CAPÍTULO 1
Los trozos de vidrio se desquebrajan bajo la suela de sus zapatos mientras entra a la casa de mujeres de compañía. El olor metálico llega a su nariz y hay más de un bulto en el suelo, uno que otro vivo y uno que otro muerto, pero no suficientes para causarle un conflicto.
A simple vista sabe que no fue una advertencia de alguna hampa de la ciudad, de esas pequeñas e inútiles organizaciones que se creen matones por llevar navajas y asaltar tiendas de autoservicio.
Un hombre de cinturón con hebilla dorada que parece de oro (Y probablemente lo sea) baja los peldaños de la escalera de la entrada con el sudor pegándosele a la frente y la mano tensa sujetando el arma clásica de los hombrecillos que se creen ricos, pero no saben ni tocarse las pelotas.
—¿Tan pronto se terminó la fiesta? — pregunta el de ojos azules que son idénticos a un par femenino que ahora yace bajo las sabanas de un hombre que le dobla la edad.
Por su puesto ese era el plan y al ver lo que ocurrió sabe perfectamente quién lo hizo, pero aun así se aventura a preguntar.
—¿Te hicieron una visita las hampas callejeras? — camina alrededor de la pequeña sala de estar y se acomoda frente a uno de los sofás —Voy a suponer lo que sucedió aquí, en la casa de compañía que más ganancias nos deja— dice tocándose la barbilla en un gesto calculado —Un hampa sin importancia se enteró que habría una fiesta de mujeres por la zona y vinieron a divertirse con los ricos.
—No digas estupideces— musita el de hebilla dorada.
—Y por alguna razón...— continua sin hacerle caso —Los hombres que tienes bajo tu cargo no fueron capaces de detener un simple e insignificante allanamiento y perdimos a nuestros clientes de la noche.
El otro hombre le suelta una serie de maldiciones en su lenguaje natal que comprende a la perfección y hace que la comisura de su boca se levante, ese simple gesto quita cualquier duda de que ese hombre sentado en el sofá comparte genes con una pelirroja.
—Cierra la puta boca Caterva— jadea el que está parado y hace que se levante perdiendo la sonrisa mientras mete la mano detrás de la cinturilla de los pantalones y saca un objeto de clase dos.
—El que la va a cerrar eres tu si no me dices quién hizo este puto desastre y se llevó la mercancía— le coloca la punta fría en las sienes haciendo que el sudor regrese a la piel grasienta del calvo ruso.
Su boca se abre pronunciando lo único por lo que vino hasta este lugar después de la llamada de los Kray.
—Alexander Roe.
Emma.
A veces somos conscientes de lo que hacemos, otras veces, el miedo nos paraliza tanto que somos como un títere manejado por nuestra mente inconsciente que solo busca sobrevivir.
Hay un grito que se reproduce en lo profundo de mi mente, mi propio grito que me ensordece los oídos, es como si raspara otra vez por mi garganta como lo hizo en esa habitación y por más que el hombre de bata blanca trate de calmarme, el dolor no desaparece.
Las arcadas son muchas, pero esta vez consigo que algo salga de mi estómago. Me sujeto a los bordes del inodoro y mis rodillas resbalan en las baldosas del piso para sacar todo lo que hay.
Todo el horror de lo que presencié.
Mi cabello se aparta de mi cara como alguien ayudándome, no lo sé.
Me tiemblan las manos, mi estómago se dobla con cada movimiento. El sabor amargo me seca la boca y el olor nauseabundo me hace arrugar la nariz más de una vez.
Cuando termino de vaciar el estómago, jadeo por un poco de aire que me de fuerzas para al menos levantar la cabeza.
Siento mi cara bañada en mis propias lágrimas y arrastro la pierna que tengo magullada para sentarme de alguna manera. Me despego del inodoro y alguien a mi espalda jala la cadena para que todo se vaya.
Desde el suelo veo como el médico, si realmente es un médico, me mira desde la puerta y mueve la boca como diciendo algo que no escucho o no entiendo.
Las ganas de gritar son muchas, es como si mi cuerpo buscara una forma de sacar todo lo que traigo dentro y no pudiera, pero no soy idiota, apenas tengo fuerzas para tener los ojos abiertos, no puedo ni hablar, ni mucho menos gritar.
Me paso la lengua por los labios que tengo resecos y solo quiero un sorbo de agua fría de nuevo, solo un poco para refrescar mi garganta.
Mientras recupero las pocas fuerzas que tengo miro con horror en todos lados con la espalda escociéndome, pero no tanto como antes porque me pusieron algo frio en cuanto llegué, eso sí lo recuerdo, pero sigo sin saber dónde estoy.
Mi respiración se acelera más que antes, no reconozco este lugar ¿Dónde estoy? ¿Dónde está Cora?
—Co... Cora— pruebo mi sabor amargo y decir su nombre me desgarra el pecho tanto que no puedo volver a hablar.
Los recuerdos de estar gritándole y suplicándole que abriera los ojos vienen de golpe. Jaden burlándose, Jaden golpeando. Seth golpeando... Una casa de mujeres... Disparos... Muertos.
Me levantan del suelo. Mi cabeza pesa mucho y duele con las punzadas que me vienen cada cierto tanto de minutos, pero siento algo liquido caer por mi garganta, mis labios agrietados sienten el frio del vaso de agua pegado a ellos.
Me hacen escupir y luego tragar un sorbo para después avanzar lentamente. Soy como un bulto vacío que se mueve cada que da un paso, miro el techo que se mueve con nosotros.
Las paredes de este lugar son diferentes a las del baño y poco a poco mientras mi mente se aclara comienzo a reconocer dónde estoy. Me dejan boca arriba medio sentada y medio acostada sobre la cama.
Acomoda mi pierna sobre uno de los cojines de modo que descanse todo su peso sobre él y mi cuerpo no lo cargue.
Escucho el ruido de los cajones mientras meto despacio mi otra pierna bajo la manta también, creo que va a cambiarse de ropa finalmente. Trago en seco de nuevo, fue su ropa la que me hizo vomitar, ese olor crudo y nauseabundo que no tolero.
El olor a sangre.
Me quedo en silencio, sin moverme de mi lugar, solo mirando un punto fijo en la sabana de seda.
Ya no tengo puesto el vestido rojo, solo llevo una playera suya puesta, sin nada más abajo, todo lo que traía puesto me lo quitó de encima y se lo agradezco.
El olor a vainilla de ese perfume barato que me puso esa mujer es igual de nauseabundo que el olor de su ropa sucia.
Termina de cambiarse porque ya no escucho ruido de sus movimientos. No dice nada igual que yo. Desde que perdí la inconciencia en la camioneta no hemos cruzado palabras o yo no lo he hecho porque a él lo escucho dar órdenes cada que puede a no sé quién por teléfono y en el pasillo de afuera.
Ni siquiera hago el intento de entender lo que dice, mi cabeza ya está saturada de cosas para añadir más de lo que no me incumbe.
Vagamente recuerdo saber algo de él y uno de sus hoteles, algún accidente o alguna noticia, no puedo recordar lo que es exactamente porque es solo eso, un pensamiento vago que no tiene sentido en mi cabeza aturdida.
Me quedo estática en esa posición en la que estoy, no sé por qué lo hace, pero sé que está ahí parado mirándome fijamente, aunque yo sigo mirando la sabana.
Me miro las muñecas de las manos con marcas que al final nunca pude remover con la cirugía laser de la Dra. Kriss. Trato de pensar en algo, pero mi mente está como bloqueada, como adormecida.
Las imágenes se repiten en mi memoria fotográficamente y como en cámara lenta. Los ojos me escuecen tanto detrás de mis párpados y el pecho me arde por dentro. Trato de buscar algún tipo de sentimiento dentro de mí que evite que me derrumbe, pero no encuentro nada.
Estoy completamente vacía y... lentamente levanto la vista al hombre que está parado frente al borde de la cama.
Su mirada está seria y tampoco hay rastro de emoción en sus ojos verdes. No sé en qué momento he empezado a llorar, pero cuando siento las mejillas húmedas veo que hace amago de acercarse a mí.
Un escalofrío me recorre el cuerpo y como puedo sacudo la cabeza.
—No te me acerques— susurro en voz muy baja, pero es suficiente para que se detenga.
Me duele, me quema algo desde adentro, no sé lo que es, tampoco sé cómo describirlo, pero sé que me está carcomiendo. Todo lo que sucedió en las últimas horas, fue demasiado.
Hace tiempo me pregunté cuánto tiempo podría una persona aguantar antes de derrumbarse, pensé que me faltaba poco y así fue cuando me rendí, pero pareciera que lo mio no tiene final.
Porque incluso ahora que ya no estoy en ese... maldito lugar, siento que todavía estoy cayendo en un pozo oscuro que me está jalando.
Nunca he tratado de mentirme respecto a la muerte. La muerte es inevitable para cada ser humano, la muerte es parte del mundo, la muerte es el destino de todos nosotros, pero nunca en mi vida fui testigo de la muerte tan de cerca, ni de las atrocidades que me sucedieron a mí y a Cora.
Mi mente está perdida, pero si hago mucho esfuerzo puedo tener pedazos de pensamientos coherentes con el paso de las horas como el arma que se quitó de la cinturilla de los pantalones.
A veces somos conscientes de lo que hacemos, otras veces, el miedo nos paraliza tanto que somos como un títere manejado por nuestra mente inconsciente que adormece el dolor y solo busca que sobrevivamos.
Y es ahí donde yo me encuentro justo ahora, en un punto medio entre la conciencia y la inconciencia.
Me pesan los parpados, pero no puedo dormirme aquí, mi cuerpo no quiere hacerlo, tengo la sensación de miedo a cada momento.
Me parece escuchar la voz de Bennett fuera de la habitación, pero nadie más ha entrado a aquí a excepción de Alexander y el hombre de bata blanca que no sé en qué momento salió, pero lo que me haya puesto en la espalda quito el ardor que tenía por los azotes.
Trago con la garganta adolorida y veo a Alexander quitarse a tirones los pantalones sucios con esas manchas rojas por todos lados. Las arcadas regresan con ese olor y no necesito mirarme en un espejo para saber que estoy pálida, siempre me ha provocado el mismo efecto la sangre.
Creo que lo nota porque tira la ropa en el cesto de basura junto a la pared más lejana, pero es demasiado tarde.
Se vuelve encontrando mi mano sobre mi boca y camina en zancadas hacia mí. Repite el mismo proceso de antes, llevándome en brazos, dejándome frente al inodoro y recogiendo mi cabello con su mano para que no se me pegue a la cara.
Hago mucho esfuerzo contrayendo mi estómago y apretando los bordes del inodoro hasta que mis nudillos se ponen blancos, pero ya no hay nada que vaciar dentro de mi estómago a menos que sean mis intestinos.
Tengo escalofríos por todo el cuerpo, sudo por la frente y las palmas de las manos. Jadeo descontroladamente ya sin fuerzas.
Todo lo que escucho dentro del baño es mi respiración agitada. Mis manos sobre las baldosas finalmente ceden y se resbalan dejando que mi cuerpo se estrelle hacia atrás.
Los ojos me tiemblan, la cabeza me da vueltas y finalmente después de todo el esfuerzo, pierdo la conciencia.
Alexander.
Paso otra vez la mano por su frente fría y cuando hace movimientos de arcadas de forma inconsciente, la acomodo de lado sobre su pierna sana para que su estómago se asiente. Con el ceño fruncido la cubro con la sabana hasta el cuello esperando que su piel tome un poco de color al menos por el calor.
Me levanto después de arroparla y tomo la ropa sucia para sacarla de aquí o terminará igual que antes cuando perciba el olor. Arrojo los trapos en una esquina fuera de la habitación. Hay mucho silencio aquí, deben saber que no tengo humor para tolerar que nadie hable.
—Tú— llamo a uno de mis hombres y viene de inmediato.
—Señor Roe.
—Te quedas aquí en la puerta, si entras o alguien más lo hace te corto las bolas— le dejo claro —Tú único trabajo es mantener esta maldita puerta vigilada ¿Entendiste?
Asiente con el rostro serio y se planta frente dónde le indiqué.
Camino hasta el estudio dónde encuentro a Bennett todavía aquí, la amargura que siento dentro aumenta más cuando lo veo. Es un maldito traidor que se unió a Logan de forma indirecta, porque los rusos con los que hizo negocios trabajan para Logan.
Es un traidor al igual que Alesha.
Estoy rabioso, pero en un lugar de arrojarlo como un perro voy a arrojarle una daga mejor.
Ethan no está aquí, ya solo me queda un inepto de confianza que me sigue como perro guardián hasta el estudio. Ninguno de mis hombres habla ni pregunta por Matt. Ya les quedó claro que no tolero las estupideces y el trabajo a medias.
Si esa no fue una advertencia clara de lo que le pasará a cualquiera que me oculté información y no haga el trabajo como se lo pido, me encargaré de hacerlo una y otra vez hasta que se lo metan en la puta cabeza.
—¿Cómo está Emma? — Bennett se levanta cuando me ve entrar —. El médico no dijo mucho cuando se fue.
Controlo las ganas de romperle la boca con mi puño por el simple hecho de hablar y peor que lo haga sobre Emma.
No le respondo, es evidente lo que está sucediendo. Voy por la botella de licor y siento sus ojos en mi espalda.
—Va a mejorarse, si buscas a los pioneros que llevan mercancía a esa casa puedo ayudarte para que...
Enderezo la espalda y lo miro con amargura y con rabia cortando sus patéticas palabras. Christopher sigue llamando al teléfono, las noticas siguen corriendo por todos los medios digitales y locales. Amelia también está por llegar.
El puto mundo sigue ardiendo bajo mis pies y los que tenía cercanos a mí me traicionaron tan malditamente por la espalda y, aun así, esto ni siquiera ha comenzado.
—Ocúpate de tus socios rusos y de cargar su mierda contigo.
—Jódeme, me lo merezco— extiende los brazos. —Pero voy a ayudarte.
Le saco los centímetros que le gano de estatura y le hago un movimiento con los dedos al inepto que tengo a mi espalda. Se mueve rápido y trae de nuevo a los tres encargados de la seguridad.
Ida, un exmilitar de Pakistán de rasgos occidentales que se volvió agente de seguridad cuando emigro a Londres y dos más que están bajo el cargo de Ethan y de los que sus nombres me valen tres cojones.
—Señor— dice Ida con ese tono ronco de voz que le da más fuerza a su apariencia, la cicatriz en diagonal en su ceja izquierda no le quita porte a su postura derecha, incluso si mintiera, sus movimientos delatan los movimientos de un exmilitar.
La nariz medio ondulada y los ojos grandes apiñonados solo son un rasgo oculto de sus raíces.
Camino bajo las botas sucias que no me quité y siguen manchadas de suciedad de ese pionero al que me cargué en la casa de compañía.
—Desde ahora— mi voz suena rasposa en mis oídos y carraspeo para aclararme. —Desde ahora este hombre es un maldito traidor para mí y no quiero verlo en mi casa, en mi empresa, ni en mi presencia ni siquiera el día en que me muera.
Lo digo con toda la rabia contenida, si no lo mato es por la única pisca de lealtad que conserva mi subconsciente del pasado y porque malditamente compartimos lazos de sangre, pero no toleraré más de él.
No hace falta expresar de quién hablo verbalmente solo me basta un movimiento de cabeza hacia Bennett para que los tres hombres que entraron se le echen encima y lo saquen de mi vista.
Me siento en mi silla de cuero y me reclino sirviéndome un vaso de wiskey escoses. Su mirada desconcertada conecta con la mía sin decir una sola palabra. No replica, no tiene cara para hacerlo.
Levanto el vaso hacia él. —Una cosa más— hago que se detengan para que me escuche —Vístete con elegancia para el funeral de la rubia— me lo bebo todo mirando como lo arrastran fuera.
Su cara desencajada es todo lo que alcanzo a ver y ni siquiera siento satisfacción de lo que provoqué. El alcohol se asienta de golpe en mi esófago quemándolo y calma el ardor en el pecho que traigo mientras reparo que hay otro idiota con el que lidiar.
Está apartado mirando de lejos todo lo que sucede en silencio. No sabe si acercarse o no, le recomendaría que no lo hiciera o lo voy a moler a golpes. Total, no estoy de humor para nadie familiar. Familiar. Esa palabra suena amarga mientras veo desparecer a Bennett.
Erick se acerca desde dónde está con las manos en los bolsillos y el ceño fruncido con una expresión seria.
—¿Qué mierda quieres? — me vuelvo a llenar el vaso.
No hace falta hacer escenarios imaginarios y montar un ridículo espectáculo sobre lo que vio o no aquí cuando llegué, él sabe más cosas de lo que aparenta, más cosas incluso que el mismo Christopher Jones.
Tiene cara de imbécil, pero no es tan imbécil para pasar de alto muchas señales desde que nos conocimos hace demasiados años y en el fondo sé que yo le di las señales más explicitas para que las notara, para ver su reacción a la mierda de la que realmente son los Roe.
Es un adicto al sexo, pero le sigue funcionando la mente y el buen juicio. No tardó en descubrir que a veces los buenos modales y la reputación valen mierda cuando ya tienes un sobrenombre.
—No quiero ineptos a mi alrededor, pero tú puedes tomarte un trago conmigo— vacío de nuevo el vaso de wiskey y le ofrezco la botella.
Se planta frente a mi tomándola y alcanzando un vaso para él. Se mantiene a una distancia prudente, debe ser consciente de la mirada que traigo al igual que todos con los que me cruzado, incluida Emma.
El terror en sus ojos es evidente cada que me mira, aunque solo lo ha hecho un par de veces desde que llegamos aquí.
Erick se lleva el vaso a los labios y bebe. Quiere decir algo, lo veo en toda su persona, pero no se atreve. La cabeza me da punzadas por la falta de sueño, pero el alcohol lo compensa, además ya amaneció de nuevo.
Ethan llama para informar sobre los pioneros que están cazando y sobre la otra situación de la que se encargó en cuando salimos de ahí. Respondo a medias y Erick hace amago de salir, pero lo detengo con la mano y se queda.
Su cara de incomodidad es evidente con lo que me escucha decir, como si quisiera solo quedarse con mi cara de ejecutivo y no con la cara de hombre que realmente soy.
Me río de su ironía, él ha llevado negocios de lo que son dudosos y aun así sigue actuando como si mi entorno lo abrumara.
Cuando termino la llamada parece aliviado y está vez sin invitación previa se llena el vaso solo y se lo bebe de un solo trago como para darse valor.
—Vas a tener que reunirte con tus ejecutivos hoy pase lo que pase— dice finalmente —O haya pasado— añade.
Dejo el vaso sobre la mesa y lo miro poco a poco. El idiota es valiente porque se aventura a abrir la boca de nuevo.
—He estado analizando la situación de nuestra cadena hotelera y vamos a tener pérdidas considerables si no actuamos de inmediato, tus ejecutivos mayoritarios ya se han movilizado para facilitarte el trabajo. — ladea la cabeza usando su tono de abogado, cosa que no tiene Blake. —¿Qué vas a hacer?
Apoyo las manos sobre la mesa y me incorporo inclinado hacia a él. —Lo que hago siempre— lo miro con fiereza —Voy a dar la cara.
Me despego de la silla caminando a la salida del estudio. El inútil que se quedó como remplazo de Matt sigue dónde lo dejé.
—¿Y con Bennett? — pregunta a mi espalda con voz más baja irritándome. —Lo que sucedió las últimas horas es una mierda. No sé exactamente qué pasó hermano, pero deberías tratar de...
—Viste desde primera fila lo que ordené, es un traidor— me giro encarándolo para que le quede muy claro lo que le voy a decir —Y yo no me rodeo de traidores, si quieres seguirlo hazlo y lárgate de mí vista.
El grito que viene de lejos por el pasillo me hace apartar la mirada de él de inmediato sin seguirlo escuchando y camino rápido hasta dónde dejé al hombre vigilando. El pecho lo tengo duro y me martillea el pulso en el cuello mientras me preparo para sacar la mierda fuera de alguien que haya entrado o la haya tocado.
Una bola amarilla que sale del pasillo que conduce a la cocina, sale corriendo a la par de mis pies sin meterse en mi camino.
El grito sale por fuera de la puerta cuando llego a la entrada del pasillo, el hombre se ve preocupado, pero como le di la orden no entra, así que solo lo hago yo.
Emma está sobre la cama con las rodillas de fuera. Su cara está roja por el esfuerzo con las sabanas enrolladas a su alrededor apretándolas con sus manos, tiene los ojos cerrados y el sudor se le pega a la frente.
—Emma — digo con tono de voz áspero.
Se toma una bocanada larga para llenar sus pulmones y sus ojos se abren de golpe, no hay lágrimas, no hay nada débil ahí.
Me acerco ignorando el horror en sus ojos. Las manos no le tiemblan, no tiene ningún tipo de rastro de un ataque de pánico, es consciente de que grita, quiere hacerlo.
Está buscando sacar la mierda fuera de ella. Conozco perfectamente ese sentimiento.
Me quedo a unos centímetros de tocarla, tiene los ojos rojos igual que las mejillas, pero su semblante tiene fiereza. El maldito perro que entra por la puerta pasa entre mis piernas como empujándome para que me quite de su camino y sin previo aviso se monta sobre la cama.
Ella sigue jadeando, pero sigue con su mirada a Kieran. El perro no saca la lengua ni menea la cola como si supiera que no es momento para jugar, lo único que hace es recostarse a su lado con la cabeza gacha y sus patas traseras cerca del cojín donde hice que apoyara la pierna.
La cabeza le queda cerca de la mano de Emma, pero como ella no lo toca, el perro se mueve más cerca hasta que su mano queda inevitablemente sobre su pelaje y baja la cabeza para recibir el tacto.
En ese momento caigo en la actitud del perro.
Miro en silencio mientras cierra los ojos con su espalda subiendo con sus jadeos. Mi celular vibra en el interior de mi bolsillo delantero, pero ni aun así aparto la mirada de ella. La amargura se hace presente.
Cierro la puerta con cuidado para no despertarla y parado al pie de la cama la observo dormir. Las manos las tengo callosas por el arma y nunca antes mi apariencia se había visto más como lo que soy, que ahora.
El móvil vuelve a vibrar y es Ethan con mensajes de texto. <<Ya hay gente de los rusos en la residencia levantando el desastre, Caterva no ha aparecido por aquí, pero no van a tardar en informarles de las perdidas. Saben que usted estuvo ahí>>
Leo por encima de la bandeja de entrada con la tensión a tope en cada uno de mis músculos. Me acerco otra vez a Emma por el lado opuesto en dónde está Kieran, la playera le cubre por encima de la mitad de los glúteos.
El destello rojizo de los cardenales que trae en la espalda me hace apretar la mandíbula hasta que me duele, aplico la fuerza necesaria incluso para romperme los dientes. No son más que moratones, pero por las marcas rojizas, estuvieron a punto de ser heridas, faltó poco para que la carne se alzara.
Hay tres cardenales específicamente, dos por encima de sus omoplatos y uno más arriba cerca de sus hombros. Fueron hechos con algo ligero como de cuero.
Un cinturón.
La sangre me quema en las venas y ni siquiera tomo bocanadas de aire para controlarlo. Hijo de perra, te voy a meter a la jaula.
Me desnudo y entro en la ducha para quitarme la suciedad, dejo la puerta abierta para tener un ojo en la habitación. Pongo el agua fria que caiga para desamargarme.
Se me moja la nuca, los pectorales y el resto del cuerpo. Jadeo con el agua helada. Me quedo bajo el agua todo el tiempo necesario, con la mente llena de mierda, rabioso y con la amargura flotando en el aire más que antes.
La herida de la bala que me alcanzó a rozar por encima del antebrazo, me escuece. Paso mis manos rigurosas sobre ella quitando los rastros de sangre y con fuerza la lavo, es pequeña y aunque el contacto no fue directo, aun así, levantó un poco de piel.
Salgo desnudo y me seco el pelo con una toalla que va a parar al rincón dónde estaba la basura. Le escribo a Ethan mientras repaso en que Kieran no se ha movido al lado de Emma.
Voy directo con lo que quiero y le hago saber que se apresure, no quiero estorbos, pero va a querer verla cuando despierte, sea como sea la forma en la que reaccione a lo que pasó, es mejor que la tenga a la vista.
Recibo respuesta de Ethan con información actualizada y la luz del puto móvil me desgata la vista que ya tengo cansada. El sol ya comienza a entrar por la venta y medio cierro las cortinas, pero no del todo. Sé que viene más mierda con la que lidiar.
Pronto llegará el mensaje de que Amelia está aquí, vendrás también las reuniones con los ejecutivos y con Christopher. Eso solo en la parte profesional.
Tomo el mando de la pantalla que nunca utilizo y enciendo en un noticiero local con el volumen lo más bajo que puede estar. La espalda de Emma sube de forma lenta. Las noticias se intercalan entre el incendio del hospital central de Brent y el derrumbe del hotel.
La cintilla que corre bajo los pies del presentado tiene mi nombre y el nombre de mi cadena hotelera.
Ponen una transmisión en vivo desde el lugar y por la equina de la cámara me parece ver uno de los autos que llegaron cuando estábamos en el lugar del accidente.
La policía no va a meterse a profundidad si las cosas ya llegaron a un nivel serio como lo fue el incendio del hospital y sigo esperando que me den información sobre el detonador que dejó la gente de Logan.
Me pongo un bóxer y voy por la píldora que dejó el médico para bajar la inflamación de la pierna de Emma. Sirvo un vaso de agua y me acerco, aunque trato de quitar al perro no se mueve.
—Sal de aquí— le digo en voz baja ya harto de tenerlo cerca, pero apenas abre los ojos y vuelve a cerrarlos sin despegarse de ella.
Tomo una respiración profunda, ya lo mandaré con su dueño al mismo exilió que le di. Lo rodeo y por la cabecera de la cama me acerco a ella. Le levanto la cabeza y hago que beba la píldora. Sus ojos no se abren solo hace movimientos automáticos para tragar el agua, aunque soy yo el que la hace hacerlo.
Dejo mis manos sobre su mejilla más tiempo e incluso cuando ya tragó la pastilla. Ni siquiera el olor que trae me inmuta, la sostuve en el baño y me importa un carajo a lo que huela la playera que trae puesta.
Tan rápido como mis pensamientos comienzan a correr la suelto recordando que no me quiere cerca.
Dejo el vaso de agua en la mesita de noche me froto los ojos para aclárame la vista y conseguirme ropa del armario para salir a dar la cara. Amelia ya debe estar esperando fuera. Tomo el traje negro y salgo con la percha del saco en la mano, aunque habitualmente me cambio cerca del armario.
Frunzo el ceño y saco la camisa de la percha mirando de reojo la cama. Emma hace un sonido de arcadas de nuevo y dejo la camisa en el suelo yendo cerca de ella, si vomita de nuevo, sacará la píldora que recién hice que se tomara.
Traga en seco con su garganta y me meto en la cama con ella para ponerla de lado, ya que el Kieran no se va a mover de la otra esquina, pero cuando la pongo de lado, el poco calor de su cuerpo llega al mio.
Al moverla por equivocación rozo mi frente con la suya y tomo una respiración profunda y esa es una completa estupidez porque mando todo a la mierda y con cuidado pongo una mano en su cintura y la otra en sus muslos y pongo su cuerpo sobre el mio.
La pierna inflamada se la acomodo de forma que no la incomode. Hace el gesto de las arcadas otra vez y veo como sus parpados van a abrirse.
—Respira por la nariz para que controles las arcadas, no puedes vomitar otra vez.
Mi voz hace que sus parpados se medio abran débilmente y se remueve entre mis manos queriendo salir, pero no la suelto. Ya no puede mantener los ojos abiertos por más que quiera, pero antes de dejarse ir me voltea la cara con una bofetada.
Mi pecho se alza con ella subiendo con él. Deja su mano abierta sobre mi mandíbula dónde me acaba de pegar y vuelve a cerrar los ojos, entonces hace lo que le pedí y respira con fuerza por la nariz una vez.
Y luego otra.
Y otra.
Sigue haciéndolo de forma desigual y poco a poco se acerca más. Suspira contrayendo la espalda y estudio su reacción.
No está respirando, está aspirando mi olor. Coloca sus palmas abiertas sobre mi pecho de forma inconsciente y se alza para reacomodarse sobre mí, la ayudo con la mano en su cintura.
Su cabeza se desliza apenas perceptiblemente en el mi pecho y no necesito más para enterrar mi mano en su cabello y alzarla sobre mi hasta enterrar la cara en su cuello para tener un maldito respiro, aunque sea solo unos segundos.
Todavía siento los estragos de las horas, la rigurosidad del arma, tengo tanta rabia y amargura dentro que apenas puedo concentrarme en nada más.
Sus manos se aferran a mi pecho casi como si quisiera clavarme las uñas, pero no lo hace porque se duerme otra vez.
La cabeza me pesa, el cansancio me está dando lucha al igual que los tirones de la nuca. Todavía escucho el ruido del noticiero, pero ya suena lejano y llega un punto en el que ya no lo escucho.
Me reacomodo sobre la almohada y el movimiento hace que roce su mejilla con la mía de forma inconsciente lo siguientes segundos que tardo en cerrar los ojos.
. . .
Mi sueño siempre es ligero y aunque duermo soy consciente del ruido en la habitación y fuera de ella por eso cuando el móvil, que está sobre el mueble cerca de la cama, suena otra vez abro los ojos de inmediato.
Una suave respiración me cosquillea donde el hueco del cuello mientras parpadeo acoplándome a la luz que entra por el ventanal cerca de la rendija de las cortinas y ya toca toda la habitación.
Deben haber pasado, mínimo, un par de horas desde que me dormí.
Emma tiene la boca medio abierta mientras sus parpados siguen cerrados y su cabeza apoyada en mi pecho. Sus manos están aferradas a mi torso con fuerza a pesar de que está dormida.
Aprieto la mano con la que estoy rodeando su cintura y con la otra mano estirada cojo el móvil y veo que han pasado tres horas desde que cerré los ojos.
Hay varios mensajes en la bandeja, la mayoría de Christopher y de la oficina, dos de Ethan y un par de Amelia que son de hace más de dos horas y media avisando que llegó. El sonido de la pantalla sigue en la habitación.
Tres horas, aunque parecen poco tiempo a comparación de casi tres días que llevaba sin dormir, son un desperdicio grande de tiempo cuando tienes a todos los medios apuntando en la cara, basta con ver la noticias y artículos que envía Christopher.
Uno de los ejecutivos y socios mayoritarios de mi empresa ya salió a hablar por la cadena hotelera, pero el alboroto sigue y seguirá hasta que no sea yo el que salga a dar razones.
Me muevo tratando de dejar a Emma sobre la cama en la posición en la que está sin despertarla. Lo consigo y reacomodo la almohada bajo su cabeza, la cubro con la sabana hasta los hombros haciendo que tome una respiración profunda.
—¿Qué carajo? — digo molesto en voz baja con la voz ronca por el sueño a la vez que me incorporo y el perro de Bennett hace lo mismo desde el lado de Emma dónde no se movió ni un solo centímetro.
Sacudo la cabeza exasperado y me levanto, hoy se va de aquí. El traje que no llegué a colocarme sigue en el suelo y lo poco que mi cuerpo consiguió descansar es suficiente para regresarle fuerza a mis músculos.
Me coloco el traje y sumerjo los dedos en la cera antes de pasármela por el cabello reacomodándolo y mirando con amargura por el reflejo del espejo a la cama. Lo primero que veo al salir es a Ethan, se le ve cansado, pero se le ve que mantiene la postura rígida de siempre.
—Señor Roe.
—¿Dónde está?
—En el mismo consultorio privado al que llevamos a la señorita Brown hace un mes.
Recuerdo perfectamente el lugar. —La dejaste con la tal Dra. Kriss— es una afirmación no una pregunta, pero de todas formas asiente.
—El golpe en la cabeza fue fuerte, pero fue lo que le dieron a beber lo que hizo que estuviera inconsciente hasta ahora. Las tomografías se las van a realizar hoy a medio día para detectar si tuvo alguna anomalía grave. — explica —Dejé a alguien vigilando como ordenó.
—Vete a descansar, necesitas estar fresco, Ida se encargará de cubrirte en todo lo que necesite.
—No es necesario señor— pone sus manos detrás de su espalda en un gesto soberbio.
—Es una orden Ethan.
Asiente sin oponerse. El inútil que me sigue desde ayer vuelve a aparecer y me tomo el tiempo para dejarle una amenaza similar a la de anoche al hombre que dejo vigilando la puerta de Emma, uso las palabras precisas y lo miro fijamente a los ojos para dejarle en claro que nadie entra con ella.
Me parece perfecto que Ethan se haya ido a descansar en cuanto le di la orden, si es necesario que salga de mi casa como debo hacerlo, solo él se quedará a cargo de cuidarla.
Ida hace lo propio cuando le doy instrucciones respecto a la rubia y lo que debe hacer con ella. —Busca a Octavian— digo por ultimo cuando Amelia se levanta del asiento en el que está sentada en el mismo estudio dónde corrí a Bennett anoche. —Dile que prepare una comida equilibrada para cuando Emma despierte.
—Como ordene señor.
—Nadie entra ahí— le recalco. —Nadie la molesta y nadie la despierta o me los cargo a plomo a todos ustedes hijos de puta.
Asiente y entro al estudio encontrando a Christopher sentado en el extremo opuesto de la habitación. No me inmuto en saludar, no son momentos para cortesías estúpidas. —Dame los reportes— le pido a Amelia que me acerca los documentos.
Inspecciono párrafo a párrafo bajo la mirada silenciosa de Christopher Jones. Lo que leo solo aumenta la jaqueca que no me ha dejado ni un momento desde hace días.
Dejo los documentos sobre el escritorio y tomo asiento en mi lugar. —Es tu momento, habla Christopher.
Le doy carta blanca para que hable abiertamente sobre cuán seria es la mierda que vamos a presenciar los próximos días.
Pasamos las siguientes dos horas hablando, revisando, armando estrategias, gritando y exasperándonos. Christopher es un hombre que se mantiene reacio porque sabe lo que hace y me mantiene la mirada y el mal humor todo el tiempo.
A la reunión clandestina se une Erick, su hijo, como parte del grupo de abogados que hay en la empresa.
Analizamos la situación, las demandas y los gastos de daños que serán minimos, pero esta reunión tendrá que llevarse a las oficinas de Hilton &Roe, la situación es grande y todos los ejecutivos deben trabajar para arreglarlo.
—El incendio del hospital central de Brent fue una lamentable desgracia, pero gracias a ello tenemos una parte de los medios centrados en el lugar y no en Hilton &Roe. — dice Christopher caminando a lo largo de la habitación.
Me reclino en mi silla escuchándolo y veo como Erick clava la mirada en mi como si supiera más del incendio de lo que sabe su padre.
—Tuvimos un derrumbe hace poco más de un mes ahí, solo fue el estacionamiento— dejo las manos sobre el escritorio —. Ahora lo que saben es que el hotel completo colapso.
—Y que curiosamente no hubo heridos— me interrumpe Christopher—. ¿Cómo le explicas a los medios, a la prensa, a los socios, a los ejecutivos, que un hotel de la cadena hotelera más prestigiosa internacional nacida en Europa tiene una demolición a las pocas semanas de un accidente catastrófico?
—Si no hacemos una declaración coherente los nuevos socios van a retirar sus contratos con nosotros, incluyendo Nueva York— añade Erick.
—Centrémonos primero en proteger la imagen de la empresa y la tuya Alexander, los contratos ya los arreglaran después— Christopher mete la mano en el bolsillo delantero de su pantalón y reanuda su caminata—. El prestigio que tiene Alesha como arquitecta de los mejores proyectos de Londres incluye tres de nuestros hoteles ecológicos. Manchester, Birmingham y Brent.
Sabe perfectamente que el hotel de Brent fue diseñado por mí, no por ella.
—La apertura del hotel de Birmingham se pospondrá. — le hago un gesto a Amelia para que tome notas como se lo pedí.
—Es una opción viable, pero el punto es que, si desprestigiamos a Alesha, los tres hoteles que le cediste también se viene abajo y seguirán por la línea de los hoteles ecológicos que fue el proyecto que comenzaste este año para tu empresa. Es una suerte que tu negoción en Nueva York se haya postergado porque la habrías puesto también al cargo del proyecto.
—Se lo que tratas de decir. Que el proyecto de los hoteles ecológicos fue abalado para la empresa como un negocio de riesgo y estas pérdidas quitarían prestigio a nuestros hoteles de lujo clásicos. — no voy a poner el prestigio entre dicho.
—La opinión de los medios y de la competencia será que trataste de innovar tus hoteles, pero fracasaste notablemente.
—¿Qué sugieres entonces?
—Debes estar preparado para entrevistas, ruedas de prensa y negociaciones rigurosas. Ya tengo todo el plan trazado, a excepción de las cuestiones económicas, ese ya no es mi campo de trabajo.
Me levanto de la silla después de frotarme las sienes. —Prepara la reunión para dentro de una hora en la empresa— Amelia asiente mientras me giro a Christopher—. Ten a tu equipo de publicistas listos a excepción de Emma, a ella no la molestes.
Su ceño se frunce me mira escarbándome con la mirada por lo que acabo de decirle. —Imposible, necesito a Emma apoyando. No por nada es mi asistente, aunque no he podido contactarme con ella todavía, pero lo haré, a menos que me traigas a Adam de vuelta.
Me yergo en toda mi altura y camino a él. Erick se levanta al lado de su padre de inmediato notando mi mirada.
—Será mejor que nos vayamos a preparar los informes de la reunión. — carraspea. — O tu liquidación será lo siguiente que tenga que preparar papá— añade en voz baja sin que nadie lo escuche.
Christopher me mira de nuevo, le sostengo la mirada, por el rabillo del ojo veo a Ida regresando de lo que le pedí.
—Está hecho señor Roe— dice interrumpiendo entres los presentes como suele hacerlo, sin pedir permiso ni objeciones. Tres pares de ojos se vuelven a él.
—Vamos— le señalo la salida para que me siga y dejo las tensiones a mi espalda. Ethan ocupa el lugar fuera de la puerta de Emma y le doy instrucciones antes de bajar por el elevador seguido de Ida y salimos a la carretera.
La tensión que deje arriba reaparece cuando mi auto se detiene en Hilton &Roe y encuentro el lugar repleto de cámaras.
¡Hola sexys!
No saben cuanto extrañaba decir eso.
Aquí comienza Deseo y las tentaciones aumentarán hasta que comencemos a desear lo prohibido... ¿Están listos?
¡Las actualizaciones de Deseo serán todos los viernes como en Tentación! (Guiño, Guiño)
Gracias por seguir esta historia conmigo ¡Los amo tres millones!
-Karla.
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