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CAPÍTULO 45

Emma.

Parpadeo para alejar el sueño y miro mi celular confundida. Me colocó el cinturón de seguridad. Mi celular estaba en mi bolso.

Miro su cabeza, viendo mi celular tirado, me lo quitó sabiendo que debo tener posibles llamadas del ministro, Cora y Dylan. Nada es tan fácil como empacar y tomar un vuelo lejos de la realidad.

Porque haga lo que haga Jack, el ministro está detrás de nosotros y no nos quiere juntos de manera romántica sólo profesional, una razón más para encontrar mi celular, si llama puedo decirle que estoy en una reunión con el Daily Star.

Me remuevo para quitarme a Alexander de encima y lo veo totalmente perdido, incluso su peso me aplasta un poco, es el efecto de las pastillas del estrés, en Birmingham lo noquearon cuando se las tomó y anoche no se movió desde que nos trajo a la cama.

Paso mis dedos por sus sienes y no se mueve ni un poco. Me preocupa lo potente que sea el medicamento para hacerlo dormir tantas horas.

El problema de los ojos no me hace verlo menos fuerte, sonrío de lado porque incluso noqueado me tiene muy apretada por la cintura, con su cabeza entre mis pechos, me gusta que conmigo pueda dormir tranquilo, pocas veces lo hace y desde que volvimos no lo había hecho de nuevo.

Hasta anoche.

Pero eso no cambia mi enojo.

Lo dejo en la cama recogiendo mi celular sin batería de su pantalón. El suyo está en el otro bolsillo y como lo sospeché tiene batería.

Se ve tan diferente, muy grande para la cama, pero completamente rendido y aun así quiero abofetearlo.

Me ducho mejor que anoche con dolor de pezones, cuando los miro están rojos, creo que Alexander los utilizó de relajante nocturno. Me los enjabono con cuidado y les doy un tratamiento especial.

Mientras me pongo acondicionador en el cabello una de las toallas de cortesía del hotel me llama la atención porque no tiene el logo tipo de Hilton &Roe.

Es una E y una R, en letras doradas. Frunzo el ceño y miro la botella de acondicionador por la espalda y veo las mismas letras muy pequeñas estampadas, es una marca diferente a la del hotel.

Alexander sigue dormido cuando tomo un café en la terraza, mis maletas siguen en la entrada y en las dos primeras no encuentro mi cargador, por lo que utilizo mi Laptop para acceder a mi cuenta del servicio médico y los siguientes quince minutos hablo con la secretaría de la doctora Kriss.

Incluso desde Brent me mantenía en contacto con ella para el seguimiento médico y como tuve problemas de sensibilidad con la aplicación anterior me sugiere que antes de ir a verla comience tomando las mismas pastillas anticonceptivas de antes.

Claro, si es que tengo los días indicados después de mi periodo.

Alzo la mirada de la pantalla y veo la playa que tenemos al frente, el sonido del mar me relaja en instantes.

Con unos shorts ligeros bajo a la recepción del hotel seguida por Rebecca en traje negro, pantalón y saco y el audífono que llevan todos los de seguridad, no me mira directamente desde ayer.

—Buenos días Rebecca, quiero ir de compras.

Asiente, pero para mí no es suficiente y menos con la mirada que le da a la habitación mientras cierro la puerta.

Cierro la puerta dónde está Alexander dando un portazo y haciéndola apartar la mirada. —Cuando te hablo me respondes.

Arquea una ceja, pero vuelve a asentir. — Sí, señorita Brown.

Aquí estamos a más de cuarenta grados para que use traje, pero Ida también lo utiliza. No tengo que ir muy lejos porque en cuanto dejo la suite cuatro empleados uniformados se ponen a mi servicio.

—Hilton &Roe a su servicio madame ¿Qué desea?

—Voy de compras con mi guardaespaldas.

—El hotel tiene una tienda departamental en el segundo piso, con las mejores marcas del lugar, en la que usted no tiene límite de crédito, pero si desea salir, el hotel le proporciona uno de las camionetas del señor Roe a la que se guardaespaldas tiene acceso.

—Tomaré la camioneta.

—Sígame.

Bajamos por el ascensor, mis compras serán rápidas, únicamente unos productos femeninos y las pastillas anticonceptivas.

El estacionamiento del hotel es similar al del Score, pero tiene dos secciones divididas, la de los huéspedes y la parte privada dónde hay cuatro camionetas negras que ya conozco.

Aunque no son los únicos autos dentro, hay otro dos del lado izquierdo que no nos los ofrece, mientras traen las llaves de la camioneta. —Ese es el Aston Martin V12 Vantage del señor Roe.

—Pero tiene restringido el uso para cualquiera que no sea él, ni siquiera Alesha lo utilizaba— se apresura a decir Rebecca.

El empleado nos mira con incomodidad por el comentario de Rebecca. Buena táctica la de esa mujer, lo reconozco.

—Tiene una fascinación por esa marca de autos en específico— miro el auto azul reluciente y la sigo a la camioneta. —Tal vez me den ganas de utilizarlo mientras estamos aquí.

—Son su colección favorita, nadie la toca—se ríe de lado sin decirme más, pero miro el auto enojada.

Las compras no me tomas menos de una hora en una de las tiendas de la ciudad y como mi celular sigue extraviado Rebecca es la que se comunica con Ida. Tengo las pastillas conmigo y pocas cosas necesarias.

En el estacionamiento de la tienda por primera vez siento la mirada de alguien y al decírselo a Rebecca la pone alerta, pero no ve a nadie y después de mirar dos veces yo tampoco.

Guardo cuidadosamente lo que compré en mi bolso y veo a un recién duchado y ya despierto Alexander hablando por teléfono con alguien cuando entro a la suite con las bolsas de compra en las manos.

Hay una mujer colocando la mesa del desayuno en la terraza, con mis tostadas al inicio del banquete. Los ojos verdes de la bestia enojada se iluminan al verme y pronuncia el nombre de Jack mientras Rebecca deja mis bolsas de compras en el sofá.

No me acerco porque nadie debe interrumpirlo en las llamadas y porque le muestro mi celular para que sepa que ahora lo tengo.

Ida que tiene el IPad está parado estático a su lado esperando el momento oportuno de hablarle y será hasta que cuelgue.

—Su desayuno está servido señora Roe— dice la empleada asintiendo a la salida.

Los ojos de Alexander se mueven hacia mí de inmediato mientras ella dice eso como si quisiera medir mi reacción con esa frase. Me tenso, pero mi ego sobrepasa mi sorpresa porque Rebecca está aquí.

Señora. Roe. De repente el anillo en mi mano me pesa sobremanera.

—Gracias— le doy una sonrisa amble por su trabajo y me giro a Alexander, aunque sé que no se le debe interrumpir —Cariño, nuestro desayuno está listo, te espero en la terraza.

Ida se queda serio como si supiera que Alexander va a enojarse en cualquier momento por ser interrumpido, pero si va a hacerlo no será en presencia de nadie. Le hago una señal a la puerta a Rebecca restándole importancia al asunto.

Me sigue a la terraza donde me sientan en la mesa de cristal con un banquete de frutos secos y tocino delante. Rebecca se queda en la puerta en silencio.

—Tostadas recién hechas y crema batida madame— me ponen la bandeja delante la empleada.

—Es una mesa esplendida.

—Queremos que su estancia sea placentera, tenemos ordenes del dueño de darle gusto en lo que sea y fue muy específico en que las tostadas de crema batida no pueden faltar en su desayuno, aunque desaprueba que sean poco saludables.

—Si fuera por Alexander no las comería más, pero son mi postre favorito.

—Su anillo de compromiso es precioso — lo sigue con la mirada cuando tomo la jarra del jugo.

—No es mi anillo de compromiso, este fue un regalo de mi prometido, el otro está guardado en la habitación traer dos piedras así de grandes no me dejaría mover la mano.

Me encanta su amabilidad, pero más me encanta la expresión de Rebecca. —Los preparativos de la boda deben tenerla ocupada todo el día.

—Ayer entregaron las primeras pruebas de mi vestido de novia.

—Si ya terminó de servirle a la señorita Brown ya puede retirarse— Rebecca le quita la canela que la mujer se disponía a rociar en mis fresas.

—Rebecca, regresa a tu lugar, la señorita está haciendo su trabajo.

—Al señor Roe no le gusta que los empleados del hotel se queden más tiempo con su servicio.

—Pero a mí sí— la desafío.

—Si viene a desayunar y la encuentra aquí la correrá.

Eso pone alerta a la mujer, pero yo la detengo. —No conmigo aquí. — la regreso a su trabajo y Rebecca se queda seria en la puerta mirando dentro de la habitación mientras retomo mi platica con la empleada creándome una boda falsa.

Hablando de la recepción, la música, el vestido y el número de invitados que aparentemente en mi fantasía Alexander y yo ya lo hemos hablados. Si hubiera tal boda Cora se volvería loca con las cosas que he dicho.

Rebecca cruza las manos por delante de su saco y la veo mirarme de reojo.

—Y como regalo de bodas mi mejor amiga nos ha ofrecido hacernos un cuadro, ella es autora de una de las mejores exhibiciones de Gallery Art.

—¡Qué belleza! Las fotos son magníficas, pero los cuadros son más duraderos y más con el valor sentimental— la empleada está más ilusionada con la mentira que yo.

—Será un cuadro en encaje — me muerdo el labio imaginándolo —Con una pose un poco indecente.

—Si Coraline lo hace, entonces tendremos que colgarlo en nuestra habitación porque no soy exhibicionista—la voz de Alexander nos interrumpe y es como si me tiraran un balde de agua fría.

Está apoyado serio con los brazos cruzados mirándonos a la empleada y a mí. He estado fantaseando como loca con esta mujer por los últimos minutos y él ha estado escuchando.

—Y tampoco quiero que las visitas vean a mi mujer en encaje— me mira fijamente.

—Estaba terminando de poner el desayuno señor Roe. ¿Qué quiere desayunar?

—Tostadas de Emma— me mira lascivo.

La empleada se levanta asustadiza y Rebecca se satisfecha de nuestro susto la lleva a la puerta, pero no puede volver porque Alexander cierra la puerta de la terraza dejándonos a ambos dentro.

—Tantos arreglos tienes de nuestra boda y no tenía conocimiento.

—Estaba siguiendo nuestra noticia falsa.

—Se escuchaba muy real y teniendo en cuenta que los de Macy's te llevaron vestidos de prueba ayer, puedo llamar a mi abogado para el contrato prenupcial.

—¿Por qué tenías mi celular? — decido ir por el otro lado, pero ni luce sorprendido.

—Lo encontré en una de tus maletas.

—Lo tenías escondido y tú celular si tenía batería, tuve que utilizar mi laptop para agendar mi cita.

—¿Por qué sigues buscando a esa mujer? No me fío de ella, Maya es más confiable.

—¿Maya? Maya ni siquiera puede verme sin aborrecerme, ¿Crees que le confiaría algo como esto?

—¿Qué agendaste con esa mujer?

—Si hubieras querido saber lo que dijo la Dra. Kriss, hubieras empezado por respetar mi maldita privacidad, desayuna solo— coloco el tenedor en la mesa y me levanto.

—No tengo ganas de iniciar una pelea Emma.

—Dime entonces por qué demonios sacaste mi celular, no sabes que ¿Cora está pasándolo mal con lo del bebé?

—Quiero que Maya te apliqué la inyección.

—¿Por qué? La inyección anticonceptiva no es algo que haces en un día y ya, tengo un registro médico con la Dra. Kriss desde antes de venir a vivir a Londres, es mi médico de cabecera, no la voy a cambiar por tu tía.

—¿Y qué me asegura a mí que la inyección que te coloque va a funcionar? Con Maya no hay equivocaciones.

—¿Dudas que sepa cómo funciona el proceso?

—Con mi carga no esperes menos que un anticonceptivo no funcione Emma, el anticonceptivo no solo te altera hormonalmente, hace que te duelan los pechos, recuerda la última vez, la primera semana te dolían casi todo el día.

—Por eso me sugirió regresar a las pastillas, pero eso no justifica lo que hiciste.

—Tantos peros que hay en este asunto desde que estamos juntos que me ponen a pensar que a este paso vamos a terminar con un hijo Emma y yo tus tetas no las comparto con nadie— dice a mi espalda.

—No.

—¿No qué?

—Maya no va a ser mi nuevo médico, nadie va a utilizarme de nuevo, no olvido a Ethan, murió por hacerme valer y no va a pasar otra vez, eso tenlo en claro.

—Lo tengo claro.

—Entonces ¿Por qué tengo que recordártelo? ¿Por qué tengo que alzar la voz para que me escuches? No soy tu empleada, ni tu publicista, ya no trabajo para ti, esto ya no es un acuerdo casual quiero comunicación y no lidiar con un hombre tan neurótico.

—No soy un neurótico.

—Lo eres, pero sé un neurótico con el mundo entero, no conmigo. Quiero esas cosas de parejas reales, por muy estúpidas que te parezcan, como una disculpa razonable.

—Yo nunca me disculpo.

—Entonces no esperes mi compañía durante estos dos días porque para tenerme vas a tener que quererme y decirlo Alexander Roe.

Dejo la terraza para sacar mis compras. Esto es lo más que hemos hablado, pero estoy en un punto en el que pienso en la conversación del gimnasio con todas las señales contradictorias que hay.

Lo que pasé después de las elecciones será una decisión mutua. Saco las pastillas anticonceptivas y las coloco en la mesita de noche junto a mi celular muerto.

Entro al cuarto de baño separado yendo por un vaso de agua y cuando salgo está corriendo a Ida de la habitación porque el padre de Alesha está aquí y yo ya no tengo mi caja de pastillas en la mesita de noche.

Al encender mi celular veo las llamadas perdidas de Cora y una de Dylan, dos mensajes de él fueron enviados a la bandeja de borradores.

¿Dónde estás guapa? Dicen que estás enferma ¿Puedo conseguirte algo?

—Hay un problema con el comprador, no es el mismo que viste en Londres, lo cité anoche como acordamos en un club de la ciudad en cuanto llegamos— se sienta, pero Caterva no es invitado a hacerlo.

—¿Qué más?

—Descubrí que sí es danés, pero vi algo que no me gustó

—¿Qué diablos?

—Sabe cual es mi nombre, quién soy y para quién trabajo desde hace tres meses.

—Cualquiera vendió información tuya no me sorprende, por dinero todos caen— Ida le abre la botella de whiskey a Alexander.

—Si hubiera sido cualquiera lo entendería, pero la persona con la que me reuní hoy, sabe mi nombre de pila y el de la madre de mi hija, nadie que no sea de la organización original lo sabía cuándo la mataron los kray.

Dejo de escribirle a Cora y miro al padre de Alesha más por la expresión de Alexander, no se equivocó el comprador nos está engañando.

—Anoche me habló por mi nombre, pero el idiota que me recibió ni siquiera tiene más de treinta años para conocerme, alguien se lo dijo, es gente del amo estoy seguro por las señas que dieron.

—Si fuera alguien de la organización ¿Por qué Logan habría mandado a venderle anfetamina? Si lo conoce lo hubiera citado en otro lugar, no hacer todo un teatro para traerlo.

—Porque nos está haciendo perder el tiempo, nos quiere distraer, mis hombres han visto actividad en las bodegas dónde vivía el biólogo, la están preparando para alguien más. Ya va a ir por la base militar de Dinamarca y no quiere que el MI6 ni tú intervengan. Es un distractor.

—No la va a conseguir.

—No lo subestimes, yo vengo de ahí y sé de lo que es capaz, si Alesha no estuviera viva hace tiempo que me habría largado, necesitamos comunicarnos con alguien dentro de la casa que sepa los movimientos del amo, de Katherine o de Dmitry.

Cuando habla de Alesha muestra una expresión decaída, es un hombre de buen ver, con todos los rasgos de Alesha, pero como todos los de la organización de los treinta y siete tiene un toque cavernario, salvaje.

Es del tipo de hombre que se ve Alexander enojado, un hombre dispuesto a matar.

—Alesha está en un estado deplorable, para ayudarnos como antes lo hacía, pero alguien más debe hacerlo, tu hermano estuvo ahí debe, has que regrese otra vez.

—No, si lo hace tendrá una recaída peor, esa es su forma de controlarlo.

—Entonces Maya.

—Si esto es un distractor a Maya la engañaran.

—Cuando iba a visitar a Alesha recuerdo ver a una joven rusa que estaba todo el tiempo en la biblioteca cuando entraba por la puerta trasera, ojos silenciosos saben secretos escandalosos.

—Te estás excediendo Caterva.

—Te voy a decir lo que va a pasar, si Logan consigue el Gard danés, tu menor problema será proteger a tu familia, tu mejor opción es que Richard gane las elecciones entre en dos semanas, no hay alternativa, teniendo a Richard tienes acceso al MI6.

—¿Qué si Richard no gana las elecciones?

—El siguiente candidato será un hombre familiar, una pista, el mismo que te encadeno de pequeño durante días hasta que lo llamarás amo. Tú y la publicista tienen el triunfo del ministro en sus manos, no lo desperdicien.

—El ministro va a ganar las elecciones— le aseguro.

—¿Cómo lo sabes? ¿Cómo sabes que no lo van a sabotear? Ese tío tuyo, el tal Tyler— mira a Alexander — Seguro es uno de esos perros que quieren poder y puede hundir su reputación y lo que ustedes dos hayan hecho ya no va a importar.

—Ninguna revista le va a creer. Las tengo a todas sobornadas.

—¿Eso que quiere decir? — el padre de Alesha me mira.

—Que, si alguien puede hundir o salvar la campaña de Richard, no es Tyler, soy yo. Está completamente en mis manos.

—¿Qué hiciste muchacha?

—Caballero, una buena publicista nunca revela su última carta hasta el final, cuando elije de qué lado esta, cuando llegue el momento de que el honorable ministro Madden gane las elecciones, lo hará.

Me cambio después de que Caterva se va y bajo para el desayuno en el comedor, una pelea con Alexander no me hará dejar de comer. Todo el mundo se muestra amable y listo para tratarme con tacto.

La cuartada de Jack para distraer al ministro fue que estoy enferma, pero eso no quita que pueda ir a casa a hacer una visita imprudente.

Hago de nuevo una compra rápida por una nueva caja de pastillas anticonceptivas teniéndola conmigo todo el tiempo.

Exploro el hotel toda la mañana sin regresar a la habitación, yo si quiero relajarme, paso por la piscina acostándome en una tumbona con Rebecca cuidándome, al poco rato entro al agua.

Disfruto de las bebidas que preparan en el hotel que son exquisitas y al medio día me retoco el bloqueador solar para broncearme mientras Ida aparece seguido de Alexander.

Todos los empleados del hotel que lo atienden y los de seguridad que vienen con nosotros han estado como cachorros asustados con la mirada baja por su humor.

Está a tope de trabajo, lo vi cuando salí a desayunar, pero aquí está sentándose en la otra tumbona y recolocándose los lentes negros. Dejo la botella del bloqueador en mi mesa y me esparzo en los brazos.

Aprovecha para tomarla y esparcir en sus palmas en mi dirección. Lo dejo hacerlo y esparce en mis pantorrillas primero antes de que la línea de concentración entre sus cejas parezca cuando sube a mis piernas.

Sus palmas son muy rigorosas como sus dedos, sube a mi entre pierna y alejo su mano para llevarla a mi clavícula, cerca de mis pechos, su debilidad, veo como aprieta la mandíbula para no meter la mano bajo la tela delgada de mi conjunto.

Sé que le gusta mi bikini, le fascina porque siento su mirada más inapropiada hasta entre mis piernas.

Dice algo en un idioma que no conozco y frunzo el ceño. Pero no aclara lo que dice. — Lo que dijo Caterva me dejo pensando ¿Qué va a pasar con nosotros cuando Richard gane las elecciones?

No responde y tampoco aclara lo que dijo, vuelvo a entrar a la piscina olvidándome que hay un contrato de por medio del anillo que traigo. Lo miro a lo lejos y de repente me quedo pensando en la actitud de todos sus trabajadores.

Saben que hay un contrato de por medio, aunque estemos aquí fingiendo que no lo hay. Dylan lo sabe por eso no se ha apartado, porque sabe que una vez que Richard gane se terminó que finjamos un compromiso.

Alexander se va por una llamada de Blake su abogado y no vuelve a regresar en todo el día, la situación es de unas firmas y demás que él pidió por lo que alcanzo a percibir.

Salgo con ese pensamiento en la cabeza y le escribo a Cora mientras me preparo un baño relajante en la habitación, miro en lo que trabajaba y encuentro el contrato que él y Richard firmaron, dónde quedo establecido nuestro compromiso por contrato.

Hay dos copias y la copia dice renovar firma como recordatorio. Cora por mensaje me dice que Blake el abogado de Hilton &Roe estuvo hablando con Bennett. Todo concuerda con lo que pienso, ella vio que Ethan murió por un contrato.

No he escuchado que Alexander hable de nuevo de sentimientos, sabe que no podemos.

Estas vacaciones son porque solo queda poco menos de dos semanas para que sean las elecciones. Por eso la urgencia de venir aquí, porque se terminará. Confirmo que sea el contrato y que Alexander lo envió desde su laptop a Blake su abogado.

Comienzo a sobre pensar las cosas y termino llorando porque volveré a sentir el dolor que sentí en Brent. Me jalo el anillo de nuevo y con la fuerza suficiente sale de mi dedo, me limpio las mejillas.

Siempre. Es la misma inscripción que hay en su collar. El mismo que le di antes del disparo.

Me levanto a la puerta y escucho a Ida hablar con alguien. —El señor Roe quiere que empaquen todo de la casa, tienen una semana para enviarlo a Nueva York.

El alma se me cae a los pies y pasan dos llamadas antes que le responda a Cora el celular. —Ya investigué para que vino Blake con Bennett, le entregó el contrato que les hiciste firmar, se lo dejó para Alexander.

—Se va a nueva York Cora, oí a Ida decir que empaquen sus cosas, se va después de las elecciones.

—Oh sexy— escucho la preocupación en su voz. —Lo siento tanto.

—Por eso me trajo aquí el día de su cumpleaños, quiere despedirse así— ya no puedo hablar —Cora, Alexander se va.

Cada día de mi vida en Brent viene a mi memoria dónde solo salir de la cama se me hacía una tortura y menos viendo la inscripción en el anillo.

—Bennett está escribiendo un mensaje, acaba de confirmarme que Alexander tiene una casa en Nueva York, la compró hace tres meses, creo que si se va a ir.

Eso termina de romperme y mientras lloro me coloco mi anillo de nuevo. No es justo, la maldita vida no es justa conmigo, nunca lo fue, nunca lo fue.

Cuando Dylan llama, tengo que responderle porque su mensaje dice que irá a buscarme a casa, pregunta si estoy bien, pero finjo ir al baño para cortarle la llamada, pero escucho la preocupación en su voz.

—Le dije que estoy contigo, pero se quedó preocupado.

—No quiero hablar con nadie más que contigo.

—Quizá estamos malentendiendo las cosas.

—Escuché a Ida hablando de la mudanza.

—Tal vez te confundiste.

—No, no lo hice— miro la puerta y me levanto con un coraje nuevo, Ida no está en la entrada, pero Rebecca sí y cuando me ve se sorprende, sé como se ve la gente después de llorar.

—¿Se siente bien señorita Brown?

—¿Dónde está Ida?

—Tomo un descanso.

—¿Y Alexander?

Se mueve nerviosa debatiéndose en responder y concluye con que no sabe, pero puedo ver en sus ojos que sí sabe.

—Te voy a preguntar algo entonces y quiero que me respondas con la verdad o te corro hoy mismo de tu puesto.

Asiente confundida, sigo en la llamada con Cora, sé que puede escuchar lo que le digo al guardaespaldas, pero no hace ningún ruido que la delate en el teléfono.

—¿Alexander se va a ir a Nueva York después de las elecciones?

Frunce el ceño y no duda en asentir.

—¿Todos ustedes lo sabían?

—Sí, es algo planeado desde que se mudaron a la residencia. ¿Se siente bien?

Asiento y regreso a la habitación con el alma por el suelo. Tomo mi baño llorando a medias, con Cora al teléfono tratando de consolarme, pero si no lo logró en Brent aquí tampoco, lo único que me calmaba en ese entonces era Dylan.

Cuando me abrazaba y comienzo a notar su ausencia cuando salgo me quedo dormida sollozando en la cama. Hasta que siento la mano en mi cabeza abro los ojos y veo a Alexander.

—¿Te sientes enferma nena? Rebecca dice que no has salido de la habitación toda la tarde — pasa su mano por debajo de mis ojos.

—¿Qué hora es?

—Casi media noche.

Veo que mi celular sigue en llamada con Cora, pero del otro lado no se escucha nada por lo que cuelgo, debió quedarse dormida también, me proveche de ella, está agotada por el bebé y aun así estuvo conmigo.

—¿Tienes hambre? — pregunta cuando me siento en la cama cerrándome el albornoz.

Asiento y veo las tostadas en la mesa. Me las pasa y cuando mis sollozos quieren comenzar de nuevo me levanto para cambiarme.

—¿Quieres bajar al lobby?

—Sí, no tengo ganas de dormir, un día más y nos vamos, mejor lo aprovechamos.

Le rehúyo la mirada, en el cuarto de baño los ojos los tengo hinchados y mi corrector de ojos hace poco para ocultarlo. Me pongo unos pantalones bonitos y me suelto el cabello, la ultima vez todo sucedió de prisa que no supe que ese ultimo beso me supo tan amargo.

También está cambiado cuando salgo con mi anillo puesto y su collar en sobre su pecho desnudo que deja su camisa abierta.

Bajamos al lobby y nos sirven la cena incluso si es casi a la media noche, como despacio mirando el hotel y mirándolo a él. No se ha disculpado por lo del teléfono, pero parece que no sabe como actuar después de levantarme.

—¿Te sientes enferma? — vuelve a preguntar.

—No.

—¿Por qué no te levantaste de la cama?

—Estaba cansada.

—Ya te ofrecí disculpas por lo del celular.

—¿Cuándo?

—En la piscina.

—No lo hiciste.

—Lo hice en danés. — come de su filete sin dejar de mirarme, sabe que algo pasa y está tratando de descifrarlo.

No puedo dejar de mirarlo, mi subconsciente no quiere hacerlo, es una persona muy atractiva, pero eso es muy superficial para decirlo, es la persona debajo de esa capa la que no puedo dejar de ver y menor el collar que tiene la misma inscripción que mi anillo.

—Cuando estábamos en el aeropuerto vi tu identificación— saco mi bolso —Y sé por qué me trajiste aquí.

—¿Por qué?

Miro la hora en mi celular y espero hasta que el número nueve se convierte en cero. — Es tu cumpleaños.

—No— se atreve a mentirme.

—Apareciste en el Caribe el mismo día de mi cumpleaños y me trajiste a una playa en el tuyo. ¿Creíste que no lo iba a descifrar?

Niega con la cabeza, sarcástico y sigue comiendo. —¿Por qué vendría un día tan común a la playa contigo?

—Porque quieres que sea tu regalo de cumpleaños.

Se ríe largo echando la cabeza hacia atrás como nunca lo ha hecho y se termina su plato luciendo satisfecho de mi aparente broma.

—Si fuera mi cumpleaños, ¿Qué se supone que haría aquí?

—Bailar, podrías hacer que bailáramos en este preciso momento.

Me levanta de la silla y me toma de la cintura. Nos quedamos cara a cara, no hay ruido aquí, pero aun en silencio me mueve con él.

Por alguna razón recuerdo la primera vez que lo vi, el primer beso en el bar, la primera noche en el Score, el primer te amo que le grité y su primera confesión la noche del cumpleaños de Cora.

Me abrazo a él con mi alma rota. El amor no debería doler así. Pero quizá siempre debió ser así.

Encuentras un amor que te quita hasta la respiración, te hace olvidarte de tus principios y te arrebata la cordura y duele como nada duele más en la vida, pero eso es lo que nos hace humanos.

La tentación, los deseos, el placer y aun el amor.

Recuerdo lo que dijo Jack en Brent, sobre que hay cosas que duelen toda la vida, pero nunca me arrepentiría.

— ¿Qué tienes Emma? — escucho la preocupación en su voz cuando lo aprieto contra mí.

Lo miro para responderle, pero sus ojos me hacen perder la concentración, incluso si tiene problemas en la vista es un color hermoso.

Hablar con Cora me curó el alma un poco, no regresaría al MI6, pero tampoco me quedaría en Londres después de las elecciones.

— Tus ojos son hermosos, un día si te dignas a tener hijos los tendrán— sus cejas se juntan. —Y yo compraría las revistas donde salgan solo para ver lo que hiciste de tu vida y los buenos genes del empresario Roe.

—¿Te drogaste? — dice serio.

Olvidé que no quiere tener hijos. —No, simplemente creo que tus genes más fuertes son tus ojos, Millie tiene los mismos ojos que Jack y seguro el bebé de Cora tendrá los de Bennett, es un hecho por el que estoy dispuesta a apostar.

Me hace girar con una mirada sarcástica, pero yo memorizo su cara, el olor a menta y el sonido del mar. —¿Puedo pedirte algo? — le pregunto.

—Que no sean drogas.

Me río y su ceño deja de fruncirse. Por un momento dejo de pensar en el ministro en que esto es cosa de dos días y que el mundo existe. Me imagino que habría pasado si lo hubiera conocido de otra forma, que él no fuera empresario.

Tal vez en una playa.

Habría sido una vida diferente, Cora cree en el destino y en las vidas alternas, yo no, pero si existiera, en otra vida una Emma se enamoro de un Alexander Roe y tuvieron una vida juntos.

—¿Qué es lo que quieres? — inquiere curioso y no me resisto a ir por sus labios, pero el beso me sabe muy amargo que no puedo seguir.

—Sólo quiero una cosa.

—¿Cuál?

—Cuando te vayas, no le des tus bailes a otra, deja que esos hayan sido siempre míos Alexander.

Me torturo sola al seguir aquí después de lo que sé, pero ¿Quién no es masoquista en la vida que han sabiendo que la felicidad dura un segundo no se queda? Sollozo diciendo eso mirando que se pone serio y cuando el mesero se acerca aprovecho para irme a la habitación.

Con mi mano en mi boca paso de Rebecca en la entrada y entro al cuarto de baño llorando en silencio.

Salgo buscando mis maletas y busco en mi bolso, pero no encuentro mi celular para llamar a Cora, tal vez no es buena decisión quedarme aquí, no es sano. Cuando estoy por la puerta siento el cuerpo que entra.

—¿De verdad pensaste que me iba a ir después de las elecciones sin ti nena? — siento el cuerpo de Alexander voltearme. —¿Eso le dijiste a Coraline?

Su mirada se comprime al ver mis mejillas húmedas y pasa sus dedos quitándolas.

—Vi el contrato, sé que te vas a Nueva York

Me alza la barbilla a la suya y pega nuestras frentes.

—Para que me quiten a mi reina deben matarme— me besa lento —Nadie toca a mi mujer, tu eres la pieza más importante de mi puta vida, no llores por que me jode verte así y quiero matar a todo el maldito mundo. Ya te dije que yo no valgo.

Me agarro a su brazo soportando el beso duro que me da cuando me pega a la puerta. Enterrando mi mano en su cabeza para retenerlo, pero lo va deshaciendo poco a poco ambos jadeando.

—¿No te vas a Nueva York?

—Yo no voy a ningún lado sin ti nena— me descubre el cuello —¿Estuviste llorando por mí toda la noche? — Asiento y sonríe de lado limpiándome las mejillas de nuevo. —Me vas a volver un demente Emma, creí que estabas enferma, tengo al mejor médico de la ciudad esperando abajo.

—Creí que está era nuestra despedida, por eso me habías traído aquí.

Se pasa la mano por el cabello ondulado, sé que le cuesta ver en la oscuridad, pero la luz del pasillo sirve y su risa retumba de nuevo y más cuando me alza la mano mostrándome el anillo de su familia.

—Voy a ser directo, te traje aquí para que te cases conmigo Emma y no por un puto contrato del ministro.

Me quedo inmóvil y jadeante en la puerta, mi pulso me salta en mi pecho y lo escucho en mis oídos bombeando. Contengo la respiración asustada cuando el hombre que no se humilla ante nadie se arrodilla con una sonrisa perversa dónde no hay nadie más que ambos, no lo hace obligado frente a las cámaras como en la residencia del ministro.

—Pero puedo hacerlo del modo convencional.

Es muy alto para hincarse, su cabeza llega a la altura de mi abdomen.


Alexander.

Los ojos llorosos se le van a salir porque los tiene muy abiertos y veo que le cuesta jadear. Nuca pensé que me iba a arrodillar frente a la publicista que me toco las bolas cada que pudo y que me rompió mis regalos en la cara.

Pero soy un hijo de perra muy grande para dejar de serlo.

—Deja que me coma este coño todos los putos días de mi vida Emma.

Incluso con esa propuesta pervertida no deja de verse sorprendida cuando saco el anillo que hice en nueva York para ella, hace varios meses.

Es una sola pieza diamantada color oro blanco con una pieza verde en el centro. El anillo de mi familia dice que es mía, pero este dice que es mi esposa, la mujer a la que le pertenece mi jodida vida.

Los ojos castaños se ponen brillosos y se mantiene en silencio alternando su mirada entre mí y el anillo.

—Si no respondes doy por hecho que es un sí. — me levanto con una ceja arqueada y veo como pone esos ojos que me tienen como un perro mientras extiende su mano voluntariamente.

Le quito el anillo familiar poniéndolo en su dedo medio con su mano temblorosa y en el anular espero a verla fijamente antes de meter el anillo.

—¿Y el, sí, nena?

—Sí— dice en voz baja y me taladra el pecho como un puto posesivo y el maldito reloj de Erick comienza a sonar mientras le pongo el anillo.

Sacudo la mano a medias, pero no se calla hasta que me lo quito, besándola indecentemente si controlar las ganas posesivas y cavernarias de hacerla mía de todas formas contra la puerta.

—Te amo Alexander — jadea en mi oído besándome con desenfreno.

Me quiero golpear el pecho e hice buena decisión mandando al suelo el puto reloj barao de Erick.

—Te dije que te iba a poner mi apellido— me río cuando me muerde el labio salvajemente, que en vez de enojarme me enciende.

—Emma Roe— pronuncia el maldito nombre que ha estado en mi cabeza desde nuestro primer viaje a Nueva York, el mismo de los hoteles que le estoy diseñando.

—Mía— no me deja tomar aire cuando le busco el botón a su pantalón enojado de tener que trabajar con ambas manos, pero con la poca luz me tardo más que ella que ya está masturbándome con su mano del anillo envuelta alrededor de mi polla jalándomela.

Me prendo a sus tetas como lo hice toda la noche antes que las pastillas me noquearan y se queja de dolor cuando le muerdo los pezones dejándoselos enrojecidos e hinchados cuando le quito la tanga y abre las piernas para mí.

Le masajeo el clítoris con mi glande mordiéndole el cuello, cada gemido la hace enterrarme los dedos en el cabello y puedo sentir el metal de su anillo.

—Todo el mundo va a arder a nuestros pies cuando sepan.

—Que se jodan todos, vas a ser mi esposa le pese a quién le pese y tenga que matar a quién sea— la penetro lentamente.

—Entera mi amor— gime agudamente saltando para abrazar sus piernas a mi cintura rebotando sus tetas en mi cara y haciendo que me punce con ese gesto seductor

—¿Dejé de ser cariño y ahora soy mi amor? — la miro perverso y las mejillas se le ponen rojas.

Quiere responder, pero en su lugar la hago gemir con la boca completamente abierta. Hace rato estaba llorando y la haré llorar de nuevo, pero mientras se corre de gusto. Aprisiono sus redondeadas nalgas en mis manos agarrando impulso cuando la azoto en la pared penetrándola cuidadoso que el golpe lo soporte, pero haciendo que mi pene entre más profundo.

Tomo el tiempo suficiente para que hayan cumplido mi orden los ineptos del hotel despejándome la playa para ella y para mí. Trato de alcanzar el condón para darle por ambos lados, pero el calor resbaladizo se me sube a la cabeza que no puedo sacársela mirando como sigue sorprendida con su anillo real.

Despejo la mesa del desayuno de la terraza con ella prendida a mi boca clavándome las uñas en los glúteos llevándome dentro de ella. La brisa de la playa mueve su cabello de un lado a otro y me golpea el viento en la espalda.

—Creíste que te iba a dejar, pero te olvidas que tengo que llenar todos los días este coño Emma— le gruño en el oído confirmando que la playa ya esté desierta como ordené.

Voy a matar a cualquiera que se atreva a verla desnuda. La levanto conmigo llevándola fuera la arena me pica en los pies, pero quiero llegar hasta la orilla de la playa.

Sus ojos se abren viendo que salimos de la habitación. —Nos verán.

—Ya di órdenes para que nadie vea a mi mujer desnuda.

Sonríe y se agarra a mi cuello supervisando por segunda vez que la playa no tenga a nadie y se agarra a mis hombros para que aun caminando pueda seguir follándose sola.

Me chupa el lóbulo de la oreja y va por la debilidad de mi cuello chupando por debajo de mi manzana de Adán cuando la tumbo en la arena saliéndome de ella y abriendo las piernas al cielo libre de nubes.

El agua del mar le moja la espalda haciéndola jadear, pero pone sus tobillos en mis hombros cuando ve que bajo a probar su sexo. Subo las manos para aunar sus senos y barro mi lengua por la carnosidad mojada que reclamo, mía.

—Alex...Alexander— suspira agarrándose la cabeza con los ojos cerrados.

Cada que el agua viene con las olas se estremece debajo de mí.

—Si siendo mi prometida sientes placer, imagínate como seré de bueno cuando ya seas mi esposa— escupo en su sexo para facilitar las lamidas y raspo mis dientes por su clítoris hinchado el doble de su tamaño.

Subo de nuevo y la giro para que me monte y su espalda no se irrite con la arena que ahora lastima la mía. Se pega a mi completamente desnuda como yo y alzo las caderas acompasando mis embestidas.

Anoche fui duro con ella, hoy seré peor.

Se agarra a mis pectorales y sube sobre mi pene bajando lento. Así de lento y perverso es lo que tenemos juntos, lo que creamos cuando caímos cuando caímos en tentación, es un pecado que no vamos a dejar de practicar.

Vuelve a ser una seductora y baja a mi cuello succionando mi piel, pero esta vez va por mis pectorales dejándome un chupetón en cada uno.

—Joder, Emma— le aprieto las nalgas controlándome para no vaciarme tan rápido — Como me encantas mujer, eres una perversa.

Alza la mirada sonriéndome sin pena alguna, es una exhibicionista que sabe me tiene a sus pies con esta pequeña vagina.

—Soy tu pequeña seductora.

—Eres mía.

—Siempre.

—Te amo joder— gruño besándola con desenfreno sintiendo las arremetidas en mis testículos galopando en sus muslos.

Ya fue mucho de que me monte, la hago parar y vuelve a estar en la arena pero cara abajo, le alzo la delicia respingona y así como está apoya sus palmas en el agua. Saudade y sucia como yo, su espalda está enrojecida por la arena.

—Ya sabes que voy a meterme en tu culo nena, así que ábrete las nalgas.

—¿Con ambas manos señor Roe? — pregunta como si fuera inocente mirándome con descaro.

Las ganas de azotarla las controlo cuando asiento y hace lo que le digo mostrándome ese apretado agujero. Al que la punta de mi verga apunta directamente en cuanto lo veo. Mojo mi glande en su coño y lo llevo húmedo a su culo frotándome para que le de la bienvenida.

No dejo de mirarle su anillo mientras permanece obedeciéndome aun jadeando tensa cuando la entrada se expande poco a poco.

Me agarro el miembro con una mano y con la otra le masajeo los hombros para que soporte la única embestida con la que entierro la punta. Bufo sudado frenético con el grito de mi nombre que la hace soltarse las nalgas y agarrarse a la arena.

Saco lento y entro un centímetro a la vez, con la vena de mi cabeza saltada de tanta presión. Le hago el amor en el culo compensando con gemidos satisfechos de sentirme lento y exquisito aun ritmo de varios minutos que acompañan a la serenidad del mar.

Pero yo no voy lento y menos con ella.

Me agarro a un puño de su cabello y comienzo a embestirla. —Di que eres mi prometida.

Jadea por aire. —Soy tu prometida— dice con voz temblorosa.

—Di que eres mi mujer— embisto golpeando sus guetos redondeados.

—Soy tu mujer.

Sus gemidos se hacen desesperados y veo que se va a correr.

—Di que eres mía.

—Soy... soy tuya.

Gruño satisfecho y la embisto sin parar hasta que se convulsiona debajo de mí y ya puedo rellenarla con mi esencia, primero está su placer y después el mío.

Nos resbalamos en la arena, pero antes que siga irritándose la piel, la pongo sobre mí y si que está fría la puta agua del mar. —Somo unos exhibicionistas. — se ríe agotada.

Le quito el cabello de la cara para verle la sonrisa y le sonrío de vuelta antes de besarle los pezones. —Seguro que te van a echar del hotel Emma, el dueño es un hombre neurótico.

—Lo conozco y no correría a su futura esposa— dice la ultima palabra mirando su anillo y baja a besarme la mejilla a esos besos ridículos a los que no me pegaría.

Los rastro de que estuvo llorando ahora son diferentes, le paso los dedos por la cara para quitarle los pocos rastros de arena.

Quito mi mejilla después de pegarme a los besos y la abrazo conmigo relajado hasta la médula, con lo único que me importa entre mis brazos.

—Puedes repetir lo que dijiste cuando te estaba montando— pasa sus dedos por mis labios.

Lo digo, pero en danés.

—Eso no cuenta.

Lo digo en español y como no logra sacármelo no lo pide más.

Nos duchamos para quitarnos la arena del cuerpo y le froto algo de su propia marca para que se le quite el enrojecimiento irritado de la piel. La mira confundida sin darse cuenta que es la marca de su hotel.

Emma Roe.

Está es las toallas y en los productos de ducha con el mismo diseño dorado de las letras de mis apellidos.

—¿Cómo vamos a dar la noticia si el ministro se entera?

—Creo que tu te preparaste para la boda mucho antes que yo, si no habrías pedido los vestidos.

—Macy's me envolvió en eso— sale a ponerse un albornoz —Desde que el compromiso se anuncio las marcas están sobre mí, no supe como librarme.

—Claro— me ato una toalla en la cintura sonriendo incrédulo.

—Te lo juro.

—Ajá.

— No importa si me crees o no, será una boda escandalosa— se mira el anillo —Tu familia va a odiarme.

—Los Roe odiamos a todo el mundo.

—Me refiero a Tyler.

—Ese no es un Roe, ni lo será, los zapatos le quedan muy grandes.

—No me fío de él y menos porque hace dos días lo vi hablando con Richard y encontré unos pequeños envases en su maletín, busqué información o algo, pero no había más que pápelo.

—¿Envases?

—No creo que sirvan para algo, vi que Millie estaba jugando con ellos el otro día, tengo una foto con ella dónde los tiene— va al bolso de sus cosméticos. —No creo que sean importantes, son de juguete, Millie siempre los anda cargando.

—Aun así quiero verlo.

Saca su celular y pasa de las fotos hasta una donde aparece la mini humana con Kieran y al hacer zoom aparece en una de sus manos. un mini envase que en realidad parece de juguete, pero no está etiquetado con nada.

—Parecen juguetes, son muy pequeños.

—Te lo dije.

—Pero ¿Sabes quién se los dio?

—Bennett


¡Hola sexys!

Deposite sus gritos Alemma aquí. 

Se viene gente, se viene lo bueno de esta parte del libro. *Se va corriendo*

¡Los amo tres millones!

-Karla. 

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