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1-"¿Quién soy?"

Su forma física no cambiaba, no podía ser alto para ayudar a otros, pequeño como un niño para juguetear, ni siquiera divertirse molestando a Isabela con el tema de Mariano.

No importa cuanto lo intentase, no podía siquiera cambiar la forma de su cara.
Había perdido su don, ahora solo era...
Espera, ¿Quién era él?

Ante la familia y el pueblo era un cambia formas.
Ser tan idéntico que podría pasar por un reflejo en el espejo.
Sin esto ya no era ni una sombra.
Comenzó a odiarse.

Se sentía perdido, podía entender mejor el sentimiento que atormentó por tantos años a Mirabel.
Era como si sintieras que no sirves, que lo que te debía hacer especial ya no existe y no se sabe si regresará.

¿Qué tenía que hacer ahora?
¿Seguía siendo de utilidad?
¿Valía la pena?

Bruno había vuelto y se la pasaba intentando acoplarse a la familia. Por lo que no era de extrañar que quisiera ser consejero.
Buscaba hacer por los demás lo que nadie se atrevió con él.

Se acercó queriendo sacarle una sonrisa, Hernando haría aparición de ser necesario ya que él no le tenía miedo a nada por si el asunto salía mal.

- ¿Qué sucede?- se sentó a su lado con una pequeña rata, la cual amablemente le ofreció una arepa.

- Estoy sintiéndome vacío. Como si no hubiera algo que me hiciera especial.
Sin los dones no somos nada.- suspiró enredando unos de sus rizos entre sus dedos.

- Estás equivocado.

Y con esas palabras ya presentía el regaño, si buscara eso estaría hablando con su madre.
Dudaba de que alguien le entendiera, todos eran diferentes, aún siendo Madrigal cada uno tenía sus cosas.

- Lo que sucede es que todos ustedes se acostumbraron tanto a tener las cosas fáciles con sus dones que ahora sin ellos no saben vivir.- Bruno le vio abrir la boca listo para reclamar, a lo cual solo aprovechó y le metió una arepa.- No digas que estoy diciendo incoherencias.
Desde pequeño tuviste tu don, lo aprendiste a manejar y llegaste a sobre explotarlo al punto que ahora no tienes una respuesta clara.
Dime, ¿Quién eres?

- Camilo Madrigal.- ya estaba pensando que tanto tiempo escondido y con las ratas le había afectado a su tío.

- Te pregunté quién eres, no como te llamas.

- Soy tu sobrino.

- Eso sigue sin responder mi pregunta.

- ¡No sé que quieres que diga!
Solo sé ser Camilo Madrigal, las mil caras, el camaleón, un cambia formas.

Quería llorar de la frustración.

- No fuiste eso durante 5 años. ¿Recuerdas?
Antes de ese día sabías exactamente quien eras.
Hubo un tiempo en que no tuviste preocupaciones, luego ocurrió el gran día que te hizo tener un gran peso sobre tus hombros que no imaginabas. No te veas como el nieto de Alma, hijo de Pepa y Félix, hermano de Dolores y Antonio.
Nada de eso.
Tú muy en el fondo entiendes como son las cosas. Lo único que pasa es que perdiste tu luz, la cual no debe estar lejos.
Es cuestión de que conozcas al verdadero tú.
Sin trampas, sin cambios, sin aparentar ser lo que no eres.

Su tío tenía toda la razón y eso le provocaba tantas cosas que apenas cayó en cuenta que ya no tenía más arepa que comer.

Casi desde que nació se le inculcó la idea errónea que para ser importante en esta familia debías tener un poder especial.
Algo que te hiciera destacar de todos y que fuera de utilidad para el pueblo.
Como si solo existieras por ellos.

Y parecía que culpaba a la abuela, bueno, un poco sí. Pero todo había crecido porque nadie se atrevió a ponerle un alto.
A gritar: ¡No soy solo esto!

Y ahora, mejor tarde que nunca. Debía hacerse a la idea que si el milagro se había perdido, debía buscarse así mismo.

Conocerse, descubrir.
Sin cambios, sin tener que actuar en base órdenes o deseos ajenos.

- ¿Esto lo viste en una de tus visiones?, digo, antes de que casita se derrumbara. Porque me suena a que toda esta charla tiene algo detrás.

Bruno sonrío levemente yéndose de ahí, Camilo debía entender que aún cuando podía ver el futuro, siempre salían cosas inesperadas.
No todo estaba escrito tal cual se creía, ya que por una razón desconocida el futuro cambiaba hasta por el aleteo de una mariposa.

Las visiones llegan a darte una idea del mañana y está en tí cambiarlo o seguir.

Calmó todas las malas ideas y fue hasta su familia. Quizás ahora podía tomar un descanso, aprender a ser él.
Después de todo, debía recordar lo que fue y lo que será, no lo que dirán.
¿Cierto?

No caer en el pensamiento ajeno, eso había provocado dolor en la familia que ahora parecía irse reparando.

- ¡Mirabel!- corrió hasta su prima dándole un gran abrazo.- Hola mejor amiga de juegos.

Esa muestra de cariño fue correspondida, no entendía de donde le nació pero si para poder volver a ser felices debió pasar este desastre. No se arrepentía.

No solo era un Madrigal.

Era mucho más.

El milagro seguía aún cuando no lo veían.

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Gracias por leer.
Bienvenidos a mi pequeño libro de mini historias.

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