Capítulo 30
La caricia regalada con parsimonia sobre el bello rostro del hombre dormido, le tuvo embobado por largos minutos. Se relamió sus propios labios al rozar los contrarios, deseando tomar un nuevo beso de ellos. Su suave respiración le parecía música, su piel desnuda tocando la suya, provocaba la sonrisa bobalicona que no abandonaba su boca y las palpitaciones contra sus dedos le tenían confesándole amor hasta a su silencio.
Se cobijó bajo su abrigo, apoyando la frente en su pecho, desfalleciendo en sus fantasías de adolescente hormonal. El anillo en su dedo anular cobró un nuevo sentido. El repentino insomnio no le dejó conciliar el sueño, sin embargo, no veía como pérdida de tiempo, disfrutar de la compañía de su esposo... Su ausencia le había drenado la felicidad, sin embargo, un ruido fuera de la recámara le sacó de su burbuja.
Haciendo un par de malabares, abandonó la cama. A hurtadillas, intentando apreciar lo que estaba delante de él en medio de la oscuridad, apoyándose en la efímera luz de la luna colándose por la ventana, consiguió hacerse con la camiseta de su esposo, le cubrió hasta los muslos, permitiéndole cubrir su desnudez.
Abrió la puerta, escuchando a su espalda, la cama rechinar. Jayce le buscó, antes de aferrarse al calor de su almohada. Afuera de la habitación, una oleada fresca paseándose por el salón, le hizo estremecer. No tuvo ni que achinar la mirada, para apreciar la figura de un hombre sentado en el pórtico, dejando la entrada principal de par en par.
El amanecer estaba por llegar.
— ¿Dante? — El nombre le brotó de la boca por mero reflejo, frunciendo el entrecejo por la molestia del atrevimiento de su invitado sin invitación, caminó de puntillas hacia el atontado hombre.
Thatcher no dejó de sostenerse la cabeza con las manos, balbuceando sus pensamientos en murmullos. Mareado por los golpes, el alcohol y la falta de aire por la caminata nocturna, decidió darle un descanso a su afligido corazón. Ni siquiera el aire fresco pudo llevarse sus penas. No reaccionó a la voz de su amado, encorvado en su posición, se limpió un par de lágrimas de frustración.
Asher se hizo con un paquete de cigarros olvidado al lado de la lámpara que encendió para iluminar su camino. Prendió la punta, inflándose el pecho de aire impuro. La calada le supo a gloria después de una agitada sesión de sexo nocturno con su marido. El encendedor se le resbaló de las manos, rodando hacia la puerta.
— Mierda — masculló entre dientes. Lo que menos quería hacer, era ruido que perturbase el descanso de Jayce.
Dante le vio por el rabillo del ojo, manteniéndose en un sepulcral y gélido silencio. Asher se sentó cerca, apoyando la espalda en la barandilla, abrazando sus piernas, preocupado por consumir hasta la última ceniza del tabaco. Thatcher no pudo evitar admirar su piel apenas cubierta, la tela de la camiseta se deslizaba por sus muslos, dejando volar su imaginación ayudada por los recuerdos del pasado en donde tenía permiso de tocarle.
— ¿Qué haces aquí, Dante? — Entre ellos, la punta ardiendo del cigarrillo era lo más visible. Asher quiso encontrar más de una respuesta en sus ojos, mas solo encontró ira.
— Es mi hogar — murmuró, dolido por la frivolidad de su ex prometido. Quizá estaban sentado casi lado a lado, sin embargo, existían más de mil kilómetros de distancia.
Asher sacudió el cigarro, echando la ceniza del otro lado de la barandilla. No pudo evitar negar, casi desencajándose la cabeza — Ya no, ya no más... Hace años dejé de esperarte, te lo dije —
— Me cambiaste... — Se golpeó la cabeza con los puños, suplicando por borrar lo que atestiguó al entrar sin permiso a la casa — Me cambiaste por él. ¿Por qué caíste tan bajo? — Ver al amor de su vida cogiendo con su supuesto mejor amigo, no era una experiencia placentera, por mucho que se tallara los párpados hasta enrojecerse la piel, las imágenes no se iban.
Asher le apreció en silencio, sin poder consolar su angustia. El cigarrillo en su boca, se deslizó por sus labios. Pese a sentir pena por él, no se preocupó por palmear su espalda. Entre las figuras que podía vislumbrar con ayuda de la poca luz, fue a su perro dormitando en el sofá, luchando por no quedarse dormido.
— Lo siento, Dante... — Melancólico, alejó el cigarro de su boca. Le dolió apoyarse con tanto afán contra las barandillas. Aquellos viejos momentos donde solo sabía amarle, ya no volverían — En verdad lamento haberle entregado el corazón a alguien más —
— Quédate conmigo, Asher... — En un arranque de enojo, de dolor y amor, le sostuvo del brazo, impidiéndole marcharse. A través de sus lágrimas, podía admirar su rostro bajo el baño de la luna, como tantas veces le adoró en el silencio de la habitación, después de amarse durante horas — Sé que no pudiste olvidarme tan fácilmente. Aún me amas —
Los primeros rayos del sol aún luchaban por salir.
Asher se acalló con otra profunda calada del cigarrillo, se aguantó un quejido por la presión de esos dedos enterrándose en su piel. Sus ojos se desviaron hacia el brillo de su anillo de boda, recordando el significado de su existencia.
Por mucho que él insistiera, ya había dado su respuesta.
— Yo te pedí que te quedarás. Te suplique que no me abandonaras... Igual te fuiste — el agarre de Dante se hizo débil, lo suficiente para tirar de su brazo. Con el dorso de la mano, se apartó un par de caprichosas lágrimas, Ash ya estaba cansado de llorar por él.
Cuando se le acabó el cigarrillo, lo echó a la tierra, dejando que las llamas fueran consumidas. Se levantó aferrándose a la baranda, un poco entumecido por la posición. Frente al hombre, lo miró desde arriba, dándole un ligero empujón con la pierna.
— Sube al auto, te llevaré a un lugar... Iré a cambiarme — dijo, sin darle posibilidad de negarse. Se adentró de la seguridad de su vivienda, intentando ser lo más silencioso posible al caminar.
Aún con la camiseta de Jayce, un par de zapatos y jeans, salió sin decir adiós. Jugó con las llaves del auto, mientras caminaba encorvado, tras luchar con Leopoldo, quien quiso seguirle, pensando que saldrían a jugar. Dante ya le esperaba sentado como copiloto, apoyando la cabeza contra la ventana, apenas conteniendo el llanto al apretujar los labios.
Ash ni siquiera tuvo ganas de encender la radio, el fresco aire de la madrugada le reconfortaba, aliviando su ligero nerviosismo. Una y otra vez se relamió los labios, adolorido por la mordedura descuidada que Jayce le hizo. La luz del sol apenas se vislumbraba a sus espaldas, así que necesitaba ayuda de los focos del auto para ver el pedregoso camino.
Condujo tantas veces aquel sendero, conocía hasta el número de piedras alrededor.
Los dedos le temblaron al cerrar la puerta del auto, el viaje había sido relativamente corto, aunque lo suficiente angustiante para dejarle sin aliento. Palmeó el bolsillo trasero de su pantalón, lamentando haberse olvidado el paquete de cigarrillos. Se cruzó de brazos, como una forma de consuelo al ver la tumba.
— Asher... —
Le interrumpió al saborear el amargo de la desdicha — Aquí fue donde lo enterré. Aquí enterré a mi Dante —
Thatcher le abrazó por la espalda, tan desesperado que le hizo trastabillar. Descansó su cabeza contra la melena del más bajo, sus suaves mechones acariciaron su mejilla. El pequeño cuerpo contra el suyo, removía su corazón y evocaba un feroz deseo por cuidarlo. Su irregular respiración la sintió en sus brazos. La razón de su vida, la podía sostener en sus manos.
— Estoy aquí, Asher — Su voz golpeó directamente contra el oído de su amado. Él perdió la fuerza de sostenerse por su cuenta, le dejó caer su peso — Sigo aquí. Volví por ti —
— Pero yo no te esperé a ti — negó al posar sus dedos en una lenta caricia sobre sus brazos, pidiéndole que le soltara. Se estaba ahogando, pese a poder respirar — El Dante del que me enamoré en mi juventud, lo sepulté allí —
— ¡Asher! — Gritó pidiendo clemencia, se aferró con tanta fuerza a él, que se impidió a sí mismo, conciliar algún aliento.
— Ya es suficiente... Ya te lloré por años, déjame ir. Ya no tengo amor por entregarte — Se removió con violencia, buscando desesperadamente su libertad. La emoción de antaño, se había apagado con lentitud, hasta hacerle pecar de indiferente.
— Aún te amo —
Su confesión no agitaba su corazón, hace muchos años había dejado de tener quince. Apesadumbrado, con el dolor de romperle el corazón, no encontró otras palabras para explicarse — Perdóname, Dante... Perdóname por enamorarme de alguien más —
La furia con la que tironeó, fue mermada. Solo sus lágrimas cayendo a aquellos brazos, consiguieron deshacer el demoledor agarre que le arrancó el aire. El primer paso hacia adelante, fue sumamente torpe, a tropezones. Asher se sostuvo de la tumba, temeroso de caerse al siguiente movimiento.
El sol empezó a levantar con mayor ferocidad, la luz iluminó con lentitud, el cielo plagado de estrellas. La belleza de un nuevo amanecer, no pudo verla por el sinnúmero de lágrimas atrapadas en sus orbes. Se giró, la tierra crujió debajo de sus pies, el viento traía el aroma de las frescas flores alrededor de la sepultura.
Su llanto se enfrió encima de sus mejillas, eran besos lastimeros los que sentía. La alta figura frente a él, se notaba encorvada, él estaba sumergido en pensamientos. Asher solo pudo encontrar en Dante, un irremediable odio y repulsión. La caricia de esos dedos sobre sus pómulos, era mera hipocresía.
— Este llanto no es por mí... es por ti, porque siempre has sido un puto egoísta — Dante anheló bajar hacia sus labios, sin embargo, Ash se apartó de su toque, impidiéndole llegar a más. Quiso romper esa boca llena de las mentiras más dulces escuchadas en su vida, pues está solo traía desdicha — Nunca me amaste —
— Te amé. Te amé tanto, que mi amor por ti casi me termina matando — Las palabras las arrastró con su amargura, el llanto entorpeció el tono de su voz. No dejó de tiritar, de los nervios y el enojo. Ash encontró fuerzas en sus rebosantes sentimientos, para anclarse a la tierra.
Dante aún podía sentir la ausencia de su calor sobre sus dedos. El constante rechazo le enseñó a valorar el pasado — Hubiese preferido verte muerto, antes que en los brazos de otro — su mano se volvió un puño, había dejado de pensar racionalmente cada una de sus palabras.
Asher se rió, burlesco y atónico por semejante estupidez. Sus uñas se enterraron en el concreto de la tumba, tenía ganas de gritar para callarlo — ¿En verdad quieres darme clases morales contra el egoísmo? ¿Te estás escuchando? —
— Lo siento por no poder creerle a un mentiroso — Dante ya no podía verlo, la hermosura que le caracterizaba, se escondía detrás de una máscara, ni siquiera el reflejo del sol sobre su rostro, pudo dejarle ver a quien le regaló su corazón — Juraste amarme, pero terminaste olvidándome... pese a que yo te sigo amando como la primera vez. ¿Aun así dices ser inocente? —
Asher hizo el intento de responder, de su boca entreabierta no brotaron más que balbuceos, rápidamente apagados por el viento. Se encogió, abrazándose a sí mismo al encontrarse culpable.
— Jayce estuvo para mí en mis peores momentos, fue mi soporte — susurró, soltando la única excusa que tenía — era inevitable. Yo quise odiarlo, lo juro... pero no pude, se convirtió en mi todo —
Dante dio un paso al frente, su intención de volver a tocarle, se consumió. Los recuerdos amargos de unas horas atrás, le hicieron arder en celos. — De verdad... preferiría que murieras, antes de verte con él — su fantasía le arrancó un respiro, fue plenamente consciente de la incomodidad que le causó a Asher.
— ¿Acaso... es una amenaza? — Tenso, no pudo ni tragar saliva al sentir la mano de Dante en su hombro, presionando.
— Quizá —
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