»26«
Pese a que soy yo quien ha tomado la determinación de besarlo, sus labios no se mueven ni un palmo. No corresponde mi intento de beso, y la sensación que tengo al intentar mover mis labios sobre los suyos es igual o similar a si besara a una estatua. Sus manos apresan mis antebrazos y me apartan bruscamente de él. Sus ojos claros y que ahora me percato que tienen un leve tono atigrado, transparentan furia.
―¿Qué demonios haces? ―increpa tomándome por sorpresa.
En mis cálculos de la gran e inteligente Leah Clarkson, jamás estuvo que él tuviera esa reacción. Había esperado que fuera todo lo contrario. También había pensado ―«y creo que muy mal»―, que Brice sentía algo por mí. Lo cierto es que nunca tuve claro cuál era la verdadera razón de venir a verle.
―¿Quieres sacarte el clavo conmigo? ―increpa de nuevo―, ¿es eso?
―Será mejor que me vaya. Por lo visto estás bien.
Me remuevo con fuerza para zafarme de su agarre, y no lo logro. Me ha humillado y por lo visto quiere seguir haciéndolo más por la forma en que no cesa su agarre, hasta que de la fuerza que hacemos pierdo el equilibrio y me voy de espaldas. Se pone sobre mi atrapándome.
―Déjame ir.
―No hasta que respondas.
―¡Vete a la mierda Brice!
―La gran Leah tiene la boca sucia.
Aprieto los dientes con furia, porque ahora soy yo la que estoy enojada. Dejo de mirarlo y sin premeditarlo paso mi vista por su camiseta que al estar descolgada muestra un poco de la piel de su estómago. El borde de la cinturilla de su pantalón pijama y algo funesto que llama mi atención en el costado derecho de su abdomen. Pinchazos que se ven como puntos rojos y mucha piel amoratada a su alrededor. No puedo evitar poner cara de horror.
Se da cuenta de mi poco comedido gesto y que le estoy mirando directamente allí, se aleja y baja su camiseta volviendo a tomar posición sentado.
―¿Qué es lo que tienes realmente?
―Nada que te importe.
―¿Brice?
―¿No te ibas?
―Me lo estabas impidiendo.
Brice me da la espalda enfurruñado. Hago memoria y creo saber que es, pero hasta donde lo sabía siempre tomaba medicamentos y estaba bajo control. Me acerco a su espalda y tomo su hombro.
―¡Vete Leah!
Se mueve sacudiendo mi mano.
―No hasta que me digas que te pasa.
―¿Y eso te importa?
―Ahora sí. Por favor deja de ser tan testarudo.
―Eres una idiota, ¿sabes?
―Y tú un imbécil testarudo.
Lo oigo resoplar, y luego de tomarse unos segundos se gira hacia mí. Es muy probable que no me cuente nada, no es como si él y yo fuéramos tan íntimos. Y es extraño, porque nos conocemos desde el jardín de niños, incluso la primaria, pero luego que entramos a la secundaria, nunca más volvimos a tratarnos hasta ahora. Es como si el repentino interés de su padre por mí también lo hubiera contagiado de repente y recordado que yo existía. Y molesto o no, prefería a Brice que a su padre.
―Es la diabetes ―dice luego de lo que parece un enorme esfuerzo para hablar y un tanto avergonzado―, se complicó... un poco...
―¿Cómo?
―Leah, no preguntes. ¿Qué puede importarte?
―Claro que me importa, ¿eres tonto?
―Sí, lo soy porque no te entiendo.
Entonces antes de que siga quejándose más me lanzo hacia él y lo abrazo.
―En serio estás loca. No es a mí a quien quieres abrazar.
―Pero eres a quien tengo en este momento. Idiota.
Su risa retumba en su estómago. Me suelta y se deja caer en la cama. Lleva sus brazos y manos detrás de su cabeza y su sonrisa no se apaga. Me coloco a su lado.
―¿Quieres contarme?
―¿Ahora somos mejores amigos? ―espeta la pregunta algo jocoso.
―Solíamos serlo, ¿lo olvidaste?
―En serio estás preocupada por mí, ¿o solo es tu despecho por no poder tirarte al profesor?
―¡Brice! ―chillo frunciendo mii boca y él se hecha a reír a carcajadas.
―Es broma. ―Se detiene y su risa burlona se aplaca hasta adoptar una mirada menos odiosa―, pero me alegra que no te de bolas.
―¡Idiota!
―Ya lo dijiste ―replica y ambos nos ponemos a reír como tontos.
Me acerco a su lado y miro hacia su camiseta.
―Déjame verlas ―pido.
Brice me mira cómo sin sopesara mi petición. No parece dispuesto; sin embargo, toma aire exhalando fuerte y sin quejarse más toma los bordes de su camiseta blanca y la levanta poco a poco. Me quedo nuevamente impresionada por el tétrico aspecto de su piel en ese costado, es como si se hubiera estado inyectando muchas veces al día. No pude evitar sentir un poco de morbo imaginando el dolor causado por las agujas. Me estremezco con el pensamiento. Tampoco puedo evitar sentir otra cosa, una de la que me asombro enormemente. Quiero curar ese dolor de una manera reverente. Me inclino y sin meditarlo le doy un besito en cada puntito amoratado de su piel sorprendiéndome en el acto por mi impulso. No puedo ver la cara de Brice, pero por cómo se contrae su vientre sé que le he sorprendido también. Me detengo y levanto la mirada, lo veo con la boca ligeramente entreabierta como si estuviera a punto de lanzar un reproche y este se le hubiera atragantado en la garganta.
―No... pares ―dice entrecortado, por el contrario.
~°~°~°~°~°~
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro