Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

3. Un rescate imprevisto

Mis primeros tres días libres al fin, me quedé en un hotel hasta que encontré un apartamento tipo estudio. Han pasado cinco días desde que me encontré a esos idiotas y no me he vuelto a meter en problemas, lo que significa que no tengo que volver con Blaz y los chicos.

Después de buscar trabajo infructuosamente durante todo el día, vuelvo a mi apartamento. Ya estaba amueblado cuando firmé el contrato de arrendamiento, lo cual es un alivio.

Cierro la puerta principal detrás de mí y aseguro los tres cerrojos en su lugar, que me llevó horas instalar. Me dejo caer en el sofá, me quito las zapatillas y dejo escapar un suspiro de cansancio. Solo me siento unos minutos antes de que el intenso dolor en el corazón me alcance y rompa a llorar. Acostada en el sofá, me acurruco en un bulto y enfrento el dolor que viene en oleadas.

Extraño jugar con Eda y dormir a su lado. Pero no lo voy a buscar ni a tratar de contactarla; si fue capaz de venderme una vez, lo haría una segunda vez. Además, aunque extraño bailar, ella me dijo que me fuera del burdel y nunca mirara atrás. Ahora soy una chica libre y no voy a arriesgarme a caer en las garras de trata de blanca y prostitución de nuevo.

Sollozando, me trago las lágrimas y saco el teléfono que Blaz me dio de mi bolsillo.

«¿A quién vas a llamar, Meike? No tienes a nadie», me digo a mí misma, dejando el teléfono en el sofá con un bufido.

Un golpe en la puerta principal hace que mi cabeza se levante de golpe y mi corazón empiece a martillear en mi pecho.

—No te hagas ilusiones, probablemente sea el propietario. Que los chicos te enviaran joyas y vestidos de fiesta la otra noche no significa que hoy te inviten a salir —murmuro para mí misma en voz baja, antes de preguntar—: ¿Quién es?

—El repartidor —responde una voz desde afuera.

—Yo no he pedido nada.

—Es una entrega para usted.

Mis labios se separan en un jadeo y mis ojos se abren con sorpresa. Rápidamente quito los seguros de la puerta y la abro.

Alguien me jala hacia fuera. Grito y esa persona me agarra con fuerza, llevándome a su pecho. De un rápido movimiento, me carga sobre su hombro y comienza a caminar directamente hacia la salida. Lucho y grito, pero la fuerza con la que me retiene es mayor. Estamos en plena calle Berlín y las pocas personas en la calle giran sus rostros con asombro debido a nuestro escándalo. La puerta de una limusina se abre cuando nos ven llegar. El conductor de la limusina recibe un disparo en la mano y oigo más desde atrás, pero me tiran en la parte trasera de una camioneta y luego mi raptor cae sobre mí. Vocifero con desesperación, moviéndolo y revisando que esté vivo; tiene una bala en la cabeza y me mancha de sangre. Sigo gritando como loca hasta que uno de esos hombres presiona un trapo sobre mi rostro. Es un olor fuerte y desagradable y me marea al instante. Cierro los ojos y caigo sobre el cuerpo de mi primer captor sin comprender qué sucede y por qué estoy perdiendo el conocimiento.

«¿Quién pudo hacerme esto? ¿Qué mierda he hecho yo?»

Un golpe de agua helada me obliga a abrir los ojos.

Me duelen las manos porque las tengo atadas sobre la cabeza en una especie de viga. Tengo los pechos descubiertos y mi vestido se ha ido; solo estoy en bragas, liguero y zapatillas de tacón que no son míos, pero si de mi talla. Una nueva ráfaga me hace temblar y chillar, pues siento los hilos de hielo cortándome la piel. Me noto los pezones duros por el agua. No puedo ver nada, tengo los ojos cubiertos por una venda, pero siento que no estoy sola, que están mirándome.

—¡Basta! —suplico al sentir agua nuevamente—¡Basta, basta ya! —imploro, llorando. —¡Estoy despierta! ¡Basta!

—¿Escuchas eso, Blaz? —pregunta alguien con un acento ruso.

—Si la tocas, Ivan Smirnov, te asesinaré —escucho la voz de Klaus. Debe ser por llamada.

—¡Oops. Tarde, ya lo estoy haciendo! —se burla la persona. Siento una mano en el pecho y grito, descontrolada. No puedo parar, no puedo ser fuerte y detenerme. Grito hasta desgarrarme porque no conozco ese tacto, porque no lo quiero. Alguien tira de la venda de mi cara y enfoco unos ojos verdes diabólicos enmarcados por un pelo rubio corto. También tiene tres cicatrices en la cara; ceja, pómulo y labio. Lo hacen ver aterrador—. Hola, nena.

Parpadeo y miro a mi alrededor: estoy colgada de una viga.

—Cobarde —le siseo al hombre que tengo enfrente.

—Pero si es una fiera, con razón hay tres hombres detrás de ti, si no hubieran arruinado mi plan en ese burdel capaz hubiera sido yo el que terminaría por comprarte. Me gustan las caras lindas y bocas sucias  —bromea, agarrándome el rostro y hundiendo sus dedos en mi mandíbula, tan fuerte que siento cómo me lastima hasta hacerme sangrar.

Le escupo el líquido en la cara. El hombre me gira el rostro de una bofetada.

—¡Déjala ir! —ordena Joss a gritos—. Ella no tiene nada que ver en esto. ¡Suéltala y saldrás intacto de esto!

—Si la quieren, vengan por ella —cuelga y luego se dirige hacia mí—. Veremos si eres importante para ellos. Ellos saben lo que tienen que hacer si te quiere con vida.

—No soy nadie para ellos. Has secuestrado a la persona equivocada —digo.

—Si no fueras importante no hubieran dejado soldados cuidándote, no vas a jugar con mi mente, niña.

Intenta volver a agarrarme, pero tuerzo el rostro. Mi rechazo parece molestarlo, así que les da órdenes en ruso a los hombres que no sabía que tenía detrás. Empiezan a bajarme y el hombre me atrapa, saca la lengua y me recorre la mejilla, gimiéndome en la cara.

—Vamos a divertirnos, cariño.

Mis ojos están muy abiertos en el monstruo frente a mí.

Su dedo medio frota mi raja.

La ira abrumadora y la humillación me hacen gritar: —D-detente, maldita sea.

—D-d-d-detente —se burla de mí con una sonrisa cruel que curva sus labios mientras empuja mis bragas a un lado.

Aprieto las piernas con fuerza, pero su brazo me detiene.

Cuando su dedo toca mi piel, me arranca un grito desesperado y termino mordiéndolo en la mejilla.

Grita y el tal Ivan me agarra, susurrando: —Deja de pelear, solo lo estás haciendo más difícil para ti.

—Nunca dejaré de pelear —muerdo las palabras con los dientes apretados.

El sonido de la puerta crujir hace que todos se volteen para identificar la interrupción. Siento cómo mi cuerpo se debilita al ver a Blaz abrir la puerta de par en par, con un arma en cada mano. La luz del exterior irrumpe tras él, creando una especie de halo que lo hace parecer un ángel vengador, el ángel de la muerte, con un atuendo casi similar al que usaba cuando me secuestró.

Sus ojos recorren a todos hasta que se detienen en mí... y luego algo explota fuera de las paredes. El hombre deja de gritar, Ivan también se paraliza. Justo en ese instante los muros tiemblan por alguna clase de detonación.

Los hombres reciben órdenes de ir hacia el caos, la puerta que da hacia el jardín está abierta y despejada. Observo a Klaus parado al lado de Blaz y noto que mueve los labios repitiendo "huye" en silencio.

Sea lo que sea que esté pasando, ha sido planeado por ellos y no tiene que volver a decirlo. Golpeo a Ivan a la entrepierna. Cuando estoy corriendo hacia la puerta del jardín con todas mis fuerza, escucho a mi espalda: —¡Maten a todos! —Grita Blaz al tiempo que oigo disparos.

Apresuro mi huida, atravesando la puerta y corriendo en dirección norte, o eso creo.

Escucho las maldiciones del ruso, pero no me detengo.

Corro, mis tacones parecen flotar en la nieve y estoy jadeando cuando llego a la esquina de la edificación y giro. De repente me atrapan unos brazos y empiezo a luchar contra ellos. Escucho palabras rusas y me lastiman, pero entonces algo nos impacta a ambos y caemos por la nieve. Doy varias vueltas antes de poder orientarme y levantarme, lista para dar guerra, pero noto a Joss sobre el hombre que me tenía agarrada. Él no se inmuta al clavar un cuchillo en la garganta, abriéndosela con un gruñido feroz. Casi animal.

No creo lo que veo, siento que me he transportado a una especie de película de acción o más bien de  terror y estoy segura de que despertaré en cualquier momento, pero no es así. Joss se mueve, vestido todo de negro, de seguro para ocultar la sangre, y me agarra para luego lanzar hacia arriba. Cargándome en sus brazos, empieza a correr. El lugar parece estar incendiándose y los hombres nos pasan, dispuestos a ir al infierno mientras Joss me lleva a cuestas. Una camioneta está esperando, una de muchas, y abren la puerta trasera. Otras manos desconocidas me toman.

—Consíguele ropa —ordena Joss mientras va tomando el asiento del conductor.

El guardia evita mirarme detenidamente mientras saca una chaqueta de una mochila y me la entrega.

Se escuchan unos tiroteos, Joss maldice y me dice que corra al asiento de copiloto. Voy corriendo al lugar y logro ponerme la chaqueta.

El rugido del motor llena el aire mientras el auto se lanza por las calles estrechas de la ciudad, seguido de cerca por los vehículos de sus perseguidores. Con cada giro brusco, me veo aferrando a mi asiento, sintiendo la adrenalina correr por mis venas. El lugar estaba tan alejado que se toma dos horas para llegar a la civilización.

—¡Maldición, están ganando terreno! —le grito a Joss, mirando por el retrovisor mientras los faros de los vehículos enemigos se acercan peligrosamente.

—¡Voy a intentar perderlos en el mercado! —responde, sus manos hábiles girando el volante con precisión milimétrica. El auto vira en una esquina, adentrándose en el bullicioso mercado nocturno; puestos de comida y mercancía pasan volando.

De repente, el sonido de disparos llena el aire, haciendo que el cristal del parabrisas estalle en mil pedazos.

—¡Oh, Dios mío! ¡Nos están disparando! —grito, agachándome en mi asiento mientras los proyectiles silban por encima de nuestras cabezas.

Joss saca su propia arma y dispara hacia atrás, tratando desesperadamente de mantener a raya a los atacantes. La carretera se convierte en un campo de batalla caótico mientras el auto zigzaguea entre los puestos del mercado y los disparos siguen resonando en el aire.

Con habilidad experta, Joss evita por poco un puesto de frutas volcado y se lanza  por un estrecho callejón lateral. El auto salta y sale disparado hacia la calle principal, dejando atrás a nuestros perseguidores.

Unos minutos después me empujo un poco hacia arriba y, al mirar por la ventana trasera, veo que hemos perdido a quien quiera que nos estuviera siguiendo.

Nos detenemos en frente a un edificio y Joss me hace señal de salir.

―¿Es aquí? ―pregunto―. Parece abandonado.

Joss agarra las dos armas y revisa sus cargadores antes de apagar el motor y abrir la puerta. Mis ojos se lanzan hacia Joss que sale del auto, y luego mi puerta se abre. Me agarra del brazo y me saca.

Golpea la puerta.

Un anciano abre la puerta y Joss habla: ―Koch.

El hombre se para a un lado, y cuando entramos, mis ojos se abren ante todo el lujo. Tres hombres están sentados en una mesa, jugando a las cartas. Parece que todos están en la treintena. Uno se levanta y camina hacia nosotros.

―Joss. Blaz dijo que nos visitarías. Bienvenido.

Observo cómo se dan la mano, y el hombre apenas nos mira al guardia y a mí, luego murmura: —Por aquí.

Mientras subimos unas escaleras, Joss pregunta. ―¿El auto?

―En el garaje ―responde el hombre.

Abre una puerta y entramos en una suite. Hay dos maletines sobre la mesa de café y Joss me arrastra hacia ellos.

El hombre que nos ayuda cierra la puerta. Finalmente, Joss me suelta del brazo y abre el primer maletín. Está cargado de montones de billetes en euros. Aparentemente complacido, abre el segundo, y luego la comisura de su boca se levanta mientras mira las armas. Hablan un poco más y por fin nos vamos.

Joss conduce alrededor de una hora hasta de estar finalmente a salvo y es cuando suena su móvil.

—Sí —contesta—. ¿Está todo bien allí? –dice, viéndose preocupado—. Por supuesto. Ella está a salvo —añade—. Sí, dámelo —dice, y luego se acerca y abre la guantera—. Mira si hay una pluma ahí, Meike.

Rápidamente hago lo que me pide y encuentro una pluma negra y se la entrego. La empuja hacia mí y coge un trozo de papel que sobresale entre los asientos.

—Toma y escribe —me dice.

Oh, no. Esto no.

Él verá lo que escribo. Y es difícil para mí escribir cosas, solo me sé los números.

—Cinco, tres, seis —comienza, y rápidamente escribo los números. Puedo hacer eso. No es difícil—. Kreuzberg —añade, y mi corazón empieza a golpear tan fuerte que no puedo oír nada más.

Mis manos tiemblan tanto que no estoy segura de poder escribir nada más. Inhalo profundamente y trato duramente de ponerme bajo control. Kreuzberg. Tenía la K. Luego es la R. Empiezo a escribir la R, y se me olvida que sigue.

—Primero la llevaré a casa —le oigo decir.

Cierro los ojos con fuerza, con ganas de nada más que saltar fuera del vehículo en movimiento. Esto no me está sucediendo. Mi vista se vuelve borrosa y apenas distingo lo que escribí.

Mi agarre en la pluma vuelve blancos mis nudillos y bajo la mirada a través de las frustradas lágrimas que se reúnen en mis ojos. Ahora Joss sabe que solo tengo una carita hermosa y buen cuerpo. Nunca fui a la escuela porque pasé mi vida ahí encerrada. De todas las personas que podrían averiguarlo, ¿por qué tenía que ser él? El universo me odia.

La gran mano de Joss se acerca y quita la pluma de mi agarre. Le permito tenerla. Luego la lanza a la guantera y la cierra. No puedo mirarlo. Él no dice nada, y me niego a mirarlo a los ojos. Veré piedad o, peor aún, asco.

El coche se detiene, y contengo el aliento, luego cojo el pomo de la puerta. Simplemente echaré a correr si me mira con lástima o dice alguna estupidez como hacían los tipos del burdel. De repente, su mano se encuentra cubriendo la mía, y le observo mientras quita la chaqueta con la que estoy jugando de mi débil mano. Me quedo horrorizada y confundida mientras levanta mi cara para que lo pueda mirar a los ojos.

No me muevo. Me hallo congelada en el sitio. Entonces me pone sobre su regazo.

—¿Qué pasa?, ¿por qué lloras? —su voz es suave y amable. No escucho ninguna fealdad en su pregunta. Casi me siento segura.

Casi.

—No sé leer ni escribir. Apenas me sé los números porque la madame no quería que los clientes nos engañaran a la hora de pagar y me sé las letras básicas porque Eda comenzó a enseñarme a leer. Pero cuando lo descubrieron le dieron una paliza, así que... me cuesta escribir oraciones o palabras completas sino me lo repiten más de una vez.

—¿Te gustaría aprender? —me interrumpe al ver que me atraganto con las palabras.

Asiento.

—Tus clases comenzarán mañana.

—¿En serio?

—Sí, todo estará bien, mi pequeña pagana.

***

Cometen aquí un 🔥las que quieren seguir leyendo. Nos leemos en el próximo capítulo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro