CAPÍTULO 67
Alexander.
Nueva York, Estados Unidos. Cinco meses atrás.
Bebo de mi whisky escocés mientras el idiota de Erick musita algo sobre la mesa de billar, lo ignoro, no dejo de pasar mis dedos por el maldito collar plateado en mi cuello mirando la ciudad que no se compara a Londres.
La odio.
La odio tanto.
La odio por extrañarla. No puedo dejar de pensarla, me tiene malhumorado todo el día tener a esa mujer menuda en mi cabeza. —Si lo único que vas a hacer es seguir bebiendo y no comer al menos deja el alcohol— Erick es entrometido.
—Cállate criado, llevas tres meses aquí y sigues siendo molesto, si no te pago serías uno más de los pordioseros que viven en esta ciudad.
—Pues seremos dos porque al paso que vas te vas a volver alcohólico y perderás tu fortuna.
—Nunca me quedaría sin dinero, tengo más dinero que la misma monarquía londinense, todos me lamen las botas— abro una nueva botella.
—Este maldito odio hacia Emma te matará.
—No pronuncies su nombre.
Voltea los ojos. —¿Te has preguntado si esa mujer tuviera un hijo sería tan exasperante como tú? — agarra el taco de billar —Sé que no quieres hablar del traidor de tu hermano, pero Bennett dice que la ha visto comer muy desmejorada, aunque no me reveló dónde está, dice que ha tenido contacto con ella.
Rebecca carraspea hablando desde la esquina dónde está. —Al lobo no le gusta que lo estresen con tonterías— le dice a Erick.
Me quedo en silencio encendiendo un porro para aliviarme el estrés. Rebecca me pasa los fósforos y cuando lo enciende aprovecha para besarme distraídamente en la boca, la miro con una ceja arqueada, pero finge que fue un error nada calculado.
—Lo siento Alexander— se ríe lento mordiéndose los labios y de nuevo tiene puesto una de mis chaquetas sobre su uniforme sin pedírmela.
Comienzo a notarla por primera vez en el tiempo que lleva siendo mi guardaespaldas parte de mi familia.
—A mí me importa un carajo lo que digan, ¿Te imaginas que ella quedó embarazada? — Rebecca lo mata con la mirada, pero Erick no se calla y cuando dice embarazo mi pulso se desboca. —¿Te imaginas si lo estuviera? Emma tu mujer, ya nunca podría huir de ti.
—Le pido que no moleste al lobo con...— trata de hablar de nuevo Rebecca, pero la interrumpo.
—Llama a Richard— ordeno a Ethan —Dile que la localice.
—Alexander, no olvidemos que la organización de Logan va detrás de ella, incluso los miembros mayores de la organización del lobo la ven como una traidora— la rabia vuelve a mí con ese recuerdo, el maldito disparo. —La tía Maya la odia como todos.
—Todos no Rebecca, yo no la odio— dice Erick, pero ya no me muevo.
—Deja de hablar tonterías y lárgate de una buena vez a Nueva York— mi enojo ha vuelto y Rebecca respira tranquila, pero Erick está lejos de haber terminado.
Se recarga en una de las paredes con los brazos cruzados y me mira despreocupado. —Un hijo con tu pequeña seductora.
Como estoy de espaldas no mira la media sonrisa que sale en mi jodido rostro. ¿Qué mierda? A mí no me gustan los mini humanos, son una pérdida de tiempo. Mi puto pecho no deja de alzarse con las palabras de Erick.
—Me realizará la vasectomía, deja de decir estupideces.
—Yo sólo digo.
Ethan reaparece con la cara seria. —En el Caribe mi señor, el ministro Madden acaba de enviarle la ubicación de la señorita Brown, pero no está sola, está con los Gray.
. . .
Miro a Emma a mi lado sonriendo probando su desayuno mientras estamos en la isla, el anillo Roe en su mano, prometida conmigo oficialmente, lejos de la política o cualquier acuerdo.
El maldito reloj no ha sonado, pero tampoco la he cogido de la mano para no alterarlo. Veo las compras que hizo en la mañana con sus guardaespaldas y atisbo dos cajas de pastillas anticonceptivas.
Mi enojo crece de nuevo y no entiendo un carajo. Yo no quiero mini humanos, pero ¿Por qué ella no los quiere conmigo tampoco? Arqueo una ceja y mis jodidas manos mueven las cajas al inodoro atascándolo.
Voy a tener una maldita charla con esa doctora a la que odio, nunca me ha gustado desde nuestro acuerdo casual, muy entrometida y muy fiel a no dejarme plantar mi semilla en mi mujer. No lo estoy buscando.
—Mierda— Emma rebusca en su bolso varias veces hasta vaciarlo sobre la cama.
—¿Se te perdió algo? Tu celular está sobre la mesa del desayuno.
—No mi celular— me mira enojada.
—¿Entonces qué cosa?
—No lo sé, tú dímelo— me señala con el dedo acusadoramente.
—No me he movido de esté sofá, estoy trabajando en mis planos para mis hoteles de Nueva York, vas a tener que explicármelo nena— bebo café despreocupado mirando que se coloca un vestido corto sobre su bañador diminuto. —¿Quieres que te ayude a buscar?
Asiente. —Es una caja de este tamaño— hace la figura con sus dedos y me levanto, para verla inclinada debajo de la cama buscando.
Ese culo respingón se alza y como buen hombre no busco nada, sólo miro el espectáculo dejando mi trabajo para más tardes, siempre será ella primero que todo. Se levanta y estoy deshaciéndole las tiras del bañador.
—No me distraigas, estoy buscando— me manotea enojada.
—Estás molesta por nada Emma, deberías celebrar que vamos a casarnos— le beso el cuello distrayéndola de su búsqueda cuando suspira pegándose a mi pecho, huele a mar, por estar nadando toda la mañana.
—Si quiero disfrutar eso y más porque me lo pediste de rodillas.
—No se lo menciones a nadie.
Su piel salada raspa un poco de arena en mi lengua cuando la chupo y la marco. Roza mi verga con sus nalgas olvidando lo que buscaba. Muerdo su cuello dejando la marca de mis dientes y lo aprieto posesivo.
—No te vas a librar de mi Emma, te vas a casar conmigo— le advierto rotando las caderas clavándole mi verga en la raja de las nalgas.
Así de espaldas mueve las manos a la cintilla de mi bañador y la deshace impaciente hasta dejarlos caer por mis tobillos, muevo a un lado su tanga y me meto mi glande en su raja para frotarme contra ella.
La punta de mi verga sale por delante cuando la froto de nuevo. Se restriega impaciente, la giro para besarla y mi pene se desliza en su apretado coño lento y duro, con la buena carga que tengo debo soltar a mi hijo dentro de mi mujer pronto.
Pero yo no quiero mini humanos.
Estoy enojado, Emma, deja que la alce sobre mi verga, sonríe gustosa y me lame el cuello marcándome la muy posesiva, me ha marcado el cuello cada que follamos, ni siquiera mis trajes y camisas cubren sus chupetes mimados.
—Mío— me agarra las bolas, posesiva y mi pene se sacude dentro de ella. Está mujer es una perversa, lo que siempre he buscado. — No me he tomado las pastillas desde que lo hicimos en la playa— jadea, pero mantiene su agarre en mis glúteos para que no me salga.
Lo sé perfectamente.
Aumento la fuerza de las embestidas y lleno a mi mujer de mi esencia caliente.
Jadea en mi oído recuperándose de su orgasmo, le beso las tetas ya con la mente puesta en un objetivo claro que nadie va a interrumpir.
Cuando regrese a Londres mi arma y yo le haremos una visita a esa doctora Kriss.
. . .
Mi visita es muy tranquila y racional, sólo somos doce hombres armados de la organización del lobo y yo que soy el líder tengo una maldita ametralladora en el pecho caminando al consultorio privado.
Ethan camina a mi lado con la mirada asesina. Ida y los otros sacan a rastras a la enfermera que interrumpe mi visita clandestina, me preparan un asiento de una pobre pocilga. Respetando mi rango, yo no hago cita, yo soy atendido cuando quiero, yo soy billonario y líder de mi organización.
La cara pálida de la doctora Kriss me hace sacar media sonrisa. Me he apoderado del hospital privado en menos de una hora, no la he visto desde que ayudó a Emma con el láser que la daño.
—Le dije que si quería una cita conmigo como con lo de Emma que debería llamar no entrar con armas a mi consultorio.
—Yo siempre hago las cosas a mi manera— le quito el seguro a mi arma y ella traga duro.
—No le disparará todavía doctora Kriss, lamento que mi primo sea un maldito enfermo— Jack camina con sus pantuflas a sentarse en el escritorio de ella. —Pero si coopera salvará su vida.
—¿Qué es lo que quieren de mí?
—No soy médico como mi madre, pero al ser biólogo el neandertal este— me señala —Me obligó a trabajar para él, no soportó la idea que Bennett y yo tengamos hijos y él no— hecha la cabeza atrás y se ríe a carcajadas.
Sonrío sin humor y pongo mi metralleta en su cabeza cortando su risa. —¿De qué te ríes idiota?
—Mejor cierro la boca o me deja tieso como el miembro de Tyler que ya no funciona— levanta las manos a modo de disculpa. —Dile a la mujer a lo que viniste.
—No quiero muertos en mi consultorio señor Roe— la mujer se impone, aunque está rodeada de los hombres de un mafioso que no dudará en matarla. —Díganme que es lo que quieren y arreglemos el asunto juntos.
— Quiere ver si le funciona la anaconda que tiene entre las piernas— Jack se vuelve a carcajear, pero a los segundos se pone serio carraspeando —Me vas a mandar a las jaulas ¿verdad?
Ruedo los ojos y me siento erguido en este sillón barato mirando con desafío a la doctora, lo siguiente que sale de mi boca la paraliza.
—La cosa es muy simple, quiero un hijo con mi mujer y usted no va a seguir impidiéndomelo con sus jodidos, anticonceptivos.
—Eso no es educado de su parte.
—No soy un simple empresario y eso ya lo sabe, soy un mafioso y no vine a sugerirle, sino a ordenarle— abro las piernas y me recargo sobre el respaldo. —¿Entendió?
—Mierda— palidece más cuando Ethan pone el arma en su cabeza esperando por su respuesta, no tienen opción. —Entendí señor Roe— acepta finalmente al borde del desmayo.
—Se dice mi señor. — la corrige Ethan —Cuando se dirija al lobo agacha la cabeza y le habla por ese apelativo.
—Entendí mi señor— agacha la cabeza.
. . .
Regreso al apartamento de Bennett después de dejarlo inconsciente por la anfetamina, no voy directo a su terraza, camino llenando su despensa de comida, el cabrón no se ha alimentado bien desde la muerte de su esposa.
El estrés me tiene con problemas severos en los ojos, desde que la ex mujer de Jack se llevó a Emilia Emma ha estado tensa, no quiero a esa mujer demente hija del teniente fastidiando mi trabajo.
Estallé contra todos. Los estorbos de Jack y Bennett son algo con lo que no quiero lidiar, no se compararían con algo mío y de ella.
Voy tan distraído en cuidar de mi hermano que apenas noto que la cerradura de la puerta está forzada.
—Esto ya huele a podrido idiota, debes contratar limpieza— le grito desde la cocina mientras le pongo una pasta en el horno para alimentarlo. No me responde, debe estarse drogando de nuevo o en alguna alucinación.
Todo se siente como en el pasado como si estuviera cuidando de él en las jaulas, cuando no comía, niego con la cabeza, hay cosas que nunca cambian. Le pondré una manta blanca para que no muera congelado allá afuera.
—Entra en la casa, no quiero que te mueras de hipertermia como casi lo hace Erick en Alaska. ¿Recuerdas?
MI hermano sigue sin responder.
Pateo la puerta de madera entrando a un agujero peor que el de afuera, hay jeringas por el suelo, huele a hierba y a anfetamina.
Su habitación es una porquería no ha limpiado desde que Lena murió, ella cuidaba la mierda de Bennett, saco la manta blanca caminando para meterlo al apartamento y los vidrios desquebrajados en el suelo me hacen detenerme.
Huelo a pólvora y a sangre, mi instinto se enciende y saco mi arma en tres movimientos, voy silencioso por la puerta de la terraza mirando las latas de aerosol en el suelo aventadas y la cruz invertida sobre una de las paredes. —¿Bennett? — murmuro en casi silencio buscando las huellas de quién estuvo aquí.
No responde.
Veo el camastro dónde estaba tirando drogado, veo la sombra de su cuerpo de espaldas, en otra posición dónde no se quedó. La sangre en mis botas y en algunas de las paredes levantan una rabia en mi pecho cuando noto que son conocidas.
El tipo de marcas que hace la mafia para burlarse de una muerte. La cruz invertida de los daneses es la señal clara de que fueron ellos.
Camino los pasos que me separan de mi hermano. Como si mi mente tuviera vida propia me regreso al pasado, dónde caminé en las jaulas hasta llegar a ver a mi hermano de diez años drogado.
Por primera vez en mi entrenamiento desde los doce años, a mis veintiocho años el arma se mece un solo segundo en mi mano cuando llego a él.
Miro el cuerpo muerto de Bennett, un tiro en la cabeza, las manos mutiladas.
—¿Alex? — escucho la voz de un niño adicto en mi cabeza.
—Estoy aquí, duérmete.
—Quiero ser libre de papá, siento tanto haberme drogado otra vez. ¿Estás enojado conmigo?
—Nunca podría estar enojado contigo, eres mi hermano pequeño.
Me deslizo al piso mirando las atrocidades que hicieron con su cuerpo, sus rizos desordenados ensangrentados, el arma silenciosa en el suelo, el suicidio visible, me quedo inmóvil mirando a mi hermano muerto.
—¿De verdad me harás una sala de juegos?
—La mejor de Londres.
—¿Puede llevar mi nombre y el tuyo escrito?
—Eso sería ridículo.
—Ya quiero verla— sus pequeñas manos abrazadas a mi buscando calor que no hay en las jaulas, lo abrazo de la misma forma para protegerlo. —Gracias hermano.
El pasado y el presente se mezclan en mi cabeza con lo que miro. No siento mis manos. —Bennett— murmuro con algo que me sabe amargo en mi boca.
No hay respuesta, nunca volverá a responder.
Después de veinte años finalmente se rompe el hilo que estuve sosteniendo desde los siete años, protegiendo a mi hermano, quemaron su piel, no hay más de un ser humano que pocas de sus facciones.
MI instinto se activa cuarenta minutos después de estar viendo su cadáver, la venganza en mi interior por la burla de los daneses, no veo más que rabia, enojo y todo en rojo, mataré a todos los malditos daneses.
Hago a Ethan pasar a limpiar el desastre también a Ida, camino en silencio para quitarle al cadáver el dije de cruz que nos dejó esa mujer que nos dio la vida, se lo quito a mi hermano y me lo coloco sobre el cuello.
Me agacho a revisar un pedazo de papel arrugado en el suelo, lo levanto con suciedad en algunas líneas, mi rabia aumenta cuando veo el nombre de la rubia escrito, la muerte de mi hermano es su jodida culpa.
—Te vengaré— juro.
Salgo en dirección a mi Aston Martin con esa hoja arrugada en mis manos, no me interesa escuchar más. Hablan mis guardaespaldas, No sé cuántos días pasan, no respondo llamadas, me la paso bebiendo mirando el dije de cruz de Bennett.
Algunos murmullos en mi espalda como el de Rebecca o los de Ida, me dicen que han pasado tres días, mañana serán cuatro.
—La organización se unirá en Dinamarca para usted mi señor— dice Ida. — Se hablará del ataque aéreo para los daneses.
Asiento volviendo a beber, no hay más alimento que el alcohol que cala mi pecho. Mi celular suena por decima vez y como me da jaqueca respondo a mi informante, no quiero resolver asuntos todavía con el enojo en mi cabeza.
—Señor Roe.
—¿Qué demonios quiere?
—Le quiero informar mi reporte mensual respecto a su esposa, sería más fácil si no nos viéramos en el consultorio y sé que no está en Londres.
—Vaya directo al punto, me está aburriendo— sigo bebiendo, pero me silencia la doctora Kriss.
—Lo está, Emma está embarazada.
El aire deja mis pulmones hasta que comienzo a jadear por aire, la cabeza me da vueltas como el maldito suelo a mis pies, me levanto porque estar sentado me pone frenético, después de una mierda en la muerte de mi hermano parece que mi cabeza vuelve a funcionar.
Nadie ha mencionado a Emma, ni una sola vez, es ella lo que me faltaba en estos días de asolamiento y de asesinatos que he realizado día y noche en todo Dinamarca. Mi mujer me hacía falta.
—¿Todo bien mi señor? — pregunta alguno de los inútiles su expresión es de asombro que no me doy cuenta que tengo media sonrisa en el puto rostro.
〘 〙
Emma.
Alexander me quita el protector del tatuaje con sumo cuidado, tiene guantes de látex y limpia la zona con espuma antibacteriana mientras la tinta corrida se desliza para dejar paso al diseño original.
Ethan ha preparado el yate, iremos a una de las mejores playas de la isla, iremos a mar abierto durante todo el día disfrutando mientras en Londres y Dinamarca todos se matan entre sí.
El celular de Alexander vuelve a sonar en su bolsillo, pero no lo ha sacado, nada serán buenas noticias.
—¿Duele?
—Muy poco, sólo los alrededores.
—Tu piel es muy sensible, pero soportaste todo el diseño, cubre la mayor parte de tu antebrazo.
—Pues dolió como la mierda.
Paso mis dedos por su brazo con las venas salidas, siento una satisfacción al pasar mis dedos por sus músculos y sus tatuajes a la vista, estoy marcada como él. Tiene demasiados tatuajes que siento me desmayaría si me hiciera tantos como él.
Aunque el más grane que tiene es el del lobo en su antebrazo a la misma altura que el mío y el mismo diseño, su organización tiene uno, pero no es como el nuestro, se nota el rango que poseemos hasta en el tatuaje.
—Debemos limpiar la zona adecuadamente para evitar infecciones— lo hace con el ceño fruncido, muy profesional, siento un alivio con el último producto que me aplica y cuando limpia la última capa la piel con tinta queda a la vista.
Muevo mi mano para ver el diseño perfecto de un lobo como el que el porta, creado a la perfección, aunque es sólo la cabeza el diseño impone y más con la mirada, se parece al miedo que sienten cuando lo ven los de la organización, pero eso no es todo, debajo del tatuaje del lobo.
—¡Mía! — leo en voz alta con su perfecta caligrafía mirando mi piel tatuada permanentemente con tinta negra. —¡Escribiste mía debajo del tatuaje del lobo! ¡Estás demente!
—Lo tatué porque eres mía Emma y debía quedar grabado en tu piel. — no se siente arrepentido de márcame, se ve posesivo y muy irracional, es un mafioso muy hijo de perra. —Mi mujer, mi esposa, mi reina, mi pequeña seductora, mía.
No hay nada que pueda hacer es permanente, podría abofetearlo, pero no entendería. —Eres un maldito posesivo, estás loco, te vas a causar una muerte prematura por estrés.
Su mano sube a mi cuello, la mirada se le escurece y aprieta suavemente con el Rolex en la mano mostrando su riqueza. —No me arrepiento, abofetéame si quieres, seguiré siendo un hijo de puta hasta que me vaya al infierno.
—Hijo de puta.
—Te encanta que lo sea nena— sonríe besándome lento y lo golpeo en el pecho por distraerme con demasiada facilidad. —¿El tatuaje no afectará el embarazo?
—Jamás te lo hubiera hecho si fuera riesgosos, esa mujer debió decirte las medidas de seguridad, la tal doctora Kriss.
—¿Cómo sabes que hablé con ella?
—Ella es mi informante, has pasado a ser su prioridad, su único paciente— día uno y ya es sobreprotector — Ethan está esperando abajo, es mejor que lleves cosas diminutas en ese bolso o te desnudaré en el mar— señala mi bolso más grande que mi cuerpo completo.
—Siempre te ha gustado que lo que uso sea demostrativo y diminuto, abierto, perverso.
—Me encanta que vean lo que me como y lo que esos inútiles no pueden tener, quiero que sufran— pone una mano en uno de mis glúteos mientras bajamos por su hotel.
. . .
El sol de Santorini calienta deliciosamente mi piel, alzo la cara para bañarme de calor mientras Alexander me alza y vuelve a sumergirme en el agua a mar abierto. Sonrío cuando nuestras cabezas se sumergen y ambos salimos a flote.
El agua es tan cristalina aquí de un color turquesa, se mira lo que hay dentro, nadaría por horas aquí. Nado lejos de Alexander y me relajo mientras floto. Es un excelente nadador, me sigue el paso demasiado rápido, no hay nada que esté hombre no haga bien.
Nadamos a nuestro alrededor del yate que aparcó a mar abierto, Alexander sale del agua con el cabello mojado, la cara con gotas de agua, voy con él besándolo lento disfrutando del sabor de la boca de mi marido.
Estoy en el paraíso.
Nuestros anillos de matrimonio brillan cuando el sol le da directo. No podría ser más perfecto, ni siquiera pienso en Londres, soy egoísta con lo que quiero y lo tengo todo aquí, una parte de mí no regresaría jamás.
—Me gusta tu diminuto conjunto nena.
—¿Quieres que te baile arriba como las mujeres de la isla? Puedo hacerte un privado de nuevo si quieres — señalo el yate.
—No soy pendejo para rechazar esa oferta — me besa —Ninguna mujer baila como la mía.
Mi ego sube por los cielos y le sonrío romántica mientras regresamos nadando a la popa del yate dónde nos quitamos el agua salada del cuerpo, le encanta mi diminuto conjunto, no me ha quitado las manos de encima.
Los sirvientes nos atienden apresuradamente, con toallas, bebidas y los lentes negros de mi marido para la protección de su vista. —Tú te vienes conmigo, ya te dije que esté es tu nuevo lugar— Alexander se sienta y me pone en su regazo mientras el barman prepara bebidas, las mías sin alcohol, su mano sobre mi vientre mientras pruebo uno de los bocadillos del lugar.
Cuando la ostra se desliza por mi garganta las arcadas matutinas aparecen y me agarro a los bordes de la proa, el yate ha comenzado a avanzar, más dentro del mar.
—¿Estás bien? — ladea la cabeza para poder verme.
Asiento, pero siente como mi estomago bajo su mano se comprime y reprimo las ganas de correr al baño.
—¿Arcadas?
—Necesito tu olor— me pego a su cuello, pero como hemos estado en el mar apenas y percibo el olor a menta de su loción. —¿Por qué no trajiste uno de tus sacos? Es el único olor que me calma — lo miro enojada.
—Estamos en la playa, nadie viste así.
—Tú deberías, las arcadas no se irán a menos que huela tu colonia.
—Ven aquí inútil de inmediato— chasquea los dedos hacia Ida —Regresa a mi hotel y trae alguna prenda mía para mi esposa.
—Rocía un poco de su colonia sobre uno de sus sacos, por favor Ida.
No se ve contento, pero no se niega, lo de Rebecca lo tiene con la cabeza gacha y come poco. — Como ordene mi señor y mi señora.
—Tienes dieciocho minutos— le advierte Alexander con esa expresión de mafioso en su rostro.
Es muy poco tiempo, estamos a casi una hora de la isla y no se diga del hotel, pero Ida corre como si su vida dependiera de eso. Me giro besando a mi marido, sin despegar la boca de la suya, aprieta su agarre en mi cintura y todos se giran para no mirarnos.
Orden suya.
Nadie nos mira y nadie nos interrumpe.
Entierro mis dedos en su cabello, me siento enamorada, relajada, no quiero parar. Parecemos de esas parejas que vienen a la Isla. Deja su mano en mi vientre mientras me relajo en su pecho.
Me levanto para ir a una de las tumbonas, me deja sus lentes protegiéndome y de inmediato los sirvientes tienen unos para él. — Quiero broncearme, hasta que no pueda oler tu perfume no comerá nada o vomitaré toda la mañana.
—Túmbate y dame buena vista de tu culo nena— se reclina cuando le ponen su bebida con alcohol y su IPhone al otro lado de su mano, no ha dejado de sonar toda la mañana, no sé si es Maya o los rusos.
—Colócame protector solar mientras bebes, pervertido— le lanzó la pequeña botella rosada tumbándome a placer bajo el sol.
—Eres una caprichosa mimada Emma, pero tienes una tanga— niega con la cabeza y se levanta, cierro los ojos acostada de espaldas, suspiro cuando siento sus manos por mi cuerpo.
Es muy cuidadoso en la parte del tatuaje en mi brazo, no dejo de mirar mi tatuaje, es un diseño perfecto, no me acostumbro a ver mi piel tintada, es nuevo.
Pasa los dedos lento esparciendo el protector, mi espalda, pero cuando masajea donde mis muslos se ríe del pequeño sobresalto que doy, después va a mis pechos, duelen, mientras más grandes se hacen pesan. Suelto una risita cuando pasa por mi costado, pero se me borra cuando va por mi entra pierna.
Sólo él puede aplicar protector solar de una forma obscena. Se sienta al final de mi tumbona y me gira poniendo mis piernas en su regazo, pasa las manos suavemente y besa mis muslos.
Su anillo matrimonial pasa frío de arriba hacia abajo acariciando mi piel expuesta.
Me está dando el trato de una reina.
—Trabajo y bebo mejor contigo acompañándome nena.
—Quiero relajarme en la tumbona para tomar el sol.
—Te vienes conmigo— no acepta estar despegado de mí, me levanta en brazos y me lleva de nuevo a su anterior asiento colocándome de espaldas, vuelve a tener mis piernas para el deleite de sus manos y bebe mirando su celular.
Me quiere cerca todo el tiempo, aquí también hay sol, dejo que mi piel se caliente deliciosamente con sus dedos subiendo y bajando desde mis muslos hasta mis pies. La brisa que provoca el yate avanzando me moja la cara.
Siento sus labios en mis muslos besa y vuelve a trabajar.
Ida aparece en lo que parecen ser veinte minutos o menos, no sé cómo lo logró, pero con Alexander no hay replicas, trae una camiseta polo impregnada en la loción de mi hombro, me la pego a la cara gustosa cerrando los ojos.
El revoltijo que sentía en mi estomago se van calmando, Alexander me observa hacerlo y oculta la sonrisa que amenaza con salirse. Estiro la mano para una de las barras de chocolate que tanto odio, pero que amo comer desde hace días.
Me atiborro la boca y sigo oliendo, el olor mentolado, debo comprarme una loción de mi marido para mí misma, estoy segura que me atiborro de la segunda barra de chocolate porque me queda un poco en la mejilla.
Alexander arquea una ceja por debajo de sus lentes negros. —Ya sé que me estás juzgando, voltéate y no me mires— lo pateo a modo de juego.
Muerde mi dedo del pie y se ríe a carcajadas con la cabeza hacia atrás, nunca se ríe, estoy frente a un suceso digno de apreciar, su risa ronca.
—Estar embarazada te hizo una demente ¿Cuándo en la vida habías comido tanto chocolate? Lo odias, ya lo estarías vomitando.
—Tú me embarazaste, no te quejes ahora— le ofrezco de la barra que como y la mira con desagrado. —Está muy buena, tú te lo pierdes.
Me jala hasta su lado sentándome de nuevo en su regazo, me sostengo de sus hombros musculosos. Pasa sus manos por mi vientre repetidas veces —Mi hijo debe comer algo más que ese chocolate, esa doctora Kriss debe hacerte nueva dieta.
—¿Dieta? Ni lo pienses Roe, la mayoría de la comida me da arcadas, no me puedes quitar lo único que me gusta.
—¿Qué hay de las jodidas tostadas de crema batida?
—Me comí cinco está mañana.
—¡Carajo Emma! ¿Quieres que te dé un coma diabético?
—Estás exagerando— le beso la comisura de la boca dejando un rastro de chocolate. —Si no quieres que coma, tostadas de crema batida, entonces ponles otra cosa, a lo mejor tostadas de Alexander Roe— ronroneo, coqueta mientras sus cejas se alzan.
—Eres una perversa.
—Tu perversa.
Sonríe de nuevo besándome y veo de mala gana como me traen un plato muy nutritivo de comida que ni el probaría. Lo como malhumorada mientras textea, Ethan nos mira de lejos leyendo su periódico local, parece de otra época. Le sonrío y me da una inclinación de cabeza.
—Come— Alexander no me deja huir.
—No me presiones mi amor— doblo el labio como una mimada y mi guardaespaldas me conoce mejor que nadie porque a los minutos está sonando música latina por las bocinas, mi favorita.
Me muevo en el regazo del lobo, resistiendo el impulso de bailar. Su mano en mi vientre hace cosquillas, me obligo a comer en el paraíso hasta que siento la vibración en su IPhone, el nombre de Maya aparece en la pantalla.
—¿Problemas?
—No— se levanta para no arruinarme el viaje y se va al otro extremo de la proa. Lo veo hablar muy enojado por el celular, cuando grita en danés da más miedo a sus sirvientes. No me gusta la expresión de su rostro.
No quiero salir del paraíso.
Mi celular está en mi regazo, no quiero ni revisar las noticias locales, no sé si el ministro usará a la prima de Susan Madden para las elecciones o si anunciará que su esposa está muerta.
Abro el primer artículo y es una buena elección, la prensa amarillista ya ha anunciado nuestra boda, las pocas fotos que les dejamos tomar ronda por todo internet, sonrío a la perfección.
Estamos en el altar colocándonos los anillos. Los medios londinenses están locos hay más de veinte medios tratando de concretar una rueda de prensa con Alexander y conmigo. Emma Roe.
—Octavian ven aquí.
El asiático corre descalzo hacía mi soltando el trapo en sus manos y sus pantalones cortos. —Ordene mi señora.
Le susurro al oído mi plan y sonríe lentamente asintiendo, a los segundos va a cumplir mi petición, no quiero que se pierda lo que hemos logrado hasta ahora, miro ansiosa como se acerca con miedo a Alexander con una bebida y una pequeña sombrilla preparada.
—¿Qué quieres?
—La mujer de ahí le envía está bebida mi señor— le ofrece su bebida exótica señalándome.
Alexander alza la cabeza con el ceño fruncido confundido, pero desde mi lugar le coqueteo con un guiño de ojo.
—Dice que es usted muy atractivo y lo invita a bailar con ella.
Ethan hace lo suyo con la música, Hips don't lie comienza a sonar en el yate, me levanto de mi lugar y comienzo a mostrar mis dotes de bailarina moviéndome al ritmo de la mujer que canta.
Muevo las caderas de un lado a otro, mis manos arriba y me siento de nuevo en el caribe. Veo los rostros de los de seguridad atrapados en mi baile. Alexander se sienta en la proa admirando a su esposa.
Un chasqueo de sus dedos aparta las miradas de todos. Se toca la barbilla recorriéndome de arriba hacia abajo. —¿Cómo se llama la mujer que envió mi bebida? — le pregunta a Octavian.
—Emma Roe.
—Bailaré con ella.
Lo miro de lejos y le sonrío, me regresa la sonrisa y me acerco a bailarle. Mis caderas lo tienen anonadado. Me mete mano cada que puede, cruza su tobillo por uno de sus muslos y deja que le dé el espectáculo de su vida.
—La mejor bailarina que existe— dice apreciativamente.
—La mejor mi señor— Octavian concuerda con él y levanta el enojo del mafioso posesivo.
—¿Qué miras, imbécil? Deja de ver lo que me como o te reviento plomo en la cabeza.
—Disculpe mi señor, sólo quería admirar el baile.
Me río por el miedo de Octavian, él es una de las personas a las que no dejaría que Alexander dañe jamás.
Muevo las caderas de un lado a otro provocando a mi marido, la tanga me pesa en el cuerpo. Se pone dominante abriendo las piernas con una invitación perversa, todos voltean la mirada.
Deja ver lo que ellos no pueden tener, pero llega un punto en el que sólo me quiere para sus ojos.
Termino en su regazo besándolo, mete las manos debajo de mi bikini y pasea el muy pervertido entre mis pechos y mi sexo, paso mi mano por su pecho desnudo y lo beso con ansias, hemos follado tanto, llevamos casi veinticuatro horas aquí.
Nuestra boda fue lujosa, romántica y simplemente perfecta, estoy más enamorada de este hombre de lo que he estado nunca. Baja las tiras de mi conjunto y se prende a mis tetas desayunándolas como tanto le gusta.
El contrato sólo aumentó la obsesión que tiene por ellas. —Debo establecer la hora en la que comeré mi desayuno todos los días para que no se te olvide.
—Aunque las desayunes siempre terminas prendido a ellas cada hora del día— paseo mis dedos por las hebras de su cabello suavemente cuando succiona mis pezones ansioso buscando sacar la comida de nuestro hijo.
—Es que son mías Emma— jadea con la boca llena —Las tetas de mi esposa son todas mías.
Me muevo en su entre pierna amamantando a mi mafioso obsesionado, mojo su bañador, quiero que me haga a un lado la tanga y se penetre, pero lo único que hace es moverme en su polla para hacerme correr en un orgasmo delicioso cuando termina de desayunar mis tetas.
—Al menos dame las gracias por darte tu desayuno.
Me nalguea con una advertencia. —Las gracias me las tragué cuando probé tu coño.
Le pego en el pecho riéndome y me coloco de nuevo las tiras cubriendo mis senos. Le beso la boca mientras lo alimento de frutas exóticas de la isla, come de todo menos el chocolate que le ofrezco.
—Prueba este cariño— le meto una especie de kiwi chupa mis dedos y lo degusta, Ida mira de lejos asombrado de la forma que puedo hacer que el lobo parezca relajado, pero no me fio del oriental hasta no saber que planea hacer por la muerte de Rebecca.
Espero que a los lobos no les haya dado indigestión por una mujer tan maldita.
—Dame más— pide Alexander picándome las costillas para que centre toda mi atención en él y en ninguno de nuestros sirvientes.
Lo alimento cada que puedo y cuando terminamos me voy a las tumbonas, le aplico protector solar en todo el torso disfrutando de las venas saltadas de sus brazos, aplico un masaje en su espalda que lo hace respirar hondo en alivio.
Me doy cuenta la tensión que hay en sus hombros y me pongo abierta de piernas por su cintura masajeando su espalda, voy dejando besos por donde mis manos alivian la tensión, su respiración se relaja.
Me tumbo sobre su espalda y sin darme cuenta caigo dormida en segundo. Ni siquiera estaba agotada.
El yate desacelera en la costa despertándome cuando los motores se detienen, Alexander me besa para levantarme, me pongo ropa decente y cuando termino me toma de la mano y salimos a nuestras camionetas rodeados de hombres mafiosos bajo nuestro servicio.
—Mi señor creo que debería ver lo noticieros locales— dice Ethan mirando a nuestros alrededores —El ministro Madden es noticia internacional, pero no por la muerte de Susan Madden.
—Utilizará a su prima para cubrir a su esposa. ¿Para eso te llamó Maya?
Asiente sin dar más detalles y se me retuercen las entrañas.
Llegamos a nuestra habitación enciendo su IPad buscando las notas del ministro Madden, los más grandes empresarios de Londres están hablando como si fuese su más íntimo amigo, el parlamento hace un comunicado oficial y el MI6 también.
Ethan trae mi celular y miro los emails que han llegado a mi bandeja la mayoría de noticieros muy importantes el New York Times quiere una entrevista con Richard Madden. Bajo por las notas hasta que doy con la primera.
Es un video del noticiero local londinense, y del BBC. La mujer se ve acongojada de dar la noticia.
Creíamos que el anuncio de la boda de uno de los empresarios más reconocidos de Londres, Alexander Roe y su publicista Emma Brown, ahora Roe, sería la noticia del año, sin embargo, está tarde a un día de la celebración matrimonial del dueño de la cadena más prestigiosa del continente, la base militar del MI6 en Brent fue atacada por la delincuencia organizada y terrorista de Dinamarca.
Miro a Alexander, Richard planeo todo esto, se llevó a todos los agentes a Dinamarca para dejar en desventaja la base de Brent.
Se han detectado muchos muertos por parte del ataque, pero el principal nombre que ha sonado y por el cual el paramento otorgó sus más sinceras condolencias y ofrecerá un memorial simbólico con honores, es el hombre que lideró a el servicio de investigación y espionaje londinense, por más de siete años, el teniente Wall.
El honorable teniente del MI6, el militar inglés David A. Wall ha muerto a las doce horas con catorce minutos este jueves cuatro de marzo.
—No creí que Sarah fuera capaz de permitir la muerte de su padre— cierro los ojos escuchando lo que dice la mujer.
—Cuando estas cegado por el poder como ella es capaz de todo, por eso la hija de Jack se queda con nosotros, no la utilizará más a su beneficio.
—Eso no cambia que Jack siga encerrado y siendo torturado, Sarah debería estar en su lugar.
—Jack se entregó solo.
—Lo hizo por su hija.
—Grave error.
—Emilia me pidió rescatarlo a cambió de darnos información para detener a Richard el día de nuestra boda, creo que sabes que los camaleones no dan información valiosa sin recibir nada a cambio— mantenemos la comunicación.
—Lo sé perfectamente, pero Emilia tiene un nuevo jefe y estoy bastante seguro que es Richard, así que de ninguna manera rescataré a Jack— se pone serio —Quiero que entiendas esto Emma, Maya crio a sus dos hijos para sobrevivir, no para pelear, no importa que el mundo se esté quemando Emilia y Jack nunca meterán las manos al fuego por nadie más que por sí mismos, asi de egoístas somos los Roe.
Le toco el rostro suavemente. —Dina me dijo que Jack le pido buscarme.
—Dina es un camaleón Emma, nunca confíes en ellos, en ninguno
—Tú lo hiciste al creer que Emilia sabía la ubicación de Susan Madden— no puedo dejar a Jack a su suerte, él le prometió a Millie volver y debe cumplirlo, la pequeña está en depresión infantil por culpa de la maldita Sarah.
—No confié en ella, sólo tomé la información que me vendió, es muy distinto. — llama a Ethan y reúne a la seguridad que nos siguió en Santorini. —Ya han escuchado las noticias sobre la muerte del teniente Wall.
—Maya nos ha informado que el ministro Madden volvió a Londres para presentarse en Brent junto con Sarah.
—Pero no nos conviene que sea Sarah la que ascienda al cargo de teniente— explica Alexander. —EL memorial del teniente Wall será mañana, el luto dura tres días hábiles, después de eso el parlamento dejará que Richard elija un nuevo teniente y debe ser alguien que al menos nos sirva para algo.
—Entendido mi señor, liberaremos a James para que se presente al MI6.
—Alto— me levanto de mi asiento mirando a Ethan y a Alexander —En el Kript dijiste que Dylan era el indicado al puesto, era lo más conveniente para la organización.
—Al cojo no le haré ningún favor y menos le arreglare la vida de pordiosero que tiene— aprieta la mandíbula —James irá por el puesto, está amenazado por la organización y es mi fiel sirviente desde ahora.
—James no está capacitado, de la gente que había en el MI6, Lena, Dylan y Sarah siempre fueron puestos al nivel del teniente Wall— busco apoyo en Ethan, pero está vez se pone de parte de Alexander.
Sé que soy parte de la organización ahora, pero tantas estrategias en tan poco tiempo me abruman. Salgo a la terraza, Alexander hace esto por celos, no por estrategia, no toleraría que Dylan tuviera un cargo mayor.
—¿Puedo acompañarla mi señora? —Octavian sale conmigo.
—Por supuesto.
—Sé que encuentra difícil lidiar con lo que sucederá en Londres, pero le sugiero que mantenga la calma, mi señor me mandó para entretenerla, en su estado no debe estresarse ni tener disgustos fuertes— comienza a cepillar mi cabello. —Eso dijo la doctora Kriss.
—Estoy muy feliz de poder hablar de mi bebé sin ocultarlo o sentirme asustada.
—Los rusos eran nuestro mayor problema, pero ya que mi señor mató a uno de ellos dudo que quieran ponerle una mano encima al heredero Roe.
Respiró hondo. —No entiendo ¿Por qué los rusos no quieren mi embarazo? La mayoría de los miembros de la organización se vieron complacidos de que el lobo tuviera descendencia.
—No es que no quieran hijos del lobo, lo que no quieren son debilidades cuando entraremos en conflicto con los daneses.
—¿Podríamos irnos Alexander y yo por uno o dos años lejos de aquí?
Sonríe asintiendo. —Si fuera tan simple lo harían mi señora, pero no lo es.
Eso lo entiendo perfectamente, pero no me estreso en pensarlo, estoy embarazada, lo único que quiero es paz para mí y mi bebé. Me paso la mano por el abdomen, aunque está plano, no sé en qué mes comenzará a notarse.
Tener un vientre abultado como el de Cora me hace sonreír, Cierro los ojos en la tumbona con el aire acondicionado durmiéndome de nuevo, parece que mi cuerpo se ha convertido en un busca camas porque en cuanto entro a la habitación e inmediato mi cabeza se queda dormida en la almohada.
Respiro entre sueños el olor a menta que tanto me gusta, me remuevo en la cama, nadar y disfrutar del yate debió agotarme porque me siento gruñona, por la terraza veo el atardecer, el sol se ha puesto debí dormir unas tres horas seguidas, carajo. ¿Esto es cosa de embarazadas?
—¿Qué demonios? — muevo mis extremidades para ir al baño, pero siento el peso muerto de mi marido sobre ellas.
Alexander tiene los ojos cerrados también dormido, pero esta vez no está entre mis pechos, alzo las cejas mirando su cabeza en mi vientre abrazándose mi cintura con un agarre. La ternura inunda mi pecho y dejo de moverme para no despertarlo.
Sus pestañas se mueven y me quedo inmóvil para que no me vea despierta. Abro un ojo a penas cuando se estira mirando la hora en su Rolex. —Hej igen— murmura en danés y raspa su barbilla sobre mi abdomen besando por donde quiere.
Mi pulso se desboca con tanta ternura. — ¿Qué dijiste?
Alza el rostro al mío mirándome atraparlo. —Nada, me quedé dormido, no sabía que habías despertado. ¿Quieres agua?
Se mueve por la habitación dándome la espalda caminando al mini bar, pero no puedo con la sonrisa que hay en mi rostro.
—¿Hablaste con la cosita?
Su ceño se frunce y no responde, se levanta a beber agua, después me pasa una botella a mí, me río y o beso, pero no confiesa lo que hizo, mi risa lo hace enojarse. —Dime que hablaste con la cosita y será nuestro secreto.
—¿Qué diablos dices? Yo no soy de ese tipo, hacer esas cosas no va conmigo, me quiero reproducir con mi mujer, pero no soy como el imbécil de Jack que se pone como perro por su hija.
—¿Qué tal y tenemos una hija?
—Puta vida, no— maldice varias veces y pone expresión horrorizada— Estoy bastante seguro que será un varón, algo me lo dice y será un hijo de puta como yo— lo beso —Pero ve haciéndote la idea que mi carga te puede hacer gemelos Emma, no te sorprendas si eres la primera mujer de los Roe en dar dos hijos la primera vez.
Su expresión horrorizada se traslada a mi rostro y lo empujo lejos. —¿Dos? ¿Estás loco? Eso dolería más que mi tatuaje.
—Nena, soy un Roe, tengo una potencia única y mi semen te pudo hace hasta tres hijos— toca mi vientre y asiente —Sí, definitivamente puede haber más de un Roe aquí.
—No tienes genes de gemelos en tu sangre.
—Maya y el hijo de perra de Logan son mellizos, al igual que Emilia y Jack— planta su cara entre mis tetas, pero yo abro la boca con horror, me enyesarán la vagina si llegó a tener a dos Roe al mismo tiempo.
—Pero tú y Bennett no lo son.
Resopla. —Soy tan perfecto que tuve que nacer sólo para que no me quitaran la gloría, si me das dos hijos el tercero no nos costará nada nena— se ríe ronco viendo mi cara palidecer.
—El dolor de parto es algo en lo que no he pensado. ¡Si resultan ser dos, voy a divorciarme de ti!
—Esa boca Emma— me advierte —Esa jodida palabra no la pronuncies de nuevo.
—Si son dos será tu karma porque mis tetas serán de ellos— su risa se borra.
—Si tú crees que tus tetas dejarán de ser mías te equivocas, ya contraté un biólogo para que teste las fórmulas lácteas en recién nacidos— abro la boca —No son negociables ¿Entendiste? Y si no, me iré a juicio.
—No puedes irte a juicio por mis tetas.
—¿Quieres probarlo? Ganaré, así tenga que sobornar al juez con mis millones, lo haré.
Lo maldigo riéndome de lo absurdo que es y terminamos en un morreo, un parte de mí cree que es broma y la otra, una muy estúpida, cree que habla enserio. —Me gustaría verte sin dinero a ver si así pierdes el ego.
—Nunca me quedaría pobre pordiosero como Erick, tengo tres fortunas nena— me abre las piernas —E incluso si fuera un vil pordiosero la gente se arrodillaría delante mí por mi belleza y perfección.
Pasa su lengua por mi sexo, entierro mi mano en su cabello y lo retengo, cada vez que veo mi anillo matrimonial siento un revoloteo en mi estomago al ser consciente de que Alexander Roe finalmente es mi marido.
Su posesividad se me está pegando y muy fuerte. Lame mi clítoris hasta chuparlo en su boca. Hasta yo sé que vamos tarde para el festival que hacen los de la Isla, es la atracción más grande que nos ofrecieron, pero ni eso me hará parar de gemir con la lengua de mi marido.
Sube sus manos para apretujar mis tetas. Escupe en mi sexo y sigue comiendo, los sonidos de mi humedad me vuelven loca, las hormonas las tengo disparadas y Alexander no ayuda, soy una maldita ninfómana por su culpa.
Toca mi pulso sensible y grito de puro placer corriéndome en su boca. Traga todo lo que pueden, el zumbido en mis oídos lo sobrepasa con esa oración en danés que hace, ya la entiendo, está dando gracias por sus alimentos.
—Amén— susurra perverso cuando termina de comerme.
Cuando sube por mi abdomen besa todo el camino hacia arriba alzando mi pequeño vestido, me voltea sobre la cama y me pone en cuatro, escucho el sonido del cajón de noche abriéndose y azotándose.
El sonido metálico resuena en mis oídos, veo el par de esposas que hay al lado de mi cabeza. —¿Recuerdas lo que hiciste conmigo en el Caribe?
—¿Montarte?
Me da una nalgada. —No te hagas la inocente, me ataste a la cama.
—Ah, ya lo recuerdo.
—Pues está es mi venganza Emma.
¡Hola sexys!
Alguien está muy emocionado por embarazar a su mujer, no diré quién es, pero habrá señales JAJAJA
Seguimos en la era Karlalove y amo Alemma.
¡Los amo tres millones!
-Karla.
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