Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

1. Ladrona

Sentada en uno de los tocadores de la trastienda de Cielo, me maquillo sin prestar mucha atención a todo lo que ocurre a mi alrededor. Hay un montón de actividad entre las chicas que se cambian de vestuario y preparan, una sube al escenario mientras la otra baja, y una que otra mesera que entra para llevar varias bebidas o mensajes de los clientes.

Llevo toda mi vida aquí, y apenas he llegado a conocer a algunas de las chicas bastante bien. No se nos permite tener relaciones entre nosotras. Solo debemos hablar entre la otra si es necesario. Otras no son de las que juegan limpio. Nadie quiere a las favoritas de la Madame.

Eda, que es mi favorita por mucho tiempo, se sienta en el tocador a mi lado.

—Hola, chica, escuche que esta noche te vas.

—Me van a vender que es diferente.

—Aún así tienes suerte.

—¿Llamas suerte a qué te venda como si fueras una mercancía?

—Tienes suerte de que te vendan virgen, así que solo te vas a acostar con una solo persona. La mayoría quedan libres después de que sus dueños se aburren y compran a otras chicas, otras han tenido la oportunidad de enamorarse y casarse con sus compradores.

—Nunca me voy a enamorar.

—No te pido que lo hagas. Solo debes ser obediente y así te irá mejor. Apenas encuentres una oportunidad para irte, hazlo sin mirar atrás.

Diciéndome a mí misma que no llore, lucho contra el calor que se acumula detrás de mis ojos.

—Lo haré, Eda.

Ella sonríe.

—Oye, ¿me prestas tu bronceador? No puedo encontrar el mío.

—Oh, sí, aquí tienes. —Me da las gracias y empieza a aplicar el maquillaje.

―Los siguientes en la licitación son las chicas con experiencias ―anuncia Madame Vincent, así es como vende a sus chicas―. Lidia Wells, 26 años. Logros; sumisa nata, experta en garganta profunda. Aguanta hasta seis hombres en la misma noche.

Ella espera a que Lia ocupe su lugar en el escenario y luego continúa: ―Alaska Petrovi, 21 años, no anal ni oral. Es perfecta para enseñar sexo del bueno...

Así sigue hasta que llega a las chicas vírgenes. Lo cual no hay mucho que decir.

Cuando es mi turno de bailar, subo al escenario y finjo que no son esos hombres ricos y asqueroso los que me están mirando mientras Madame Vicente dice mis «logros». Me imagino que estoy en un escenario y bailo al ritmo Justine Skye - Collide ft. Tyga dentro de la jaula. Es mi última noche aquí y posiblemente sea la última vez que baile, así que doy todo. Mi segundo baile es Loba de Shakira. Cuando termino voy a la barra, la subasta va a empezar en cualquier momento y así que tomo un trago de valor.

—Has robado la mirada de todos los presentes.

La voz masculina proveniente de al lado me sobresalta. Por poco dejo caer la copa que aún sujeto. El tipo que está frente a la barra a mi izquierda se gira de lado y me mira desde su considerable altura. Sus penetrantes ojos dorados se clavan en los míos mientras sostiene un billete de cien euros entre dos dedos. Parece ser joven, quizás tenga unos veintiséis a veintiocho años, pero tiene en absoluto un aire juvenil sino uno de autoridad y seriedad. Es imposible no sentir su presencia.

Él es un buen espécimen. Sus brillantes ojos son lo que más me llamó la atención. Parecen poder alcanzar tu alma y tenerte. Ni siquiera me está tocando, y puedo sentirlo por todas partes.

Me atrae un  hombre que debe llevar más de ocho años, como un imán.

Tengo diecisiete años y es la primera vez en mi vida que siento atracción por alguien. Odio a los chicos. Me alejo de ellos siempre que encuentro la oportunidad. Desde que tengo conciencia sé que solo ven una cara bonita y un cuerpo donde echar su esperma.

—Me complacería mucho que te unieras a mí y a mis camaradas en nuestra mesa, Dieb —dice.

Sus orígenes alemanes son inconfundibles, no solo por su acento y su estilo, sino por los visibles tatuajes negros y grises en el cuello, el pecho y la parte superior de sus manos como señal de la mafia. Lleva el cabello oscuro perfectamente peinado. Está con su traje bien cortado que se ajusta perfectamente a sus anchos hombros. Y la forma en que se mantiene dice que, sea cual sea la situación, tiene el control.

Tengo la sospecha de quién es, y si estoy en lo cierto, estoy mirando a uno de los compradores de alto nivel. En poco tiempo se va a cerrar el club y nos van a exhibir como ganados. Cuando no consigo articular palabra ni pestañear, se apiada de mí.

—Ven, Dieb, te traeré tu bebida. Necesitarás tu energía para entretenernos, ¿cierto?

Me guiña un ojo y señala una mesa en la que otros dos hombres parecen extras de una película de la mafia. Esbozo una sonrisa brillante, me repongo y camino delante de él hacia sus amigos. Podría intentar correr, pero sé que el lugar está vigilado y tienen permiso de matan a cualquier que quiera escapar. Nos dejan caminar por todo el lugar porque les gustan que los compradores prueben antes lo que van a comprar, pueden acostarse con todas las que quieren excepto las vírgenes, son más caras y tiene un collar que las distingue de otras.

—¿Cómo te llamas? —me pregunta, tomando asiento.

—Meike Hersh, señor.

—Sube encima de mí, Meike —me ordena, sacando su pene.

En el momento en que lo envuelve con sus dedos, suelto un fuerte gemido.

¡Dios, ciertamente no es decepcionante!

Su ropa es definitivamente un camuflaje para el hombre que hay debajo, su generoso tamaño me excita y asusta al mismo tiempo.

«Podría doler». Aparto ese pensamiento y me centro en el presente. Entre él y yo no pasará nada al menos que él fuera quien me comprará.

—No puedo, señor —digo, aclarando la garganta.

—¿Por qué no? —parece irritado.

—Las chicas con el collar azul son las que quieren vender más caras; porque somos vírgenes, señor —aclaro—. ¿Conoces las reglas? —digo, lamiendo mis labios de forma sugerente. Se mantiene quieto, observándome atentamente.

—¿Mira, tocar, pero no coger? —Su voz es como él: totalmente masculina. Hay una aspereza en ella que solo sirve para excitarme aún más.

—Exacto, las chicas que no llevan collares estarán encantadas de atenderte, si es sexo lo qué desea.

Mira mi poca ropa y resopla. —¿Pero puedes bailar para mí?

—Sí, señor.

—Si me sigues diciendo señor mi pene terminará en esa boca tuya —me advierte—. Nada es sagrado para mí. No lo pensaré dos veces antes de follarte aunque seas virgen o tengas tu periodo.

—Lo siento señ... digo... lo siento... —muerdo mi labio inferior por los nervios—. ¿Quiere que le baile?

—Sí —comienzo a mover la cadera, pero él me detiene—. Quiero que bailes encima de mí.

Guiñandome un ojo y sonríe lo suficiente como para mostrarme sus dientes letales. Mientras pongo mis manos sobre sus hombros y me subo a horcajadas sobre sus muslos, no puedo evitar devolverle la sonrisa. Para lo aterrador que se supone que son nuestros compradores, tiene un lado encantador.

Empiezo a bailar, moviendo las caderas sugestivamente, inclinándome para que las protuberancias de mis pechos por encima del corsé se presenten seductoramente ante su cara.

—Eres buena en esto, Dieb. No me extraña que aún te conserven virgen.

—¿Por qué me llamas ladrona?

—Porque me has robado el aliento desde que subiste a este escenario.

Nunca antes había sido tan consciente de la proximidad de un hombre, de sus duros muslos debajo de los míos o de su mano en mi columna. Intento no pensar en ninguna de esas dos cosas, intento no hacer caso de la forma en que las palpitaciones de mi corazón descienden lentamente hasta mi vientre. Los gritos de placer a nuestro alrededor hacen poco para ayudarme en esta situación.

—Quédate quieta —dice cuando su pene toca un punto sensible.

Me retuerzo un poco ante esa sensación, todavía sonrojada e inquieta, hasta que la mano en mi espalda me agarra un mechón de pelo y tira. Con fuerza. Jadeo y me alejo para mirarlo a la cara.

—¿Por qué has hecho eso?

—Te dije que te quedarás quieta.

—¿Por qué?

Enreda los dedos alrededor de mi pelo con más firmeza y tira más fuerte, inclinándome la cara hacia arriba y dejando al descubierto mi garganta. Los ojos le relucen como luces en un cristal.

—Me gusta saber la calidad de las cosas que quiero.

Y sin preaviso mueve la cadera como si me estuviera penetrando.

Suelto un jadeo tanto de sorpresa como de placer. El hombre sonreí con perversidad antes de darme una nalgada y dejarme ir.

Voy de camino hacia la barra nerviosa y las piernas temblorosas cuando el sonido de un estruendo me desenfoca. A lo lejos veo cómo una explosión se forma mientras mi adrenalina hace que tome lo primero que veo enfrente cubriendo mi cuerpo.

«¡¿Qué está pasando?! ¿Qué diablos pasa?»

Las balas aumentan y las granadas rompen mis tímpanos. Humo negro empieza a salir por los ductos de ventilación por lo que salgo hacia el pasillo en pánico donde hombres armados me esperan.

—Meike. Llévense a la chica de pelo castaño y ojos azules —grita alguien.

Intento ir contra ellos pero me toman a la fuerza. Sostienen mi cabeza, sus dedos se entierran en mis cabellos orillándome a agachar mi cuerpo para cubrirme con una bolsa encima. Todo está negro, no veo nada. Soy arrastrada  con el calor desesperante azotando mis poros.

Voces altas, amenazas, pasos fuertes.

—¡Al suelo! —escucho que grita alguien, de pronto suena unos tiros cerca de mí y no siento a nadie agarrarme.

Me estoy quitando la bolsa de la cabeza, veo personas vestidas con equipo táctico.

Y en la parte de atrás de su chaleco dice EATE, (Escuadrón de Armas y Tácticas Especiales). Me encuentro asombrada porque se supone que eso es un mito, la academia de niños ricos de la élite donde se entrenan para convertirse en EATE o un Custodios se suponía que no era real. Dicen que algunos miembros pertenecen a la mafia, pero combaten a otros criminales que venden drogas o a personas, a cambio de que el gobiernos los deje en paz. Es un rumor en el mundo bajo para asustar a sus enemigos.

Me tumbo boca abajo en el suelo. Me ponen los brazos en la espalda y me esposan.

Dos hombres me ponen de pie a rastras,  para llevarme por la salida.

—La tenemos jefe —comunica uno por su radio.

—¿Por qué me llevan? —pregunto cuando salimos y mi cabeza por fin se aclara—. ¿Dónde vamos?

Los hombres me agachan bruscamente la cabeza y me meten en el asiento trasero de un todoterreno.

—Tendrá que hablar con mi supervisor para que le explique mejor. 

Sigo haciendo preguntas durante el corto trayecto, sin obtener respuesta, hasta que por fin me sacan del asiento trasero y me llevan esposada a un edificio gris.

El edificio tiene carteles que lo identifican como la sede oficial DCISF —Departamento central de investigación y seguridad federal—, lo que me reconforta. Significa, al menos, no me han secuestrado ni me han llevado a un área de mafiosos. Este sitio es un lugar neutro. Solo me traen a la academia que hasta hace poco era un mito para mí.

Nada más pensarlo me provoca una punzada de rabia.

Me llevan por una puerta lateral hasta un largo pasillo con puertas idénticas a ambos lados. Pasamos por todo el lugar que, por lo que veo, está vacío. Me dejan en una sala de interrogatorios al final del pasillo.

Al igual que el exterior del edificio, las paredes están pintadas de gris pizarra y el único mobiliario es una mesa de metal y sillas atornilladas al suelo.

—¿Qué hago aquí? —pregunto mientras uno de los hombres me quita las esposas.

—Esperas —dice el hombre en cuanto me quita las esposas y retrocede hacia la puerta.

Giro las muñecas para aliviar la incomodidad y me doy vuelta. Cuando lo hago, la puerta metálica ya se está cerrando. Me dirijo hacia ella e intento mirar por la ventanita para ver adónde van los hombres, pero no hay suficiente visibilidad y la sala está totalmente insonorizada.

No hay reloj en la pared ni en las ventanas. No hay nada que me permita saber que el mundo exterior sigue existiendo.

Me siento un momento, esperando como dijo el hombre.

Cuando pasan minutos sin que nadie venga a hablar conmigo, me levanto y empiezo a caminar de un lado al otro.

Sin el sonido de mis pasos en el suelo, la sala está demasiado silenciosa. Oigo los latidos de mi corazón en mi pecho. Sé que todo está en mi cabeza, pero siento como si escuchara mis entrañas, como si escuchara mis órganos funcionando, digiriendo, bombeando. Golpeo el suelo con los talones para silenciarlo, sin tener ni idea de cuánto tiempo llevo esperando.

Cuando suena el pomo de la puerta, doy un respingo y termino chocando con un cuerpo.

«¡Ah!» Jadeo.

La escultural forma de un hombre alto, musculoso, de piel bronceada hace que me quede quieta por un instante. Esboza una media sonrisa, sus ojos son tan azules como asesinos, cala hasta el centro de los míos como un león en busca de su presa.

Exhalo despacio cuando se acerca, mis piernas tiemblan dejando que mi cuerpo se doble. Me mira de arriba abajo, específicamente mi cuerpo erizado por el frío. Su camisa blanca entreabierta se pega a su cuerpo.

—¿Y tú quién eres?

—Tu dueño.

—Sus dueños —corrigen dos voces detrás de él.

***

¿Qué tal les ha parecido el primer capítulo?

¿Emocionadas por el capítulo que sigue?

Comenten aquí  un ♥️ las que están atrapadas ya y quieren leer más.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro