CAPITULO 15
BANDO.
Christopher.
El helicóptero que lleva a los mellizos se alza en los cielos moviendolos a Alaska. Muy bonita las intenciones de su madre, magnífico el plan de caridad y el hecho de "Pelearé por los dos".
—Entonces el gran Christopher Morgan esperará en casa reconociendo que su mujer ahora es mejor que él —comenta Aleska a mi derecha—. Te felicito, pensé que armarías un espectáculo reteniéndola o algo asi, pero resulta que ya no eres tóxico —suspira—. Me recuerdas a mi novelas juveniles.
Suelto a reír con ironía antes de marcharme. Quería la verdad y ya la tengo, ahora que pase lo que tenga que pasar, todo acto tiene consecuencias y no es mi culpa que otros no me conozcan.
Le doy la espalda a la pista en busca de la propiedad que alberga a los miembros de la Bratva que están en Italia. Thomas se mantiene con su mujer en una mesa, Tyler y Death con Boris en las escaleras mientras que Patrick viene entrando trayendo a la mujer que lo sigue; se aparta para que la vean y está repara el entorno extrañada.
El vestido de pliegues es corto, el cabello rubio lo trae recogido en una coleta y sostiene una mochila cruzada en el pecho.
—¡No lo puedo creer! —retrocede cuando me sumerjo en el vestíbulo— ¡Es cierto que estás vivo!
«Zoe Lewis», me repara como si fuera un espectro y vuelve a hacer lo mismo con Patrick como si no la hubiese traído.
Es una de las reporteras más importantes de la era actual, tiene voz de peso en varios periódicos importantes, incluyendo el de la FEMF, y la necesito para que empiece a tumbarle la máscara a Bratt trabajando para mí, ya sea por las buenas o por las malas.
—¿Cómo sobreviviste? —pregunta.
—Hoy no amanecí con ganas de contar mi biografía —la corto.
—La prima de la mierda de Lewis —se me adelanta Boris y Patrick lo toma para que se calme—. Fuiste la que habló en el periódico, ¿Cierto?
—Solo plasmo lo que otros declaran —se acomoda la mochila—. Hago mi trabajo, pero eso no quiere decir que lo apoye.
—No sé...
Empujan la puerta de atrás dando paso a los matones personales del Boss que entra a medio vestir sujetándose la herida que tiene en el abdomen.
—¿Qué mierda te pasó? —me pellizco el puente de la nariz.
—Me pegaron un tiro ¿No ves?
—¡¿Quién?! —la bala que suelta Boris remueve el escombro del techo— ¡Dígame quién!
—Que genial dejarse herir en territorio enemigo —lo encaro— ¿Si sabes que eso nos retrasa?
—¿En qué? —reclama molesto— ¿Acaso te estoy pidiendo que me cuides?
Los demás se levantan queriendo saber quién fue y no contesta, se larga e intento hacer lo mismo, pero Zoe Lewis sujeta mi brazo.
—Oh, Dios ¿Ese es el Boss de la mafia rusa? —pregunta sorprendida— ¿O sea que es tuyo el ejército rojo?
La aparto en busca de un trago y no pierde de vista al ruso que camina como si nada mientras que Patrick viene a mi puesto queriendo hablarme, pero...
Terminamos en el suelo con la detonación repentina que surge de la nada. Dos paredes se vienen abajo levantando una humareda de polvo, Patrick cubre a Zoe e intento levantarme, pero otro estallido me devuelve al piso mientras mis hombres caen y medio me alcanzo a poner la capucha antes de que entren los halcones.
Patrick hace lo mismo y me levanto rápido buscando un sitio para disparar, sin embargo, entran en manada superándome en número.
—Suil il leader —dicen queriendo acabar con todos y descargo mi arma en contra de los que tengo atrás— giù la Bratva.
La patada que me lanzan al pecho me tira a la cocina donde me topo con el Boss que alza la ametralladora que descarga en los que se me vienen encima.
—¡Será que no me puedo desangrar en paz! —se queja.
Paso por su lado y quedo a su espalda descargando la Beretta en contra de los que entran por la puerta de la cocina. Atacan por todos lados, mis tiros son certeros, los suyos violentos y en menos de nada hay un montón de cadáveres en el suelo. Los dedos me duelen de tanto tirar el gatillo y parece que hubiese pasado un escuadrón por aquí.
—¡Vienen más! —avisa Boris.
—¿Qué quieren? —pregunto hastiado.
—El italiano a Greta Klein —responde— y la dama la cara y la rendición de los que mandan.
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Rachel.
Que torturen a tu gente en tu territorio es una falta de respeto y eso fue lo que pasó mientras no estaba. Las palabras se quedan cortas a la hora de definir la crueldad de la mafia y queda demostrado con los últimos acontecimientos que me han tenido de aquí para allá despejando mi zona ya que la Bratva está en Italia. Antoni no vuelve todavía y hace poco llegué a la mansión de Florencia.
—De haber sido sabia escuchando los consejos de tu madre eligiendo algo que no fuera la milicia, nada de esto estuviera pasando, pero quisiste esto aún sabiendo lo que había pasado con la familia de Harry y por ello te lo rogué miles de veces—me reclama Luciana en el estudio—. Ahora Emma carga otra maldición estando en la mira de ese otro sujeto que intentó llevársela otra vez como si no tuviera suficiente con el estrés de no saber cómo explicar que se embarazó en cautiverio.
Se levanta molesta.
—Haz algo, porque suficiente tengo con haber tenido que tolerar a los Mor... Mascherano —exige— como para tener que lidiar con la persecución de los Romanov.
Abandona el estudio pidiendo que la lleven a la hacienda.
Me voy un par de días y me encuentro con que encerraron a Emma junto a Cédric Skagen en una de las cabañas de Manarola. Al segundo lo torturaron, a mi hermana por suerte no le pasó nada, sin embargo, eso no quita el empecinamiento que tiene el Boss con ella recordándome que mi jodida deuda sigue en pie.
—¿Esto siempre es así? —le pregunto al halcón que tengo al frente— Es mi primera contienda de clanes.
—No —contesta.
—No, ¿Qué?
—No es así, es mucho peor —responde—. Aquí a duras penas se le tiene consideración a la familia.
Dejo escapar el aire de mis pulmones pidiéndole que se vaya cuando Emma aparece en el umbral y no sé porque siento que estaba escuchando a mi madre. El halcón cierra la puerta dejándonos a solas y me muevo al pequeño balcón del sitio dejando que me siga.
No hemos tenido tiempo de hablar, solo he estado concentrada en que debo sacar a esa gente de aquí.
—Estabas con él, ¿Cierto? —pregunta— Con el coronel.
Me rasco el cuello soltando otro suspiro. Es vergonzoso decirlo sabiendo lo que sucedió en mi ausencia, proteger a mi familia es mi obligación y no lo hice.
—Contesta. No me importa la respuesta —insiste.
—Si —admito—. Si estaba con él y con los mellizos. Christopher se enteró de que no estaba fingiendo y quise un momento...
—No tienes que justificarte conmigo, no me confundas con Luciana —responde—. Estate tranquila que no señalo para que no me señalen a mí.
Los ojos se le humedecen por un momento y me acerco a ella queriendo que me mire.
—¿Por qué tendrían que señalarte?
Evade mi mirada apoyándose en las barandas.
—No me preguntes por qué o cómo sé esto, pero Antoni está sospechando de que tienes un amante —cambia el tema—. Creo que está tratando de confirmarlo.
—¿Qué?
—Si, no sé si notó cambios en tu pochola, si el coronel te meó como en años atrás —se impacienta— o si se besaron frente alguna paloma.
—¿Estás segura? —pregunto— ¿Se lo oíste decir a los halcones?
—Conformate con que lo sé y estoy muy segura de lo que digo —reitera.
Algo me decía que lo de Sukkur no había quedado tan limpio y como es se va a poner más receloso con lo que está creando, «Ahora no puedo tener grietas».
—Llega hoy y debo despistarlo —trato de pensar—. Necesito ideas...
—Invitemoslo a un concurso de patinaje sobre hielo —chasquea los dedos y me llevo las manos a la cintura—. Perdón, hago bromas para no enloquecer.
Es la única capaz de hacerme sonreír en un momento el cual debe estar lleno de seriedad, «Dios».
—Acaban de torturar al padre de tu hija —me quejo— ¡Lo normal es que estés perturbada y yo preocupada!
—Si, si como digas —me voltea al jardín—. Primero cuéntame cómo están las mini profecías. Tyler me contó que de bebé Owen lo levantó con su rayo láser ¿O fue Milenka? No me acuerdo, pero hay uno que lo acojona. En una ocasión tuve que darle un rodillazo en las bolas y Death se enojó.
—¿Death?
Alza las cejas con picardía y abro los ojos sorprendida entendiendo a que se refiere, ¿Cómo no lo supuse? Rápido le cuento el estado de los mellizos y le da más importancia a eso que a Cédric.
—Reservaré la galería y planearé una cena de bienvenida para Antoni —se me ocurre cuando termino—. Eso bajará un poco la temperatura.
Saco el móvil para ponerme en contacto con Ángela y Bernardo, no es que los tolere, pero son lo más cercano a la "familia". Recibo el reporte actual de todo, debería estar al frente de todo, pero esto es importante también.
Antoni ya aterrizó en el laboratorio, así que hablo con el dueño de la galería, hago las reservas en un restaurante, mando a cambiar las flores y a reacomodar los muebles para que se vea que estuve dedicada al hogar el fin de semana.
Pido una estilista para que venga a arreglarme y compro un vestido nuevo para complementar. En eso se me va la tarde y frente al tocador le pido a la peluquera que haga su trabajo.
—Me voy ya —me avisa Emma mientras escojo los colores de sombra que usaré.
—Pensé que me acompañarías —volteo.
—Estoy un poco cansada, pero suerte con todo.
Me da un beso en la sien y junta nuestras mejillas dándome una hermosa imagen en el espejo. La oigo respirar hondo removiendome con el brillo de las lágrimas que aparece en sus ojos.
—No hemos hablado de lo que pasó —recuerdo.
—No me apetece, así que no importa —contesta.
—Em...
—Te quiero —me corta.
—Y yo a ti —aprieto su mano dejándola ir.
Los Antonegras saben lo que tienen que hacer y la estilista termina de alisarme el cabello. Los primeros miembros empiezan a llegar, me vestí acorde a la ocasión con el cabello suelto y un vestido color negro ceñido de mangas y tacones. La jadeíta resalta en mi cuello, los empleados me avisan que ya llegaron y tomo mi cartera dejándola contra mis muslos mientras bajo las escaleras.
—Bienvenidos a casa —recibo a los dos hombres que entran y me inclino a darle un beso a Damon que viene a mí de inmediato.
—Estás preciosa, madre —me halaga y lo abrazo antes de acercarme a su padre que me repara.
Toco su brazo y busco su boca sumergiéndolo en un beso cargado, el cual demuestra que lo extrañé. Mantiene los ojos cerrados por un par de segundos cuando me aparto, mi atuendo está diseñado para gustar y queda demostrado en como me mira.
—¿A dónde vas tan arreglada? —pregunta.
—No te he visto todo el fin de semana, lo mínimo que merezco es una noche en familia —le hago saber—. La galería tiene obras nuevas.
—Me encantaría ir a la galería —me apoya Damon.
—Perfecto —tomo su mano—. Reservé para cenar después de la visita, Bernardo y Angela nos esperan.
Invito a Antoni que no le queda más alternativa que seguirme, en el auto quedo en medio de él y Damon, cosa que aprovecho para entrelazar mis dedos con el italiano al que le beso el cuello y no pierde tiempo buscando mi boca.
Al bajar lo hacemos como una familia, lo siento un poco serio todavía y en la galería me paseo con él, Angela, Bernardo y Damon. Los primos se quedan un momento atrás, Angela tiene buen semblante y eso me da un rayo de esperanza con el tema de Owen, ya que de haber muerto Domenico, los aires serían diferentes.
Vuelvo a sujetar la mano de Antoni cuando vuelve a mí, las salidas familiares eran comunes hace semanas, ya que le encanta nutrir la cultura general de Damon.
Nos brindan champagne y apreciamos las obras postapocalípticas.
—Cada mil años las ninfas paren monstruos —comenta Damon— disfrazados de mujer.
—Que raro poema —contesto.
—No es un poema.
Se mueve a ver la otra pintura. Para la edad que tiene reluce una buena altura y para mi concepto será mucho más apuesto que Lucian, aparte de que la inteligencia es algo que lo hace más interesante.
Paseo la mano por el torso de Antoni manteniendo la conexión que nos deja de frente, rodea mi cuello con sus brazos, los trajes siempre le quedan a la medida y rozo sus labios en busca de un beso.
—¿Estarás toda la noche así? —pregunta.
—Probablemente.
Cuando eres agente asumes el papel en todos los sentidos y una vez terminado simplemente se hace de cuenta que nada pasó. El paseo por la galería acaba pasada las ocho y de ahí nos trasladan al restaurante donde hice la reservación.
—¿Puedo ordenar por ti? —le propongo a Antoni— Trivia matrimonial.
—Adelante —cede acomodándose la corbata—. Veré que tanto me conoces.
Abro la carta ordenando para los tres mientras Angela se pone de acuerdo con Bernardo, el último no deja de lado el aura cargada de tensión, sin embargo, trata de distraerse.
Entrego el menú y la mano del italiano se desliza por mi cuello en busca de las caricias que no tardo en corresponder, me suelta bajando la vista a su entrepierna y puedo entender lo cachondo que está.
El ambiente es cálido y se cena en familia comentando lo importante mientras Antoni mantiene la mano detrás del espaldar de mi silla y me esmero por ser la mejor esposa.
—¿Te gustó? —le pregunto cuando acaba— ¿Tengo o no buen gusto?
—Has pedido mi plato favorito —responde dejando la servilleta—. Si querías un punto lo tienes.
—A la próxima te toca elegir a ti —sonrío.
—¿Continuamos la velada en casa? —propone Angela— Quiero compartir más con la amiga que ya extrañaba.
—Tu amiga nunca se ha ido —suspiro—. Hay que entender que hay problemas que nos estresan y llevan al límite, pero al final volvemos a ser nosotros.
—Brindemos por esta Rachel —alza la copa y los demás la siguen.
El cristal choca, la cuenta se paga y volvemos al auto que se mueve a la mansión Mascherano. Ya son más de las once, mis tacones resuenan contra el concreto y las risas no faltan por parte de Angela que ha querido animar la noche con anécdotas sobre sus primeros cambios, los cuales convierte en situaciones graciosas.
Río porque me toca manteniendo el brazo alrededor de la espalda de Antoni. Damon se restriega los ojos cansados mientras que Alí se adelanta a la entrada pidiendo que abran; el italiano sube los escalones conmigo y...
La mujer que se voltea en el vestíbulo nos detiene a todos... Luce una gabardina hasta los tobillos, respira sudando, el cabello lo tiene mal recogido y los empleados están como espectros a lo largo del vestíbulo.
—¿Greta? —pregunta Angela y ella extiende la mano queriendo alcanzar a Antoni.
—Me liberaron —dice sonriente y el instinto me hace esconder a Damon tras mi espalda—. Soy libre...
Da un paso más, Angela intenta tomarla y... Se vuelve pedazos de un momento a otro salpicando las paredes a la vez que la puerta se cierra. La sangre me mancha y no puedo odiar más a esos hijos de perra que no se extinguen.
Los empleados caen con las balas que les entierran en la cabeza y saco mi arma apuntando a las sombras que rondan la casa. Uno de los halcones toma a Damon, las cortinas se perforan, los jarrones se destruyen y la balacera ensordece.
—¡Anda que nos vinieron a masacrar! —me toma Antoni.
Descargo la pistola en los sujetos que medio se asoman queriendo bajar mientras subo seguida de Antoni, Angela y Bernardo, en tanto los halcones son los que nos respaldan con pasos acelerados resguardando a Damon. Inyecto el cargador en el camino y sin titubear sigo disparando en contra de los que están en el pasillo.
Les hago señas a Alí, nos encaminamos al corredor arremetiendo donde siento movimientos y sigo avanzando mientras Angela y los halcones limpian el camino.
Las sombras se ocultan y continúo corriendo, «Necesito llegar al despacho que resguarda el sistema de seguridad de emergencia» y en eso me enfoco. Antoni viene a mi espalda, la puerta doble yace a mitad del pasillo y la empujo sumergiéndome con los demás en el sitio donde se enciende las luces quitándome el afán en segundos.
«Joder... no»... La serie de papeles clavados en las paredes, cortinas y objetos me roban el aliento. El piso está lleno... Repleto de mi imagen con Christopher y los mellizos a los que no se les ve la cara.
La sangre se me enfría mientras que los hombres que resguardan a Damon se devuelven con los sujetos que salen de los rincones apuntandonos, la mirada de los Mascherano recae sobre mí mientras Antoni no deja de ver la imagen que está pisando; tengo a Owen cargado, mis labios contra los del coronel que sostiene a Milenka y dicha foto no la tomé, tuvieron que haberla...
La silla del despacho se gira mostrando al sujeto que yace en ella tranquilo y me hace apuntarle lleno de ira «El Boss» ¡Maldito hijo de puta! Llevo el dedo al gatillo y...
El cañón en mi cabeza me pausa cuando desactiva el seguro del arma que me clavan atrás rodeándome mientras no dejo de apuntarle al Boss. Tengo todos los sentidos apagados de lo ardida que estoy, los italianos le apuntan a los rusos incluyendo Ali y Angela que son los que respaldan a Antoni quien también tiene su arma en alto.
—Montajes... Que bajo caes —le digo al ruso mientras que los demás no dejan de apuntarse, «una sola bala le daría inicio a la contienda».
—No creo que la cara del Vor sea un montaje, sin embargo, te aplaudo el papel —contesta mientras que el hombre que tengo atrás me rodea apareciendo en mi campo de visión—. Usaste la ley de "Para grandes contiendas...
—...peligrosas alianzas". — Mis ojos se mueven al sujeto que termina la frase por el ruso sacándose la capucha y mostrándome al coronel que me hace arder la nariz con la jugada tan vil que se acaba de lanzar—. No eres la única que se la sabe.
—¡Cagna! —la bala que me lanza Antoni me mueve y aprieto el gatillo en contra del Boss que se corre.
El empujón de Christopher me manda al suelo queriendo ir por Antoni junto con el ruso, pero Angela se atraviesa al igual que Alí soltando los disparos que los mueven. Bernardo descarga su arma en mi contra, lo evado mientras varios cuerpos caen y huyo cuando Antoni vuelve a atacarme.
En el pasillo arremeto con todo lo que se atraviesa sin detenerme a mirar si son rusos o italianos. Las lágrimas cargadas de ira me toman los ojos y salto desde la baranda de la escalera continuando con las detonaciones.
«Se puso a la par», se igualó a Antoni y al Boss que son los peores criminales que han pisado la tierra. La decepción me enardece e inyecto el cargador a la glock soltando las balas que destellan. El piso de arriba vibra con un explosivo, los halcones que lograron salir se vienen en mi contra, me bajo a dos y al tercero lo rodeo con el brazo arrastrándolo a la pared que sostiene la caja de acero que le obligo a reventar a punta de disparos; la cerradura vuela y lo dejo caer matándolo antes de ir por los dos tubos que resguarda junto con la máscara que me cuelgo.
Veo a Christopher arriba y a Angela tratando de dispararle. Bernardo sale, Antoni lo sigue y los disparos de Alí me esconden tras el mueble sujetando los tubos que sostengo mientras siento como el piso se mueve mientras corren viniendo por mí. A un par de pasos vuelvo arriba lanzando lo que tomé, la pieza cilíndrica gira en el aire y...
—GTS —Antoni intenta devolverse junto con Bernardo y Alí, pero mi disparo atraviesa el tubo que explota soltando la nube que me hace bajar la mascarilla. El efecto es instantáneo llevándolos al suelo y corro a lanzar el otro tubo al segundo piso donde yace Ángela con los demás.
«GTS: Gas Tóxico Somnífero».
Los escalones los subo de dos en dos buscando a los otros hijos de perra, pero no los veo. Angela cayó, los halcones también con uno que otro ruso, sin embargo, no hay rastro del Boss o Christopher. Reviso todos los rincones con el arma en alto, pero ¡No están!
Busco de nuevo y no los hallo. Los papeles del estudio los termino recogiendo con rabia antes de incendiarlos en las papeleras quemando las lágrimas que surgen. «Me pateó», tiró abajo lo que tanto me había costado construir anteponiendo su maldito orgullo cargado de soberbia y sus jodidas ganas de siempre querer ser el mejor.
No pudo entender que solo quiero resguardar a los míos y salvar a mi hijo, como tampoco pudo entender que también buscaba lo mejor para él, pero ahora se va a joder porque no le voy a dar una puta mierda.
Reviento todos los aparatos de comunicación incluyendo los de Antoni, Alí, Angela y Bernardo. Destruyo los teléfonos y las computadoras antes de maniobrar el sistema de seguridad. Oprimo el botón rojo y todas las salidas empiezan a sellarse: chimeneas, ventanas, puertas, conductos, salidas de emergencia... Cambio las claves reiniciando todo de fábrica y bloqueo la señal impidiendo cualquier tipo de comunicación.
—10 segundos para cierre total —avisa el sistema y tomo mi arma con el panel en la mano que me apresura a la puerta principal que se abre con el botón que oprimo—. Tres segundos...
Corro pasando el umbral que me deja afuera y la entrada que dejo atrás se sella desencadenando el sonido de la lámina de acero que cae adentro. No hay salida de ningún tipo y me apresuro al auto que está frente a la glorieta al cual le piso el acelerador abandonando la propiedad antes de que las rejas se sellen también.
La imagen de esos dos imbéciles no desaparece de mi cabeza y me mantengo así hasta que vuelvo a estacionar en Manarola.
Los halcones que tienen a Damon están esperando afuera con él.
—Señora, la pirámide quiere saber qué sucedió —pregunta uno mientras avanzo y el puño lo aprieto conteniendo todo por un minuto.
—Antoni no está —volteo—. Y sin él, soy yo la que manda ahora. Esa es la novedad que hay.
Sigo caminando furiosa. «A los dos», a los dos les voy a arrancar las pelotas.
***
Holiiii.
Este capítulo está dedicado a Cristal, fiel admiradora de Antoni Mascherano. También está dedicado a Magali que ama mucho la novela.
Feliz cumpleaños para: Haz, Melody, Naomi, Angie, Khristell, Carliana, Pameli, Salma y Brau.
Recordemos que este es un primer borrador y puede tener errores.
Besitos.
Con amor.
Eva.
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