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CAPITULO 20

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Prioridades.

Rachel.

Se siente bien despertar al lado de dos miniaturas. Me estiro bajo las sábanas buscando sus brazos sobre mí, pero cada quien está en su puesto sin el más mínimo atisbo de apego fraternal mañanero. Milenka se mantiene boca arriba con la cabeza torcida y Owen dándome la espalda, «Egoístas». Salgo de la cama preparándome para el día, hay cosas que hacer y entre más rápido proceda mejor, ya que el tiempo es algo que no puedo desperdiciar.

El agua fría de la ducha cae en mi cabeza y paso las manos por mi rostro obligándome a ignorar las noticias de ayer. Lo del coronel me puso a mirar el techo por horas, sin embargo, no puedo ir a sacarlo de líos que él mismo se buscó por no escuchar. Es injusto que corra a arreglar su desastre teniendo a tantas personas que ahora dependen de mí.

Salgo y me visto encontrándome con Paolo que me pone al tanto de las novedades mientras me encamino al despacho donde esperan los demás.

—Dentro de dos días la pirámide empezará a llegar a Florencia, ya que como lo había explicado anteriormente, lo primero que se tomará será la central italiana —explico—. Los planes están establecidos y se les dará inicio desde ya.

Brenda se ve estresada y como no, si las noticias sobre la situación de Krint y Moscú no abandonan los noticiarios; han habido tiroteos, robos y asesinatos, según Paolo.

—Nos estaremos camuflando con transformación de imagen —secunda Simon—. La pirámide sabe que Rachel contactó expertos en formación militar y por ello estaremos cerca dirigiendolos con otra identidad la cual amerita un cambio que no dé espacio para sospechas.

—Dicho cambio empieza a partir de ahora —Laila reparte las carpetas—. Nos dividiremos camuflados guiando a los mercenarios que envíe la pirámide mientras que la otra mitad hace trabajo de inteligencia, el cual consiste en análisis de perímetro, estudio de área teniendo en cuenta ventajas, desventajas, riesgos y fortalezas...

—El grupo que vigilará no puede pasar nada por alto —advierto—. Necesitamos el número exacto de los soldados que residen en dicha central, cuántas veces entran, cuántas veces salen, cómo empieza y cómo acaba su rutina.

Hay dos formas de invasión: "Quiebre o absorción". La primera se da cuando se proclama un golpe de poder, lo que es como un golpe de estado el cual divide el sistema en dos. Esto pacíficamente no sé da, ya que que ambas partes se enfrentan; en este caso sería Bratt en contra de quien se rebele y si no extingue al opositor, debe prepararse para la ruptura del sistema.

Me siento más cómoda con la segunda: "Absorción". Me tomo una central, hago que esta se una a mí y con esa voy por la siguiente y la siguiente mermando la jurisdicción del mandato Lewis Lancaster.

—Luisa, necesito que te vayas para Manarola y que respondas los email de los laboratorios Mascherano. Tengo muchos, léelos y contesta de la misma manera, conoces mi estilo y mi perfil —le pido—. Un adulto debe presentarse esta semana en el campamento de Damon, no tienes que verlo, con que hagas acto de presencia ante los directivos es suficiente. La pirámide le preguntará a los halcones dónde estoy y necesitan ver, aunque sea, la sombra de alguien en la oficina para asegurar que estoy trabajando desde ahí y no levantar sospechas.

Alex se mantiene atento a lo que me falta por decir.

—En la carpeta están los deberes de cada quien —ordeno—. Empaquen, organicen y partan. Luciana se hará cargo de Peyton y Harry.

Todos menos Alex se retiran, ya que se queda recostado en la biblioteca robándose la mirada de Laila que voltea a verlo. Tiene pinta de no haber descansado y no es que yo lo haya hecho, ya que pasé gran parte de la noche en vela.

—Christopher debió analizar los riesgos de lo que hizo —respiro dolida—. La mafia rusa está en mi contra, soy un impedimento para sus objetivos, así que te voy a pedir que entiendas mis decisiones y no me culpes por los errores del coronel.

—No lo estoy haciendo —busca la salida—. Solo quería avisar que mientras él no esté mi deber es proteger a mis nietos y por ello estaré a donde sea que te apetezca llevarlos. Hago parte de su cuidado a partir de ahora.

Dejo que se retire evitando contestar, ya que la situación no está para entrar en discusiones. Desaparece y vuelvo a la alcoba donde está Cayetana preparando a los mellizos.

—La iba a llamar. Mi nene no quiso el desayuno —informa— y casi se me desmaya en la ducha.

Me apresuro a revisarlo y está bastante agitado, su estado de salud da para que esté en cama descansando y no aquí exponiéndose a cambios climáticos, viajes constantes y demás. Cayetana termina de arreglar a Milenka y le pongo el inhalador.

—Solo tiene ese y dos inhaladores de reserva —comenta la niñera—. Ese no es su color habitual, estoy preocupada.

—Los reyes de Gehena avisaron anoche que vienen para acá —me levanto—. Espero que tengan buenas noticias.

Disimuladamente les tiré una indirecta cuando hablamos. La casa se mueve con los que se están preparando para partir, el estado de Owen me exige que espere a los de Gehena y mientras llegan me aseguro de repasar el plan de cada quien de forma individual. Las cosas que hemos logrado me tienen motivada y Stefan es uno de los que partirá a apoyar a Ivan y a Dalton.

Todo queda en orden, la puerta que se cerró desde que llegamos sigue sin abrirse y ya no me está gustando el que Emma se mantenga encerrada como si estuviera con desconocidos, así que tomo a los mellizos y bajo a la cocina por las llaves que le quito a Sam quien me advierte que no quiere hablar con nadie.

—No quiero que le estés haciendo la vida imposible —le advierto a Luciana—. Lo que pasó, pasó y hay que continuar como lo hemos hecho siempre.

—Me decepcionas queriendo tapar una mentira de tal magnitud —contesta—. No tiene perdón lo que hizo y piensas dejarlo pasar aún sabiendo el tamaño de su falla.

—Quiero dejarlo pasar y no pensar en eso —me altera, sin embargo, intento calmarme poniéndome en sus zapatos.

No me contesta, simplemente mantiene la taza de café mirando a la nada y me acerco a ella acariciando su cara. Intento comprenderla, cada cosa en la vida le ha costado y desde que llegó Christopher empezó a vivir sus años más amargos, tanto como madre y como miembro de las Mitchels.

—Una vez —suplico—. Por una vez trata de entendernos que lo mejor para ambas es olvidarlo.

Se niega a contestarme y beso su sien rompiendo la atmósfera tensa que se ha creado; cansan las enemistades de afuera como para tener peleas aquí también.

Sigue sin moverse y le quito las llaves a Sam quien reitera que Emma no quiere hablar con nadie, sin embargo, lo paso por alto subiendo de todas formas. Los mellizos me están esperando arriba y me apresuro a presentarles al único miembro de la familia que no conocen personalmente.

La perilla cede y Emma está de espaldas amarrando los zapatos de mi sobrina, «sigo pensando que se ve demasiado joven para tener una hija». Mi presencia la levanta y quiero ser la hermana mayor dura que la regaña por haber actuado mal, pero no dejo de ver a la pequeña de la casa quien era la primera en bajar a recibirme cada que iba de vacaciones.

La que llenaba mi mochila de golosinas e iba a tocar mi puerta queriendo animarme cada vez que Luciana empezaba con el mismo repertorio de siempre sobre mi carrera. La que decoró el penthouse deseando que tuviera mi primera buena navidad como "La señora Morgan" y la bebé que mecía a escondidas en su cuna cada que lloraba.

Se enfoca en los mellizos siendo la tía alocada que siempre supuse que sería, sin embargo, siento que hay algo raro en ella y no es madurez o rabia.... Es cansancio con olor a miedo, el cual siento que no la ha abandonado desde que giraron esa maldita ruleta y es algo que me pesa, porque la muerte de Liz nunca valdrá más que la vida de mi hermana.

Milenka se va al sitio donde está sentada su prima y eso me saca una leve sonrisa porque con Peyton o Harry, según Luisa, no ha sido para nada amable y con estos gestos demuestra que tiene más cosas mías, ya que papá dice que la sangre de los James siempre llama.

Emma se niega a hablar del tema de los Romanov y me preocupo más por abrazarla, ya que siento que lo que pasó, pasó y para esto se tendrá tiempo más adelante. Acaba de volver. El enfermo, misógino, desalmado de Thomas Morgan se la quería llevar no sé a dónde y, según lo que me ha contado Cayetana, ese señor tiene serios problemas de ambición y machismo con actitudes tan violentas que dan miedo.

La llegada de los reyes dejan mi momento a medias, ya que Sam entra avisando que los reyes están aquí, «Pensé que vendrían en la noche».

—Estoy cansado —me avisa Owen y está más agitado que esta mañana.

Se marea y le pido a Cayetana que se encargue de él mientras trato de encontrar soluciones con los reyes. Papá manda a organizar la sala, Luciana no pone buena cara y Emma prepara lo que vinieron a ver y es a mi sobrina. Se acomoda todo y miro a mamá suplicándole que me entienda y se comporte durante el tiempo que están aquí.

Odia las mentiras, los actos deshonestos y el engaño; el que no se le tenga respeto a los demás, ya que le inculcaron que debe tratar a los otros como te gustaría que te traten a ti.

La Élite no ha partido todavía y aguarda en el despacho mientras me ocupo, papá pone a todo el mundo en línea y recibimos a los reyes de Gehena como se merecen. La vista de ambos viaja de inmediato a lo que les interesa y es a la pequeña que espera en el sofá y entiendo que sean rubios, simpáticos, pero... Dejando de lado la modestia, Amelie sobresale demasiado entre ellos siendo mucho más hermosa.

Hablan con papá mientras Luciana se mantiene estática y me muestro lo más empática posible aislando las sospechas que pueden surgir, ya que Sam tampoco dice nada y Emma solo asiente cuando le dan espacio.

—Gracias por traerla de vuelta, mi Lady —me agradece por cuarta vez el rey—. En forma de agradecimiento hemos traído un grupo de especialistas los cuales esperan en Arabia Saudita. Ya se tienen las primeras dosis de la vitamina que su hijo requiere.

«Dios, cómo has escuchado mis plegarias». De inmediato mando a empacar a Cayetana porque obviamente voy a llevarlo y le pido a Sam que haga lo mismo. Los reyes siguen embelesados con mi sobrina, papá les avisa que iremos con ellos y despacho a los que tienen que irse recogiendo lo que necesito para mi viaje.

—Estamos en contacto, mi teniente —Laila me dedica un leve saludo militar mientras Brenda se despide de Harry.

Stefan hace lo mismo, confío en las capacidades de todos y espero reunirme con ellos un día antes de proceder. Viajaremos en el jet de la realeza y apuro a Sam que no sé que hace reparando la maleta vacía que tiene en la cama.

—¿No se te hace un poco injusto? —empiezan con los reclamos— Nos ayudan porque creen que ella es su princesa y no es así, es una Ro...

—Es una James, lo otro ni siquiera está comprobado, así que cállate.

—Emma no lo ha negado y adivina qué quiere decir eso.

La encaro para que cierre la boca y papá interviene posándose entre ambas.

—¿Me quito el cinturón, las amarro y las pongo en un rincón hasta que se calmen? —inquiere enojado.

—Para esto no se mató criándonos mamá —le reprocha Sam—. No sabía que tu sueño es que nos convirtamos en un nido de mentirosos. No tienes idea de lo que es ver a la mujer que admiras sufriendo por nuestros actos.

—Contestame algo, ¿Quieres que se muera tu sobrino? —inquiere Rick.

—No, pero tampoco es justo para mamá...

—Tengo otra pregunta, ¿Yo le pedí a ese príncipe imbécil que se enamorara de tu hermana, se cegara y actuara como un estúpido? —continúa— ¿Alguien obligó a los de abajo a idiotizarse con mi nieta?

Ambas guardamos silencio.

—¡No, nadie pidió nada! —nos grita— El que quiera a mis hijas que pague las consecuencias de poner los ojos donde no debe. Owen necesita soluciones y sea como sea se van a conseguir, ya que no es nuestra culpa que sus pretendientes no sepan ubicarse y terminen perdiendo la cabeza.

—Pero papá...

—¡Ve a empacar la maleta y si dices algo, Sam, te quito la mesada! —me mira— ¡Y tú apurate también que no me caen bien esos señores!

Termino. Alex se adelante al Jet con Milenka, los reyes se despiden de Amelie marchándose y le entrego el sistema de seguridad a Luciana, ya que poner escoltas quita la idea de camuflarse y por ello la casa cuenta con un sistema interno. Tienen comida y enseres, no hay necesidad de salir y solo pueden ingresar las personas a las que ellas le den acceso.

Le digo adios a mi sobrina y papá hace lo mismo. Los ojos de Emma se empañan cuando atravieso el umbral de la salida y me da cosa verla vuelta un nido de miedos.

—Cierra —le pido a Luciana y tomo a Owen que espera con papá afuera.

La saturación de mi hijo empieza a preocuparme, no quiere ni caminar y Rick lo termina cargando mientras que Cayetana lo sigue con el equipaje. Sam ya está adentro, Milenka se mantiene en la entrada de la aeronave y le pido al general que siga mientras intento tomarla.

—¿Dónde está mi papá?—empieza con las preguntas — Quiero irme a mi casa grande.

—Te traje algo para merendar —busco en mi bolso y...

Rechaza las golosinas que intento darle dándome la espalda.

—Oye, no seas grosera —la reprendo.

—Perdone que me meta, pero me molesta la poca estabilidad que tienen mis nenes —se queja Cayetana—. Ellos necesitan un lugar fijo, una familia y una escuela... Eso de saltar aquí y allá me tiene agotada y a ellos también.

Prefiero no contestarle, no entiende nada de lo que está pasando y es fácil opinar cuando no se está en mi zapatos, así que voy por mi pequeño que está adormilado.

La aeronave alza el vuelo. Alex viene por seguridad, papá me suplantará cada que esté con Owen y Sam viene a aprender y asegurarse de que a su sobrino se le suministre lo que realmente necesita.

Mantengo a mi hijo n sobre mi regazo preocupada por lo débil que se está mostrando con el pasar de las horas, Alex me pide que le quite la chaqueta y los reyes se mantienen frente a nosotros con la radio y el televisor de la aeronave encendido.

Lo que pasó en Krint no deja de ser noticia nacional volviendo el ambiente pesado y como si no fuera suficiente, a papá se le ocurre la fabulosa idea de ponerse a limpiar el rifle que trajo mientras que Alex se mantiene serio a mi lado.

—No sé si lo recuerde, mi... Ex ministro —se disculpa el rey—, pero hace unos años también pedí ayuda para mi hijo. Es muy irónico que ahora usted necesite ayuda para su nieto.

—Si quiere que le pida disculpas, no lo voy a hacer, así que guárdese los comentarios que nadie pidió —contesta.

«Siempre tienen que lucirse». El rey se ríe sin ganas mientras que Alex no muestra el más mínimo indicio de arrepentimiento.

—No es necesaria la disculpa, ya que no vamos a desamparar a la familia de la princesa. Lo que hacemos no es por los Morgan, es por los James —se recuesta en su asiento—. Solo quise recordárselo para que tenga en cuenta que no está bien infravalorar el poder de una monarquía, porque por muy pequeña que se muestre nunca se sabe lo que tiene detrás.

La esposa lo secunda y el ministro actúa como si le diera igual. Paso la mano por la frente de Owen que no deja de sudar y Sam se levanta a tomarle los signos cuando le aviso que presenta fiebre.

—Tiene el ritmo elevado —me hace saber y ruego llegar rápido— y si la saturación empeora habrá que ponerle oxígeno.

No despierta por más que lo llamo y de la nada convulsiona en mi brazos levantando a Alex que me obliga a ponerlo sobre el sofá. La cara se le desfigura preso del dolor y Cayetana corre por la medicina que le inyecta Sam, mientras que desesperada y temblorosa intento calmarlo.

—Es por la fiebre —trata de explicar mi hermana.

—Tranquila, mi Lady, ya se están preparando para su llegada —habla el rey—. Confía en que es cuestión de horas para que esté mucho mejor.

Los Skagen están en contienda con la Bratva por llevarse a sus líderes y tienen una subsede de su palacio en Medina donde nos reciben con una camilla. Acuesto a Owen que sigue sin despertar y con Sam sigo al personal mientras Alex se ocupa de Milenka.

Hay cuatro médicos adentro que se ocupan de él de inmediato dándole la mejor atención, Sam le da el visto bueno al suero que le van a poner y le susurro que todo va a estar bien cuando desenfundan las jeringas para canalizarlo. Abre los ojos preso del dolor cuando lo inyectan mostrando las escleróticas ennegrecidas causando temor en el médico que deja la tarea a medias y otro de ellos la termina a pesar de la impresión que le causa.

—Primero nos aseguraremos de que su cuerpo no lo rechace —explica el que está a cargo mientras lo sigue observando—. Antes de aplicar una dosis completa debe estar en observación de tres a cuatro días a modo de prueba para saber si su sistema acepta las vitaminas.

Miro a Sam que asiente a lo que dicen.

—Esto no es una cura, mi lady —esclarece—. Es para fortalecerlo y tenga las defensas que requiere, las cuales ayudarán a que no tenga tantas crisis como estas.

—Cualquier cosa que lo haga estar bien es bien recibida.

—Todo es un proceso —empiezan—. Se requieren estudios constantes, más pruebas y análisis que van cambiando con el transcurso del tiempo. Esto puede servir ahora, pero no sabemos si servirá más adelante, ya que su crecimiento traerá necesidades diferentes.

—¿Cuánto le durará esto si funciona ?

—Si contamos con suerte entre 24 y 36 meses —indica—. Después de eso debemos desarrollar algo más fuerte. Mi nombre es Diogenes, trabajo para la realeza hace nueve años y tengo a cargo los centros de medicina y desarrollo de mi nación, los cuales están al servicio de Owen desde hace algunas semanas.

—Gracias.

—Dé las gracias al príncipe y a sus padres, son los que nos tienen aquí.

Sam se mueve incómoda, dejo que hagan lo suyo y me quedo en el borde de la camilla esperando que pasen las horas. El entorno es como una habitación de hospital solo que con más comodidades.

Milenka se mantiene afuera con Alex y Cayetana, papá está ayudándome con los reportes de la Élite y ocho horas después sigo en el mismo sitio rogando que no haya ningún tipo de reacción negativa mientras que Sam lee sobre medicina ancestral.

El ministro entra de vez en cuando a ver a Owen, la niñera se encarga de recibir las habitaciones que les ofrecen para descansar y Milenka vuelve a irse con su abuelo que se la lleva cargada cuando le dice que quiere ver televisión.

—Parece que todo va bien —el padre de Cédric vuelve con el médico.

La fiebre le bajó y está respirando mejor.

—En base al inhalador que nos dio hicimos más —me entrega un par de cajas pequeñas—. Tenga, si le falta tendrá que volver al oxígeno y es algo que definitivamente no quiere.

—Gracias —dejo que el médico lo revise y anote los cambios junto con mi hermana.

Los tres asienten con el avance que se lleva hasta ahora y eso me alivia, ya que si él está bien, yo también lo estoy. El médico se retira y Sam vuelve a su sitio.

—Todo perfecto, el señor está con él —el rey acomoda la bolsa de suero—. Una vez más prueba que no discrimina demostrando que no le importa que el padre de esta criatura sea un maldito ladrón, criminal y asesino, el cual se hace llamar Vor de la mafia rusa.

La saliva se me vuelve lava logrando que el tragar sea doloroso, Sam baja el libro despacio y no le doy pie al rey para que me vea nerviosa.

—¿Dije alguna mentira, mi lady? —inquiere— ¿O le molesta que sepa el nuevo puesto que ocupa el ex coronel Christopher Morgan?

Acomodo las sábanas de mi hijo.

—Ha de saber que mataron al duque del palacio de Varsovia quien fue enviado por pedazos como un animal —continúa—. Crimen en el que participó su marido, al igual que en el robo del plutonio que acabó con la vida de miles de personas.

—No tengo nada que ver con Christopher —respiro evitando caer en la treta—. De hecho, no tengo nada que ver con esa gente, así que no confunda las cosas.

—No las confundo, solo me aseguro de brindarle la mano a la persona correcta —responde—. Somos adultos con grandes intereses y me gustaría tener claro en qué equipo juega, ya que es primordial para nosotros saber con quién contamos y con quien no. Así que dígame, ¿Está usted con nosotros, mi Lady? ¿O con su esposo?

Miro a Owen, los necesita y no solo ahora, algo me dice que los va a necesitar siempre.

—Estoy con ustedes, su alteza —le confirmo cansada—. Ya le dije que no tengo nada que ver con los rusos.

—Hable con su padre, es importante que hagan entrar en razón a su hermana y formalice su relación con Cédric—es lo último que dice antes de retirarse y no hace más que darme tortícolis.

—Si se llega a saber que...

—No digas nada, ¿Si? —interrumpo a Sam.

El estrés no me suma ahora, que Owen esté bien es todo lo que requiero y si para eso tengo que asentir fingiendo empatía, lo voy a hacer las veces que sea necesario.

Le colocan la próxima dosis y paso la noche con él, duermo a su lado vigilando sus signos vitales y a la mañana siguiente se despierta recibiendo la comida que le traen. Lo baño y no me le despego mientras que Milenka pasea con Alex por los alrededores del palacio, según me cuenta Sam.

Papá se encarga de todo mientras me dedico a mi hijo a quien someten a distintos exámenes de laboratorio. Sigue un poco adormilado, pero consigo que coma «Poco», pero lo hace, ya que entre murmullos reitera que está muy cansado.

—Sam, ocúpate de Owen un momento —entra papá pasadas las ocho de la noche—. Rachel, sal que te necesito.

No quiero alejarme, pero su seriedad no me da cabida para decir no. Alex espera afuera y se asoma asegurándose de que su nieto esté bien antes de seguirnos.

—Patrick Linguini necesita verte —me avisa en el pasillo—. Envió una dirección y quiere que vayas.

—¿Qué? —me aseguro de que nadie esté oyendo— ¿Cómo sabe que estoy aquí?

—No tengo idea, pero ha estado insistiendo desde esta mañana.

—No puedo, estoy con Owen ahora.

La mano de Alex me sujeta impidiendo la huida.

—Ya dijo que no se va a ir hasta que no hable contigo —insiste mi papá—. Evitemos problemas porque se oye desesperado y si les da por buscarte aquí lo podemos lamentar, así que ve que yo me quedo con Owen mientras vuelves.

—Te acompaño —dispone Alex y no me queda más alternativa que salir.

Rechazo el auto que me ofrecen, con afán me cambio y alzo las solapas de mi chaqueta antes de acomodar el gorro que me coloco alejándome lo que más puedo para tomar un taxi con el abuelo de los mellizos.

Aprovecho el desplazamiento para revisar las cámaras de Florencia, «Siguen en las mismas y están jugando ajedrez». Domenico está estable en los laboratorios, la Élite ya está empezando a organizarse y mi cita con Patrick es en uno de los barrios más remotos de Medina.

Reviso que nadie me esté siguiendo antes de sumergirme en las calles desoladas, no tengo miedo, estoy armada y confío en las capacidades de Alex. A lo lejos distingo a las tres personas que me ven «Parker, Patrick y... ¿Boris?». En otras circunstancias seguramente me apresuraría a abrazar a mis colegas, pero ahora no, ahora todos mantenemos la debida compostura.

Patrick se mete las manos en la chaqueta, el tal Boris se mantiene recostado en la pared y Dominick no disimula la impaciencia.

—¿Qué hacen aquí? —pregunto.

—Tu marido está preso, es obvio lo que hacemos aquí —contesta Parker.

—Christopher no es mi marido —respondo y Alex resopla sacudiendo la cabeza.

—Las cosas no están bien, Rachel —Patrick va al grano—. Los clanes de Antoni se están aprovechando de la ausencia de los líderes y nos están respirando en la nuca... Semanas de trabajo se están yendo a la basura, Thomas Morgan está complicando las cosas y por su culpa nos vamos a ir abajo otra vez.

Se los ve agotados y juraría que tienen noches sin dormir.

—Pueden unirse a nosotros —propongo—. La Élite está trabajando.

—No vinimos aquí a pedirte trabajo —se mete Parker y noto el tatuaje que tiene en el brazo, «Ya hace parte de ellos»— ¡Esta maldita división es absurda! Christopher no es un desconocido, es el padre de tus hijos, quieras o no, es un muy buen estratega y es necesario que esté afuera, ya que va a explotar el volcán otra vez y, como en años atrás, va a arrasar con todo por tercos.

—Vienes hasta acá a subestimarme...

—No subestimo, solo estoy siendo sincero —se defiende—. Nadie aquí duda de tus capacidades, pero no tienes superpoderes, quieras o no las alianzas son necesarias y no es cuestión de orgullo, es cuestión de estrategia.

—Déjate de arandelas y di que necesitamos las coordenadas de Gehena —lo aparta el tal Boris que me encara—. Debemos ir por ellos o la maldita pirámide nos va a aplastar, así que suelte lo que sabe que necesito a mis líderes.

—¿Y de paso me acuchillo yo misma también? Rompo mi palabra y dejo que arrasen con los que están ayudando a mi hijo.

—Señora, usted no me cae bien, ya que yo odio lo que odia el Boss, sin embargo, la respeto y si se viene de nuestro lado se hará lo imposible por salvar a su hijo, porque aquí somos asesinos, pero una hermandad seria —responde—. Vaya, tráigalo, únase a la causa, vamos por su marido y luego por Bratt Lewis, Antoni, la pirámide y todos los zopencos que se nos atraviesen.

—Llevo tres años trabajando sola, apañandomelas sola y jugandomela sola y en ningún momento he pedido su ayuda —les dejo claro—. La pirámide no estaría detrás de ustedes si no se las hubiesen dado de valientes queriendo ser la "Rebelión". Eso no es mi culpa.

—Créame que no empezó porque se nos antojó...

—Sigue sin ser mi culpa, como esto, lo de Krint y también lo de Gehena, porque no participé en nada de eso. Por si no lo sabes, ellos son los únicos capaces de salvar a mi hijo, por ende, no me voy a ir contra ellos. Owen es mi prioridad, no su causa —soy sincera—. Sigan con sus planes que yo sigo con los míos, así que les agradecería que no me busquen y no dañen las pocas oportunidades que tengo, ya que todos sabemos que lo primero que hará su Boss cuando salga será bombardearme.

—Si tan solo se sentaran a hablar —insiste Patrick—. Hay terceros que salen salpicados en esto, personas que no tienen la culpa de las enemistades que surgieron por culpa de actos que nunca cometieron —da un paso adelante—. Yo nunca me metí con Bratt y sin embargo...

—No te estoy cerrando las puertas, de mi lado hay espacio para todos, ya mismo te puedo decir dónde están los demás y acordar lo que se requiere para que los reciban.

Propongo otra vez, pero no muestran señales de querer acceder.

—¿Ven? Nada se puede lograr si las dos partes no están de acuerdo —termino—. No me puedo seguir exponiendo, así que les ruego que no me vuelvan a buscar, ni a llamar, porque es peligroso para mí y para los que me están apoyando. Está preso, no muerto y como se lo dije a la Élite, debemos avanzar y ya luego vemos qué sigue, pero no puedo estar cambiando los planes a cada nada por Christopher.

Les doy la espalda y Alex se queda quieto por un par de segundos antes de respirar hondo preparándose para seguirme.

—Cuidado Ministro —le habla el tal Boris—, que ningún pueblo es pacifista y como veterano de guerra recuerde que hasta la iglesia masacró gente en el nombre de Dios.

Se marchan también y continúan a mi lado abordando el taxi que nos devuelve al palacio de los Skagen donde me espera Owen con los lentes puestos, pero sentado luciendo mejor que hace unas horas.

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Christopher.

Cada partícula de mi cuerpo duele en medio de la selva donde me arrojaron siendo atado como un animal el cual se mantiene en medio de la nada. Vagué todo un día por el desierto, otro a través de la maleza encadenado y jodido con la maldita argolla que tengo en el cuello la cual no me puedo quitar, ya que esta hace presión cada que lo intento mientras lucho con la nube de abejas venenosa que me envuelve, debido a que arrojaron un panal el cual se rompió y ahora me atacan mientras forcejeo queriendo apartarlas.

El zumbido es desesperante, las picaduras duelen en medio de la selva húmeda y mi lucha merma con el desequilibrio repentino que distorsiona mi vista a la vez que siento el peso de mil bloques encima cuando veo el cuerpo inerte de Owen tendido a pocos metros. «Solo es veneno», parpadeo queriendo que la imagen salga de mi cabeza... una, dos, tres veces, pero no se va, sigue ahí poniéndome a dudar e intento alcanzarlo, sin embargo, la argolla me devuelve arrastrándome, repitiendo el proceso una y otra vez al ver que no se mueve, que no respira ni reacciona.

—¡De pie! —le grito— ¡Levántate joder!

Por más que lo llamo sigue en el mismo sitio y vuelvo a caer con el amargo recuerdo de lo que sentí cuando creí que lo perdería estando en el vientre de su madre.

Las malas noticias se repiten fusionándose con el sonido de los disparos que mandaron a Alex al suelo años atrás, lo que sentí en el momento de la sobredosis de Rachel, los tiros en mi pecho, la soledad de la fosa, las peleas y la sangre derramada.

Todo ataca mi tórax enterrandome los dedos en la tierra mientras mi cabeza se convierte en mi principal instrumento de tortura.

—Reece y Regina murieron —el enojo me corroe evocando las palabras de Patrick—. Phillippe Mascherano los mandó a matar.

Soy pateado hacia años más atrás, a la mansión de Regina donde el hermano de Alex entra a mi alcoba mientras me mantengo en mi cama ignorándolo.

—¿Estás enojado, muñequito? —se burla el hermano de Alex— Confiésalo, no quieres que tío Reece se vaya.

—Lárgate y no me jodas.

—Pero ¿Por qué siempre estás tan amargado, muñequito? —se lanza a la cama a lo lucha libre—. Anda, confiesa lo mucho que quieres a tu tío Reece.

La imagen cambia; «Owen» sangrando por la nariz, los gritos de la sirvienta y yo tratando de contener la hemorragia nasal mientras se aferra a la tela de mi camisa respirando mal.

—¡Escúchame! —le grito— ¡Va a parar, pero tienes que tranquilizarte, maldita sea!

Se desvanece en mis brazos mientras exijo que llamen a Uda. «Maldita noche», detesto verlo frágil, sudando y con las venas marcadas. Odio que su hermana me pregunte si va a estar bien porque no lo sé y el no tener el control de todo es algo que me saca de casillas. Quiero salir de aquí, abandonar este estado mental que me marea.

Hago fuerza con los brazos mientras me obligo a dejar de recordar suprimiendo todo lo que me tortura, pasando por alto todo lo que toma mi cabeza mientras miles de insectos atacan mi piel. Le digo a mi cerebro que solo es veneno, pero este se sigue devolviendo trayendo las cosas que me arañan por dentro; el mediterraneo, el exilio, el bosque donde lo único que quería era huir con mi familia, pero terminé con dos tiros en el pecho para nada, porque haga lo que haga nada va a cambiar esta situación de porquería.

Mi cuerpo cae en medio de los zumbidos a la vez que la temperatura de mi cuerpo sube. El dolor de cabeza es como si me estuvieran quebrando el cráneo y solo puedo medio voltear la cara para no ahogarme con mi propio vómito.

Llega un punto donde no puedo moverme no sé por cuantas horas, pero me pierdo lidiando con el dolor, el sudor y el fogaje intenso que recorre mi cuerpo.

Las ramas crujen en mis oídos y no dejo de dar traspiés con la pierna adolorida recuperando el conocimiento mientras camino. No tengo idea de cuántas horas estuve en el suelo, pero la pesadez sigue en mis extremidades, la fiebre es algo que está presente mientras avanzo hasta que se detienen dándole salida a los soldados que me rodean a mí y al ruso que me acompaña.

Estoy desorientado y me cuesta conseguir claridad.

—El Vor —el príncipe de Gehena se me planta enfrente y traigo la arcada de vómito que le echo en los pies.

—¿Si? —vuelvo arriba sudando.

—¿Resistirá una década aquí? —me pregunta— Es el tiempo máximo que se da para el perdón antes de ejecutarlo.

—No voy a pasar una década aquí, no seas payaso —trato de no caerme.

—¿Quién va a venir por usted? —pregunta— ¿La madre de sus hijos? Porque ya sabe que está aquí y dejó claro que no le interesa enemistarse con Gehena.

Mantengo la postura alzando el mentón, no es quien para tener mi atención y por ello no se la doy por más que quiera creerse.

—Los James y los Skagen se unieron, gracias a Gehena Owen está vivo y lo seguirá estando —me dice—. Usted no se compadeció de mí cuando mis padres fueron a pedirle que me buscara, así que yo no tengo que tener misericordia con usted.

—Ajá.

Se va al puesto del ruso que respira por la boca en busca de paciencia.

—En ocasiones caer es una clara señal de que ya es suficiente —espeta y el ruso asiente—. La Bratva es un claro ejemplo de eso y aquí en Gehena odiamos a los miembros y los que los siguen.

Se aparta y dos hombres me arrojan a los pies el cadáver de Uda que cae vestida con la misma ropa que traía la última vez que la vi. Los golpes son notorios en su piel y los puños los aprieto bajo las cadenas.

—Nadie que tenga nexos con ustedes es bienvenido aquí —continúa—. Es el padre del primo de mi hija y por ella y las James seguirá contando con nuestro apoyo. Agradezca que tenga la madre que tiene porque sin nosotros los días de su hijo estarían contados.

Avanza dejándome con el cadáver que me niego a seguir viendo, ya que la ira es demasiada. Tiran de las cadenas otra vez dejando el cuerpo atrás quedando a la intemperie.

«Poco llegan al final» me recuerdo. Hay que tener cojones para hacerlo, me repito mientras se queda atrás, pero mi enojo no desaparece.

Vuelto un desastre soy sacado de la selva custodiado por los soldados que me sumergen a los calabozos donde me empujan, el ruso queda en la celda siguiente y el príncipe manda a cerrar las rejas quedando frente a ambos.

—Es el día cuatro —habla el payaso— de los 3.650 que faltan.

Se largan desatando el ruido de la puerta pesada que me hace patear las rejas una y otra vez furioso, pero estas no ceden, y si lo hacen la maldita cadena está atada a una enorme argolla de metal la cual yace afuera. «Otra vez, otra vez...» No me veo aquí desperdiciando más años de mi vida porque ya he perdido demasiados. El olor a humedad envuelve mi cabeza, la oscuridad mis sentidos y pateo todas las malditas rejas.

«¡Hijos de puta!» Todos son unos hijos de puta y esto pasa por no escuchar lo que me dejaron claro desde que nací. El cadáver que me empeora, lo que esperaba, todo lo hecho pasa por mi cabeza dejándome claro cómo estaría actuando de estar allá afuera y ella aquí... Pateo con más fuerza recordando las malditas mentiras que me tragué como un imbécil.

Mi pierna sangra y no me importa, no me importa el dolor, el que se abra más la herida, no me importa nada y... Me toman por detrás poniéndome contra el metal, la cadena del ruso me rodea el cuello e intento quitarlo para seguir pateando esta mierda, pero...

—Las caídas solo se dan una vez y la de ambos ya fue. Tenlo claro, maldito imbécil —me dice—. Deja de ser hipócrita enloqueciendo por una idiotez sabiendo que los buenos nunca vienen por los malos. Eres uno, así que déjate de pendejadas que ambos sabemos que merecemos esto y mucho más.

Me suelta.

—¿Te volviste idiota? —le reclamo — ¿Me estás diciendo que lo acepte, pedazo de mierda?

—No —se aleja—. Dije que lo merecemos, más no que lo vamos a aceptar o tolerar.

La pierna no deja de palpitar preso del dolor y tengo que sentarme queriendo pensar... No me venció Antoni, no me venció Bratt y no me va a vencer Gehena.

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Feliz cumpleaños a: Melani, Mitch, Shei, Karyelis, Ari, Juanielis, Daniela, Naisbelis, Mariela, Miliangelis, Carolina, Leidy, Pamela, Rosa.

Estamos en el mejor de todos porque en este mes celebramos los de signo Virgo y esta humilde servidora pertenece a dicho grupo. A nadie le interesa, pero quería decirlo.

Portense bien, coman, troten, beban agua y no olviden que los quiero un montón.

Besitos.

Con amor. 

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