Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

15. C'est la vie

—El cinturón de seguridad primero, Meike.

Con manos temblorosas, aseguro el cinturón y coloco mis manos en el volante. Una mezcla de emociones revolotea en mi interior: ansiedad, emoción y determinación.

—Aquí enciendes el motor —Klaus señala el botón en el tablero y luego indica la palanca de cambios—. Estamos en el parque ahora. Pon el freno y cambia a primera.

Una sonrisa nerviosa se curva en mis labios.

—Asegúrate de revisar los espejos retrovisores y laterales antes de salir —añade.

—Oh, ya revisé mi maquillaje —bromeo, poniéndome un poco de brillo labial.

Klaus me mira con incredulidad. —Para asegurarte de que no haya nadie detrás o a tu lado, Meike. No para volver a aplicarte el lápiz labial.

—Ah, claro. —Rio entre dientes—. Pero si me detiene la policía, al menos estaré presentable. Los podría convencer con una sonrisa.

—Pon el pie derecho en el pedal del acelerador... —Klaus mira mis pies—. Jesucristo, Meike. ¿Qué es lo que llevas puesto?

—¿Qué? —Pregunto, encontrando su mirada con una sonrisa—. Dijiste que me pusiera calzado cómodo.

—No tacones de quince centímetros.

—¿Por qué no? Son bonitos y muy cómodos. Mira. —Enciendo el motor, cambio y piso el acelerador con demasiada fuerza. El auto da un bandazo hacia adelante.

—¡Mierda! —Klaus ruge y sujeta el volante—. ¡Detén el puto auto! ¡Ahora!

Freno bruscamente, deteniéndonos a escasos centímetros de otro vehículo. —¿Eso estuvo bien, verdad?

Los ojos de Klaus se arrugan en las comisuras mientras me mira e intenta no explotar en una carcajada. —Sí, estuvo bien, Nymphe. Cambia a reversa y retrocede un poco.

Guiando mi mano en la palanca de cambios, me instruye para retroceder hasta la posición inicial.

—Intentémoslo de nuevo, pero esta vez más despacio. ¿Ok?

—Ok. ¿Qué tan despacio?

Klaus toma mi barbilla entre sus dedos y roza sus labios con los míos. —Lo suficientemente lento para no matar a nadie, por favor.

—Entendido. —Sonrío y presiono ligeramente el acelerador.

El auto avanza a paso de tortuga y Klaus asiente con la cabeza. —Así está mejor. Ahora, intenta dar la vuelta al final del camino de entrada y hazlo un poco más rápido.

Nos movemos a menos de diez millas por hora, y él mantiene su mano izquierda en el volante, inspeccionando el camino de entrada como si esperara que me desvíe en cualquier momento y choque contra los arbustos. Me cuesta mantener la compostura al verlo tan concentrado.

—Está bien, Klaus. —Deslizo mi mano sobre la suya en el volante—. Tengo el control. Puedes soltarme. No voy a herir a nadie.

—Por supuesto que sí. —Señala el parabrisas—. Ojos en el camino. Siempre.

Suspirando, piso el acelerador.

—Meike, despacio, Nymphe.

Mantengo una velocidad moderada mientras avanzamos, rodeando dos veces la isla ajardinada en el camino de entrada, y luego procedo a estacionar cuidadosamente el auto al lado del garaje.

***

—Háblame de ti —digo de regreso a casa mientras asaltamos la cocina.

—En realidad, no hay mucho que contar. No tengo hermanos. —Dice simplemente—. Mis padres son felices. Tienen una relación muy sana. Demasiado monógamos para mi gusta —Una sonrisa tira de sus labios, como si saber eso le hiciera feliz. Aunque no lo admite abiertamente le gusta la relación de sus padres—. Así que, creo que no les parecía correcto que su único hijo quiera pasar la vida follando sin compromiso ni ataduras.

—¿Hay una razón por lo cuál lo haces?

—Cuando eres alguien como yo, estás en mi mundo y haces trabajos como los que yo hago, la vida está hecha para ser vivida. Ahora mismo. No puedo esperar. Todo podría terminar mañana.

Quiero preguntarle qué más cosas, pero me da miedo que sea grosera y no quiero entrometerme. En lugar de eso, dejo que siga hablando, aferrándome a cada bocado que comparte sobre su familia. Sus primos.

—Háblame de ti —dice Klaus una vez que hemos dado nuestras órdenes para cenar y el plato de queso frito está sobre la mesa entre nosotros. Toma uno y lo sumerge en la espesa salsa marinera antes de darle un gran bocado, el queso caliente y fibroso se queda conectado antes de romperse—. Sé que nunca conociste a tu madre.

—Murió cuando nací —admito, sus ojos se abren de par en par—. Solo conseguí unas fotos suyas. Mi padre no está presente en mi vida y tampoco creo que yo le importo —Agacho la cabeza, actuando como si me invadiera la emoción. Y supongo que lo estoy. De miedo. Con ansiedad. Con preocupación.

—Debió ser tan horrible vivir ahí.

Asiento con la cabeza, limpiando mi boca de comida imaginaria. No he comido nada, mi apetito me ha abandonado por completo.

—Supongo que todo se fue a la mierda, viví con temor constantemente y sentía que mi vida se me escapaba de las manos cuando nunca lo había tenido realmente, pero pasa en todo el mundo, incluso las personas con familia normal siente que todo va a la mierda de un momento a otro —digo, encogiéndome de hombros. Muy c'est la vie.

—Te entiendo. No porque lo he vivido sino porque he visto seres queridos sufrir —dice—. Blaz se convirtió en un completo fanático del control cuando mi tío se fue por primera vez. Se metía en peleas furiosas con él. Era terrible. Todo lo que Joss y yo podíamos hacer era protegerlo; sin embargo; hubo consecuencias, Joss sentía que debía estar siempre para él y olvidarse de sí mismo.

»A veces se le olvida que es el hermano menor, o que no es otro empleado de Blaz. Al final nos enviaron a la academia. Nuestro abuelo dejó un testamento de que el hijo primogénito de cualquiera de sus hijos heredaría todo y los demás hijos o primos debían proteger al unigénito. Pero si cualquiera de los demás tiene un hijo primero que el actual jefe, al cumplir los dieciocho esté será el que dirige el negocio familiar.

—Seguro que no fue fácil —murmuro.

Agarra otro trozo de queso frito, lo sostiene con dedos delicados, lo rompe en trozos y los deja caer en su plato antes de mojar uno en la salsa roja.

—Fue un alivio. Cuando mi tío se divorció de la tía, todos pudimos respirar mejor. Incluso Blaz, aunque se resiste a admitirlo. El problema con Blaz es que está cortado por el mismo patrón que su padre. Él ve todo como blanco o negro. No hay grises. Bien o mal. Sí o no. Hazlo o no lo hagas. Es extremadamente terco y difícil de llevar.

Lo está describiendo perfectamente. Solo puedo asentir con la cabeza.

Klaus sonríe, su mirada es cómplice.

—Me has engañado. Vuelvo a hablar de mí justo cómo querías.

—Eso sucede cuando una persona te proyecta confianza —le guiño un ojo—. Así que ¿tu madre es hermana del padre de Joss y Blaz?

—No. Mi padre es su hermano.

—Pero tu apellido es Müller.

—Müller es el apellido de mi madre. Mi nombre es Klaus Koch-Müller. Puesto que los Müller son una familia noble tan afamada y prominente, y los Koch no se quedan atrás, se decidió que la familia llevase ambos apellidos. Los Koch trafican armas y los Müller son distribuidores de diamantes de sangre. Soy un AETE y no custodio como Joss porque soy quien maneja el negocio de diamante de mi madre.

—OH.

Tomo mi vaso de jugo y le doy un sorbo. El dulce zumo de melocotón me inunda los sentidos.

—Me encantaría quedarme más tiempo, pero tengo lectura con Joss —le digo, recordando de pronto mi cita de lectura con Joss mientras me levanto.

Klaus me acaricia el labio inferior con el pulgar para limpiarme una gota que se ha derramado. —Joder, eres preciosa. Ven aquí. Dame un abrazo.

—¿Qué? Pero me tengo que ir.

Pero me callo cuando se acerca a mí y noto el paquete duro entre las piernas.

Mierda. Se me corta la respiración cuando me gira levemente y me pega la erección contra el cuerpo. No es más que un roce, pero hace que vea estrellas tras los párpados. Noto el ansia aumentando en el vientre. Se inclina, su aliento me roza la mejilla y me besa el labio inferior. Sé que no debería hacerlo, pero no puedo remediarlo. Le devuelvo el beso.

Dos minutos ahí besándonos y por fin, con la poca fuerza de voluntad que tengo me aparto.

—Eres un cabezón.

—Soy grande por todas partes.

Le saco la lengua y me voy.

Al llegar a la habitación de Joss veo que aún no ha llegado, decide ayudarlo a organizar su habitación. Joss es el Dios del orden y control en su trabajo y en las personas, pero su habitación es un caos. Lo único organizado son sus libros, hay mucha ropa en el suelo y supuse que la chica que limpia no ha vuelto a entrando a su habitación hoy. O tal vez él no quiso que entrará. Mientras doblo las ropas encuentro una caja de paquetes de condón que termino dejando en el mismo lugar. Al terminar de organizar todo, ojeo sus libros hasta que me aburro.

Me siento en el borde de la cama, mirando por la ventana y esperando que Joss aparezca.

La puerta de la habitación se abre de repente y entra, sin apenas mirarme mientras se dirige directamente al baño. Me levanto de la cama y lo sigo con la mirada llena de furia e incredulidad. Después de todo lo que me había hecho pasar, ¿cree que puede ignorarme?

Sale un momento después, mirándome fijamente a través de la habitación. Acorta la distancia entre nosotros lentamente y levanta una mano para acariciar mi mejilla con suavidad. Lo aparto de un manotazo, mirándolo con desprecio, cuando se atreve a mirarme con todo el afecto que había necesitado horas atrás.

La inseguridad que hay en mí me impulsa a hacer la pregunta que arde en mi mente mientras lo miro fijamente: —¿Dónde has estado?

Cruza los brazos sobre el pecho, sonriendo como si pudiera sentir celos en mis palabras. Es el tipo de persona que me quiere así, que quiere volverme loca con eso, hasta que no tenga más remedio que confesarle verbalmente las palabras que le he ocultado. No me atrevo a decirlas, no cuando hay tantas cosas indecisas y en el aire entre nosotros. No tengo ni idea de cómo puede funcionar nuestra relación, pero no parece posible que tuviera un final feliz, teniendo en cuenta cómo habíamos empezado.

—Ahora no, Meike. Estoy liado —dice en busca de su computadora mientras empieza a teclear como poseído.

—Te he estado esperando.

—Te he dicho que estoy liado —me suelta, y al fin levanta la cabeza—. Pagana, no tengo tiempo para esto.

Me quedo mirándolo. Joss a veces llega tenso, pero nunca me ha hablado mal.

—¿Joss...? —le digo con dulzura—. ¿Te pasó algo?

Cierra los ojos.

—Lo siento, Meike. Estoy lidiando con algunos asuntos urgentes en este momento. No es nada personal, solo necesito concentrarme en resolverlos —me dice al momento—. Mierda. Lo siento. Es que... —Vuelve a centrarse en el portátil. La pantalla le tiñe el rostro de un azul eléctrico. Traga saliva—. Siento tratarte así.

Me acerco a él y veo que está revisando unos informes. Algunas carpetas tienen nombres de clientes, enemigos, aliados y rutas. Al parecer es Joss quien se encarga de encontrar rutas seguras para las entregas y además cosas, es el sicario oficial de su hermano.

—¿Qué haces?

—Son nombres de personas que debo eliminar.

De repente caigo en que tiene que hacer esto a diario. Todos los días le llegan cientos de mensajes de nombres de enemigos. Y Joss intenta ayudar a su hermano.

Debe de ser agotador.

Me acerco por encima de él y cierro el portátil.

—No hace falta que lo hagas esto ahora.

—Solo me hace falta...

—No —lo interrumpo—. Joss, estás temblando.

Levanto una mano temblorosa. Él se queda mirándome durante un instante y, entonces, entrelazamos los dedos. Me inclino hacia delante para juntar mis labios con los suyos. Es un beso lento, gentil, carente de nuestra pasión habitual, pero noto calorcito en mi interior.

Y de pronto siento algo que no he sentido jamás. Ni con Klaus ni con Blaz ni con las personas que crecí en el burdel. Es algo que siento por primera vez.

«Enséñame tus monstruos, quiero saber qué tan fuerte debo abrazarte». Quiero decirle, pero no me salen las palabras.

Así que, lo abrazo. Lo abrazo fuerte.

Y entonces se rompe, solloza en mi hombro y se encoge. Yo le froto su espalda y se acomoda en el arco de mi cuello. Siento sus lágrimas rodar por mi piel y calentar un pedazo de tela de mi ropa. Pasamos unos minutos así. Deja de sollozar, su respiración se regula y poco a poco vuelve a él. Se endereza, respira hondo y se seca las mejillas.

—Gracias.

—¿Gracias? No tiene por qué darlas.

—Esto nunca ha pasado. —Sonríe con vergüenza.

—¿De qué dices que hablas? —le contesto al gesto.

Se acerca, inclinándose hacia mis labios, y, aunque quiero que me bese (a decir verdad, quiero que me desnude, me toque, me lama y me folle, como ha hecho antes), le paro y le digo que no.

—Nada, solo abrázame de nuevo.

Claro que lo hago. Cuando al fin me aparto, tengo el pulso acelerado y Joss parece que ha vuelto un poco a la vida.

Le acaricio la mejilla con los labios antes de alejarme un poco, y entonces mis ojos se estrechan en la piel de su antebrazo y la mezcla de sangre en su piel.

Ahora que lo miro bien, su ropa está empapada de sangre. Incluso mi mano está manchada.

—Mierda, ¿qué te pasó?

—Tenía que hacer un trabajo para Blaz —dice simplemente.

—¿Estás herido? ¿Quieres que le pida a Klaus que llame a un médico?

—La sangre no es mía.

—Te ayudaré a quitarte la ropa.

Le ayudo a quitarse la camisa blanca, lo toma de mi mano, la arroja a la bolsa de basura junto con su chaqueta de traje, agachándose para luchar con mi pantalón jeans para meterla junto a ellas. Aprovecho para quitarme mi blusa.

Empuja sus pantalones y bóxer hasta los tobillos, saliendo de ellos con más gracia masculina de la que debería haber sido posible. No hay vergüenza en su rostro mientras me mira desafiante, con su piel brillando bajo las luces superiores mientras el sol se pone afuera. Todavía no ha oscurecido, pero pronto lo hará.

Me toma la mano una vez que mete sus pantalones y calcetines en la bolsa con toda nuestra ropa ensangrentada.

Me guía hasta el cuarto de baño mientras mantengo mi mirada fija en su nuca. El espacio es luminoso, aireado y demasiado grande para lo que un baño realmente necesita. Echo un vistazo a la habitación, mirando cualquier cosa menos su cuerpo desnudo. Su recuerdo me mantenía despierta por la noche, su imagen llena todas las fantasías que surgen después de leer en la cama desde nuestro encuentro de una noche. Incluso la línea de músculos que se extiende sobre la curva de sus hombros, flexionándose cuando gira el cuello para mirarme, es suficiente para recordarme cómo se siente su piel contra la mía.

Hay un sofá acolchado junto a la bañera de patas profundas, al lado de las ventanas que dan a los jardines traseros. Se acerca para abrir el grifo de la ducha adyacente y se vuelve hacia mí con un gesto de picardía en su rostro.

—¿Pretendes ducharte con la ropa interior puesta? —dice, acercándose a mi espalda y tocando con una mano la parte baja de mi espalda.

Me guía hasta la ducha, con ropa interior y todo, y el cabezal de la ducha de lluvia derrama agua sobre mí mientras yo balbuceo. Me refugio en el rincón de atrás, me aparto del chorro y me limpio la humedad del rostro.

Está bajo la cascada de agua, inclinando la cabeza hacia atrás mientras se pasa las manos por el cabello oscuro, alisándolo sobre la cabeza mientras el agua se desliza por los rasgos de su rostro. Cuando vuelve a inclinar el rostro hacia abajo, el dorado de sus ojos parece aclararse con la mirada penetrante que posa en mí. Las manchas de su piel se aclaran a medida que el agua lava la sangre, y veo la sangre caer en el desagüe y desaparecer. Joss se acerca a mí, sus pasos son lentos al cruzar la distancia. No puedo evitar que mis ojos recorran su cuerpo, donde el agua gotea sobre su pecho y los definidos músculos de sus abdominales, aferrándose a los contornos de sus caderas que parecen imitar las figuras de los dioses griegos.

Apoya una mano en la pared junto a mi cabeza, inclinando su cuerpo sobre el mío de una forma que me hace sentir mucho más baja de lo que soy.

—Gracias —murmura, con el agua goteando de su rostro y sobre la hinchazón de mis pechos. Su otra mano toca mi cadera desnuda, su mirada baja al lugar donde me toca mientras estudia la forma en que sus dedos se extienden sobre mi piel.

—¿Por qué?

—Por estar ahí —dice, volviendo a dirigir su mirada a mi rostro. Sus dedos juguetean con la banda de encaje de mi ropa interior, tensándola en su agarre mientras yo trago.

—Eres mi novio. Quiero verte en tus peores momentos y también en los mejores. Quiero todo lo que quieras entregarme.

Sus fosas nasales se dilatan ligeramente mientras se arrodilla frente a mí, y su otra mano recorre ligeramente mi torso para agarrar la banda de encaje del otro lado de mi cadera.

—¿Qué estás haciendo? —pregunto, odiando el pánico que se filtra en mi voz.

—Relájate, Pagana. Siempre estarás a salvo conmigo —dice, tirando de la tela hacia abajo por mis muslos.

Tira de ellos, dejándome desnuda y acurrucada contra la pared de la ducha mientras tira la ropa interior a la otra esquina. Se pone de pie, apoyando un antebrazo en la pared de la ducha y manteniendo su cuerpo cuidadosamente separado del mío, sin permitir que ninguna parte de él me toque.

—Respira —dice finalmente, mirándome fijamente con un rostro lleno de toda delicadeza. Con paciencia y comprensión—. Solo quiero cuidarte, como lo has hecho conmigo. Deja que te ayude a quitarte la sangre —dice, tocando con una mano suave mi mejilla. La frota ligeramente, lavándome.

—Puedo hacerlo —protesto, mientras él alcanza un frasco de jabón corporal y se echa un chorro en la mano.

—Llevas toda la vida cuidándote de ti misma. Ahora me toca a mí —dice, usando un suave pulgar para seguir lavándome el rostro con una ternura que me hace llorar.

—Joss —digo, sin saber cómo se debe continuar. Da un paso atrás hacia el agua, guiándome con él.

—Deja que el agua corra por tu cabello mientras te quito la sangre de la piel —dice, colocándome bajo la ducha de lluvia.

El agua cae sobre mi cabeza, obligándome a inclinarla hacia atrás si quiero evitar un diluvio en mi rostro. Joss deja caer sus manos sobre mis antebrazos, agarrándolos suavemente y apartándolos de mi torso, donde había intentado cubrir mis pechos de sus ojos indiscretos. Cierro los ojos, disfrutando de la sensación.

Empieza por el cuello y los hombros, quitando la sangre hasta que consigue limpiarlos. Abro los ojos y me acerco a él hasta que el agua me pasa por la nuca y puedo tener un ángulo más cómodo.

Me limpia con eficiencia. No hace ningún comentario sobre el pequeño grito ahogado que sale de mis labios cuando pasa su pulgar por mi pezón, ni sobre mi áspera inhalación entre los labios separados cuando pasa por mi estómago hasta el espacio entre mis piernas. Desliza sus dedos entre ellas lentamente, manteniendo sus ojos en los míos, y lucho contra el pequeño gemido mientras me lava.

Un gemido resuena en su pecho, vibrando cuando dejo caer mi frente hacia adelante y la apoyo contra su pecho.

Cualquier mujer en su sano juicio le habría dado cualquier cosa que pida teniendo en cuenta el suave cuidado que pone en limpiarme y la autocontención que muestra cuando retira la mano y se arrodilla a mis pies para limpiarme las piernas y los pies hasta dejarlos libres de sangre.

Se pone de pie cuando termina, me hace girar en mi sitio, luego llena sus manos de champú. Las frota por mi cabello, masajeando mi cuero cabelludo y enjuagando la sangre. Para terminar, me aplica el acondicionador, en las raíces del cabello hasta el final de su longitud. Las lágrimas escurren de mis ojos y la emoción me obstruye la garganta mientras sus dedos trabajan suavemente en los mechones. Su tacto me parece otro sueño. Nadie nunca me ha cuidado tanto.

Me lleva más bajo el agua, pasando sus manos por la cabeza para enjuagarme el cabello de la misma manera que había mojado el suyo. Me siento como una mujer nueva cuando termina conmigo. Salgo del chorro y lo lavo a él con movimientos mucho menos tiernos, ya que tiene más sangre que yo.

Al terminar salimos de la ducha.

Yo apago la luz. Luego palmeo la cama: —Túmbate.

Cuando no se mueve, lo empujo y me acurruco contra su ancho pecho. Me abraza sin pensarlo y entierra la cara en mi pelo, inhalando mi aroma. Nos quedamos tumbados un rato, en silencio y casi sin luz. Al final cae rendido y se relaja mientras que mi corazón pide estallar.

Le doy un beso antes de salir de la cama y arroparlo bien. Voy a armario y tomo una de sus camisetas y un bóxer. Cuando termino de cambiarme, decido ir a la cocina y pedir que le lleven algo de comer. Pero la imagen de Joss bajo la ducha aún está fresca en mi mente.

Estoy bajando las escaleras cuando me encuentro con Blaz.

—¿Has visto a Joss? —Blaz se queda mirándome un momento.

—Oh, yo... Quiero decir, que sí... Eh... está dormido.

—Oh —dice, con la voz repleta de desdén—. Estaba contigo y lo has dejado agotado.

Me empuja al pasar por mi lado para seguir su camino y apenas se detiene a mitad de las escaleras para decirme unas últimas palabras.

—Meike, Joss siempre ha tenido esta tendencia a rescatar perros callejeros, ¿sabes? Los lleva a casa, los cuida, les da amor, pero al final, sabe que no puede salvarlos a todos. Creo que ahora está tratando de salvar a otro 'perro callejero', pero no creo que se dé cuenta de que este puede morder más fuerte de lo que él espera, y tendrá el mismo final que todos los demás.

🦋🦋
Faltan pocos capítulos para que el libro termine. Los voy a subir todo y de una vez me despido. Si quieren comentar y votar en los capítulos faltantes, muchas gracias de antemano, da igual.

Si les gusto el capítulo comentan un 😬 aquí.

¿Qué les pareció el capítulo y si quieren más?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro