9
Después de girar varias veces en la dirección equivocada- Gulf no se había dado cuenta de que el jardín de Kayza tenía el diseño intrincado de un pequeño laberinto- llegó por fin al lugar exacto donde había estado con Mew hacía solo un par de horas.
El cielo se cubría ahora de una capa de gruesas nubes oscuras y ya había empezado a lloviznar de forma suave pero persistente. Gulf aceleró el paso al advertir al banco de madera donde un rato antes había estado sentado pero, por el apuro, prestó poca atención al suelo circundante y para cuando se dio cuenta, había salido volando por los aires.
Una vieja raíz que sobresalía del suelo de pedregullo lo hizo trastabillar y caer de bruces. Maldijo por lo bajo al darse cuenta de que con la caída todo el contenido de la botella que había robado de la cocina se había desparramado en la tierra enlodada. Sólo quedaban en el fondo unas gotas de licor.
Gulf cerró los ojos y las bebió. Pero apenas el líquido tocó su boca le produjo un fuerte ardor- Gulf no solía beber alcohol- por lo que en un impulso escupió a un costado y volvió a maldecir por lo bajo.
Se abrazó a la botella vacía como si se tratara de un viejo amigo y miró al cielo encapotado mientras sentía su cuerpo empapándose por la lluvia fría.
—¿Gulf? ¿Estás bien? ¿Qué te ha sucedido?
Mew se había acercado casi sin hacer ruido. Trató de incorporarlo pero Gulf se resistió. Entonces Mew, al ver que no iba a ser fácil ponerlo en pie, optó por sentarse un instante a su lado y cerciorarse de que no estuviera lastimado.
—Mew... —susurró Gulf mirándolo, acercando su mano temblorosa hacia aquel rostro hermoso que ahora lo miraba fijamente—¿Qué haces tú aquí? ¿Por qué no estás contando estrellas...?
—¿Qué...?
—¡Vete a contar estrellas!— insistió Gulf con vos entrecortada por el enojo.
Había empezado a llorar más fuerte y su voz apenas se oía.
— Gulf, ven conmigo, entremos, estás empapado. Te prepararé algo caliente para que entres en calor.
—Me duele...— dijo Gulf como toda respuesta.
—¿ Qué te duele, Gulf?
— Mi corazón. Porque aunque no lo creas, ¡yo sí tengo corazón!
Mew lo miró sorprendido. El rostro de Gulf lucía extremadamente pálido y tenía un gesto tan serio y tan doloroso que el corazón de Mew volvió a saltarse un latido.
— Sé que tienes corazón. —Mew acarició el pecho turbado de Gulf—¿ Pero por qué te duele el corazón?
— ¡Por culpa de esa endiablada gitana! ¿Entiendes? ¡Me hechizó con su maldito opus... Corpus... popus...!
Mew que apenas lograba entender las extrañas palabras de Gulf, miró de reojo la botella vacía en sus brazos y creyó entenderlo todo.
—Estás borracho,Gulf... Vamos a darte una ducha y a que tomes un café.
—Lo que necesito no es ni una ducha ni un café. Lo único que puede romper este hechizo... pocos okus...-tres doctorados de honor y no lograba recordar el nombre del hechizo - ¡es un beso tuyo ! —Mew volvió a mirarlo sorprendido—
Un beso tuyo me curará el corazón. Si me besas, un beso dulce y tierno como seguro son tus besos, Mew, me devolverás la cordura... ¡Desenmbrújame! Acaba con este dolor...
Mew inconscientemente se mordió el labio y sin poder resistirlo miró la boca de Gulf que se
acercaba sensual y tentadora sólo a un centímetro de la suya. Pero en un segundo de cordura volvió su mirada a la botella de licor vacía. Se puso de pie de un salto, sorprendiendo al propio Gulf. Y, con una fuerza extraordinaria, lo levantó casi sin esfuerzo y comenzó a guiarlo con paciencia paso a paso hacia el hotel.
—Ten piedad de mí, Mew...—le rogó Gulf mientras éste le quitaba los zapatos y lo secaba con unas toallas—Bésame... Sólo un beso, es lo que necesito para desenmbrujarme.
Mew no dijo nada. Se tomó todo el tiempo del mundo para quitarle a Gulf la ropa mojada. Esperó con paciencia que éste se colocara el pijama y lo ayudó a acostarse y a taparse.
Al oír un "buenas noches" de Mew que ya se iba de la habitación, Gulf no lo soportó más y comenzó a llorar desconsoladamente. Mew tampoco pudo soportarlo y volvió a acercarse a él.
—Hoy estás muy borracho.
—No, ¡no lo estoy!— la voz angustiada de Gulf apenas se oía.
—Mañana, cuando estés sobrio, y si aún quieres un beso mío, entonces prometo que te lo daré. He querido besarte desde la primera vez que te vi...
Gulf dejó de llorar. Miraba a Mew hipnotizado, sintiendo que aquella nueva sensación tan dulce que ahora parecía nacer de su pecho sólo podía ser un sueño.
—Te espero mañana, en el banco de madera, en el jardín de Kayza, al caer el crepúsculo... Allí, te daré todos los besos que tú quieras...— le susurró Mew.
—¿Lo prometes?— la voz de Gulf resonó urgida en la penumbra de la habitación.
Mew caminó despacio hacia la puerta, la abrió y antes de desaparecer por el pasillo vacío, susurró un dulce y desesperado :
—Lo prometo...
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