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CAPÍTULO 51

Emma.

Tengo un escalofrío en la espalda por la mención de mi próximo nuevo apellido y por tener a la Maya de antes. Le eché de menos, pelear contra Tyler es algo que puedo soportar, pero no con ella de su lado.

—Todavía falta que el ministro Madden firme este documento para cerrar su carpeta de investigación y eso le tomará una hora más en la base del MI6— Sarah se acerca con mala cara.

—Ya quiero irme, estoy muy cansada, Erick firmará por mí, él es mi abogado.

—Eso es imposible señora, tiene que ser usted y mientras se hace la documentación tendré que ponerle de nuevo la esposas— llama a James que saca el par metálico quitándole los guantes a Maya.

—Las manos al frente y juntas madame— le pide apretando el seguro.

Maya se deja hacer con clase, aunque se queja de que están muy apretadas, pero no le importa a James. —Asegúrate de tenerla vigilada hasta que llegue el ministro Madden, sus familiares tiene derecho a guardar silencio o si desean esperar a fuera sería lo más conveniente— le ordena.

—Te tengo consideración por ser la madre de mi nieta y la autoridad a la que estoy sometida en este momento, pero Dios sabe que me estas agotando la paciencia Sarah— dice Maya leyendo el documento en el escritorio dónde la sientan. —Y tú, agente, quítame las manos de encima, sé cómo sentarme sola.

—Es por protocolo.

—Protocolo tus pelotas y lar órdenes que te dé está agente.

—No todo se consigue con dinero Maya, para librarse de mí, necesita más que las órdenes del ministro — no se intimida la hija del teniente. —Hasta que el MI6 o la jueza escocesa no lo autorice, no voy a parar, vea esto como una libertad condicional.

—Es una libertad condicional Sarah— le explico.

—¿Lo ves? No eres muy lista como mi sobrina, además eres prepotente, egoísta y no me gusta nada tu peinado, el negro no es tu color de cabello. — Maya le voltea la cara cuidando que las esposas no rocen su perfecta manicura.

La vena de la frente se Sarah salta cuando Maya termina de juzgarla. Sigo a Erick a la oficina continua, es la del teniente Wall que marca la placa de la puerta, pero dentro no hay nadie aún.

—¿Crees que haya algún problema con los documentos?

—Tranquila, los estoy revisando para que no queden cabos sueltos, además tengo contactos en la base en caso de ser necesarios, máximo estaremos aquí dos horas hasta que terminé. ¿Estás cansada por toda la fiesta en la residencia?

—Estoy ansiosa, amenacé al ministro en su entrevista, tengo que hacer una transferencia monetaria al periodista del MI6 que soborné para que me ayudará hoy y tengo a dos periódicos locales insistiendo por publicar la noticia del supuesto embarazo de Susan Madden.

—Mi padre te aplaude esa maniobra para cubrir el silencio incomodo del ministro. Fuiste una de sus publicistas favoritas y lo sigues siendo.

—No me siento tan satisfecha como debería, me estaban temblando las rodillas — admito y me frota los hombros poniendo calidez en mi cuerpo. —Pero sé cómo manejar una imagen profesional.

—Así se siente cuando los clientes son más reconocidos, o tienen más dinero y relaciones con otros socios de renombre.

—Con él es diferente, el ministro es corrupto, puede desaparecerte en un día sin dañar su imagen de hombre honorable.

—¿Te amenazó? Puedes decírmelo, sé que no somos muy unidos, pero podemos confiarnos cosas como estas, así como me las confío con Alexander, soy su mejor amigo, casi su hermano.

No miento, fue electrizante estar por encima del ministro esos minutos, pero le tengo miedo a su corrupción.

— Dijo que el mismo me entregaría a la casa de los treinta y siete por haberle hecho esto y no me gustan las represalias que pueda tomar, él, su equipo de trabajo o Tyler, incluido, en Brent trató de asfixiarme cuando me encontró escondida ahí.

Alza las cejas con mi confesión. — ¿Se lo dijiste a Alexander?

—Ethan estaba conmigo en Brent y lo de hoy, sigue estando en mis manos.

—Te olvidas de quién es tu prometido, su tío no tiene buena fama, hizo una fiesta con Maya encerrada, así que esas amenazas que te hizo Richard o te haga Tyler díselas, no me obligues a hacerlo yo mismo.

Asiento. Hace poco lo veía solo como el fiestero amigo de Alexander, pero Erick es más que eso, se fue con él a Nueva York después del disparo, sabe de la organización, es torpe con un arma en su cabeza, como esa noche con el kray en el club de la prima de Alicia, pero sigue aquí.

—El truco de hoy fue muy bueno, arriesgado y creo que dejaste sin cojones al ministro, pero te lo aplaudo— me sonríe coqueto de lado. —Y el del traje ni se diga— se carcajea. —Te pusiste como Alexander cuando se enteró que el cojo se quería comer su crema batida.

—¿Su qué?

Pega el borde de los documentos en la mesa varias veces para acomodarlos del mismo tamaño—Su postre, sus nueces, su tostada de crema batida, ya sabes, todo eso que sucedió en el Caribe, porque ir sólo para reclutarte es la mentira más grande que he escuchado en mi vida. —mira a la puerta y por el ventanal Alexander nos mira con Maya.

Creo que deduce que Erick está soltando la lengua porque lo mira serio y le dice a Maya algo antes de dejarla y venir con nosotros por lo que Erick se apresura a hablar.

—¿Me llama su crema batida?

—Ese apodo yo lo uso, no se lo he dicho, pero hace buena referencia. ¿Me explico? El alcohol se volvió su mejor amigo después de mí en Nueva York. Dile que te diga las veinticinco razones por las que te odiaba.

—¿Se las dijo a Rebecca?

—Tu pregunta me lleva a qué quieres saber si Alexander se acostó con ella durante los tres meses, además de los besos y antes que le reclames, yo vi varios entre el agente Gray y tú al poco de volver a Londres.

Me siento ofendida. —Para ese entonces no estábamos juntos ¿Vas a decirme algo coherente?

—Emma, el maldito lobo, asesino, torturador, cazador y toda la mierda que es, te pidió matrimonio, ¿Quieres una respuesta coherente?

—Sí.

—Te la doy, pero primero contéstame algo— inquiere cuando me cruzo de brazos, parece un trato justo. —¿Qué sucedió en el avión al Caribe? Lo pregunto, porque en el club de la prima de Alicia escuché a hablar al agente Gray tomándose unas cervezas, pero no dio muchos detalles, solo decía palabras al azar.

—Porque los caballeros no tienen memoria y lo que sucedió en el Caribe, se va a quedar ahí para siempre.

—Dime más— centra su atención en mí por completo.

—Eres muy comunicativo para que te cuente algo privado.

—¿Todo en orden? — apuño mi abrigo en mi abdomen con la voz de Alexander en la puerta.

—Sólo hacen falta las firmas y el sello del parlamento— sonríe Erick mirando a Alexander. —Paralizaste al ministro Madden Emma y no pensé que fuera para sacar a Maya de aquí, soy un buen abogado y me iba a tomar un par de días hacerlo yo mismo. ¿Cómo le llamas a tu estrategia?

—Poder femenino.

—De ese tiene mucho Erick. — replica Alexander.

La seguridad del ministro Madden se queda en el pasillo cuando él pasa a la oficina del teniente en la comisaria. Sarah lo mira firmar la liberación igual que su padre. El teniente no pronuncia más que lo necesario sin entrar en discordias como su hija.

—¿Estás seguro de esto ministro? No te estoy hablando solo como teniente, sino como colega — la voz del teniente Wall es neutra.

—La declaración de Beckham no es suficiente para retener a la señora Roe, no podemos confiar en la declaración de un delincuente.

Maya espera a ver firmada su liberación de pie con Alexander, la secretaria redacta un acta que Richard lee enojado a mi lado y la firma después del teniente Wall y la de Alexander por cuestiones legales, con Erick en su representación.

La última firma es la de Maya. Espera a que le den un bolígrafo nuevo. —Sin duda esto es un mundo de hombres— mira al teniente y al ministro trazando su firma —Pero no es nada sin una mujer.

—Hoy a las 22:00 horas, se deja en libertad condicional, en la base central del MI6, a la CC. Maya H. Roe, bajo el lineamiento diecisiete, del régimen del MI6 y por orden de la autoridad máxima, el honorable ministro Richard Jhosep Madden — cita el teniente Wall haciendo que Sarah se vaya azotando la puerta de su oficina.

Maya sonríe con sus perfectos dientes. Pongo mi mano sobre el hombro del ministro. —El sello, señor Madden.

—Ya sé que falta — se quita de mi agarre y firma con el sello del parlamento inglés para darle oficialidad al documento, en ese momento... James le quita las esposas a Maya.

Se frota loción de nuevo en las manos y se reúne con su manso que la espera, ansioso, por primera vez la veo besarlo en público, el hombre es incluso menor que Bennett, tal vez en sus veintidós o veintitrés años de edad, bien vestido, elegante como ella, incluso pudiera ser su hijo.

La gente mal mira el beso, las secretarias incluso se hablan al oído, pero se nota el apego que el hombre le tiene a ella y el dinero con el que Maya lo recompensa.

Me hace caminar con ella afuera, con la advertencia que hay en los ojos del ministro, Alexander a mi espalda le advierte que quite la mirada de mi con los ojos verdes entrecerrados y el teniente sale por la puerta trasera con su seguridad.

—Las esposas te irritaron la piel, el maldito de James las apretó a propósito— digo cuando Maya se pone los guantes de nuevo.

—Ya desaparecerán, trataron de quebrarme en el encierro, parecen veinticuatro horas, pero las sentí como días, me quitaron la luz, la ventilación, el agua y me pusieron en aislamiento sin siquiera ver a los agentes de la celda, ni siquiera a Beckham, lo trataron así— carraspea —Vi cuando lo llevaron a una celda mejor.

—Es una de las técnicas que Sarah ocupa en Brent con los arrestados, pero sólo lo vi dos veces con los de mayor peligro.

—Como sea no lo logró, porque en cuanto tuve oportunidad, Alexander me mandó la cena de mi restaurante más exclusivo y soborné a una de las agentes para que fuera a Macy's a comprarme sabanas de seda. Y no bebí agua, pero si vino— me guiña con complicidad.

No pregunto cuanto pagó porque cuando se trata de dinero, no hay presiones para ellos.

—Me trataron como una rata. ¿Sabías que así les dicen a los criminales?

—Sí, Dylan lo hace y toda su unidad también.

—El agente Gray— mira su Cadillac negro —Lo recuerdo muy bien desde que mató a mi primo en el Caribe hace un año, en la misión del armamento que les vendieron a los rusos, tiene los cojones más puestos que Sarah y de alguna manera ahora es línea familiar por el hijo de Bennett— pone cara de pena. —¿Te imaginas a nosotros conviviendo con él?

De alguna manera lo harán en nuestra cena de compromiso. La cena de la discordia, mi corazón sigue molido por Dylan, lo he llamado dos veces, apagó el celular, en el peor día de su vida abrí la boca. Cora debe estar con él.

No es de los que se emborrachan para menguar el dolor o las memorias de sus padres, porque se sumerge en el trabajo, pero lo dejó por mí, ante todo es mi amigo, no puedo dejarlo a su suerte, le debo mucho de lo que hizo por mí en Brent.

—Jack estuvo comunicándose todo el tiempo conmigo. — Maya me saca de mis pensamientos — Hicimos lo correcto en llevarnos a Millie, Sarah esta cegada por la muerte de David, como dicen los viejos dichos, no busca al culpable, busca quién pagué y ni siquiera Beckham es suficiente para ella, va por la organización completa ella sola, y eso es lo más estúpido y peligroso que puede hacer teniendo una hija.

—Jack se la va a llevar de Londres.

—El camaleón sabe perfectamente lo que hace— niega con la cabeza —Logan sabe que la debilidad de una madre, siempre serán sus hijos.

Las camionetas negras de Alexander se afilan en la entrada, una en frente y detrás del Aston Martin. Llamando la atención de todos los agentes que están dentro y fuera cuando Ida baja a abrir las puertas.

Maya le da su bolsa Chanel al sumiso y me mira con aprecio. Extrañé tanto esa familiaridad con ella. —¿Por qué esa cara de pena cielo?

Le sonrío débilmente. — Te echaba de menos Maya... no me imaginaba tener a la tía de Alexander en mi contra todo el tiempo— admito mientras los sirvientes de Alexander se mueven como hormigas por el estacionamiento.

Su expresión iguala a la mía. —He sido una maldita contigo estas últimas semanas cielo, tratándote peor de lo que hace Tyler porque me cegó que ayudarás al agente Gray y aun así me sacaste del arresto de Sarah— me palmea la mano frunciendo las cejas riéndose con ironía.

—Una vez te dije que no importaba lo que pasara entre el lobo y tú, que eras mi familia, y nunca hablo por hablar. — agacha la mirada, la tela de sus guantes me deja un cosquilleo en los dedos, los ojos verdes iguales a los de Alexander, los alza mirándome con pena—Esto es incómodo, no se me dan bien las disculpas, nunca lo hago.

—Déjame adivinar ¿Es cosa de familia? — miro a su sobrino.

Asiente como si fuera evidente. —Pero si quieres... puedes... — rueda los ojos con su clásica altanería —Puedes enseñarme.

Asiento y pongo mis manos sobre sus hombros dejándola tensa con los ojos muy abiertos. Sonrío de lado, es una mujer de dinero y se muestra nerviosa por una simple muestra de afecto.

—Cuando las palabras te fallen, puedes comenzar con esto tía Maya.

Es un poco más alta que yo, pero la abrazo por los hombros llenándome de su perfume dulzón en mi nariz. La arrugo por mi estómago, no porque el perfume sea malo y siento como si abrazara a una piedra que irradia calor. Poco a pocos sus manos se mueven por los lados y las siento en mi espalda por mi columna vertebral.

El frio de la noche es remplazado por la calidez de Maya cuando me regresa el abrazo. Se separa pronto como se libra de mí y me besa ambas mejillas seguramente dejando marca de su labial rojo intenso.

—Tengo que ir a darme un baño de burbujas a casa y a ver la fantástica fiesta que está dando mi marido, seguramente en mi honor, porque debe echarme mucho de menos ¿No crees? — se pasa la lengua por los dientes como si estuviera saboreando la cabeza de Tyler.

Traen su Cadillac negro que se abre de puertas con el mando a distancia dando un espectáculo de millonarios a los oficiales de la entrada, incluida yo.

—Cuídate cielo y tú ya sabes que nada de sexo antes de la boda— apunta a su sobrino con el dedo.

—¿Qué?

—Es tradición en mi familia, así que si se cuela en tu habitación dímelo y le cortó el miembro de una tajada— me regresa un beso en la mejilla con más perfume dulzón. —Hiciste lo que el inútil de Blake no pudo hacer en veinticuatro horas, lo supe desde que te vi en la revista en ese primer beso en la galería con Alexander — mira a su sobrino a mi espalda —Eres una mujer peligrosa.

Cuando aprieta la mano su sobrino me la quita de encima. —No la toques, está latinada.

Maya se quita los guantes y mira mis muñecas manoteando fuera la mano de Alexander, pero él no deja que se me acerque. El manso insta a Maya a subirse al Cadillac, ella le acaricia una mejilla dejándola rojiza y el chico le dice algo al oído que la hace reír.

Ida me abre la puerta del Aston Martin dónde espero a qué saga Alexander de la base. Rebusco en mi bolso la loción de la Dra. Kriss y después de frotármela me impregno la nariz con el aroma porque el perfume de Maya sigue causándome molestias.

El Aston Martín está varado, pero cuando las ganas de vomitar me sobrepasan busco agua en el auto. La guantera está cerrada y la tecnología es numérica para abrirla.

Me entra la curiosidad y voy apretando botones por todos lados, Ida me pregunta desde la ventanilla si quiero algo, pero niego, se enciende la luz trasera con un botón al lado de botón de encendido, después comienza la calefacción.

Quiero un auto como este.

Dios, que mi Mazda no escuche eso de mis labios.

Encuentro en el asiento trasero el traje que traía Alexander en la mañana y lo hago bola con una mirada enojada para botarlo de nuevo atrás.

Me quito del asiento del conductor cuando Alexander sale para que no me encuentre hurgando en su vehículo, me coloco el cinturón de seguridad mientras el ministro sale de la base con su escolta dirigiéndose a su camioneta.

Cruzamos miradas, hay una advertencia en la suya, si cree que no le diré a Alexander de sus amenazas, está muy equivocado.

Las luces de Aston parpadean dentro y fuera cuando Alexander entra. —Firmé por Maya para que no quede...

Me pego a su traje y aspiro el aroma de hombre, con menta de su loción. El olor dulzón se me quita de la nariz y el estómago se me asienta. Me mira perplejo olisqueando la chaqueta de su traje.

—¿Qué haces Emma?

—Me gusta ese perfume— olisqueo una vez más y me encojo de hombros.

—Sólo tú te pones a oler perfumes cuando acaba de salir Maya de prisión.

—¿Qué quieres de mí? Soy una persona común que hace estrategias y puede comer en pijama frente al televisor la noche siguiente, algo a lo que tú y tú familia no están acostumbrados.

—Eres muy mimada desde que te conozco— pone el auto en marcha.

—¿Qué te gusta hacer a ti para distraerte de tus problemas? Eres un amargado, tienes veintisiete años y...

—Veintiocho— me corrige.

Suspiro hondo. —Tienes veintiocho años y actúas como mi padre a sus casi sesenta.

—No todo el tiempo estoy amargado Emma, mi carácter es así.

—Pues tienes un carácter horrible. ¿Por qué no me hablaste de la tradición de tu familia antes del matrimonio?

—Es una tradición estúpida que nadie cumple.

—Maya se ve muy comprometida.

—Maya es una metiche.

—Eres un amargado.

—No soy amargado— repite sin admitirlo —Sólo el tiempo que no paso contigo y la otra mitad del tiempo que me haces perder la cordura que es casi las veinticuatro horas del día o cuando tras a la rubia a nuestra casa y me grita como si fuera vagabunda de las calles.

—Cora es una persona ruidosa de nacimiento— me río. —Pero tienes que acostumbrarte a las visitas, porque nos vamos a casar y no vamos a vivir en una cueva, no quiero citas inoportunas — miro la ventanilla.

—No somos beneficencia para que venga a nuestra casa cada que quieran— dice enojado

—Pero haremos reuniones con nuestros amigos y familia, debimos quedarnos en el Score, extraño ese lugar, está más cerca de la ciudad.

—Es pequeño.

—Tú lo diseñaste.

—No dije que sea una pocilga, sólo que es pequeño.

—En tú casa hay espacio para seis personas más, ¿Te imaginas si tenemos hijos? Te vas a quedar calvo de lo lindo y amargado que eres— replico tomándome la tercera píldora del día siguiendo la receta de la doctora.

—¿Soñando con que te haga un hijo de nuevo?

Ruedo los ojos. —Un paso a la vez señor Roe, ¿Por qué no empiezas por llevarme a tu empresa o pedirme que sea tu novia?

Se aguanta la risa y lo miro indignada. —¿Y después nos besuqueamos en el sofá de tu apartamento y si tengo suerte me dejas llegar a tercera base?

—Habría sido mejor a meterme mano en el club— arqueo una ceja y no contiene su risa. —El erotismo me gusta más con romanticismo, no siempre se trata de lo sexual. No sé qué memorias tengas de mí.

Paramos en un semáforo. —Te he visto horriblemente despeinada las noches que me metí a tu apartamento, dormimos en el sofá incomodo, tus tetas rebotar en mi cara, te vi bailar en una fuente como loca diciéndome que no me podías sacar de tu cabeza, te vi ebria en mi ducha, enojada en las reuniones huyéndome la mirada, en mi cocina comiéndote mi comida, la segunda noche que dormiste en mi apartamento te preparaste tus tostadas de crema batida.

Dice cada cosa sin despegar su mirada de la carretera y cada que menciona una siento como un picoteo en mi pecho.

—Nena, tienes un anillo que te hace mía de varias formas— se estaciona en la entrada de su casa y me hace mirarlo. —Quiero fotos tuyas como la perversa que eres, sexo, tus tetas, tu coño, tu actitud mimada, tus llamadas imprudentes en el trabajo— baja la boca a mi oído y baja la voz —Quiero meterme en tu culo en las mañanas— me pica la nuca su aliento. —Quiero a la pequeña seductora completa.

Alzo la boca a la suya saboreando el amargo sabor a whiskey escoses en su lengua. —Confiese señorita Brown.

—No, señor Roe— se a lo que se refiere, quiere que le diga lo mismo que en el Cavern Club.

Me quita el cinturón de seguridad y me pone a horcajadas sobre él alzándome la cabeza con su mano en mi nuca y los ojos verdes enojados. Mi cabeza casi se golpea con el techo de auto.

—Lo quiero dicho en voz alta, Emma, ya.

Me levanta la tela de mi traje por los muslos. —La última vez que lo dije te disparé.

—Eres la razón, por la que casi me muero— dice con voz grave sosteniéndome la mirada. —Pero también la única razón por la que sigo vivo.

Mi pecho se acelera y no puedo evitar la sonrisa débil que tengo cuando con miedo abro la boca.

—Te amo Alexander, más de lo que quise incluso a Kate.

Su mirada seria permanece y se hace un silencio largo en el auto. Le acaricio las hebras de cabello deslizándolo entre mis dedos aferrada a su cuello.

El pitido del reloj me sobresalta volteo a la mano que tiene en mi cintura y veo el bombeo que detectó la alarma.

—Bésame.

—Pero sólo un beso, recuerda que no hay sexo si Rebecca no se larga.

Le sonrío a mi amargado y neurótico favorito y atrapo sus labios lento saboreando la textura suave. El comienzo de su barba me pica en la mejilla, pero no es rasposa porque se afeitó en la mañana.

—Comienza a sacar sus cosas— le beso la comisura de la boca sonriendo cuando se queja de que quité mis labios de los suyos y vuelve mi boca a la suya. Pone sus manos sobre las mías y las baja por su pecho para que acaricie su musculatura.

—Mira de lo que te estás perdiendo por obstinada— me suelta y sigo hasta sus hombros dónde hay dureza, parece que está hecho de piedra.

—Maya dijo que...

—Maya no está aquí.

—Su Cadillac está en el estacionamiento— sus manos aprietan mis glúteos alzándome a él y uando jadeo mirando al techo saca buen partido a mi garganta.

—Entonces hay que darnos el atracón en mi auto.

Siento su lengua saborear mi piel y la rasposidad de sus dientes. Vuelve a poner sus manos sobre las mías y recorre el camino de su pecho, su abdomen en segundos tengo su miembro apretado sobre la tela de su pantalón.

Desabotona mi blusa metiendo sus manos en mi sostén bajándolo por completo, es una tarea de tres pasos en el que su boca encuentra mis senos en cuestión de segundos. Aunque tiene la boca llena se asegura de no tocar mis muñecas.

—¿Estás lista para las fotos que te prometí? — dice sacando mi pezón como si fuera un caramelo.

—¿Vas a hacerlas en este momento?

Asiente dejando libre mi seno izquierdo y buscando su celular en el bolsillo de su saco, el flash dispara cuando tiene la boca llena de nuevo, deja el celular de lado. —Mírame— ordena y cuando bajo mi barbilla saca su lengua lamiendo mi pezón y comienza a morderlo.

—Tienes una boca de infie... infierno— mi vista favorita es el techo de coche.

Los golpecillos en los vidrios blindados le giran la cabeza sin dejar de amamantarse. Me siento como una adolescente pillada infraganti.

—No es posible que sobrepasen mi autoridad de tía— dice Maya enojada volviendo a tocar la ventanilla desesperada. —Sé que están ahí dentro, los quiero a fuera a ambos en este momento.

Alexander ni pronto ni perezoso sigue en lo suyo y yo me curvo la boca con la mano para no gemir, aunque él no me ayuda porque gruñe bajo diciéndome lo buenos que estás mis senos.

Lo regaño, pero sonríe malicioso como el tipo malo que quiere ser atrapado. El auto no se está moviendo... tanto. Hago lo propio para que parezca que está vacío, pero Maya cansada de tocar pone las manos en el coche tratando de ver por las ventanas negras.

Ahoga un gritó agudo y se quita los guantes de las manos. Dice algo en danés enojada y se saca algo de una de sus botas.

—O sacas sus pechos de tu boca o te juro por el mismo demonio Alexander que te saco de ahí en este momento, no vas a romper la tradición de mis padres, ni la de los tuyos por caliente, Emma es una persona decente.

Tan decente que tengo los dedos de Alexander dentro de mis bragas penetrándome.

—Jack la cumplió cuando se casó con la arpía de Sarah y tú harás lo mismo. Tu abuela debe estarse retorciendo en su tumba.

Él se ríe de mi expresión y yo me pongo roja de la pena cuando habla de mis pechos y me cubro sacándoselos a Alexander de la boca.

—Dijiste que era una tradición que nadie cumple.

—Nadie que no se vaya a casar— se encoje de hombros. —Dicen que la abstinencia de sexo aumentará el libido la noche de bodas, pero no necesito recargarme para dejar a mi esposa satisfecha.

Le pego en el hombro. —Apenas recuperé la confianza de tu tía y me haces desobedecerla así, esta enojada.

—Estoy furiosa— la puerta se abre con la punta de la daga Roe de Maya mientras termino de abrocharme la blusa.

—Lo siento tía Maya— me siento culpable.

—Contigo no quiero estar molesta como hoy, pero que quede claro, tal vez no seremos unos santos, pero esa tradición de nuestros pecados— se gira a él apuntándole con la daga. —No te vas a meter entre sus piernas hasta la boda o te castro aquí mismo.

—Aun sí usaría mi boca para complacerla.

Sucede tan rápido que Maya saca su daga en el cuello de Alexander y él su arma en la cabeza de ella. —Te mato.

—No si te mato primero, tía querida.

Ella contiene una sonrisa guardándose la daga. —Está es la parte divertida de esta familia cielo, estoy irresponsables no me tienen respeto, créeme que estoy tratando que Cora contraiga nupcias con Bennett, siempre pueden suceder los accidentes con Lena para quitarla del camino— lo reta con la mirada y me hace caminar a un lugar seguro con ella dentro.

—Pensé que querrías ir a descansar a tu casa después de salir de prisión.

Mi bolso vibra de nuevo y leo los únicos dos mensajes que hay siguiéndole el paso a Maya. Son de Dylan. <<No me dejes solo esta noche, por favor>> el otro viene en seguida. <<Te necesito mucho Emma>>

Se me comprime el pecho leyéndolo. A mi mente vienen pedazos de recuerdos de verlo de lejos llorando en las rodillas de mi madre al poco de perder a sus padres.

—¿Me estás oyendo Emma?

—¿Eh?

—Te decía que no hay descansos mirando la situación en la que nos puso Richard— Maya mira mi celular con la pantalla negra. —Hay que tener las muestras antes que Sarah, Jack te informó porque tenemos que ir a Dinamarca antes que Tyler por lo de las elecciones, ese pedazo de mierda de mi sobrino necesita agendar el vuelo.

—Por hoy ha sido suficiente Maya, vete a tu casa— Alexander deja las llaves del Aston Martin con Ida.

—Estoy tan frustrada de que Richard me allá encerrado.

—Y lo resolveremos, pero no ahora.

La llamada entrante va directo al buzón de voz con el nombre de Dylan en la pantalla. Maya sigue hablando, pero mi conciencia no me deja tranquila. —¿Qué quiere el cojo? — Alexander mira mi celular desde atrás.

Me excuso despidiéndome escaleras arriba odiando esa puta posesividad de Alexander, me cambio la ropa viendo que ningún otro mensaje llega. Podría ser egoísta, pero, así como no lo pude ser dejando a Rebecca que ha sido la peor persona conmigo no puedo dejar a Dylan hoy.

Y viendo de camino aquí no está, se va a caer de lo lindo cuando ella y su tío vean a Maya llegar a su casa.

Dylan abrazándome en la muerte de Kate. Me quito el anillo de los Roe y lo dejo en el tocador. Busco las llaves de mi Mazda llamando a Cora, pero no responde y Alicia sigue en la fiesta del ministro Madden.

Estoy segura que Maya dejó encargado a Ida para que vigile que ni Alexander vaya a mi habitación o yo a la suya porque entre mis salidas por el pasillo lo veo dos veces.

Me recuesto, me levanto, lo hago varias veces indecisa, dormir, no puedo, anoche... casi volvieron las pesadillas de nuevo.

Mato el tiempo revisando los artículos y las redes sociales dónde se habla de embarazo de Susan Madden, debe estarse revolcando en su tumba, me tomo la pastilla del dolor y miro los mensajes de nuevo.

Una hora más tarde salgo de puntillas con las llaves de mi Mazda en el bolsillo de mis pantalones cortos arrastrando los pies.

Hasta que bajo la escalera y veo los planos en la mesa. El hotel de Nueva York con trazos marcados en papel. Paso a la biblioteca dejando la puerta abierta y arrastro mi manta hasta el bulto de hombre que tiene una mano sobre su estómago y la otra en la cabeza cubriendo su vista.

Esta noche soy egoísta y me quedo dónde quiero estar. Dejaré para mañana los rencores, aunque Dylan dijo, que las bestias no cambian.

Puede que siga enojada con él por lo de Rebecca, pero es casi irresistible no sucumbir al Deseo que hay dentro de mi pecho.

Me subo encima de Alexander utilizándolo como mi colchón humano, la manta se cae al suelo en cuanto mis ojos se cargan de sueño, pasa más de la una de la mañana. Hablé con Jack antes de bajar a la biblioteca, hay un plan.

No.

No hay un plan.

—Me estás aplastando— se queja Alexander con la voz ronca.

—Cállate o me voy— murmuro adormilada y su mano baja por la manta a cubrirnos.

Meto mis manos debajo de su camisa buscando calor y sobre mi pijama me sube para poner la cabeza entre mis pechos suspirando dormido. El movimiento es automático, pero me despierta cuando se remueve hasta encontrar la posición cómoda que le gusta.

Busco dormirme de nuevo cuando el IPad cerca de los planos se enciende silencioso, no sé porque seguimos pendientes del movimiento de Dmitry, hace semanas que no sé de él.

Y eso puede ser peligroso.


Cora.

Dejo robado los jabones caros del baño de la residencia del ministro y su esposa por herir a Emma, voy de habitación en habitación, varias están cerradas, pero de las abiertas me robo algo, una porta retrato de la familia Madden, quito la foto y va a mi bolso.

Una vela aromática de la biblioteca y lo que parece ser un set de perfumería de la señora Madden, la empleada que me lo explica es tan linda y lo robo también, aunque se rompe cuando lanzó mi bolso escaleras abajo.

—Mi culpa— digo sin remordimiento bajando los escalones como si la casa fuera mía.

Me recuerda a la vez que fuimos a destruirle el apartamento a la zanahoria. Atrapo a uno de los meseros y como mi quintó canapé de la tarde. Estar embarazada me ha hecho aumentar de peso y amar las cosas con exceso de calorías.

La otra noche desperté a las tres de la mañana para ir a una tienda de autoservicio por una barra de chocolate.

Bennett sigue en la mesa de Hilton &Roe, con el señor Jones, Alicia y los trajeados aburridos de siempre. No veo a mi hermano por ningún lado, él iba a llevarme a casa, pero al parecer se fue con Sarah.

Saludo mimadamente a James de lejos, parece que los del MI6 se están yendo de la fiesta. Veo un florero en la mesa de la entrada, parece reliquia familiar de los Madden, miro a ambos lados comprobando que estoy sola y lo tiro al suelo, se rompe al instante.

—Esa perra, esposa del ministro, va a salir de su escondite o dejo de llamarme Coraline Gray.

Me siento en el sofá, estoy agotada y apenas es media tarde, pero el sueño comienza a ser recurrente en mi vida, —¿Por qué no dejas a mami disfrutar un poco más cariño? — me acaricio el vientre apenas abultado como si tuviera la regla.

Me muero por bailar o por ir a cazar a cualquier tío guapo que vea por aquí, aunque solo flirtee con ellos por diversión, pero después de mi pequeña protesta en las habitaciones de los Madden siento que corrí un maratón.

Me quito los tacones y salgo al jardín descalza con la música en todos lados, las fuentes de la entrada se iluminan de luces blancas que sorprenden a los invitados, mi lugar favorito es la mesa de postres, Emma se fue en cuanto recibió la llamada de Jack, Maya sale hoy de ese encierro.

Un hombre rubio en la barra de las bebidas, me envía un Marini con uno de los meseros, me sonríe de lado y le rechazo la copa al mesero, se ve que se decepciona, pero no sabe que no lo rechacé a él si no al alcohol.

Estoy embarazada. Sí, si lo supieras no estarías coqueteando conmigo.

En momentos como este, me doy cuenta que pasarán meses, incluso un par de años hasta que vuelva a tener una cita decente que termine en buen sexo. No quiero que las hormonas se me alteren tanto que llegue a ver a James guapo.

Bennett sigue mirándome desde su mesa, hoy se portó como un verdadero apoyo, si Lena no fuera de este planeta yo consideraría, dejarlo entrar a mi habitación de vez en cuando si el bebé...

Hormonas.

—¿Hay un lugar en nuestra mesa? — Alicia viene sumergida en trabajo, la veo seguir a Christopher a todos lados, añorando las citas, guardando su agenda, la pobre necesita un descanso.

—Estoy mejor aquí, además no quiero hablar de la política ni dólares y todos esos temas de su mesa.

—Yo necesito una copa, tenemos horas buscando a unos socios de hace meses, pero no han salido al jardín. Si logramos que inviertan en la siguiente exposición del hotel de...

—Para Alicia— la detengo horrorizada. —Ya hablas igual al señor Jones, eres como su copia femenina. Suéltate el cabello, bebe un poco de vino tú que puedes y baila un poco con cualquiera de los invitados.

—Lo siento, por mucho que me encantaría no puedo— suspira reacomodándose el saco —Las fiestas empresariales, son como una reunión de empresa muy bien organizada. ¿Está bien si te dejo sola un momento?

—Linda, no te preocupes por mí, tú trabaja, que ya en pocos minutos me voy a casa.

Se despide de mí con un beso en la mejilla y vuelve al trabajo. Yo me paso comiendo postres dulces nombrando guapo, sexy y en mi cama, a todos los hombres que me atraen y pasan caminando por el jardín, le marco a Dylan para ver si vendrá por mí o pido un taxi a mi casa, pero me bota directamente al buzón de voz,

Hoy es el aniversario de la muerte de nuestros padres y como siempre lo noto cabizbajo, pero hoy más que nunca, tal vez me pase por su apartamento más noche, no es que no me afecte la fecha a mí, pero recuerdo más a Kate de lo que recuerdo a mi madre biológica.

—¿Te apetece bailar un poco? — Bennett ya no trae saco y trae las mangas de la camisa dobladas hasta los codos.

—Sólo tú bailarías con una mujer embarazada, descalza que tiene chocolate en los labios y seguramente a estas horas el viento me despeinó.

—Y con todo eso, sigues siendo la mujer más caliente que hay todos los invitados de la fiesta— sonrío sacudiendo la cabeza cuando se sienta frente a mí

—Si eso es un halago es el peor que he escuchado Bennett.

—¿Quieres que te llame hermosa en lugar de caliente? — asiento. —Pues te ves hermosa— dice con honestidad. —Me gusta cómo se te ve el cabello rubio lacio— pasa su mano por uno de los mechones sueltos.

Esta es la cosa que odio y se lo dije a Maya en mi última revisión médica, puede que mis hormonas estén aliteradas, pero se salen cuando Bennett está cerca, apenas me ha tocado el cabello y no puedo dejar de verle la boca, lo resecos que tiene los labios y los puntos que el sol deja cerca de su nariz como bronceándolo.

Ese perfume Calvin Klein me embriaga la mente. Suspiro, enojada. —¿Ah? — salgo de mi ensoñación, ya no me está tocando el cabello.

—Maya sale hoy en libertad condicional, creo que Tyler no ha sido informado todavía— mira a su tío el anciano flirteando patéticamente con dos mujeres en su mesa, Vamos abuelo, dales su mesada y déjalas ir.

—Emma lo consiguió.

—Tú, la ayudaste.

—No hay nada que yo no haga por ella en esta vida. — me froto los brazos por el frío —Eso ya deberías saberlo. — trae su saco y me lo pasa por los hombros, le doy un gracias muy bajo y me debato en atrapar otro postré. —Mejor vete, no me gusta que me critiquen por comer tanto, pero son consecuencias del bebé.

No se va. —Prueba los rollos de canela— atrapa uno de la mesa — Están deliciosos— el glaseado se posa en su labio inferior cuando lo mordisquea y mueve la otra mitad para mí.

Abro la boca por educación y su dedo atrapa el glaseado por mi labio, Me quedo como hipnotizada por su toque, se pega poco a poco a mí y cuando termina de quitarlo se lleva el mismo dedo y lo chupa.

Casi se me atora el pan a mitad de la garganta.

Trago y me humedezco los labios, pasa rápidamente de nuevo su dedo por ellos tocando la punta de mi lengua y vuelve a chupar su dedo, mientras lo hace me sostiene la mirada haciendo que me quemen las mejillas.

O él está coqueteando abiertamente conmigo frente a los compañeros de trabajo de Lena que hay por aquí, o yo tengo la hormona sexual al tope que con una sonrisa se me caen las bragas.

—¿Estás bueno? — pregunta en voz baja.

Pruebo a ver que está haciendo. —Necesito otra probada para decirlo.

Sus cejas se alzan y cuando se llena el dedo de glaseado miro a una de las mujeres del MI6 que trabaja con Lena y mi hermano y me levanto moviendo los pies en el pasto. —Voy a bailar un poco antes de irme, no veo a tu Lena por aquí ¿Se fue?

—Mi Lena— repite frunciendo las cejas.

—Mi Lini— ruedo los ojos caminando donde la música. —Vete con ella a la mier...

—Disculpa, no te vi— el tipo rubio de la barra de antes, se topa conmigo.

—No sé si ofenderme— me hecho el cabello a la espalda.

—De ninguna manera— alza las manos sobre su pecho, es bastante alto. ¿Será basquetbolista? — Hay mucha gente en el jardín, estaba caminando a mi mesa que ya me topé con dos personas más— me río de su incomodidad.

—Sigue tu camino buen hombre.

—Te vi hace unas horas, yo estoy en la mesa de Hilton &Roe. ¿Y tú?

—No tengo mesa, estaba por ir a bailar a ver si un tío guapo me ofrece su lugar.

La mirada le cambia y vuelve a poner la mirada que me dio desde la barra como si no supiera que el empujón fue su táctica de seducción. —Si bailas conmigo, a lo mejor tienes suerte de que yo te lo ceda.

Me contengo la risa, puedo bailar con él y después reírme de su cara de pena cuando le diga que estoy embarazada.

—Mmm, eso me interesa— bajo el tono de mi voz y sonríe mostrando sus hoyuelos, no tan buenos como los de Bennett.

—Me llamo Chad— me extiende la mano.

—Yo soy Cora— tomo su mano y la gira para besármela. Alza la mirada a medio beso y admito que tiene porte.

—Y soy Bennett— escucho la voz enojada a mi espalda al momento al que la mano de Bennett cubre a mi bebé con su palma, me recorre un escalofrío y Chad casi se atraganta con su propia saliva.

—Señor Bennett— carraspea mirando la cercanía como me toma.

—¿Qué haces? — lo miro sobre mi hombro ignorando el roce de mi vestido con su cercanía y viendo a la misma mujer del MI6 intrigada.

—Tenemos que hablar de nuestro bebé— no despega la mirada del rubio y tampoco se despega de mí.

Si Chad no se había atragantado lo suficiente antes, lo hace ahora buscando el indicio de dos cosas, un anillo en mi mano y mi vientre plano.

—¿Hablar de qué? ¿Y por qué en esta fiesta?

—Debemos estar juntos por el bebé— dice Bennett serio

—Oh vaya... no sabía... no se ve que...— Chad sigue aquí.

—Que está esperando a mi hijo— lo corta remarcando su punto pegándome más a él, mi entrepierna se pone feliz de sentir algo duro y con vida no frío y de baterías como mi consolador.

Chad dice algo que quiero escuchar, pero hay una... cosa... que me tiene distraída, me remuevo un poco y ya había olvidado como se siente ser feliz... Suspiro profundo.

—Hace rato que te buscan en la mesa de la empresa y estás perdiendo el tiempo como vagabundo de la mesa de las bebidas.

El tono enojado y bajo de Bennett me da un ramalazo de placer entre los muslos y dejo mi espalda en su pecho, pero al ver a Lena salir al jardín uniformada hace quitarme de inmediato como un tempano de hielo, trae la mirada de lado en lado seguro lo está buscando.

Termina encontrándolo.

—¿Bennett?

Los tatuajes de ella quedan escondidos en el uniforme, ella trae puesta mi banda de cabello como si no fuera suficiente. —Te estaba buscando para que nos fuéramos juntos a casa, el teniente ya nos dejó ir, me muero de hambre, podemos pedir comida china.

Casa, me mata saber que ella está durmiendo en mi lugar.

—¿Estás cansada? — le pregunta él al parecer olvidado de mí.

—Muerta, más muerta que las ratas de tu casa— se ríe con la broma que yo le hacía a Bennett antes.

Se la contó.

—Hola Cora— me saluda con la mano en una sonrisa besándolo en la boca frente a mí. —¿Cómo está el bebé?

Me gustaría que Lena fuera una maldita como Susan o que fuera una arpía como Alesha, pero es todo lo contrario, es dulce, linda, buena. Lo ha ayudado durante su rehabilitación, no lo dejó a su suerte como yo.

—Bien.

—El camaleón me encargó que uno de los agentes te lleve a tu casa, él se fue hace ya unas horas. ¿Quieres que yo te lleve para que te sientas más segura?

Bennett ha ganado peso desde entonces, los rasgos de la droga van despareciendo con el tiempo, se nota que Lena le hace bien. ¿Habrá hecho que se olvide por completo de mí?

Miro a Bennett viendo que le dio mi banda de cabello a ella y paso de largo. No quiero que sea más feliz de lo que fue conmigo. Es ridículo que piense así, el también merece ser feliz.

—¿Le diste mi banda? — no puedo evitar que se me llenen los ojos de lágrimas al hacer la pregunta.

Me avergüenza que Lena escuche la pregunta porque se toca el cabello de inmediato incomoda. —Esto, yo lo encontré en el baño de Bennett, el otro día que fui a su apartamento, no sabía que era tuyo.

—Perdón— no miro a nadie más.

Empujo a Chad lejos de la pista—Vamos por el baile que pediste si no te molesta bailar con una mujer embarazada y llorona por las hormonas— sorbo por la nariz.

Me mira con aprecio. —Será un placer.

Odio mis emociones alborotadas. Me abrazo a Chad bailando y llorando en silencio a desiguales. Por más que le pido a mi bebé que no me haga llorar las hormonas son fuertes.

Me recuerdo que me fui con Luke, que me fui porque supe que Bennett era miembro de la organización que mató a mis padres. Pero entonces él era un niño igual que yo, yo sabía que el representaba todo lo que destruyó mi familia.

Pero contra el dominio nadie puede.

—¿Necesitas un pañuelo? — me pregunta Chad, pero ya no estoy llorando.

Dejo a Chad a mitad de la pista sin ir por mis tacones, porque sé que en cuanto vine a la pista, Bennett vino detrás de mí. La gente arremolinada y yo sin tacones no lo dejan verme, camino cuidando que no me pisen y me cruzo en su camino enojado a Chad.

Dylan debe estar en su apartamento sumido en el trabajo para olvidar que hoy nos quitaron a nuestra familia, lo giro a mí jalando una de sus mangas para que me escuche sobre la música.

—Llévame a mi apartamento.

—Mi auto está en la entrada— me señala el camino sacándome de la gente.

Le dice algo a Lena y me sigue hasta que me sube. o tomo por sorpresa. Estas juntos por el bebé. Suena razonable en un mundo perfecto y misógino, es la peor razón para estar juntos. ¿Sólo por el bebé? ¿Qué me dio a entender? ¿Qué es la única forma en la que me tolera?

Lo miro cuando pone el radio. Me hago la dormida la mayor parte del tiempo para que no me hable de "Si Lini" Ruedo los ojos, aunque los tengo cerrados. —Cora, despierta— el auto desacelera. —Estamos en tu casa.

Finjo un ronquido que me ganaría un óscar o meter la cabeza en la tierra. Insiste en moverme y sigo sin abrir los ojos. Hasta que lo hago cuando me sacude suavemente. Se queda mirándome desde arriba.

—¿Ya llegamos?

Asiente. —Te acompaño hasta la puerta— me abre la puerta con mis tacones en la mano y me da la mano con suma precaución, cada vez que hace eso me recuerda que tengo a nuestro bebé dentro.

—¿Tu novia se enojó por qué me trajiste hasta aquí?

—No.

—¿Es celosa?

Subimos al ascensor. —No, Lena es muy razonable.

Ruedo los ojos por tercera vez. —¿Es buena amante?

—¿Qué clase de pregunta es esa?

—Solo estoy matando el tiempo que tarda el ascensor, no seas tan neurótico como el cabezota de tu hermano— lo miro con fingida inocencia y sonríe de lado negando con la cabeza, me ayuda a salir dejando mis tacones en el suelo de la entrada.

—¿Quieres entrar por un café o algo?

—¿Me estás invitando dentro?

—No soy borde todo el tiempo contigo.

—Solo cuando tu hermano está cerca. — dice y no lo niego.

Entro con mi olor de varitas aromáticas favorito. Pateo mis tacones dentro y se desabotona los primeros botones de la camisa. —Huele a ti.

—No, esas son mis varitas aromáticas de siempre, esto es lo que huele a mí— lo hago que se acerque y me olisquee el cuello.

Su aliento me cosquillea la piel y cuando pega su nariz ladeo la cabeza dejándole buen espacio. —¿Quieres café o té?

—¿Uh? — se quita desconcertado aun oliendo mi perfume.

—No puedo ofrecerte alcohol, sería una tentación para mí — lo miro guapo como siempre, y yo vuelvo hoy a mi fría habitación —Y no me gusta desear cosas que no puedo tener Bennett.

Dejo mis manos en sus hombros, subo mis dedos en un caminito desde su cuello hasta su mandíbula, le acaricio los bordes afilados que marcan su masculinidad y me muerdo el labio cuando la tensa.

Sus manos tampoco se quedan quietas, me está apretando la espalda casi clavándome los dedos, son miradas de dominio... pero no sólo el dominio del cuerpo, el dominio del alma.

—Ganaste peso con la rehabilitación. — le toco el pecho, metiendo mis dedos fríos en la abertura de sus botones, la piel se tensa debajo de las yemas de mis dedos.

—Y también volví al gimnasio— su tono es igual de grave que con Chad e inclina la cabeza tanto que casi nos rozamos los labios, pero no sucede.

— Se nota en tus pectorales— paso mis manos por ellos —. En tus abdominales— toco sobre la camisa y sigo mi camino abajo peligrosamente y perezosa como una gatita dominante...

El metal de su bragueta es lo primero que siento antes del bulto que llena mi mano. —Esto tiene buen tamaño, con o sin gimnasio— raspo mis labios sobre los suyos.

Gruñe bajo en su garganta y pega su pelvis a mi mano. Raspo mis uñas por el grosor como una felina sin dejar de verlo.

—¿De verdad te gusta cómo me queda el vestido Bennett?

—Me encanta— alcanza mis labios apenas un tortuoso centímetro.

De nuevo la hija de la familia Gray cede al deseo del enemigo.

—Entonces quítamelo— le susurro al oído dejándole un besito húmedo.

Me hace verlo y vuelvo a probar la boca de Bennett Roe después de mucho tiempo. Su mano se cierra en mi cuello y me alza sobre la puerta de la entrada llenando mi cuerpo de electrizante excitación que va desde mi cabeza hasta la punta de mis pies jalando sus rizos.

Su jadeo en el mordisqueo de mis dientes me calienta la sangre en un segundo. —Gatita.

Gimo como un ronroneo sintiendo sus manos por debajo de mi vestido aferrándose a mis nalgas apenas cubiertas por el hilo que llevo. Cuando se da cuenta de lo que es gime y me empotra en la puerta, jadeo, sorprendida sintiendo mi espalda azotarse con la puerta.

—¿Te lastimé?

—No— no dejo que despegue la boca de la mía ha pasado tanto tiempo que lo deseaba de nuevo, noches enteras de insomnio.

—Deberíamos estar juntos por el bebé Cora, el bebé lo quiere— jadea en mi boca buscando el borde casi inexistente de mi ropa interior.

Cierro los ojos y siento los dedos de un artista visual acariciar la humedad que dejó en la fiesta del ministro.

—Por Dios bendito, Bennett, ya había olvidado lo bien que se siente— me deshago en temblores aferrada a sus hombros. —Las hormonas me tiene hecha un lío cada día que avanza el embarazo.

—No eres la única— pega su pelvis en mi vientre y la carne caliente me quema las mejillas de lo excitada que estoy. —Estamos compartiendo los síntomas del embarazo Gatita, las pajas nocturnas no ayudan a que deje de dolerme la polla cada que te veo.

Su celular suena, pero no dejamos el morreo sobre la puerta.

—Debemos estar juntos por el bebé Coraline— ahoga un gemido en mi boca.

—¿Sólo por el bebé?

El maldito celular suena y odio la canción de Stinks que tiene de tono. Termino el beso y le señalo el celular, exasperada. —Si es Lena mándala al diablo.

Me deja sobre el suelo sacando su celular y lo mira confundido. — Es Caterva el padre de Alesha.

Miro el nombre confundida. —¿Qué quiere? Si no nos damos prisa Alicia va a llegar y no quiero que nos corten el rollo. Mejor contesta.

—Caterva nunca llama a menos que sea una emergencia.

Presiona el botón verde y me pego a su oído cuando lo pone en su oreja. —No te asustes niño lindo soy yo— la voz le suena parecida a la de Tyler, pero menos ronca por el tabaco.

—¿Qué quieres Caterva? Estoy ocupado

—Ya me lo imagino— se burla el perverso. —Vengo siguiendo el rastro de Dmitry que nos llegó al dispositivo de Alexander hace una hora, viene en un todo terreno de kray, pensé que traía a su hermana y vi la oportunidad perfecta para que nos contactáramos con ella.

—¿No deberías estar informando esto a mi hermano?

—No es su hermana la que trae en el auto, pararon en un edificio y así de sencillo te digo que prepares un arma.

Me mordisqueo las uñas y lo miro para que me explique, pero me hace una seña para que espere. — ¿Por qué?

—Porque justo en este momento, en la puerta del apartamento dónde estás con la rubia, está la puta loca italiana que trabaja con tu padre.

La sangre se me hela en un segundo mirando la puerta a pocos centímetros de mí, con pasos cortos, me voy alejando y Bennett me hace de nuevo una seña para guardar silencio.

—No le tienes miedo al diablo, pero deberías tenérselo a Katherine— dice Caterva cortando la llamada.   



¡Hola sexys!

*Se va corriendo*

¡Los amo tres millones!
-Karla

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