México se arreglaba para la salida, probaba una prenda y se la quitaba. No tiene una amplia variedad de conjuntos después de todo pronto estos dejarían de quedarle, sin embargo ninguno le convence. Toma uno al azar y se lo pone, se observa en el espejo por varios segundos, su vientre cada vez resaltaba más, pasa sus dedos por sobre la tela, se pone de lado para apreciar su propia figura de mejor manera, no le convence, pero decide que le está dando demasiada importancia a una simple salida, así que guarda todo y sale de la habitación.

Reino Unido lo espera afuera llegaba de trabajar, temprano, algo extraño. Subieron al auto, el trayecto fue silencioso, pero no desagradable, aquel silencio difería por mucho del de hace unos meses.

Llegan a la librería y recorren el sitio del mismo modo. El hispano interrumpe el silencio de vez en cuando preguntándole su opinión sobre algún libro, U.K. lo observa, lee la contraportada y le comenta. Así transcurre su tarde, al salir van a comer a un restaurante cercano. México se sienta frente a Inglaterra en una mesa para dos, piden la comida, el silencio sigue reinando mientras esperan.

— Deberíamos hacer un babyshower

Suelta el latino. Tal vez solo por tradición, tal vez porque en realidad extraña a sus amigos, tal vez porque necesita a alguien con quién hablar.

— Si es lo que quieres puedo organizarlo.

México sonríe y asiente, Reino Unido siente un poco de alivio. La conversación transcurre entre como sería el evento y los invitados y es la primer conversación que les dura horas, que no es solo frases sueltas o monosílabo y el inglés no podía sentirse más feliz, todo iba demasiado bien, más de lo que podría haber previsto nunca.