10. Cuna de lobos
—Si hubieras sido amable, tal vez te lo hubiera dejado follar —digo antes de quitar los pies encima de ella e introducirme al baño.
Tardo más de la cuenta en ir al baño, esperando que al salir no estuviera fuera. Porque si lo volviera a ver le daría una paliza. Cuando me insultan me vuelvo violenta, me crié con mujeres, por lo que defenderme a veces era mi pan diario.
Cuando vuelvo a la cabina veo qué hay un grupo de hombres y una nueva bandeja, pero está cerrada. Me siento en la mesa y alcanzo mi copa de champán.
Un tipo me mira las piernas y el gruñido de Blaz lo hace apartar la mira. Aburrida, observo las otras habitaciones y escucho el sonido de las palabras pronunciadas por Blaz. Está hablando ruso. Cuando habla, es muy sensual. Menciona a Klaus, así que debe de estar dando una excusa de por qué no vino.
Entonces veo que levanta la cúpula de la bandeja de plata. Miro su contenido y mis ojos se abren cuando veo: diamantes. Los diamantes, están divididos en decenas de filas ordenadas, cubre todo el plato. Hay otra bandeja más pequeña, pero está tiene cocaína. Suspiro fuerte por esta vista y me levanto de la mesa acercándome al tubo y dejo mi culo caer al suelo. Había visto varias chicas depender de la cocaína; porque les hacía olvidar su situación en el burdel.
No voy a dejar que una droga dicte mis acciones.
Un grupo de mujeres entran en este momento y hay dos tipos más ni siquiera les presto atención a los dos hombres cuando veo que las mujeres se agitan a su alrededor se frotan como gatos en celos contra sus piernas, brazos y entrepierna. Son hermosas y definitivamente son putas. Al parecer sus tratos siempre terminan en bebida, drogas y mucho sexo. Blaz está sentado en el medio, hay una mujer en sus piernas.
Le sonrío mientras me levanto. Me doy cuenta de que no puedo hacer todo lo que quiero por el largo del vestido y la presencia de sus invitados. Pero sé que no necesito hacer mucho y en el momento en que toque el tubo, él estará jodido y no va a querer que ninguno de sus invitados se acerque a mí, pensando que soy una de las putas contratadas. Cuando agarro el metal en mi mano y me vuelve para examinar su reacción, él se queda allí, y todos los hombres alrededor ignoran el ruido de las mujeres que los están hundiendo y me observan con él.
«Eso es más fácil de lo que imagine. ¡Ya te tengo!»
Bailo como si estuviera en el burdel Cielo y necesitará que me dieran buena propina. Bailar es algo completamente natural para mí, que conozco y entreno desde la infancia. Y ya sea en el campo de la danza, social o latina, me da la misma satisfacción cada vez. Me alegro que a la madame le gustara tanto el dinero como para explotar los talentos y sacar provecho de eso.
Me dejo llevar; el alcohol, la música, el ambiente del lugar donde estoy, y toda la situación me cambia mucho. Después de mucho tiempo, miro en la dirección donde Blaz está de pie. Las mujeres están sentadas en los regazos de los caballeros que los tocan, pero todos los ojos de los hombres están pegados a mí, aunque tocan la vagina de sus putas. Me vuelvo a dar la vuelta.
Con cada latido de la música, mi cuerpo se sumerge más profundamente en el ritmo, como si estuviera siendo arrastrada por una corriente invisible. Cierro los ojos y dejo que la melodía me envuelva, sintiendo cada nota rebotar en mi pecho.
Mis tacones se deslizan sobre el suelo de madera, siguiendo el compás mientras mis caderas se mueven con gracia y fluidez.
Siento los ojos de la multitud sobre mí, pero en este momento, estoy completamente absorta en la danza. Cada movimiento es una expresión de mi alma, una liberación de emociones que han estado latentes dentro de mí.
El ritmo se acelera y mis movimientos se vuelven más enérgicos, más apasionados. Mis brazos se elevan hacia arriba, mis dedos se extienden hacia el techo mientras me dejo llevar por la música.
Es como si estuviera en mi propio mundo, un mundo donde no hay preocupaciones ni miedos, solo la pura alegría de la danza. Cierro los ojos y me dejo llevar por la sensación de libertad que me envuelve, sintiendo cómo cada fibra de mi ser se eleva hacia las alturas.
Y entonces, en un instante fugaz, la música se desvanece y yo quedo suspendida en el silencio, y es cuando siento que un brazo me rodea la cintura por detrás. Me reclino contra él. Sabía que no tardaría en llegar a mí. Apoyo mis nalgas en su entrepierna, moviéndolas suavemente.
—Hola, pequeña diosa —ronronea una voz extraña.
Me doy la vuelta y la sangre se escurre de mi cara.
Es aquel rubio del burdel.
Fue un cliente habitual, siempre iba a pesar de que la regla era solo mirar, pero no tocar. Nunca había quedado con clientes y tampoco daba bailes privados, la única vez que salí de mi jaula fue la noche de la subasta; porque la madame quería un contacto directo con sus mejores postores.
—Pareces feliz de verme —balbucea mientras vuelve a alcanzarme. Está visiblemente borracho y se tambalea.
—Vete, por favor —digo.
Él se ríe a carcajadas y hago una mueca al oler su aliento.
Me rodea la cintura con la mano y aprieta mi cuerpo contra el suyo.
Lo empujo. —Para.
Doy un paso atrás y salgo de su alcance, pero vuelve a inclinarse hacia mí.
Lo siento antes de verlo. Un gran brazo pasa por delante de mí y agarra al hombre por el cuello.
—Nos volvemos a encontrar, Simón —gruñe la voz profunda de Blaz. Al parecer lo conoce.
El hombre se ahoga instantáneamente al sentir que le estrangulan el cuello. Ahora tiene los pies colgando del suelo.
—B-Blaz —tartamudeo—. Déjalo. Vámonos.
El hombre se libera con dificultad. —Debería haberte noqueado la última vez, imbécil. Que no te pueda matar en los territorios de la academia no significa que aquí no lo pueda hacer —El hombre lanza un puñetazo y falla estrepitosamente mientras todos nos lanzamos a un lado.
Blaz le agarra por el cuello, una vez más. —Vuelve a acercarte a ella y te mataré.
«Oh, diablos, esto es espantoso».
Echo un vistazo y veo a sus hombres en guardia.
—Blaz —susurro enfadada—. Déjalo. Está borracho, vámonos. No sabía quién era yo...
—Oh, le tengo miedo a este idiota —le incita el tipo del burdel—. Le enseñaré a la pequeña lo que puede hacer un hombre de verdad. —Se agarra la entrepierna para dar un efecto dramático—. Le va a encantar como a todas las putas.
—Blaz —Le advierto—. Vamos. —Pero es demasiado tarde, ya ha perdido los estribos.
Blaz le da un fuerte puñetazo en la mandíbula al hombre, que cae al suelo desplomado. No contento con el resultado, Blaz lo arrastra de nuevo a sus pies.
—¡Ya para! —grito mientras observo que la gente nos mira, esto es desesperante—. Blaz, lo digo en serio —susurro.
Sin importarle nada de lo que acabo de decir, lo golpea una, dos, tres, cuatro, cinco veces; el sonido de su puño al conectar con la cara del hombre es duro y brutal.
Al cabo de un rato todas las mujeres desaparecen de la habitación. Cuando nos dejaron solos, Blaz arrastra al hombre que tenía en el cuello hasta las rodillas y le apunta a la cabeza con la pistola. Esta vista hace que mi corazón se mueva de golpe. Pienso que le va a disparar, pero no lo hace, saca un cuchillo con la otra mano y se lo clava en la mano.
—Con eso aprenderás a no tocar lo que no es tuyo —dice, antes de levantarse y darse la vuelta.
Se me llenan los ojos de lágrimas.
«Todo eso pasó por mi culpa. Por no actuar como una chica decente, Dios, soy una zorra».
Veo que da un paso hacia mi dirección y yo retrocedo asustada al ver el cuchillo con sangre. Sus ojos oscuros están llenos de locura. Está tan furiosos que temo que desquite su ira conmigo.
—No te haré daño así —dice guardando su cuchillo y pistola—. No me tengas miedo, Dieb.
—Lo siento. Me asuste al verte así.
—Shh...
Blaz llega hasta mí, me toma en sus brazos y me abraza fuertemente antes de cargarme. Uno de sus guardias abre la puerta, a través de la cual caminamos a la parte de atrás y luego a la cocina, hasta que finalmente nos encontramos en la parte de atrás del club. Hay una limusina esperando a que Blaz entre sin dejarme fuera de sus manos. Se sienta en un sillón y me cubre con su chaqueta. Me acurruco en su amplio pecho.
Ni siquiera me doy cuenta que llegamos hasta que la puerta se abre por Joss, su cabello está alborotado como si apenas hubiera despertado.
Joss se acerca a mí, pero Blaz lo aborda, lo agarra del hombro y le dice algo al oído.
Me enfado. Cuando logro oír que dice: «Cuídala. Asegúrate de que está bien. Está histérica por lo del club».
Joss enmarca una ceja, asiente y luego se gira hacia mí, ofreciéndome la mano.
—Vámonos a la cama.
—¿Por qué te toca hacer de niñero? —le pregunto.
—No, porque soy tu novio, y necesitas dormir.
—Joss...
Suspira.
—Porque soy el que es menos probable que te trate como a una cría —responde con voz indiferente—. O te hará insinuaciones sexuales.
Mis mejillas se encienden. Pero no discuto más, ambos caminamos en silencio hasta mi habitación.
Joss se queda en la puerta: —¿Quieres que me quede a dormir?
—¿Quieres quedarte?
—Sí, pero no te sientas con la obligación de invitarme. ¿Qué quieres tú?
—Quiero que te quedes. Te necesito a ti. Aquí. Ahora. Sí. —Se le agita el pecho cuando se ríe—. Sí, quédate, por favor. —Le doy la mano y lo acepta. Aún con las luces apagadas, llegamos a la cama. Joss me rodea con los brazos y me estrecha contra él, de modo que nos quedamos haciendo la cucharita.
—¿Qué pasó?
—Blaz apuñaló a un chico que me tocó.
—¿Querías que te tocará?
—No.
—¿Le pediste que te soltara?
—Sí, pero estaba borracho el muy imbécil. Era un antiguo cliente de Cielo y supuso que yo solo había cambiado de dueño con la subasta. Y ahora vio la oportunidad de tocarme y lo hizo. Le dije que parara, pero no escuchó. Blaz lo golpeó brutalmente y es posible que le haya cortado la mano.
—Qué lástima —dice Joss con calma.
—¿Verdad? —empiezo a decir cuando lo oigo decir fríamente—. Es que...
—Debió cortarle la cabeza.
Estoy algo sorprendida por lo que ha dicho cuando, de repente, me besa, yo se lo devuelvo por impulso.
Joss me envuelve en sus brazos y su boca choca con la mía con tanta fuerza que gimo.
Su lengua empuja más allá de mis labios, y la forma en que pierde el control debería asustarme.
Tal vez sí, pero no tengo la oportunidad de examinarlo porque me besa con tanta desesperación y necesidad que nubla mi mente. Todas las emociones que he trabajado tan duro para reprimir explotan como fuegos artificiales a través de mí, levanto mis brazos y los envuelvo alrededor de su cuello.
Cuando mi lengua roza la suya, un gruñido resuena en lo profundo de su pecho, y lo último de su control desaparece.
Mis manos se mueven a los lados de su cuello y lo beso con cada emoción que me ha hecho sentir.
Pierdo su boca mientras me salpica la mandíbula y el cuello con besos calientes.
―Deberíamos detenernos aquí.
Soy demasiado débil cuenta se trata de Joss y, en lugar de alejarlo, empujo el recuerdo de la promesa que le hizo a Blaz.
―Ya no soy virgen.
Sus manos enmarcan mi rostro y sus ojos se clavan en los míos.
—¿Qué?
Dios, voy a ir al infierno. —Lo perdí en el club con Blaz, pero me ha dicho que no les dijera nada, ya que ha roto su propia promesa.
La anticipación y el deseo giran salvajemente en mi estómago.
—Prométeme que no le vas a decir que te lo dije.
—Te lo prometo.
Me mira con tanto alivio que puedo saborearlo en mis labios justo antes de que su boca reclame la mía en un beso cegador.
Sus manos agarran mis caderas, luego exploran febrilmente mi cuerpo como si no pudiera tocarme lo suficiente. Sus labios amasan los míos hasta que me hormiguean, sus dientes tiran y pellizcan con tanta experiencia que me marea. Mis dedos se enredan en los cortos mechones de cabello en su nuca, y mi piel comienza a vibrar con la necesidad de más mientras mi corazón late con fuerza en mi pecho.
Estoy tan ilusionada con saber que es él que cada toque y beso suyo me lleva a un mundo donde mis fantasías más oscuras piden ser liberadas.
Embriagada de pasión, quiero que este hombre dulce y silencioso que vive bajo un código de violencia me posea en todos los sentidos.
—Joss. —No tengo idea de lo que estoy rogando contra sus labios, solo sé que necesito que haga más. Que me toque más fuerte, que me bese hasta que no pueda respirar, que me haga sentir cosas que nunca había sentido―. Más, por favor ―gimo.
―Jesucristo ―se queja, luego me empuja sobre el colchón. Agarra mis muslos y me jala hacia abajo hasta que mi trasero está a los pies de la cama.
Arrastra las bragas por mis piernas, él las abre y baja la cabeza mientras se arrodilla en el suelo. Mis cejas vuelan hacia arriba, y mi boca se abre cuando la sensación aterciopelada de su lengua lame mi parte más privada.
Oh. Dios mío.
El placer es instantáneo y tan intenso que mis caderas se levantan de la cama. Joss agarra mis costados y me obliga a tumbarme en el colchón mientras comienza a lamer y morder el sensible manojo de nervios.
—Oh, Dios. —Las palabras salen corriendo de mí, y mis manos encuentran su cabello, con mis dedos agarrando puñados―. Joss ―grito cuando las sensaciones amenazan con abrumarme.
Siento su mano moverse, luego la yema de su dedo frota alrededor de mi abertura, haciendo que las sensaciones se disparen y robándome la capacidad de respirar. Solo puedo manejar jadeos y gemidos, mi espalda se arquea y cada músculo de mi cuerpo se tensa. Empuja su dedo dentro de mí y chupa tan fuerte mi clítoris que todo mi mundo se astilla en un éxtasis paralizante. Los gritos son arrancados de mí, y mi abdomen se aprieta con fuerza, mientras mi cuerpo se convulsiona.
Se arrastra por mi cuerpo mientras el placer sigue golpeándome en oleadas, su dedo se mueve dentro y fuera de mí, haciendo que el orgasmo dure más, y me mira con tanto asombro y emoción que casi puedo creer que me ama.
Mis manos enmarcan su rostro y lo atraigo hacia mí para poder besarlo. Necesito que mantenga mi mente nublada, o empezaré a pensar, lo que sería un desastre.
Mis manos se deslizan por debajo de su camisa y, pasando los dedos por su musculosa espalda, disfruto de la sensación del poder ondeando bajo su piel.
Agarra mi vestido y me la quita. Hay un momento en que me siento cohibida cuando me desabrocha el sostén y lo tira al suelo, pero luego su boca se cierra sobre un pezón y mi espalda se arquea. Me masajea los pechos y se deleita con mis pezones hasta que están duros y sensibles. Hasta que estoy rogando que chupe más fuerte y que no se detenga.
Consigo quitarle la camisa por la cabeza y, finalmente, librarlo de una prenda, mis manos exploran los músculos prominentes de sus abdominales y su pecho, y paso un dedo por la estrella de su hombro izquierdo.
Él se levanta de la cama y observo cómo se quita los pantalones.
«Mierda, él no usa bóxer esta noche».
Estoy acostada desnuda en mi cama, pero, aun así, no estoy preparada mientras miro su dura longitud; largo y grueso.
Abre el cajón de la mesita de noche y mis ojos se agrandan cuando lo veo sacar un condón de una caja.
Esto realmente está sucediendo. Estoy a punto de tener sexo por primera vez. Si Blaz nos atrapa, nos mata.
Joss enrolla el condón sobre su pene, y verlo tocándose hace que el calor inunde mi cuerpo de nuevo.
Se arrastra sobre mí, y cuando se acuesta, tira de mi pierna izquierda sobre su cadera y se sienta encima de mí. Sentir su dureza presionando contra mí es a la vez abrumador y aterrador.
Joss me besa la mandíbula y luego pregunta:
—¿Estás segura?
Asiento con la cabeza, temerosa de que se detenga si le respondo la verdad.
Su boca captura la mía y el beso rápidamente se vuelve salvaje y posesivo, su mano se desliza entre mis piernas y empuja la cabeza dentro de mí. Me duele, y rápidamente tengo que tragarme el chillido.
No pasa mucho tiempo antes de que la incomodidad se transforme en placer, y pronto mis caderas se mueven un poco para encontrarse con él.
Unos gemidos y suspiros salen de mí, y soy arrastrada a un mundo de pasión. Sus besos crecen con urgencia hasta que me devora, y sale de entre mis piernas. Siento la cabeza de su pene presionando contra mi abertura, luego mi boca se separa de la suya, y mi cuerpo se arquea por el intenso dolor cuando se estrella contra mí. Ha entrado más profundo esta vez.
—Cristo —sisea―. Estás muy apretada. —Presiona su frente contra la mía, sus rasgos son tensos y asombrosamente atractivos por el esfuerzo que está haciendo para no moverse—. Eres una Pagana, Meike. Has conjurado un hechizo sobre mí y ahora solo puedo adorarte.
Cuando el dolor agudo en lo más profundo de mí disminuye un poco, finalmente logro aspirar una bocanada de aire.
Sus ojos se clavan en los míos. —¿Te duele?
«Como el mismo infierno. Mi maldito trasero está entumecido por el dolor, ¿por qué mierda le dije que no virgen?».
Niego rápidamente con la cabeza.
—Sigo sensible. —Fuerzo una sonrisa en mis labios y envuelvo mis brazos alrededor de su cuello para que no pueda retroceder―. Pero estoy bien, solo dame un momento.
Presiona un suave beso en la punta de mi nariz y agarra mi muslo izquierdo. Cuando se retira, me duele, y trato de prepararme, pero en el momento en que me empuja de nuevo, el dolor regresa.
Aprieto mi agarre a su alrededor y entierro mi rostro contra el costado de su cuello para que no pueda verme el rostro.
Me aferro a él hasta que el dolor finalmente comienza a desvanecerse por completo, y en el momento en que mi cuerpo se relaja debajo de él, pierde el control.
Tengo que morder su hombro para evitar gritar y que alguien nos oiga.
Sus dedos se clavan en mis nalgas y me sostiene en el lugar mientras comienza a penetrarme.
Lo siento en todas partes: su piel rozando la mía, su pene acariciando y golpeando mis paredes internas y su aliento en mis labios.
De repente, se retira y levanta mi cuerpo, me obliga a sentarme a horcajadas sobre él, con mis espinillas descansando a ambos lados de sus poderosos muslos. La posición empuja mis piernas tan abiertas como sea posible.
Envuelvo mis brazos a su alrededor, aplastando mis pechos contra su pecho sólido.
Con su brazo izquierdo envuelto con fuerza alrededor de mi espalda baja, se sumerge dentro de mí, estirándome al máximo.
Un gemido escapa de mis labios entreabiertos.
Sus dedos se clavan en mi culo, sus movimientos cobran impulso. Empuja dentro de mí como un loco, la punta de su pene golpea profundamente dentro y me hace jadear.
Sus gruñidos son más roncos y una mano viaja por mi cuello, agarrándome con un doloroso agarre y girando mi cabeza para que lo mire directamente a los ojos.
Cuando ve que lo estoy disfrutando su boca baja por mi cuello hasta llegar a mis tetas, se mete un pezón en su boca, succionando.
Dios mío.
Sus dientes me rozan los pechos mientras me lame. En el momento en que pasa al otro pecho, mis manos se abren paso entre su cabello, incitándolo, atrayéndolo hacia mí.
Sus dedos trabajan hábilmente mi clítoris. Sigue dentro de mí, y esa plenitud, junto con el cosquilleo de mi clítoris, hace que me corra enseguida.
Una vez que lo hago, Joss cobra velocidad, su pene se mueve dentro y fuera de mí antes de que de repente se quede quieto, todo su cuerpo se pone tenso por la tensión.
Mis labios se estiran en una sonrisa mientras me ayuda a bajar, retirándose completamente de mí. Una mirada hacia abajo me hace entrar en pánico, ya que veo algo de sangre en la base del condón. Rápidamente le quito la goma y tomo su longitud en mi boca.
Su mano se acerca a mi cabello, apartándolo.
—Limpia bien mi pene, mi pequeña pagana.
Y lo hago, lo lamo para distraerlo. Porque eso es todo lo que quiero ser.
Su pequeña y sucia pagana.
***
¿Qué les ha parecido el capítulo de hoy?
No olviden comentar mucho mis amores, si quieren mas actualizaciones.
Nota: están disfrutando de este capítulo gracias a 18mariangel1995. No pensaba actualizar hoy.
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