CAPÍTULO 79
Alexander.
Me escondo en el armario cerrando mi bolsillo con mis únicas provisiones y dos muñecos de acción viejos que recogí de los basureros para Bennett. —Mamá dijo que cuando dé la señal, debo correr por las escaleras del sótano donde siempre jugamos— dice mi hermano pequeño con una manzana en la mano mordiéndola. —También me dijo que no podía contarle a nadie, menos a la tía Maya.
—Si ella te dijo, eso lo haremos, pero la tía Maya siempre nos cuida, deberíamos decirle.
—No Alexander, dijo que es un secreto.
—Ya guardé mi ropa en esta pequeño bolsillo de trapo— le sonrío cerrando las bolsas sucias haciendo una mueca cuando mi brazo derecho se mueve recordándome la paliza de la mañana —Cuando mamá te diga, corres a informarme y subimos juntos.
Se abraza a mí riéndose, feliz de salir fuera de las paredes del palacio de papá. —¿Y si la tía Maya no nos deja ir con mamá?
No quiero que se preocupe, respiro por la boca y cuido mi brazo. Le paso la mano por el cabello y comenzamos a pelear con sonidos ficticios y con golpes que no llegan a tocarnos.
Soy bueno peleando mi padre me ha enseñado, de mala forma, pero aprendo. Lo dejo ganar dos veces y la tercera lo venzo con facilidad porque ya quiero llorar de dolor, pero lo único que provoco es que comience a llorar por perder.
—¡Ah! ¡El francotirador Bennett me dio con su arma desde lejos! ¡No puedo contra él, es muy poderoso! — finjo que me tumbo entre las alfombras y vuelve a reírse.
Se me salen unas lágrimas por la fuerza que aplico en levantarme. Otra de las cosas que mi padre me ha enseñado ha sido a hablar como adulto, no quiere mediocres a su lado.
—¡El francotirador Bennett tiene el poder! — salta descalzo con la manzana a la mitad. —¡Soy el más valiente! ¿Verdad hermanito?
—¡Y el más fuerte! — salto con él —¡Las jaulas aplauden! ¡Bennett! ¡Bennett!¡Bennett!
Su sonrisa de felicidad se borra cuando ve los moretones en mis brazos. —No quería lastimarte hermanito— pide perdón corriendo a llorar a la esquina del armario. —Soy malo, soy malo— repite varias veces.
Me duele el brazo por los golpes de Logan y los jaloneos de Meredith, pero no por mi hermano pequeño. —No me pegaste, ésta, es una marca de pelea de valientes— le hago cosquillas —¡Los valientes Bennett y Alexander Roe!
—¡Sí! ¡Somos valientes! — vuelve a saltar comiéndose toda la manzana.
No despego mis ojos de la parte que no se come, es el pequeño centro de la fruta que tiene las semillas, pero queda un poco para comer cuando la arroja al suelo mientras saca las mini dagas que nos hizo el tío Beckham.
Corro y atrapo el centro de semillas que quedan y me lo meto a la boca desesperado, aunque sabe amargo, pero hace dos días que no me dejan comer.
Tengo envidia de Alesha, come platos de adultos, llenos de tostadas de pan, carnes y bocadillos, su padre siempre le pone trozos grandes de queso, mientras yo miro de lejos y ella se ríe mirándome con burla.
A veces alza las tostadas de pan que come y las come riéndose de mí, después incluso cuando no se las come, se las lleva para no dejármelas.
Toda la comida que robo siempre se la doy a mi hermano. Me chupo los dedos con el sabor de la manzana y al poco rato comienza a dolerme el estómago por las semillas amargas.
—¿No juegas? — pregunta Bennett.
Aprieto mi brazo roto de nuevo contra mi estómago y trato de sostener el hueso salido de forma que no lo vea, no puedo respirar. —Busca a Emilia y juega con ella mientras yo... yo guardo tus cosas en los bolsillos de trapos para irnos con nuestra madre.
—¡No vamos a una nueva casa! — se va, saltando.
Cuando vea a mi madre le diré lo del brazo que me duele más que las otras veces que me golpea, mi padre dice que el dolor es de cobardes que un asesino no siente, pero a mi si me duele.
Me siento poco a poco guardando las cosas de Bennett con mi mano sana, es difícil subir los peldaños rotos de madera del armario, pero a la parte lujosa del palacio no nos dejan entrar porque siempre rompemos algo o ensuciamos los pisos, pero es muy llamativa desde lejos.
Las paredes brillan con la limpieza diaria de los sirvientes y enceran los pisos cada tres días. Miro dentro de armario, las paredes son pequeñas y todo lo pequeño es una pocilga, el amo nos hace vivir en una pocilga, este lugar debería ser amplio y con otro tipo de muros como los del salón donde mi padre hace reuniones.
Me abrigo como me enseñaron por la nieve y saco los zapatos relucientes que sólo puedo usar una vez al mes. Cuando escucho pasos de mi madre correr afuera me apresuro a ir por mi bolsillo de trapo al fondo del armario.
—Te dije que debías esperar donde te dejé Bennett, no debiste estar paseando con Emilia por ahí— veo a mi madre abrigar a mi hermano y rápido busco mi zapatos, no pueden verme porque la puerta del armario está entre cerrada, pero nos vamos a ir juntos.
—¿Esos son disparos? — pregunta mi hermano y no está tan acostumbrado como yo al sonido. —¿Puedo llevar mis mini dagas mami? Están dentro de mi equipaje en el armario.
—Sólo una Bennett, pero no te lleves ropa, no podremos cargar peso, te compraré cosas mejores, lo prometo, sube por la escalera y corre a una camioneta de color azul.
—No sé cuál es el color azul mami.
—El color de la ropa de los mugrientos.
Sonrío sabiendo como son esas camionetas de los mugrientos que metemos en las jaulas, pero no entiendo por qué nos las llevaremos, mi padre no lo probaría. Me termino de atar los cordones y trato de levantar con mi brazo sano mi propio bolsillo de trapo para que mi madre no cargue peso y se enoje.
—Voy a decirle a Alexander para que suba conmigo, no demoro.
Me emociono y con mucha fuerza levanto mi mochila con mi mano sana a punto de gritarle a mi hermano que ya estoy listo.
—No— su voz enojada me detiene —. No le digas a nadie, sube solo que te tengo muchas sorpresas.
—Pero mi hermano no puede quedarse.
No me voy a quedar, no puedo perderme las sorpresas que nos ha preparado.
—Escúchame hijo, no vamos a llevárnoslo, te compraré una casa inflable y muchos juguetes en la casa de tu abuelo ¿No quieres conocer a mi antiguo perro? — le acomoda el cabello —Podrías jugar con él todos los días y quedártelo.
—¿Habrá juguetes y mascotas mami?
—Muchos juguetes para ti solo.
—¿Y mi hermanito? ¿Nos lo llevamos?
—Te compraré todo lo que quieras siempre y cuando a ese niño lo dejemos aquí. ¿De acuerdo? — le toma el rostro en las manos, el sonido de mi mochila cayéndose la hace mirar hacia el armario —Nos vamos tú y yo juntos mi cielo, él que se quede.
Me ve directo a los ojos por la rendija del armario y lo abriga de nuevo. Lo pone junto a la ventana y se acerca al armario a sacar una chaqueta para ella. —No sigas a tu hermano niño— me advierte sacando las cadenas atándolas a mis pies.
No le asusta ver mi brazo roto, me jalonea hasta el fondo tintineando los instrumentos de castigo.
Me sostengo el brazo roto cuando las asegura en la pared cerrándolas en mis pies y me pongo a mirar al suelo mientras me tiembla el labio, me arranca la mochila de las manos y la pone en un estante arriba donde no pueda alcanzarla y después me quita los zapatos nuevos a jalones para guardarlos bajo llave de nuevo.
Me quedo llorando en el armario en silencio, mi garganta se seca cuando escucho como cierra la puerta y la voz de mi hermano desaparece. Me arden los ojos. —¡Bennett! — lloro a gritos —¡Bennett!
Escucho pasos fuera de la habitación y me tapo la boca creyendo que es ella de nuevo viniendo a callarme, la puerta del armario tintinea y los ojos verdes enojados me encuentran dentro.
Me hecho hacia atrás para que no me pegue. —Lo siento amo, no quería molestarlo— me disculpo rogando que no me dé una reprimenda por ser ruidoso. Lo miro mirarme serio. Me va a pegar muy fuerte.
Se queda mirándome y quisiera abrazarlo como hago con mi hermano, pero el amo podría romperme el otro brazo. —¿Quién te hirió el brazo?
—Mi madre— está por cerrar la puerta dejándome en la oscuridad —Padre, Meredith trata de escaparse— sus ojos se abren mucho —Se irá en una de las camionetas azules de los mugrientos.
—¿Por dónde?
—Por la entrada trasera y se lleva a mi hermano, me separó de él.
Me asusta que el amo me mire. Toma las cadenas y las revienta quitándolas de mis pies. —Sólo yo, puedo herir a mis hijos— no le oigo bien porque habla en voz baja. —Bennett no volverá a separarse de ti, ¿oíste? Haré que te necesite todo el maldito tiempo que yo le permita vivir— no entiendo, pero veo como saca un arma colocándole balas, no me quita las cadenas. —Voy a matar a esa maldita traidora.
Me deja en la oscuridad del armario, como si estuviera ciego.
—Emma— sollozo golpeado —Emma.
—Emma, Emma, Emma— me remuevo abriendo los ojos con un sudor abundante en la frente y por la espalda con el sonido del jet de fondo.
Me siento débil y me parpadea la vista me remuevo buscando ese grito que me despertó y viene de la parte trasera del jet por el baño. Llamo a uno de los inútiles de mis sirvientes para obtener información.
—Es su esposa, mi señor. Tenemos que aterrizar en estado de emergencia, dicen que está teniendo un aborto.
Emma.
Siento como si me desgarraran el vientre, el dolor me dobla a la mitad y el sangrado me hace sollozar, los dolores pélvicos me cortan la respiración cuando Maya se pone de rodillas conmigo sacando su maletín de emergencias aéreo. —¡Maldita sea! ¡Son medicamentos basura! — patea la bolsa lejos.
—Ma...ya ayúdame, no quiero perder a mis bebés— le suplico con el pecho desbocado y las manos temblorosas. —Logan me hacía beber botellas completas de alcohol más los golpes— lloro abundantemente rogando no perder a mis hijos.
—¡Jack! — grita recostándome sobre mi costado izquierdo. —¡Carajo Jack! ¿Eres sordo o inútil?
Escucho unos jadeos y el sonido de sus pantuflas. — ¿Qué pasa madre?
—Emma está teniendo una amenaza de aborto, el sangrado es abundante— se oye un jadeo y una maldición —¡No hay nada es este barato neceser, tenemos poco tiempo, pero si no actuamos de inmediato, su condición le provocará fiebre, necesito progestágenos o una maldita inyección terbutalina!
—¡Estamos a mitad del vuelo hacia Dinamarca, las coordenadas oscilan por encima del mediterráneo a una hora y media lejos de Turquía, no hay zona de aterrizaje, tienes que intervenirla aquí! — Jack me mueve el vestido cortando la parte larga.
—¡Este maldito lugar no está esterilizado, le puede provocar una infección grande!
—Ningún área detectada nos permitirá aterrizar sin atacarnos y menos si el avión de ataque de Alexander viene a una media hora detrás de nosotros ¿Crees que no se darán cuenta que viene resguardándonos? ¿Qué persona normal tiene un avión de ataque bajo sus posesiones?
—Debemos intentarlo.
—El servicio aéreo de Turquía ya mandó alertas por todos sus alrededores. Vas a tener que intervenirla aquí madre si no, no sólo se morirán sus hijos, Emma también— sigue cortando mi vestido.
Me da un dolor en la espalda tan fuerte que siento que me muero, ya no siento mis extremidades, Jack limpia la sangre en mis muslos con un algodón e incluso eso lo siento doloroso. Me doblo. —Es extraño. ¿Por qué vomita?
Recuerdo las palabras de Dylan y las del Borah sobre los niños de la mafia. Recuerdo todas las torturas que me hizo la organización de los treinta y siete cuando supo que estaba embarazada, los comentarios del ministro Madden y sus planes con Tyler cuando también lo descubrieron.
Parece que mi miseria física y mental aumentó diez veces desde que estoy embarazada. Maya me hace tragar dos pastillas que no me alivian en nada, parece que mi llanto despierta en automático a Alexander, porque escucho su voz cerca de las puertas metalizadas del baño.
Viene con la cara pálida mojando la herida bajo la venda de bala de su hombro porque hace movimientos bruscos sin importarle. Dos de sus asesinos le ayudan a caminar dentro. — ¡No debiste levantarte! — lo regaña Maya.
La ignora colocándose descalzo a mi lado. —Lo siento Alexander— sollozo. —Voy a perder a nuestros hijos, ojalá puedas perdonarme— no me atrevo a mirar su cara o se me romperá el corazón en pedazos.
Mi dolor físico se pone al nivel de mi dolor interno. —¡Gør noget, for fanden! — su grito me hace llorar, debe estar maldiciéndome.
—¡No puedo hacer mucho aquí! Le dije a Jack que debemos aterrizar de emergencia para una intervención, no me gusta que esté vomitando, no es normal, necesitamos medicamento y un lugar limpio para evitar infecciones y evitar el aborto.
—Emma, necesito que no cierres los ojos— Jack me pide con la cara llena de golpes. —Necesito que me digas exactamente dónde te duele, tus síntomas internos y que cantidad de dolor recibes, defínelo en moderado, fuerte y agresivo.
—La parte baja del vientre, la pelvis y... la espalda baja— con lo último se pone serio. —Más que agresivo en mi vientre bajo, siento que... voy a vaciar mi estómago.
—¡Ethan! Código doce, comuníquese— escucho a Alexander hablar con alguien por un comunicador.
—Aquí su Mikyan-Gurevich MiG-25, mi señor.
—Coordenadas 38°0′0″ N, 17°0′0″ E, para aterrizaje de emergencia, en el área más cerca— dice serio —UTM 4207702 675603 33S, decimal 38°, 17°.
—Ubicación encontrada mi señor, sobrevolamos por el Mediterráneo a unas dos horas de Turquía. Solicito su permiso para rastrear una ubicación de aterrizaje cercana.
—Deja de pedir permiso inútil, la buscas de inmediato.
—Madre, tengo algo por aquí que puede servir, comienzo a tomar nota de sus síntomas, puedo darte un diagnóstico prematuro— dice Jack sacando unos frascos de un bolsillo en su espalda, Maya alza la mirada cuando Ethan entra y comparten miradas secretas.
—Mi señor las coordenadas han arrojado, datos previos hay dos ubicaciones de aterrizaje, la primera es Londres en una hora y media de camino, la otra y la más cercana sobre vuela en unos cuarenta y cinco minutos al noroeste de Irlanda, cambio— dicen por el comunicador.
Maya se pone los guantes de látex frunciendo el ceño y es la primera vez que veo sus ojos verdes ponerse preocupados. Alexander también los mira fijamente y su mandíbula se aprieta. —Parece que la envenenaron, tiene dificultad para respirar, vómitos y un olor extraño en los residuos que saca.
—Lo sospechaba — Jack se pone pálido. —¿Fue el Borah?
—¡Comunícame con el SAS Irlandés! — se oye la desesperación y la ira en la voz de Alexander.
Todo el mundo está desesperado. Jack agacha la cabeza y se pone a limpiar la sangre en el suelo como si eso fuera lo más importante. Maya vuelve a buscar en la caja de medicamentos y saca dos. Me las hace beberlas. —Esto servirá cielo.
Miro a Alexander inmóvil frente a mí. —¡Ethan! — le da el comunicador.
Poco a poco el dolor va disminuyendo, pero las ganas de vomitar se hacen presentes. —El dolor va disminuir por al menos una hora, es necesario aterrizar, no se puede retrasar más si aborta y si la envenenaron tenemos que sácale los residuos— informa Maya y mi vergüenza no me deja mirar a Alexander.
—Lamento el aborto Emma, pero tú estarás bien— Jack me toma de la mano.
—Subestimamos al Borah sobrino, te dispara y a tu mujer la envenena.
—No lo hizo sólo madre, tiene un infiltrado por aquí, estoy seguro.
Mis extremosidades se adormecen poco a poco, pero no el dolor interno.
—Aquí la base aérea del SAS irlandés, recibimos su interferencia. ¿Cuál es la emergencia?
Mi guardaespaldas se cuadra de hombros pareciendo más alto de lo que es. —Aquí 38°0′0″ N, 17°0′0″ E — su tono de voz es diferente, más grueso. Maya se queda estática mirándolo. — Habla el ex mariscal Ethan Roberts, de la base británica de fuerzas especiales en Irak.
¿Qué?
—Le informo la entrada de un Mikyan-Gurevich MiG-25 privado al país, viene resguardando un Boeing 747 tripulado, proveniente de Turquía dentro de cuarenta y cinco minutos, mi placa militar, cincuenta y cuatro, veintisiete, veinticuatro.
—¿Nombre de la base militar dueña del avión de guerra?
Alexander y él comparten una mirada. —Es de propiedad privada, el dueño es el inglés y reconocido empresario Alexander Roe.
—¡No procede! ¡Ese hombre no es un empresario! — se oye otra voz —Eso es imposible ex teniente Roberts, viene con un vuelo criminal en más de cuarenta países por un boletín de búsqueda de la DEA, el FBI y el MI6 inglés, sería arresto inmediato si aterrizan en nuestra pista — dicen los hombres del comunicador sonando sorprendidos por el descaro de Ethan —Su petición es irrespetuosa y no se puede procesar sin una revisión, trae un caza tanques.
—General, soy no soy un simple ex teniente, soy un ex Mariscal inglés con cinco estrellas en mi placa, el rango más alto en el ejército británico, líder de las tropas de placas doradas iranies por más de quince años en mi tiempo de servicio, con inmunidad no sólo en el Reino Unido sino en más de cuarenta y siete países, incluido Irlanda— sus hombros se ensanchan —¡No es una petición, es una puta orden!
Se oyen un silencio con estática.
—Aterrizaje aprobado ex Mariscal Roberts, la pista diecisiete, está preparada— dicen al instante.
—Dile al piloto que introduzca las nuevas coordenadas y las envíe al MiG-25 — pide Ethan sin darse cuenta que ha dejado a la mitad de los presentes sorprendidos excepto a los Roe.
—¡Padre! — Jack se levanta y finge correr hacia él. Ethan se lo quita de encima y lo mal mira. —De esto hablaba madre, es lo único bueno que te has conseguido, Mariscal del ejército, no un fumador de voz ronca o un demente como Beckham o uno que tiene la edad de tu hijo y poco dinero.
Alexander los mira con el ceño fruncido. —No me vuelva a tocar si aprecia su vida joven Jack— mira a Alexander —Iré por mi uniforme militar.
—¿Se terminó? — pregunta Jack.
Ethan mira a Maya con algo que fuerte. —Sí — pasa a mi lado mirándome preocupado. —Llegaremos pronto mi señora, debe resistir — me tranquiliza saliendo y sigo anonadada. Alexander no sólo puso a un buen guardaespaldas bajo mi seguridad, puso al mejor ex militar a cuidar mi puerta cada noche.
—Maya, los dolores regresaron y peor que nunca— me siento con la ayuda de Alexander vomitando sus piernas con vergüenza con una especie de tos que se me atasca en la garganta.
—Por los síntomas deduzco que fue un veneno alimenticio, los labios están azulados— dice Jack cuando Alexander sostiene mi cabello y con vergüenza vomito sobre sus botas también —. No soy buen médico como mi madre, pero da señales de que... ya ha abortado, sólo tenemos que sacar los residuos.
Jadeo asustada jalando el uniforme de kray de Alexander mirando a mi alrededor. Niego con la cabeza dándome vueltas. —No Jack, voy a resistir— bajo la cabeza sin fuerzas. No puedo más. Alexander me odiará de por vida.
—Si no le aplicamos Naloxona, se va a complicar.
Me trago mis lágrimas y hago amago para que me ayuden a levantarme. Siento las manos rigurosas en mi espalda. — Cielo, no te muevas, puedes dañar tu salud.
—No los perdí Maya, dime que no.
No me responden y eso me termina de romper. —Es lo más probable.
Me levanto confundida y con dolor camino fuera del baño confundida como fuera de mi misma, con el vestido y sucio roto corriendo a la parte delantera del jet. Miro la puerta de emergencias con el alma rota. Mis sollozos son amargos, no puedo con el dolor.
Tomo la cerradura y jalo fuerte oyendo los gritos de Octavian y algunos asesinos.
Jalo más fuerte sollozando.
Me toman por atrás con una fuerza impresionante y me apartan de la puerta todavía cerrada. Me deshago en el pecho de Alexander. —No puedo más— me rompo —. Nuestros hijos Alexander, no puedo perderlos, los amo tanto y más a ti.
Respira hondo sosteniéndome. —Nadie toca tu comida más que Octavian— la ira es visible en su voz, pero no me despego de su pecho para ver la expresión del asiático. —Aprisiónenlo— les ordena a sus asesinos.
—El maldito Borah te disparó. Lo mataré no voy a perderte— lo abrazo más fuerte sintiendo escalofríos —. No me odies por perder a nuestros hijos, déjame saltar— siento que comienzo a desvanecerme mientras estira la mano de vuelta a la salida de emergencias.
Jala fuerte llevándome a su pecho, jadea reventándose la herida cuando sus músculos vuelven a hacer presión sobre la manija. Abro los ojos confundida cuando la primera rendija de apenas medio milímetro se abre.
—¡Alexander! — grita Maya.
—¡Mi señor no lo haga! — Ethan sale de unos de los escaparates donde se puso un uniforme azul con medallas colgadas.
Alexander empuja más fuerte y mi pecho se desboca cuando se pone a mi espalda, lo miro con horror.
— Así pierda el mundo entero no me importa mientras te tenga Emma— susurra en mi oído.
—¡Emma! — veo a Jack correr en cámara lenta, pero es tarde Alexander me empuja contra su pecho cuando la presión del aire nos jala fuera del avión cuando la puerta de emergencias se abre por completo de un golpe.
Me abrazo a mí misma con el revuelo del aire, sin poder gritar de la impresión. Mis manos temblorosas se han convertido en un peso muerto que cae a una velocidad impactante, si no fuera por mi aturdimiento físico, sentiría terror.
No puedo mantener los ojos abiertos, el aire me golpea con rudeza.
Siento que algo me aprieta en tiras el cuerpo por el abdomen y la espalda donde tengo pegado a Alexander. El cosquilleo en mi estomago es delirante por la adrenalina. Siento la mano de Alexander abrazarme por la espalda.
Grito hasta quedarme ronca, no puedo respirar nos vamos a matar. ¡Nos vamos a matar!
Me quedo con un zumbido en los oídos, el cosquilleo en mi vientre se hace peor cuando vamos en picada y mi pulso se pierde.
Se abre un paracaídas rectangular negro que nos jala hacia arriba con un impulso brusco y finalmente noto las correas que atraviesan mi cuerpo abrochadas con las de Alexander. La presión del aire es menos, ya puedo abrir los ojos.
El cielo es muy azul, nada comparado con el clima de Turquía, sobrevolamos por agua cerca de unas llanuras verdes, el segundo verde más hermoso que he visto en mi vida. Aprisiono la mano de Alexander con la cabeza dándome vueltas.
Hay un tipo de pista a lo lejos con dos torres de vigilancia como un punto pequeño. Mi vestido roto se ha alborotado en nuestras piernas y ruego por no vomitar a estas alturas, aunque no puedo ni sentir el dolor abdominal de antes.
Estiro las manos a ambos lados sintiendo el aire. Las llanuras son más visibles, se abren paso por un lago cristalino. Si no estuviera envenenada, esto sería el paraíso.
Veo la insignia del gobierno irlandés en lo alto de una de las torres que ahora está más cerca de nosotros. —¡Este es un paracaídas MC-4 / MC-5, vas a tener que juntar tus piernas y tobillos cuando descendamos! ¡No te tenses! — informa Alexander casi gritando para hacerse escuchar entre las ráfagas de aire. —¡Descenderemos en totalidad cuando estemos cerca de diez o quince metros de altura sobre el suelo!
Me sujeto a las tiras de protección de mi abdomen cuando el cosquilleo en mi vientre regresa.
El símbolo del Badge irlandés comienza a aparecer en la altura y en letras se puede leer. «Fuerzas de Defensa Irlandesas» El suelo está más cerca, junto los muslos y los tobillos. La inercia cede jalándonos a mayor velocidad hacia abajo.
Alexander se mueve cambiando el rumbo del descenso, caemos en una de las áreas verdes del ejercito irlandés y rodamos por el suelo levantando un puñado de tierra hasta que la velocidad para.
Respiro hondo con el cabello hecho una maraña. Escucho los seguros de los arneses cediendo cuando Alexander se levanta sin vacilar quitándonos de encima cualquier obstáculo, me duele la mano.
Una cadena de militares armados nos rodea. —Venimos del MiG-25— les informa Alexander. —Llegará pronto a su pista de aterrizaje, mi esposa necesita atención médica.
—¡Dos unidades de paramédicos! — grita el que parece ser el capitán. —¡El hombre viene herido de bala y la mujer sangrando de sus partes íntimas! ¡El ex mariscal Roberts nos dijo que ha sido envenenada!
Las unidades de servicio llegan al área donde aterrizamos. Una mujer sale corriendo sosteniéndome, pero Alexander le quita el lugar a pesar que trae un golpe en la frente. Nos suben a una ambulancia con un estricto material por todo el alrededor.
Otro para medico comienza a cortarle la venda bañada en sangre a Alexander. Me revisan los ojos con una luz parpadeante. —Su pulso ha disminuido, tiene dolores abdominales y lumbares, un sangrado vaginal y vomito contante con tendencia a fiebre— le explica Alexander sorprendiendo a la paramédico.
—¿Sabe también de cuánto es su pulso? — le pregunta incrédula.
—Encima de los cien latidos por minuto, debido a sus síntomas el envenenamiento fue alimenticio.
Si no fuera porque va a inyectarme, la mujer se quedaría con la boca abierta, sacan un montón de pequeños frascos etiquetados, siento un pinchazo en mi brazo derecho y me hace recostarme.
—Vamos a reducir el vómito y prevenir la fiebre, los medicamentos que me cuentas que te dieron en el jet fueron de mucha ayuda, necesito que te mantengas en calma y si sientes una anomalía dímela. La inyección te hará efecto en seis minutos.
Comienza a tantearme el cuerpo para detectar zonas de dolor.
El hombre batalla para atender a Alexander porque critica su método a cada momento gritándole que si no sabe hacerlo él puede saturarse y limpiarse la herida solo, pierdo la cuenta de las veces que lo llama inútil.
—Tu sangrado es por un aborto prematuro ¿cierto? — pregunta la mujer haciendo su trabajo en mi zona intima.
—Sálvalos— le pido —Salva a mis bebés.
Su mirada se aflige. —¿Si sabes que a inyección de retención de feto es una de las más dolorosas en alguna parte de tu cuerpo? Aun dudo que lo hayan logrado— niego —La inyección tiene muchos efectos secundarios parecidos a los de tu envenenamiento y algunos duran días completos. ¿Aun así quieres hacerlo mujer?
Comienza a revisarme cuando asiento de nuevo. Cuando nos ingresan a un establecimiento médico dentro de la base militar, dejo de sentir los escalofríos en todo mi cuerpo y el inmenso vomito se va.
—¡El ex Mariscal Roberts ya llegó! — dicen una media hora después que estamos ingresados.
—Si su marido no hubiera saltado del avión dudo que resistiera una media hora más— aun debo descansar, me colocan una bata blanca y me sientan con una ginecóloga de mayor edad que el paramédico.
Me hace muchas revisiones y me llena una tranquilidad en el pecho cuando mi cuerpo comienza a recibir la medicina contra el envenenamiento.
Maya entra colocándose una bata blanca sin permiso y es cosa de familia porque Alexander entra detrás de ella empujando al militar que resguardaba la puerta. El militar viene detrás de él, pero lo vuelva a empujar colocándose a mi lado. Ya trae ropa limpia, me avergüenza lo que sucedió con sus botas y su traje de kray.
Cora dice que los hombres británicos actúan muy racionales y despreocupadas cuando lo que aman está en peligro, pero ella no ha visto a mi hombre.
—Estábamos analizando las ecografías y sobre su embara....
—¿Cómo te sientes nena? — Alexander ni le presta atención a la mujer pasando sus manos delicadamente por mi cuello y clavícula.
—Mejor, me administrarán otra inyección en un par de horas, pero tendré que descansar en está camilla por varias horas por la recuperación.
—Te ha regresado el color a las mejillas— pasa sus dedos ásperos por amabas raspando su nariz por la mía. —Y el brillo a los ojos.
Hay una muy buena razón.
—¿Te han limpiado la herida cariño? — trato de incorporarme en la camilla para revisarlo, pero no me deja. Le toco el rostro mirando un golpe en su pómulo, se lo beso cuando se inclina — ¿Cómo te encuentras?
Pone su cuerpo en la camilla para que no haga esfuerzo en verlo, rompe cualquier regla hospitalaria cuando me atrae a su pecho y pasa sus dedos por mis hebras de cabello bajo la mirada de ambas mujeres.
Su mirada se queda fija en mí con veneración, extiende el brazo derecho para mí y recuesto mi cabeza sobre sus bíceps tatuado con mis ojos, paseo mi cabeza por los tendones y me empuja con sumo cuidado hacia su pecho.
—Afuera está el mejor médico irlandés, háganlo entrar— su pecho vibra cuando ordena con su tono grave.
Lo tomo de la playera percibiendo el olor a menta.
No hay nadie como mi hombre.
Corren a cumplir su orden a pesar de las protestas de la ginecóloga.
—¿Cómo se encuentra mi sobrina? — Maya se acerca al ecógrafo y quita las manos de la médico.
—Estaba realizando una ecografía más para detectar si hay que sacar residuos o si aún hay producto vivo dentro.
—¿Llamó a mis sobrinos producto?
—Es un término médico.
—Será de médicos corrientes, no es nada personal contra ti o tu consultorio de quinta, pero tenemos experiencias poco agradables con los médicos de varios ejércitos, preferimos tomar el asunto en nuestras manos— Maya le quita el instrumental.
El médico irlandés entra seguido de un militar, pero Alexander no se levanta —Voy a realizar una revisión.
—Demasiado tarde, ya le he hecho yo y tengo un diagnóstico para los padres, sólo a ellos puedo darles esta información confidencial— se quita los guantes de látex para limpiar el gel en mi vientre.
Podría caer dormida con Alexander acariciando mi barbilla y parpados, pienso que se olvidó de la gente en la habitación porque no aparta su brazo sano debajo de mi cabeza y tampoco me detiene cuando le hago cariños con mi nariz en sus mejillas.
No concuerdo con Cora.
Nadie ha visto a mi hombre.
—No quiero que mi esposa sea propensa a una infección, quiero que le saquen los residuos y la pongan en observación para poder llevármela y cuidarla en mi palacio— dice Alexander sin mirar el ecógrafo ganándose la mirada atenta de la médico.
—Lamento romper sus anhelos porque durante el resto de su vida tendrá que cuidar a tres personas o lo grande que quiera que sea su familia señor Roe.
Alexander apoya su frente con la mía. —Para mí es perfecto sólo con mi Emma— entierra su cabeza en mi cuello abrazándome con determinación.
Nadie se creería ver a un mafioso haciendo esto y si la médico no se desmaya con las manos que pone en su pecho, lo haré yo porque me aletean malditas mariposas en el estómago, me siento en el limbo del romanticismo.
Le tomo el rostro en las manos obligándolo a verme. —¿Oíste lo que dijo?
Frunce el ceño y sus ojos se abren grandes cuando procesa las palabras. —Es una de las cosas más extrañas que he visto en mis consultas— dice suspirando, pero carraspea al instante retomando la compostura — Puedo decirles algo con total seguridad, sus hijos quieren nacer a toda costa para haber sobrevivido al envenenamiento de su madre— dice la ginecóloga.
Soy yo la que continua el contacto de caricias cuando Alexander mira a la médico. —¿Cuál es la condición actual de mi esposa?
—El sangrado, fue provocado por un amenaza de aborto y sus dolores físicos por el envenenamiento, es una mujer físicamente resistente, pero les recomiendo hacerles a sus hijos fácil el proceso de embarazo de ahora en adelante, el riesgo fue muy alto.
Escucho a Maya contener la respiración, cuando la médico sale, dejando al médico que Alexander contrató para revisarme. Ni loco se le olvidaría de que una persona de su aprobación y calidad me examine.
—Nuestros hijos son unos obstinados— le tomo la cara repartiéndole besos por todos lados y el rastro de una sonrisa trata de salir a su rostro, pero no se convierte más que en una mueca cuando me abraza de nuevo.
—Unos Roe— concuerda mientras paseo mis manos por su espalda y escucho su cuerpo moverse cuando se levanta a Maya, me cuesta dejarlo ir, tengo mono de tenerlo conmigo.
—Lleven al prisionero a las jaulas y cierren el Kript— ordena.
Maya palidece. —¿Cerrar el Kript de la mafia? ¿Por cuánto tiempo? Espero que sean unas semanas solamente, tenemos que recibir a los proveedores de armamento rusos y a los asiáticos que buscan...
Alexander se pone serio interrumpiéndola —Ocho meses— declara —Hasta que nazcan mis hijos, toda mi organización se centrará en proteger a mi mujer —. El médico me toma el pulso, pero no aparto la vista de mi familia curiosa de cada detalle y también comunicativa. —Abre la parte norte del palacio y la noreste, que habiliten las más de setenta y nueve habitación que remodelé, quiero a la mayoría de miembros británicos y la mitad de rusos alojándose. Cualquier decisión de importación u otros de nuestros negocios se tomarán en la cripta de mi palacio.
La cara de Maya es un espectáculo. —Entendido.
Ethan entra portando un uniforme militar que me llena el pecho de orgullo cuando veo sus medallas colgadas y la insignia de Gran Bretaña estampada en los costados. Los militares de la puerta le inclinan la cabeza y un saludo militar cuando cierra la puerta tras de sí.
— Mi señor— agacha la cabeza, puede tener el rango más alto del ejército británico y poder en irlanda y aun así es capaz de inclinar la cabeza ante mi marido. —Mi señora— hace lo mismo conmigo —. Espero su pronta recuperación.
Maya lo recorre con la mirada de una forma nueva, casi veo sus pupilas dilatarse y después de un misero segundo Ethan la mira con potencia.
Me tapo la boca, podré estar recuperándome de un envenenamiento, pero no estoy ciega. Algo pasa entre estos dos y sucedió en Turquía porque nunca se habían comportado así. ¿Qué pensará Alexander de esto?
—Las ceremonias de iniciación se harán dos días después de llagar a Dinamarca y para el resto de los mugrientos, la mitad y los que quiero seguir torturando personalmente, irán a mi palacio mediano en las afueras de Londres, el resto se queda en sus ubicaciones actuales— mi marido continúa dando órdenes.
—¿Quieres todo el armamento contrabando en el palacio E? — Maya carraspea de vuelta a la realidad.
—Sí, yo me reuniré con los rusos por reuniones no presenciales y dejaré a Ethan hacer el resto.
—Como ordene, mi señor.
—¿Qué haremos con el Borah sobrino? Es decir, tu esposa lo apuñalo, pero aún puede sobrevivir y si él fue el que la enveneno.
—Yo me encargo del Borah, apresuren a cumplir mis órdenes y hacérselas saber a mis conservadores rusos.
—Tengo que preguntar esto porque si vamos a cerrar el Kript por ocho meses suena como que no el tema de Millie se cerró. ¿Ya no harás el intercambió por mi nieta?
—Ya hay una persona encargada de reunirse con Sarah — Alexander le da la espalda cortando más preguntas.
Me perdí la mitad de la conversación gracias al médico. —¿Cerraremos el Kript? — le tomo la mano cuando se busca un asiento cerca de mi camilla, sin interrumpir la revisión del médico.
—Yo no soy un imbécil sin bolas que te hará pasar mal tu embarazo— me toma las manos, demasiado relajado como para ser racional.
Ni siquiera se muestra rabioso, cualquiera diría que él está tranquilo, pero al tomarle la mano siento como le tiembla por la rabia contenida, el momento exacto que Alexander puede joder el mundo es sentado con la espalda encorvada con las cejas rectas, la mandíbula tensada y la mirada fija en un punto lejos, con sus ojos verdes entrecerrados.
Es una posición amenazante, la he visto cada vez que alguien me toca, alguien que se mete con lo que le importa o con lo que lleva trabajando años, parpadea una sola vez dirigiendo su mirada al médico que casi termina.
El médico se queda estático bajo la mirada verde. —Le recomiendo que salga— trato de advertirle.
Alexander no aparta la mirada de él, casi se levanta al mismo tiempo que el médico y hace intento de seguirlo por la puerta, eso terminará en tortura. Es una de las miradas que me intimida de él.
—No creo que Octavian tenga que ver con el envenenamiento— le tomo la mano y parpadea en mi dirección quitando su mano de la cinturilla de su pantalón donde tiene un par de dagas negras.
—Está prisionero en mi MiG-25, personalmente me encargaré que descargue su puta lengua asiática con mis preguntas.
Quiere torturar a como dé lugar, cometo el error de soltarle la mano para rascarme un brazo porque aprovecha esos segundos y con la mirada del demonio sale detrás del médico.
〘 〙
Alexander.
Quito los restos de los intestinos del médico al que rebané, de mi daga, lavándola con agua fría para que también desaparezcan los trozos de piel del rostro de Logan. Controlo la risa sádica que sale siempre que disfruto mi trabajo.
Logan yace tumbado de espaldas inconsciente después de que le corté la piel quemada de la mitad de su cara, no dejaré que se recupere tan pronto, yo decidiré como vivirá su vida y que tanto lo dejo hacerlo.
Dejo las dagas limpias y saco las cadenas de acero descubriendo sus tobillos cuando le corto parte de la roba para dejar libre el tintineo. Lo cargo con facilidad y salgo por la base regando su sangre, las luces nocturnas de las torres de vigilancia pasan dos veces por mi cuando hago mi camino al mi jet.
Lo azoto en el suelo y lo arrastro hasta la parte de cargas, más sucia y oscura del avión, le pongo las cadenas en los tobillos y lo jalo hasta encadenarlo en uno de los andenes podridos por la oxidación, mi jet podrá estar recubierto de oro, pero reserve este pequeño agujero para él.
Le abro las cuencas vacías de los ojos y le escupo antes de colocarle dentro un poco de trozos de metal oxidado para provocarle una infección a las heridas no curadas, paso a encadenarle las manos y le aprieto la cadena hasta que se pueda adherir a su hueso.
Me limpio las manos en su ropa y saco un paquete de envases etiquetados por Jack. Saco una pequeña jeringa y le busco la vena del brazo para clavarle anfetamina zero. —No dejaré que te quedes sin tu dosis diaria— le doy golpecitos en la mejilla piadoso.
—La subasta anual de inversionistas ingleses ha colocado en los portales de sus sitios las posesiones de este año— escucho la interferencia del piloto que oye por su comunicador en el anuncio británico.
Dejo a la escoria encerrado y me acerco a oír. —La lista más grande para la fundación de niños con cáncer los Pitt y su nueva organización para la reconstrucción de casas de bajos recursos que fueron afectadas por los ataques terroristas— cambia a la voz de una mujer.
—Quizá a finales de año, Londres volverá a ser el país soberano de antes, el rey de Inglaterra ha hecho un llamado de paz y calma a los londinenses y poco a poco las actividades cotidianas se reanudarán.
—Así es Betty, algunos de los eventos más importantes se han pospuesto un año o meses de distancia, como las elecciones políticas del parlamento, el estado mantiene a Martin G. como primer ministro de Londres para trabajar en los ataques terroristas.
Me siento al lado del piloto que me hace una reverencia. —La lista de las propiedades, marcas y líneas de comercio que se subastarán a finales de año, son las siguientes, en primer lugar, la cadena de galerías más prestigiosa de una unión de Bretaña, Gallery Art, donada por sus fundadores la señora Angeline y el señor Marcus Pitt.
—La más jugosa subasta se hará el veintisiete de noviembre del presente año, la cadena hotelera de fama internacional, creada hace doce años y acordonando por el MI6 este año, Hilton &Roe, la subasta de dicha cadena será efectuada por tres persona, la teniente Sarah Wall, su primera General, la agente Rebecca Hilton y el primer comandante del sistema de espionaje del MI6 Tyler Hilton, estos últimos dos cuyos nombramientos fueron hechos hace unos días.
—Así es Betty, su esfuerzo fue reconocido por el parlamento inglés al entregar las evidencias de detención contra el C. Alexander Roe y su esposa la C. Emma Roe, criminales procesador por narcotráfico, asesinato y secuestro, lideres de una de las organizaciones de mafia más grande del país.
Malditos traidores, los haré pagar.
—Ciudadanos de Londres, les habla su primera General Rebecca Hilton y apruebo este mensaje. Buscaré un Londres lleno de paz y libre de corruptos como los Roe, seremos soberanos— se oye la voz de esa —Dios, salve al Rey.
—Maldita Rebecca— me levanto sin oír sus estupideces, su voz siempre me ha molestado, por algo siempre la mantenía en silencio. —No pusieron al inútil de su tío porque ni hablar puede.
—Sí, maldita Rebecca, es una perra— dice mi piloto para congeniar conmigo.
Camino por el cuartel buscando encontrarme con mi esposa, paso por las máquinas dispensadoras de carbohidratos y saco un fajo de dólares cuando buscando uno que sea de dólares, tambien tardo en entender que se debe buscar el código de la barras de chocolate para introducirlo.
Presiono la pantalla y regreso a las cavernas cuando noto que no es automático, debes presionar botones. Lo juzgo en mi mente. Introduzco un grande de cien dólares y presiono D12 dos veces.
Caen las barras por una rendija de metal, las tomo y dejo un fajo grande para la propina encima de la maquina y ni siquiera miro sobre mi espalda cuando se oyen monedas caer por otro lado.
Ethan esta recargado sobre la puerta con los ojos hinchados y ojerosos, paso dentro mirando a Emma con la boca semi abierta durmiendo en una posición extraña como si buscara romperse algún hueso.
Hace un pequeño ronquido cuando se le atora una tos y me resisto de reírme mirando la maraña despeinada que es su cabello, las sabanas están tiradas en el suelo y se ve tan relajada que no quiero despertarla. Me doy cuenta que debo estar putamente enamorado de mi mujer para que me parezca adorable la visión.
Me quito los pantalones pateando a lo lejos mis botas y metiéndome a la cama con ella en la habitación decente que le mandé a colocar. Se remueve al instante, mi sueño es más ligero que el de ella, pero aun así se me pega besando mi pecho sin despertarse.
Se remueve de nuevo como un gusano hasta que termino en su espalda con la mano colocada en su vientre. —¿Me trajiste chocolate? — pregunta abrazándose a mi hombro y me encanta oír su voz.
Alcanzo el mueble cerca de la cama y le paso las dos barras. —No puedes comértelas hasta mañana por la tarde, ya te lo dijo la médico.
Asiente y las guarda debajo de la almohada con un sonido de felicidad haciéndome abrazarla, pero se remueve de nuevo evitando que concilie el sueño —Serán unos meses tranquilos ahora que el Kript estará cerrado— murmura enterrando la cara en mi pecho.
—Lo serán.
Miro las paredes blancas del cuartel y abrazo a mi mundo entre mis brazos.
. . .
Abrir la cripta de mi palacio mediano para la mitad de los presos me tiene ocupado la gran parte de la mañana, Maya y su hijo se fueron en el primer vuelo antes del alba, dar instrucciones a distancia hace que los inútiles no sean eficientes, pero sigo por un par de horas más después del mediodía.
Tengo a Emma sentada en mi regazo con mi móvil entre sus manos jugando con una especie de ajedrez virtual, la médico ha dicho que debe descansar al menos hasta pasado mañana para poder regresar a Dinamarca.
La charola vacía del desayuno equilibrado me da satisfacción por la forma en la que comió Emma sin objetar. —Utiliza a tu peón o va a comerse a tu reina— sólo estoy mirando de reojo.
—¿El caballo es el peón o el que parece una papa con un palo encima?
—Esa papa, como la llamas, es la reina.
—El que diseñó esto no sabía de estilo, ni en cien años me imaginaria a una reina como papa.
—No es una papa.
—Esto es más difícil que aprenderse los juramento de la organización en danés, créeme.
Niego con la cabeza, es imposible enseñarle algo. Le acaricio las piernas de arriba abajo.
Los militares entrenan por los ventanales a lo lejos, Ethan se ha pasado la mañana hablando con los superiores por el tiempo perdido, pero yo no tengo que hablar nada con sirvientes como ellos.
En este cuartel no hay mucho por hacer sólo senderismo por las llanuras que lo recubren y el toque de la trompeta al alba molesta a mi mujer.
Miro de nuevo de reojo la partida y le ayudo tres veces. Recibo información de mis conservadores rusos y me enfrasco en una llamada con ellos por casi una hora hasta que noto que Emma ha estado muy quieta los últimos minutos. Veo su partida perdida y sus ojos cerrados abrazada de nuevo en mis bíceps.
Ha estado durmiendo varias veces, pensé que era una condición colateral de su recuperación hasta que la médico habló de uno de los síntomas de su embarazo y lo peor de todo es que, aunque esté en la llamada me siento adormecido con la respiración profunda de Emma. —Informa a Maya de los movimientos en la parte norte del palacio — pestañeo sosteniendo mi otro celular en mi oído.
Abrazo a Emma escuchando a un ruso hablar, Caterva es el que cuida la puerta mientras Ethan tiene el día libre. Cierro los ojos un momento al igual que mi mujer. —¿Qué opina mi señor? — paso las manos por su vientre y suspira acurrucándose.
Abro los ojos sobresaltado con un sonido de las pruebas de avionetas, mi celular se encuentra en el piso, Emma me mira cambiándose de ropa. —Ya salió el sol bello durmiente— me besa con besos cortos, pero demasiados para abrirme los ojos.
Miro la hora en mi Rolex y veo el atardecer en su apogeo por el ventanal. —No estaba dormido.
—Creí que te habías tomado las pastillas del estrés, estabas tieso y con las manos enganchadas a mi cuerpo, te prepare la merienda, al menos yo no, como se llevaron a Octavian, hice que Caterva fuera con el cocinero del cuartel— me extiende una charola mientras me rasco la nuca.
Veo que me quitó las botas y me puso cojines. Yo nunca duermo de esa forma. —¿Ethan?
—Está pasando un buen tiempo con los militares, habla hasta por los codos. Come— me abre la boca y me planta una ración de vegetales en la boca sin pedirme permiso.
Me deja un beso compartiendo un brócoli conmigo. Tomo mi celular viendo que la llamada duro activa casi dos horas y mensajes de que no respondía a las peticiones de mis conservadores.
Si el embarazo de Emma me está haciendo ser un hijo de perra perezoso me mantendré activo cuando ella tome sus siestas. Me da de comer de nuevo atacando mi plato para ella misma. —La médico dijo que con precauciones podré viajar pasado mañana en al medio día si sigo sus instrucciones.
—Tendré que revisar las escalas del vuelo con el piloto.
—Hazlo porque estoy aburrida de estar en está habitación, no hay nada que hacer aquí, más que perder el tiempo en internet y ver a los militares entrenando o haciendo su servicio— me da otro bocado. —Ethan dijo que nos pueden llevar a un equipo de senderismo por las colinas cercanas.
Ni hablar. —No vas a aguantarlo, es una colina en picada, la he visto por las mañanas.
—Nos prestarán equipo para hacerlo— besa mi boca sólo con picos para tratar de convencerme. —¿Lo hacemos cariño?
—¿Qué te hace pensar que yo sé hacer senderismo?
Soy perfecto, eso no es un secreto para nadie. —El día que no sepas hacer algo, no lo veré nunca— levanta mi ego.
—¿Tienen equipo de calidad o baratijas?
—Baratijas, pero podemos conseguirlo en la ciudad.
—Ni hablar mujer, tu condición no te lo permite— le pellizco las mejillas cuando me da la última ración de vegetales. —Además, los billonarios no usamos porquerías rotas, sucias ni baratas.
—Gracias por traer la cena— le extiende un fajo de billetes a un sirviente que se queda con los ojos muy abiertos. —Y esté es para el cocinero.
Carajo. Me encanta que mal gaste mi dinero. Me levanto dejándola leyendo.
—Está bien, nada de senderismo— estira los brazos bostezando —. De todas formas, quiero echarme una siesta pequeña.
Me levanto bruscamente buscando mis botas cuando viene a acurrucarse al sillón. Su risa ronca y ruidosa llena la habitación mientras me ato los cordones. —¿Qué pasa? ¿Primero me embarazas y ahora le tienes horror a los síntomas?
—Necesito repasar unas cosas con el piloto.
—No puedes mentirme, hablas dormido— mueve las cejas de forma sugerente —Siempre estás diciendo mi nombre.
Salta del sofá barato hasta mis brazos y la atrapo acojonado. —¡Carajo Emma! ¡Deja de hacer movimientos bruscos nena!
Tengo que sacarla de este cuartel o se va a volver loca y con el aburrimiento terminará haciendo locuras.
. . .
Me acabo la primera botella de whisky al llegar a Dinamarca con la cantidad de asuntos pendientes que ni Maya ni Jack pudieron solucionar, tan difícil fue para mis criados aceptar que el Kript estará cerrado por unos meses.
Tengo al asiático encerrado hasta poder interrogarlo a mi modo, pero me han informado que no ha dicho nada desde que lo encadenaron junto a Logan, gozo de la fiebre que le ha dado las últimas noches desde el vuelo.
Dos veces paso a revisar a mi esposa y veo a Ethan volver a su ropa habitual, saco uno de mis planos virtuales anteriores, el de mi mediano palacio, para dividir a los mugrientos y los miembros que se alojaran ahí los próximos meses, tres ceros en la gente reclutada, no todos, pero si la mayoría. —Erick ha regresado de Turquía y quiere verlo mi señor— Caterva me distrae de las modificaciones que hago.
Me doblo las mangas de la camisa hacia arriba y saco otra botella de alcohol de mi mejor colección haciéndole un gesto con la cabeza para que lo dejen entrar. —Hermano— pone las manos nervioso por su espalda.
—¿Por qué no llegaste hace dos días como te ordené? — mira por su espalda y le comienzan a sudar las manos, trae puesto su Rolex negro.
—Estuve muy ocupado.
—Nada es más importante que tu trabajo conmigo.
—Quiero presentarte a alguien— me interrumpe.
—¿No me digas? Te trajiste a una distracción de ese puto país ¿No? Pues no pendejo, te quiero con la cabeza centrada en el sistema judicial en el que te voy a involucrar.
Una mujer a la que no le prestó atención camina cerca de él. —Paulina— frunzo el ceño —¿Qué haces aquí?
Erick no la deja hablar. —Te presento a mi prometida.
¡Hola sexys!
El drama crece cada día más y yo soy su fan número uno.
Feliz cumpleaños a mis sexys de Abril.
¡Los amo tres millones!
-Karla.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro