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CAPÍTULO 13

Emma.

Reacomodo el espejo del retrovisor para tener una mejor vista.

No quiero ser paranoica, son las cinco de la tarde, la gente de las oficinas sale a esta hora, las autopistas están llenas, no somos sólo esa camioneta y yo.

Reitero que es la misma camioneta del idiota del estacionamiento, las ventanas vienen polarizadas, es el mismo modelo y el mismo color verde militar que comienza a resultarme inquietante.

Voy a la derecha para despejarme del tráfico. El auto a mi lado es rebasado y una de las camionetas de Alexander toma el lugar, por el retrovisor veo que hay otra camioneta negra igual cubriéndome por la parte trasera, en dónde viene Ethan.

Retomo mi velocidad anterior con más calma. Con una fugaz mirada a mis muñecas dónde tengo las cicatrices de las correas de Seth, noto lo que hace semanas descubrí en casa de Luke.

No tiemblan como es habitual cuando estoy desesperada y ansiosa, no hay ni una ligera sacudida, tengo las palmas de las manos frías y antes de ver a Ethan detrás de mí sentí un escalofrío, pero no hay indicios de los ataques de pánico anteriores.

Mi celular vibra en mis piernas y maniobro para sacarlo. —Cora.

—Hola sexy. ¿Vienes a cenar con nosotros? Dyan va a estar fuera esta noche, Luke va a cocinar para nosotras y después vamos por la ciudad, no trasnocharemos mucho para que no tengas problemas con el horario de tu trabajo.

—Mejor dejémoslo para el fin de semana. ¿Dylan sigue aquí? — balbucea un sí —¿Te dijo por qué se quedó en la ciudad en lugar de irse a Brent como tenía planeado?

—No, aunque bien puede ser por Sawyer. — escucho una puerta cerrarse. —Lo escuché hablando por teléfono cuando lo fui a verlo al hotel hoy en la mañana, mencionó su nombre.

Se me forma un nudo amargo en la punta de la lengua. —Ojalá sea así. — concuerda conmigo.

—¿Entonces cenas con nosotros?

— Me encantaría salir con ustedes, pero tengo una reunión esta noche, la empresa va a comenzar negocios en América y vamos a viajar en unos días, ya sabes que el trabajo no espera y estuve semanas inactiva.

No quiero mentirle, pero su ultima reacción hacia los Roe fue despreciativa en especial hacia Bennett, por la lealtad a su hermano, incluso su propia moral, y yo me estoy metiendo en algo que tiene pinta de tener todo menos moral.

—Volvemos a trabajar con el jefe perfeccionista que quiere todo perfecto.

—Nunca me quejó del señor Jones.

—Está bien, igual me agrada, tiene cara de ser amable — chasquea la lengua —. Entonces creo que sólo seremos Luke y yo esta noche. Te amo, llama más tarde—. me suelta un beso del otro lado antes de colgar.

Entro al estacionamiento cuando el recepcionista abre las puertas. Ethan me ayuda a salir y veo que el otro hombre es Ida, pero él se mantiene en la puerta de su camioneta.

—No quiero sonar paranoica, pero creo que una camioneta me estaba siguiendo— me meto el cabello detrás de las orejas incomoda y abro la parte trasera de mi auto bajando las bolsas de compra —A lo mejor vi mal, sólo fue unos metros.

—Tenemos todo en control, la vimos — me ayuda a cargar y me pongo pálida por lo que dice —Y señorita Brown — se pone serio —Ninguna cosa que vea es insignificante.

Asiento, sé eso desde que acepté ver a Alexander en el bar, esto es diferente a estar con el empresario de Hilton &Roe. Mientras subimos a mi piso pienso de más las cosas que dijo Ethan.

—¿Qué es el asunto importante de Alexander? — lo miro mientras abro la puerta dejándolo pasar. —¿Es sobre... eso?

—¿Sobre qué? — pone las bolsas de mis abrigos sobre el sofá.

Lo miro a los ojos. — La organización de los treinta y siete.

Ethan se tensa de la espalda y lo veo ponerse alerta, incluso su mano va a la parte trasera de su cinturón, ahí veo el borde de un arma bajo su saco. Carajo.

—Alexander me dijo muy poco sobre eso— me justifico de inmediato retrocediendo con temor de verla. — Sólo lo mencionó una vez, no sé nada más.

—Emma tranquila— Ethan frunce el entrecejo alejando sus manos del cinturón y tranquilizándome —. Sólo es un arma.

—Mierda— mi pulso martillea — ¿No vas a sacarla o sí?

—No de ser necesario. Todos los hombres del señor Roe siempre van a tener una, al igual que él, debe comenzar a acostumbrarse— proceso poco de lo que dice.

Mira la puerta abierta y sale al pasillo a supervisar antes de entrar y cerrar tras él.

—Le sugiero que temas como esos no los suelte con facilidad aquí, ni con nadie, son asuntos serios.

—No lo haré— le aseguro nerviosa.

Soy idiota, teníamos la puerta abierta y yo hablando de lo que es Alexander.

—Nunca te vi con un arma, ni siquiera vi que Matt llevara una— muevo las bolsas nerviosa —Por cierto ¿No lo he visto? ¿Alexander lo despidió?

—Permanentemente— sonríe de forma perversa que no veía en él.

—¿Está muerto? — me falla la voz cuando comprendo su burla.

—No sienta compasión, ese mugriento tuvo suerte de morir antes de que le tocara el castigo que merecen los traidores. — la arruga en su frente aparece

—¿Cómo no voy a sentir compasión? Es... era una persona. — me arden los ojos, habla de la muerte con tanta naturalidad que lo desconozco, no se ve como el hombre que me ha ayudado un sinfín de veces.

—No, es un mugriento, los mugrientos no son personas, son traidores y estorbos— hago una mueca y le rehúyo la mirada—. Matt se guardó información para el señor Roe—. vuelvo a asentir sin mirarlo.

Lo escucho respirar pesadamente.

—Por su culpa se la llevaron a la casa de compañía a usted y a su amiga— lo miro—. Ocultó que el mugriento de Seth Wells la estaba acosando y que fue su abusador hace tiempo. El señor Roe lo mató, muy poco castigo en mi consideración.

Me agarro al borde del sofá sintiendo que ya no tengo fuerzas para seguir de pie escuchándolo —. ¿Matt sabía que Seth estaba detrás de mí? — asiente.

—¿Se encuentra bien? — veo sus pies aparecer frente a mí.

Asiento, pero al mismo tiempo sacudo la cabeza. Me agarro a su brazo a modo de apoyo y termina sosteniéndome, me siento tan pequeña en este momento con esa bomba de información.

Esto es a lo que se refiere Cora, incluso si no sé la mitad de dónde me estoy metiendo, la perversión que hay en todo esto, va contra la moral, contra la razón, contra la postura de Dylan.

Nos quedamos en silencio, me siento tan aturdida. Ethan probablemente es la única persona que entiende mi situación actual.

Me tomo un respiro de unos minutos sosteniéndome de él, al quitarme le doy las gracias en voz baja. —¿Se encuentra mejor?

—Sí. ¿Por qué dices que el castigo de Matt fue poco? — le pregunto cuando camina a la puerta.

—Porque el señor Roe no tolera a los traidores. — aprieta la mandíbula.

Nos miramos a los ojos. Me siento expuesta, sabe mis movimientos, aunque he sido cautelosa.

—He ido a West B— mi voz suena apretada, él se queda en silencio —. Se que me has seguido las semanas que estuve alejada de Alexander, te vi un par de veces. Te pido que no digas algo sobre eso, no tiene importancia, no pensé en regresar a la empresa, quería un nuevo empleo — suspiro —Todo esto, ha sido complicado para mí, no sabes cuánto, aun trato de entenderlo.

—No es fácil— concuerda conmigo. —Alguna vez estuve en el ejército y cuando entré no era lo que soy ahora.

—¿Eras una persona normal como yo?

Sonríe. — ¿Puedo retirarme?

No parece interesado en el tema de West B, lo que me tranquiliza. Le doy mi respuesta con la cabeza y se va sin decir más y sin responder a mis preguntas.

Me quedo sobre el sofá pensando y pesando en todo.

En este momento me sería útil tener alguien con quien hablar de esta situación, alguien que no tenga parte en la moral o lo inmoral como Cora y que tampoco sea gente de Alexander, la lealtad es cosa de Ethan y de Ida también.

Sé que Cora está lastimada, no solo por lo que nos sucedió sino por Bennett, tener el corazón destrozado es la peor de las torturas.

Salgo al piso dos y voy caminando puerta por puerta recordando el triste momento de noches atrás.

Doy dos golpes en la puerta insegura y no recibo respuesta. Vuelvo a tocar la puerta con el mismo resultado, pero no me rindo, vuelvo a tocarla hasta que el sonido de pasos descalzos se oye.

La puerta se entre abre y veo la maraña de cabello castaño oscuro. Las ojeras negras debajo de sus ojos hacen que me piquen los ojos.

—Hola— susurro.

—Emma— Bennett con cierta sorpresa haciendo un intento de sonrisa sobre sus labios partidos. —¿Qué haces aquí?

—Quería visitar a un viejo amigo.

—¿Quieres pasar?

Abre la puerta para mí y cuando entro volvemos a miramos los dos en silencio, el olor a hierba vuelve a estar en el aire. Tiene los ojos ligeramente rojos, debe estar un poco drogado.

—Hace tiempo que no te veo, ni siquiera hoy en la oficina.

—Renuncié. Digamos que he estado un poco en las sombras. Dime ¿Qué haces aquí? — suelta borde.

No veo rastro de Kieran a su espalda, pero si el rastro de un hombre destruido y me duele. —No quería molestarte.

—Discúlpame, no quise ser grosero— se pasa la mano por el rostro —No sabes cuánto.... lo siento tanto Emma— dice después de un momento con la mirada gacha.

Recuerdo escucharlo en el Score, estuvo ahí la noche que nos sacaron de la casa de compañía.

—Fue un infierno para Cora y para mí— mi voz sale apretada.

Su cabeza sube y veo esos ojos cafés brillantes, su mano que ha perdido peso baja y aprieta una cinta de cabello en su mano que reconozco porque es de mi rubia favorita.

Me da espalda y se va a dónde tiene unas botellas de alcohol afiladas sobre la barra, su casa es grande, pero modesta, todo aquí es de madera, parece hecho a mano.

Veo que su espalda se sacude un poco y también el desastre que hay aquí dentro, aunque se ve que intentaron limpiar se ve que ciertas cosas fueron destruidas recientemente.

—¿Quieres un trago? — ofrece girándose y cuando lo hace veo la humedad en su cara.

—No— meto las manos en las bolsas de mi pantalón. —. Sólo quería pasar a saludar, en caso de que no lo sepas, vivo en el edifico.

—¿Hace cuánto? — parece sorprendido.

—Poco más de una semana, no te había visto salir de aquí.

—No salgo durante el día— me insta a sentarnos en uno de los taburetes de la barra. —Sólo por trabajo.

Está hablando más sobrio de lo que pensé, pero ese color rojizo en sus ojos me pone nerviosa.

—¿Por qué renunciaste a la empresa?

—Traicioné a mi hermano ¿No te lo dijo? — se ríe amargamente —Ya debes saber la mierda que somos los Roe — baja la cabeza rebuscándose en la bolsa del pantalón algo. Saca un cigarro de coca y se lo lleva a la boca.

—Dejé a Alexander unos días después que me sacaran de ahí— miro hacia otro lado —. Puede que sea egoísta, pero no podía quedarme con él después de todo, era muy doloroso pensar y ver la realidad de lo que pasó, todavía sigue siendo doloroso.

Sus manos me jalan a él con cuidado y me hace apoyar mi cabeza en su hombro con un abrazo mientras me repite cuanto lo siente. Me reconforta su abrazo, pero me duele al mismo tiempo al sentir lo delgado que está.

Lo que haya pasado entre él y Alexander debe estar justificado. Bennett no se ve bien, no está bien.

—¿Qué pasó contigo? — lo sostengo por la espalda.

Su cuerpo se sacude ligeramente y su espalda se tensa. —No puedo— dice a medias en mi cabeza, escucho el dolor en su voz —. No puedo vivir sin ella Emma— me aprieta con más fuerza.

Así tuve que sostener a Cora la semana siguiente de dejar a Alexander, pero Luke estaba ahí para ayudarnos a ambas, más a ella. Dylan también, él fue la clave de que Cora siga sonriendo, su única familia estuvo con ella día y noche cuidándola desde que salió del hospital.

—Entonces no lo hagas— no quiero que la deje, que la busque, incluso si Cora tiene una lucha interna, sé que ama a Bennett desde hace mucho, desde que él se fue a Nueva York.

— Soy una puta mierda— se aleja con los ojos rojos y hace intento de recoger el cigarro. —¡Una puta mierda! — grita.

— Bennett— trato de tranquilizarlo, pero ya le esta dando una calada a esa porquería.

—Ella está muerta y yo soy una puta mierda, está muerta— dice con rabia limpiándose los ojos mojados con el dorso de la mano —. Coraline está muerta por mi culpa— se levanta caminando a trompicones. —¿Cómo voy a vivir sin ella Emma? ¿Cómo puedes tú vivir sin ella?

Me quedo estática mirándolo divagar, piensa que Cora está muerta. El ardor en mi pecho no me deja respirar bien.

—Bennett— me levanto del taburete para decirle.

Mira su celular con las cejas juntas y maldice varias veces. — Vete — le da una calada al porro y vuelve a llenarse un vaso de alcohol.

—Primero escúchame— voy a su lado, pero no me deja acercarme.

—¡Que te vayas Emma! — abre la puerta y me lleva a la salida.

—Cora no se fue — me zafo de su agarre —Cora está viva, muy viva, la viste muerta, pero fue porque la golpearon en la cabeza — trato de tranquilizarlo diciéndole la verdad, pero es evidente que la hierba ya esta haciendo efecto en él.

Va al sofá con los pies descalzos y saca algo debajo de uno de los cojines, es un arma. Se la guarda en la cinturilla de los pantalones y atrapa el porro entre sus dientes. —Largo de mi casa, es por tu propio bien, Dmitry viene en camino y no quieres quedarte.

Me quedo inmóvil en mi lugar, el nudo en mi estomago me dificulta retroceder. Asiento al mismo tiempo que me muevo, pero las piernas no me responden.

—Vete, por favor. — le da una ultima calada al cigarro.

Salgo con el cuerpo entumecido. El mensaje de Adam diciéndome que quiere el proyecto de Manchester para dárselo a Mikael, es lo que menos me importa en este momento.

En este maldito momento en el que... estoy asustada hasta la medula de todo esto.

〘 〙

Alexander.

Mis botas pisan el agua negra de las goteras de las jaulas. Saco a Sawyer arrastrándolo hasta subirlo a la camioneta. El camino hacia la casa treinta y siete se lleva más de dos horas que convierto en una por la velocidad.

Recibo el pago por la mercancía y azoto al mugriento en el suelo. —Trato especial con los primeros clientes de la noche— le digo a uno de los legae que lo recibe como se merece.

Regreso a tiempo para cerrar las jaulas que tomé temporalmente de Logan, pero ya hay un grupo de Kray aquí. —Abre las jaulas, tenemos a una nueva presa— gritan y traen a otro mugriento.

—Al amo no le va a gustar que su bastardo este usando sus jaulas.

—Díselo y que venga a buscarme— lo desafío.

—El MI6 ya está en el lugar de los restos de hace horas, ya deben tener analizadas, las pruebas. — Tyler me informa. —El hacker ya hizo su trabajo, ya se lo llevaron tus hombres con escolta como siempre, cubierto de la cara y sin llamar la atención.

Paso por la casa que poseo a las afueras de la ciudad para quitarme la ropa sucia. El olor a madera se me impregna en la ropa. Uno de mis hombres hace el informe que el hacker fue llevado a su casa con éxito. Me seco la cara con una toalla antes de lanzarla a la basura.

Me visto con decencia y regreso a Londres con una hora de retraso para recoger a Emma, el tiempo lo tengo medido, y Ethan no me informa que le hayan avisado todavía lo que el hermano de la rubia encontró.

Amelia me confirma la liberación de mis compromisos y trae uno de los contratos trampa para los de nueva York, como son información confidencial, los trae para mí a la entrada de la ciudad.

Llego a mi acomedido tocando a su puerta y sale a los minutos con un vestido negro con rojo de mangas largas. —Abres tarde.

—Llegas tarde, ¿Esa es tu versión perfecta para hacerme estar contigo? — se agarra a la puerta.

—Tuve asuntos que revisar con Amelia.

—¿A esta hora? — arquea una ceja.

—Sí, a esta hora.

—Qué irónico, la ves todo el día.

—Señor Roe— nos interrumpen en el pasillo, es Amelia que trae una carpeta en las manos.

—Buenas noches— sonríe un poco jadeando —Señor Roe, lamento haberlo seguido hasta aquí e interrumpirlo, pero dejó esto y como es de información confidencial no puedo quedármelo.

Lo tomo abriendo la dichosa carpeta es una copia del mismo documento que me dio hace media hora.

—No son horas laborales — Emma me interrumpe y le da una repasada.

—Lo siento de verdad Emma, pero el señor Roe entiende— nos sonríe de nuevo.

—Te equivocaste de carpeta, está una copia del mismo contrato— se la entrego y baja la cabeza avergonzada.

—Es mi error señor, tengo la otra en mi auto abajo— no tengo tiempo de reñirla, ya hizo todo el camino hasta aquí.

—No tenemos tiempo para esto. Pasa— Emma se hace a un lado y me insta a meterme sin mirarme. Amelia me murmura que va por el documento original, pero su respuesta se amortigua con el portazo de la puerta que da mi mujer.

—Dame un segundo y nos vamos— se pierde en el pasillo.

Regresa con el bolso en las manos y se pone de lado colocándose uno de los abrigos del tipo de Maya. Voy a su espalda ayudándola y siento su cuerpo tensarse.

—¿Abrigo nuevo? — arqueo una ceja y solo se limita a asentir.

Camina a la puerta y sale dejándome atrás. La sigo ya bajando las escaleras de dos en dos, hasta que queda en la puerta de mi auto jalando la manija. La giro para que me vea y como sospecho me rehúye la mirada.

—Está cerrado. Abre la puerta.

—Ábrela tú.

Sube los ojos y veo que se le ve cansada. Le paso los dedos por los pómulos que trae fríos, sube los ojos como siempre. Le abro la puerta cuando las luces de mi Aston Martin parpadean.

—Sé más cuidadoso. Alguien puede vernos, cómo tu inoportuna asistente.

Camina a la camioneta detrás de Ethan y se abre la puerta sola dejándome parado frente al auto. Dejo la puerta y voy detrás de ella. Cuando se esta subiendo la atrapo por la cintura, mira sobre nuestras espaldas el auto de Amelia.

—Suéltame— ni hace el intento de liberarse.

—¿Vas a empezar con esa actitud mimada otra vez?

—¿Perdón? — se ríe —Yo no soy ninguna mimada. Vete mucho a la mi...

No me aguanto las ganas de besarla así de enojada, ese olor de su cuello me tiene con las ganas de lamérselo. 

Se agarra a mis hombros sin oposición y me despeina con su mano en mi cabello mordiéndome la carne que chupa.

Me jala el cabello pegándose a mí mientras le magreo la cintura y uno de los glúteos. Este vestido apretado le ajusta como debe, con este cuerpo que se carga. Se aparta jadeando y sube la mano para tocarme.

Mando a la mierda todo con el documento y la subo a mi auto para alimentarla. Llegamos a un lugar exclusivo dónde como habitualmente. Su cara refleja su sorpresa por las ventanas cristalizadas de lujo, pero no dice nada.

El recepcionista ya me conoce, el lugar es exclusivo para millonarios y algunos políticos. La hago entrar de mi mano y cada que subimos me da una mirada de reojo.

—Gracias por los abrigos— me besa la mejilla como en la mañana.

—Su mesa señor Roe.

Nos acercan a la zona privada del centro, que tiene las mesas más cercanas a casi tres metros. La mirada de uno de los hombres que están dentro nos sigue todo el tiempo, es uno de esos reporteros innatos que abundan por los lugares como estos.

Pasamos por la entrada de esta zona y Emma toma detalle de todo el lugar. Su risa corta del otro lado de la mesa me hace alzar la mirada a ella después que se llevan su abrigo.

— ¿Qué?

—Ya me imagino lo que va a costar esta cena si las copas son de este cristal y si estamos en esta zona, que parece la de los millonarios más estúpidamente ricos. — se remueve. —¿Por qué Ethan y Ida nos siguieron hasta aquí dentro? — mira a su espalda dónde están los dos.

Creo que aún no nota el lujo exagerado del lugar. No todos los millonarios que vienen aquí, son empresarios, más bien son como los rusos o como Logan mismo, de todo tipo, incluyendo a los políticos corruptos que viene a hacer negocio con ellos.

Y tengo que encontrarme con uno de los magistrados que se encarga del departamento de seguridad del gobierno, uno de los cuales debo rendir cuentas periódicamente, al igual que Caterva, él acepto el indulto engañoso que nos jodió, para sacar a Alesha de ahí, así como yo lo hice con Bennett, pero tanto cómo yo, no ha dejado esa vida atrás.

—¿Quieres un aperitivo antes de la cena?

—¿Podemos pedir postres? Algo que tenga crema batida.

El mesero escucha con el ceño fruncido por la petición en un lugar caro como este, pero me importan una mierda sus prejuicios.

—Ya la oíste— lo regaño para que quite esa cara de idiota y no hace falta más para que traiga algo que la complazca, aunque ella le da una mirada de disculpa como si no le estuviera pagando para que la complazca.

Cuando traen los frutos rojos bañados en crema blanca de esa que le gusta sus mejillas se alzan.

—El distinguido Alexander Roe— la cara del segundo ministro de Londres aparece en la mesa, le dije que yo lo buscaría como siempre y aquí está. —No esperaba verte por aquí.

Emma lo mira y luego me mira a mí. —Richard— me levanto y Emma hace lo mismo porque ve la placa del gobierno que trae en la solapa del saco puesta como trofeo este corrupto.

Ya corren los rumores de que está pasando armamento de los rusos por las fronteras para que entren al país.

—Richard Madden segundo ministro de Londres. — se presenta ante ella.

—Emma Brown — me coloco al lado de ella después que le estrecha la mano y la atraigo hacia mí mirando a la escoria frente a nosotros.

—Es un gusto.

—Tenemos planes que estás interrumpiendo.

—Oh— le sonríe burlonamente —Me disculpo, sólo quería saludar a mis conocidos del lugar, los dejo disfrutar de la cena y la esplendida compañía.

Emma me mira con los ojos abiertos. —No sabía que conocías a alguien del gobierno, el segundo ministro.

—Sí. — me siento dónde ella y la bajo a mis piernas para que se siente sobre mí haciendo a un lado su cabello pruebo su cuello como le tenía ganas.

Aprovecha para llevarse una cereza madura a la boca luego de repasarla en su dichosa crema batida. Mueve sus caderas a la par que muevo mi boca sobre su piel y se pone sobre mi miembro.

—Este lugar es alucinante— se le escapa un gemido cuando la hago frotarse otra vez y tan pronto como lo apacigua se gira para besarme. Su lengua sabe a la cereza que se acaba de comer.

Le aprieto la cintura y lo recibe como una señal para frotarse otra vez poniéndome duro.

—Su Chappell Down cosecha del sesenta y cinco, señor. — el mesero regresa y ella trata de levantarse, pero la detengo.

—Aquí te quedas— le digo con voz seria.

No tardamos en pedir y cuando menos tiempo pasa ya trajeron nuestros platos, la carne esta en su punto y no la quito para comer. El plato pequeño de Boeuf Bourguignon, viene acompañando mi plato fuerte, pero ella le mete mano sin darse cuenta.

—¿Está bueno tu ternero? — pregunto con descaro viendo que vuelve a pinchar los vegetales con su tenedor.

—Delicioso— hace un sonido de satisfacción.

—Qué bueno porque no recuerdo que te haya compartido de mi plato.

Su mano se queda a medio camino de su boca y la siento tensarse en mis piernas. —Mierda— es lo único que suelta.

—Eso es lo que digo yo, mierda nena— aparta la cara concentrándose en el vino que le gusta y su vergüenza me da risa, pero como la pequeña seductora que es me distrae reacomodándose como si buscara la posición más cómoda.

Apoya sus manos en mis muslos, se alza y baja. Me reclino en nuestra silla y veo satisfecho su trasero subir y bajar sobre mi polla. Le agarro los muslos y la obligo a detenerse cuando me hace gruñir.

—¿Tan rápido y ya quieres que te penetre? — le susurro en la oreja. —Ya sabía yo que no podíamos tener una cena decente.

Le levanto el vestido por los muslos acariciando su suavidad poco a poco. El Jazz que toca de fondo apenas se escucha aquí porque ella ya está jadeando cuando le todo el sexo mojado por encima de las delgadas bragas, es una puta tanga lo que trae.

Maldigo y le meto los dedos haciendo que deje caer su cabeza en mi pecho cuando me empapo de su humedad. Le froto sus propios jugos relamiéndome los labios.

Se agarra al respaldo de la silla y su trasero se frota contra mi polla obteniendo placer de los dos lados. Le nalgueo el coño haciendo que gima mordiéndose los labios.

—Te gusta ponerme la polla dura.

—Sí— dice descaradamente.

—Se nota que eres la mujer de Alexander Roe. — la levanta para que me encare, traga con fuerza y se levanta reacomodándose el cabello, pero ya es tarde, vi la mirada caliente.

Le calienta que la llame, mía, porque es mía, toda mía.

Nos traen el postre especial que ordené y esta vez regreso a mi lugar, vuelve al vino dejándome satisfecho viendo esas tetas arquearse. Le traen un pequeño postre francés y al ver el mío casi se atraganta.

Me guardo mi risa y tomo una de las tostadas recién hechas para untarle la empalagosa crema batida. Todo lo hago bajo su mirada. Levanto mi resultado y muerdo su propio postre esta vez sin poder evitar reírme de su expresión.

Hago un sonido exagerado de satisfacción para que sepa que me estoy burlando de ella.

—Me encantan las tostadas de crema batida.

—Vete a la mierda— balbucea por lo bajo.

—¿Disculpa?

—Dije buen provecho— pincha su postre.

Pongo expresión seria y la dejo probar su gastronomía, solo un minuto más. —Levántate y entra a la puerta que está a la derecha de nuestro pasillo.

—¿Para qué?

—Para que te meta la polla— ya no me ando con juegos.

Deja su tenedor poco a poco y se levanta cotoneando las caderas en ese apretado vestido. Me agarro la verga dura y cuando entra a dónde le digo la sigo.

La habitación tiene un ventanal casi al llegar al techo donde entra la única luz que debe haber, estamos en el segundo piso del restaurante.

—Todo es elegante hasta aquí dentro. ¿Qué es aquí?

Avanzo a dónde está. —Es el pasillo que transitan para bajar a la segunda planta.

—Ah— su pecho se alza con su respiración mientras la acorralo entre la pared.

—Tienen órdenes, no van a pasar. — le recalco levantándole la barbilla. — Aquí nadie va a entrar mientras le doy duro a mi mujer.

La empotro en la pared besándola. Ni siquiera usa su regla del poco a poco mientras me quita la camisa con decisión, es una mentira, es una blasfemia para nosotros.

Somos pecadores los dos y no me importa arder en el infierno eternamente por meterme en su coño. Le aprieto los pechos bajando el borde de su vestido descubriendo un sostén que bajo igual.

—Mmm— me sostiene bajando mi cabeza para que se las coma.

Ningún puto postre sabe de bueno como sus tetas. Le como los pezones rosados con mi lengua. —Ponlas para mi polla — le ordeno abriéndome la bragueta.

Tiene la cara roja y mira a la puerta antes de agacharse y sacárselas del vestido. Se las aprieta con las manos autocomplaciéndose. —No te las toques que son mías. — le gruño enojado.

Me saco el miembro duro y lo guío entre sus pechos. Con sus manos las aprieta a mi alrededor hasta que cubren todo mi grosor. Le despego el pelo que se le pega a la frente y me deslizo entre sus tetas gruñendo.

Ella gime y arquea la espalda mientras me deslizo constantemente. Mi glande golpea contra su cuello cada vez que la meto toda. Me agarro a la pared y maldigo echando las caderas hacia adelante.

Sus tetas rebotan cada que entro y ella aprieta su agarre, pero rebota con mis estocadas también. Comienzo aumentar el ritmo para bañárselas como debe ser. NI siquiera esconde su mirada codiciosa a mi polla, se ve como una adicta.

Echo la cabeza hacia atrás agarrándome la base y siento la chupada de su lengua a mi punta. La saco y vuelvo a follarle las tetas, ella vuelve a chuparme la punta con toda la lengua.

Jadeo bajo y comienzo a aumentar el ritmo. Hace un sonido de gusto y quita se suelta las tetas y su boca toma su lugar. Me quita la mano de la base y se mete toda mi polla gorda en su boca.

—Emma— la regaño agarrando un puñado de su cabello.

Su mano baja a mis bolas masajeándolas como una verdadera adicta y no necesito más para clavársela y verla atragantarse con todo lo que es suyo.

Jadeo como un puto cabrón y le embisto la boca jalando de su coleta alta y oyéndola gemir bajo. Sus dientes rozan mi grosor y lame la punta con desesperación.

—Tengo hambre. — dice y gruño escuchándola.

Le embisto más la boca dándole de comer como tanto quiere y poco a poco la presión se carga en mis bolas. Se la saco antes que lo pruebe y me la jalo con el puño.

—Pon tus tetas— jalo con más fuerza y se pone frente a mí como le pedí.

—Puta vida— le vacío mi semen caliente corriéndome sobre los globos de carne oyéndola jadear.

Su mirada perversa sube a la mía y con la punta de mi pene le reparto todo por sus pechos. Toma parte de mi semen con su dedo y lo chupa mientras sigo untándola. Antes que me de cuenta ya esta probando el resto de leche que quedó en mi polla.

—Contrólate que pareces una adicta. — la regaño levantándola.

Sus mejillas están rojas. —Tenía mucha hambre— dice mimadamente haciéndome perder el puto control.

La pongo sobre la pared, le alzo el vestido viendo el hilo que se pierde entre sus nalgas. La azoto por ponerme duro, y cada glúteo que magreo lascivamente rebota. Su mano sucia va a acariciarme la polla.

—Si eres adicta de mi polla ¿verdad?

—Sí— ni oculta la lujuria de su voz.

La muevo la cabeza a un lado para comerle la boca y haciéndole esa puta tanga a un lado le repaso el glande por la abertura. Su mano va de apoyo a la base y se la frota sola dónde la quiere tener.

Le meto la lengua duro antes de separarme. Le levanto la barbilla para que me vea. — Esta es la razón por la que un estúpido poco a poco no funciona con nosotros. — la hago sostenerme la mirada mientras la penetro hasta la mitad.

Me arranca un gemido de su nombre la muy descarada, el coño apretado se cierra sobre mí, salgo y de golpe se la entierro completa.

Grita agarrándose a mi brazo. La tomo de las caderas y empiezo a follármela como se debe y como Dios manda. Sus gritos llenan las cuatro paredes ahogando mis propios gruñidos. Le cabe entera como la primera vez y no solo eso, si no que la disfruta teniéndola completa.

—Alexander— la voz le sale estrangulada y me clava las uñas en el brazo.

—¿Te estoy machacando tu pequeño coño? — salgo y entro a buena velocidad.

—Sí— gime echando la cabeza hacia arriba.

—¿Y te gusta? — asiente.

Se la saco empapada y se gira con los ojos necesitados, pero apenas le doy tiempo de hablar cuando me rodeo la cintura con sus muslos y se la vuelvo a meter pegándola a la pared para comenzar a embestirla viendo el rebote de sus tetas que están rojizas y bañadas con mi esencia.

Las embestidas me tienen enojado por romperla y ella se deshace en sonidos de placer. Su boca busca la mía y apacigua todo lo que puede en mi boca.

La hago agarrarse una de sus rodillas y así abierta mostrándome el bode de su coño medio cubierto, respiro hondo y se lo doy todo.

—¡Alexander! — grita cohibida. —¡Dios! ¡Me vas a partir!

—Pequeña seductora— le mordisqueo el cuello.

Su mano resbala por mis pectorales y soporta la carga de mis penetraciones. Sus tacones se me clavan en la espalda provocando un ardor que me hace besarla con desenfreno hasta que siento el líquido de su corrida que baña mi polla y ella grita mi nombre apretándose la rodilla.

Sigo embistiéndola con ella mirándome con la boca abierta en éxtasis. La polla me revienta si no se la sigo metiendo, sabe dónde quiere estar y dónde se quiere descargar.

Gruño su nombre y me corro dentro de ella haciéndola estremecerse. Me retiene la cabeza en su cuello y trata de controlar su respiración inútilmente. Mete la mano en mi cabello y me levanta para besarme.

Me levanta la cara a la suya y veo esa mirada de desenfreno en su expresión. — No me bajes todavía, no siento las piernas— pide.

Me río en silencio y la cargo alzando mi camisa del suelo. Se aferra a mis hombros y me besa de otra forma más lenta, le aprieto los muslos.

— Queda comprobado, que una vez siendo pecadores, lo seremos siempre — le guiño un ojo.

Me pasa los labios por la boca y luego por la barbilla. Después de acomodarnos la ropa salimos como entramos, tiene mi olor encima y todo sobre ella, como en los pechos, dejo que vaya por delante de mí mientras veo satisfecho como le cuesta caminar.

Me mira de reojo y resopla, ya no escondo la sonrisa mientras salimos de nuestro espacio privado.

—Excelente servicio, en especial el de los pasillos— le dice con descaro al dueño del restaurante cuando le traen su abrigo para irnos.

Me aguanto la risa que me viene, es como yo en toda la regla. Ese reportero que estaba en el restaurante sale con nosotros y lo veo hacer fotos a lo lejos, con la mirada le indico a Ethan lo que debe hacer.

Emma lo ve y él vuelve a disparar el flash sobre su cara a lo lejos. Cuando ve que Ethan va detrás de él sus hombros se relajan.

La subo a mi auto con esa expresión satisfecha y esa sonrisa que no ha dejado su cara en ningún momento.  

— Tengo que trabajar mañana, no trates de arrastrarme hasta tu casa. — me advierte en la carretera —No hoy que estoy agotada— se reclina mirándome.

Arqueo una ceja y la complazco para que nos quedemos en su casa. al salir ya no vi a Richard, el segundo ministro, debe estar como lapa buscándome, para recibir dinero mío y que tenga la boca bien cerrada.

—Gracias por los abrigos, me encantan— vuelve a repetir Emma, y frunzo el ceño cuando su mano busca la mía por encima del volante casi como un movimiento despreocupado.

Respiro profundo, se la envuelvo con la mía.

Mi cabeza se llena con pensamientos de buscar a un hombre en Nueva York, no voy solo por negocios de la empresa, me interesa contactar con alguien ahí.

—¿Llegamos? — dice soñolienta cuando aparco en el estacionamiento.

—Ajá— al salir, tomo nota de la vigilancia que tiene este lugar para dejarla aquí o para llevármela.

La sigo a la entrada cuando se detiene abruptamente casi golpeándose conmigo. Veo que es el hermano de la rubia con ella misma en la entrada.

— Estábamos esperándote Emma— dice la rubia mirándome diferente a la ultima vez que la vi.

Del otro ni se diga nada, esta con los brazos cruzados con otro hombre de chaleco azul al lado. Emma se separa de mí rápidamente.

—La cena de negocios se alargó — rebusca en su bolso y frunzo el ceño por su respuesta.

—Tenemos que hablar en privado— habla el agente ese.

Miro a Emma en silencio y veo la súplica de que me vaya en sus ojos. Claro. Camino al pasillo continuo de la entrada y la rubia ya me esta taladrando con la mirada otra vez.

—¿Qué pasa? — escucho que dice.

—Dylan tiene noticias de Sawyer— la voz de la rubia apenas se entiende.

—Encontramos los restos de Sawyer Taylor. — la voz de agente se escucha —Tu padre, está muerto.

Perfecto, mordieron el anzuelo. No hay respuesta de Emma, ni los minutos siguientes, dejo de perder mi tiempo en el pasillo y regreso dónde ella cuando la veo pálida agarrándose de la pared más cercana que tiene.

—Por más que estemos buscando a Seth, no ha rastro de él.

—El MI6 tiene prioridades, me dejaron seguir el caso porque se trataba de la familia del agente Gray, pero nosotros no nos encargamos de problemas menores como estos— dice el que lo acompaña, que debe ser su superior.

—¿Van a dejarme a la deriva de Seth?

—Estos son problemas menores. — sigue hablando ese imbécil.

El agente lo mira mal y hace amago de acercarse a ella, pero yo voy por delante retándolo con la mirada que la toque. Ella no necesita esta basura incompetente, ni me importa un carajo la mirada de la rubia cuando tomo a Emma conmigo.

—Si eso es todo, ya pueden irse.

—¿No hay un gracias por ayudarte? — habla la escoria y de inmediato Emma abre los ojos mirando como Ethan, Ida y otro de mis hombres, se acercan.

Saben que, al meterse con ella, es cómo si se metieran conmigo.

La rubia mira como vienen a nuestro alrededor. —Cállate, te prohíbo hablar otra vez, soy tu superior— el agente hace que cierre la boca, pero yo ya tengo la cabeza del otro imbécil mi mano.

—¿Quieres un gracias? — me le planto delante con una ceja arqueada dejando a Emma resguardada a mi espalda.

El hermano de la rubia se endereza y se me planta al frente dando la cara por su mierda de compañero y lo miro a la cara como el hijo de perra que soy. 


Hola sexys. 

Con la mujer del lobo, ni el diablo debería meterse. 

No quiero alertar al fandom, pero aquí hay datos interesantes, que pocos recuerda...

Si quieren un vistazo del siguiente capítulo siganme en mi instagram. 

¡Los amo tres millones!


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