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CAPÍTULO 81

Extra tío Roe.

Alexander.

Me paso la mano por la frente concentrado en mi lectura.

—Dato catorce, si lloran por la madrugada, debe revisar si tienen hambre, si necesitan cambiar su pañal o tienen gases— releo el libro marcando con resaltador la parte importante. —Su bebé podría presentar dolor estomacal con frecuencia.

Anoto en mi IPhone con el asistente virtual todo lo que dice la guía de "Un padre ejemplar por primera vez". Estoy a mitad de terminar el libro y tengo anotados los pasos a seguir cuando Emma deba dormir por las madrugadas, después que les dé formula láctea a nuestros hijos.

—Debe dedicarle tiempo a su hijo durante la alimentación o podrían ahogarse, la piel de un recién nacido es muy vulnerable, sea cuidadoso en sus baños o cambios de pañal— leo el siguiente punto —¿Cómo cambiar un pañal? — busco en línea y me salen miles de resultados mostrándome que no todos los pañales son para la misma especie. —Siri, busca pañales de recién nacidos.

—Aquí están los resultados de su búsqueda— dice la voz robótica de mi celular.

Tengo muchas dudas, he comprado al menos cinco libros de paternidad y no he terminado de memorizar la mitad de lo que debo hacer. Amelia, mi asistente, me está buscando otras cinco guías traducidas en otros idiomas.

Guardo el libro en el compartimento cerca del asiento sacando las caja pequeña de tercio pelo blanco. La abro mirando otra vez las piezas de oro que recogí de nuestro joyero personal para la ceremonia de iniciación de nuestros herederos, han sido tallados a mano como el anillo de matrimonio y el collar de compromiso de mi mujer.

Son dos mismos dijes con el símbolo de la mafia del lobo para mis hijos, están bañados en oro blanco de veinticuatro quilates y con incrustaciones de diamante francés por toda la cadena y Taaffeíta en los ojos de cada lobo. Detrás del dije tienen tallado mi nombre y en el otro el de Emma.

Quedaremos marcados en cada uno de nuestros hijos.

El oro fue sacado del mi collar de cruz y del de mi hermano, los fundieron e hicieron nuevas piezas con más extravagancia, esos dijes nos fueron entregados en nuestra propia ceremonia en la organización de los treinta y siete al nacer, pero yo lo dejé de usar a los diez años.

Mi mente vaga en Turquía cuando quemé el Topkapi del puto Borah y siento una rabia al recordar a Meredith usando su propio dije cruz familiar —Hijo— su voz suena igual que antes, a pesar de ser más de veintidós años de la última vez que la vi.

—Logan no la mató— digo para mí mismo.

La capturó cuando planeaba escaparse y dejé las jaulas para que la mataran sus lobos, esa historia fue una gran mentira. —No sigas a tu hermano niño, te quedarás encadenado aquí— tengo mis recuerdos muy borrosos, cuando me golpeaban o encadenaban, pero hay otros que siguen claros.

Me recuesto en el asiento y me tomo una pastilla. No he querido preocupar a Emma, pero desde el último ataque en Turquía, he comenzado a dejar de ver por unos segundos por las mañas, a veces son doce y otras diecisiete, los cuento esperando que la oscuridad pase rápido.

Comenzaré a buscar médicos de toda Europa, aunque lo hice por última vez hace años, lo retomaré porque ahora es diferente, no puedo imaginarme una vida donde no pueda verla.

Las razones principales que me detuvieron en el pasado, fueron que las posibilidades de perder la vista por completo durante la intervención ocular son de un setenta y nueve por ciento, me he traído un médico irlandés y he comenzado con medicamento preventivo.

La foto de Emma salta en la pantalla de mi celular con una llamada. —Cariño, ¿Ya has salido de Londres? — se oyen utensilios caer por lo que parece ser nuestra cocina.

—Tengo que hacer unas reuniones, de varias horas, llegaré a Dinamarca por la noche o mañana al mediodía.

—Ya te echo de menos en casa.

—¿Cuánto? — sonrío de lado.

—Tanto como para entrar a tu oficina cada hora esperando verte— suspira del otro lado de la línea y escucho el aullido de sus lobos a lo lejos—. Olisqueo tu colonia y no dejo de mirar la hora, esperando que el tiempo pase rápido, Ethan y yo iremos a esperarte al aeropuerto, así no voy a echarme a llorar con una foto tuya. ¿Tú me extrañas?

Nunca había tenido a alguien esperándome con ansias en mis viajes.

—Demasiado, parezco vacío sin ti, Emma— responde mi boca habladora y oigo su risa coqueta. Carraspeo tratando de dejar de ser un patético de mierda —. ¿Has tomado las vitaminas?

Se vuelve a reír. —Sí, los médicos me observan de lejos gracias a tus órdenes. ¿Puedes repetir la parte donde me extrañas?

—No he dicho nada.

Se ríe de nuevo. — Mit alt Alexander— me corta las palabras. —Mit alt i denne verden— "mi todo en este mundo".

Se me desboca el pecho con su buen danés y me paso la mano por la cara rendido ante ella sin evitarlo, regresando a mis prioridades y es sólo una, Emma. Golpeo mi cabeza en el asiento acolchonado de mi auto. —Acabas de arruinar mis reuniones nena, porque iré directo a casa, en una hora subiré a mi maldito jet.

—Que sea en media hora y tráeme chocolate, te amo demasiado y las cositas también, ya queremos verte— me lanza besos.

Esta mujer es demasiado afectiva, no tiene filtros para decir lo que siente. Se los envío sonoros de la misma forma y casi me atraganto con mi propia ridiculez con los ojos muy abiertos. ¿Qué mierda? Soy un mafioso, no puedo estar mandando besos en una llamada.

—Para Emma.

Casi puedo ver su sonrisa burlona y el brillo en sus ojos castaños. Miro de nuevo la marca de labial que pego en mi espejo retrovisor con un beso. Ella debió temerme desde el inicio cuando me conoció y no lo hizo, nunca la asustó mi personalidad.

Cedo un poco a esa estúpida forma de comunicación y me sale una media sonrisa — ¿Te han gustado las flores que te envié?

—Son preciosas, son exactamente a las que me mandabas en Hilton &Roe. Dime ¿Por qué elegiste esas para mí? Son unas de las más caras del mundo, en lugar de las típicas rojas ¿Me querías seducir? Me parece que sí, seguro que buscabas cómo demostrármelo.

—Esas flores son poco a lo que te mereces.

Suspira. —Entonces ese era tu plan.

—No, no te quería seducir, comencé a enviártelas porque yo ya me había enamorado de ti en Birmingham, mucho antes de que tú empezaras a desarrollar afecto hacia mí— miro mi anillo matrimonial y la escucho sorber por la nariz.

¡Carajo! Otra vez estoy de hablador, ni ebrio me comporto así. Me regaño maldiciendo en todos los idiomas que conozco. —Mi maquillaje se acaba de arruinar.

—Mira en lo que me has convertido Emma, me vas a matar después de convertirme en un marica patético con ese lenguaje afectuoso.

—Espero que no, necesito que llegues a Dinamarca para besarte por ser tan romántico y follarte— se ríe, pero se oye afectada por mis anteriores palabras. —He estado fantaseando contigo toda la mañana, no pude salir de nuestra habitación sin cambiarme las bragas, estaba muy mojada pensando en ti, tanto que tuve que tocarme.

Emma es la mujer de mi vida, un momento está llorando por sus actos románticos y al siguiente está caliente. —No estés jugando con tu coño, quiero comérmelo cuando llegue.

—Me hubieras despertado en la madrugada antes de irte, me dejaste con hambre.

—Maldita pervertida, releamos los folletos que te dio Kriss para bajarte la calentura— me reacomodo la verga cuando comienza a endurecerse recordando su imagen dormida en su camisón rosado antes de salir del palacio. —No te basta despertarme a mitad de la noche para que te coma el coño, ni que te haga tragar mi verga de madrugada.

—Tu eres el culpable, no me has dado sexo vaginal— gime —Estoy hecha un lio, acabo de descubrir que mis sostenes comienzan a apretarme.

—Tus tetas están creciendo — gruño hambriento como cada que la veo desnuda.

—Y me pesan, necesito masajes a todas horas o que te las comas— baja su tono de voz seduciéndome —. ¿Entonces tomas el avión en una hora?

—Media hora— gruño enojado mirando la maldita hora en mi rolex —. Desayuna en forma y no bajes a visitar al asiático hasta que lo interroguen.

—Octavian no lo hizo, confío completamente en él.

—Confiar completamente en la gente podría arruinarte en un futuro, sólo yo soy confiable.

—Y yo lo soy para ti, ven a casa pronto.

Cuelga dejándome con una media sonrisa en el rostro. Pongo el cronometro en mi Rolex exactamente de media hora que deberé abordar el avión.

—La primera General del MI6, Rebecca Hilton, ofrecerá una rueda de prensa en una hora cerca de la base del MI6 a las afueras del palacio de Buckingham, se espera que un miembro de la familia real se una a ella en el discurso.

Apago la radio digital dándole una última calada a mi porro mirando las puertas de la base del maldito MI6 rodeada de periodistas.

Me reacomodo mi collar preferido, desde que Emma me lo dio hace casi un año en Nueva York, lo uso como una reliquia de suerte a pesar de ser lo más barato que poseo económicamente.

—Pordioseros— miro con desagrado a los agentes del MI6 bajando de mi Aston Martin de colección caminando con total libertad entre la gente con la mitad del rostro cubierto y los lentes negros cubriéndome del sol mañanero.

Las granillos rojos se levantan con mis pisadas, veo de lejos las pantallas de anuncios, el tercero que sale es la lista de criminales buscados, en primer lugar, mi esposa y yo, con cargos de hasta veinte años de cárcel para ella como mínimo.

—Muévete de mi camino mugroso— empujo a un periodista.

Veo a Tyler cerca del balcón ondeando saludos a la multitud que enloquece con verlo como si fuera una celebridad. Si le piden que hable no puede. En unos meses voy a regresar a Londres con mi familia como lo que fui y estos inútiles lamentarán el día que subastaron mi cadena hotelera y traicionaron a mi organización para ser miembros políticos.

—¡Es el primer comandante de sistema de espionaje asomándose por el balcón! — una reportera habla ante la cámara extasiada.

Ondean las banderas británicas en alto cuando Tyler aparece posando para los paparazzi. —¡Comandante Hilton! ¡Comandante Hilton!

—La emoción de la gente es evidente en las calles londinenses— la periodista se une a la euforia —Veremos si la teniente Wall nos da una entrevista corta o tendremos a la General Hilton en el micrófono, seguimos preguntando por la libertad del ministro Madden y sabemos que no quedará impune, la teniente Wall lo ha prometido.

—Regresamos al estudio— corta la transmisión su camarógrafo

Me río por la bajo pasando a espaldas de la cámara bajándome la gorra. —No creo que los muertos salgan en libertad— susurro cerca de su oído tensando a la mujer. —Le daré una nota que no olvidará.

—No me haga daño— pide sin ser capaz de voltearse.

—Alexander Roe está en Londres y frente a sus cámaras señorita periodista, si quiere le doy una entrevista.

—Santo Dios— se encoje.

Miro al balcón y la mirada del mudo se queda fija en mí. Comienza a gruñir cosas sin sentido mientras paso con un código en las puertas dobles de la entrada que me dicta James cuando activo el comunicador.

Pateo en la taquilla a un guardia en el área de cámaras rompiéndole la cara en el ventanal de su puerta. Presiono las teclas para suprimir y las primeras cámaras quedan desactivadas.

Me reacomodo la tela protegiendo mis fosas nasales mientras destapo el gas lacrimógeno en la entrada de la base. La columna de gas comienza a levantarse y expandirse mientras paso mis botas por los cristales rotos viendo caer de dos en dos a los cadetes novatos en su guardia del día.

—El siguiente pasillo está vacío, puede tomar la ruta derecha y subir por el andén de emergencia— dice James a través del comunicador en mi oído —. Tengo acceso a dos de las cámaras principales, pero conozco el acceso a las que mantienen por los pasillos, voy a apagarlas durante cuarenta y dos minutos, mi señor.

—Desactiva los sensores de movimiento por las vigas subterráneas, esos dan señal a la oficina de Sarah.

—Es imposible, están conectados a un servidor en el sótano vigilado y la puerta se abre manualmente, debería bajar allí y encontrarlo.

—Para ser un agente del MI6 eres un completo inútil, he hecho la mayoría del trabajo en menos tiempo que tú— destapo otro contenedor de gas en la siguiente sala cuando veo las cámaras rojas parpadear y quedar en negro completo.

Me coloco los guantes y enrollo mi chaqueta en mi puño izquierdo antes de empujar contra el vidrio de las puertas reventándolo. Enredo de nuevo el trapo, mis músculos se contraen cuando voy por el siguiente dejando caer todo mi peso.

—¿Qué carajo hace? — un agente corre por el pasillo al oír que reviento más vidrios —. ¡Jesús! ¡Usted está loco!

—Soy un demente— retrocede ante mi mirada.

Lo cargo en mi espalda y lo empujo con mi hombro cuando se me hecha encima, lo azoto contra el suelo dos veces sacándole el aire y rompiéndole el brazo izquierdo. Busco el rastreador de mi bolsillo interno y sigo la estructura que indica un camino verde hacia la ubicación de la mini humana de Jack.

Subo de tres en tres los peldaños de las escaleras oxidadas con el zumbido del dispositivo llenando el silencio, la cantidad de agentes noqueados por el gas me da ventaja a subir, pero quiero amarrar a Jack a la organización cuanto antes.

Empujo una puerta con mi bota abriéndola de una patada y muevo el interruptor de la luz en el cuarto de escombros donde hay gran parte de los juguetes de la hija de Sarah en mal estado.

Las escaleras terminan en el siguiente piso, sólo hay una cuerda de arnés roída por algunas secciones, donde solían deslizarse los agentes antes de abandonar esta base y retomarla sin remodelar.

Miro al techo, calculo al menos cuatro pisos hasta que haya una parte de solida de escaleras. Me pongo el rastreador en la boca y retrocedo unos pasos. Me encarrero y salto a la cuerda del arnés sosteniendo mis más de ochenta kilos en músculo y masa corporal.

Escalo jalando mi cuerpo hacia arriba a momentos mirando el fondo donde cae el arnés sobre un montón de estructuras metálicas con puntas salidas donde cualquiera se rompería la columna con sólo caer, pero yo no soy cualquiera, sigo escalando sin sentir vértigo, ni ardor en la callosidad de mis manos.

La trascendencia me pone sudoroso cuando subo al tercer piso y al cuarto me balanceo para caer sobre algo sólido. Tengo saturada la herida de la bala, pero un mal golpe la seguirá abriendo mientras tenga mis malditos pies ocupados cada que salgo.

Me azoto contra el polvo de los pisos de arriba, azotándome contra una pila de escombros viejos del MI6, me levanto en tambaleos pateando la puerta con firmeza. Hay una terraza llena de flores y después otra habitación con la puerta abierta dónde por la ventana se ve un cachorro de Golden Retriever moviendo la cola alrededor de una niña de dos años de cabello rubio.

—No sé cómo colocármela— veo como lagrimea a los jaloneos de Rebecca tratando de colocarle una chaqueta.

—¡Eres una inútil! A tu edad no sabes ni comer sola.

—Lo siento— camino por la terraza pateando las macetas rosas mientras se oye un llanto muy profundo, no cómo el de los niños normales que lloran agudo, es un llanto silencioso y de dolor.

Veo los pequeños ojos azules llorar a cantaros.

—¿Crees que yo quiero estar aquí? Hay una reunión abajo con la prensa y hago de niñera porque no puedes hacer nada. Inútil niña torpe. ¡Ah! — suelta a Millie y mira a su espalda. —¿Alexander? — se acomoda el cabello y aborrezco su voz chillona, es irritante.

Avanzo a zancadas y alza la boca relamiéndose los labios, se remueve tratando de ir por mi bragueta, frunzo el ceño y arremeto contra ella, dándole un golpe con mi cabeza empujándola al suelo. La arrastro levantándola y grita tratando de soltarse de mi agarre cuando empiezo a estrangularla.

Tose sangre con la boca reventada moviéndose con la cara roja y con mi fuerza la levanto unos centímetros del suelo.

—¿Quién es la inútil ahora Rebecca? — aprieto con fuerza sintiendo sus tendones saltarse por su cuello sin dejar que pueda pedir clemencia.

Millie alza su cabeza limitándose la cara al reconocer mi voz a pesar de mi rostro cubierto. —¡Tío Alexander! Viniste como lo prometiste.

La cara de Rebecca pasa de rojo a pálido en un segundo cuando sus ojos comienzan a parpadear irregularmente, sus pies resbalan en el suelo y se queda como muerta en el suelo cuando la aviento.

Millie la mira confundida y después usa una silla para bajarse de la cama y correr hacia mí, siento su abrazo en mi pierna cuando se cuelga como lapa. Mido casi dos metros lo cual me hace agacharme incomodo con el cuello doblado hasta estar a su altura.

—Tío Alexander, te extrañé— mezcla su mal español y se le forma una sonrisa en la cara cuando la levanto en brazos quitándole las lágrimas de sus pestañas onduladas. —¡Kieran es tío Alexander! — se remueve gustosa. —Sube con nosotros para abrazarlo.

Me quedo inmóvil mirando al Golden Retriever que rebasa unos centímetros el tamaño de la niña. Le puso Kieran.

—¿Dónde está la loca de tu madre?

—Mami está trabajando— responde toqueteándome la cabeza hasta quitarme el cubre rostro. —¿Vamos a ir al parque de tu palacio a jugar al té? — el llanto ha desaparecido y se nota en su emoción y como revolotea casi cayéndose.

—Iremos con Emma— si no es por mis reflejos quedaría como la traidora que está en el suelo.

—¡Amo a la tía Emma! — salta cuando la dejo en el sofá y estamos de acuerdo en algo —. Ella es muy bonita ¿verdad tío Alexander?

—Es un belleza por eso es mi mujer, la dueña de todo lo que poseo y de mí mismo.

—Me gusta abrazar a la tía Emma, me hace vueltas y cantamos cuando juega conmigo, su piel es muy suave y su sonrisa bonita, parece una princesa con sus joyas.

—Una reina— sonrío de lado, comienza a caerme bien esta niña. Le reviso el brazo para comprobar que la idiota no la haya herido. —¿Te duele? — le toco su pequeño hombro y asiente con los ojos entornados.

Miro con rabia a la puta en el suelo y le reviso la unión del hueso para comprobar que no haya una fractura, no lo tiene, voy al armario y de camino le pateo el hombro a Rebecca doblándola de dolor.

Le sobo el brazo a Millie y en dos segundos dice que ya no le duele y que le cante la canción de la rana sanadora.

—Eres... eres malo, pero soy adicta a eso— Rebecca balbucea en su miseria lloriqueando por los golpes —Por eso me encantas, haré que me ames.

Me froto las sienes de verdad que me irrita su puta voz. Dejo caer una pila de ropa de la mini humana sobre su cabeza a ver si se calla de primeras, el nuevo Kieran corre a orinar sobre su bota.

—Va a amarme... te seguiré a todos lados...— tose cuando la levanto harto —Ni siquiera diré que te la llevas, actuaré como si no supiera nada porque te voy a tener y me la vas a meter.

Golpeo una de las jeringas de Jack y la maldita sonriendo gimiendo cuando se la clavo en el cuello, no pierde su mirada de mi miembro hasta que el dolor la hace convulsionar en el suelo.

—Mi esposa es una puta belleza— vuelvo a conversar con la mini humana sobre algo que si me interesa y con cuidado trato de adivinar como se colocan las chaquetas de su especie.

—Quiero llevar mi ropa de ballet y las bailarinas rosas con brillitos que me compró mi papi— sostiene al unicornio de peluche que siempre trae señalándome un vestidor rosado.

—Ropa de ballet y bailarinas— me repito mirando el guardador, no tengo tiempo, pero no quiero que haga ruido mientras nos vamos. Miro una especie de traje de oso y lo saco.

—Esa es mi pijama tío Alexander— se ríe como si le hubiera actuado una obra de comedia. Saco un traje verde con ojos de rana y vuelve a reírse. —Ese no, ese.

Ruedo los ojos y saco una especie de falda rosada de calidad media. Con unos zapatos de tira con brillos para poner ciego al que los vea. Resoplo cuando salta indicándome que es el correcto. Me inclino colocándole los zapatos y ella se coloca el traje de bailarina porque es simple.

—¿Bailamos el baile de la princesa?

—No conozco ese baile.

—Nos tomamos de las manos y giramos y saltamos— toma apenas mi meñique.

—Parece que me están dando choques eléctricos— murmuro para mí mismo sin entender el paso, además me duele el cuello, es demasiado pequeña. La hago dar una vuelta y después yo doy otra, entonces hace que demos una inclinación de cabeza. La hago girar de nuevo y se ríe poniendo un pie a modo de bailarina.

—Voy a enseñarle a mi papi mis clases de Ballet— termina en español mezclando los idiomas de nuevo. Corre a una mochila de cupkakes y saca dos dibujos con rayones de crayola.

Recojo lo que podría utilizar, este cuarto parece un vomito rosado de arcoíris. Miro tantos objetos sin saber que cosas usa su especie. Tomo un bote que dice acondicionador y unas bandas de cabello y toallas limpia rostro con aloe vera. ¿Y qué coño es eso?

La guardo en su mochila de unicornio con unos pañales que me da y dicen entrenadores. —¿Cuántas cosas tienes?

—Y mi vaso de princesas tío porque ya soy una niña grande— lo mete también.

—Ya tenemos todo, nos vamos, no puedes meter más cosas— se queda parada con las manos a su espalda con la cabeza inclinada para verme hasta arriba —. ¿Qué tienes? — pronto deberé llamar a Emma o no sabré que hacer. —¿Quieres tu chupete? ¿Comida? ¿Dinero? ¿Un auto? ¿Un yate? — pruebo suerte para que no llore.

—¿Qué es dinero?

—Lo que nunca te faltará en tu vida.

Extiende la mano con una hoja pintarrajeada por todos lados. —Te hice un dibujo— veo sólo líneas verdes —. Ésta es la tía Emma, el tío Alexander y yo— señala a los dibujos con su dedo. —Y mi primo Bennett— sonríe con un rayón más pequeño —La abuela me dijo que la tía Emma tendrá un bebé pequeño, no es el tío Bennett, es uno pequeño. ¿Ya lo puedo conocer? ¿La tía Emma me dejará ver a su bebé?

Me quedo de nuevo inmóvil y me limito a asentir quedando corto de palabras. —Se lo guardamos a Emma, sé que le va a gustar— lo hago una bola y me lo guardo.

Extiendo la mano y se agarra de mi meñique meciéndose y dando saltos hasta que llegamos a la escalera y la cargo para ir más rápido, como no suelta al perro, también tengo que cargarlo y el animal me va lamiendo la cara.

—¿Jugamos a las escondidas? — la mini humana juega con mi collar.

—No.

—¿Pintamos un oso?

—No— trato de que suelte mi collar.

—¿Podemos peinar a la tía Emma?

Eso si me interesa. —Quizá.

—¿Quieres al bebé de la tía Emma? — me abraza besándome la mejilla haciendo bombas con su baba.

Los mini humanos son tan desagradables, no saben de modales.

—Mucho, también es mi hijo, pero a ella la amo más que a nada de lo que exista en la tierra, el cielo o el jodido infierno— parece aburrida, la subo a mis hombros y se agarra a mi cabello como palanca de cambios jalándolo.

—¡Corramos tío Alexander! — no sé qué estoy haciendo, pero pego una carrera haciéndola reír. Me raspa la cara con los brillantes de la bailarina y creo que el perro orino mi ropa. —¡Otra vez!

—No— la bajo limpiándome con desagrado los restos del perro, pero es imposible convencerla.

—Emma— me coloco el celular —Necesito ayuda nena, la mini humana es como una lapa, contesta, suena dos tonos y se va al buzón la llamada. —Tendré que apañármelas solo, veo el área despejada y a lo lejos una maquina dispensadora de carbohidratos.

—¿Podemos comer golosinas tío Alexander? Mi abuelo me dejaba comerlas antes de la cena.

—Sí, mini humana.

Saco un fajo de billetes y se lo entrego para que se entretenga y depósitos varios en la maquina oyendo quejidos a lo lejos cuando caen seis barras de chocolate. —Mi hija, deja a mi hija— veo a Sarah en el suelo pálida.

—Así se ve la gente pordiosera— le explico a Millie abriéndole su bolsa de gomas con forma de hamburguesa barata, la abre y solo se come la mitad. —Los Roe no somos pordioseros— la cargo de nuevo en mis hombros cuando Sarah lanza su último intento desesperado por detenernos.

—Teníamos un trato, estoy embarazada de Dylan, libéralo, déjalo que conozca a su hijo.

¿Estos pordioseros de hoy en día de verdad creen que su vida es relevante? — ¿Me ves cara de que me importa? — quedo con la información en la mente por si acaso.

Una línea de camionetas negras aparca en la entrada trasera. Meto a Millie y el perro también orina mis costosos asientos, me jalo el cabello desesperado y comienzo a revisar las pertenencias de la mini humana mientras come sus gomitas.

Con dulces se calman. Observo anotándolo mentalmente. Miro a lo lejos a Tyler con la prensa mientras nos alejamos.

—¿Iremos a la reunión por la subasta de Hilton &Roe, mi señor?

—Dile a Christopher Jones que no podré asistir, que mantenga a nuestros abogados armando el papeleo, ya nos reuniremos en unas semanas, dirigiste al aeropuerto.

—El señor Jones, ha dicho que la reunión es crucial.

—Está bien, confírmalo, estaremos con él en cuarenta minutos.

Saco un desarmador de mi colección privada y abro la parte trasera de su unicornio sacando el cable conectado a un rastreador de una pulgada incrustado en el peluche. Desde que levanté su mochila, escuché el zumbido sordo que proviene del aparato.

Corto el cable sacándolo y reviso su mochila también. La veo frotarse la nariz y estornudar varias veces limpiándose la mucosidad en mi ropa. —¿Me das otra gomita?

—Después de estas golosinas, solo comerás verduras— busco en su mochila y en las tiras cocidas hay una memoria madre doblada a la mitad, la desarmo y encuentro una cámara milimétrica dentro.

Al cabo de media hora he encontrado al menos seis rastreadores en la mitad de sus juguetes y Millie está saltando sobre mi espalda cantando con la radio, el chófer la mira por el retrovisor riéndose y lo mato con la mirada.

—Perdón mi señor.

Ha sacado mis llaves y mis tarjetas de crédito yacen por todos lados con sus disque pasos de ballet. Parece que le dio una subida de adrenalina y no entiendo por qué. Tiene la boca embarrada de caramelo y trato de limpiársela, pero se remueve saludando a los coches que pasan a nuestro lado.

—Tú no eres mi papi Jack— le saca la lengua haciéndoles gestos como de gato a los conductores —Tú tampoco.

—Emma, responde— miro el maldito celular y deduzco que está en su siesta del día, se me saldrán los sesos o yo mismo me los volaré. —Venga— la cargo —Saldrás volando por la ventana.

—¿Qué es volar? — se avienta contra mí jugando con mi barba jalándola.

—Haces muchas preguntas.

Rebusco en sus cosas un chupete, debe dormir o apagarse de algún lado. Toma mi rostro con sus pequeñas manos y me da un beso en la punta de la nariz. —¡Willy Wonka!¡Willy Wonka! ¡El mejor chocolatero! — canta en mi oído ensordeciéndome.

—¿De dónde te apagas?

—Mi señor, creo que se excedió en el nivel de azúcar con las golosinas, los niños no pueden consumir esa cantidad— dice el chofer.

Me paso la mano por la cara y me imita. Me froto las sienes y con una risita hace lo mismo —Ten dinero y deja de cantar— le entrego un fajo de libras y las arroja por la ventana. Le doy más y lo vuelve a tirar. —¿Quieres joyas o qué?

Su especie es una verdadera tortura. ¿Qué no se cansa? —¿Me pones el video de barbie en la casa de los sueños? — se frota los ojos viniendo a mi regazo.

—¿El qué? — ¿Eso es una especie de bomba o arma?

Le pido a mi asistente virtual y me saltan resultados de una caricatura. Le dejo mi móvil y se pone a mirarlo de lejos. Siento un poco de paz y saco uno de los chupetes que he visto a Jack darle.

Se recuesta en mis brazos y ni presta atención a la pantalla porque sus ojos se cierran. —No cante victoria, despertará en una o dos horas— dice el inútil de mi chofer.

—¿Tío Alexander? — abre los ojos a medias. —Te quiero.

Miro a la niña anonadado. — Yo también— susurro y se le coloca una sonrisa cuando se duerme.

Emma.

Siento que vomitaré del miedo y nerviosismo en cualquier momento mientras sostengo la mano de Cora que respira pausadamente cada que recibe una nueva contracción. Sus mejillas están rojas y llora cada vez que el dolor se lo permite.

—Está de siete meses— Maya le informa al otro médico. —Lleva, sólo cinco centímetros dilatada, aún no podemos iniciar el parto.

—Emma, no me dejes— sus ojos azules están brillosos —. Tengo mucho miedo.

—Respira— Maya viene a comprobarla —. En cuanto estemos en diez centímetros de dilatación podremos empezar, tienes que aguantar un poco más. Las contracciones comienzan a ser más seguidas, carajo, voy a aplicarle la inyección de parto en la espalda, prepárenla.

— Jesús cómo duele— jadea apretando mi mano y el horror me invade, el mío será doble.

—Te aplicarán anestesia sexy.

—Que sea pronto por qué no lo resisto más.

—En la altura de las vértebras— cierro los ojos en la inyección hasta que los quejidos comienzan a disminuir —. Su presión arterial está muy baja, revísenla y entréguenme las regularizaciones, no me gusta su estado físico.

—No sólo es su presión arterial, su ritmo cardiaco está muy bajo.

—¿Qué significa eso? — miro a los médicos y me acercan a una esquina donde no pueda escuchar ella.

—Puede tener complicaciones en el parto, es prematuro y físicamente está muy débil, la tendremos en observación hasta que dilate más— un enfermero se acerca y le da una hoja con las pulsaciones, sus cejas se alzan y su mirada se centra en mí —. Déjenme salir por unas cosas, manténganla en revisión.

Voy con Cora está con los ojos cerrados, pero con sus labios moviéndose mientras pasa su mano por su vientre. —Nacerá, todo irá bien.

—Lo sé— me extiende la mano con una sonrisa y veo que le tiemblan los dedos y de una forma muy espantosa.

—¿Qué pasa?

—No lo sé, me tiembla todo y me molestan un poco las luces. ¿Puedes hacer que las disminuyan?

—Por su puesto— me acerco a uno de los enfermeros que niega con la cabeza.

—Son síntomas de la presión arterial, en cuanto se disminuya, los síntomas desaparecerán, ya le hemos aplicado una dosis necesaria.

El maldito James quería acercarse, pero no lo dejé, no tiene nada que hacer aquí, aunque me han dicho los sirvientes que permanece en el piso de arriba esperando noticias.

Cora tiene la mano extendida fuera de la cama y se estira. Corro para evitar que se caiga. —Venga, regresa a tú cómodo lugar— le acomodo las almohadas y vuelve a sonreírme —. Quería alcanzar las flores.

—Aquí no hay flores— le limpio la frente suavemente. —Todo saldrá bien— entrelaza su mano con la mía.

Sus ojos se mueven por la habitación confundida. Maya entra de vuelta al área médica del palacio y se coloca la bata blanca. La puerta se abre nuevamente y entra mi marido. Lo miro confundida, no parecía tener intención de estar cerca desde que informaron del parto.

Se queda por el pasillo fuera de la habitación y lo veo colgar su abrigo en la percha de afuera como si se fuera a quedar mucho rato. Miro a Maya de espaldas y siento un mal presentimiento en mi pecho.

Quizá si quiere ver el nacimiento del hijo de su hermano.

—Emma— Cora me hace mirarla —. ¿Crees que deberíamos ponerle un segundo nombre a mi bebé?

—Aaron es perfecto, va con tu apellido.

—Aaron Gray— dice palideciendo más y más conforme avanzan los minutos —. Aaron Roe. Una vez cuando estábamos en la galería de arte, Bennett hizo una broma de que terminaríamos juntos en una casa colorida y sugirió que nuestro hijo debía llamarse Aaron.

—Eligió bien, tiene un toque de ambos y crecerá amándote tanto.

Alexander está sentado afuera mirándome de lejos. Los médicos hablan a cierta distancia, uno de ellos se pasa la mano por el rostro cuando Maya le muestra las hojas. La máquina a la que está conectada Cora tiene un ritmo muy lento para ser normal.

—Maya, ya está de ocho milímetros, ha bajado la tensión arterial otra vez y también el ritmo cardiaco— informa el enfermero y Maya le hace una señal a Alexander que se levanta llamándome afuera con un gesto de su cabeza.

—No tengas a mi sobrino sin que esté aquí— le advierto a mi rubia favorita que se ríe con un poco de dificultad. —Estará de parto en unos minutos, ya han preparado todo, se ve tranquila de momento, podríamos comprarle un obsequio para el bebé.

Asiente mirándome fijamente y me atrae casi al fondo del pasillo tomándome de la mano suavemente. —Es un parto según me explicó Maya, está en su comienzo de siete meses.

—La han mantenido en observación por cualquier anomalía y...

—Físicamente está demasiado desnutrida y está teniendo complicaciones del corazón.

Niego tomándolo de la mano. —Cora es fuerte, nunca ha presentado problemas cardiacos, se ha mantenido con vitaminas— lo miro con emoción que se me apaga cuando me mira de nuevo. —¿Qué pasa?

—Su presión arterial está más baja de lo normal o de lo que una mujer embarazada pueda soportar en un parto— dice sin rodeos —Me ha dicho que uno de os dos no saldrá de esa sala y el porcentaje recae sobre Coraline.

—¿Cora? — le tomo las mejillas con los ojos llenos de lágrimas —No puede ser porque mi Cora es fuerte, es fuerte como un roble y se ha preparado para esto.

—Emma, escucha.

—Se equivocan, saldrán juntos de ahí— le sonrío —. Coraline Gray es la mujer más fuerte que existe en este mundo, yo crecí con ella, es mi hermana, jugábamos al té cuando Kate me llevaba a su casa, íbamos al mismo colegio, jugábamos en el mismo parque, robábamos las mismas revistas, corrimos por las mismas calles por años.

—Emma.

—Ella me abrazó cuando Kate murió, ella me cuidó cuando Seth me hirió— me quedó inmóvil —Alexander, ella se quedó cuando nos secuestraron en Trafford, vino a vivir conmigo en Londres. ¿Te das cuenta? Yo... yo no conozco la vida sin Cora— se me escapa un sollozo.

Su mirada se comprime y me acerca a sí mismo, entierro mi cara en su pecho respirando hondo, si Maya lo trajo es porque creen que lo necesitaré cuando algo malo suceda, pero Cora saldrá de ahí cargando a su bebé, es mi Cora, mi Cora es fuerte.

Me sostiene suavemente acariciando mi espalda y con su otra mano tomándome de la nuca murmurándome lo fuerte que soy, pero no lloro porque no sucederá una desgracia, sería un día de celebración.

Me besa la frente y me deja ir, se quedará, pero para conocer a su sobrino, no para consolarme, lo juro.

Me coloco junto a Cora y vuelvo a mirar a mi hombre fuera, le doy una sonrisa. —Ya está de diez centímetros, preparen todo— informa Maya dándome ropa que debo llevar por higiene mientras colocan a Cora en otra camilla, respirando con dificultad.

Es la primera vez que veo a Maya con el cabello atado bajo un gorro de emergencias y una mascarilla mientras le colocan unos guantes de látex. Cora me mira como si fuera una niña pequeña a punto de entrar por primera vez al colegio.

—Tengo mucho miedo— confiesa —. Quisiera que Dylan estuviera aquí, estoy aterrada.

—Close your eyes, have no fear — canto la canción de mi madre, la que nos cantaba por las noches, a su manera —The monster's gone, he's on the run and, your mommy's here— su mirada se comprime — Beautiful, beautiful, beautiful, beautiful girl, beautiful, beautiful, beautiful, beautiful girl. Before you go to sleep, say a little prayer, every day, in every way it's getting better and better.

Cierra tus ojos, no tengas miedo, el monstruo se ha ido, se ha marchado y tu madre está aquí. Hermosa, hermosa, hermosa, chica hermosa. Antes de que te vayas a dormir, di una pequeña oración. Todos los días y, de cualquier forma, esto se está poniendo mejor, y mejor.

Su miedo poco a poco disminuye, pero no por completo. Antes de que los médicos comiencen el procedimiento, me hace mirarla. —Si no sobrevivo, ¿Cuidarás de Aaron?

—Lo haremos juntas.

Sonríe triste. —Le he escrito cartas sobre Bennett y sobre mí. ¿Se las darías? Por favor, necesito irme tranquila.

—No vas a ningún lado Cora.

—Claro que sí, voy a ver Bennett— Maya aparta la mirada y veo su espalda moverse hasta que carraspea haciéndole señales a los enfermeros para que den el comienzo—. Te amo sexy, eres la mejor hermana que pude tener— me toma la mano.

Asiento incapaz de hablar, no voy a romperme, mi Cora es fuerte.

Su mano poco a poco pierde fuerza cuando Maya le da la señal de empezar a pujar. Me mira cada vez que hacen una pausa y en un punto su mirada se queda fija en el techo haciendo más esfuerzo que antes.

—Cora, linda, necesito que hagas otro esfuerzo— Maya la insta —. El último.

No le responde, tampoco vuelve a sujetar mi mano, cae sin fuerzas al otro lado de la cama con la boca abierta y suave jadeo.

El piso en mis pies se sacude casi tumbándome cuando deja de respirar, no se oye ni el zumbido de sus jadeos.

—¿Cora? — Maya se levanta bruscamente — ¡Revísenle el pulso!

Alexander se mueve del pasillo caminando atisbando la emergencia en el parto, como me lo había previsto y a mí me comienzan a fallar las fuerzas para mantenerme.

—¿Hace falta otro más? — susurra mi rubia sin abrir los ojos y me hace soltar un suspiro de alivio.

Maya bufa con la respiración acelerada y se recoloca en su posición original. —Uno más Cora, puedes hacerlo.

Abre un ojo y vuelve a intentarlo causando la emoción en todos los enfermeros e incluso en Maya, no aparto la mirada de Alexander del otro lado del cristal, cuando el llanto comienza sacando una sonrisa en la mayor de los Roe.

—¡Nació! ¡Aaron nació! — grita la doctora Kriss.

Miro y de inmediato aparto la mirada antes de vaciar mi estomago en la sala, pero emocionada de la pequeña cosita que cuida Maya llamándolo su sobrino. —Bienvenido a los Roe pequeño.

Los enfermeros se ponen a aplaudir extasiados mientras yo le beso las mejillas a mi mejor amiga. Alexander mira de lejos como cuido a Cora y le dedico una sonrisa radiante. —¿Cómo te encuentras? — le limpio la frente emocionada mientras se recuesta.

—Santo Dios Emma, eso te va a doler como la mierda— me mira y se ríe con lágrimas en los ojos. Maya se acerca radiante mirándonos.

—Déjame colocarte a tu bebé— se lo pone en los brazos y es tan pequeño que me dan ganas de llorar.

Alexander se va acercando cada vez más al cristal sin perder detalle. Cora la sostiene en brazos a Aaron con sumo cuidado parando su llanto cuando lo acerca a su pecho y le acaricia suavemente la cara. —Hola bebito, finalmente estás con mamá.

Maya me pone una mano en el hombro y me toco el pecho mientras miramos la escena. Miro de reojo y veo que Alexander casi tiene la cara pegada al cristal. —Tendremos que mantenerlo en revisión, nació prematuro, pero en lo que hemos visto está sano casi al cien por ciento— informa Maya.

Tiene los ojos cerrados y se ha dormido en Cora. —Venga, tienes que darle la primera comida— la doctora Kriss le coloca una almohada más cómoda.

—¿Quieres cargarlo Emma? — Cora me mira y asiento asustada, es muy pequeño —. El cabezota también podría cargar a su sobrino o va a atravesar por telepatía el cristal— se ríe en bajo para ni despertarlo.

Le hago una señal con la cabeza para que entre y abre la puerta como si no nos hubiera estado mirando. Tomo con cuidado a Aaron sintiendo una emoción en mi pecho maravillada cuando lo cargo en brazos.

Su pequeña nariz está roja y su respiración es apenas un zumbido suave. Alexander camina a mi lado por orden de Maya. —Emma está lista para tener a tus hijos— levanto la cabeza lo veo tragar duro mirándome.

—No te va a matar, es indefenso— le dice Cora con media sonrisa.

—Aaron Roe, el hijo de Bennett y Cora— se pone a mi espalda aprovechando su altura mirándolo por encima de mi cuello como si el bebé fuera algo nuevo y extraño.

—Se ve sano— su voz no ha cambiado, pero su expresión sí.

—¿Quieres llevarlo en brazos?

No asiente, pero si mete sus brazos por debajo de los míos, justo como hizo con Millie y lo cargamos juntos, pareciera que la bestia de los ojos verdes también está reservando eso para las cositas, lo pienso con mariposas en mi maldito estómago y una sonrisa tonta.

El pequeño Aaron se remueve apenas un momento, pero no despierta. Miro a Alexander sobre mi hombro para capturar su expresión con su nuevo sobrino, pero tiene la vista fija en mí y no es difícil leer su expresión porque hasta Maya lo nota.

—Se está muriendo porque tengas a sus hijos cielo— me dice quitándose la bata moviendo los hombros para destensarlos —. Tráiganme un doble expreso sin azúcar, gran trabajo equipo.

Alexander sigue mirándome y la veneración casi me hace flaquear porque no negó lo que dijo su tía. Quita sus manos carraspeando y regreso a mi nuevo roba corazones con su madre.

Mierda, ahora Cora es madre, creo que me voy a echar a llorar de nuevo. Cada día estoy llorando hasta por los peces que son alimento de osos, cada vez más. —Deberíamos comprarle un obsequio— entrelaza su mano con la mía mirando a Maya.

Me entrega una caja de tercio pelo negra con el apellido Roe en letras doradas estampado en lo alto. Frunce el ceño y Cora se queda en silencio mirándolo. —¿Qué es todo esto? — me susurra por lo bajo cuando comienzan a entrar los conservadores rusos y trata de acomodarse el cabello rubio a un lado.

—Formalidades de la familia Roe.

—Ni si quiera me he lavado los dientes, acabo de tener un hijo y entran de mirones— me río de tenerla de vuelta y reacomodo la sabana cubriéndola con decencia.

Ya la han limpiado y recolocado en su cama de antes. Jack entra detrás de ellos tratando de ver a Aaron, pero las espaldas musculosas no lo dejan, Ethan, se coloca al lado de Maya y de nuevo comparten miraditas.

Alexander me toma de la cintura, cuando los conservadores rusos nos dan una inclinación de cabeza. —Ordene mi señor.

—Aaron Roe ha nacido, la única descendencia que queda de mi hermano.

Los Roe y miembros mayores de la organización aplaudimos ante tan esperado acto, ni en cien vidas esto sería igual en un parto normal, parece que fuera un acto político. Alexander me mira serio y le extiendo el presente a Cora.

Lo abre encontrando un anillo índice similar al diseño lujoso de los que usaba Maya. —Lad fortiden blive efterladt, når det kommer til vores efternavn— murmura Maya seguida de Jack.

—Que el pasado quede atrás cuando se trata de nuestro apellido— Alexander continua—Bienvenido sea tu hijo a la organización del lobo.

—Gracias señor Roe— dice ella con aprecio.

Su relación aún es tensa y no han tenido avances, pero un paso corto podría arreglarlo. Alexander debe cuidar de Aaron por la memoria de su hermano.

Los aplausos vuelven y logran despertar al pequeño, la doctora Kriss y los enfermeros corren a ayudar a Cora, yo no me quiero despegar de su lado en ningún momento, pero ella tiene que descansar y Aaron entrar en revisión por su nacimiento prematuro.

Nos instan a todos a salir mientras Cora duerme, pero siento la necesidad de protegerla a pesar de saber que está siendo protegida, a pesar de que Alexander trata de llevarme a descansar me quedo mirándola por el cristal mucho tiempo, la están tratando como lo ordené y me complace que cumplan mis órdenes.

Uno de mis lobos yace en el suelo durmiendo, pasan de media noche.

—Debe ir a descansar, mi señora— dice la doctora Kriss saliendo por un café —Ella debe recuperarse durante muchas horas e incluso días, le informaré de cualquier anomalía.

—Quiero que sea tratada con delicadeza.

—Cómo ordene.

Me voy más tranquila con mi lobo siguiéndome, desato su cadena y subimos al siguiente piso, por un breve instante pienso en Dylan y porque Cora pidió que se lo dijeran, pero antes de tomar una decisión coherente veo a James medio dormido en la escalera como si hubiera estado esperando noticias.

—Emma— se levanta bostezando y con la mirada preocupada —. ¿Cómo está ella? ¿Nació bien el bebé?

—Nació bien.

Lanza un suspiro y no dejo de mirarlo mal. —Gracias al cielo, debe estar agotada, ya vendré mañana a pedir información sobre ella, no incumpliré tus ordenes de no pasar cuando no me lo permitas, Cora se merece lo mejor.

—No sé por qué sigo sin empatizar contigo — me cruzo de brazos —. Siento que hay una falla en ti y cuando lo descubra rogarás no vivir.

—La gente cambia Emma.

—Me tratabas como basura en el MI6, me escupías y hacías que me mandaran a cargar pesados bultos a las cinco de la mañana y en un segundo eres una nueva persona— le clavo el dedo en el hombro y retrocede por mi lobo —. Te estoy vigilando.

—Quiero a Coraline, me he enamorado de ella y se lo he dicho, ella me ha aceptado.

—Lo dudo.

—Pregúntaselo— dice muy seguro subiendo la escalera, es difícil decir si miente porque su mirada y sus acciones me dan señales erróneas, mi instinto de publicista comienza a fallarme.

Si Cora lo aceptó no lo entiendo y tampoco lo acepto, aún está viviendo su duelo. Estoy exhausta, me arrepiento de mandar a Alexander arriba porque ahora podría llevarme en brazos todos estos peldaños.

Odio que el palacio Roe sea tan malditamente grande. Mi lobo va con la cabeza gacha, es el más manso de los cuatro, puedo tenerlo sin correa y no corre, ni ataca a nadie.

Me siento en uno de los sofás y abro mi laptop en un correo que no responde nunca. «Tu hijo ha nacido» Pulso enviar y caigo en cuenta que quizá me estoy aferrando a una esperanza vacía de que Bennett podría vivir.

Alexander me llevará a su tumba y entonces yo dejaré esta locura de seguir enviándole correos sin sentido a una cuenta vacía.

Paso por el salón robando unas barras de chocolate y veo como un charco de sangre cubriendo una parte oscura del suelo.

Veo a uno de los guardias de la casa pasar dándome un saludo y miro el rastro escuchando quejidos. Entre más me acerco más preocupada estoy. Se oyen murmullos y creo que es la voz de Ethan.

—¿Por qué? ¿Ahora defiendes a los pordioseros? — se oye enojado, jamás lo había escuchado así.

La mancha en el suelo no es sangre, es el uniforme de hospital que traía Maya hace unas horas. ¿Están discutiendo?

—¿Por qué lo miras durante la cena cuando te puedo ver? — vuelve a inquirir mi guardaespaldas y se oye un golpe que me asusta, es como un mueble pesado moviéndose.

El gemido largo de Maya me hace tirar las barras de chocolate por toda la alfombra, me cubro la boca con una mano. — Porque me gusta.

—Pues tienes dueño y es el padre de tus hijos— escucho a Ethan gruñir grave y una embestida muy fuerte resuena en las cuatro paredes del salón.

Ay Dios.

—Ya se me había olvidado, recuérdamelo— responde ella y al instante resuena otra embestida que la hace gritar muy fuerte de puro gusto y a mí me asusta—. ¡Sí!

Coño, cualquiera que pase oye lo que sucede en la biblioteca, debo largarme, no puedo oír esto, es demasiado incómodo.

Alzo mi chocolate y por un error se me resbala la cadena de mi lobo también, el animal se adentra en la biblioteca y cuando corro detrás de él encuentro a Maya apoyada con los pechos contra la mesa, Ethan detrás de ella sosteniendo su cabello y cintura mientras la embiste con tanta fuerza que mueve el escritorio.

Me quedo inmóvil.

—Mmm... Ethan— Maya está perdida en un éxtasis que ni escucharon la puerta porque él le jala el cabello gruñendo.

Su uniforme está regado por todos lados y todo lo que había en el escritorio también.

—Tienes dueño zorra.

—¡Sí! ¡Sí! ¡Sí!

Me tapo los oídos y doy un grito tan fuerte que oirán hasta España por su desnudez, jamás me imaginé a mi guardaespaldas de esa forma.

—¡Mierda! — gritan los dos, separándose finalmente notando mi presencia.

Maya da un jadeo cuando Ethan sale de ella y vuelvo a gritar tratando de no ver el tamaño de esa cosa. Joder. —Mi señora— dice guardaespaldas maldiciendo y al instante me cubro la cara con el chocolate.

—Yo no vi nada— juro llamando a mi lobo, ya no podré verlos de la misma forma, ese lenguaje no era propio de ellos —No vi nada, por favor, ni siquiera lo mencionen, mi lobo se escapó, me taparé los oídos.

—Jesús, Emma—escucho a Maya buscar su ropa con la voz agitada.

—Sólo guíenme a la salida, no vi nada, ni escuché nada— escucho las cadenas del uniforme de Ethan también.

—La guiaré a la salida, ya estamos vestidos— su voz vuelve a ser la de siempre no como el dominante que oí hace unos minutos y de una forma muy perversa.

Poco a poco me descubro el rostro, ambos están vestidos, pero nunca olvidaré la escena y ellos no ayudan, Maya tiene la cara roja y jadean como posesos. Mi guardaespaldas tiene los botones de su americana botados.

Trato de decir algo, pero si ellos no pueden, menos yo. Lo miro uno a uno. —Yo... yo voy a irme, ustedes pueden... regresar a...

Se miran entre sí. —Nosotros no...

Alzo las manos, no quiero oírlo. Corro fuera de la biblioteca parándome a respirar hondo en uno de los pilares de mármol bañado en oro. Me paso la mano por la cara y ni si quiera los escucho hablar, no quiero ni imaginarme que harán ahora que están solos.

Una mano toma la mía y le arrojó el chocolate a la cara. Alexander se hace hacía atrás mirándome con el ceño fruncido. —Soy yo.

—Ethan y Maya lo están haciendo en la biblioteca— suelto y sus cejas se alzan, si yo estoy traumatizada, él también. —Y lo hacen seguido, sospecho que, desde Turquía, ellos son muy agresivos.

—Ya sabía que estaban juntos, se nota— se pone serio —Pero no quería tener esa asquerosa imagen mental en mi cabeza.

—Esto es muy grande, Erick... ella... Paulina, Maya... ellos estaban juntos en Turquía y Ethan los veía— lo tomo de las solapas.

—Ese no es asunto nuestro Emma— suspiro, tiene razón, pero es difícil ignorarlo cuando es mi guardaespaldas y nuestra tía. Me muerdo el dedo mirando hacia la biblioteca—Deja de darle vueltas al asunto y no te involucres porque eso no saldrá bien en ningún lado.

—Los oí decir que Ethan es el padre de Jack y Emilia.

Niega conduciéndome a nuestra habitación para que deje de estar de cotilla. —Imposible, Beckham era su padre, lo sé desde niño.

—Pues estaban muy de acuerdo ahí dentro— me pica las costillas y me cierro el pico, pero creo que no podré dormir sin pensar en ellos.

El resto de mis lobos yacen dormidos en el balcón donde está su comida, noto que les gusta el frío de Dinamarca, pueden estar dentro, cómodos y calientitos, pero no lo hacen.

Mientras Alexander me cepilla los dientes miro en la basura todos los rastreadores y cámaras que quitaron de los juguetes de Millie y maldigo a Sarah por tratar de usar a su hija contra los Roe.

—Aaron es una preciosura, no puedo creer que sea tan pequeño— le aliso la piel de las mejillas.

—Se parece a mi familia.

—Lo viste dos segundos, ni siquiera ha abierto los ojos, no puedes saberlo.

—Yo lo sé todo— me quita los restos del dentífrico con el pulgar. —Aunque últimamente la gente se ha vuelto una maldita demente— frunce el ceño.

—¿De quién hablas exactamente?

Se lo piensa un momento. —Rebecca.

Lo miro fijamente ese nombre saca lo peor de mí, la aborrezco, mi instinto asesino contra ella se alza en segundo. —¿Qué hay con esa?

—Ha comenzado a decir que va a tenerme, su puta voz me irrita carajo es una completa inútil— lo último lo dice para sí que ni nota mi boca abierta.

—¿Ella dijo qué? — la mato, lo jalo contra mi ¿Cómo se atreve? — La voy a matar.

—A mí me da igual— me alza la barbilla —Cómo si la quieres despellejar y hacer tu tapete con sus restos o cortarle las manos, es una escoria insignificante a mi alrededor, me importa más que no toque con sus asquerosas manos de puta.

Tengo mucho enojo que hasta se me ha olvidado el sueño que tenía.

—Ella no puede tenerte, tú eres mío— le digo muy seria y esa maldita va a pagar por alucinar como estúpida sobre mis pertenencias. Lo veo tragar grueso y lo jalo de nuevo hacía mí —Mío.

Se le oscurece la mirada verde —Tuyo.

No duda en decirlo y siento una satisfacción sobre mi enojo. Le acuno la polla por encima de su pantalón de chándal y respira hondo mirando mi mano meterse dentro de su bóxer para masturbarlo. —Nadie puede tener esta polla, sólo yo. ¿Entendiste?

Nos miramos fijamente.

Asiente.

Bip.

Nos interrumpe el sonido que resuena en nuestra habitación, es el tono del correo en mi laptop y palidezco.

Borah.

Reorganizo los archivos de la policía filipina de dos en dos para ir más rápido y poder archivarlos, también firmo dos de las demandas turcas sobre un nuevo pozo en Mardin por un barrio poblado.

Silbo una canción que ha estado en mi cabeza toda la mañana. Alzo la cabeza cuando un par de golpes resuenan. — Me voy de compras con tu madre, se le ha metido a la cabeza remodelar el topkapi que se quemó con telas de Arabia— Alicia entra con un vestido rojo que captura mi atención.

—Siempre puedes quedarte conmigo — la atrapo por el escritorio, desde anoche siento que la conozco mejor, hemos compartido la cama por horas, he estado dentro de ella con demasiado entusiasmo y si mi mente no se aclara mi miembro lo ha hecho a la perfección.

—No podemos— se niega, pero me deja besar y chupar su cuello con suaves invites a que cierre la puerta y continuemos esto en el dormitorio.

—Soy el Borah, si podemos— la apoyo contra la pared yendo por su suave boca.

Me gusta su olor a flores, es demasiado peculiar y se me hace muy conocido, la he follado por horas y me ha gustado, me ha excitado cada movimiento de sus caderas y de su boca, a ella le ha encantado todo el sexo, pero de alguna forma siento un hueco vacío en mi cabeza.

La levanto contra la pared, un sobrenombre quiere salir de mi boca, pero lo detengo para ir a por sus pechos desabotonando los primeros tres botones de su blusa. Sostiene mi cabeza dejando que mi lengua chupe con esmero.

Una risa corta nos toma desprevenidos, mi madre entra colocándose los guantes hasta los codos y Alicia se apresura a despegarme de ella sonrojada. — A este paso, Volkan tendrá un hermano pronto.

Me río coqueto acomodando mis risos rubios detrás de mi oreja y veo a Alicia ponerse seria y tensa en mis brazos. —¿No te gusta la idea de un hijo? — le tomo la mano.

—Por supuesto que sí— interviene mi madre —Pero llevan poco tiempo juntos, seguro que la asustamos, aunque no me desagrada la idea de tener otro nieto.

—Sí, eso es lo que sucede— Alicia se reacomoda nerviosa la ropa.

De vuelta la mirada de mi madre me deja con alguna sospecha, seguro que soy imbécil y no recuerdo algo de Alicia con relación a los hijos o quizá piense que mi hijo me consumirá de su lado. —Un paso a la vez madre— toco a Alicia aspirando su olor.

Rosas.

Benditas rosas.

—Nos iremos toda la mañana probablemente no estemos cuando vueles a Dinamarca, así que me despido hasta que regreses—mi madre me abraza y le beso la mano con respeto para un buen vuelo. —No tardes Alicia los autos están listos.

—No olvides tomar tu medicamento— me besa con esmero volviendo a ser la mujer que llenó mi habitación de gemidos y orgasmos toda la noche.

—En cuanto vaya a la casa de nuestros enemigos a la misión que me pidió la mafia volveré y te traeré un obsequió.

Sonríe tímida y me abraza de forma casi fraternal, parece que quisiera decirme algo, pero mira a su espalda y suspira —Yo... te quiero.

—Te llamaré— la aprieto contra mí.

—Está bien— sin decir mucho sale.

Me preocupa lo nerviosa que se puso, quizá soy un imbécil que siempre jode con tener hijos, debo ser mejor por ella, si llevamos tanto tiempo debo ir por algo serio. Me tomo las pastillas como indican y comienzo a archivar los últimos documentos probando las mejores dolmas de Turquía hechas por mi cocinera.

He trabajado desde la primera hora del día para poder pasar un tiempo con Volkan. Ya tengo las maletas hechas, mi hijo necesita mi atención.

Entro a su habitación, está siendo cuidado por sus niñeras. Alza la cabeza de sus autos miniatura de colección y la agacha temeroso, no podría soportar ser un padre malo. ¿Acaso lo soy?

—Volkan. ¿Quieres que juguemos un rato?

Se me queda mirando y asiente. Pongo una sonrisa en mi rostro, no me gusta la idea de dejarlo, paso enseñándole como armar las piezas de colección y descubro que es un niño muy inteligente, pero muy callado.

—Venga, choca esos cinco, hemos hecho un buen trabajo.

Alza la mano y la choca con la mía. Las cuidadoras están todo el tiempo con nosotros y supongo que es por mi condición mental.

—Oye Volkan, voy a tener que irme unos días, pero tu abuela te cuidará y mi hermano también.

—Mi padre.

—¿Qué? — alza la cabeza y mira a las cuidadoras.

—Padre— se levanta dándome un abrazo por primera vez y siento un progreso, pero soy muy delgado para poder hacer que se sienta orgulloso y trato de no actuar como un demente, pero el desasosiego no me ha dejado.

Ni siquiera sé que es lo que está acelerando mi pulso.

—Volveré.

Camino por los pasillos llenos de banderas turcas y una tristeza se apodera de mí, debe ser por mi hijo. Tengo unos vagos recuerdos de una niñez cálida y odio no poder recordar si son de Volkan.

Veo a mi hermano mirarme desde su ventana cuando los autos parten, no quiero creer que es odio lo que veo, prefiero mentirme que es preocupación.

En una de las calles camino al aeropuerto privado veo una jauría de perros callejeros que corren detrás de un vendedor ambulante y siento una profunda tristeza, en especial al mirar al de pelaje amarillo.

Comienzo a sobre pensar que es muy difícil mi condición, no sé qué día me despertaré y volveré a olvidar quién soy y a los míos. El dolor de mi familia debe ser insoportable cada vez que sucede.

—Mándame la ubicación del lugar al que vamos— pido a uno de los criados y entro a la configuración IP que vigila ese lugar.

Está demasiado protegido, no hay espacio por el que se podría entrar, debe haber una forma. Miro las instrucciones de la mafia y las memorizo, códigos de acceso, puertas de la entrada, cámaras y horas de servicio de la seguridad de un Palacio Roe en Dinamarca.

. . .

Abro los ojos escondido en uno de los armarios de la servidumbre, llevo casi siete horas escondido. Mis piernas se han entumecido. Me cubro el cabello rubio vigilando los pasillos dobles, esto es una inmensidad, no se compara a lo que mostraban nuestros hackers.

Por eso decidí venir sólo, mi objetivo de la noche es llevarme a un recién nacido que yace en una zona del lugar.

Todos los pilares están bañados en oro. Camino con total confianza sin levantar la vista a las cámaras. Tengo el uniforme de uno de los guardias, viene la prueba de oro, lograr atravesar la primera puerta.

Me dijeron que desactivarían las alarmas, pero en este lugar es imposible. Jalo la manija y llamaré la atención porque no se abre tanto. Hay una pantalla de código de tarjetas como en los hoteles del lujo.

Todo aquí es de alta tecnología. Quizá si utilizó un alambre en la cerradura, podría... En cuanto mis manos pasan por el escáner la luz parpadea verde. Frunzo el ceño y vuelvo a cerrarla, paso mi dedo y la cerradura abre sin presiones.

—Pero ¿Qué carajo?

No voy a arriesgarme a una tercera vez, camino de nuevo por el área de guardias, bajando al sótano por la guía que la tal Emilia un día le dio a mi madre. Se oyen aullidos de lobos por todos lados.

Me quedo respirando con dificultad en uno de los pilares con un escalofrío en la espalda. Respiro hondo y sigo caminando hasta un tramo de escaleras vigiladas. Busco una entrada alterna en una de las ventanas y gracias a mi delgadez soy capaz de cruzas hasta un pasillo oscuro.

Soy precavido utilizando mi arma y una linterna, respiro con dificultad, parece que me dan miedo los lugares cerrados. Sonrío de lado cuando veo la luz de una sala de emergencias que tiene está mafia.

La luz azul apenas es visible porque algunos médicos ya están durmiendo, otras están en una sala continúa bebiendo café.

La puerta chirría cuando la abro con mi bota, hay camillas, instrumental y pantallas de todo tipo. Veo a alguien dormir en una cama y a su lado cerca de una cuna blanca de área médica hay un pequeño bulto.

Contengo la respiración y me acerco poco a poco. —Objetivo encontrado madre.

—Procede con cuidado Dimitry, es un recién nacido— me informa en el pequeño micrófono al fondo de mi oído.

Pongo mi bota en el cable de la luz y se corta. Las cobijas blancas se arremolinan contra el pequeño. Lo tomo con cuidado levantándolo, no pesa nada, es un peso muy ligero. Mi pecho se comprime.

Tiene una cinta en la ropa que dice que ha nacido prematuro y debe estar en revisión. Acerco mi mano a tocarlo, pero me detengo por la misión. Miro la silueta de su madre en su camilla mientras camino a la puerta.

Trago grueso por el horror que estoy haciendo, pero no me detengo, camino con el pequeño fuera por el pasillo.

Me da un ardor en el pecho y mi estomago se comprime con cada paso. Nuestro problema es con la mafia, no se puede atacar a inocentes, si alguien le hiciera lo mismo a Volkan yo no lo soportaría.

Regreso.

—Reporte de tu ubicación Dimitry— dice mi madre, pero desactivo el comunicador para que no haga ruido mientras coloco al bebé en su cuna.

Miro de nuevo la silueta de su madre, ni siquiera puedo verle el rostro, pero pareciera que mis pies se pegaron al suelo, tengo mi ritmo cardiaco desbocado, espero que no me dé una crisis de esquizofrenia a mitad de la misión.

Me acomodo los risos y vuelvo a mirar al niño, se ha despertado porque mueve sus pequeñas piernas y el llanto hará que me encuentren. —Maldición— susurro y voy a tomarlo en brazos.

Si lo pongo donde su madre se dormirá. —Venga, vas con ella— susurro muy bajo, pero se deja de mover y no sé si es porque lo estoy cargando o por mi voz.

Poco a poco unos ojitos hacen esfuerzo por abrirse, sin conseguirlo. Pega el llanto más grande del mundo en la pequeña sala.

—Venga que te llevo con tu madre— susurro de nuevo y el llanto cede con sorpresa.

Frunzo el ceño, le tomo la pequeña mano y en mi dedo la aprieta no me doy cuenta que sonrío hasta que escucho a la mujer de la camilla removerse. Maldigo de nuevo cuando ella extiende su mano a la cuna y se levanta sobresaltada cuando no lo encuentra.

—Aaron— dice alterada —Aaron.

Así que nuestro amiguito ya tiene nombre. Niego con la cabeza y avanzo para entregárselo, no puedo quitárselo, yo no soy ese tipo de hombre, no tengo mi memoria completa, pero si mi corazón intacto.

Me acerco y ahoga un jadeo creyendo que soy ladrón, se lo pongo en la cuna y enciendo la corta lampara a su lado para que no se asuste. Estoy por decirle que no me lo llevaré, pero quedo hipnotizado cuando la miro.

Tiene unos ojos azules, tan azules como el mar turco y el cabello rubio corto. Ni siquiera me mira, sólo comprueba que su bebé se encuentre a salvo. Se me hace un nudo en el pecho y soy incapaz de hablar.

—Por favor, no nos hagas daño— pide.

No quiero que me tema, yo no hiero inocente. Me bajo la tela que cubre mi rostro y me paro cerca de la luz para que tenga confianza. —No tengas miedo.

Su reacción es similar a la de su hijo porque se queda inmóvil mirando a la cuna. Niega repetidas veces, encendiendo el mecedor eléctrico para dormir al bebé. —Hoy no— susurra tan bajo.

—No me lo llevaré, yo no hiero inocentes, créeme por favor, no está en mi naturaleza.

Se niega a verme y es por el miedo que le he causado, me aseguraré que está bien y me largaré, me inclino donde está la cuna y trato de buscarle la mirada, sólo hasta ese momento me doy cuenta de que tiembla y aprieta los parpados mientras llora en silencio.

¿Está teniendo un ataque de pánico? —Oye— le toco la mano y la aparta bruscamente.

—Hoy no, por favor.

Soy un imbécil, nunca debí aceptar la misión, cree que hoy voy a matarla. —Mujer mírame.

—No puedo, hoy no puedo, te lo ruego, duele mucho

—No llores, me iré por dónde vine en cuanto me digas que estás bien— busco desesperado que las lágrimas de ella cesen —. Están a salvo— no me cree porque cuando le toco la mano, su cuerpo completo tiembla.

Cada lagrima que derrama es como una daga clavada en mi pecho, sangra duro una herida que ni conozco. Le limpio las mejillas suavemente, me siento desesperado y sigo sin entenderlo.

—No llores más, me estás partiendo el alma— digo sin ser consciente de donde sale.

—No eres real.

—Claro que lo soy, vengo desde Turquía, puedo darte mi identificación si quieres.

Me siento con ella en la camilla y la obligo a verme para que sepa que no soy una mala persona. Poco a poco sus ojos azulen suben de mi ropa a mi rostro, se pone pálida, coño, esta mujer se desmayará y a mí me dará un ataque porque con sólo tocarla siento que no puedo respirar.

El golpe de sus ojos azules me corta la respiración. —Soy una persona real— pongo su mano en mi pecho y sienta mi ritmo cardiaco, a menos que crea que soy una aparición.

—¿Bennett? — se queda quieta y algo tierna a lo lejos.

Me quedo atónito. ¿Qué? Me toca el rostro como si me fuera a evaporar y comienza a sollozar. Cuando su mano se posa en mi mejilla siento una calidez recorrer mi cuerpo.

—Bennett— me acerca a la luz histérica —¡Bennett! — grita llorando y yéndoseme encima tocándome todo el rostro, la miro confundido, pero ella no se detiene — ¡Eres tú! — se rompe —¡Eres tú!

No deja de repetir lo mismo y estoy por corregirla, pero es muy fuerte, no me oye. Besa todo mi rostro con desesperación mojándolo con sus lágrimas hasta que su boca termina sobre la mía y en ese instante siento que mi mundo se paraliza.

Cierro los ojos con una sobrecarga mental y emocional.

La tomo de las mejillas a punto de caer de rodillas. —Coraline.  


¡Hola sexys!

AHHHHHHHH el momento más esperado ha llegado. 

La piezas de ajedrez comenzarán a caer.  

¡Los amo tres millones!

Karla. 

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