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CAPÍTULO 3

Alexander.

Trae una hoja en la mano. Las ojeras se notan más cuando mira a todos en la sala que se le han quedado viendo y cuando camina sigue con los hombros caídos. Me reclino en mi asiento mientras veo a Ida en la entrada.

Le hago una señal para que se quede fuera, quiero ver que planea hacer el traidor ahora. Erick se queda mudo frente a la pantalla. La prensa espera fuera otra vez, a pesar de la conferencia que ofrecí la tarde pasada, quieren más.

Es una estrategia clara de la competencia de Hilton &Roe, van a provechar cualquier cosa que suceda a su favor porque nunca tendrán oportunidad con nosotros, no son competencia para mi cadena hotelera y nunca lo serán.

—Aquí está mi renuncia— Bennett me extiende la hoja que trae en la mano.

La tomo bruscamente y la firmo del mismo modo bajo la mirada atenta de los ejecutivos y mis socios. Veo la mueca que hace Erick, pero se mantiene en silencio o el siguiente puede ser él.

—Entrégale esto a Blake— mi asistente asiente y cumple lo que le ordeno. —Erick sigue con la reunión— ordeno en voz baja y todos dejan de mirarnos.

El otro se mueve a hablar sobre la pantalla y las cuestiones jurídicas de los familiares de los residentes del hotel de Brent.

—¿Dónde será el funeral? — pregunta Bennett una vez que Erick comienza a hablar atrayendo la atención de todos.

Lo observo bien de cerca. Está hecho mierda por la rubia, todavía veo los estragos de la coca que se metió en Nueva York en las bolsas purpura debajo de sus ojos, debió haberse drogado todos los días.

—En High Street hoy a media tarde— respondo automáticamente.

Sus ojos se cierran y lo veo tomar una respiración profunda. Cuando vuelve a abrirlos no mira a nadie, solo se coloca los lentes negros que trae y al girarse veo la tira de tela que trae envuelta en la mano.

Es como una banda para cabello de color menta, pero la trae en un nudo en la palma de su mano izquierda. La puerta se cierra detrás de él y me quedo viendo el lugar un segundo más antes de centrar mi mirada en Erick.

—Nuestra apertura en Birmingham se pospondrá hasta cuatro semanas para realizar las gestaciones necesarias de los hoteles ecológicos, no habrá sobre demanda de parte de los socios mayoritarios a menos que quieran retirar su capital del proyecto— dice Erick

Mike uno de los arquitectos de mi empresa que se quedó en lugar de Alesha, presta suficiente atención como todos en la sala, pero lo veo tomando notas, cosa que nunca hace. Trabajo tiempo suficiente con ella para saber cómo trabajar aquí.

—Necesitamos una inversión externa como punto seguro para futuros proyectos, aunque la empresa tiene capital de sobra para levantarse sola, en el mercado internacional las variantes de sociedad son el gancho perfecto para inversionistas internacionales como lo hicimos con Nueva York. — uno de mis socios habla.

—No me interesa tener socios externos en mi empresa— lo interrumpo.

—Hilton &Roe siempre ha mantenido el legado de los socios fundadores, ha sido característico de Alexander mantenerlo así desde el inicio— Christopher me apoya.

—Ninguna de las inversiones externas podrá darnos más del prestigio que ya tenemos— otro ejecutivo habla.

—De todas opciones que hemos escuchado, está es la más coherente. — dice Erick atrayendo la mirada de todos.

Lo pienso un momento. Es una ventaja clara sobre todos. —¿Qué piensas de eso Christopher?

—Desde mi punto de vista mostrarás la capacidad de dominio que tienes en el mercado internacional, el mismo que tiene Hilton &Roe, pero la parte negativa será asociarte con otros inversionistas

—No si solo es una estrategia— miro a Erick y entiendo a lo que se refiere. Nos miramos en silencio.

—Pensaré en la opción de los inversionistas internos— todos me miran confundidos, a excepción de Erick. —Mientras tanto mantengámonos en levantar Brent. —Mike— miro al castaño —Trae los nuevos planos del lugar a mi oficina.

—Si señor Roe— se levanta de su lugar y camina hacia la puerta.

—¿De verdad vas a consideras vender acciones de la empresa Alexander? — Christopher esta consternado.

—De ser necesario para ampliarnos en el mercado hotelero, puede ser una poción— miro la puerta y salgo de inmediato después de dar por terminada la reunión.

Camino por el pasillo seguido de Ida y antes de girar a mi oficina veo a Mike guardando su celular en su bolsillo delantero. —Quiero los planos de inmediato— le digo áspero.

—Enseguida señor— se va de prisa por el pasillo.

Entro por la puerta y busco entre mis contactos uno en específico. Marco específicamente a su número privado. No quiero rastros de esta llamada. —Alexander, tanto tiempo ha pasado— la voz ronca característica de él por años de fumarse porros es la que viene del otro lado de la línea. —Se lo que ocurrió con tus hoteles, es desafortunado.

Escucho como le da una calada al porro. Tose antes de seguir hablando conmigo.

—Qué bueno que lo sepas porque tengo un negocio para ti.


Emma.

Tomo la ropa que trae Ethan, noto que a excepción de Alexander, él ha sido el único que ha entrado, el único que ha traído mi comida y él que me llevará dónde Cora. No hay otro que se ocupe de mí, ni siquiera Matt al que no he visto por ningún lado.

Repito mi corta conversación de esta mañana con Alexander mientras me pongo vaqueros y los abotono sobre mi cintura. Comer me sentó bien, tengo más fuerza en las manos que antes y termino de ponerme la ropa nueva.

No tengo mi celular ni tengo nada más aquí, Seth se llevó todo lo que Cora y yo teníamos y el paradero de nuestras cosas nunca lo sabré.

Un abrigo negro es lo último que me coloco, me doblo las mangas dos veces y camino hasta el baño. Las ansias me están comiendo por dentro de ver a Cora. Respiro hondo y peino mi cabello con las manos.

Me miro en el espejo, el color poco a poco va a regresando a mis mejillas, aun me veo pálida, pero en este momento todo lo demás sale sobrando mientras pueda verla, tengo que verla.

Salgo de la habitación caminando lentamente con Ethan siguiéndome los pasos, me ayuda cuando vamos por la escalera. No veo a Kieran por ningún lado, ni cuando pasamos a la salida.

Mientras salimos por el estacionamiento noto que la gente de Alexander no me mira, es como si yo fuera el de ojos verdes caminando en medio de ellos.

Miro de reojo parado en una esquina, mantiene el gesto serio. Son como cinco los hombres que están en el estacionamiento subterráneo del Score y reconozco como gente de servicio de Alexander por la secuencia en sus trajes y que vagamente los he visto alguna vez a un par de ellos, pero por sus actitudes siento como si estuviera frente cientos de personas.

Paso de largo a ellos incomoda y dos minutos después ya me estoy montando en una de las camionetas negras de Alexander con ayuda a Ethan.

Me coloco de manera que mi espalda no se lleve la mayor parte de mi peso por el dolor de los moratones. Término medio sentada de lado y así me coloco el cinturón de seguridad. El corazón me palpita cuando Ethan pone el auto en marcha.

Ver la luz del día es reconfortante de alguna manera, mientras estaba en esa habitación sucia, no veía más haya de esas cuatro paredes. Me agarro con fuerza a los asientos de piel, me siento ansiosa y asustada de que no sea verdad que veré a Cora.

Casi media hora después la camioneta se detiene en un estacionamiento conocido, al que vine muchas veces por mi cuenta. La respiración me falta cuando veo el auto de Luke a dos autos del nuestro. Ethan me abre la puerta y me ofrece la mano para ayudarme a bajar, sin embargo, no la tomo.

La respiración me está faltando y los ojos se me están llenando de lágrimas. La última vez que vi a Cora fue sin vida, mi cabeza no procesa esto, mi mente no quiere creerlo porque sé que, si veo algo diferente de lo que me dijeron ahí adentro, el dolor va a volver con más fuerza y no voy a soportarlo.

—¿Señorita Brown? — Ethan habla cuando ve que no me muevo.

Me agarro a su mano con las manos temblando y me baja de la camioneta con cuidado. Camino poco a poco y reparo en la camioneta detrás de nosotros, es una similar a esta. Tomo una respiración profunda mirando la entrada y me sigue de cerca cuando la cruzamos.

—Por aquí— me conduce por dónde debemos ir que es el pasillo de la izquierda.

Al llegar aquí elegí este consultorio privado porque, aunque los costos eran elevados, el lugar no es inmenso como un hospital de la ciudad.

Hay poca gente, algunos en la sala de espera. Vamos lento por mi pierna y él no me apresura a ir. Una puerta aparece al final del pasillo y de alguna manera sé que está ahí.

—No me dejes sola Ethan por favor— pido agarrándome a su antebrazo.

—Nunca señorita Brown— me ayuda a caminar el resto del camino.

Una mujer con bata blanca pasa frente a nosotros y se detiene cuando él la llama. —Venimos a visitar a Coraline Gray. — le dice.

Miro por la ventanilla que hay del otro lado, apenas se ve que hay dentro por las rayas grises que cubren el interior del vidrio, pero alcanzo a ver un atisbo de cabello rubio. MI pulso se desborda en mi pecho.

Suelto el antebrazo de Ethan y camino a la puerta sin esperar a que la mujer nos dé permiso de entrar.

—Disculpe— dice a mi espalda —La hora de visita ya pasó con la persona que vino a verla, ya no pueden entrar hasta mañana y probablemente la misma tarde.

La ignoro y que ruegue por su alma si trata de detenerme. El corazón me late desbocado cuando giro la manija de la puerta y abro.

Miro lentamente las sábanas blancas de la camilla, la pequeña aguja en su mano y finalmente el par de ojos azules que me miran regresando mi alma destrozada a mi cuerpo.

—Sexy— dice moviendo los labios que no se movían cuando le hablé en Trafford.

Sin importarme el maldito dolor en la pierna voy hasta ella y dejo que las lágrimas caigan libres por mis mejillas mientras me abrazo a ella. Está viva. Sus brazos se aprietan a mi alrededor con tanta fuerza como los míos y aunque me quejo del dolor en mi espalda no la suelto.

Me aferro a ella como lo hice dos días antes queriendo que despertara, el calor de su cuerpo y el constante sonido del laido de su corazón que sale de ese monitor a un lado son suficientes para que abra los ojos.

Me separo y la beso en las mejillas rojas y en la frente repetidas veces, lo hago sollozando en voz baja. Sus mejillas también están húmedas y repara en mi aspecto como buscando que esté bien y no malherida.

—Nunca... nunca más vuelvas a dejarme— jadeo y miro sus ojos otra vez convenciéndome que los tiene abiertos. —Nunca Cora.

—Promesa de pintora— dice con voz ronca sonriendo a medias a través de sus ojos brillosos y ya la estoy abrazando otra vez besando a intervalos su cabello rubio.

—Señorita, no puede apretujar así a la paciente, está cortando el suero que tiene inyectado en la mano. — la voz de enfermera llega a mis oídos.

—Dime que estás bien, que ese maldito imbécil no te lastimo más— me pregunta Cora ignorando a la enfermera, pero la mujer no se rinde y unos segundos después ya me está apartando de ella bruscamente.

—Oiga ¡Suéltela! — grita Cora molesta, pero la mujer no se rinde y que tenga una pierna lastimada le facilita el trabajo de jalarme a la puerta.

—Salga de aquí de inmediato, le dije que la hora de visitas se terminó, además van a examinar a la paciente y nadie puede estar aquí dentro— me empuja por la espalda, justo dónde la tengo lastimada, sus empujes me hacen jadear con el dolor que me provoca.

—Alto— le digo jadeando, pero vaya que es fuerte.

Cora le sigue gritando hasta que Ethan entra, se mete entre nosotras y hace que me suelte.

—Voy a llamar a seguridad para que la echen, está infringiendo con las normas de este hospital privado. — amenaza señalándome con el dedo.

—Soy paciente de la Dra. Kriss conozco bien el lugar— me defiendo.

—Eso no va a impedir que la echen fuera y le restrinjan el acceso.

Enderezo la espalda y la miro con enojo. —Haz que se vaya de aquí Ethan, no quiero verla— le digo al hombre robusto que tengo el frente.

—Como ordene. — me da un asentimiento de cabeza y Cora alza las cejas tan sorprendida como yo. —Acompáñeme por favor, o me veré forzado a usar la fuerza— le indica la salida a la mujer, hay una clara ventaja sobre él por su gran tamaño y no debe discutirle.

Pero ella es dura, se le nota en la cara el disgusto y ella misma debe ser alguien importante en este hospital privado o no sería tan soberbia.

—Están infringiendo las normas del hospital privado, están en serios problemas legales— nos amenaza. —Este hospital está patrocinado por directivos millonarios del gobierno.

—No se preocupe, para mañana este lugar y cualquier otro puede estar a nombre de la señorita Brown si eso quiere, así que acompáñeme a la salida. — la corta Ethan.

Ya no espera que ella le responda porque la saca de la habitación. Cora y yo nos miramos cuando la puerta se cierra y vuelvo hacia dónde ella. Sus ojos bajan a mi pierna notando mi ligera dificultad para moverla.

—Tu pierna— dice en voz baja.

—Estoy bien, un médico me dio desinflamante y está funcionando— me hace lugar para que pueda sentarme a su lado en la cama.

—Vi que te quejabas mientras esa arpía te jalaba afuera. — dice con preocupación

Hablar de los azotes es como revivir ese momento de desesperación y no quiero hacerlo mientras ella está en esta cama, débil. Ese momento en el que las dos estuvimos.

—Cuando Alexander me llevo a su casa, hizo que un médico viniera de inmediato y se ocupara de mi— le explico en voz baja para tranquilizarla. Estoy agradecida con él por eso, el dolor era insoportable en mi espalda.

Agarro su mano y entrelazamos nuestros dedos, veo un parche en su nuca que va de un extremo a otro.

—Luke está aquí. — dice como recordándolo. —Debe estar en la cafetería, hace unos minutos le pidieron que saliera mientras me hacían una revisión general.

—Vi su auto afuera. — paso mi mano por su cara —¿Cómo te encuentras?

—Tengo dolor por aquí— se señala la nuca—. Me dieron algo para el dolor, me lo dan cada cuatro horas. También dijeron que estaba deshidratada, por eso el suero— mueve su mano — Pero mis signos vitales están estables. Alexander vino a verme por la mañana y estoy segura que está pagando todos los gastos.

—¿Vino a verte? — asiente.

—Desperté anoche y estaba muy desorientada, no podía recordar dónde estaba— parpadea con el ceño fruncido. —Con el paso de las horas fui recordando poco a poco. Pregunté por ti cuando vino y dijo que estabas en su casa, entonces supe que también te había encontrado.

—Lo hizo— le confirmo y cierro los ojos sintiéndome repentinamente cansada. —Me encontró.

—¿Cómo?

—No lo sé, no he tenido oportunidad de preguntárselo— trago saliva y siento mi garganta seca. —Todo también ha sido muy confuso para mí.

Nos miramos en silencio con nuestras manos entrelazadas. —Dice que nuestro apartamento fue asaltado, que esa es la noticia que dio la policía. — frunzo el ceño escuchándola, su celular está en el mueble a lado de la camilla, también hay un vaso de agua.

—¿Eso es lo que Luke te dijo?

Asiente. —También Alexander.

Joder. Esto está jodido, sigo sin entender nada. Nos quedamos en silencio mirándonos. Acaricia mi cabello y pasa su mano en mi cara. Me apoyo en su palma tomando toda la caricia.

—Dijeron que escapaste de nuevo— rompo el silencio —Y cuando Jaden te trajo... — se me corta la voz y otra vez siento la cara húmeda. Respiro hondo y sigo —Cuando te trajo de nuevo ya no despertaste, pensé que te había perdido.

Se recuesta sobre una de las almohadas como si estuviera cansada y le ayudo a ponerse cómoda.

—Quería salir fuera para pedir ayuda a cualquiera, los escuche decir que nos llevarían a una casa de... de mujeres de compañía— mira a lo lejos. —Corrí por la calle, pero Jaden me atrapó. Lo último que recuerdo fue sentir un golpe en la cabeza y luego todo se volvió oscuro.

—Te trajo de vuelta y me dijo que estabas muerta— comienzo en voz baja —Sawyer lo sabía, sabía todo lo que Seth y Jaden harían y los apoyó. — siento un sabor amargo en mi lengua —Seth me dijo que Sawyer está metido en el negocio de mujeres.

—Maldito hijo de perra ¿Cómo puede ser tan miserable? — me habla con enojo a través de las lágrimas que caen en sus mejillas. —¿Cómo pudo hacerte eso?

—Lo vi antes que nos llevaran a ese lugar— sacudo la cabeza y miro por toda la habitación. —Cora, esto como haber despertado en una pesadilla.

Sus cejas se juntan al oír la desesperación en mi voz, pero no encuentro otra forma de decirlo. Sé que debo decirlo en voz alta, que debo afrontarlo de una buena vez.

Miro la puesta esperando que Ethan no esté ahí parado al frente. —Sexy primero tenemos que saber...— se detiene y cierra los ojos recostando su cabeza en la almohada.

—¿Estás bien?

—Un mareo— dice a medias—. Me vienen de repente. Son por la contusión en la cabeza.

—Voy a llamar al médico, la mujer dijo que tenían que revisarte. — asiente y eso es señal que no se siente bien.

Salgo por la puerta encontrando a Ethan de pie. Le explico lo de Cora y no tarda en acercarse un hombre de bata blanca. Entro con él y veo de lejos entada en el pequeño sofá mientras examinan a Cora.

Cuando termina le traen una charola de comida y me acerco a ayudarla en lugar de la enfermera. Veo a Luke por la ventana hablando con Ethan, pero no vuelve a entrar en la habitación.

—¿Se fue? — le pregunto a Ethan cuando tengo oportunidad.

—Vendrá mañana por la mañana, le expliqué que usted estaba ocupándose de ella.

—Gracias por todo Ethan— hoy ha sido especialmente de gran ayuda. Me da un asentimiento de cabeza y vuelvo a entra en la habitación.

—Me siento muy mimada— dice mi rubia favorita comiendo con gran apetito.

El ánimo ya le mejoró después que le dieran algo para el dolor de cabeza. Ethan me ofrece traerme comida de algún restaurante de cerca un poco más tarde, pero no tengo apetito, solo me preocupo por Cora como debe ser.

—Oí que seguramente saldré de aquí mañana por la tarde— habla cuando la enfermera se lleva la charola.

—No vamos a regresar al apartamento.

—Lo sé— suspira. —Luke nos ofrecerá irnos con él, pero don cabezota también me ofreció asilo en su casa.

Nadie me saca de la habitación de nuevo una vez que termina de comer, pero el doctor que la revisó antes dice que debe descansar. Suspiro largamente.

—Por hoy ya es suficiente de todo esto— me siento al lado de ella. —Deja de pensar y descansa como dijo el médico.

—Tú también debes descansar.

—Eso haré cuando te hayas dormido.

La acomodo entres las almohadas esponjosas y no tarda en quedarse dormida. A los minutos lo único que se oye es el sonido de su pulso en el monitor.

Me quedo en el pequeño sofá al extremo opuesto de la habitación y la miro en silencio. Gracias. Esa palabra se repite en mi mente a cada momento que la veo respirar y un par de veces más me limpio la cara húmeda.

Me levanto y paseo mi mano suavemente por su cara y me pongo en el suelo agarrando su mano.

Cierro unos momentos los ojos conforme pasan las horas y luego dejo de oír nada a mi alrededor mientras también me duermo con la mano de Cora entre las mías.

No sé cuánto tiempo ya pasó desde que me quedé así, solo comienzo a despertar hasta que me tocan la cabeza.

—Suéltala, vamos de vuelta a mi casa, ya es tarde— dice la voz de Alexander cuando abro los ojos.

Ya no trae el traje de la mañana, lleva vaqueros y chaqueta. —No voy a dejar a Cora— mi voz sale ronca.

Se inclina hasta dónde yo y cuando trato de moverme la pierna la tengo adormecida y la otra más adolorida que antes. No fue una decisión sensata quedarme en esta posición y ni siquiera fui con la Dra. Kriss a hacerme la revisión de la pierna.

Me quita la mano de la de Cora y me ayuda a incorporarme poco a poco. —Vendrás mañana también, Ethan se quedará esta noche a cuidarla.

Me agarro a sus hombros para mantener el equilibrio. Mis ojos quedan a la altura de su boca y mi mente se despierta de golpe. Lo miro a los ojos, pero tan rápido como lo miro volteo la cabeza.

—Está bien— acepto y dejo que me guie fuera de la habitación, confió en el buen juicio de Ethan.

Pasamos por los pasillos y veo que mira mi pierna más de una vez y no es para menos, cojeo más que está mañana. Caminamos hombro a hombro y mis manos se aferran a su antebrazo cuando me cuesta bajar los últimos escalones de la entrada.

Se detiene esperándome, pero me deja caminar sola.

El cielo ya está negro cuando salimos al estacionamiento. Está su Aston Martin junto a la camioneta dónde me trajo Ethan, pero no me sube al auto, lo que es bueno para mi cuerpo, el diseño compacto del auto no me dejaría acomodarme en el asiento sin apoyar mi espalda.

Un hombre alto que tiene la mitad de su ceja cortada está parado frente a una de las camionetas, sigo adormilada y ver a extraños de noche no me gusta.

Deslizo mi mano por la suya y me pego más a Alexander que entrelaza sus dedos con los míos después de unos segundos.

—¿Quién es? — pregunto con cautela mientras caminamos.

—Ida, uno de mis hombres.

El otro hombre es igual de alto que él y más robusto que Ethan. Nos abre la puerta trasera y aquí voy de nuevo con esta tortura de subir bajar, recostarse.

Aprieto la mandíbula y Alexander me sube. El camino de vuelta es una tortura para mi pobre espalda. Alexander llega en su propio auto dejando que el hombre de antes, que conduzca la camioneta dónde voy.

No habla durante todo el camino, ni siquiera sé su nombre, solo acepto que me ayude a bajar de la camioneta y tan pronto como llego arriba a la habitación de Alexander me deshago del abrigo que traigo puesto.

Voy a su armario, saco otra de sus camisetas de gimnasio y otros pantalones cortos antes de meterme en la ducha. El agua hace el mismo trabajo de anoche relajando mis músculos y es un alivio.

Cuando salgo con su albornoz puesto otra vez, tengo la espalda tensa. Me siento a la orilla de la cama y me masajeo poco a poco dónde me duele haciendo una mueca de vez en cuando.

—¿Te duele mucho? — me sobresalto con la voz a mi espalda y veo a Alexander salir de su armario con pantalones de chándal y camiseta sin mangas.

Lo miro en silencio y asiento apartando la cabeza. Lo escucho moverse por la habitación y cuando lo siento a mi lado me tenso, su olor a menta en mi cabello y en mi piel no es nada comparado con su propio olor.

Pero debo mantenerme serena a lo que me provoca, tengo que recordarme que estoy pisando territorio desconocido.

Me quita poco a poco el albornoz por los hombros antes que sienta algo frio deslizarse por mi espalda. Suspiro de alivio, sea lo que sea es malditamente bueno. Me quejo un poco cuando baja por mis costillas, ahí duele más que en todos lados.

Sus movimientos se hacen más suaves. Dejo caer mi cabeza hacia atrás y cuando lo miro veo lo cerca que estamos. Respiro entrecortadamente y termina tan rápido como empezó. —Gracias— digo en voz baja incapaz de verlo a la cara.

Tengo ganas de llorar, pero no por el dolor en la espalda, si no por el dolor en el corazón, si nada de esto hubiera sucedido, ¿Qué habría sido de nosotros?

La mayor parte de mi ser está confundido, analizando cada cosa que ocurre, pero dentro de todo este desastre hay otra parte en mí que sufre cada vez que lo tengo cerca porque es él de quien estoy malditamente enamorada.

Porque me encontró, porque quiero mentirme y pensar que lo que pasó no existe, pero la realidad es diferente.

Sale de la habitación sin decir más y sorbo por la nariz mientras me pongo su camiseta, los pantalones cortos y me meto a la cama sola de nuevo.

. . .

A media noche mis ojos se abren por el vacío que hay en mi estómago. La habitación esta oscura, pero mi hambre no conoce de horas y menos si lo único que traigo dentro es el desayuno de esta mañana.

Me quito la sabana y me siento en la cama alcanzando el vaso de agua que hay a un lado.

La píldora para mi pierna me la tome antes de dormir y ha hecho su trabajo efectivamente. Me levanto con los pies descalzos y camino a la salida con un poco de vergüenza cuando bajo a la cocina.

El lugar completo está en silencio y me cuesta varios minutos llegar a dónde quiero. Cruzo la puerta de madera y voy directo a una gaveta. Encuentro especias y condimentos. Me muevo a otra y encuentro latas de legumbres.

Mi estómago ruge otra vez y voy el siguiente gabinete. Casi salto de gusto cuando veo un paquete de pan en rebanadas. Lo saco y busco el tostador que me cuesta encontrar, pero cuando finalmente lo hago meto dos panes.

Voy al enorme refrigerador y busco entre las miles de cosas que hay un tubo de crema batida, pero entre las proteínas y vegetales no hay nada. Mi ánimo decae cuando no encuentro crema batida.

Tendré que comer tostadas simples. Saco los demás ingredientes y los llevo hasta la barra de la cocina. Arrastro los pies hasta el tostador y pruebo suerte con otro gabinete encontrando feliz una lata de crema batida.

—Gracias— digo mirando al techo y las tostadas salen crujientes levantando un olor delicioso en mi nariz.

Las pongo en un plato y me llevo la lata conmigo. Aquí dentro no hay dónde sentarse y caminar de vuelta hasta el comedor va a ser una tortura para mi pierna. Tomo mis tostadas y las dejo en la barra de la cocina.

Después con mucho cuidado apoyo mi peso en la barra y me alzo hasta que mi trasero toca el frio. Ahogo un jadeo y sin perder tiempo, con todos los ingredientes en mano, hago mis tostadas especiales.

Me llevo impaciente el primer bocado a la boca y doy un suspiro gustoso. Esto es lo mejor de la vida. Tomo la lata de crema batida y pongo la punta directamente en mi boca hasta llenármela.

Voy por mi siguiente tostada de crema batida cuando un carraspeo a mi espalda me detiene y me siento atrapada al ver a Alexander.

Entra sin camisa a la cocina y me ve sobre su encimera. Siento calor en el cuello al verlo solo con los pantalones de chándal sobre sus anchas caderas.

—Tenía hambre— digo nerviosa y levanto la tostada en mi mano.

—Ah— es lo único que dice y veo la comisura de su boca moverse cuando se acerca. Apoya los codos en la encimera y me ve comer.

Se me cae un poco de crema ensuciando todo y luego la mitad de la tostada, todo bajo la mirada fija que me da.

—Ya vete— le digo molesta cuando no puedo ni alzar la lata de crema batida sin sentir vergüenza por el desastre que estoy armando en su cocina.

Me da la espalda y toma una toalla desechable para dármela. Se me pone de frente clavándome los ojos verdes. La tomo y le rehúyo la mirada de nuevo como he venido haciéndolo.

Unos dedos fríos me levantan la barbilla. Mi pecho sube con una inhalación profunda tomando todo el maldito olor a menta y finalmente... le sostengo la mirada.

Alza la barbilla en un gesto soberbio, pero yo también lo hago.

Sus ojos contrastan con los míos, veo el enojo en su mirada, seguido de muchas cosas que no se leer. Me salta el pulso en el pecho mientras nos miramos.

—¿Vas a matarme por lo que vi? — pregunto tratando de cortar la tensión que comienza a aparecer.

Bufa por la nariz pegándose más a mí, sus manos se ponen en mis muslos y me jala hasta el borde de la encimera hasta que mis rodillas pegan en su torso. Los ojos se le ponen como llamas por lo molesto que está.

La mandíbula la está apretando tanto que los huesos alrededor se le marcan más de lo normal.

Su voz hace que un escalofrío me recorra la espalda cuando habla muy serio.

—Primero tendrían que matarme a mí, antes de tocarte.

Lo miro fijamente, sin respiración.

—Eso es lo que querías escuchar, ahí lo tienes— está más enojado que antes como si le hubiera arrancado las palabras a la fuerza—. Ahora deja de preguntar estupideces porque primero me cargo a todos los cabrones que me sirven antes que alguien te apunte con una puta arma.

Me clava los ojos verdes. Me escuecen los ojos. Se separa de mí, pero no alcanza a llegar a la puerta cuando el otro hombre el de la ceja cortada entra sobresaltándome.

—Tienes visitas señor Roe.

—¿Quién demonios es a estas horas? — le pregunta áspero.

Me bajo de la encimera con el ceño fruncido cuando el ruido comienza afuera al igual que las voces. La puerta se medio abre, pero no alcanzo a ver quién está del otro lado solo veo a Ida moverse para dejarlo pasar.

—Alexander— lo llaman y una mujer de mediana edad que aun luce joven y bien parecida aparece en la puerta.


¡Hola sexys!

NO. GRITEN.

Yo se lo que se leyó, yo sé lo que pasó, vayamos analizando la situación. 

Síganme en mi Instagram para un vistazo del siguiente capítulo. 

¡Los amo tres millones!

-Karla

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