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CAPITULO 24


Negativo.

Rachel.

La nieve espesa se ve desde lo alto de la avioneta aumentando la ansiedad al percatarme del enorme bosque que se ve a lo lejos, el frío tiene el panorama gris y me preparo con Laila afanada, queriendo devolverme lo antes posible. «Tengo muchas cosas que hacer»; Antoni está suelto, ¡Suelto! Bratt ardido con el ojo sobre la Élite y sobre mí, como cosa rara. Divido las balas que trajeron preparando las armas, mientras papá hace lo mismo alegando con Sam que quiere ir.

—El...Bo... La persona que va adelante, la cual abordó el helicóptero en el comando —explica Patrick— tiene la ubicación exacta.

—Trabajan con tus dispositivos, la debes tener, así que dánosla —le alega Laila.

—No.

—No estamos para trabas —lo regaña papá—. Mi hija y mi nieta están en peligro en manos de un desequilibrado ambicioso que tiene una seria aversión hacia las mujeres de mi familia.

—No, no son trabas, solo que no la tengo y ya —se defiende—. Descendemos en dos minutos. El perímetro es seguro, Salamaro tiene hombres de confianza que rondarán y sellaré la avioneta acorazada para que nadie entre en lo que volvemos.

Me termino de preparar cuando la aeronave empieza a descender, papá se distribuye las balas por todo el cuerpo, no se ha sentado desde que partimos y me siento igual que él.

—Sé que están alterados, pero lo mejor es manejar la calma —me pide Alexandra—. Patrick y Christopher se han esmerado por ganarse la confianza y el respeto, todos los miembros de esta organización saben de la enemistad Romanov James y es entendible el desespero, sin embargo, tengan en cuenta de que si llega a pasar algo con los Romanov en sus tierras, a Patrick y al coronel se les acusará de traer al enemigo. Conocen a Abby y a los mellizos, con Antoni y Bratt sueltos, es mejor que quieran proteger a los niños y no irse contra ellos si se rompen los pactos.

—Solo vinimos por Emma —me toma papá—. No vamos a dañar su perfecta alianza.

—Si, pero...

Me agacho a darle un beso a mis hijos dándole instrucciones a Gauna que se queda con Luisa, Cayetana e Ivan. Me altera dejarlos, pero tengo que ir y recuerdo una y otra vez que no tardaré. Sam insiste en ir y estoy tan desesperada que me toca acceder, ya que no estamos para entrar en discusiones, sigue con el chaleco puesto y Patrick es uno de los que baja primero junto al coronel. El helicóptero ya aterrizó y el maldito de Ilenko Romanov va afanado más adelante.

—Solo síganme —pide Patrick antes de enfocarse en el coronel —. Thomas está adentro, anoche le comentó a Salamaro que quiere verte con urgencia.

Asiente poniéndose la ametralladora sin decir nada y no quiero pensar mal, pero lo mínimo que podría hacer es decir que no quiere saber nada de él, ya que es una completa porquería, sin embargo, no lo hace y ha de ser porque no lo piensa.

Las puertas de la avioneta se sellan y nadie mira mapas, simplemente me apresuro a seguir a Patrick adentrándome en el espeso bosque que me absorbe junto con los demás. «Me enoja tanto que no voy a decir ni el nombre», pero quien tiene el localizador se mueve rápido tomando camino el cual no es para nada fácil.

La nieve dificulta el trote con subidas y bajadas que provocan caídas, raspones y tropiezos. Sam trata de mantener el ritmo mientras que papá trata de que no se lesione en el intento.

—Thomas le pidió a los Vory v Zakone que entraran—avisa Patrick agitado con el auricular en el oído y el coronel sigue actuando como si nada— ¿Me oíste?

No le contesta, «la confianza que le tiene al tío hace que ignore cierta cosas», el que le dejara la custodia de los mellizos lo confirma y avanzo adelante apresurada, poniéndome a la par del otro hijo de perra, el cual ya no sé qué más miserable quiere que sea.

Ninguno le dirije la palabra al otro. El sitio se vuelve cada vez más espeso, húmedo y difícil, el frío empieza a volverse intolerable, sin embargo, sigo corriendo agitada con los demás.

La angustia empieza a consumirme con el desespero que genera el ambiente, ya que es difícil que alguien no pierda la cordura en medio de lo que parece el entorno de una película de terror.

Laila se detiene a vomitar con el cuerpo que se halla en una de las bajadas, a Sam le pasa lo mismo, ya que es una mujer con un recién nacido el cual está en su mismo estado. Mi hermana se aturde y los últimos descensos son las más aparatosos, sin embargo, no se para, por el contrario, se aprieta el paso cuando un montón de ladridos empiezan a oírse a lo lejos, al igual que voces de personas que solo me agitan más cuando Patrick avisa que son los hombres de Thomas.

—Corre —me dice papá—. Hay que llegar...

El disparo que truena cierra mis ojos auto convenciéndome de que no es ella, el que sigue hace que me repita que tampoco es mi sobrina y continúo lo más rápido que puedo hasta que...

Su figura aparece a lo lejos desatando los gritos de Sam y el golpe que fractura mi tórax, porque sé lo que se siente el que te persigan, sé lo que se siente el tener que huir a las malas y su aspecto me dice que tuvo que hacer más que eso, ya que luce como un animal el cual lleva días a la deriva recordándome que Liz, pese a estar muerta, fue una de las personas que más he odiado y sigo odiando, porque de no haberme provocado tanto nada de esto hubiese pasado.

—¡Emma! —la llama Sam y voltea empeorando todo al verle la cara maltratada, las lágrimas no las puedo controlar y solo quiero llegar, solo quiero abrazarla y pedirle que me perdone por pasar por alto las bromas de "Llévame a Londres que Phoenix no sabe de estrellas".

"Rick quiere volver al ejército, amo a mamá, pero lo apoyo a él, de hecho, lo hago tanto que no me molestaría irme a vivir con ambos".

Esa misma, esa misma chica risueña que salía con un montón de ocurrencias siendo ella, ahora toma impulso mirándonos como si fuéramos producto de alguna alucinación, sin embargo, trata de correr hacia donde estamos, pero...

Otro disparo truena de la nada congelándola, alcanzo a ver la figura de Thomas Morgan perdiéndose y siento que el tiro me lo pegó a mí, quintuplicando la maldita quemazón que sentí cuando perdí a Harry, cuando perdí a Reece...

—¡Ya voy a llegar! —le digo a ella— Ya voy a llegar, cariño...

El dolor que me provocó ver partir al coronel es el mismo que ahora vuelve a bofetearme con ella, quien cae de rodillas con la barbilla temblorosa. «Quiero abrazarla», atraparla antes de que se vaya al suelo y en eso me concentro apresurandome a tomarla, llenándome de su sangre cuándo su cuerpo se une al mío. El llanto no me deja hablar, empiezan a dispararle a la gente de Thomas que sale no sé de adónde, consiguiendo que papá responda sacando el arma, «Y no sé nada»... Emma se me está desangrando, no veo a mi sobrina...

—Tranquila ya va a pasar... Me voy a encargar...—trato de acomodarla al sentir cómo tiembla.

—Mamá...

—Lo sé —sollozo y Sam cae frente a ambas—, pero papá está con nosotras y todo va a estar bien, ¿Vale?

Le aparto el cabello de la cara llena de moretones, está irreconocible y mi hermana trata de ubicar la herida. Le dispararon en la espalda y sigo sin sentirme preparada, ya que odio que la vida me haga esto quitándome a los seres que amo.

Alzo la vista para buscar a Amelie y la zozobra incrementa la rabia, porque dije, dije que no iba a volver a repetir esto. Su sangre no deja de empaparme, papá desesperado me hace preguntas que no puedo responder y a Sam el llanto tampoco la deja hacer mucho.

—Haz algo Sam —le pido mientras los disparos se vuelven violentos— ¡Hazlo ya!

Mis reflejos responden levantándome antes de llevar la mano a mi arma cuando Ilenko Romanov se me viene encima apuntandonos furioso, consiguiendo que Sam se aferre a Emma.

—¡Suéltala, hija de puta! ¡Lárguense con la rata que la vendió! —me reclama, a la vez que el cañón de Rick queda contra él y el de Aleska contra mi padre.

—¡Maldita sea! ¡Caigo yo y caen todos! —espeta el coronel alzando el arma consiguiendo que Laila mueva el cañón de su pistola a su dirección— ¡Bajen las armas o la masacre la empiezo yo!

No se inmuta, no me inmuto, ya no me importa nada y...

—Papi —espetan desubicándome— ¡Papi, lastimaron mucho a mi mami!

Los ojos del ruso se enfocan en mi sobrina que aparece, congelándome con la palabra que dijo.

—Papi...

Rick queda igual notando las ganas que tiene ella por llegar a él y la forma en que la detalla me hace mirar a Christopher que sigue con el arma en alto al igual que todos. El gris de sus ojos se conecta con el azul de los míos, y sin decir nada siento que le grito el estremecimiento cargado de dudas que me abarca.

—Baja el arma, Rachel —me dice—. Es su hija, vino por ella, bájala...

La miro y no, no hay manera de que alguien como ella, que es mi sobrina, pueda venir de él.

—Ella no...

Aleska Romanova se apresura a tomarla y sigo con el arma en alto, «Me están mintiendo». Llevo el dedo al gatillo otra vez, pero el coronel se me viene encima e intento inmovilizarlo, sin embargo, me lleva al piso a la vez que Patrick ataca a Rick dejando que tomen a Emma, ya que el ruso aparta a Sam quien le suplica que la suelten, pero ni siquiera la escucha. Su maldito rencor de mierda traspasa los límites, llevándosela como siempre lo hace.

—¡Suéltame! —le peleo al coronel— ¡Suéltame!

Quiero zafarme para seguirlo, Papá intenta hacer lo mismo forcejeando con Patrick y logro apartar al hombre que me toma, pero me lleva la espalda contra el suelo. Los que venían conmigo le piden que me deje mientras le sigo pataleando. Laila quita el seguro del arma con el que le apunta, pero ni así me quita las manos de encima.

—¡No puedes hacer una puta mierda, entiendelo! —me grita— ¡La perdiste hace mucho y, como siempre, te niegas a resignarte, maldita sea!

Las palabras duelen, se aleja soltándome y me incorporo. «No están», la imagen del disparo, de como estaba, no deja que el llanto pare.

—Ya, por favor —pide Patrick dejando a Rick que se levanta queriendo seguir al Boss mientras que yo no puedo dejar de mirar la sangre de mi hermana.

Thomas Morgan no tenía que ir a buscar a nadie, la opresión a mi familia me hostiga disparando la rabia que me levanta en busca de ese mal nacido infeliz.

—¡Rachel! —ignoro el llamado de Sam tomando el camino por donde lo vi perderse.

«Sus pies», su cara, la imagen de ella luciendo como lucía yo en años pasados me enciende por dentro corriendo con más fuerza sacando la Glock, «Sé que están aquí» y continúo dispuesta a cargarme a ese maldito.

El cansancio no lo siento, solo corro harta de todo, escucho los pasos que me siguen, pero ni así paro apresurando el paso hasta que kilómetros más adelante aparecen varios sujetos de espaldas recogiendo no sé qué. Un grupo grande se está yendo y mis pies se frenan soltando los disparos que van a una sola dirección y es a las cabezas que atravieso cuando apunto a varios desprevenidos, apretando el gatillo una y otra vez hasta que de la tienda sale el malnacido que busco.

Aparece dedicándome una mirada cargada de odio cuando le apunto con firmeza y las ganas de matarlo toman más fuerza; un disparo es poco lo que se merece, sin embargo, coloco el dedo en el gatillo atinándole al entrecejo, pero...

—¡Ya no más sangre! —el cuerpo de Sam impacta contra el mío desviando el cañón cuando me mueve haciéndome caer— ¡No aprendes que esta gente no vale la pena! ¡Vámonos ya!

—¡Otra vez con esa perra mal nacida! —espeta Thomas cuando ve al coronel que se adelanta ignorando a los hombres con pinta de peleadores del Mortal Cage que se toman el sitio rodeándolo— ¡Vas a arruinarte todo otra vez!

Le lanza un puñetazo al primero entrando en una disputa contra cinco donde el coronel le patea el pecho a quien se interpone delante de su objetivo y alcanza a tomar a su tío, con el que rueda en el piso. Varios se suman a defenderlo cayéndole a Christopher, cruje el cráneo del primero que se le abalanza encima, en tanto Thomas se suelta por mínimos segundos, ya que el padre de mis hijos lo toma otra vez y uno de los peleadores le encesta un puñetazo en la nariz consiguiendo que otros lo pateen para que lo suelte.

La pelea continúa mientras papá intenta ir por Thomas, pero otros dos sujetos se le atraviesan empezando con los golpes del general en la mandíbula de uno, en tanto otro le quita el aire con el rodillazo que le propinan en las costillas. Patrick intenta meterse, sin embargo, no puede con la cantidad de peleadores que acorralan al coronel, mientras que yo trato de quitarme a Sam de encima.

—¡Vamonos! —insiste negándose a soltarme— ¡Ya es suficiente!

Los demás entran a la contienda, el coronel sigue rodeado, Thomas logra zafarse y a las malas quito las manos de mi hermana yendo por el hermano de Alex que intenta huir con los hombres que tenía, derribo a los que tengo en la mira con disparos certeros, los cuatro cuerpos se desploman en el piso, mientras los demás lo siguen perdiéndose. Tomo impulso para seguirlos y...

El que el coronel no se levante tan rápido como lo haría me hace voltear notando las gotas de sangre que salen de la herida que sujeta, «Lo apuñalaron o cortaron, no sé, pero sangra». Alexa se apresura a ayudarlo, pero...

—¡No me toques! —la quita— ¡Hagan lo que tengan que hacer y lárguense de aquí!

—¡Se está yendo Thomas! —me avisa Laila y mis pies no quieren avanzar viendo al coronel así, sin saber cómo va a terminar.

Lo de Gehena me da cierta desazón porque algo me dice que no fue un simple prisionero y me enoja el absorber las sugerencias de quien ahora no puedo tomar como ejemplo. No a quien antepone su imagen antes que nosotras.

Me muevo rápido cuando el coronel medio tropieza y alcanzo a tomarlo, pero quita el brazo a las malas apartandome.

—Tenemos que salir de aquí —comenta Patrick—. Ya viene el helicóptero.

—Necesito ir por Emma —se desespera papá—. Vayan ustedes que yo...

—Señor Rick, este lugar es peligroso, trataré de conseguir noticias, pero no podré dárselas si se va —le insiste—. Vamos a un lugar seguro y ahí toman decisiones.

«Tengo que ver a los mellizos o despedirme al menos». Christopher sigue adelante y me paso las manos por la cara, no sé cómo está mi hermana, no me entran en la cabeza las palabras de mi sobrina, no sé qué tipo de información importante pueda estar dando Luciana y siento que cada día me agoto más.

Limpio las lágrimas de mi rostro, mientras avanzo al sitio donde está la aeronave que nos va a sacar, la cual lanzan la escalerilla. El coronel sube primero yéndose contra la lata mientras yo hago lo mismo al frente dejando que los otros suban. Está sudando y tiene mal color.

—Ten un poco de agua, hermano —le da Patrick—. Tuve que abrir la cabina de la avioneta para que Salamaro se encargara de ellos.

Se hace silencio y los brazos me arden por los arañazos de Sam cuando trató de tomarme. Laila me pregunta si estoy bien mientras sobrevuelan las montañas que quedan atrás, el clima empeora y después de varios minutos la zona cambia

El clima cada vez está peor, el coronel es el primero en bajar ignorando a todo el mundo. «Ni atención le pongo», tengo demasiadas cosas en la cabeza, como el tener a mi familia completa para poder irme.

Patrick me alcanza comentando que a Emma le sacaron la bala y que mi sobrina está "bien", pero eso no es suficiente teniendo en cuenta los hechos.

—Anda —me anima Alexa—, sigan o se van a congelar aquí.

El coronel, Patrick y Alexandra entran primero, los mellizos están en la alfombra y Owen alza la vista en mi dirección con los lentes puestos, mientras que Milenka se apresura al sitio de Christopher.

—¿Qué te pasó? —empieza Milenka— Me dijiste que mi papá estaba comprando la vaca, nani...

Patrick no ha terminado de cerrar la puerta cuando ya la están tocando, consiguiendo que el coronel se voltee con la llegada de los hombres altos y tatuados que me hacen sacar el arma cuando reconozco a Uriel Romanov.

Los tatuajes en el cuello y en los brazos me hacen saber que son los Vory v Zakone.

—Thomas Morgan dice que eres un traidor —le dice al coronel—. Que incumbres y callas.

Aparto a mi hija cuando el coronel se voltea pateando la mesa de madera que se supone que sirve de decoración, pero termina vuelta pedazos.

—¡Que venga y me diga las mierdas en mi cara! —espeta— ¡No tengo nada que ver con ese payaso y sus complot no hacen más que demostrar lo ridículo que es!

—Está lanzando acusaciones serias —le replica el rubio—, la Bratva así no quiere trabajar hasta que se solucione todo esto, ya que tu tío está confundiendo a todo el mundo y te respetamos, pero aquí hay muchas dudas y pocas respuestas; problemas que traen más problemas, cosas que nunca han pasado están pasando ahora y eres un líder de peso, sin embargo, la hermandad tomó la decisión de congelar todo hasta que las cosas se aclaren —me mira—. No saldrá nadie de Alaska mientras tanto.

—No nos pueden obligar a... —intenta decir Luisa.

—Cállate que aquí nadie te invitó y por ello no opinas —increpa el coronel—. Hay que informarse antes de venir a joder que esto no es la mierda de la mafia italiana donde estaban.

Nos da la espalda encaminadose a la escalera.

—Dile a Thomas que lo mejor es que se largue o que sea más inteligente y se pegue un tiro de una vez —desaparece cuando alcanza el último escalón.

—¿Dónde está tu jefe? —le pregunto al rubio y clava la vista en la escalera—. El otro, imbécil...

—Eso queremos saber todos —contesta enfocándose a Patrick—. Dile al Vor que el príncipe de Gehena está en la fortaleza.

Se retira aumentandome la jaqueca, Patrick es otro que se va y hay tantas cosas que hacer que no sé ni por dónde empezar.

—¿Qué hago para cenar? —me pregunta Cayetana y Milenka me repara con ilusión— ¿Quiere venir a ver la alacena?

Nadie le contesta y tomo la mano de mini Chernobyl llevándola a la sala.

—Sé que está estresada, pero a veces meterse a la cocina ayuda, además le pregunto porque es la señora de la casa y de donde vengo...

—No lo es —la corrige Sam—. Pronto nos iremos.

Me dejo caer en el sofá y los demás hacen lo mismo formando un silencio incómodo, el cual hace que Milenka se vaya al escritorio donde está la computadora casera que usa Rick mientras que Owen sigue jugando con su carro.

Ivan no deja de mirarnos, Sam se frota los brazos como si no supiera qué decir, Gauna tose y papá no deja de teclear no sé que en la computadora.

—¿Y cómo les fue? —pregunta Luisa.

—El ruso no nos quiere entregar a Emma —contesta Sam preocupada— y al parecer a Amelie...

—Está aturdida por la situación y sin querer le dijo "papi" al maldito de Ilenko Romanov —me levanto con la punzada que me da en el pecho al recordar la palabra—. Este conflicto le está quitando la cordura a las personas...

Rick no deja de teclear arrugando los ojos frente a la pantalla.

—¿Qué estás haciendo papá?

—Busco casas en Tijuana, ya que nos cambiaremos el nombre y empezaremos una nueva vida vendiendo ropa, droga o lo que sea —sigue—. No vayan a desempacar nada.

—Los niños pobres venden cosas en la televisión —se queja Milenka—. No soy como los niños de la televisión...

—¿Oyeron lo que dijeron del príncipe de Gehena? —increpa Sam.

—Hay que empezar a planear, señor James. Si vamos a estar aquí hay que salir con algo adelantado —propone Laila—. Puedo empezar a buscar contactos.

—¿O qué tal Tanzania? —sigue Rick.

—Ese señor aseguró que tenían al príncipe...

— ¡No me importa el príncipe de Gehena, Sam! —se exaspera papá— ¡Ojala se mueran todos! ¡Él, Christopher, el mafioso, el otro mafioso y todos los fastidiosos con pito que ya me tienen harto!

Owen voltea a verme, mientras camino al sitio de papá cerrando la computadora. Tiene la cara roja y las manos vueltas puños.

—Lo siento cariño, esta situación me está superando; Em, tú, Sam, mis nietos —confiesa tratando de contenerse—. Necesito verlas bien, a salvo y tranquilas, pero como si no fuera suficiente con el coronel, ahora aparece este ruso desgraciado...

—Pronto nos iremos, cálmate —Sam se levanta a masajearle los hombros y lo entiendo, porque no sé qué gana Ilenko con esto.

No comprendo a qué juega o qué más daño quiere hacer y no le creo nada, porque lo conozco, lo he estudiado; mi hermana no es su tipo, ni su estilo, ni su prototipo y lo sé porque he visto las mujeres con las que anda, y por ello no me cabe en la cabeza. Temo a que esto sea solo otro de sus juegos aprovechándose de la situación de Emma con Vladimir.

Laila empieza a hablar sobre lo que sigue después de esto, mientras camino por la sala donde inconscientemente mis ojos se desvían a la escalera de vez en cuando y no sé ni por qué, si los niños están aquí. Sam insiste con el tema de Cédric y no puedo pensar en eso ahora.

Pasan cuatro horas, los que tienen apetito comen, «Yo no», Cayetana le da de cenar a los niños, Patrick baja con Alexandra y me trago la pregunta que surge en mi garganta queriendo indagar sobre la herida del coronel.

—Thomas no se fue, ni se retractó —avisa Alexa preocupada—. Por el contrario, le sumó más peso a las acusaciones...

—Detesto a ese maldito viejo —se queja Patrick—. Sale con eso justo ahora que tomamos el comando.

—¿Qué tenemos que ver nosotros? —increpa Sam— Lo justo es que nos dejen ir, ya no queremos más problemas.

—¿Nos llevas a la cama? —pregunta Milenka.

—Claro cariño.

La alzo dejando que envuelva las piernas alrededor de mi torso, «Amo hacer esto». Tomo la mano de Owen que está haciendo figuras en el vidrio y subo con ambos a la habitación donde me guía Cayetana.

—Habla con Christopher y explicale que debemos partir —pide Laila un tanto preocupada—. Antoni ha de estar haciendo planes, tomando ventaja y es el Vor, seguro ha de tener información que nos lleve al paradero de tu hermana.

—Vamos a la cama —me insiste Milenka moviéndose.

—Todavía me acuerdo cuando vinimos a ojear esta casa con los niños antes de irnos a Rusia, les dejé un par de prendas de ropa aquí por si acaso —me dice Cayetana—. La mansión de Moscú es tres veces más grande, pero le falta mano femenina, ya que a mí, que soy una sirvienta, no me hacen caso.

Surge la espina de incomodidad, la cual me recuerda que me emocionaba hacer ese tipo de cosas. Durante el embarazo, en varias ocasiones, imaginé cómo acondicionar mi hogar, comprando cosas y decorando la alcoba de los mellizos que ayudo a cambiar antes de acostarlos.

—No eres una sirvienta, Cayetana, eres su nana —froto su brazo—. Agradezco que los cuides tan bien, probablemente tenga menos tiempo a partir de ahora.

Owen se acuesta de medio lado y le doy un beso a cada uno antes de salir, ya que se ven cansados, el que Milenka no esté saltando en la cama me lo dice y tampoco quiero transmitirle mis preocupaciones.

—¿Dónde está el coronel? —pregunto cansada.

—En su alcoba, no quiere ver a nadie.

«Qué novedad». El que quiera o no que lo molesten es algo que no voy a tener en cuenta ahora.

Le doy un último beso a mis hijos antes de encaminarme a la alcoba de su padre lidiando con la rara sensación de nerviosismo que emerge cuando estoy por llegar a la puerta que golpeo sin recibir respuesta alguna. Insisto, no abre y cansada giro el pomo que cede.

Lo primero que miro es la cama teniendo en cuenta que está herido, pero me equivoco, ya que la cama está vacía y mis ojos se mueven al sofá donde...

El jadeo masculino que capto eriza mis vellos, removiendo mi fibras, yace de espaldas en el mueble que está frente a la ventana y el sonido se repite lanzando la advertencia, la cual me pide que me vaya, pero ignoro entrando de todos modos.

Es sencillo deducir lo que está haciendo, ya que con la agitación lo dice todo y es tan descarado que mis pasos no lo detienen, por el contrario, continúa mientras me aproximo.

Vuelve a jadear poniéndome a pasar saliva, mi sombra se pierde con la del sofá y desde mi puesto veo lo enorme polla que tiene en la mano. La camisa semi abierta sólo deja ver una parte de la herida, la cual juraría que solo medio se trató y no entiendo como no le duele al agitarse el miembro como lo hace sin importarle que esté aquí y me tenga de frente, viéndolo.

Del glande rosado emana el líquido preseminal que hacen que mis senos cosquillean, las venas que se remarcan envían contracciones a mi sexo y se ve tan duro que hago fuerza en mis muslos gritándole a mis piernas que ni se les ocurra moverse, así como le exijo a mi voluntad que no se atreva a traicionarme, aunque sea dificil mantener la cordura al verlo masturbarse con tanto brío.

Se empina la botella que tiene en la mesa de al lado. El cabello húmedo le cae sobre las cejas avivando el aura tóxica sexual que desprende, pese a los años y a los moretones, sigue siendo el prototipo de hombre físicamente perfecto, el cual me enoja al sentir las ganas que se atascan y quiero borrar, pero terminan empeorando cuando le suma fuerza al movimiento desatando el derrame que se autoprovoca, dejando caer el falo aún duro y untado sobre su abdomen.

—¿Terminaste? —pregunto por cómo la tiene. No es raro que quiera seguir y es que ni siquiera lo guarda.

—¿Tú terminaste de babear? —se empina el whisky otra vez— De seguro no, así que toma eso como una respuesta.

Sigue aferrado a la botella

—Nadie quiere mi presencia aquí, sabes lo que necesito y esa es la ubicación de mi hermana, así que dímela que debo partir.

Se pone en pie medio acomodándose el miembro bajo el boxer que deja ver el pantalón abierto.

—No sé una mierda, date cuenta que no eres la única que tiene problemas... ¡Oh no, eso es pedir mucho! —espeta con sarcasmo.

La cercanía hace que afirme los pies en el piso cuando acorta el espacio, el olor al alcohol debería exterminar las ganas de sexo que me provoca, pero no y me maldigo por dentro.

— Lo cierto es que me callo porque se me da la puta gana, ya que hago parte de la secta que vive para joderte ¡Esa es la única verdad, así que lárgate a creer eso, que es lo mejor que sabes hacer y no me jodas!

Vuelve a tomar la botella, está ebrio y contestarle no tiene caso, decir lo que se siente menos y por ello me retiro volviendo a la primera planta. Papá está frente a la ventana preocupado y mi cara como que le dice todo a Laila, ya que no pregunta nada, así que me enfoco en Patrick en busca de noticias.

—Cuando algo malo pase se los digo, tranquilos —pide mientras Alexa me da una taza de té y me dejo caer en el sofá.

Recuesto la cabeza en el hombro de Luisa con la taza entre mis manos, no sé que me tiene más cansada; lo que pasó o el saber el montón de cosas que tengo por hacer, además Antoni está suelto, Bratt ardido, la Élite en el aire... Los liberé y la cara de los que están me dicen que han de estar preocupados por lo que pasará.

Bebo lo que me dieron queriendo apartar la imagen del coronel de mi cabeza, el genio se me descompone, porque no es momento para pensar en eso teniendo en cuenta lo que estamos viviendo. Dejo la taza e intento cerrar los ojos por un rato, pero dicho momento se extiende, ya que el cansancio me absorbe y cuando despierto ya es de día.

No sé quien repartió sábanas, pero tengo una encima, mientras que los otros duermen en los muebles.

Me levanto con las voces de los niños, aunque dormí, sigo cansada y busco el baño donde me las apaño para lavarme la boca y la cara. Las paredes de la casa están predominadas por vidrio, camino a la parte trasera buscándolos. Los mellizos están en el patio viendo al coronel a quien le da igual la herida que tiene y, en vez de estar en cama, tira de las cuerdas con la que cuelga un animal.

Saludo a Alexandra que está en una de las sillas bajo techo, ya que el patio está repleto de nieve y me atormenta Owen.

—Yo primero —dice Milenka agachándose frente a los diferentes fusiles que tiene en el suelo, mientras el coronel termina de amarrar.

—¿Qué hacen? —pregunta Sam preocupada en la puerta—. Se van a resfriar y Owen tiene problemas respiratorios.

—En el esquema de Christopher, hay una sección especial para los mellizos y abarca un gran número de cosas —explica Alexandra—. Creéme que un resfriado es lo que menos debe preocuparte.

Doy un paso para llamar a Owen, pero está concentrado en lo que hace Christopher mientras que Milenka sigue agarrando cosas. No me sale meterme en su relación con ellos, es su papá y sé que no haría nada que los perjudique. Sam sacude la cabeza cuando ve que no digo nada.

—¿Ya hablaste por el príncipe de Gehena? —increpa.

—Me acabo de despertar, tal vez luego.

Aburrida me voy a la cocina en busca del café que necesito y donde Cayetana está seleccionando utensilios para preparar el desayuno.

—A mis nenes les encantan los huevos esponjosos, les inventamos la receta con Step —me dice mientras sirvo el café—. Es el desayuno del fin de semana y hoy les toca.

«Ni sabia que era fin de semana».

—¿Cómo se hace?

—Traiga dos tomates, me ayuda y le muestro para que aprenda, ya que lo piden desde el miércoles —me hace reír y de inmediato voy por lo que me pide.

Me emociona todo lo que tenga que ver con ellos y pico el tomate dejando que me explique sobre los ingredientes, los cuales hay que dejar al vapor por un par de minutos antes de sazonar.

Voy revolviendo y me pasa un delantal contándome anécdotas de cuando eran pequeños.

—¿Entonces ahora le echo el pimentón? —le pregunto ansiosa, «Se ve que está quedando delicioso».

—Si y le bajamos un poco el fuego para que no se nos quemen los huevos.

La actividad resulta bastante satisfactoria y muero con los platos pequeños que hacen parte de la vajilla. Hago estrellas con la fruta y...

—Hoy tocan los huevos esponjosos, nani —reclama Milenka con Owen atrás.

—Y los estamos preparando —contesto emocionada revisando cómo están quedando, mientras me limpio las manos con una toalla, la cual dejo de mover cuando el coronel entra detrás reparando serio lo que tengo puesto.

No emite ningún tipo de gesto y es molesto el lidiar con la vibra fría e indiferente, actuando como si fuera una desconocida.

Pasa de largo y me enfoco en mis hijos acomodando los platos mientras sirvo lo que falta.

—Uno para Chernobyl y otro para... —pongo el de Owen— para el señor seriedad.

No es de reirse mucho y tomo asiento frente a ellos con Cayetana, cada quien toma los cubiertos y...

—Rachel, tienes una llamada de Gehena —me avisa Laila—. La persona se oye bastante urgida y dice que este es su décimo intento por contactarte.

—Vuelvo en un segundo —me disculpo tomando el aparato.

Es un sacerdote arzobispo el que me saluda con un tono triste y me voy a la sala, papá sigue frente a la computadora y Christopher se mantiene en el comedor rechazando el plato que intenta dejarle Cayetana, aceptando solo la bebida caliente.

—Lamento ser el portador de malas noticias, mi Lady —me dicen—, pero debo informarle que la familia real fue masacrada hace unas noches y tal acto fue cometido por los diabólicos mercenarios que escaparon, arrasando con los Skagen.

Siento que mi tensión arterial baja de forma repentina con los asquerosos detalles que me dan, mientras que no dejo de mirar al hombre con el que se supone que me casé, preguntándome si es que no piensa o si es que las neuronas le hacen cortocircuito.

—Estamos pendientes de la noticia de Cédric y la princesa, quienes son los únicos que quedan —continúa—. No sé qué pueda decirnos, ya decidimos aislarnos, mi Lady, porque tememos que ellos vuelvan a venir y no los queremos en nuestras tierras.

El coronel se empina el vaso como si nada e intento decir algo.

—Lo lamento mucho, padre —«Yo lo lamento el triple»—. Yo no... tenía idea y no sé...

—Oh entiendo, mi Lady, asimílelo con calma que no es una noticia fácil de digerir y llámenos cuando pueda. Estamos al pendiente, no importa la hora —se despide—. Dios la bendiga.

Cuelga dejándome con el ánimo por el piso y me encamino a su sitio.

—Tenías que arruinarlo —le reclamo al coronel—. No podías salir y largarte como una persona normal.

—No, no podía...

—Nada... ¡Nada te costaba salir sin hacer eso!

—¡¿Y dejar que creyeran que pueden venir por mí otra vez?! —se burla levantándose— Dejar la brecha abierta para que salgan a quitarme más tiempo, pues no...

Aparta la silla a las malas.

—No tengo tiempo para esas pendejadas, no tengo tiempo para irme por los bordes como lo haces tú. Yo mato, aniquilo y extingo al que no le guste de malas —esclarece—. No me la voy a pasar toda la vida solucionando problemas solo por hacer lo "correcto". Si para tener lo que necesito tengo que matar a medio mundo, lo voy a hacer y ya.

Se larga dejándome con los nervios de punta, las ganas de llorar emergen, pero no las dejo salir y el estrés no me deja pensar en nada. Owen tiene suministros para unos meses, pero ¿Y después?

Laila llega con los demás hablándome de trabajo y esta vez no capta que no quiero hacer nada. La rabia que tengo me trae una idea descabellada a la cabeza y la termino sacudiendo, ya que habría que ser muy ruin...

Escucho lo que me dicen y el intercambio de información, mirando opciones por el móvil, el cual absorbe mi día. Patrick no da malas noticias todavía, pero lo de Emma es algo que tengo que agilizar, Sam es otra que se quiere ir y no deja de demostrarlo.

A Luisa le preocupa Simon, ya que basándose en la información de Alexa, el comando no es algo seguro, debido a que Thomas tiene a todo el mundo con dudas y si se les da por retirarse volverían al mismo punto.

La noche llega otra vez, la mayoría se levanta a comer y sigo viendo, quedándome sola, hasta que llega Owen paseando el carrito por el sofá. Milenka está arriba y él pasa las ruedas por el brazo del mueble colocando en este la carátula de CD que no le había visto bajo el brazo.

«Es una película de Cars» y ya veo, que como Christopher, no sabe decir las cosas.

—¿La quieres ver? —la tomo y se encoge los hombros— Si quieres verla, solo dímelo, amor.

Lo tomo, «Está precioso mi hombrecito». Le pido ropa prestada a Cayetana que saca la excusa de que no me va a quedar, pero algo de respaldo ha de tener aquí también. Tomo una ducha colocandome el vestido que según ella es lo único decente, me queda ancho y dejo que se lleve mi ropa a la lavadora.

Son casi las nueve y le pido que se vaya a descansar, ya que me quedaré con los niños por esta noche, «Necesito un par de horas que le den descanso a mi cerebro». Pongo la película en el DVD, arreglo la cama y los subo; los créditos empiezan y les pido que me guarden espacio, mientras bajo a ver si en la alacena hay palomitas.

«Si hay». Las meto en el microondas buscando un cuenco en las gavetas de abajo, pero el sollozo que capto en el comedor hace que asome la cabeza. Las luces están apagadas, sin embargo, reconozco la figura de la persona que levanta su vaso en la penumbra; «Sam».

Me encamino a su sitio prendiendo la luz y de inmediato se limpia la cara.

—¿Estás bien? —pregunto.

—Si —respira—. Solo estaba bebiendo té...

Oculta el rostro, pero el movimiento de sus hombros la delata. Si lo de Luciana me dolió a mí, no me quiero imaginar lo que fue para ella que la tiene como un ídolo.

Corro la silla alcanzando su mano, esta situación cada vez es más difícil para ella, ya que no está acostumbrada.

—Quiero irme —me insiste—. Ya tú tiraste el anillo, ahora anhelo que Emma tire el collar, largarnos lejos a Tijuana o donde sea que tenga planeado papá.

Mantengo la mano en el mismo sitio.

—Sé que mamá actuó mal, no la voy a justificar, pero ¿No crees que todo esto se podría evitar si dejas las armas y buscas una vida normal lo más lejos posible? —inquiere— Emma, tú y yo. Te lo dije una vez, eres inteligente y puedes elaborar un plan así, ¿Qué viene a tu cabeza cuando piensas en un futuro? —pregunta—. Te imagino siendo, no sé... Con un moderno apartamento de soltera como maestra..Em entrenando, yo ejerciendo, papá ayudando con los niños... Puedo buscar lugares muy recónditos, sé hacerlo, ya que al querer ser voluntariado de beneficencia investigué muchos sitios, así que puedo hallar ese sitio si me dejas.

Imagino el escenario y la sonrisa me sale sin ganas porque no encuentro el pálpito que sentía cuando...Aprieta mis dedos recordando a la hermana que tomaba mis cuadernos haciendo líneas en los bordes, ya que, según ella, no se veían "Estéticos". La que organizaba mis libros y son pequeños detalles que se aprecian cuando sabes que por tu culpa ya nadie es feliz.

—Gracias por quedarte, creo que le ha servido de ayuda a papá.

Ambas miramos el vaso del té y... Sé que Rick y esto no es un consuelo suficiente y me siento mal de verdad.

—Logan es perfecto —comenta de la nada—. Querías saber cómo era y esa es la única palabra que lo define. Lo nuestro empezó en el primer semestre y se consolidó cuando juntos nos convertimos en los mejores de la facultad de medicina.

—Se oye muy cliché —bromeo sonriente.

—Bastante, su familia me adora, se alegran mucho de mis logros y hasta han organizado reuniones en mi honor.

Habla de ellos y entiendo el porque de extrañar tanto su vida, es una mujer hermosa, talentosa e inteligente, la cual no tenía complicaciones. El tono triste no desaparece en la charla y eso me obliga a quedarme, ya que siento que lo necesita.

Insiste con la idea dándome los pro, pidiéndome que piense en ella, en papá y en la tranquilidad que nos merecemos. Se centra en que Owen necesita reposo, que calmada podré buscar mejores soluciones, como medicina alterna sin tener que vivir entre explosivos y súplica tanto que termino asintiendo, aceptando la propuesta de mirar lugares.

—Veré enseguida —se anima—. Si quieres vamos...

—Entiendo, ve y te avisaré lo que haya recolectado.

Muevo la cabeza acomodándome el asiento en el que estaba. «Las palomitas», me apresuro a hacerlas

—Te veo mañana —le hago saber volviendo a la cocina donde meto la bolsa en el microondas.

Se hacen rápido y con el cuenco subo apresurándome a la puerta, pero la desilusión llega cuando encuentro a los mellizos dormidos con la tele encendida. Los créditos de la película llevan no sé cuántos minutos y dejo caer el cuenco en la mesa.

Los arropo con un nudo en la garganta, apago las luces y cierro la puerta saliendo al pasillo oscuro donde respiro hondo, el coronel está entrando a su alcoba y el pecho se me remueve cuando medio me mira antes de entrar.

Involuntariamente doy dos pasos hacia el sitio y...

—Rachel —vuelve a subir Sam agitada—, Patrick tiene noticias.

De inmediato, bajo encontrándome con el capitán en la cocina.

—En tres días se hará un juicio en la Bratva sobre el tema de Thomas y las James —me dice.

—O sea que nos iremos pronto —increpa Sam y Patrick calla tomando aire por la boca mirando a Alexa.

—Thomas dijo que la única forma de que escuchen a Ilenko es si entra con la cabeza de Emma en la mano —dice helándome—. Y ya confirmó que estará, porque vive y muere por la Bratva.

El nudo crece en mi pecho viendo los ojos empañados de papá y Sam se sienta en las escaleras temblorosa.

—Miércoles 9pm —confirma Patrick y asiento.

—Confirma que también iré.

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