es el auto del coronel, el cual se acaba de mal estacionar, me quedo un par de minutos esperando a que baje y no lo hace, se queda dentro con las luces encendidas y el claxon disparado.
Me preocupa que esté malherido o algo así y salgo en medio del helaje que me congela, golpeo la ventanilla y no la baja, así que me aferro a la manija de la puerta que se abre, «Está ebrio». Tyler y Death llegan más atrás en otro vehículo y lo señalo para que me ayuden a bajarlo y llevarlo adentro.
Sostengo la puerta de la sala para que pasen sin problema y lo suben a la alcoba donde lo acuestan a las malas, ya que insiste en querer volver al auto no sé para qué diablos. Me da pena el que tengan que estar bancándose sus groserías.
—Váyanse, yo me encargo —indico y se retiran cerrando la puerta.
El coronel se levanta y me le atravieso cuando intenta salir.
—Ya acuéstate y no...
Manda la mano a uno de mis pechos tomándome por sorpresa y tal cosa me congela cuando me encara, consiguiendo que mi olfato absorba el olor a Whisky. Está haciendo un esfuerzo por sostenerse y su palma estrujando mi seno me enciende en un dos por tres.
—O me dejas pasar —musita respirando en mi mejilla— o te bancas el que te manosee, te toque y te haga lo que quiera porque estoy en mi casa, esta es mi alcoba y eres tú la que está en el lugar equivocado, así que quítate, que con las ganas que tengo a la que coja me la follo como puta.
Parezco un cassette descompuesto lidiando con la Rachel antigua y la actual, la que quiere que la follen y la que tomó decisiones. Me lleva contra su pecho consiguiendo que sienta lo duro que está, avivando mis ganas cuando me obliga a retroceder. El cabello negro lo tiene pegado a la frente por la humedad de afuera y sus pasos me dejan contra la cómoda estampando su boca contra la mía, besándome con tanta agresividad que duele el que nuestros labios se unan con tanto ímpetu cargado de ganas, el cual nubla mi cabeza quitándome el equilibrio.
—No me importa tu moralismo de mierda, Rachel, tengo tantas ganas embestir que lo haré como me plazca y no voy a parar, ni aunque me ruegues, ya que lo único que quiero es soltar todo lo que tengo aquí —Manda la mano a su entrepierna tocando lo que se le marca—. Sobre quien sea, pero soltarlo.
Las palmas me quedan sobre la mesa cuando me da la vuelta y mi sexo empieza a derretirse con las ganas al sentir como alza la bata sobre mi trasero, «Si, quiero que me folle como una puta». Lo necesito y no tengo cabida para alzar las murallas cuando su aliento caliente toca mi nuca. Sus dedos se meten entre las tiras de mi bragas sacando el hilo que tengo entre los glúteos y lo alza consiguiendo que la tela haga fricción contra mi clítoris. Hecho el trasero hacia atrás para que me penetre y el sonido de la bragueta me desespera, sacándome un gemido cuando lo siento rozando atrás en lo que abro las piernas, mientras mete la mano bajo la seda tomando mi pecho otra vez, dejando mi pezón entre sus dedos.
Mis glúteos aprisionan el falo que frota como si se hiciera una rusa, pero en vez de usar mis tetas, usa mis glúteos. Las ganas van en aumento con el roce y siento la fuerza que ejerce en las piernas cuando clava los pies en el piso, antes de ubicar las dos manos en mi cadera y clavarme como dijo, metiendo todo dentro antes de empezar a embestirme, provocando el choque de su pelvis contra mi glúteos, dejando que mis paredes toquen la dureza exagerada que entra y sale con rapidez.
En momentos así recuerdo una de las cosas que más me gusta de esto, porque empezó, porque se repitió y porque no para. La ropa interior la mantengo puesta y se aferra a esta dándome como me gusta, siento su tamaño haciendo maravillas y trazo círculos con mis caderas arrebatándole un jadeo, el cual imita mi garganta queriendo correrme. Lo necesito, lo quiero, lo ansío y hunde los dedos en mi piel dándome con más fuerza, a la vez que araño la madera, separando los labios con las contracciones que toman mi epicentro cuando me corro con un orgasmo exquisito, el cual se perpetúa. Cuatro estocadas más me arrebatan otro quejido y siento el líquido tibio que derrama en mi culo, el cual no me asquea para nada.
Se tambalea yéndose hacia atrás y deberia tomarlo, pero mis piernas no están estables y retrocede mareado, dejándose caer en la cama, cerrando los ojos mientras me acomodo las bragas. No habla, ni dice nada, es como si solo hubiésemos follado en el bar de una discoteca y ya, así que me largo, ya que no lo veo con ánimos de querer levantarse por ahora. Tuve el orgasmo que necesitaba y me acomodo el pijama tomando la cerradura que...
La imagen de Sam retrocediendo con los ojos llorosos me deja estática. Mira el sitio de Christopher antes de reparar mi aspecto sacudiendo la cabeza.
—Sam...
No me deja hablar, ya que se larga estrellando la puerta donde se encierra, intento entrar, pero le puso pestillo, estas no son horas para despertar a Cayetana y me largo a mi cama donde no puedo pensar en otra cosa que no sea lo que tuvo que haber escuchado. Luciana acaba de morir y yo no soy capaz de controlarme, tengo a todo el mundo metido en problemas y no soy capaz de tomar eso en cuenta y me pongo a follar.
No hago más que dar vueltas en la cama y a la mañana siguiente, temprano, bajo vestida con lo que pasó intacto en la cabeza. Me pongo a preparar el café sintiéndome como lo peor, papá llega con Dalton e Ivan entregándome lo que han hecho y finjo verlo mientras Tyler y Death bajan al mismo tiempo adentrándose en la cocina.
—¡Hey!
Tyler se abraza con Dalton e Ivan mientras Death espera junto a la nevera y me siento incómoda, porque es como cuando estás esperando a que, al menos, te muestren para que te saluden. Ivan fija los ojos en él y...
—Oh, no sé si se acuerdan de Death —habla Tyler y el grandulón se mete las manos en los bolsillos traseros—. Él...
El peleador sonríe y se me hace muy cute porque está nervioso.
—Es mi compañero de trabajo —termina Tyler—. Todo lo que ha pasado nos ha puesto a trabajar juntos y por eso estamos aquí.
Hasta a mí me decepciona y el grandulón les da la mano preguntándome si puede tomar café y creo que es una forma de obviar el mal momento.
—Que dejaste ir a Emma —lo molesta Ivan—. Eres un pendejo Tyler, dijiste que te ibas a casar con ella ¿Qué estuviste haciendo todo este tiempo? ¿Volverte un maricón?
—¡No, claro que no! —se altera— De hecho, ella y yo...
—Se quieren, lo sé y lo apruebo —Llega papá palmeándole la espalda—. Siempre me has caido muy bien, Tyler.
—Oh, no sabia señor James —lo lleva a la salida—. Creí que quería matarme.
—¡Claro que me caes bien! —eleva el tono de voz cuando Christopher aparece en la escalera— Eres el yerno que todo suegro se merece, pero que desafortunadamente no todos podemos tener.
Está mintiendo y alzo mi taza de café, no sé que me da cuando el coronel entra a la cocina serio e indiferente, listo para irse. Actúo con la misma indiferencia, pese a que mi cerebro me recuerda como me puso contra la madera anoche.
—¿Cómo te sientes? —le pregunta Death— Te tuve que subir a la alcoba anoche, ya que te quedaste dormido en el auto.
—No me acuerdo. El último recuerdo que tengo fue cuando salí del bar y de ahí no sé una puta mierda—contesta con sequedad el muy imbécil y prefiero que sea así.
—No deberías conducir ebrio, es peligroso —le advierte el peleador y agradezco el que no diga que también estaba.
Me asombra que no lo mande a callar y solo se limite a irse, haciendo de cuenta de que no estoy. Mi vieja yo está presente y echa de menos que te tomen por detrás y te besen como cuando estábamos en el penthouse, pero tomé decisiones y me concentro en lo que tengo entre las manos, ya que tengo gente que me espera.
—¡Espérame! —le grita Milenka al coronel que sale al patio y empieza a arrojarle nieve.
—Estamos a la espera de sus órdenes, mi teniente —me dice Dalton.
—Lo revisaré con más calma y se los haré llegar —Veo a Owen oculto al pie de la escalera—. Pueden irse.
Le pido a Death que me haga el favor de llevarlos y voy por mi hijo preguntándole qué quiere desayunar. Abrimos la nevera juntos y le doy una de las frutas, ya que Cayetana me saca queriendo ocuparse. Nos sentamos con las piezas del rompecabezas y Milenka se nos une cuando el coronel se va sin decir nada.
El desayuno nos los traen, a Owen le doy las medicinas y bien abrigados, los saco a jugar a los columpios lidiando con la humedad que tengo desde anoche. Pagué para que me pusieran un chip anticonceptivo después de lo sucedido en la cabaña, en horas pedí lo que se hace en días, ya habia tenido uno y por eso no tuve miedo de que mi cuerpo lo rechazara. Entramos después del mediodía, los mellizos se van a dormir la siesta e intento ponerme a trabajar en el sofá de la sala, pero el sonido del móvil me distrae cuando me llega una notificación avisando que hay cinco nuevos peinados en la página de videos donde me suscribí.
"Trenza ideales para consagraciones y bautizos". Son preciosas y me muevo a la computadora tomando los accesorios, ya que es importante saber para cuando nos inviten a una consagración o a un bautizo.
Dejo el trabajo para la noche, en Italia estaba acostumbrada a desvelarme trabajando y por ello no me preocupo, dejando que la tarde se me vaya con el maniquí entre las piernas. Milenka no deja de dar saltos cuando se despierta jugando a que tiene un arma y Owen es más calmado jugando con su carrito. Cenamos y tomo de nuevo los papeles, pero...
El programa que se está viendo Cayetana me hace sentarme a su lado, dejando que me hable del reality show de cocina que se oye interesante y me pongo a ver un capítulo, sin embargo, terminamos viendo toda la temporada, cosa que acaba a las dos de la mañana. El que el coronel no dé señales de vida me causa cierta molestia, sé que no podré concentrarme y me voy a dormir con los niños, pero lo que consigo es no pegar el ojo hasta que lo oigo llegar, «No estoy haciendo las cosas bien».
Papá sigue trabajando con la Élite y cuando no está con ellos, está pegado al teléfono discutiendo con el consejero de la Bratva, ya que está paranoico con mi hermana y no he de negar que yo también, pero nos dieron su palabra y, como me lo pidió, le estoy dando su espacio aferrada a la idea de que en un par de semanas, cuando el Boss se harte, la pueda traer conmigo, «Eso es lo que me tiene tranquila». Sam solo le habla a Cayetana y los días que siguen los paso con mi hijo, ya que Milenka se va con Christopher, así que con su hermano salimos a pasear por North Pole y creo que a Owen le gusta, debido a que no es muy concurrido, sin embargo, no se quita los lentes.
Al día siguiente, con su hermana, jugamos bolos y pasamos tiempo juntos sin preocuparnos yendo y viniendo cuando queremos y el problema es que pasar tiempo con ellos debilita mi coraza, porque no extraño para nada tener un arma en la mano. El trabajo que me envía Laila se me acumula, ya que no he leído ni la primera carpeta.
El coronel aparece poco, pero cuando lo hace las contracciones en el tórax toman más fuerza. Tomo asiento en el mueble lista para tomar mi maniquí, pero Milenka aparece corriendo, escondiendo algo bajo el cojín del sofá.
—¿Qué haces?
—Shhh —me manda a callar y acto seguido oigo los pasos del coronel alegando que le devuelva las llaves del auto.
Se encarama en el mueble, el hermano deja de jugar con la rabieta del papá que empieza alegar sacando los juguetes que estaban recogidos.
—¡Tengo una reunión Milenka! —ella se pone a mirar el techo, la sonrisa no la puedo disimular, los ojos del coronel recaen sobre mí y vuelvo a mis peinados como si no supiera nada.
Pero Owen la delata mirando el sofá donde está sentada, cosa que hace que Christopher se le vaya encima, apartando el cojín. La pone contra el piso mientras ella no deja de reírse y me termina contagiando a mí también.
—Me arrugaste la chaqueta —se queja él, yéndose, y mi mirada se clava en el camino que toma cuando las ganas de llamarlo me invaden, pero... trago grueso apartando la idea cuando me siento como la Rachel de hace seis años atrás.
La semana se acaba y no he hecho más que ver programas de cocina, de peinados, estar con mis hijos o peleando con Milenka que no se deja poner las coletas. No he parado de tomar café, descansar y he de decir que no he estado aburrida ni un solo segundo, ya que hacerles cosquillas a Milenka y dejar que se suba sobre mi espalda pidiendo que salte con ella me da vida; el que Owen se siente a mi lado, mientras ensayo mis peinados, también, porque le puedo dar los besos que se me antojan aunque sea un gruñón.
Creo que me estoy quedando sin capas protectoras y no sé si es porque estoy al lado de los que quiero, disfrutando de lo que me gusta. Death es el único que me da nostalgia, es quien se ocupa de la seguridad de la casa y anda solo, ya que Dalton e Ivan han acaparado a Tyler y cada vez que tiene tiempo libre se va a Sodom con ellos. El luchador del Mortal Cage a cada rato me pregunta por mi hermana y asumo que también le hace falta, por eso lo invitamos a tomar café cada dos por tres.
—Podrías, por favor, traer las galletas de la cocina —le pido a Death mientras sirvo el café en la mesa que está frente a los muebles.
Vuelve con el jarrón de la cocina, le indico a Cayetana que ya le serví y tomo mi maniquí mientras que ella se apresura abrir cuando tocan.
—Creo que pasó algo —me avisa Death mirando a la ventana y tiene razón, porque atropellan a Cayentana y de un momento a otro la sala se llena de los Boyeviki que escoltan al Boss, quien ni se molesta en pedir permiso, sino que se adentra a la vez que Christopher baja apresurado. Alexandra y Patrick también llegan y me quedo en mi sitio, captando a Sam que se asoma en la segunda planta con la llegada del montón de gente.
La Élite, que me acompaña, llega al mismo tiempo que los demás, entrando por la puerta de atrás y la cara de Luisa es de susto total, al igual que Laila, papá y los demás.
—Antoni se alió con Bratt Lewis, Leonel e Ivana están afuera —el Boss le habla a Christopher—, y a Londres están entrando más de cuarenta barcos cargados de armamento, así que haz de saber lo que se viene.
—Hay una nueva Élite —informa Patrick—, soldados ilustres que Bratt reclutó personalmente. Está declarando alerta roja en todo el mundo, sacando a relucir el desastre que causó la primera bomba, mandó a reforzar los sistemas de cada comando y a Ángela se le vio entrar con los Halcones a Londres.
—Varios clanes de los que estaban en la pirámide te tildan de traicionera, Rachel, y todos estamos en la mira. Lo que pasó solo puede definirse en un estallido de consecuencias —me dice Alexandra—. y he de decir que todos, oficialmente, somos las personas más asediadas del planeta.
—¿Dónde está el cuerpo de mi madre? —Sam pregunta limpiándose la cara— Lo necesito para irme...
—¡Saquen a esta ridícula de mi casa que ya me tiene harto! —se exaspera el coronel enojando a Rick , quien lo detiene Gauna cuando intenta encararlo—. Ve a ahorcarte y deja de joder.
—Eso es más tolerable que estar entre un grupo de asesinos —termina de bajar y Luisa intenta tomarla, pero se aparta— No me toquen, que lo único que quiero es que me dejen ir.
Si las miradas mataran, moriría acribillada por el Boss y el padre de mis hijos que no se toman ni la molestia de ponerse en sus zapatos. La altivez le puede más y el desespero empieza a invadirme ya que su actitud para con otros es aplastante, empiezan a discutir entre ellos y me enfoco en lo mío.
—Busca tus cosas, Sam —la mando y papá se concentra en el consejero.
— A mis hijas no me las van a estar pisoteando —le dice Rick al moreno—. Dile a Emma que se prepare porque nos vamos
—¿Y quién te dijo que te la vas a llevar? —el ruso aparta el moreno.
—¿Por qué no podría? —me meto y el tal Boris se atraviesa cuando doy un paso adelante y lo aparto también— ¿Qué papel le vas a dar aquí? ¿El de la medalla en honor a "estoy jodiendo a Rachel James"? Así como me están buscando a mí, a ustedes también y el peligro es por lado y lado, por ende, es entendible que me quiera llevar lo que para ustedes es un estorbo, el cual no se van a molestar en mirar.
—Si, es un estorbo, el cual no hace más que llorar y quejarse —responde Christopher alterando más a Rick—, al igual si quieren irse, nadie va a romper su perfecto núcleo, nadie va a detenerlos y cuando quieran pueden largarse con sus mierdas que me tiene sin cuidado.
Se sube removiendome el tórax con el deja vu que me lleva a Manarola.
—El núcleo lo forma el apellido y hay quienes ya no lo tienen —El Boss se pone los guantes tensando a Rick que intenta írsele encima, pero Gauna lo vuelve a tomar.
—¡Claro que tiene mi apellido imbécil! —le grita papá —. Hagas lo que hagas, el sol con un dedo no lo vas a poder tapar.
Se larga como si nadie le estuviera hablando y siento que se me va a estallar la cabeza. El que me distrajera me está cobrando factura ahora y el llanto de Sam no me ayuda.
—Tenemos que irnos —me dice Laila—. Si no lo hacemos, va a bajar a repetirlo.
Subo las escaleras rápido con los ojos ardiendome, cada vez que tengo un poco de tranquilidad me la quitan. Empiezo a empacar y Patrick entra con Alexandra.
—Rachel, Christopher no te está echando, es solo que no sabe cómo decir las cosas —se me atraviesa—. Si se sentaran a hablar, se entenderían. Bratt y Antoni están trabajando en conjunto junto con Angela, Leonel, Gema y varios más, nada nos cuesta hacer lo mismo...
—Me tengo que ir, no quiero ser grosera contigo —lo aparto y me vuelve a tomar.
—Yo te aprecio de verdad, pero también lo entiendo a él, te ha dicho que puede, que confíes y no tienes necesidad de irte —insiste—. Puedes hasta quedarte disfrutando de tus hijos, a veces la presencia de alguien basta, trabajaría mejor si sabe que eres la que los está protegiendo.
—Tengo que solucionar lo de la medicina de Owen.
—Rachel confía, ellos saben cómo hacen sus cosas.
—¿Destruyendo sin pensar? Mira lo que pasó con Gehena, estoy pendiendo de una mentira, la cual no sé cómo voy a enmendar para que me sigan ayudando —le recuerdo—. Dañé la vida de mis hermanas, hay un montón de gente en peligro por seguirme y de pasar algo no los van a ayudar porque aquí solo se mueven por los que ustedes creen dignos, pero no van a mover un dedo por Stefan, por Sam o por el que no les sirva.
—Hablando —junta las manos en señal de súplica—. Si solo dejáramos de lado el maldito rencor que ya nos hizo daño una vez y habláramos.
—Es desperdiciar tiempo en quien no va a cambiar de opinión.
Doy la espalda para que no note las lágrimas que me invaden los ojos, irme no tendría que ser tan difícil y lo está siendo porque tenía la guardia baja. Tomo la mochila la cual compré con desazón, ya que en el fondo, algo dentro de mí me dijo que no la quería usar, pese a que sabía que estaba en la obligación de hacerlo.
Recojo todo lo que tengo, me muevo a la alcoba de los mellizos y no están solos, el coronel está dentro y Cayetana me mira preocupada. Owen deja de pasear su carrito por la cama y Milenka repara mi mochila levantándose y pegándose a la pierna del coronel.
—Quiero irme a la casa grande con mi papá —se aferra al vaquero.
—Cariño, si mamá quiere llevarte... —intenta hablarle Cayetana.
Sacude la cabeza apartando la cara y no me molesta, me alegra que lo quiera como lo hace. Miro a Owen y este se oculta tras su hermana cuando Luisa y mis amigos se posan atrás, no se siente cómodo con los desconocidos; con las únicas persona que no lo vi siendo tan esquivo es con las personas que le mostró Stefan en el álbum y por ello voy por él. No puedo llevarlo a un sitio donde no se vaya a sentir bien, aparte de que la hermana le haría falta.
—Voy a tratar de buscar un espacio, una casa grande y un sitio seguro para que también podamos pasar tiempo juntos —Milenka se niega a soltar a Christopher y Owen baja la cabeza triste—. No voy a tardar, estaremos hablando por teléfono cada vez que podamos y en cuanto tenga la oportunidad de venir a verlos vuelvo, ¿Vale?
Asiente. Milenka voltea a verme y dejo un beso en la frente de ambos, abrazo a Owen y a medias a la hermana que no quiere soltar al papá, pero sí deja que le de un par de besos más.
—Hay que partir ya —me dice Luisa.
—Si, ve a salvar el mundo otra vez —El coronel toma a los hijos abriéndose paso entre los que están—. No los hagas esperar.
El sarcasmo tiñe cada palabra. Cayetana se acerca a darme un abrazo prometiendo que estará al pendiente de ellos, tiene un buen móvil y la comunicación no será problema. Le indico a mis amigos que salgan y avancen conmigo.
—Rachel —me insiste Patrick—, no hay necesidad de esto, puedo reunirlos a todos para que lleguemos a algo.
La postura de Sam no da espacio para nada y solo palmeo el brazo de mi amigo recogiendo las carpetas que no me molesté en mirar. Alexandra se ofrece a sacarnos cuando ve que no hay marcha atrás y abandono la casa embarcandome en la avioneta donde me siento a ver hacia la ventanilla, asimilando las noticias y es que Antoni se alió con Bratt.
—Sam no está estable para viajar —me dice Luisa—. Seguir obligándola puede llevarla a algún pozo depresivo, el cual puede ser peligroso.
Emma tiene un apartamento en Moscú y esa es la única alternativa que puedo ofrecerle ahora.
—Se quedará en el apartamento de mi hermana, contrataré hombres para que la vigilen —Abro la carpeta y noto que Laila ya había sopesado eso, de hecho, ya tiene varios sujetos señalados para contratar—. La mafia italiana y Bratt no tienen poder en Rusia.
Todo lo que ha hecho tengo que leerlo en el camino y papá me nota tan preocupada que se sienta a mi lado.
—Si quieres devolverte y quedarte con ellos, ve, yo veré qué hago y cómo me encargo de tus hermanas.
—Estoy bien —sería una alimaña si los dejo tirados a la deriva sabiendo que me necesitan.
Me encargo de todo dando el aval para comprar nuestra propia avioneta. Estando en Moscú buscamos un hotel para poder organizarnos, ya que una vez fuera de aquí hay que tener ojos en todos lados. Papá se encarga de lo de Sam y vuelvo a los mismos afanes de siempre, eligiendo un punto de encuentro para reunirme con los que me siguen; es un restaurante con parasol cerca de la Plaza Roja donde me esperan Brenda, Stefan, Simon, Alex y Parker, quienes me ponen al tanto con más detalles de la situación. El pakistaní que conseguí se unió al de Bratt, el número de soldados aumenta cada vez más y Dominick me confirma lo que ya sabía y es que, al parecer, los halcones empezarán a formar soldados. La nación de donde vienen empezó a entrenar.
—Entonces te vas a ir —increpa Alex en tono de reclamación.
—Si, tengo que conseguir gente, Antoni no se va a quedar quieto y necesitamos defendernos —contesto—. Ya habías dicho que ibas a velar por la seguridad de los mellizos, así que ya sé que te vas a quedar aquí.
Miro a Brenda que está con Parker.
—¿Cuándo nos vamos? —me pregunta y siento su duda.
—Si te quieres quedar, estás en todo tu derecho.
—Tú me necesitas más.
—Esto es una locura, Rachel —me regaña Parker—. Basta ya de tanta terquedad, se supone que la enemistad se acabó.
Me levanto, de por si se cree mi hermano mayor y a eso tengo que sumarle que le estoy quitando a Brenda. Papá aparece con unos lentes puestos y un vaso de licor en la mano.
—¿Estás embriagándote? —le pregunta Alex.
—Maté a mi esposa, mi hija mayor está casada con Christopher Morgan, mi hija menor está en un matrimonio arreglado con el Boss de la mafia rusa y su suegra me cae como una patada en el estómago —contesta—. Sam me odia, detesto a mis yernos, Antoni se alió con Bratt y hoy más que nunca me pesa el que no aceptaran los malditos gatos que les ofrecí.
—Que feo es ser ustedes —comenta Ivan—. Me puedo quedar con Sam, si así lo desean.
—Lo que deseo que te pongas a trabajar —lo despacho.
Parker convence a Brenda para que lo deje cuidar a mini Harry, ya que se niega a quedarse. No sabemos con qué nos vamos a encontrar en el viaje, así que termina accediendo y me despido tomando mi camino.
—¡Simon! —lo llama Luisa y este reacciona.
—Voy.
Volvemos al hotel donde todos se ocupan de lo que se necesita y me siento ida, papá es quien se encarga de entrevistar a los hombres que cuidarán a Sam, mientras yo mantengo la vista en la ciudad extrañando los momentos con mis pequeños. Las ganas de devolverme aparecen, pero hay muchas cosas de por medio.
Una de las cosas que más deprime a Sam es que esté con ellos. A Stefan, Christopher no lo va a querer en Rusia porque, para él, no sirve y debo tener un plan B con mi hermana menor, quien también está vulnerable y solo nos tiene a papá y a mí. La Élite también está en la mira de Antoni, de Bratt; son personas las cuales no tienen porqué ser obligadas a estar en un lado donde ni siquiera sé si se sintieron bien.
Mi semana está llena de mapas, planificaciones, llamadas y noticias. Rick se encarga de la mudanza de Sam e Ivan es quien estará encargado de ella, tomando todas las medidas. Los rusos ya empezaron a batirse a duelo con los italianos, no son los únicos clanes en busca de poder y mis días se resumen en buscar gente con la cual pueda defender a los que tengo. En Europa es complicado, porque está vuelto mierda, ya que Antoni le quiere quitar territorio a la Bratva y están arrasando con todo por lado y lado. La Yakuza, las Triadas y los estadounidenses quieren engrandecerse y no me queda más alternativa que viajar a Sudamérica a probar terreno con los grupos insurgentes que se esconden en las selvas.
Salgo con mis cosas listas para el viaje y antes de abordar saco el teléfono que me vibra con el mensaje que me da jaqueca. En unas semanas estará listo el medicamento que sigue para el tratamiento de Owen, le tienen nuevas vitaminas, pero quieren que vaya a recogerlas con su princesa, ya que es justo y necesario para ellos. Siento que la mentira me explota en la cara y si antes necesitaba encontrar soluciones, ahora más, porque sin Gehena debo irme a los extremos y era lo que no quería, ya que sin ellos mi única opción es Damon y para tenerlo tengo que quitárselo a Antoni.
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Feliz Cumpleaños para: Pam T, Lea T, Alexa, Danna, Laura Sofía, Estela, Rachel Martínez, Milu, Miri, Dari, Yham, Nayaret, Joselyn, Mili, Elizabeth, Sophia, Heli, Daikiry, Anahi, Rosio, Daymelis, Dannia, Yolanda, Celena, Katherine, Tessa, Yoli, Agustina, Ale, Jane, Ingrid, Karen, Mariela, Macarena, Angie, Melani, Isa, Mafe y Ori, espero que Dios las bendiga y cumplan mil años más.
Besitos.
Con amor.
Eva .
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