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»51«

Tres días han pasado desde que todo ocurriera, dándole un giro inesperado a mi vida para que esta volviera la normalidad. A lo que debía ser. Albert en realidad si es mi padre, el noventa y nueve por ciento de probabilidad salió a su favor, y aunque, se siente un poco extraño estoy feliz de que sea así. Después de mi vida con ese usurpador del apelativo de padre, cualquiera podría ser uno mejor que él. Pero dado todos los antecedentes no es algo que podamos promulgar, sería muy raro que de la noche a la mañana eso se divulgara, así como así. Así que él aceptó que de momento solo lo sepamos nosotros; sin embargo, seguirá permaneciendo a mi lado, al igual que Eleonora. Es por eso que, aunque me negué a ello rotundamente, tuve que aceptar llevar el apellido de Lucius por un tiempo más, por lo menos hasta que cumpla veintiuno y pueda tomar posesión de mis propios vienes, disponer de ellos, y luego si, podré quitarme su putrefacto apellido.

De igual modo, y debido a su mal comportamiento como tutor y padre, Lucius tendrá que purgar sus delitos en la cárcel, que tiene que pagar, y como Albert no puede ser mi tutor legal, la abogada nos ayudó para que se nombrara como albaceas a mis abuelos maternos, los padres de mamá. Esos que nunca pude ver porque Lucius no lo permitió. Y ellos no lo hicieron porque tenía toda la potestad sobre mi vida y mis cosas por ser mi padre, pero no lo es, no lo será más. Nunca más, en lo que le quede de su miserable vida, pienso mirando el rostro de Brice. El sigue sin despertar y aunque el tiempo para que no tenga secuelas irreversibles en su organismo se acaba, sé que en cualquier momento lo hará, tiene que hacerlo o yo misma lo levantaré de allí. Una lágrima me sale pensando en ello con mucha determinación; sin embargo, ojalá pudiera hacer eso.

―Sigo esperando a que te levantes, tonto ―le digo al oído y beso su frente, tomo su mano y la apreso, lo hago siempre con la esperanza de que me devuelva el apretón, pero por más que lo desee no sucede.

―Leah ―la madre de Brice se coloca a mi lado, pone la mano en mi espalda―, Albert te espera afuera ―añade y yo asiento.

Hoy es sábado, y he vuelto a retomar las clases con los chicos, también las mías; pero esta vez me ha costado concentrarme un poco, sintiéndome no tan inteligente como se piensa de mí, aunque, básicamente lo hacía porque tenía que cumplir sus expectativas, y no las mías. Así que ahora haré exactamente eso. Una sonrisa a soma en mi boca por lo optimista que me siento, o lo que trato de hacer porque no quiero que ese tonto piense que me eché simplemente a llorar... por él.

―Sí, ya voy ―le digo, dejando la mano de Brice en su lugar.

Ella me regala una sonrisa apretando sus labios y me palmea el hombro. Salgo de allí y voy afuera de la habitación. Allí me encuentro con su hermana. Finalmente pude saber su historia y no es que me caiga mucho mejor porque sigue tratándome como si no mereciera a Brice. Ella me mira y yo igual.

―¿Confías en que alguna vez despierte? ―pregunta y eso me molesta.

―¿Por qué no? ―espeto―. Y por supuesto que lo hará ―añado porque no me gusta su tono.

―¿Sabes que está allí en esa cama por ti? ―increpa y yo trago grueso. Sería mentira si dijera que no lo es, Bob simplemente le hizo eso porque no quería que arruinara sus planes.

―Lo sé ―admito y ella frunce su rostro―, pero también sé que no es tan tonto para dejar que Bob se salga con la suya ―añado y ella frunce más su rostro, me sigue mirando y el enojo mengua poco a poco.

―¿Le quieres de verdad o solo haces esto por compasión?

Su pregunta me ofende.

―Brice me odiaría si sintiera compasión por él.

―Bien ―dice exhalando y yo solo me apresuro, Albert debe estar desesperado, afuera.

Él se ha encargado de que todo siga como antes, y con la única diferencia de que ya no me manda más Lucius. Salgo de allí y subo al auto de inmediato. Albert me deja en la fundación y yo me apresuro para retomar mis tutorías con los chicos. En un mes deben rendir su examen y yo debo preocuparme porque puedan lograrlo. Recuerdo haberlo empezado a hacer para no decepcionar al profesor, pero ahora, es una meta que quiero lograr junto a ellos, y de algo ha de servirme haberme esforzado por ser la mejor en matemáticas. Una vez entro al pequeño salón y me saludan sonrientes, se siente como si no les hubiera dejado de ver. Afortunadamente no tuvieron ningún retroceso y eso me reconforta, porque al igual que yo, también se esfuerzan, eso hace que me concentre en ellos y por un momento me olvide de la preocupación más grande. Brice.

Estoy tan concentrada enseñando una ecuación que uno de los chicos tiene que avisarme que hay alguien tocando la puerta, me giro y veo al profesor a través del vidrio de la parte de arriba de la puerta. Insiste en que vaya con él y tengo que hacerlo. Escribo una ecuación nueva y escojo a uno de los chicos para que la resuelva, le entrego el borrador y la tiza y voy con él profesor porque ahora levanta el teléfono. Eso me recuerda que tengo apagado el mío. Tuve que hacerlo porque la ansiedad por llamar a cada minuto a la madre de Brice para saber si despertó se estaba haciendo acuciante.

Me apuro y abro la puerta, le miro. Luce contento.

―¿Viene a supervisar? ―pregunto y él me sonríe.

―No, vengo porque tienes una llamada urgente.

―¿Ele?

―No ―responde y se lleva el teléfono a la oreja―, ya puedes hablarle ―añade diciéndole a alguien al otro lado de la línea.

Le miro curiosa, mucho, y no sé, pero empiezo a temblar cuando estira el teléfono. Su cara me hace preguntar si es quien pienso que es. Esbozo una sonrisa nerviosa, y de repente quiero llorar. Tomo el teléfono, pero mis manos tiemblan. Me siento tonta mientras el profesor solo me mira con una sonrisa satisfecha en su boca, sus ojos mieles brillan con algo que describo como... felicidad.

―S-Si ―pronuncio tragando grueso.

―No pensabas contestarme, estúpida Leah ―dice al otro lado, la voz se escucha un tanto somnolienta, agotada, como de alguien que acaba de despertar.

Esta vez no detengo mis lágrimas, las dejo rodar por mis mejillas y sonrío contagiándome de la felicidad del profesor.

―Claro que sí, estúpido, Brice ―le digo y le escucho sonreír muy contento, al otro lado.

Fin.

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Jelou!! Y con este capítulo llegamos al final de esta historia, que como mencioné en el trascurso de su publicación y retoma, se trasformó en algo que no había planeado. La había iniciado como una historia corta sobre el amor imposible de una alumna destacada por su guapo profesor, pero al final no salió así y muchas cosas se sumaron. Personalmente no es algo que suela escribir ya que mis tenencias de escritura son más adultas, y me cuesta hacer personajes pudorosos jajaj; pero ha sido bueno experimentar con algo diferente, y muy juvenil, aunque lo del drama siempre si se dio. Siento eso. Agradezco los comentarios y quiero que sepan que no fue fácil escribir esas cosas, que, aunque no las profundicé, se que son chocantes, y en la vida real estos casos si existen, tristemente, y muchas veces quisiéramos que fuera ficción pero no es así, y bueno, Leah si hace parte de esa ficción donde las cosas se arreglan y terminan bien, y aquí todo termina bien.

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Gracias por leer!! 

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