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CAPITULO 12


════ ⋆★⋆ ════

Preparados. 

Christopher.

Sodom/Alaska.

Termino con el trote diario que me hace recorrer los alrededores, los muslos me arden por los kilómetros recorridos y tomo aire por la boca viendo como otros se ejercitan a lo lejos arrastrando los vehículos de carga pesada con cadenas. Desde las dos de la mañana están en lo mismo convirtiéndose en el tipo de soldado que te encuentras y prefieres matarte antes de afrontarlo.

Seguimos siendo un grupo de cien, pero dicho número se vuelve más sangriento con el pasar de los días. Patrick se me acerca y recibo el sobre que me da sacando la hoja que hay dentro.

—Armeros expertos en material aeronáutico y naval —informa—, echados del ejército hace nueve años por venderle planos al enemigo. Son deshonestos, pero excelentes en lo que hacen.

—¿Dónde están?

—En Pakistán —avisa— Sitio exacto: No sabemos.

—Iremos por ellos —guardo la hoja—. Prepara un grupo de diez con experiencia en rastreo. Partimos por la tarde.

—Como ordene coronel.

Me quito la ropa de entrenamiento tomando una ducha en uno de los baños del gulag, me coloco una sudadera y busco la fortaleza entrando por la puerta de la cocina. Lo de Florencia fue hace unos días, Rachel y Antoni ahora también se preparan para ir por la FEMF y me reiré en sus caras cuando demuestren que con un solo clan puedo tomarme el mundo si se me da la gana.

—Los niños necesitan suministro —la sirvienta de los mellizos me habla atras—. Dulces, ropa interior, pantuflas, pijamas, alitas, salir a airearse un rato y hacer otra cosa que no sea estar cuidándose de que no se los coma un león.

Volteo enarcando una ceja, no entiendo por qué me lo dice, ya que para eso le pago; para que los asolee, compre y haga lo que tiene que hacer.

—¿Qué espera para hacerlo?

—Tengo que limpiar, cocinar, organizar, servir —se queja—. A duras penas tengo tiempo para dormir porque ese otro señor...

La dejo hablando sola en busca de las escaleras, tengo veinte minutos para la tarea y no pienso gastar un minuto más, mi agenda no me lo permite y esto ya es un sacrificio.

Mis oídos absorben la música que sale de mi alcoba y frunzo el cejo aferrandome al pomo ¿Quién diablo escucha sandeces en mi habitación?

Side step, right-left, to my beat High like the moon, rock with me, baby Know that I got that heat —canta Milenka frente a la pantalla con mi desodorante en la mano mientras intenta imitar la coreografía—. Let me show you 'cause talk is cheapSide step, right-left, to my beat, Get it, let it roll...

Las cosas de mi cajón están en el suelo al igual que mis calcetines, quebraron mi loción y mi cama es un desastre. Owen está en la alfombra jugando con el perro y el carro mientras la lora del televisor tiene mis lentes de sol.

—¿Qué hacen aquí? —busco el control apagando la pantalla— ¿Les di permiso de entrar?

—No —contesta Milenka mientras Owen sigue jugando con el perro—. Entramos porque queríamos.

—Presta mis lentes que los vas a rayar —se los quito y ya los rayó, «Maldita».

—¿Trajiste la vaca? No lo voy a volver a pedir.

—Y yo no te la voy a dar —espeto dejando mi cara frente a la suya—. Voy a salir a comprar y él que no esté en el umbral en tres segundos se queda.

Emocionados obedecen rápido mientras tomo las chaquetas que les coloco, sujeto la mano de cada uno y con el perro los llevo al auto colocándome los lentes en el camino.

—El que hable se devuelve caminando —advierto antes de arrancar tomando el camino que lleva a North Pole, pueblo, ciudad o como sea que se llame esto.

—¿Dónde está el tío Step? —pregunta Milenka haciendo que los oídos me zumben.

Primera regla que pongo, primera regla que incumple.

—Ese pordiosero no es tío de nadie.

—Owen extraña al tío Step.

—¡Aquí nadie extraña a nadie! —la regaño— Y ese imbécil no es tu tío, así que cierra la boca que me terminaré pegando un tiro si lo vuelves a mencionar.

—El tío Step...

Volteo mandandola a callar con la mirada y me saca la lengua recordándome a... Sacudo la cabeza apartando el pensamiento, Alex fue un puto mentiroso recalcando que los Morgan actúan como los Morgan.

Sigo manejando hasta que llego al pueblo, estaciono y los bajo tomandolos de la mano mientras el perro espera adentro. Tomo uno de los carros y...

—¿Nos subes? —empieza Milenka.

—No.

Entramos y Owen se me adelanta quedándose frente a la vitrina donde relucen anteojos para sol, «Paciencia». Tomo unos de su tamaño y se los coloco para que avance y me ahorre el tener que cuidar que no se estrelle con todo lo que se le atraviesa, ya que en público nunca levanta la mirada del suelo.

«No hay cosa mas pendeja que esta». Recorro los pasillos echando cosas al azar sintiendome como un estúpido, en verdad no estoy para esto siendo un coronel, peleador y Vor experimentado. Milenka trae las cajas que recibo, no sé qué es, pero da igual, mal por ellos si no cuidan su dieta.

Cambio de pasillo entrando a la sección de ropa infantil que me hace mirar a ambos lados. Mujeres es lo que hay y me rasco la cabeza desesperado, se supone que este era el trabajo de Rachel, no el mío y de mala gana escojo. Me planto en la hilera de boxer infantiles escogiendo los de Owen.

Las mujeres me miran y las ignoro concentrándome en el niño que me observa acomodándose los lentes oscuros.

—¿Cuál es tu talla? —pregunto y arruga las cejas, «Obvio no sabe».

Lo volteo inclinándome a revisar, el que tengo en la mano no le queda y me toca rebuscar en las hileras, las mujeres del pasillo no se mueven y...

—¡Deja eso Milenka! —la regaño cuando la veo tirando playeras al piso.

No me hace caso y arrojo al carro las cosas de su hermano yendo por ella.

—¿Y mi ropa?

—Reclama cuando salimos del pasillo.

—Que los compre la empleada —en verdad no tengo tiempo para esto.

—Nani dijo...

—Nani puede irse a la mierda.

—¡Quiero lo de allá y montarme ahí! —señala el carro.

—Pues no me importa lo que quieras —impongo autoridad y se me viene encima tirando de mi vaquero queriendo que me devuelva al pasillo.

—¡Vamos allá! —patalea llorando.

Me da pena ajena y me muevo con su hermano, no voy a pasar vergüenza, así que la ignoro empeorando la situación, ya que se tira al piso armando una pataleta llena de gritos que la revuelcan como si le hubiesen echado no sé qué llamando la atención de todo el mundo, mientras me pregunto cómo diablos hago para abortarla.

—Estás perdiendo la dignidad, medicate por Dios.

Me devuelvo e Intento tomarla, pero cae de nuevo llorando con la cara enrojecida, los murmullos aumentan y hasta los cajeros dejan las tareas mirándome para que haga algo.

—¡Para! —exijo, pero sigue gritando y hablarle es como querer atrapar el aire con las manos y no hace más que empeorarme el enojo, ya que no acata órdenes e insiste en quedarse en el piso.

Su hermano no sé dónde demonios se fue, presiento que voy a terminar saliendo en los noticiarios con el escándalo que está armando. Nada de lo que hago funciona y...

—¡Está bien joder, lo voy a comprar! —le grito— ¡Compraré y te subiré al puto carro, pero para ya o te pondré a cargar ladrillos hasta que tengas 16!

Se incorpora con las cara llena de lágrimas acabando con la algarabía mientras alza los brazos para que le tome, «Maldita». La alzo llevándola al carro donde la meto.

—¡Owen! —lo llamo devolviéndome al pasillo donde está la ropa llena de colores.

Su hermana actúa como si no hubiese pasado nada señalándome prendas que tomo mirándola mal, notando que esto no es más que un sucio truco de manipulación.

Escoge y escoge sin callarse mientras soy obligado a arrastrar un puto carro de supermarcado.

Me hace moverme a tomar las mismas cosas para el hermano y mantengo la seriedad terminando con las compras. No me siento hombre cediendo ante las pataletas de una niña de tres años que actúa como una de seis ¿No que dormían todo el día y solo se levantaban a comer?

La bajo cuando llega la hora de pagar, por poco y debo tomar otro carro por el montón de cosas que tiró.

—Vuelvan pronto —nos despide la cajera.

De mala gana recibo todo indicandoles que anden, las bolsas quedan en la cajuela y los devuelvo al asiento trasero azotando la puerta mientras que las personas que salen no dejan de mirarme por culpa de la lora escandalosa.

—¿Qué miran? —reclamo volviendo al volante mientras ella pega la lengua en la ventana.

Conduzco de vuelta con la mirada fija en la carretera sin inmutar palabra, Owen no hace más que mover las llantas del juguete que nunca suelta y su hermana se pone en pie.

—Siéntate —le pido.

—¿Podemos hablar con mamá?

Estrello la mano contra el volante, me dan ganas de contarle que su madre me quiere matar y anda paseando en plazas públicas con el hijo de otro. El enojo me hace golpear de nuevo y para no acelerar termino hundiendo el pie en el freno que detiene el auto en plena carretera.

Esto no fue lo que planee, no era lo que quería... Pasé tanto tiempo bajo esa maldita fosa pensando que le dolía mi partida, pero no... Nunca le dolió una puta mierda...

—¿Nos vas a abandonar? —sigue Milenka.

El acero de sus ojos es algo que se mantiene desde pequeña y fue una de las cosas que se me vino a la cabeza el día que me enterraron dos tiros en el pecho.

—Debería hacerlo... Abandonarte —contesto—. Nunca te callas.

—Y tú no nos quieres, no juegas —reclama—. Queremos a mamá...

Vuelve al asiento rabiosa y suspiro con fuerza antes de arrancar, no puedo evitar verlos por el espejo mientras se mantienen aburridos atrás con el perro. El pasado vuelve a mi cabeza... Bratt, Gema, Antoni... Estaba a nada de tenerlo todo, por culpa de ellos me quedé sin nada y eso es algo que no deja de golpear mi orgullo.

—¿La vas a llamar? —insiste.

—No, no la voy a llamar.

Vuelve a su asiento mientras sigo manejando de vuelta a nuestro destino. Seguirán en Alaska por el tiempo que sea necesario y cuando tenga la oportunidad nos instalaremos en la mansión rusa que Regina me dejó, «Es dos veces más grande que High Garden y mucho más imponente también».

Les abro la puerta a los mellizos cuando estoy de vuelta en la fortaleza, dejo las bolsas atrás para que las empleada las saque y ellos avanzan solos mientras ajusto la correa del perro antes de bajarlo.

La emoción que estaba al partir se esfumó y ahora caminan cabizbajos haciendo que los alcance tomando a la lora por detrás.

—Tu pataleta hará que te eche a la basura —la alzo con un solo brazo.

—¡No!—se retuerce mientras camino y me la tiro en el hombro bajandola por mi espalda hasta que sus pies quedan en mis hombros— No quiero ir a la basura....

—No hablo el lenguaje de pajarracos —levanto a Owen cuando se cae en la nieve mientras los puños de su hermana se estrellan contra mi espalda sin dejar de reír—. Sigo sin entender nada, ¿Hablas, ríes o canturreas?

Subimos los escalones de la entrada con el perro.

—¡Nani no quiero ir a la basura! —sigue cuando entramos y la termino bajando cuando aparece Thomas.

—¿Día del niño? —inquiere— Te recuerdo que tienes una entidad judicial que tomar y órdenes que dar. Te fuiste hace cuatro horas.

—A la cocina —les entrego la correa del perro a los mellizos cuando el hermano de Alex me señala la salida.

Vuelvo afuera quedándome contra uno de los vehículos, la nieve nos rodea y él se acerca asegurándose que no haya nadie cerca.

—¿No crees que es hora de que los mellizos sean enviados a una escuela militar? —comenta— Conozco un internado asiático...

—En ningún momento he pedido sugerencia —replico y sacude las manos mandándome a callar.

—¿Eres quien eres por estar detrás del culo de Alex? Que yo sepa no conociste otro ambiente que no fuera la milicia, estuviste solo una buena temporada y ahora te vas a idiotizar con...

—No me estoy idiotizando con nadie —esclarezco—. Entran cuando yo quiera, no cuando tú lo digas.

Hago el amago de irme, pero me devuelve.

—¡Ese es el problema, Christopher, que te desconcentran, te confunden y te quitan tiempo! —me regaña— Hacen lo mismo que hizo su madre quitandote claridad.

No me deja insistiendo en hablar.

—Por medio de Agatha averigüe todo sobre el patrimonio de la Bratva —avisa—. Es incontable, las propiedades se extienden a lo largo de todo el mundo, las fábricas de armamento son lo que más vale...

—¿Y qué hay con eso?

—Que deseo saber qué tienes pensado.

No tengo idea de qué mierda habla, sabe muy bien lo que tengo pensado.

—¿Que tengo pensado de qué? —replico— Lo que haré lo he dicho delante de todos.

—¿O sea que te vas a quedar con el papel de Vor y ministro? —se decepciona.

—Si no te llena puedo audicionar para el papel del hada de los dientes también.

—Piensa —sujeta mi nuca—. Si trabajamos juntos podemos quedarnos con esto también. No seamos conformistas que si desbancamos al Boss seremos los dos hombres más poderosos del planeta teniendo a la Bratva y a la FEMF... Sopesalo, no habrá algo más poderoso que Thomas y Christopher Morgan.

Me muevo incómodo, tengo cosas que hacer y...

—Es lo justo Christopher. Bratt tiene la FEMF, arrasaron con el Mortal Cage y tú sabes que si pierde un Morgan pierden todos —se atraviesa en mi campo visual—. Rachel James no te merece y necesito que solo pienses en ti porque es algo que los mellizos agradecerán más adelante. Deja que se quede con Antoni y tu engrandece tu apellido, haz que desde el suelo vea lo grande que eres y note lo que se perdió.

Sus comentarios empiezan a asfixiarme.

—Basta de pensar en otros. El tal Patrick se la pasa hablándole a todo el mundo de la esposa y acuerdate lo que pasó la última vez que uno te falló y quiso traer a otro —me recuerda a Angela—, te hundió. Fuiste coronel sin la ayuda de nadie y estabas pisoteando bien para ser ministro. Debemos continuar con eso solos, planeando entre nosotros y que los demás se jodan.

Sigue hablando volviendo a revisar que no venga nadie.

—Con todo el armamento que manejaremos por parte de esta organización puedes centrarte en que en un futuro Owen podrá gobernar Gehena —propone—. Líate con alguien de allá, divorciate y ancla lazos nuevos, así aseguramos más plutonio. No tenemos que compartir nada con nadie, usaremos al que tengamos que usar y arrasaremos con lo que tengamos que arrasar.

Baja el tono de voz acercándose más.

—Me uní a Agatha —confiesa— y la preñaré lo antes posible. El Boss no tiene hijos, ni tampoco nietos, si falla o muere postularé a mi hijo; un Morgan Romanov. No se van a negar porque me estoy ganando su confianza y mientras mi hijo crece, será su padre o el Vor quien cuidará su puesto.

Alex lo detesta, a Reece le daba igual y Regina, por su manera de ser, lo dejó de lado, ya que todo lo quería acaparar y no hacían más que chocar cada dos por tres.

—Yo juego de frente, no tengo porque estar armando complot. No soy Bratt Lewis, ¿Qué te pasa?

—Encuentrale la falla entonces —pide—. Quieres ir de frente, hazlo así, pero no te prives de la oportunidad de ser uno de los dueños de esto y déjate de mariconadas. Pórtate como un hombre y entiende que solo estás mejor —sigue—. Los lazos retrasan y ten presente que eso fue lo que te condenó a estar tres años en una fosa —me centra—. Hazle un favor a los mellizos y ponles mano dura que si siguen así terminaran siendo débiles como los James y no quieres eso ¿Verdad?

Se va dejándome afuera, cada que hablo con él no hago más que notar que con Rachel he tenido más pérdidas que ganancias. Vuelvo adentro encontrando a Milenka en lo alto de la escalera.

—No me vas a tirar a la basura —quiere seguir con el juego y paso de largo— ¿Me oyes cabezota? No voy a ir a la basura.

Tengo que trabajar y busco el despacho donde está Patrick con el Boss. Tomo asiento en mi puesto, Patrick se mantiene en su laptop y el ruso está concentrado en el diseño de la artillería.

Tomo lo mío poniéndome al frente de los uniformes, equipos y pasos a seguir. Lo que vi en Florencia es un relámpago en mi cabeza que no deja de joderme porque se me hace tan absurdo el que camine con Antoni de la mano odiandolo tanto como decía, el que no recuerde nada es un analgesico que me cuesta tragar y siempre termino con un montón de dudas.

Trabajo con la tablet coordinando el viaje a Pakistán, Bratt sigue empeñado en tapar todo y cuando menos lo crea se le va a caer la fachada.

Entran a traer licor y...

—¿Qué haces? —Milenka aparece a mi izquierda acelerando mis ganas de enviarla a la luna.

—Vete a tu alcoba.

—Luego.

En vez de obedecer se queda en la esquina de la mesa mascando las bolas de colores que se mete a la boca, «Chicle».

—Milenka, en Londres tengo una amiga que estará muy feliz de conocerte —le habla Patrick—. Se llama Abby...

—Ya tengo una que vendrá por una vaca —me mira sin dejar de mascar— ¿Cuándo la vas a traer?

Patrick me mira extrañado y vuelvo a lo mío ignorando a la persona que tengo al lado. Los hombres que tengo alrededor siguen concentrados en lo suyo trabajando en silencio e intento hacer lo mismo, pero...

El chasquido de los dientes de Milenka es insoportable y por el rabillo del ojo veo como se mete más bolas a la boca , «No está aquí». Sigo con lo mío dejando que los minutos pasen, sin embargo, el sonido es tan molesto que el ruso termina soltando el lápiz.

—¿Las James compiten por demostrar cuál es la más latosa? —pregunta y ella vuelve la cara hacia él metiéndose otra bola de goma de mascar.

—No somos latosas —sigue masticando—. Somos hermosas.

Patrick suelta a reír mientras el Boss vuelve a lo suyo sacudiendo la cabeza.

—Y locas también.

—No estamos locas —tira de mi brazo—. Nos dijo locas.

—No contradigo verdades.

Algo húmedo choca contra mi mejilla y noto que me acaba de tirar la goma de mascar. Sale corriendo encaramándose en el sofá consiguiendo que me levante a sacarla, «No la soporto».

—Partiremos en una hora —le aviso a Patrick antes de salir.

La risa de Milenka resuena en los pasillos, Owen está en la habitación que comparten ambos y la tiro en la cama dándole la espalda, pero se me vuelve a tirar encima aferrándose a mi brazo.

—¿Me amas mucho? —pregunta y el cosquilleo que toma mi garganta me convence de que definitivamente debo empezar a conseguir una escuela militar.

La vuelvo a dejar en la cama saliendo rápido cuando recuerdo lo que este tipo de cosas ocasionó tres años atrás.

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Rachel.

Manarola/Italia.

Sam empieza a preocuparme, mi hermana no ha querido comer, mamá tampoco; les preocupa Rick, el plutonio, las otras Mitchels, el que nuestra familia esté cada vez más hundida y es que no es fácil verse involucrado en lo que tanto se odia, por ello decidí moverlas a una de las haciendas Mascherano, la cual les da más libertad sin tener que ver a un criminal cada cinco minutos.

Está retirada del área urbana y se respira un aire diferente. Las traigo aquí no solo por ellas, sino por mí, ya que debo evitar las distracciones. El control es algo que si o si debo tener ahora «Hasta el de mi familia»

Cierro las cortinas de la alcoba de Sam que espera sentada en la orilla de la cama.

—¿Te sientes mejor? —le pregunto— Le pedí a los Antonegras que no entren a menos que no sea extremadamente necesario.

—Gracias —contesta y tomo el sobre que traje.

Debo ir a Pakistán por dos armadores de navíos y submarinos bélicos quienes han estado en esto por décadas convirtiéndose en un par de expertos en la tarea, «Son necesarios». Releo toda la información quedándome con lo primordial.

—¿Lo has pensado? —pregunta Sam.

—¿Qué?

—Entregarte —musita despacio—. Temo por la vida de papá, que esto empeore y terminemos...

—Claro que va a empeorar —no le miento y alza la mirada manteniendo las manos sobre su regazo.

— Evité la FEMF para tener una vida tranquila y mírame aquí rodeada de lo que tanto odio. Se me hace tan denigrante.

—¿Y crees que es porque así lo decidí? —reprocho— ¿Que así lo quise?

—No, pero hubo decisiones que tomaste y estuvieron mal —declara—. No has de recordarlas, pero no fueron las mejores y desde que tomaste ese camino nuestra familia nunca volvió a ser la misma.

Entiendo a que se refiere, «Christopher».

—No somos malas personas, o al menos yo no quiero serlo y sé que tú tampoco —continúa—. Somos inteligentes, capaces, correctas. Somos de admirar, no de temer, Rachel, y no me parece justo tener que lidiar con una fama que no merecemos porque somos más que zorras u oportunistas como dicen muchos.

Su respuesta me toca.

—El buen nombre es lo único que se recuerda cuando morimos —sigue—. La bisabuela, las que han partido, todas son recordadas como personas ejemplares... No quiero que tú seas la excepción... Anhelo que seas recordada como la que rescató el plutonio y se entregó demostrando que no queremos dañar a nadie y no como la mujer que falló y camina al lado de un criminal. Mi hermana es la primera porque una mujer que se valora no anda con basuras y me gustaría que demostraras que no eres como los otros dicen, me gustaría que actuarás como la mujer que crió papá.

De todas es la que más clara tiene las cosas y nunca le ha gustado que nos juzguen mal.

—Hago lo que cualquier soldado haría y es acoplarme con la esperanza de que llegara la calma después de la tormenta —le aseguro—, pero hay que tener paciencia, asimilar que pelear es la única salida. No solo por nosotras, sino también por tus sobrinos.

Eleva el mentón de inmediato con mi respuesta y la dejo con la duda queriendo que la semilla la haga entenderme un poco.

Me despido de Luciana y parto a mi próximo destino, por seguridad solo usaré los aparatos tecnológicos que sean indispensables y por ello me pongo en contacto con mi otra hermana antes de abordar la camioneta.

«Emma» está en Varsovia, como lo suponía, Gema ya la contactó, «Perra». Como que no tiene nada mejor que hacer que intentar convencer a mi hermana queriendo que trabaje para ella.

—No le hagas caso a esa estúpida, el Boss tiene Polonia ahora y Em, necesito que tomes tus cosas y te vayas con Cédric —le pido.

—No puedo —se opone— El quinquenio está cerca...

—Voy a estar unos días por fuera y a partir de ahora por seguridad estaré libre de aparatos tecnológicos —explico—. Es por tu bien.

Termino la llamada cuando los Halcones que me acompañaran se me acercan. Entiendo a Emma, pero todos estamos sacrificando algo en estos momentos y en Polonia no se puede quedar.

Estando en vuelo muevo las fichas que me faltan, Angela está buscando prospectos que sirvan junto a Bernardo, los hombres que pedí llegarán a Italia en unos días, si la mafia rusa tiene un ejército rojo, pues yo tendré guerreros de Gehena sumados a los mejores criminales de la pirámide.

Me cambio, organizo, planeo y estando en Pakistán empiezo con la tarea. Los sujetos que me acompañan visten de negro y muestro la foto de los sujetos que necesitamos.

—No partimos de aquí sin ellos —dejo claro—. Toda la atención debe estar en estos dos sujetos ahora.

Asienten. Son familia, llevan años trabajando juntos y por ello es fácil deducir que han de estar escondiéndose en un mismo lugar. La FEMF no es estúpida, es obvio que querrá capturarlos queriendo evitar intenciones como esta.

La búsqueda empieza indagando en distintos sitios de las ciudades principales, pero nadie sabe nada sobre el paradero de ambos y la falta de información me roba cuatro malditos días moviéndome de aquí para allá vestida de civil dialogando con gente la cual no suelta información que sirva.

El que las autoridades también los están buscando complica las cosas, pero no me doy por vencida y de las ciudades me muevo a los pueblos tocando puertas, interrogando y buscando pistas junto con los halcones, «En vano». La quinta noche llega tomándome con las manos vacías.

Planto el culo en la silla donde me siento a comer, me duelen los pies de tanto caminar y las vueltas me tienen estresada. Le echo salsa a la comida metiendome un puñado de papas a la boca.

—Señora —me habla uno de los Halcones.

—Estoy comiendo —hablo con la boca llena.

—Hay alerta de rusos en el occidente...

Suelto la presa de pollo abandonando el puesto, «Lo que faltaba».

—Han estado frecuentando ciudades como nosotros.

—Aceleremos la búsqueda —dispongo—. Esta noche no se descansa.

Busco mi arma y me termino de atragantar con el pollo antes de salir «Ni tragar tranquilo se puede aquí». Prosigo al pueblo que sigue interrogando criminal por criminal lidiando con el afán que se instala en mi cuerpo, ya que esos mal nacidos están aquí por lo mismo.

—No se los ve hace más de seis meses...

Me levanto cuando no dicen nada que aporte y vuelvo a abordar el auto moviendome al siguiente pueblo, el cual me hace entrecerrar los ojos cuando encuentro el mercado vuelto un desastre. Mis botas aplastan la fruta al bajar y tomo al primer sujeto que se me atraviesa.

—¿Quién estuvo aquí? —inquiero.

—El ejército rojo...

Lo suelto rabiosa, «Pendejos» El tal Vor me está pisando los ovarios y muero por aplastarle los testículos.

Me meto en los bares subterráneos, almacenes y hostales, pero ellos ya pasaron por aquí y no hay más que pánico, sin embargo, no descarto nada y me muevo a una de las propiedades que tenían los armeros en este lugar.

Hallo el sitio vuelto destrozado, pasaron por aquí también y la rabia me pone a palpitar la cabeza hasta que...

Mis ojos quedan en el suelo al ver la foto que estoy pisando, «Dos jóvenes con un monumento atrás». Se nota que la imagen fue tomada hace años cuando tenía once o doce años y en el mapa trato de ubicar el sitio. Está a pocas horas de aquí y recojo todo rápido.

—¡Muevanse! —dispongo.

Tomo control del volante mientras los halcones suben, la carretera destapada es un asco, pero mantengo el pie en el acelerador queriendo llegar lo más pronto posible.

El siguiente pueblo aparece, el gentío dificulta el paso, termino bajando cuando hallo el pequeño monumento y con foto en mano busco pistas valiéndome de todo para llegar al vecindario de la imagen.

Mi profesión me permite valerme de cualquier cosa por pequeña que sea, así sean detalles, colores, ambientes...

—Quítese —aparto a los que se me atraviesan y sigo corriendo por los callejones de los barrios bajos.

Mis piernas duelen, la propiedad la veo como un santo grial y me la tomo con arma en mano hallando a uno de los hombres que busco empacando como si intentara huir.

—¿Dónde está su compañero? —voy por el poniendolo contra el piso, pero empieza a tartamudear— ¡¿Que donde esta el otro armador?!

Clavo el arma en la cabeza dejando el dedo en el gatillo.

—En... el... baratillo...

Lo levanto entregandoselo a uno de los halcones mientras vuelvo afuera buscando el lugar. El ambiente es sofocante y el tumulto de personas que compran y venden me resta visibilidad, sin embargo, sigo apartando en busca del sujeto, pero...

Una ola de mercaderes se me viene encima en medio de gritos los cuales me hacen preparar el arma.

No me dejo llevar y avanzo empujando para llegar al centro donde me abro paso y veo a los dos sujetos encapuchados que arrastran al hombre que busco. Mi reacción es inmediata soltando el seguro antes de disparar, el armero grita y ellos son veloces empujándolo a uno de sus vehículos mientras suelto la otra tanda de balas que impactan en la camioneta blindada que se lo lleva.

«¡Perros malditos!» La cólera me hace arder la boca del estómago, mi auto me está esperando salvaguardando al que atrapé y entro tratando de mantener la calma. «Tengo uno», al otro ya veré cómo lo recupero.

—A Sukkur —pido.

Necesito hablar con mi fabricante de armas que ya lleva varios días esperándome en dicho sitio. Me empino la botella de agua y cuatro horas después estoy en la ciudad de Pakistán.

Con Gema jodiendo no me voy a fiar de ningún hotel por ahora, así que me voy a la zona comprada donde la policía no tiene intervención.

Este tipo de lugares suele ser seguro para pasar desapercibidos. Las fachadas los muestra pequeños, pero son enormes por dentro, la seguridad es buena y como todo sitio para delinquir no tiene cámaras. También sirve de hospedaje ofreciendo habitaciones.

—Vigilen los alrededores —le pido a los halcones—. Si veo algo sospechoso los llamo, no pierdan de vista al armero.

—Sí señora.

Pago por la mejor alcoba la cual está en el tercer piso y cuenta con una pared de cristal blindado polarizado que me permite ver la entrada del sitio. La vista es de adentro para fuera, no de afuera para adentro y estando sola enciendo el móvil hallando la foto de mi hermana menor en varios noticiarios.

"Emma James le dice no a la paz". Los enunciados me dan jaqueca, a Gema Lancaster como que se le acabaron las ideas haciendo pendejadas y no me queda más alternativa que tomar cartas en el asunto mandando por Emma a Polonia para que se una a Sam y a Luciana, «No me voy a dejar joder por muy ministros que sean».

La situación es hostigante, sin embargo, hago un esfuerzo por descansar, comer y dormir un rato. Mi cita con el pakistaní de las armas es a las siete y media hora antes empiezo a arreglarme.

El país es conservador, pero da igual en este tipo de sitios y adentro mi figura en un vestido beige de tirantes, perfecto para el calor. Abrocho las sandalias de tacón y bajo al bar donde me esperan.

—Señora —saluda el pakistaní.

—Siéntate —pido.

Hay bastante gente, los halcones saben que me sé cuidar sola, de todas formas estoy manejando un bajo perfil, cosa que los tiene vigilando los alrededores y por ello no están encima mío, (ventajas que me doy cuando no estoy con Antoni).

—Tengo varios containers preparados para surtir.

Mi cita informa los detalles y tomo el vaso de cóctel que dejaron en la mesa. El sitio se llena más de lo que ya estaba y recorro el entorno tratando de tomar la bebida, pero...

Los ojos se me quedan en el sitio de las bebidas mirando la figura del sujeto que está contra la barra, «Conozco esa espalda». La camarera pasa y el pakistaní sigue hablando mientras los nervios no me dejan captar la información.

«Christopher», me es imposible pasar por alto la espalda del padre de mis hijos aunque no lo esté viendo y tenga una capota en la cabeza. El ¿Qué hace aquí? me atraviesa, pero dicha pregunta es contestada con un ¿Por qué no habría de estarlo conociéndolo como lo conozco?

La humedad es inmediata con el hecho de tenerlo tan cerca, la música está suave y la incomodidad me toma con las distintas mujeres que se le acercan en busca de no sé qué...

—Enviaré el tercer pago mañana —le aviso al sujeto que me acompaña—. Puedes irte ya.

—Como mande —se retira dejándome sola y evalúo el entorno.

Las personas a mi alrededor se ocupan de los suyo fumando con putas en las piernas, otros jugando poker y algunos cerrando negocios. No le estoy viendo la cara, pero...

Maldita sea, es él y no contengo las ganas de asegurarme poniéndome de pie.

El calor en la cara interna de mis muslos va en aumento mientras me acerco a la barra como si nada, me aseguro que no haya halcones rondando y sigo avanzando dejando las manos sobre la barra. El reloj brilla en su muñeca y se queda quieto con el vaso contra los labios cuando capta mi presencia, «¡Es él!»

—Un coñac —pido.

No puedo creer a dónde llega la toxicidad y los celos de este hombre, ¿Me está siguiendo? ¿Cuánto tiempo lleva haciendo eso? No inmuta palabra, pero si repara el anillo en mi dedo.

—¿En busca de una mujer con cojones? —hablo solo para los dos y baja el vaso.

—La dama de la mafia hablándole a un cualquiera —contesta—. Que raro.

—Hay excepciones cuando el cualquiera se ve tan follable como tú.

Me le burlo recibiendo el trago y se queda serio.

—¿Vas a empezar otra vez? —se molesta— ¿A fingir que no sabes quien soy? Me estoy cansando...

Suelto a reír mirándolo de arriba abajo. Debería dejarlo, pero su boca, su fragancia, él... «Lo amo y extraño demasiado».

—Hay mucho ruido aquí —comento—. Anda mi alcoba que te voy a invitar un trago.

La mirada de hielo me empapa y no me importan sus rabietas, me lo quiero follar y atesorar otro momento para subsistir.

—Solo será un trago, tranquilo —pago guiñandole un ojo—. Tercer piso, habitación 412.

Echo a andar como si nada, dejándolo en la barra mientras mentalmente ruego que me siga y dichas súplicas son atendidas cuando capto su presencia detrás de mí.

Es un agente, sabe como moverse sin levantar sospecha y yo subo las escaleras dejando la puerta de mi habitación. Tarda, deduzco que está dudando y dejo caer el vestido de seda quedándome solo en ropa interior.

El sonido del pestillo me hace voltear cuando lo coloca bajandose la capota, el cabello negro le queda sobre las cejas y mantiene las manos metidas en los bolsillos de la chaqueta. Se ve mucho más macizo que antes y las ganas de indagar sobre los mellizos me carcomen, pero las contengo buscando la licorera.

—¿A qué te dedicas? —tomo la botella de Whisky.

—A fingir que te creo —contesta haciéndome reír—. Quiero respuestas Rachel, el porqué de no haber hecho lo que te dije.

—Creo que me estás confundiendo con alguien más —respondo y niega—. Por cosas del destino no recuerdo una gran parte de mi vida. Lo único que tengo presente es que tengo una entidad militar que tomar y una pirámide que dirigir siendo la esposa de Antoni Mascherano.

—No eres la esposa de...

—Si lo soy —me encojo de hombros —. Así lo quiso el destino, es lo que me tocó y lo que seré con tal de proteger a los míos e ir por lo que me propuse.

Me repara con detalle, quisiera explicarle que esto lo hago por lo que creamos en la isla porque merecen más que ser perseguidos; merecen crecer como niños sanos y no con un tanque de oxígeno lidiando con ataques que no hacen más que castigar a mi hijo.

—Asumelo, no sé quién eres —recalco.

—Tu marido.

—No, mi marido se llama Antoni Mascherano.

Me da la espalda para irse en busca de la puerta y lo tomo poniéndolo contra esta. El movimiento no se lo esperaba y lo aplasto con mi cuerpo refregando la mano contra la erección que se esconde detrás de sus vaqueros.

—Te traje aquí para follar y no te voy a dejar salir hasta que pase.

Aparta la cara cuando intento besarlo y rápidamente busco su polla sacándola del pantalón, el falo duro queda en mi palma y la maniobro masturbandola logrando que las venas se hinchen más.

«Tan grande y dura como siempre». Mi boca atrapa su cuello prendiendome de su piel mientras que me lleva atrás con mis labios contra su garganta y mis dedos alrededor de su miembro los cuales disfrutan de su dureza hasta que su empujón me deja contra las sábanas obligándome a soltarlo.

—¿No que solo era un trago?

—Cierto —tomo la botella que cayó en la cama y la destapo con la boca—. Ven y bébelo.

Me abro de piernas para él vaciando el licor entre mis bragas, la sensación fría se fusiona con la calentura de mi excitación mientras mis pezones toman más grosor, «Necesito que me folle». Suelto la botella que se quiebra cuando la mando al piso y juego con el elástico húmedo. Mi cuerpo lo anhela con urgencia y en vez de venir por mí atrapa su miembro masturbandose mientras hago lo mismo.

Su cara es lo más excitante cada que endurece la mandíbula con los ojos oscuros.

—Ven —pido detallando la punta que se humedece—, adéntrate aquí.

Hundo los dedos en mi coño y da dos pasos más tapandome con su sombra cuando queda al borde de la cama. Con lo orgulloso que es prefiere acabar con la mano y por ello me alzo a tomarlo de la playera trayéndolo a mí.

Su boca queda contra la mía sellando nuestros labios con un beso posesivo que me hunde las manos en su cabello mientras lidio con la oleada de cosquilleos que viaja por mis neuronas.

Nuestras lenguas batallan y hago presión en sus hombros obligándolo a bajar, duda, pero cede inhalando el olor del canal de mis pechos antes de descender por mi abdomen quedando en mis bragas empapadas de licor.

—Toma —le pido y su boca atrapa la tela absorbiendo el whisky que acabo de derramar.

No es contacto directo, pero su boca chupando es algo delicioso, no deja de masturbarse mientras lo hace y corro el elástico ofreciendole mi coño del cual se prende llevándome al éxtasis, el encaje se vuelve nada en sus manos cuando lo destroza. Christopher grita las necesidades cada que tiene sexo y el que no suelte mi coño solo demuestra las ansias que me tiene mientras me muevo como si su miembro me penetrara.

Estoy tan necesitada que las terminaciones nerviosas empiezan a fallarme negándome la capacidad de resistir con el toqueteo constante de su lengua, la cual no deja de tocar mi órgano sexual con destreza desatando que me corra en un dos por tres.

Se incorpora de inmediato limpiando lo que dejé en su boca y vuelve a tomar el miembro endurecido masturbandose afanado por querer terminar, cosa que me arrodilla en la cama tomándolo para que venga otra vez, pero se rehúsa. Acabar es lo que quiere y termino tomando por la fuerza abriéndome de piernas sobre él cuando vuelve a la cama.

Las uñas se las entierro en la mandíbula y aparto la mano que está en su miembro encaramándome sobre la polla erecta que sujetaba. «Dios», está tan hinchado que la necesidad de correrme me abarca otra vez yendo en aumento cada que subo y bajo en medio de respiraciones frenéticas las cuales hacen que mis caderas tracen infinitos sobre su pelvis.

Gruñe y deslizo las manos por su abdomen queriendo quitarle la playera, pero las aparta sujetándome el cuello mientras me lleva a su boca para besarme en medio de la euforia. Mirarlo a los ojos es una tortura porque nunca dejo de extrañarlo, ni cuando lo creí muerto.

Preferí encerrarme en el papel que me exigía no recordarlo para no sentir el peso de no tenerlo y ahora que sé que está aquí el vacío es tres mil veces más grande. Me lleva contra él dejándome de medio lado en la cama, mi pierna queda enganchada en su antebrazo cuando la alza follándome de medio lado mientras mi cabeza se mantiene sobre su bicep y mis labios contra los suyos.

La intensidad para por un momento. Pese a estar dentro de mí no somos dos amantes, ya que no es el tipo de beso que das en medio de la calentura como los que nos dimos en Hawai, es el tipo de beso que empezaron a surgir después de mi recaída; lentos, húmedos y únicos que me hacen arder la nariz sujetando su rostro.

El que pueda notar mi mentira me hace soltarlo queriendo estar arriba otra vez, pero... Mis ojos viajan al vidrio que tengo al frente como si mi instinto de supervivencia lanzara una alerta roja, la cual me baja de la cama de inmediato al ver los Halcones de Antoni abajo.

«¡Mierda!» El italiano entra al sitio con el móvil en la oreja y alcanzo el vestido colocándolo en nano segundos. El coronel se levanta y tomo mi arma apuntándole de inmediato.

—¡Atrás! —exijo.

Se saca la beretta que tiene atrás sobandola, haciéndome a un lado con una fuerza descomunal que me asombra, pero soy rápida mandandolo al suelo. Su codo taladra mis costillas y le entierro el mío en la clavícula aplicando una de las peores llaves que conozco la cual lo retuerce en el acto.

En fuerza me gana y queda demostrado cuando se levanta queriendo salir y no me queda más alternativa que barrerle los pies con mis piernas yendo por el puñal que carga atrás.

—Quítate...

Se lo entierro en el muslo y lo tomo nuevamente del cuello soltando los cuatro golpes que lo aturden, «No me los devuelve» y me duelen de la misma forma que le duelen a él, pero prefiero esto a que lo maten. Lo remato con un rodillazo en el estómago, se encoge queriendo quitar el puñal y tomo mi cartera sacando la llave.

—Rachel —me llama, pero no lo miro. Cierro la puerta rápido encerrándolo, asegurándola con una vuelta de la llave que rompo dejándola dentro de la cerradura antes de bajar.

Boto el llavero, los zapatos no me los había quitado y bajo las escaleras rápido recibiendo al líder de la mafia que se da la vuelta cuando me ve. Los nervios me los meto no sé en dónde, pero a como dé lugar evito mirar el ventanal del tercer piso donde yace el coronel encerrado.

—Principessa —me repara mientras se acerca— ¿Dónde estabas?

—Descansando —meto la cartera bajo mi brazo y toca las puntas de mi cabello antes de tomar mi rostro.

—Descansando —repite.

Ladea la cabeza y se prende de mi boca besándome con avaricia, ganas y fuerza mientras aprieta mis caderas y pruebo el sabor de la duda que me hace corresponderle tocándole el brazo con ternura.

—¿Nos vamos ya? —pregunto— Tengo el armero y quiero volver a Italia.

—Perfecto —me señala el camino y avanzo dejando que apoye la mano en mi espalda mientras salgo.

No miro el vidrio del tercer piso, solo me afano queriendo salir de aquí.

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Holiiiii.

Feliz cumpleaños a: Liliana, Jessy, Laura, Alejandra, Angelina, Fer, Alice, Jhelice, Angie Jessica.

Espero que cumplan mil años más al lado del soldado de sus sueños.

También está dedicado a; Natalie, Nicol, Valery, Martina, Milli, Grecia, Yelenka, también a Sor Valentina.

A Samantha Barrios por sus buenas notas, espero que ella y su mami compartan muchas más lecturas.

Besitos.

Con amor.

Eva

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