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CAPÍTULO 82

PARTE UNO

Borah.

La mujer rubia sigue en lágrimas, la sostengo temblando, mi cuerpo osa en ponerse rígido con cada palabra mientras me estrecha en sus brazos y hace que mi cabeza duela, el vacío en mi cabeza parece llenarse con su voz. —Coraline— en cuanto el nombre sale de mi boca siento que me faltan las fuerzas.

—Sí— me besa de nuevo. —Soy yo, pero con el cabello más corto y tú quieres copiar mi tono natural— se ríe tiernamente pasando su mano por mi cabello antes de estrecharme entre sus brazos casi asfixiándome.

Mi pecho se aflige por su emoción. —Lo siento, no te conozco— soy sincero con ella.

—Nadie nos conoce, sólo nosotros mismos, sólo en lo profundo de nuestras almas— pone su mano sobre mi pecho y el contacto me cosquillea a pesar de traer un chaleco antibalas. —Sólo nuestras almas podrían reconocerse entre ellas porque son viejas amantes.

La luz del comunicador parpadea dándome la clara señal que envían desde Turquía queriendo que lo encienda de nuevo. No puedo besar a esta mujer, yo ya tengo a Alicia esperando por mí en Turquía, entonces ¿Por qué demonios quiero llorar? ¿Y por qué siento que mi pecho se abrirá y escupirá mi corazón?

—Hablo enserio mujer— bésala, trago grueso.

—También yo.

Cometo el error de aspirar y un olor dulzón a rosas me marea, por inercia me inclino a ella, pero me alejo notando lo que hago. —Yo no te cono...

Alza su mano a mi mandíbula pasando sus dedos fríos con caricias, quedo enfocado en los ojos azules y en los rosados labios entre abiertos ignorando por completo el parpadeo recurrente de la luz verde.

¿Qué me está pasando? Tengo una mujer en Turquía que cuida de mi hijo, pero mi razón ha desaparecido, me duele la cabeza llena de confusión y si no beso a esta mujer siento que se me acabara la vida.

—Cupcake de rizos dorados— me sonríe de lado acelerando mi pulso cardiaco, bajo mis ojos a su boca otra vez.

No puedo más.

Aviento el comunicador al suelo, le tomo las mejillas y estampo mi boca con la suya cortando mi agonía. Mierda. Mi cuerpo completo es recorrido por una emoción diferente a todo lo que he experimentado desde que mi familia me encontró en el almacén.

Alza su boca con gusto a la mía, es suave y sabe a frutillas. Soy un infiel y un maldito malnacido, pero no puedo detenerme, la levanto sobre su camilla y se agarra a mis hombros, siento sus lágrimas en mi boca y me queman en el pecho.

—No llores, te lo ruego mujer, para mi agonía— digo entre besos.

—Te amo, te amo, te amo— pega su frente a la mía —Te elijo, siempre, en esta vida y otras que existan. En el bien o en el mal, en riqueza o pobreza, felicidad o adversidad, con mi familia o sin ella, en todas las situaciones posibles de mi vida quiero estar contigo, incluso si luchas con tus adicciones estaré a tu lado, así viva cien vidas siempre serás tú mi elección Bennett Roe.

—No— me alejo bruscamente notando la humedad en mis propias mejillas y como respiro con dificultad con mareos constantes, pero tiene manos largas y me jala con ella nuevamente. —¿Qué haces?

—Ya te perdí una vez, jamás lo permitiré de nuevo.

No puedo hacer esto. Estoy perdiendo la razón, deber ser un episodio de esquizofrenia, se queda atascado en mi garganta ese apodo del otro día y me niego a soltarlo. Perdóname Dios. La beso con ansias posando mis manos en su bata de hospital y cedo al llanto.

Perdóname por ceder a la esquizofrenia y olvidarme de mi familia en Turquía. —Viniste al nacimiento de tu hijo— me dice separándose —. Aaron Roe— me señala al recién nacido que iba a robar.

Lo miro desde lejos perdiendo la conciencia, la miro de nuevo incapaz de soltarla. No lo hagas, ni se te ocurra.

Se oye el sonido de una alarma chirriante por el piso de arriba. —Van a hacer revisión en el palacio— dice con el ceño fruncido y de repente me mira con sospecha, pero apenas un leve instante.

Mi mente trata de evitar más tonterías como las que hice en el almacén turco, pero ni siquiera puedo plantearme alejarme de esta habitación y si hacen la revisión que dice me encontrarán.

—Coño, no pueden encontrarme— recojo mi comunicador.

—¿Por qué no?

Niego sin responderle. — No puedo explicártelo ahora, pero... si tú quieres...— no logro formular la pregunta, respiro hondo —Ven conmigo mujer, huye conmigo— digo de repente. ¿Qué carajo hago? No la conozco. ¿A dónde la llevo? ¿Por qué me la llevo?

—Está bien— no se niega y alimenta mi esquizofrenia —. Alcánzame mi ropa y la maleta de Aaron, mis deportivas estás en la bolsa trasera— se quita las sábanas.

He perdido la razón, venía por un recién nacido del enemigo y me llevo también a la madre, esto está mal, la luz verde parpadea incesante, mi madre debe estar teniendo un ataque de ira y Alicia debe... Alicia y Volkan. ¿Qué carajo estoy haciendo?

Necesito mi medicamento, rebusco en mis bolsillos con desesperación mientras la veo caminar con dificultad quitándose la bata, mis ojos quedan fijos en sus senos.

Trago con fuerza y dejo de buscar mis malditas pastillas cuando se coloca un abrigo grande. —No soy la persona que crees— debo ser honesto.

—Lo sé, lo noto, pero no tenemos tiempo para eso, ya me lo explicarás después— agrego otro pecado a mi lista volviendo a besarla, me miento diciendo que sólo la estoy ayudando porque está en la casa del enemigo porque me pareció que es una mujer buena y no podría alejarla de su hijo.

Soy un maldito infiel, no merezco a Alicia. Tomo a su hijo en brazos y trato de dárselo, pero me compadezco de que no pueda andar y lo llevo conmigo cargando sus pertenencias en mi espalda, saca una especie de mochila de canguro donde cuidadosamente coloco al niño mientras ato las tiras en mis hombros, le coloco un chupete en la boca, para que no despierte y haga que nos atrapen.

Me pesará la conciencia después de esta noche, pero estoy en un punto donde no sé si soy el Borah o el hombre que padece esquizofrenia. La rubia se acomoda detrás de mi cuando le hago una señal de silencio. Pasamos por un tramo de escaleras oscuras y se oyen los lobos a distancia.

Me da un escalofrío con la escena, por una parte, el palacio está cubierto de oro en su mayoría, pero la mitad restante parece una jaula oxidada del infierno.

Sostengo a Aaron que va dormido y lo reacomodo cuando nos pegamos a la pared viendo a dos Krays venir, su ropa verde apenas se ve en la penumbra. Siento los dedos fríos de la rubia pasearse por mi mano y por idiota los acepto.

Con una mano la tengo a ella y con la otra al niño. Caminamos el tramo restante de escaleras y pasamos por dos cámaras de vigilancia del ala alta. No calculo cuantas alas tendrá el palacio porque su extensión no es la misma que habíamos calculado en Turquía.

—¿Qué tan grande es el jardín trasero? — pregunto cuando nos hemos ocultado en las sombras del salón principal.

—Enorme y la nieve tiene gran parte cubierto.

Pude haber salido sólo y aquí estoy complicándome la vida. —¿Podrás correr al menos un kilómetro hasta que encontremos un auto?

—Sí— no se ve segura —. Alexander tiene un estacionamiento privado, pero no llegaremos a él, de hecho, pienso que ya saben que estás aquí, hay demasiado silencio y en el palacio Roe no es así.

—Vamos a tener que correr en la nieve es una noche fría, pero necesito que me sigas el paso — miro a Aaron preocupado y le cubro lo más que puedo, no debe pasar frío, me quito mi propia chaqueta dejándome únicamente el chaleco antibalas y le añado una capa extra de calor.

Ella tiene razón. Me siento observado a cada momento. —¿Y si les decimos que estás aquí?

—No me entregues o esto terminará mal.

Asiente de vuelta sin hacer preguntas y me deja acojonado que no lo haga, confía ciegamente en mí, no mintió con todo lo que me dijo en el área médica, ella... tienen algún tipo de sentimiento por mí.

Saco uno de los rastreadores con pantalla que envía mensajes encriptados y leo uno desde Turquía en donde me obligan a encender mi comunicador o me entregaran a los Roe y bombardearan el lugar, no pueden matar a este niño que llevo en brazos. —¿Qué sucede?

—Problemas Cora— trato de decir su nombre y asiente confundida —Planean un bombardeo clandestino, no te asustes— le toco la cara cuando palidece —¿Hay algo aquí que podamos utilizar de distracción? Piénsalo bien, un alarma, una persona, un evento, será tarde antes de que tenga un episodio y no podré sacarte de aquí.

—¿Episodio de qué?

—Esquizofrenia.

Sus ojos se abren de más y se ponen brillosos cuando la hago caminar a mi espalda por otro de los pasillos, estoy desorientado, he perdido la estructura del palacio que leí varias veces en Turquía.

La veo morderse el labio indecisa en contarme algo, miramos con esperanza la puerta trasera. —Tienen las jaulas a unos metros subterráneos por debajo del ala oeste, hay prisioneros ahí dentro encadenados.

—Podemos ocultarnos unas horas mientras trato de encontrar la configuración de acceso a las puertas.

—¿Pero no podemos decirle a nadie más que estás aquí?

—No.

—¿Sí sabes quién soy?

Veo la sospecha en sus ojos dudando a seguirme. —Mujer mi mente está confundida, pero imposible no recordarte— le miento tomando sus manos y besándolas, sonríe de lado y me sigue.

La hago que me guíe entre las sombras, esa sensación de ser observado continua, me siento como un experimento. Bajamos por un montón de interminables escaleras malolientes al menos al cuarto piso subterráneo.

Se alzan jaulas de metal al final de un pasillo de piedra lleno de fosas, tubos oxidados, cadenas y aullidos por el fondo. Siento un miedo antiguo. Hermano.

Busco un lugar escondido y menos sucio donde podamos quedarnos mientras trabajo en mi dispositivo. Encuentro un área despejada a excepción de un kray que vigila. Mato al guardia degollándolo en la alfombra rota frente a sus ojos cuidadoso de Aaron. No reacciona a la brutalidad, pero si se tapa la boca haciendo sonidos de arcadas.

Dejo nuestras cosas en el suelo y la hago sentarse a un lado. Saco al recién nacido y lo sostengo en mis brazo, mientras con la otra mano saco mi dispositivo portátil de un bolsillo especial en mi chaleco antibalas. —¿Por qué le pusiste Aaron a tu hijo? — susurro tratando de distraerla, si se pone enferma se nos dificultará el camino.

—Nuestro hijo— me corrige y abro de más los ojos.

—¿Qué?

—Con episodios de esquizofrenia o sin ellos, debes recordar que Aaron es tu hijo— se cruza de brazos y después de verme desconcertado, se acerca a acariciarle la pequeña mejilla al bebé.

—Yo no...

Rueda los ojos molesta y con una mirada d adoración insiste en la mejilla del recién nacido. —Bebito, despierta— su voz y su tacto demasiado suave hacen que se remueva en la cangurera en mi pecho.

Vuelve a tener señales de que llorará por no poder abrir los ojos y yo la mal miro por ponernos en peligro. Soy cuidadoso con él como ella me enseñó antes de subir—Duerme de nuevo amiguito— mi voz lo hace removerse con más ansias.

Apenas logra abrir la mitad de sus ojos, se le facilita por la falta de luz, pero logra hacerlo poco a poco.

Los mismos ojos que veo en el espejo se reflejan en una versión pequeña.

—Ese es mi bebito— la rubia se muere en cariño por él, hace poco debió nacer y ya parece que su mundo entero es él —Mami te ama Aaron.

Noto mí mismo color y el mismo brillo sorprendido. Se cierran casi un segundo después como si estuviera molesto de ser despertado y ella me lo arrebata sin siquiera preguntar para alimentarlo de con leche materna.

Mi hijo.

Me levanto caminando de un lado a otro notándome ansioso como la noche del almacén. No es posible, pero tampoco es posible que tenga mis ojos, soy un maldito infiel, pero si empecé a salir con Alicia hace poco más de cuatro meses, no fui infiel en concebir a mi hijo, o quizá con la madre de Volkan... eso quiere decir que si conozco a la mujer o...

Me desplomo con la cabeza llena de cálculos y reproches sin sentido y con muchas dudas.

—¿Ya terminaste de hacer tus cálculos o quieres llamar a un matemático? Si no viste, Aaron tiene tus ojos, así lo niegue medio mundo — me reprocha la rubia.

Abro la boca sorprendido de su deducción, pero soy incapaz de hablar.

—También eres mi marido, estamos casados— dice terminando de alimentarlo y vuelvo a levantarme bruscamente. —Aquí vienen los pensamientos intrusivos de nuevo.

—¿Casados? — me paso la mano por el cabello. —No sé qué clase de juego estás tratando de jugar conmigo y si no...

La veo cabecear con mis alucinaciones. Dejo de lado la charla, además aquí debemos ser silenciosos. Paso a revisar a los prisioneros con el rostro completamente cubierto, veo unas celdas en las fosas y otras colgadas de muchas cadenas en el interior.

Hay una en especial que es la más alejada, deduzco que son prisioneros especiales, hay tres dentro, un rubio tirado con la boca abierta al que se ve que raparon hace unas horas porque hay rastros de sus mechones en el suelo y condones usados en su lado de la jaula deduzco que los usó el guardia porque tenía varios por su zona también, además es el único de los tres que no está enjaulado.

El otro es un hombre mayor con pinta de riquillo que no tiene ropa, pero si algún excremento de animal encima, ese está boca abajo y encadenado por los pies incluso despierto porque está recitando algo de una tal Susan Madden, el tercero... ese sí que está jodido.

Tiene los genitales quemados, las cuencas de los ojos vacías y heridas oxidadas, está encadenado por todas sus extremidades hasta el cuello como si pudiera correr incluso libre. Se nota que a estos tres los torturan diariamente, el ciego mueve su cabeza siguiendo el sonido de mis botas extrañamente, después se le pone una sonrísa de lado antes de que una tos le ataque haciéndolo vomitar sangre.

No queda vista de sus ropas o su apariencia que me indicios de quienes son, pero pronto les faltarán extremidades. El rubio carece de su pierna derecha, desde su rodilla hacia abajo, que llama a Susan una de sus manos y fue cortada en tajadas, se nota en las cicatrices.

El ciego tiene la cara quemada también, no hay rastro de su apariencia, si lo mantienen vivo es por pura tortura. En su jaula hay lobos encadenados a la pared que de vez en cuanto jalan los pedazos de hueso de los mutilados o lamen la sangre que el ciego escupe.

El lobo es el mismo diablo como dijo mi madre.

Camino de largo y veo a más esclavos en otras jaulas, pero mi mente regresa a los tres que más llamaron mi atención, regreso con la rubia y me pongo a trabajar en mi ordenador buscando la dirección IP de las alarmas que hay en el palacio, pero no logro conectar con ninguna, sólo con la de una pequeña puerta lejos de cualquier acceso cotidiano.

Miro a la rubia, no se ha despegado de su hijo... mío también, Dios, esta carga mental me va a enloquecer. Me mira desde su lugar meciendo Aaron y me siento junto a ella diciéndole por dónde vamos a salir.

—Vamos a usar una distracción ya he armado el plan, saldremos e iremos a un lugar seguro que tengo— asiente —Pero no pienses que hago esto por otra razón, sólo estoy siendo generoso por Aaron y porque debería cuidarlo porque es mío, pero no hay otra razón entre nosotros. El asunto del matrimonio yo no lo recuerdo.

—Ah sí, que tienes esquizofrenia— dice sin tomarse enserio mis palabras. Y frunce los labios haciendo que centre mi atención en ellos.

Recoloca a Aaron con cuidado en la cangurera armándole una especie de cama con mi chaqueta. —Hablo enserio Cora o Coraline.

—Ya te oí Bennett.

—Dimitry.

—¿Dimitry? — frunce de nuevo los labios y se los relame, otra vez la sospecha en su mirada se intensifica. —Si querías cambiarte el nombre hubieras elegido algo menos horrible— se cubre la boca para no reírse fuerte y ante mi desconcierto deja de hacerlo.

—Te estoy sacando de aquí por compasión— le advierto tomándola de los hombros para que deje ser una inmadura, pero no se detiene y se le escapa una risita —Para ya, te digo la verdad— vuelve a reírse en mi cara y me enojo. —Paras o...

—¿O qué? — levanta la barbilla valiente.

Sin pensarlo le paso la mano por debajo del abrigo y le doy un apretón indecente a uno de sus nalgas. Brinca sorprendida. —O ya sabes.

El azul de sus ojos se oscurece avivando un deseo oculto en mis perversiones, no lo pienso cuando le tomo la nuca y vuelvo a besarla para callarla, no pelea, no se ríe, sólo me toma de las mejillas y me pega más a ella. Es como una droga, como las que ingiero con vergüenza bajo la mirada de mi madre.

Entierra su mano en mi cabello y gime suave, cálido y me pierdo en el sonido, la ataco con mi lengua colocándola a horcajadas sobre mí apretujando sus nalgas, comenzando a endurecerme. Acaba de tener a mi hijo. Ese pensamiento hace que mi pene reciba un tirón.

Bajo mi boca por su cuello lamiéndolo con ganas. —Bennett, te amo— gime en mi oído.

Es mi esposa. Otro pensamiento que me hace gruñir muy bajo. Le succiono la piel de su cuello con ansias provocando una marca rojiza que se extiende.

Su boca vuelve a la mía con arrebato y apenas escucho el zumbido de mi comunicador porque mis oídos están ensordecidos por el deseo que me recorre, no puedo follarla recién ha tenido a mi hijo.

Mi hijo.

La alzo sobre mi gruñendo en su garganta controlando las ganas que tengo de abrirle el abrigo y volver a darle una mirada a sus senos, no he sentido estas ganas en ningún otro lado, ni con Alicia...

Alicia.

Me aparto bruscamente jadeando sintiéndome como un maldito infiel, ninguna misión o enmienda de la mafia puede justificar una infidelidad, si pienso en otro hombre cogiendo con mi mujer en mi ausencia hace que me den ganas de sacar la mierda de cualquiera, no puedo hacer esto.

Me levanto tomando mis cosas ¿Qué mierda es está de perdición pecaminosa que cometo infidelidades con la rubia a cada rato?

Me aferro a los celos que siento imaginando a Alicia con otro que no sea yo para bajar mi dureza por esta rubia de cabello corto. Soy repulsivo, mi mujer cuidando a mi hijo y yo enrollándome con la primera que veo. No olvides a lo que vienes.

—Prepárate, nos vamos.

—Nosotros estábamos...

—No hay un nosotros, si es verdad que tenemos un hijo, me haré responsable, pero sólo en la parte paternal— digo frívolo.

No entiendo a esta mujer cada vez que proceso sus reacciones las cambia, en lugar de enojarse por mis comentarios se levanta y alza su mano hasta que toca el bulto en mi pantalón, me viene el recuerdo de sus senos cuando se cambió.

—Hay cosas que no se pueden ocultar— acuna mi pene a través de la tela de mi pantalón. Soba de arriba abajo mirándome fijamente. —El dominio es para siempre Dimitry.

Dice con burla mi nombre y quita su mano y levanta en brazos a Aaron. Miro de nuevo a la celda de los tres prisioneros y busco con la mirada el lugar a donde se clavan sus cadenas, volteo cuando me doy cuenta que llevo revisando más tiempo del necesario la estructura, ella entrecierra los ojos mirándome con sospecha.

—¿Por qué me miras así?

—Bennett, si me recuerdas ¿Cuál es mi postre favorito? — agarra a su hijo.

—¿Es eso relevante ahora?

—Sólo quería saber si podías comprármelo una vez que salgamos de aquí.

—Por supuesto.

—¿Y cuál es? No te vayas a confundir de sabor como siempre— su mirada me estudia por completo.

La estudio deduciendo sus gustos. — Pastel de coco.

—Qué bueno que lo recuerdas— me sonríe amablemente y levanta sus pertenencias.

He acertado, no muestro mi satisfacción. Carraspeo fingiéndome enojado, una vez que entre con ella en Turquía mi excusa será el niño, pero sólo haré la parte paternal, no puedo olvidarme de Volkan, ni de Alicia.

Me cubro el rostro y vuelvo a colgarme al recién nacido en el pecho, pero cambio de opinión y se lo doy. —Sube las escaleras y corre a donde te mostré.

—¿No vienes?

—Adelántate, revisaré los pasillos.

—¿Crees que resistiremos la nieve?

—Debemos hacerlo, pero nos daré una ventaja— miro a mi espalda de vuelta a los prisioneros.

Cuando llega al final de la escalera, corre con Aaron desapareciendo de mi vista. Camino a zancadas a las jaulas de los prisioneros, el único cuerdo gira a verme como le quito las llaves al guardia y abro la primera de tres puertas.

—¿Qué carajo? — el rubio en el suelo trata de moverse y yo estaba en lo cierto está invalido porque no se mueve a pesar de verme tomar las llaves.

Tampoco es que la otra pierna le sirva. Abro la segunda puerta con una barra de metal y levanto mi metralleta matando al grupo de lobos que se azotan con la primera puerta empujándose contra mí.

Miro a mi espalda que la rubia no esté y que ninguno de los guardias a los que les platiqué somníferos reaccionen.

No me fío y salgo a ver que en realidad nadie esté mirando.

Sonrío de lado con pura perversión activando mi comunicador. —Teniente Wall lo he encontrado.

—Estamos a unos cuarenta minutos lejos de su ubicación, son peligrosos para dejar que nos acerquemos a menos de diez kilómetros alrededor de la ubicación secreta de su palacio, pero estaremos esperando por ti— responde Sarah Wall.

Tomo un tubo de acero y pego fuerte contra las cadenas del ministro Madden. Sus manos se sacuden por mis golpes y se jalonea ayudando a mi trabajo. Saco mi arma y disparo a los últimos seguros liberándolo.

Su cuerpo lánguido y manco cae al suelo arrastrándose por la suciedad. El ciego gira su cabeza ante el ruido, me sorprende su actitud como si supiera lo que está pasando extiende las manos apresurando el trabajo.

No puedo quitarle las cadenas de las manos, el cuello, el pecho y la de los pies, tomará mucho tiempo, tomo mi única opción y empiezo con la de sus pies, ya se las tendrá que arreglar por su cuenta con las demás.

Destensa los músculos extendiéndolos y flexionándolos a buen saber.

Los extiende y los flexiona con cardenales morados por las heridas, lo levanto y se apoya en mis hombros mientras lo guío por la salida que preparé dejándolo al pie de la escalera. Un kray de los Roe baja corriendo disparando y le doy directo en la cabeza, al siguiente lo umbo con mis hombros hasta que cae en picada por las escaleras.

—Pobres idiota— los miro con burla y no cierro la puerta del invalido porque es un bulto innecesario para irme.

Empujo al ciego escaleras arriba y dejo atrás al ministro Madden que va lento por su desnutrición agarrándose de los barandales. Saco otra de mis armas y se la entregó al ciego sin seguro. —Sólo disparas cuando yo te lo diga— mi voz lo sorprende, pero sólo asiente.

Jaloneo al ministro y lo obligo a seguirnos el paso, su estado de mugre es asqueroso ni se le notan los rasgos que me mostraron en Turquía. Mi calculo no es bueno, porque la llamarada de Krays que nos avasallan es peor.

—Qué empiece el espectáculo— cargo mi metralleta visualizando a lo lejos cargándome a seis hijos de puta en mi primera tajada como un buen francotirador.

El ciego dispara cuando le digo, pero le dan en el abdomen y es inútil por las cadenas. —Guíalo a la salida este, por dos puertas dobles, donde hay una rubia— obligo a Richard tomar a Logan lejos de mi para que no me estorben.

Mato a tres más incluido a un pelirrojo de ojos azules que cae muerto a mis pies. Arrojo mi metralleta rompiendo varios cristales y me deslizo por debajo de un mueble ganando ventaja, sostengo en alto mi arma y corro cerca del ministro.

Los ojos de la rubia se abren con horror sosteniendo a su hijo cuando mira lo que hice.

Pobre ingenua.

—¡Coraline! — dicen a nuestra espalda cuando se abren las puertas por mi configuración, dejo ir primero a Logan y después al ministro para que corran por la nieve —. ¡Apártate de él!

No hace caso a la voz masculina que nos habla, pero por el rabillo de mi ojo veo a varios hombres caminar a un ataque controlado, poco a poco despego a la rubia de mi cuerpo.

Krays de ropa verde oscilan a mi alrededor corriendo, escucho el sonido de sus metralletas apuntándome y hablando en danés. —Hombre rubio de alrededor de sus veinticinco años en estados de desnutrición, ha abierto una de las jaulas, dos prisioneros corren por la nieve, Richard Madden y Logan Roe, busquen por todo el perímetro. Ethan, manda tu ubicación.

—Confirmado, se bloquearon las entradas al palacio y se desactivo la alarma de la puerta principal a su entrada— dice un hombre de unos cincuenta años o menos —. Objetivo encontrado en la ala oeste a dos puertas de los médicos de vigilancia, mi señor.

Me obligan a ponerme de rodillas y comienza a dar vueltas todo, los uniformes verdes, las instrucciones, el llanto del recién nacido. La luz verde de mi comunicador parpadea y de nuevo el hombre que la llamó la aparta de mi vista.

—Apártate Cora— una voz femenina más suave está a mi espalda cuando me clavan un arma en la nuca. —Estás cerca de un intruso que no ha podido evadir la vigilancia de mis sirvientes y ha liberado a dos mugrientos.

Agacho mi melena rubia ante los enemigos, con un solo movimiento puedo llamar por el comunicador para que los turcos sepan que he sido emboscado, pero mi madre debe estar recibiendo mi ubicación y deducirlo. Se oyen más de quince gatillos a la vez y su objetivo es mi cabeza.

—¡Es él Emma! Juro por mi vida que es Bennett, no le disparen se los ruego— la rubia me toma de la mano y su tacto me cosquillea.

Una respiración pesada del que me mantiene de rodillas se oye por toda la habitación, miro la cuna donde el recién nacido yace. Miro a la mujer castaña que sostiene un arma con la mirada preocupada, no sé si es por mi o por la rubia.

—Levanta la cabeza mugriento— ordena la voz masculina y los kray se ponen alerta.

Sonrío de lado a pesar de que mi delgadez me permita soportar el peso de mi peso. Levanto mis ojos a un hombre de ojos verdes con la mitad del rostro cubierto como la castaña que va vestida con un traje de combate verde. No hay emoción en su mirada.

Un hombre golpeado en pantuflas y sin arma camina con el rostro descubierto a verme de cerca reparando en mi cabello y mi ropa, asiente a alguien a mi espalda que no veo, pero antes de que puedan descubrirme el rostro y conocer mi identidad, me dejo ir.

Sonrío de lado una fracción de segundo.

Jalo la metralleta de la castaña al suelo, la sostiene con demasiada fuerza, pero ya me he levantado, empujo a la rubia tumbándola al suelo junto a su hijo y consigo a uno de los kray, lo empujo con mi bota y azoto su cuerpo en el suelo para quedarme con su arma, disparo tres veces al de ojos verdes directo a su cabeza con ansias de matarlo, pero su grupo de Krays lo protege.

Su mirada está sorprendida, pero no me detengo, mato al kray más cercano y después trato de matar al recién nacido, pero el de pantuflas me lo impide.

—¿Qué carajo haces? — me grita a la cara, sin tener arma para defenderse, apunto a su abdomen hiriéndole por un roce de bala antes que me golpeen en la cabeza, una mujer mayor enojada.

Mi mente comienza a retorcerse de oír tantas voces diferentes, pero me levanto de nuevo, al instante me disparan en la parte inferior de mi brazo. Empujo a un kray degollándolo alzando un charco de sangre a mis pies, el llanto desolado del recién nacido explota con el tiroteo.

Me cubro cerca de él para evitar que me disparen otra vez quejándome de dolor, empujo al de pantuflas lejos activando mi comunicador. —He sido atrapado madre, mi ubicación será recibida por mi hermano, mantente en la línea.

Me doy cuenta que en realidad están consternados sin querer dispararme en realidad, tengo esa ventaja a mi favor, pero la herida me escuece. Disparo de nuevo y entonces fijo mi objetivo en la rubia de antes, le pongo mi arma en la cabeza.

La castaña palidece y yo sonrío de nuevo jadeando.

—¡No lo hagas! — la castaña tira su arma al suelo y levanta sus manos en forma de rendición. —¡Deténganse! — ordena y sorpresivamente los kray la obedecen incluso ese pendejo de más de cuarenta años que me disparó las dos veces.

—Hazme un torniquete en el brazo— ordeno a la rubia sosteniéndole el cuello —. ¡Rápido!

Sus manos se mueven temblorosas obedeciendo con los ojos rojos sin dar crédito a mis gritos, no es como si me importara su maldita opinión, pero siento un dolor interno al verla llorar. Miro a la gente a mi alrededor, todos se han quedado en silencio, sólo el llanto de recién nacido rompe la incomodidad.

—Descúbranle el rostro necesito saber si en realidad es Bennett— la castaña se quita la tela del rostro.

Quiero que dejen de llamarme ese puto nombre. Obligo a la rubia a ir más rápido. El de las pantuflas se pasa la mano por la cara revisándose la herida que le provocó el roce de la bala. —¿Quién carajo eres?

Los miro a todos con rabia y alzo la barbilla soberbio directo al de ojos verdes.

—Yo soy Dimitry Hilton Aslan Çelik, hijo de la dama de la mafia danesa Meredith Hilton, heredero del Topkapi turco como sucesor al morir mi padre, Borah de medio Oriente y régimen filipino, padre del hijo del Eterno, Volkan Emir Aslan Çelik, comandante de las fuerzas aéreas turcas y elegido sargento de ejército de mi país, mi mujer la sultana del topkapi.

Me río frívolo y miro de nuevo al de ojos verdes apartado de todo con la mirada consternada. —Para Bennett, ellos son tu familia, no sabes lo que estás haciendo— pide la rubia con la cara enrojecida.

—¿Yo familia de los Roe? ¡Quemaron mi Topkapi tratando de matar a mi hijo Volkan, bailaré sobre sus cenizas! ¿Ya lo olvidaron? — miro a la castaña — Me hiciste una herida en el abdomen perra estúpida, te envenené en tus alimentos como te mereces, pero como no te moriste sigo esperando que te atragantes con tu sangre y le hagas un favor al mundo.

Retrocede con los ojos muy abiertos, los kray avanzan en especial el de cuarenta años, la rubia vuelve a llorar. Carajo, parece que la perra es parte importante de ellos. Los hombros de la rubia se sacuden terminando el trabajo en mi brazo.

—Levántate y camina cerca de mí con tu hijo ¡Ya! — empujo a la rubia notando que le cuesta caminar, es mi pase de salida de este palacio, la jalo por su lentitud.

Me agarro fuerte forzándola, pero en segundos la han apartado de mí y me empujan contra la pared azotando mi cabeza varias veces, trato de agarrarle las manos, pero incluso mis pies se suspenden del suelo.

Abro los ojos en agonía y el de ojos verdes me revienta su puño en toda mi puta cara con la mirada compungida. Después me revienta la nariz con su cabeza y sigue ensatándome el puño hasta que me la rompe, oigo el crujido de mi hueso reventarse y la presión que se acumula en la parte superior de mi cabeza.

Me río escupiendo sangre en el suelo.

Empuja su rodilla contra mis costillas sacándome el aire y provocándome un ardor en el estómago, después rasga el uniforme de combate y se encuentra con mi chaleco antibalas acortándolo con su daga, me empuja en el suelo pateándome con sus botas, soy muy delgado para soportarlo y lo nota porque algo parecido a la lástima cruza sus ojos, pero se esfuma y todo lo que queda es rabia marcada en su expresión.

Noto que mira mis brazos, mi tatuaje de cruz.

Me empuja de nuevo.

Comienzo a lagrimear con la mente hecha un revoltijo y las jeringas de droga que me administro diariamente en mi sótano turco me hacen débil para resistir.

Me abrazo al hombre en llanto, la primera cosa real desde que mi familia me encontró en el almacén aparece. Soy un adicto.

De verdad va a matarme, siento un miedo recorrerme porque me tortura antes de terminar mi vida. Alza su metralleta y sin titubear el maldito perro me dispara en el abdomen.

Jadeo sosteniéndome la parte salida y me arrastro como puedo, pero camina lento como el maldito diablo disparándome de nuevo en el hombro, toma un puñado de mi cabello y pone la metralleta en mis sienes.

—De todas las personas que he matado en mi puta vida, no pensé que serías una de ellas—dice serio y siento un dolor en el pecho que no tiene que ver con mis heridas.

Tengo un giro en mi cabeza que me trae una imagen de dos niños abrazándose en la oscuridad, aunque no llego a verles el rostro.

—Pero tocaste a mi esposa, así que jódete— dejo de respirar cuando aprieta el gatillo.

Muevo mi mano con la jeringa que me proporcionaron en el MI6, llena de anfetamina hecha por un tal biólogo David Wall, traída desde Reino Unido por la teniente Sarah Wall a cambio de la libertad del ministro Richard Joseph Madden.

Se la clavo en el cuello bajando casi todo el líquido con la fuerza de mi pulgar.

Me suelta azotándome en el suelo para arrancársela y cuando lo hace me clavo el resto en la vena de mi brazo. Esto si es vida carajo, qué buena está. Ninguna sabe tan buena como la original, me mira la rubia llorando y me río de nuevo.

La castaña casi se desmaya del horror y el grito desgarrado en un instante la atención de todos los kray se centran en él y yo lo aprovecho.

Voy riéndome en su cara hasta mirar de lejos a la rubia mientras saco un porro. Un hombre joven la sostiene cubriéndola de mí, parece su pequeño amante.

—Cualquier acto que tenga como pago anfetamina de David Wall, siempre valdrá la jodida pena amor, no, no te recuerdo ni quiero hacerlo, conozco tu nombre porque lo vi en el expediente del MI6 y tu hijo ni me importa ya tengo uno con mi mujer— el dolor en su mirada me provoca una incomodidad pasajera, pero la ignoro corriendo fuerza a mis refuerzos los kray de Logan y los agentes del MI6.

Un terreno blanco se abre como un mar frente a nosotros, corro quemándome los pulmones con fuerza y no me saco de la cabeza los ojos tristes de la rubia. Los kilómetros se extienden ante nosotros, hieren a Richard, lo levanto en mis hombros guiando al ciego a correr, pero toma un rumbo diferente a pesar de caerse varias veces.

No sé cuánto más puedo aguantar con el peso del hombre, ya me duelen las piernas.

—¡El ministro Madden ha sido liberado! ¡No ataquen, no tenemos oportunidad de ganarles! ¡Retirada! — grita la teniente Wall cuando veo la carretera a lo lejos y escucho los disparos de protección que dan a mi espalda para los kray del lobo que me han seguido por más de cinco kilómetros seguidos.

Me desplomo en la nieve raspando mis rodillas. El servicio médico corre y mi madre me alza con la tela de sus guantes rozando mi rostro. —Has hecho un excelente trabajo hijo mío.

Veo a varios agentes tensos del MI6 no es para menos, se han metido un puto problema del tamaño de sus bolas, atacar a una mafia en su territorio es la muerte segunda pocos de aquí sobrevivirán.

Miro de lejos al ministro inclinando a la teniente Wall con su encamino sobre un auto bajándole los pantalones con impaciencia.

El ciego no estaba tan inútil porque se viene agarrando del brazo de una pelirroja de mejillas rojas.

Mi madre sale de la unidad de la teniente instando a meterme, pero no me lo permiten porque me disparan en la espalda mientras camino en la nieve, me doblo de dolor y veo de lejos a la castaña con su grupo de Krays y la mirada perdida.

Me azoto en el suelo perdido en las luces blancas. Oigo a un médico del MI6 hablar mientras todo se comienza a desvanecer.

—Hermano— dice una voz pequeña en mi mente —. Come yo no tengo hambre.

—Ma... madre he... sido herido— digo tratando de alcanzar el comunicador.

Mi mente comienza a girar y quedo en un estado vacío donde ni mis pensamientos o mi dolor físico me alcanzan, la mujer bien parecida está sobre mí con el de las pantuflas cuando comienzo a convulsionar por la bala, mis intestinos deben estar de fuera.

Grito con fiebre cuando me alzan, no sé a dónde me llevan, pero si siento como si me rompieran los huesos. —Madre no me lastimes— estoy alucinando con un estremecimiento que no me deja cerrar los ojos —Dile a mi mujer que cuide... a Volkan, dile a mi mujer que regresaré a Turquía, dile que la amo.

—¡Se está desangrando, dos de las balas de la maldita Emma Roe le han perforado un pulmón y nos atacan!

—Teniente Wall de la orden para atacar— no se oye respuesta. —Sarah da la orden.

Giro mi cabeza antes de convulsionar y veo a la teniente ensangrentada en manos de la mujer del lobo.

—No amor— una voz ronca se pone a su espalda y es la de mi madre con su juego de dagas dobles sobre el abdomen de la castaña —Aquí hasta entre malditos nos protegemos, aquí hay un paquete doble por lo que tengo entendido en dos tajadas lo termino.

Atisbo el cabello rojo detrás de mi madre. La paliducha la mira con preocupación, pero la castaña no se ve preocupada en absoluto.

—No le disparen, es mi sobrino Jack y creo que viene por su tía— dice mi madre mirando a alguien a lo lejos.

—Tía Meredith.

—Te estabas tardando en aceptar mi oferta inicial cuando se lo ofrecí a tu hermana, el mejor de los Roe no podía alejarse de mí.

—Jeg giver min loyalitet til ulven indtil døden— dicen sin que pueda ver quién, pero se oye como recitan —Jeg giver mit liv for din organisation fra dette øjeblik af.

Rindo mi lealtad al lobo hasta la muerte, doy mi vida por la organización desde este momento en adelante.

Veo al de las pantuflas caminar despreocupado entre los agentes. Golpea con su dedo unos tubos pequeños de líquido transparente. —Tía Meredith, eres una imbécil igual que mi hermana— saca otros dos frascos.

—¿Qué carajo haces Jack?

—A dormir todos hijos de perra— levanta en alto los tubos —No se muevan un solo milímetro porque si alguna bala llega a impactar mi prima favorita, todos arderán conmigo— amenaza. —¿Quién quiere probar mi veneno primero?

Gira la cabeza a unos doce agentes que convulsionan en el suelo como yo.

—¿Qué tonto soy? Algunos de ustedes ya lo hicieron.

—¡Tiene un arma biológica! ¡Este hijo de perra nos va a matar a todos y al completo Copenhague en un segundo! ¡Retirada!

Emma.

—Rodea el perímetro Ethan, no quiero sobrevivientes esta noche— digo serie aun con la imagen de Alexander siendo atendido por Maya, me revuelve el estómago.

¿Cómo es posible que Meredith cayera tan bajo utilizando a Bennett y jodiéndolo de una forma que no se le puede reconocer? Es su hijo por amor de Dios, esa mujer pagara muy caro. Juro ante lo que exista que pagará.

A lo lejos la cobarde de Sarah Wall ordena la retirada y a su lado Meredith sosteniendo a Bennett con la bala que le atravesé en la espalda.

Cargo mi arma disparando a lo lejos avanzando con un grupo de francotiradores que destrozan los autos del MI6, sólo están en la parte frontal a unos quince kilómetros lejos de nuestro palacio porque nunca podrían acercarse y penetrarlo.

Bennett fue una buena jugada, pero no lo pueden usar dos veces en una noche. Jack se pasea despreocupado ante los intentos de huida de estos cobardes por su arma biológica, oírlo recitar el juramento de su iniciación sin recibir el tatuaje me hizo entender que Alexander tenía planeado traer a Millie por él.

Jack es un pacifista poderoso.

—Al área norte mi señora, hemos encontrado rastros de camionetas de Krays hemos matado a la mitad, pero no encontramos a Logan, se ha largado o se ha escabullido por el bosque bajo la nieve— Ethan me conduce con un GPS en mi camioneta.

—Busquen al maldito hasta por debajo de las piedras, no pudo llegar tan lejos.

—Se avecina una tormenta de nieve, irán catorce unidades vehiculares, los cuatro terrenos por el sur y las camionetas al norte.

Veo el maldito muro impenetrable de Meredith y el miedo en la mirada de Sarah cuando alrededor de sus aliados y sus propios agentes que retienen a Richard son rodeados por nuestra organización.

Sólo un estúpido ataca a una mafia en su propios alrededores en una ubicación desconocida, de nuevo, tuvieron que esperar a Bennett a cientos de Kilómetros lejos, no saben dónde está el palacio Roe.

—¡Ataque por el lado norte donde hay doce bloqueos del MI6! ¡Maten a todos de la forma más sádica que exista! — ordeno en el comunicador. —Quiero al menos doce granadas directas a los autos de Meredith Hilton y a Bennett Roe.

Arremeto contra Sarah llevando cuesta abajo por una colina de nieve, mis brazos se estremecen con el ventanal, pero la persigo corriendo al lado de Ethan que me sostiene cuando quiero caer.

Corre desarmada entre pinos que ocultan su figura, pero envío una búsqueda triple por su maldita cabeza, se ha metido con mi familia tantas veces que me tiene harta la maldita. Sostengo las cadenas de mis lobos llenándose de copos de nieve en su pelaje.

Cada vez se me hace más pesado seguir caminando en la nieve, pero la voy a encontrar. —Vamos cuesta arriba, Sarah Wall y un grupo de unos veinte agentes bajaron la colina— informa Ethan sacando mis botas de un atasco de nieve.

—Tú sígueles, Jack vendrá conmigo, el resto de asesinos a mi espalda, por si nos emboscan— le toco el hombro seria, mi enojo es tan grande que ni mis labios partidos me importan. —Cuando la atrapes la arrastras de rodillas ante mí.

—Como ordene mi señora.

Cambio el rumbo, me arden los ojos, el viento me ha partido parte de la cara, mi abrigo de mink ha soportado parte y si no fuera por mis lobos no seguiría.

Ciento cincuenta de nuestros mejores asesinos buscan la entrada al bloqueo del MI6, al parecer han sacado huyendo a Richard en uno de los autos, mando a bloquear la autopista principal de Copenhague y la alterna encerrándolos como cucarachas con imposible probabilidad de dejar la ciudad.

Mi plan es bueno hasta que me suben al todo terreno buscando mi objetivo en los alrededores, no se acercarán a más de diez kilómetros al palacio, principalmente porque no conocen su ubicación y los mataremos a todos en un segundo.

Jack va mirando por la ventana a los autos que nos siguen y de vez en cuando indica la dirección que debemos tomar. Paramos en un parámetro repleto de abetos con la corteza dura.

—Vamos por buen camino— se agacha a reconocer huellas de auto que la nieve ya cubre.

Respiro hondo tocándome el vientre y una hora de viaje por una vereda árida veo a lo lejos a Meredith en una de las camionetas resguardándose con sus legaes. —Carajo Emma— Jack respira hondo quitándose a bata de médico.

Los todoterreno aparcan. No dejo libres a mis lobos porque temo que se pierdan entre la oscuridad y la nieve, y no puedo jalar la cadena de los cuatro, tengo las manos entumecidas, pero también los necesito.

Miro mi anillo familiar y al lobo al que siempre le he tenido miedo desde que mi marido me los obsequio. Tomo su cadena y me gruñe hasta para llevarlo fuera del auto.

—Sidde— le ordeno como hace mi marido y deja de jalarse sentándose sobre sus patas traseras.

Es imposible sacarlo. Bajo con ayuda de mis asesinos y de Caterva. Camino con mi daga en mano y Meredith a lo lejos no ve acomodándose los guantes hasta los codos, se ríe de mi acto cruzando los tobillos. —Estás putas fáciles siempre son las más divertidas de cada misión y abren fácilmente las piernas.

—Supongo que lo dices por experiencia.

Se ríe de nuevo. —No me hagas perder mi tiempo ramera, mi hijo está herido— se da la vuelta con su grupo de idiotas protegiéndoles.

Ladeo la cabeza conteniendo mi rabia, pero me muestro serena. —Adicta.

Sus hombros se tensan. —No me sorprende, que después de todo liberarás al que te provee tu dosis de droga.

Se gira tan bruscamente que apenas se ve cuando saca un par de dagas con incrustaciones de rubies apuntándome. —Cierra la puta boca.

—Yo no soy la que tiembla con ansias cada que está cerca de una jeringa.

Empuja a su grupo de defensa, atraviesa con su juego de dagas rojas en sus manos. Tiro la daga a la nieve y camino desarmada. —Sólo quiero hablar.

—No te quiero escuchar insolente— su temperamento es fácil de romper no tiene control alguno, pero después de un minuto se lo piensa. —¿De qué quieres hablar?

—A solas. ¿O tienes miedo de que atraviese tu muro de defensa?

—Aunque no lo parece es impenetrable para protegerme, son de las mujeres más entrenadas que tengo a mi servicio.

—Veo que te apoyaste en el Borah porque sola no puedes joder a tus hijos.

Se carcajea. —Los inteligentes sabemos usar a inútiles a nuestro favor, mira, en un segundo conseguí la anfetamina de David Wall, hice lo que en meses ni Logan ni los Roe pudieron hacer y si liberé a mi ex marido fue porque en la mafia existe el favor por favor y yo se lo debía y también existe el ojo por ojo, golpe por golpe pequeña estúpida.

Me pongo seria. —Entonces esto es mi ojo por ojo maldita— levanto mi metralleta, pero se ríe como si no fuera a disparar inútilmente a un equipo entrenado en su defensa.

—¿Me asusto? Nadie trapaza mi muro real.

—Todos diríjanse al norte, por el bosque Carden, coordenadas 12 04 11 87, hemos bloqueado las entradas principales, tiren a matar a todo lo que se mueva, quemen sus autos, descuarticen a los legaes, quemen vivos a los mugrientos que cubren el perímetro, quiero a cuatro grupos de francotiradores a mi izquierda y que Ethan organice a sus propios sirvientes por cualquier línea de escape.

Traigo a un maldito ejercito contra esta maldita.

Levanta la barbilla arrogante y da ordenes en clave a sus legaes, pero de aquí no se larga hasta pagar por mi marido. El grupo de avionetas individuales sobrevuelan sobre el área de abetos levantando un ventanal a su aterrizaje.

El aterrizaje de los conservadores rusos que bajen de los arneses es la señal que tienen mis asesinos de comenzar a atacar a los legaes, el grupo liderado por Ethan y Ren el cual se encuentra Jack avanza directo y especialmente a ella.

Su muro la hace retroceder, pero ya estoy matando a aliados o enemigos, me da igual.

Si creyó que las avionetas de los conservadores rusos sería todo, se equivocó. Pasa el parámetro doce el de los francotiradores, a poca vista treinta. Comienzo a dispararle a su maldito muro impenetrable.

—¡Comienzan a retroceder mi señora!

—¡Qué traiga otra avioneta de rusos, no quiero que nadie sobreviva!

Se nota la diferencia entre los legaes y mis asesinos, los nuestros son más sanguinarios, me recuerdan al antiguo manso de Maya. Miro a Jack pasmado relamiéndose los labios, sigo su mirada encontrando a Dina Makova robando uno de nuestros autos, pero pido que no la ataquen, la pobre viene descalza.

—Ayúdala.

Corre sin pensarlo dos veces a ella, pero la pelirroja se baja asustada y se desaparece entre la nieve en dirección a las cabañas de los pueblerinos, no veo si la sigue porque me centro en matar a un legae conteniendo las ganas de vaciar mi estómago.

—¡Traspasamos su muro de protección! — grita Ethan con media sonrisa.

La perra corre a resguardarse entre los legaes cuando el muro de defensa real se rompe. Corro detrás de ella y le azoto la punta de mi arma en las sienes tumbándola, es como un gato enojado porque me ataca por todos lados, jalándome el cabello o haciéndome daño con las uñas, mordiéndome o con lo que tenga a su alcance utilizando todo su cuerpo.

Me golpea varias veces en la cara, pero yo también, la someto, entierro su cara en lo trozos de madera. —¿No qué nadie penetraba tu patético muro de protección? — se dobla del dolor cuando pateo sus costillas tumbándola por completo.

Saco mi daga, comienza a maldecirme a mis hijos, a mi marido y a mí en danés. —¡Puta ramera!

—Tendrás que pedirle a tu médico que vuelva a reconstruirte la cara— le corto la línea de los traidores que visiblemente se había quitado antes.

Le clavo mi daga por la infancia de mi marido, por Bennett y por inyectarle anfetamina al lobo. —Este es un mundo de hombres estúpida.

Se remueve empujándome al suelo, pero Ethan la empuja dándome la satisfacción de comenzar a asfixiarla.

Un saeta se le clava en el hombro de una distancia lejana.

Maya Roe se levanta recogiendo la siguiente con el cabello suelto y un abrigo blanco largo casi hasta el suelo. Meredith se toca la herida gritando y retorciéndose.

Dos legaes caen al suelo muy cerca de mí clavados por la cabeza con la ballesta de la mayor de los Roe. Se pasa el cabello hacia atrás con elegancia, avanzando y clavando con cada tiro, fallando sólo un par, pero la mayoría ensastándolos a la perfección.

Empuña la ballesta y un cuerpo al que no había visualizado se desploma.

Es Sarah.

—¡No! ¡Mierda! — cae gritando de dolor y en llanto por su pierna, pero la mayor de los Roe ni así se detiene. Clava en la camioneta de unos que huían. Es la perfección hecha persona.

—Si sabes lo que te conviene déjame huir— pide Meredith haciendo presión en su herida y perdiendo el color.

—¿Acaso usted dejo a huir a mi marido en su niñez mientras lo torturaba? Bienvenida al infierno— pateo mi pie contra la saeta encajándosela más profundo su grito rasga desde lo profundo de su garganta.

Maya llega hasta mi mirando el suelo de mugrientos con arrogancia. —Bien hecho cielo, nos llevamos a Bennett al palacio Roe y que le curen la porquería que le hicieron en Turquía. 


¡Hola sexys!

Bienvenidos a la doble actualización de Deseo, mañana encontrarán un capítulo nuevo. 

¡Los amo tres millones!

-Karla. 

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