CAPITULO 19
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Caza.
Christopher.
Búnker del ejército Rojo/ Moscú, Rusia.
Cayó Krint y ahora viene lo que falta, ya que cada acto es un paso a la cúspide de la montaña donde debo llegar y no debo volver a bajarme. Las noticias sobre lo que pasó no han dejado de difundirse y el 90% de los medios de comunicación a nivel nacional e internacional se mantiene inundado de lo mismo.
La bomba es un hecho catastrófico que acabó con una ciudad y con los cuatro pueblos que la rodeaban en un acto que a las malas le abrió los ojos al mundo mostrando el nivel de mi ejército.
Viene el turno de la pirámide de Antoni y por ello los soldados cargan los aviones subiendo los explosivos que se requieren para el ataque simultáneo que se planeó dividiendo el ejército en equipos de veinte soldados, los cuales marcharán a sitios diferentes dejando que los dirija desde aquí. Cada clan tiene un sitio eje que mueve su negocio; el de los Mascherano es Florencia, el de los Petrov es Pleven y el de los españoles es Oviedo.
Parker ya está marcado y prepara los suministros dándole indicaciones a los demás mientras que Patrick recoge lo que necesita. Estará al otro lado de la ciudad en lo alto del rascacielos que le permite controlar los equipos de todo el mundo.
—Mientras llegan a los puntos iré a ver a Abby —le avisa Alexa—. Volveré a darte apoyo antes del mediodía.
—Ve tranquila —responde y ella me mira a la espera de la confirmación que se requiere para marcharse.
No la necesito aquí y puede irse donde se le dé la gana. Asiento y se quita el fusil deteniendo uno de los vehículos que van de salida. Parker parte con el primer grupo, Boris con el segundo, Lenin con el tercero y dos veteranos con los dos últimos.
—Te veo luego, hermano —Patrick palmea mi hombro—. Si necesitas algo estoy en línea.
Aborda su camioneta. Los que quedan se encargan de dar señales para despegar, son matones en su mayoría, gente de distintas pandillas o grupos que hacen parte de la hermandad y están aquí sirviendo para todo.
—Llama a tu tío —Salamaro detiene su auto frente a mí—. No ha dejado de insistir en mi móvil recalcando que te necesita con urgencia.
Arranca otra vez y no tengo tiempo ni paciencia para atenderlo, por ende, ignoro sus peticiones volviendo adentro pasando por la oficina donde la hermana de Rachel está acostada en un sofá sacándome el dedo del medio cuando me ve pasar, «Niñata».
Continúo queriendo revisar las últimas noticias. El Boss se mantiene en lo mismo frente a mi escritorio y tengo a Zoe Lewis trabajando y enviando información inédita la cual reviso informe por informe.
—Tu padre está libre —me avisa el hombre que tengo al frente— y tu suegro también.
Sigue leyendo mientras absorbo la noticia de Alex teniendo claro quién lo pudo haber sacado, ya que Bratt no lo liberaría así porque sí y tampoco creo que haya podido escapar.
Le subo el volumen a las pantallas queriendo concentrarme en lo que estaba, Alex es uno de mis tantos señaladores y no tiene caso que me desgaste queriendo que entienda porque hago lo que hago. Leo todos los periódicos, desecho lo que no sirve y clasifico lo que puede ser útil.
—Lo requieren afuera —me levanto con el llamado que me hacen a través de la radio.
Los que están en vuelo se reportan una que otra vez y es Uda quien se aproxima reparando todo, este ambiente no es novedad para ella teniendo en cuenta que trabajaba en el Mortal Cage. Mete la mano en la cartera que trae sacando la botella que me ofrece cuando está frente a mí.
—Vitamínico —me entrega—. La bomba hizo un desastre, la exposición al plutonio debilita y tu alimentación de los últimos años no fue muy buena.
La sed me hace beberlo de golpe pateando la botella lejos antes de sacar un cigarro aprovechando que estoy afuera. El frío de la noche tiene el perímetro nublado y empiezo a caminar queriendo oxigenarme antes de volver adentro.
Ella no se va, me sigue vacilante.
—Escuché que Thomas se casó —comenta — y que está esperando otro hijo.
Boto el humo por la boca negándome a meterme en cosas que no me incumben.
—Ojalá no lo haga a un lado como a Bastian —continúa hablando cabizbaja—. Nunca va a verlo, a ninguno, según me han hecho saber.
—Ni lo hará, así que pon los pies sobre la tierra.
Últimamente vivo rodeado de lunáticos que se niegan a aceptar la realidad, como Uda, que en el fondo cree que Thomas alguna vez tuvo interés por ella y no es así. La conoció, la trató como se le dio la gana, la preñó y luego la dejó yéndose a repetir el ciclo sumando un hijo más a su círculo de espurios.
—Entonces si es verdad —insiste y entiendo el verdadero motivo para venir.
—Está casado con Agatha Romanova y es cierto que está preñada —me sincero—. Te lo confirmo para que dejes de perder el tiempo y te enfoques en las soluciones que necesita mi hijo.
Los deje de decepción se los traga, ya que tiene presente que no hizo más que repetir la historia de muchas.
—Suerte con todo —se aleja—. Seguiré trabajando en lo de Owen.
Cuando la conocí era quien curaba las heridas y los golpes de los que entrenaban en el Mortal Cage, ya que Thomas se topó con ella en uno de sus viajes convenciéndola de que lo siguiera.
Desaparece rápido y termino con el cigarro que tenía devolviéndome al búnker queriendo sacar mi móvil del bolsillo, pero no lo tengo, de hecho, llevo horas sin sentirlo. Toco los bolsillo de mi chaqueta y tampoco está; «El cuarto de cambio», no recuerdo haberlo tomando cuando salí de dicho sitio.
Saco las llaves, el cuarto de cambio tiene dos entradas; una interna, otra externa y me desvío a la segunda.
Los vigías rondan armados y hallo la puerta que busco cerrando cuando estoy adentro y termino tropezando con uno de los cajones. Las luces no sirven, ya que el imbécil de Boris fundió la barra de luz con el tiro al aire que soltó a modo de "Celebración" y ningún inepto ha venido a cambiarla.
No se ve una maldita mierda, vuelvo a tropezar y me apresuro al sitio donde creo que dejé el celular, pero lo que termino hallando es un montón de porquerías encima. Bajo lo que encuentro tocando a tientas y... «No está».
Me muevo a la otra mesa que usé, la cual está contra la pared de metal. Un leve resplandor se escapa por la rejilla de ventilación y dichas luces vienen de la oficina de al lado que...
Mis oídos absorben el jadeo femenino que emiten elevandome la vista mientras bajo la chaqueta que arrojo hallando lo que busco. El móvil queda en mi mano, pero mis ojos no se apartan de la rejilla. «No oí mal» y el que dicho sonido se repita me deja claro que no estoy loco.
Es la oficina del Boss, no hay sumisas y la única persona que estaba en dicho sitio es...
Me doy la vuelta sacudiendo la cabeza cuando las suposiciones estúpidas me toman la mente, pero lo que vuelvo a captar me quita las ganas subiéndome a la mesa con un impulso simple que me deja frente a la rejilla.
Apoyo una mano en el metal soplando el polvo que me resta visibilidad y al irse me muestra a la hija menor de Rick James sobre una mesa comportándose como todo menos como un miembro de la familia de Luciana.
El cabello negro le cae fuera del escritorio, está sin blusa cubriendose los pechos y los muslos los mantiene separados gimoteando mientras se saborea. La falda la tiene levantada recibiendo un oral, no puedo ver a la otra persona, pero es obvio, ya que sus gestos lo gritan y...
«Este hijo de puta». Ilenko Romanov emerge de entre sus piernas sujetando las muñecas que pone contra la madera antes de irse sobre ella buscando su boca y ahora entiendo porque el gato tiene tantas vidas, porque no muere, porque está marcado y porque se quiere matar a todo el que lo mire.
El beso que se dan deja claro que esto no es nuevo y bajo de la mesa tomando lo que vine a buscar; ahora todo tiene sentido y salgo por la misma puerta por donde entré. Tanta mierda que habla Luciana y la hija menor se tira al Boss de la mafia rusa.
Enciendo otro cigarro el cual acabo mientras doy la vuelta, boto la colilla y me encamino al escritorio que mandé a instalar en el centro del búnker queriendo estar al tanto de todo. No me ven cuando salen juntos y me mantengo en el mismo puesto hasta que él vuelve solo con una mano en el bolsillo, «Hipócrita».
Se adentra en la oficina a hablar por teléfono mientras que los soldados se reportan a través de la radio.
—Estamos fuera del territorio Ruso —avisa Boris—, lejos de mi hogar y de mis líderes. Mi espíritu está con ustedes y mi corazón con la causa.
Ruedo los ojos dándole paso al intento de comunicación de Patrick que ya está en su sitio.
—Estoy enviando el correo con la ubicación real de todos —me avisa—. Estamos con el tiempo exacto para...
Los pasos que capto arriba me hacen apagar el aparato que tengo, las detonaciones de afuera me ponen de pie y las alarmas en posición con la serie de tiros que se desatan a lo lejos.
—¡Emboscada! —El grito de afuera hace que salte por encima del escritorio sacando mi arma mientras corro al umbral de la oficina donde recibo en el aire la ametralladora que el Boss me lanza y me la cuelgo.
Dos líderes no pueden pelear en un mismo sitio, así que corro a la salida ocultándome detrás de la estructura de acero cuando al cruzar el umbral arremeten contra mí desatando el caos que inicia el tiroteo, «Maldita sea». Me asomo para disparar abriéndome paso, el ejército rojo no está y lo planeado me tiene sin los miembros más sangrientos de la Bratva.
Los que quedaron son letales, pero no tanto como los otros. Vienen corriendo hacia acá y mi arma va hacia los que los persiguen contraatacando desde mi posición. Varios están cayendo sobre el búnker, salen entre los containers y bodegas de madera colocados para despistar. Me apresuro a la torre donde me encaramo y yace el cuerpo del vigía que mando abajo tomando su lugar.
El ojo lo pongo en el lente de la ametralladora de la torre soltando tiros directos en las cabezas que detecto. Mi puntería se sincroniza con mi enojo y lanzo proyectiles certeros dando en el blanco sin fallas, consiguiendo que la sangre salga disparada con las balas que entierro; asegurandome de matar para no desperdiciar proyectiles, arremetiendo una y otra vez dando la vuelta.
Inyecto un cargador, me aseguro de recargar los compartimientos de emergencia y alargo la mano para alcanzar el radio donde ingreso el código contactándome con Patrick. Apunto, descargo y vuelvo a atacar reduciendo el número que intenta acercarse.
—¡Devuelve a los soldados! —exclamo cuando me contesta— ¡Dieron mis coordenadas y me están bombardeando!
Los miembros de la organización quedan adentro, las balas centellean dentro del búnker y sigo volando sesos desde mi puesto. Me quedo sin balas, así que tomo las granadas que yacen en el lugar y las arrojo donde se concentran los distintos grupos enemigos tratando de ingresar al búnker. Me resguardo detrás de la pared captando las explosiones mientras estos se dispersan volando en pedazos y aprovecho para guardar varios cartuchos en mi chaqueta e inyecto otro en la ametralladora en nanosegundos a la vez que giro a derrumbar los que están en el techo, pero algo estalla debajo de los andamios de la torre que se vienen abajo tumbandome.
Le están dando con todo a la coraza de metal, seis uniformados se me vienen encima y saco mi B7 disparando desde el suelo, evadiendo la argolla que me tiran al cuello. Me incorporo y esquivo la otra enterrándole un tiro al que me las lanza tomando la ametralladora que llevo en mi espalda. «Son demasiados», por más que disparo varios se adentran en el búnker donde se abre una salida sacando los que estaban adentro y entiendo que debe darse inicio al plan de evacuación.
—¡Norte! —exclamo— ¡Ya!
Los cálculos estaban bien, no había alertas, ni amenazas, aquí todos tienen un mismo objetivo y la traición es algo ilógico. Un ataque solo logra una cosa y es darle seguridad a los otros porque si estos atacan y triunfan, otros querrán hacerlo también, por ello, el número de muertos es algo que debo evitar. Cada organización tiene un chip diferente y este es el de la mafia.
—¡Ya, ya, ya! —me pongo a la cabeza adentrándome al terreno lleno de bodegas— ¡Necesito el número completo y le patearé la tumba al que se deje matar!
El sonido de las balas hace click en la ametralladora y voy abriendo camino mientras los demás siguen disparando a los que nos rodean. Saben esconderse entre los cajones gigantes y arremeto hacia los puntos estratégicos que hallo. La reja de seguridad que está kilómetros más adelante la dejaron caer y la necesito abierta para un rápido escape.
—¡Puerta! —salgo de la fila para que la abran mientras sigo arremetiendo dando tiempo.
El Boss no está, no lo vi salir y me muevo atinando aquí y allá usando la B7 en los tres segundos que necesita la ametralladora para hacer uso los proyectiles de emergencia. El sonido de la reja subiendo me da el aviso que necesito y mando a los primeros adelante.
El número sigue igual. Avanzo corriendo y saliendo de las bodegas queriendo cruzar el umbral de la reja, paso la mitad, acelero el paso, pero...
La mordida de algo atrapa mi pierna y dicho artefacto me lleva al suelo con los dientes metálicos incrustados en mi carne. Mis hombres se devuelven para liberarme mientras me volteo queriendo disparar, sin embargo, un vehículo enciende las luces arrastrándome y arrancándome la carne devolviéndome a la zona de containers.
Uno de los Byki me alcanza a tomar de la chaqueta, pero le disparan enterrándole los tiros que lo obligan a soltarme mientras arremeto con mis proyectiles en contra del auto que me revuelca obligándome a evocar el pasado: Mi caída, la fosa, el encierro, mis hijos...
El ardor en la espalda no lo soporto cuando me mueven de un lado para el otro con la trampa en la pierna, las balas rebotan en las llantas que acaban con mis municiones, la B7 y la ametralladora se quedan sin nada y me siguen arrastrando lanzando la argolla que queda en mi cuello, la cual detiene el vehículo obligándome a sacar la navaja cuando tiran de ambos lados apretando los agarres.
Siento que me van a partir y la hoja del puñal se entierra en el suelo mientras lucho por oxígeno. Un montón de uniformados se me vienen encima, no puedo con el aro que tengo en el cuello, «Necesito respirar». La mano que tengo libre me la pisan, la trampa en mi pierna sigue tirando y la culata de un rifle se estrella contra mi cara cuatro veces; las patadas en el abdomen y las costillas merman mi fuerza, la sangre me salpica el rostro y el sexto golpe me desvanece cuando atinan a mi sien.
«Los gritos de la fosa truenan en mi cabeza, mi olfato percibe el olor a suciedad, a estiércol, recordando que el único atisbo de emoción era cuando mataba, pero el resto era un maldito infierno aprisionado en paredes de piedra». Mi cerebro evoca día a día no sé por cuánto tiempo trayendo todas las sensaciones amargas mientras mi cimientos tiemblan otra vez recibiendo golpes en el suelo con una lona en la cabeza. El sonido de los motores de un avión se oye a lo lejos y estoy en el piso sin poder moverme.
Los mellizos van y vienen de mi cabeza y la rabia me sacude estando envuelto en la mierda otra vez lidiando con el instinto asesino de querer acabar con todos los que me golpean consiguiendo que pierda la conciencia otra vez.
«No veo», el calor que me envuelve es agobiante, estoy de pie no sé en dónde con las manos atadas, la frente la siento abierta llena de sangre al igual que la pierna soportando el dolor. Hay algo caliente bajo mis pies quemándome las plantas.
La argolla en mi cuello duele y desde atrás me quitan la bolsa de lona de la cabeza. Hay un hombre montado en un caballo frente a mí en medio del inhóspito desierto que me envuelve descalzo, sudoroso y desorientado.
Miro a mi izquierda captando a la persona que tengo al lado y este cruza miradas conmigo compartiendo el mismo estado.
—El Vor y el Boss de la mafia rusa — habla el sujeto del caballo—, bienvenidos a Gehena.
Echa andar el animal que inicia el trote mientras somos obligados a correr en medio del desierto.
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Rachel.
Antoni, Christopher e Ilenko tienen algo en común y es la insistencia. Cuando alguien o algo se les mete en la cabeza hacen de todo para destruirlo sin importarles a quien se lleven a su paso; si están bien en lo alto no les importa que el mundo arda abajo o a su alrededor.
El equipo especial de Gehena ya entró a Moscú y no sé qué está pasando, pero esto no es sitio para inocentes, ya que se lanzó una bomba nuclear, por ende, eso va a traer repercusiones.
Rick conduce a toda velocidad mientras Brenda y Dalton se mantienen atrás, nos tomó horas estudiar el perímetro junto con Alex que viene en otro vehículo con Laila y Simon mientras que Gauna, Make e Ivan nos siguen más atrás.
La avioneta tuvimos que dejarla a las afueras de la ciudad y en esta esperan Sam, Luciana junto a Stefan, Harry, Peyton y Brenda quien se queda vigilando el perímetro. Lo de Kira lo tomé como una alerta la cual me indica que lo mejor es sacarlos de Italia.
Mantengo el auricular en la oreja recibiendo la confirmación de Laila que lleva el equipo de rastreo, las horas han estados llenas de estrés, ya que, como lo supuse, la Bratva quería bombardear y se vio a varios Rusos en las ciudades ejes de los clanes, pero retrocedieron.
—No hay vigías —me indica Laila.
Hay alarmas que suenan a lo lejos y me agacho evidenciando el humo que sale de ciertos sitios. Alex sabe dónde está la mansión de Regina y lo investigado confirmó que dicho lugar tiene un alto flujo de movimiento por parte de los hombres de la mafia roja.
Rick sigue conduciendo adentrándose al tráfico de la ciudad que empieza a despertarse. Hay tres puntos claves: el búnker que se iba a tomar Gehena, el Palacete Romanov y la casa de Regina.
Alex nos adelanta y papá se detiene tomando sus armas, tenemos que dividirnos y ajusta todo lo que necesita.
—Ve por los niños, yo me ocupo de tu hermana —indica y me cambio de asiento tomando el volante mientras él detiene el auto donde viene Gauna a la vez que Ivan sube a mi vehículo.
Continúo, siento que esto se va a convertir en un campo de batalla. El afán que llevo se debe al presentimiento que me tiene alerta y por ello no paro evadiendo autos. No conozco la mansión de los Morgan en Rusia, pero me tomó casi una hora cruzar la ciudad adentrándome en una de las zonas campestres más sofisticadas de Moscú.
Alex se detiene kilómetros antes obligándome a hacer lo mismo cuando toma lo que se requiere. Acomodo las cápsulas metálicas en mi cuerpo y lo sigo a través del prado, la mansión no se ve por ningún lado, pero se ve seguro de lo que hace.
Atravesamos un pequeño bosque y un parque donde revisamos que no nos estén siguiendo antes de destapar la alcantarilla por la que baja.
Son las propiedades de su familia, sabe cómo hacer las cosas y hago lo mismo que él siguiéndolo con Dalton, Laila, Simon, e Ivan que corren conmigo a través del pasadizo que tiene varios corredores. Se mueve como si conociera el sitio de memoria y señala los túneles bajo tierra en los minutos que siguen.
Las telarañas se me pegan a la ropa, hay moho por todos lados, se nota que hace años que no viene nadie y seguimos trotando hasta que una pared con barandas de hierro nos detiene. Es el primero en subir desenroscando las tuercas que botan óxido, pero que logra desprender moviendo la tapa que nos muestra otro pasadizo oscuro; sube y nos movemos a través del estrecho callejón lleno de polvo.
—Apaga las cámaras —le pide a Laila.
—Es el sistema de Patrick, cuanto mucho puedo lograr hacer interferencia, la cual nos da una distracción de algunos minutos.
Laila maniobra y Alex continúa quedando frente a la pared donde nos pide que guardemos silencio. Quedamos en fila y cada quien toma las cápsulas que les di, las cuales contienen gas somnífero.
—Máscaras abajo.
El ministro con cuidado tantea hasta que halla lo que busca moviendo la pared que nos muestra un enorme despacho. Laila confirma que podemos salir y saco las armas corriendo a la puerta seguido de los demás. Dos escoltas rusos aparecen a cada lado y disparo, Alex me sobrepasa apuntando al que se devuelve prendiendo las alertas de la casa consiguiendo que se arrojen las cápsulas de gas a las que se les dispara y empiezan a inundar la casa.
«Tengo que apurarme». Los demás me abren paso junto con Alex que empieza a abrir puertas, no los veo y busca la tercera planta mientras que abajo se arma el cruce de balas de los demás con los que resguardan el lugar. Sigo lanzando las cápsulas de efecto instantáneo, los que rondan la escalera se desvanecen, el piso de arriba me recibe y mi arma se levanta junto con la de Alex y Alexandra que me apunta. Bajo la máscara y...
—¡Mamá! —Los mellizos salen detrás de Cayetana y Alexa tiene a Abby pegada a su pierna.
—Baje el arma soldado —exige Alex mientras la tía de Stefan mantiene las manos en alto.
—No somos enemigos, ministro —Alexa obedece y me agacho a recibir a los niños que corren hacia mí como siempre encharcándome los ojos.
Reviso que estén bien dejando que me abracen, «Son mi vida» y no contengo las ganas de llenarlos de besos. Milenka trae un vestido y Owen mantiene un par de anteojos oscuros, los vuelvo a abrazar, pero la euforia se detiene cuando no veo a mi sobrina saliendo por ningún lado.
—Están sacando a la princesa —me avisa Laila y tomo a los mellizos— ¡Vamos por ella!
Rápido le pongo las máscaras que se requieren para sacarlos arrojándole una a Cayetana, a Alexandra y otra a Abby.
—Vámonos —pido y la tía de Stefan se mueve confundida, pero se devuelve tomando la mochila de mi hijo. Alexandra no se mueve y Alex levanta a los mellizos junto con la niñera cuando esta se devuelve—. Esto se va a poner feo, vámonos.
Sacude la cabeza tomando a Abby y no tengo tiempo para insistirle. Patrick está de este lado y son sus decisiones, me preocupa, pero no me queda más alternativa que correr tras Alex que vuelve al despacho donde no están los demás y me devuelvo.
El gas está por toda la casa, bajo a la primera planta con las armas en alto, Tyler y Death yacen en el suelo al igual que varios hombres tatuados; los disparos de la azotea me obligan a tomar otra dirección haciéndole caso a mi oído mientras Alex sale enojado al pasillo.
—¡¿Qué pasa?! —reclama el ministro y le grito que espere en el despacho— ¿Es Christopher?
No alcanzo a contestarle, simplemente continúo. Dalton junto con Simon tienen a una mujer rubia contra el suelo intentando desarmarla, mientras que Laila está abriendo la puerta de la aeronave donde está mi sobrina. La rubia del suelo se zafa malherida, los demás le hacen frente empezando una nueva contienda y me apresuro por Amelie sacándola.
Está adormecida por el gas y le coloco la máscara que traigo conmigo mientras que Dalton apuñala a la rubia que les da pelea y la sueltan dejándola caer. Intenta levantarse, pero las heridas no las dejan quedando desvanecida y ensangrentada en el suelo. Los demás me siguen y corriendo con mi sobrina en brazos vuelvo al despacho por donde entré. Alex busca la salida y con los que venimos a buscar nos adentramos a los pasillos internos del despacho que el ministro cierra.
Tiempo es lo que no hay y por ello no se tienen en cuenta gritos, llantos o preguntas, ya que todo hay que tomarlo como una misión de rescate más. Simon trae a Milenka, Alex a Owen y Cayetana trata de mantenernos el paso nerviosa sosteniendo la mochila contra su pecho hasta que volvemos a salir en busca de los vehículos que dejamos.
—Tengo a Emma —me avisa papá.
—Yo a Owen, a Milenka y a Amelie.
Le aviso. Ya sabe donde debemos encontrarnos. Cayetana y Laila se encargan de los niños que les entrego desplazándome al sitio acordado volviendo al tráfico.
Moscú es un caos; hay tiroteos y patrullas desplegando policías con los disturbios que se oyen a lo lejos. Sigo sin saber nada de Gehena, sin escuchar las preguntas de atrás, no soy bienvenida aquí y por ello debo abandonar el sitio lo más pronto posible. Evado una de las patrullas que se me atraviesa, Alex viene a mi lado y esto era algo que veía venir.
La pirámide no se iba a dejar tumbar y ante cualquier quiebre iba a buscar la manera de entrar. Los rumores vuelan en la mafia, la Bratva se cargó cuatro clanes y los otros ahora van a contraatacar.
Papá llega primero que yo al sitio acordado y bajo a los pequeños que me quita Stefan apenas me ve.
—Yo me encargo, ocúpate de que lo que falta —se ofrece y lo dejo tomando el control de la aeronave con Alex.
La cabina se cierra solo para los dos, no hay cabeza para otra cosa que no sea irnos y en eso nos concentramos abandonando Rusia. El ministro se mantiene en silencio y atrás oigo a Stefan presentando a los mellizos a los que les insiste que saluden. Reconozco la voz de Sam preguntándole a Owen cómo se siente mientras sirvo de copiloto.
Alex sincroniza los aparatos de comunicación subiendo el volúmen atento a no sé qué, pero ensaya varias veces desesperado comprobando que todo sirva mientras Papá abre la puerta asegurándose de que vayamos al sitio indicado.
No iré a Italia, Paolo me recibirá en una propiedad que tiene en Ucrania. El investigador tiene contactos policiales en dicho país y se pagó una fuerte suma por mantener la boca cerrada.
—Que tan mal padre soy —me comenta Rick con los ojos llorosos— como para que mi hija menor lleve horas encerrada en el baño negándose a dar la cara.
Me da pesar el que se le enrojezca la cara lleno de sentimiento. No recuerdo haber tenido una crisis familiar nunca; lo del exilio y mis recaídas fueron cosas fuertes que nos unieron como familia, pero pocas veces hemos estado unos contra otros.
—Lo vamos a solucionar —aprieto su rodilla—. Estate tranquilo.
No se va, Alex se mantiene callado y me tomo Leopolis. Aún no se tienen noticias del exterior y todos bajan mientras que el ex ministro se queda en la cabina pensativo.
Lo que está pasando no es fácil de digerir y le doy su espacio dejándolo con mi papá.
Estamos en una propiedad en un sitio normal, un barrio de estrato alto sin exagerar; a veces rodearse de gente con la vida cotidiana es una buena forma de camuflarse y aquí están los que no son soldados mientras esto termina.
Los mellizos ya entraron y están adentro hablando con Cayetana y Stefan que se mantiene agachado frente a ellos mientras Milenka le reclama con las manos en la cintura, «Mini Chernobil». Me ven y de nuevo se apresuran a mis brazos dejando que los llene de besos.
Owen se agitó y respira mal, pero está bien, «Están bien».
—¿Y esos lentes? —intento quitárselos, pero no me lo permite—. No pasa nada, te ves muy hermoso.
Beso su mejilla y mordisqueo la de Milenka.
—Tú también estás preciosa, Chernobil —paseo la nariz por su cabello—. Qué loción tan deliciosa.
Traen ropa de diseñador manteniéndose gorditos y radiantes. Los vuelvo a abrazar, «No me canso», Owen es callado, pero me abraza. Sam se mantiene en el sofá, Luciana desapareció y la Élite está en la cocina con Paolo.
—Ya no quiero que trabajes —me reclama Milenka—. Abby tiene una mamá que le hace galletas y llega con su papá, ¿Ya viene el mío?
—Yo también les haré galletas —le aseguro—, pero dependen de qué tantos besos me den...
Los aprieto, son mi razón de vivir y elevan el rostro con la persona que entra consiguiendo que Cayetana se peine sonrojándose.
—Owen y Milenka Morgan.
Habla Alex serio y me levanto haciéndome a un lado para que puedan verlo mejor, Owen se sube los lentes y Milenka abre la boca, para decir algo, pero el ministro no se lo permite.
—Muy lentos soldados, ¡Vengan a abrazar al abuelo!
Le abre los brazos y miran a Stefan que asiente dándoles los ánimos de continuar e irse contra él que se agacha y los estrecha con fuerza; por más que intenta contener las lágrimas, no puede besando a sus nietos, reparándolos y revisandolos como si no fueran reales.
Stefan me mira y le doy las gracias otra vez porque si no fuera por él no serían capaces de reconocer a nadie. Papá espera atrás y Alex levanta a Milenka para que salude a Owen que mantiene los lentes puestos y con ambos, mi pequeño soldado, se ve un poco incómodo, pero papá se agacha a su altura.
—El guerrero de la familia —apoya los labios en su frente.
—Es un niño super fuerte y Milenka es muy despierta —comenta Cayetana— ¿Cierto, Step?
—Bastante.
Secunda soldado chef mientras que Alex sigue reparando a su nieta como si quisiera descifrar no sé qué.
—Milenka —se levanta Rick—, Alex no cree que eres una niña, ¿Puedes creerlo?
Stefan se rasca el cuello y Cayetana respira hondo igual que yo mientras que el ministro se come a mi padre con los ojos.
—Pero si soy una niña —se enoja bajándose de sus brazos— ¿Querías un niño?
—No, quería una niña —responde airoso—. De hecho, siempre supe que lo eras.
—¡Mientes!
—Amo a las niñas, los niños son pendejos —se defiende y Owen arruga las cejas—. No tú, otros niños...
Papá los toma a ambos llevándolos al mueble y Milenka lo sigue mirando mal a Alex que se pellizca el puente de la nariz, «me causa gracia, no puedo evitarlo». Rick se los sienta en las piernas mientras que el ministro toma asiento también hablando con ellos.
Una escena que merece repetirse todos los días, en navidades, cumpleaños, fiestas patrias... Me alegra verle una sonrisa sincera a mi papá, les dice que es broma lo de Milenka dejando que el ministro salga con ellos al patio.
—El maldito ego competitivo no se le quita —Rick pasa por mi lado dándome un beso antes de subir y sé a quién va a buscar, por ello le doy su tiempo asegurándome de que todo esté tal cual me lo prometieron.
Paolo me hace el recorrido, el número de habitaciones es el correcto. Luciana está en uno de los balcones mirando lo que hace Alex mientras que Sam, Rick y Emma están encerrados en la misma habitación, según me informa Brenda.
La actitud de mi madre es tosca, no tiene que hablar para que se note con los gestos y el estar mirando la puerta donde yace papá es suficiente. Le pido el favor que necesito a Luisa que se cruza de brazos.
—Oye, tus hijos son hermosos, pero groseros —se ofende—. Ni siquiera miraron a Peyton y los busqué tres veces. No está bien que Owen se enoje tanto cuando intenta quitarle un par de anteojos.
—No la pasa bien cuando se enoja, así que dale tiempo que Stefan me contó que no han tenido una buena experiencia con otros niños —le explico.
—Entiendo.
—Ayúdame con lo otro —la animo y se va.
Reviso las cámaras de Florencia; Antoni está frente a la chimenea mientras que Alí se mantiene sentado en las escaleras, al otro lado Bernardo tamborilea los dedos en el comedor donde se mantiene con Angela.
Me duele la cabeza, las noticias externas sólo empeorarán las cosas y me doy un receso con la información por mi salud mental. En menos de 72 horas me embriagué, cayó una bomba, fui por mis hijos y...
—Estoy lista —me avisa Luisa—. Tu hermana no quiere hablar con nadie me dijo Sam, así que no creo que tengamos mucho tiempo a solas con ella.
Tomo el camino que me indica, Alex sigue con sus nietos y dejo que Luisa me acompañe a la habitación donde espera mi sobrina. Luisa es la única de mis amigas que sabe lo de los Romanov y le conté en modo de terapia, ya que quiero llevar esto de la mejor forma posible.
—Entonces quieres saber si tu sobrina te odia —comenta mi amiga deteniendo el paso— para estar segura si es o no una Romanov... Perdona que te lo diga, pero es como medio absurdo porque no hago pruebas de ADN.
—Ellos me detestan... Tengo muchos interrogantes y —dudo—...Cédric se veía tan convencido con lo que decía...
Es raro que un médico no dude de la paternidad de alguien y Vladimir era uno de los que no me quería ver ni en pintura; lo de Las Maldivas me lo demostró.
—Pero esa chica búlgara no tiene motivos para mentir —contrarresta Luisa.
—Nunca se sabe, a estas alturas ya casi no hay nadie cuerdo.
—Bien —me calma—. Quiero tener el control de la charla, por ello mantente lo más neutral posible para que nos vea como la autoridad. Si tiene algún tipo de repudio lo expresará con la mirada, la posición o los gestos.
—Ok —asiento.
—Neutra, es decir, un "Hola" es suficiente —explica—. Hablaré yo, así que mantente en silencio.
Suelto el aire pidiéndole que abra la puerta de la alcoba donde la trajo Sam mientras Emma habla con papá. "Neutra", me repito el término en la cabeza.
Ella está de espaldas frente a la mesa de noche volviéndose hacia ambas cuando entramos.
— ¡Hola tía Rachel! —me saluda emocionada tomándose los deditos—, Dios te bendiga.
— ¡Hola corazón! —Los hombros se me encogen de inmediato con un no sé qué que me despierta, «es tan hermosa con su gorro de lana, sus mejillitas rosadas y sus ojos azules»—. Estoy muy feliz de verte, ¿Puedo darte un abrazo?
Lo piensa por un par de segundos y asiente dejando que lo haga. Huele a shampoo de fresas y es que no me cabe en la cabeza que sea una Romanov, es imposible porque es tan adorable.
Luisa carraspea y olvidé que fue lo que me dijo.
—Te presento a Amelie, mi sobrina —la alzo pegando mi mejilla a la suya—. Es una divinura, mírala.
—Hola Amelie —responde mi amiga —, queremos hablar contigo.
Sacude la cabeza.
—Oh corazón, son cositas pequeñas para conocerte mejor...
Sacude la cabeza otra vez rodeando mi cuello con los brazos y podría tener el record guiness en encanto porque desde que la vi me tiene queriéndola. La llevo al lado de la ventana en busca de un espacio para las dos.
Trae bailarinas con piedritas y la dejo en el suelo agachándome, el sol de Ucrania nos da a ambas dejándome apreciar sus rasgos. Los Romanov tienden a tener una apariencia de Dioses sádicos infernales con la altura, los rasgos y el modo de ser, pero ella es la cosita más dulce que he visto.
Le acomodo la ropa y con cuidado bajo el gorro de lana que deja caer el cabello dorado abundante que se esparce sobre sus hombros.
—Mi mami dice que si algo pasa me vas a cuidar y debo portarme bien cuando ya no vuelva —me dice—. No confía en Dios y yo ya le pedí que la protegiera.
—La voy a regañar —contengo lo que se me atora— porque ella tiene la obligación de volver por ti y por mí siempre.
—¿Le vas a decir que no me puede dejar?
—Si cariño —contesto—. No te preocupes por eso.
—Gracias, tía Rachel.
Asiente convencida. El mero hecho de creer que la puedo perder me desborda las lágrimas que trato de contener, porque siendo sincera no merecemos cargar con la crueldad y la falta de entendimiento de los que se han ensañado con nosotras.
—Te quiero mucho, ¿Sabes? —le hago saber— Si tú no deseas que esté cerca de ti o si te incomodo, solo dímelo que lo entenderé, ¿Quieres que me vaya?
Sacude la cabeza.
—Si te quiero tía Rachel, a mi mami, a mi papi y a Chispas también.
—Eso me alegra mucho —tomo su naricita— ¿Puedo darte otro abrazo?
Asiente dejando que la traiga a mi pecho, los temores se desvanecen quitándome el peso que tenía encima.
—Debo llevarla ya, les hice merienda —Sam entra por ella y dejo que se la lleve dándole un beso en la frente antes de que se marche mientras Luisa sigue en el mismo sitio.
—¿Ves lo que te digo? —respiro hondo— Ella es una ternura y me quiere, en cambio los Romanov me odian...
—Creo que estás en negación —asume.
—¡Rachel! —Brenda llega afanada— ¡Capturaron a Christopher!
Me avisa sofocada y el resto de la Élite viene tras ella. La noticia me contrae el estómago armando el nudo que se me atraviesa; «Estudié las leyes de Gehena», no existe la pena de muerte, pero captura es captura.
—El Vor y el Boss, ambos fueron atrapados por el ejército de Cédric —termina.
El sabor a sal toma mi garganta mientras mi cerebro me recuerda el hecho de que si bien las cosas se veían venir, no quiere decir que impacten menos. Alex sigue afuera con sus nietos y por más que lo pienso la situación se me sale de las manos.
Christopher e Ilenko iban a bombardear el recurso que necesito para llegar a la FEMF y al salir retomarán lo que querían hacer. Además, no puedo ir en contra de Gehena, ya que detestan todo lo que esté relacionado con la mafia rusa y sacar a un miembro es quitarle todas las oportunidades a Owen de obtener lo que necesita.
—Hay que continuar —les indico—, no puedo seguir retrasando los planes. Continuemos con esto y con la FEMF segura vemos que pasa.
La duda se siembra en todos hasta en mí, pero somos conscientes de que hace unas horas estábamos angustiados porque nos quitaran y nos mandaran abajo una de las mejores herramientas que tenemos, por suerte no pasó.
La contienda con el Boss no es por algo pequeño, no va a dar marcha atrás con sus planes y Christopher menos, por ello sigo poniendo como prioridad lo mío. Cayetana está adentrando a los mellizos a su alcoba y el verlos otra vez me hace entender que ellos, quienes están aquí, son todo lo que necesito.
—Hola otra vez —voy por ambos cargándolos— ¿Qué quieren hacer?
Los brazos de ambos quedan en mi cuello mientras me quito los zapatos. Stefan entra con las bolsas con las ropa que les mandé a comprar.
—No era necesario, el señor Christopher me hizo llenarle los closet —comenta.
—Ahora estarán aquí, Caye —contesta Stefan.
—Pero yo quiero mi casa grande —me dice Milenka mientras busco los pijamas.
—Tendremos una muy muy grande —saco lo que traje— ¿Te gusta esta o esta?
Intenta alegarme, pero la tomo llenándola de besos haciéndole cosquillas en la cama mientras que Stefan me ayuda con Owen. Se ofrece a subirnos la cena y me meto con ellos bajo las frazadas de la cama doble convenciéndome de que quiero hacer esto todos los días y que falta poco para ello.
La noticia de Christopher hace que el pecho me lata con fuerza, pero fue el bando que eligió y por suerte cayó entre pacifistas. Duele, pero no me puedo seguir desenfocando, los que están bajo este techo son mi prioridad y por ellos debo continuar y asegurar la victoria; con eso y una solución para Owen podré pensar con más calma.
════ ⋆★⋆ ════
Feliz cumpleaños a: Adriany, Frimeyri, Carol, Valeria, Paulina.
También está dedicado a Yeimis y a su bebé Isabella que acaba de nacer.
Dios las bendiga a todas.
Besitos.
Con amor.
Eva.
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