Capítulo 5
Escucho a Chloe platicarme muy alegre sobre la cita que tuvo ayer.
Tiene un gran corazón, es buena chica y se merece algo bien, espero que esta vez sí sea el correcto. Si no ya sería la séptima vez que le "rompen" el corazón.
Y lo digo entre comillas porque le dura la tristeza de esa relación un día y al siguiente está como si nada, sin embargo, eso no quiere decir que no me importa si no funciona esta vez, solo quiero que ella esté bien.
Mueve sus manos, explicando todo a la par que habla.
Verla sonreír y hablar tan animadamente me recuerda a alguien igual de parlanchín.
¿Serán familiares?
Escucho la campana de la entrada sonar, no veo enseguida al cliente, sino que espero a que llegue hasta acá, pero nunca llega.
No le doy importancia y continúo escuchando a Chloe.
—Él es muy...
—¡Dixon! —Lucas aparece frente al mostrador interrumpiendo a Chloe. Levanto la mirada a él.
—¿Qué?
—Necesito que vayas a atender aquella mesa de allá —señala sin disimular mucho, hacia su derecha.
—Estoy ocupada, soy la cajera.
—No te veo atendiendo a nadie y puedes hacer de mesera también.
Veo a Chloe.
—Si quieres voy yo —intercala la mirada entre ambos.
—¡No! —la detiene Lucas. Su grito logra captar la atención de varios clientes que se nos quedan viendo confundidos.
Y nosotras más. Lo vemos extrañadas.
Lucas es extraño de a por sí, pero ahora lo está siendo más.
¿Qué le pasa?
—Digo —se reincorpora y tose. Sonríe "amablemente"—. Chloe debe descansar un momento ha estado viniendo de aquí para allá todo el día y le han de doler los pies, yo tengo otras mesas que atender y tú, Ela, no estás ocupada y eres muy amable por lo cual te ofrecerás a atender a ese cliente para que tu amiga pueda descansar.
Me le quedo viendo.
Lo pienso.
Y...
—No.
Quita su sonrisa.
No quiero.
Está a punto de responder cuando Chloe coloca su mano en mi hombro y me da una sonrisa de "Ve, no quiero caminar"
Suelto un poco de aire por la nariz de forma ruidosa. Salgo del mostrador y le quito la libreta y lapicero a Lucas antes de dirigirme al cliente.
Está leyendo el periódico.
—Hola, buen día, puedo tomar su orden —hablo lo más buena persona que se pueda escuchar. Hace mucho que no la hago de mesera. Prefiero cobrar. Sentir el dinero en mano.
El hombre baja su periódico y es cuando lo entiendo todo.
Tonto, Lucas.
Dejo caer mis brazos a ambos lados de mi cuerpo.
—¿Qué haces aquí?
Él sonríe como si fuera algo obvio.
—¿Qué? ¿En una cafetería?
—¿Sabes a lo que me refiero, James?
—Bueno, es fin de semana, he terminado mis clases y quería comprar un café, Ellie.
Comprar un café, por supuesto.
***
Me coloco de nuevo tras la caja registradora.
—¿Quién es? —Chloe pregunta en voz baja a mi lado.
—¿Por qué crees que lo conozco? —anoto un nuevo pedido en la computadora e imprimo el ticket.
—Estuviste 10 minutos con él, y no ha dejado de ver hacia acá.
Doy el papel al cliente y enseguida dirijo mi mirada a Noah, él solo sonríe cuando nuestros ojos se topan. Alejo la mirada enseguida.
—Es mi nuevo vecino —explico, sencillamente.
—Oh, ¿y es soltero?
¿Qué...?
Deslizo mi mirada a ella.
¿Por qué le interesa saber si tiene pareja o no?
Ni siquiera yo me lo he preguntado. Tampoco es como me interese mucho saberlo.
—No lo sé.
—¿Podrías averiguar?
Podría.
—No.
—Y, ¿Hace mucho que se mudó?
—Casi cuatro semanas.
—¿Es hijo único?
—¿Podemos dejar de hablar de él? —se encoge de hombros y asiente.
Tenía suficiente.
***
Me despido de todos con un "nos vemos" y alzando mi mano.
Acomodo mi mochila en mi hombro derecho y salgo del lugar.
Echo una miradilla arriba. Está nublado por lo que no dudo que pronto comience a llover. ¿Lo bueno? Que hoy terminé mi turno antes de las seis.
Reanudo mi paso hacia donde estacioné mi moto. Mi teléfono vibra en mi bolsillo del suéter, pero le doy poca importancia.
Continúo caminando con la vista en el piso, sin embargo, me detengo a un metro de la moto cuando levanto la mirada y lo veo recargado en Doroti con los brazos cruzados.
¿Qué hace aun aquí? Se había "ido" ya hace una hora.
—¿James?
Levanta su cabeza al escucharme.
—Hola, ¿has terminado tu turno? —no contesto—. Ammm, creí que podríamos regresar a casa juntos. Si no te molesta.
Me quedo observándolo.
¿Debería llamar a la policía?
Se aleja tan solo un poco de la moto y sonríe, señalándola.
—La reconocí enseguida. Es única.
—Lo es.
Siento una gota caerme en la cabeza. Frunzo mi ceño. Giro la palma de mi mano y veo como caen una que otra gota sobre ella.
Perfecto a comenzado a llover.
Regreso la mirada a Noah. Aclamo su atención cuando camino hacia él. Parece haber perdido el control de su cuerpo una vez frente a frente, porque no se mueve en cambio me ve detenidamente. Intentando encontrar y entender la acción de mis actos.
Doy un paso más y ahora el espacio es mínimo prácticamente diminuto. Puedo sentir su respirar casi golpear mi rostro. Sus ojos se abren un poco más casi que no se puede percibir, pero por la distancia lo hago. Noto su pecho expandirse y quedarse así como si estuviera reteniendo el aire.
Y a esta distancia puedo darme cuenta de muchas cosas más, como, por ejemplo, el cómo pasa saliva y como ha comenzado a parpadear más lento de lo normal.
Hago una media sonrisa mentalmente.
Somos casi de la altura y aunque él siga siendo más alto que yo, puedo conectar directamente mi mirada a la suya y no quitarla ni un segundo.
—¿Don sonriente?
Mi voz sale más baja de lo que hubiera deseado, casi como un susurro. Eso no es normal.
—Si, Ellie.
Su voz sale en el mismo tono que el mío. Entonces lo digo:
—No me dejas pasar.
Mira hacia atrás suyo y reacciona, dándose cuenta que se interpone entre la moto y yo.
—Oh, claro —se hace a un lado. Sigo sus movimientos antes de avanzar y sacar mi casco.
Observo el otro y solo lo pienso un segundo, antes de tomarlo y estirarlo a él.
Ya qué más da, esperó más de una hora.
Sonríe, tomando el casco.
Me coloco el mío, lo abrocho y me monto. Tiempo después siento su peso detrás de mí y pasa las manos por mi cintura para agarrarse. Las gotas de lluvia se vuelven un poco más continuas. Bajo mi careta y enciendo la moto.
—¿Listo?
—¡Si!
Checo bien a los lados antes de salir e ir a casa.
***
Me estaciono lo más rápido posible, sintiendo las gotas de lluvia caer continuamente sobre nosotros. Una tras otra. Me quito el casco y bajo de la moto seguido de Noah. El cabello se empapa y se pegan varios mechones a la cara. Ahora ya no hay ni un solo pedazo seco en nosotros.
Sin despedirme, me dirijo a casa.
Sin embargo, alguien toma mi mano libre y me detiene.
—Espera —dice. Me giro, esperando a saber qué es lo que quiere. No puedo evitar entrecerrar los ojos a causa de la lluvia.
Intento alejar mi mano de su agarre, pero siento como aprieta un poco impidiéndolo.
—Quédate un momento aquí conmigo.
—¿Qué? No.
¿Enserio? Quiere hablar, pero ¿justo ahora y aquí? Podemos hacerlo en otro lado seco, porque justamente aquí.
No dice nada y parece no impórtale que nos sigamos mojando.
—Anda —toma mi otra mano. Jala mi cuerpo, obligándome a avanzar hacia delante, hacia él. Ni siquiera puedo ver bien. Solo lo escucho reír.
¿Esto le causa felicidad?
Alzo la mirada a él.
—Quita esa cara y disfruta. Siéntete libre —suelta mis manos y las abre a sus lados alzando su cara al cielo. Sonríe cerrando los ojos.
—¿Cómo puedes disfrutar esto? Tengo frio —esto último lo hace girar su cabeza a mí y mirarme. Me regala una media sonrisa.
—¿Quieres que te caliente?
Alzo las cejas y sonrío sorprendida. Revuelve mi pelo tal cual lo hace Lucas, me corro a un lado y este individuo solo me guiña el ojo.
—Ok, el agua te está afectando —llevo mi mano hacia mis ojos haciendo como techo para evitar el agua. Me giro despacio diciéndole—: Me voy.
—¡¿Segura?! —lo escucho gritar cuando ya estoy más lejos.
—¡Ve a casa, James!
Subo las pocas escaleras afuera de casa.
Y cuando al fin estoy en la puerta de mi casa y el techo me cubre, volteo hacia atrás. Corre directo a casa mientras suelta una risita. No es hasta que entra a casa que aparto la mirada.
Si, acabo de comprobar que de verdad no es normal.
Cierro la puerta luego de entrar.
Mojo el piso sin poder evitarlo. Veo este y luego mi cuerpo empapado. No puedo evitar soltar una diminuta sonrisa.
—Perdiendo el tiempo como siempre.
Me exalto un poco ante la nueva voz.
No me había dado cuenta de que hay alguien más, hasta ahora. Miro hacia la sala y lo encuentro sentado en el sillón de en medio, totalmente serio. La luz que la sale por la puerta de la cocina me ayuda a distinguirlo. Está viendo hacia enfrente, solo puedo ver la parte trasera de su cuerpo y algo del perfil de su rostro.
—¿Ya dejaste de hacer el ridículo?
La diminuta alegra que sentía cuando entre a casa se esfuma de inmediato luego de terminar de escucharlo. Desvío la mirada de su persona hacía cualquier otro lado.
—¿De qué hablas?
—Tú y ese muchacho —es entonces que se levanta y rodea el sillón para pararse frente a mí—. ¿Cómo es que se llama?
Deslizo mis ojos hacia él.
No le doy ni una respuesta.
—¿También vas a hacerlo como tú? El pobre Lucas no puedo irse pronto y tampoco pudo sobresalir. Terminó nada más y nada menos que en el mismo lugar que tú —cruza sus brazos, pero lleva su dedo índice a sus labios, en acción de pensar—. ¿Sabes? Eso me hace pensar que tú tienes la culpa.
—¿Qué?
—Si, que probablemente él hubiera tenido éxito si nunca hubiera sido tu amigo, por eso me preocupa el nuevo muchacho —hace referencia a Noah. Su cara de "preocupación" me fastidia.
Quito la mirada de él, cansada.
—No lo hagas —respondo—, porque lo último que él necesitaría sería algo que pueda venir de ti.
—Es inevitable, hija, porque eres como...—hace una expresión de desprecio—, una especie de mala suerte para los que están cercas de ti.
Exhalo.
¿De verdad estoy escuchando esto?
¿He desperdiciado mi valioso tiempo oyéndolo?
—Que estupidez —murmuro. Alzo la mirada, finjo una sonrisa—. Si no te molesta padre, iré a mi cuarto, vengo cansada de trabajar y ya he lidiado con bastante gente molesta el día de hoy como para soportar una más. Permiso.
He tenido suficiente.
Sin esperar a su respuesta paso por su lado y sin mirar a atrás voy directo a mi habitación.
***
Con la misma ligereza y tiempo que la de música clásica de fondo, paso el pincel sobre el lienzo dando los últimos detalles a la pintura.
El aire fresco del día entra por la ventana, puedo sentirlo en mis brazos desnudos.
Dejo a un lado el pincel y me dedico a admirar el colibrí plasmado en lienzo con un fondo rosa pastel. Paso saliva y tomo otro pincel más delgado. Mojo la punta de las hebras con pintura negra. Me inclino hacia delante y en la esquina de la pintura, trazo mi firma.
Uno más a mi colección secreta.
Respiro hondo, levantándome del banquito y tomando una franela gris junto a mis materiales de pintura, para limpiarme las manos.
Que mejor cosa que hacer que esta luego del bello momento que tuve con mi padre ayer. La pintura es de las pocas cosas que disfruto hacer y de la que nadie sabe que hago. Es una excelente forma de expresar demasiado sin necesidad palabras.
Hablar me cansa.
¿Quién podría imaginarse que una chica seria con moto y que siempre viste de negro le gusta pintar?
¿Que usa colores pasteles y vivos en sus pinturas?
¿Qué solo en ellas puede tolerar el rosa?
Dejo sobre mi carrito pequeño de tres pisos, la franela. Comienzo a recoger todo, pero mi acción se queda a la mitad en cuanto escucho unas cuantas risas provenir de la calle. Pauso la música clásica, me quedo quieta y agudizo mi oído.
No vuelvo a escuchar nada, así con curiosidad me aproximo hacia mi ventana y recorro un poco la cortina sin soltarla. Las calles aun mojadas por la lluvia, el sonido de unos cuantos pájaros y muy poco sol son lo primero que me topo.
Aquellas risas por las que me acerqué, vuelven, logrando que enfoque mi atención en los dueños. Visualizo un carro afuera de la casa de Noah y luego a su madre saludando a una pareja más o menos de su edad, bajando de él.
En las semanas que llevan la familia James en el vecindario no había visto a terceros.
¿Acaso vivirá más gente ahí?
O podrían ser familiares que vienen solo de visita.
Mi atención se dirige a la puerta de esa casa cuando la escucho abrirse. James se une a la imagen. Viste un poco muy normal. Jeans, botas y una camisa del mismo color de sus botas cafés.
El pelo un poco despeinado, cayendo sobre su frente, pero sin cubrirla en su totalidad, sigue manteniendo su formalidad a pesar de todo. Y sonríe muy alegre pero no al punto de que sus ojos desaparezcan.
—¡Noah! —aquel grito femenino, lleno de emoción me hace desviar la mirada de inmediato hacia donde se origina.
Una chica rubia y muy femenina se avienta a los brazos de mi vecino, quien corresponde su emoción y la recibe cargándola un poco y haciéndola girar. Su conjunto casual de chaleco y pantalones lisos de pierna ancha hacen contraste con la vestimenta de Noah.
Aggg, ¿No es demasiado temprano para derramar alegría?
Además, ¿Quién es ella?
¿Por qué tienen tanta confianza?
¿De dónde salió?
De su mamá *sonrisa*
-_-
Ok.
Parece un koala, porque no se aleja de él aun cuando este la ha bajado.
Es más baja que él pero su calzado la hace más alta. Su piel es igual de blanca que la de Noah.
Toda una muñequita.
Los labios de Noah gesticulan algo que no logro escuchar, pero que sin duda hacen reír a su compañera. Y aquella sensación de incomodidad aparece.
Creo que la gente cursi me genera eso.
Entonces si te causan eso aparta la mirada, Ela, deja de mirarlos.
Pero ¿Por qué no puedo?
¿Qué estoy haciendo?
¿Qué estás haciendo Ela?
Parpadeo un par de veces y suelto la cortina.
Recorro con la mirada mi cuarto y termino alejándome de la ventana para continuar recogiendo las cosas. Pongo de vuelta la música.
Ellos siguen afuera, probablemente él haciéndola reír como anteriormente lo he visto.
Basta, a lo tuyo.
Intento concentrarme, pero la inquietud no se va, ni siquiera sé porque me siento así.
Tomo un pincel.
¿Desde cuándo se conocerán?
Tomo otro pincel.
¿Será su prima?
Tercer pincel.
¿Su amiga?
Cuarto.
Quinto.
¿O su novia?
Aprieto los pinceles en mi mano.
Exclamo, cansada de mí misma. Dejo caer mis manos sobre el carrito a la par que bajo la cabeza.
¿Qué demonios me sucede?
Estúpidos pensamientos.
¿Que más me da si la rubia es lo que sea de Noah?
Llevan menos de diez minutos de que llegaron y ya le estoy dando espacio en mis pensamientos.
Suelto los pinceles creando de vuelta el desorden de un inicio.
Tomo mi suéter con gorro, me lo pongo sin cerrarlo y salgo del cuarto escaleras abajo.
***
Salgo de la pequeña pastelería cercas de casa.
En lugar de comprar una rebanada de cualquier pastel, compre donas de azúcar. Clásicas.
Me llevo la pequeña dona a la boca y le doy una gran mordida. Hay poca gente en las calles. Creí que luego de llegar del trabajo, me la pasaría pintando, pero no, heme aquí en la calle con el sol ya oculto y las calles iluminadas solo con el alumbrado público.
Podría haber venido en Doroti, pero sirve que hago ejercicio y bajo lo que he comido.
Abro la bolsita de pan y guardo el resto de mi donita. Subo mi gorro del suéter y meto mi mano libre a la bolsa de la sudadera.
***
Pateo la pequeña piedra siguiendo la misma acción que llevo haciendo desde 10 minutos y varias cuadras atrás. Concentrada en ver mis botas negras.
Que aburrido.
Levanto la mirada por costumbre y en eso distingo a Noah y a la rubia justo afuera de su casa, bajo la velocidad de mi paso.
¿Otra vez están aquí?
Para mi sorpresa y buena suerte, cuando salí de casa hacia una hora ellos ya no estaban.
Y ahora para mi sorpresa y mala suerte, cuando vuelvo a casa ellos están aquí.
Quito la mirada de ellos, aprieto un poco la bolsa del pan y sigo caminando hasta llegar al caminito libre que da hacia la puerta de mi casa.
Bien.
No se han dado cuenta de tu presencia, solo continúa caminando y...
—Ela —su voz me detiene.
¿Qué afán tiene por detenerme siempre que estoy por irme?
Me quedo quieta unos segundos hasta que me decido a voltear. Lo primero que mis ojos observan es a James sonriendo y moviendo su mano para que me acerque y después está la rubia esperando mi acción, supongo.
Miro a mi derecha y respiro hondo. Sorprendentemente doy un paso y luego otro hacia adelante en dirección a ellos.
—Hola —es lo primero que dice una vez estoy frente a él.
—Hola —respondo, bajo y normal.
—Creí que no te vería hoy.
Lo escucho, pero no puedo prestarle la suficiente atención que se merece porque mis ojos están puestos en la persona a su lado.
No deja de mirarme. Parece analizarme bajo esas facciones de niña buena.
La miro de vuelta.
—Cierto. Ela, ella es Sindy mi mejor amiga —presenta.
Así que "mejor amiga". Interesante.
—Y Sindy ella es Ela, mi vecina.
Espera ¿Qué?
¡¿Vecina?!
¿Solo...vecina?
¿Acaso no éramos amigos ya?
Él propuso eso en primera instancia y luego dice que solo soy su vecina, vaya ya no se puede confiar en las palabras de la gente.
Noto la peculiar mirada de la rubia, intentando encontrar algún fallo. Talvez mi conjunto es lo que le hace punto. Por cortesía, cambio la bolsa del pan a mi mano izquierda y le ofrezco la derecha.
—Mucho gusto —digo, y esta vez no me esfuerzo en que se llegue a notar algo de amabilidad en mi voz.
Ok, esto jamás lo hubiera echo con nadie.
Esa mirada que tenia se borra y entonces sonríe correspondiendo el saludo.
Su perfecta manicura y la extrema suavidad de sus manos es muy notoria, totalmente diferente a las mías.
Es perfecta.
No me sorprendería si Noah llega a decir que está interesado en ella.
Lindísima pareja harían ¿no?
—Igual.
Nuestros ojos se mantienen en los de la otra. Y parece ser que ninguna está dispuesta a deshacer el apretón de manos.
Es inevitable que no suba la tensión.
Hasta que alguien aclara su garganta.
Alejo mi mano y lo miro totalmente seria más de lo que se puede considerar normal.
—¿Necesitabas algo?
¿Qué se supone que debo decir?
Alza su cejas un poco y esconde las manos en los bolsillos de su jeans.
—No.
Intercalo la mirada entre ellos dos. Esto es incómodo.
—¿Es tuya? —la Sindy me pregunta, mientras señala algo hacia la calle detrás de mí.
Miro hacia ahí.
—Si, es mía —se trata de Doroti.
—Es muy cool.
Lo se.
—Le platique que eres muy buena conduciéndola, no te he visto conducir un auto así que no puedo decir que mejor que un coche —interviene Noah, provocando que regrese la mirada a ellos.
—Se me dan mejor las motos —aclaro.
—Eres buena montando.
Escondo mi labio inferior entre mis dientes.
—Eso dicen —finalizo alzando mis hombros en un movimiento rápido e inclinando mi cabeza hacia un lado.
Sonríe poco, algo que se puede considerar como una acción inconsciente.
Desvío mi atención a su compañera que nos mira un poco extrañada más a mi querido vecino, pero en cuanto nota mi vista en ella, la disfraza con esa sonrisa.
—Noah me dijo que ha hecho nuevos amigos, me conto algo sobre su nueva vecina y que ahora se han vuelto buenos amigos. Así que creo que eres tú.
¿A si?
¿Qué más te dijo?
—Y, por lo que he visto los últimos minutos no me queda duda de ello —continua.
Escucho las últimas palabras y le doy una mirada rápida a Noah, quien me evita mi mirada a toda costa.
—Si, James es muy insistente —respondo sin alejar la mirada del susodicho.
—Lo sé, es lo que lo caracteriza.
—Si.
Se torna un silencio. Ahora Noah no habla, la rubia mantiene su mirada sobre mí y yo solo quiero irme.
La luz de la parte baja de mi casa se enciende, y encuentro la excusa perfecta.
—Me voy.
La mirada de Noah se alza tan pronto termino de hablar.
—¿Tan rápido?
—Mi madre me espera, así que —señalo la puerta de mi casa con mi pulgar.
—Claro, podemos platicar después —dice, Noah.
Alzo un poco mi cabeza en respuesta. Doy un paso atrás.
—Un placer, Ela —dice la rubia mientras me giro.
—Sip —estoy a punto de levantar la mano como despedida, pero me arrepiento en el acto, así que solo termino de girarme.
***
Llevo el último pedazo de dona a la boca y chupo mi dedo pulgar e índice quitándoles el rastro de azúcar en ellos.
Cruzo mis pies sobre la cama.
Salen los créditos finales de la película. Tomo el control de la tele y la apago.
Me estiro a dejar el vaso de leche casi terminado sobre mi buro de noche y justo cuando lo dejo, los pequeños toques a la ventana se escuchan.
Me coloco mis botas y camino hacia ella. Me detengo a centímetros.
—Psss, Ela.
Apenas escucho. Frunzo mi entrecejo, extrañada.
—Psss.
La abro y lo primero que hago es ver hacia la rama del árbol esperando ver a cierta persona ahí, pero no hay nadie. Pasan varios segundos y no escucho nada. Es más, la luz de su cuarto está apagada y su ventana cerrada.
Creo que te estás volviendo loca, Ela.
—Aquí abajo —escucho.
Miro rápido hacia ahí y encuentro a James justo debajo del árbol.
—Hey, hola otra vez.
—¿Qué haces? —recargo las palmas de mis manos sobre la ventana.
Siento el aire rozar mis mejillas.
—Creí que ya estabas dormida, pero vi la luz y vine —ladeo la cabeza y él suelta una risita nerviosa. Se lleva una mano al cuello, desviando la mirada—. Pensaba que podríamos hablar un rato, ¿quieres?
La imagen que percibo de él me resulta tierna.
—Bien —mi respuesta lo hace mirarme de vuelta en un segundo.
—¿Enserio?
—A menos que hayas cambiado de decisión en los últimos cinco segundos.
***
Y aquí estamos de nuevo. Yo sentada en mi ventana y él en la rama del árbol.
No sé cuántas veces hemos hecho esto, ¿tres? ¿cuatro?
No está mal, podría acostumbrarme.
—Ok, ok, tengo otro —dice, recuperándose de su risa. Yo solo lo veo, lleva 15 minutos contando chistes de papá.
No me dan risa en realidad, pero él quiere contarlos y no soy nadie para romper los deseos de la gente.
—Estaban dos champiñones.
—Aja.
—Entonces uno le pregunta al otro "Ey ¿cómo te llamas?" y él le contesta "champi ¿y tú?" Y el primero responde "ñon"—ríe de una manera que parece casi una carcajada—. ¿Entiendes? Champi-ñon.
Levanto las cejas y separo los labios. ¿Es enserio?
Suelto un poco de aire.
Poco a poco calma su risa.
Hasta que el silencio vuelve a reinar entre nosotros. Pellizco muy leve mis piernas y me atrevo a hablar ahora yo:
—La rubia y tú, —vuelvo a tener su atención sobre mi—, ¿desde cuándo se conocen?
Aclara su garganta y puedo ver como su mirada se aflija. Como si recordar le fue sensible.
—Éramos niños, mi padre trabajo durante mucho tiempo en la pequeña empresa de los padres de ella.
—¿De qué es la empresa?
—Bienes raíces. De hecho, ellos nos ayudaron a mudarnos aquí. Mi padre creo muy buena amistad con el suyo, se juntaban para comidas o fiestas y, —hace una pequeña sonrisa y suspira—, desde que tengo memoria, Sindy y yo siempre hemos convivido gracias a ellos. Ella se convirtió como en mi hermana ¿sabes? Así como tú y Lucas.
La diferencia es que Lucas no me ve con ojos de amor.
—¿Desde niños dices?
—Aja.
Lamo mi labio inferior, pensando.
—Así que ¿Practicaron patinaje artístico juntos?
Su pequeña cara se ilumina con una expresión de confusión y una sonrisa.
—¿Cómo...?
—Vi tu foto de niño —explico.
—Oh, ya.
Quito las manos que abrazan mis piernas y las meto a las bolsas del suéter.
—¿Entonces...?
—No, con ella no.
Lo veo.
—¿Practicaste con alguien más?
—¿Eh? No, no, no —contesta de inmediato. Puedo notar la necesidad con la que quiere negar mi pregunta. Como si fuera muy importante hacerlo—. Me refiero a que ella...no es mucho de deportes, es más de—toma una pausa. Aprieta sus labios y mira hacia el cielo—. El teatro, la actuación, la cerámica y esas cosas, desde niña. Nunca le intereso el patinaje.
Asiento despacio.
—Y, ¿Nunca sentiste algo más?
Sus ojos vuelven de una a mí.
—¿A qué te refieres?
—A lo que los humanos llaman amor.
Suelta una risita.
—¿Por qué de repente esa pregunta?
—Es común que dos personas que crecieron juntos desde niños no hayan creado sentimientos de ese tipo hacia alguno de los dos en algún punto.
Es inevitable.
—¿Lo dices por experiencia propia?
—No.
—¿Entonces cómo es que estas tan segura de ello?
—Porque una chica como la rubia y un chico como tú no es raro que experimenten esos sentimientos entre ellos.
—Oh, bueno, no sé exactamente que te refieras con un chico como yo, pero no, nunca. Nos conocemos tan bien que es imposible.
—Hablas por ti, ¿Acaso no crees que ella...? —lo señalo mientras ladeo la cabeza. Y suelta una risa.
—¿Qué? Jamás, créeme.
—Me cuesta creerlo.
—¿Por qué?
—Bueno ella demostró mucho cariño con el abrazo que te dio y luego están sus ojos de amor con los que te ve.
Lo veo enseguida luego de terminar.
—Ella no me ve con ojos de amor, Ela.
Respiro de nuevo, no se dio cuenta.
—Lo hace.
—No. Es como si yo dijera eso de Lucas, ¿me creerías?
—No, porque a duras penas nos toleramos.
Es cierto.
A duras penas le agrado y viceversa.
Ni siquiera sé en qué momento nos hicimos amigos. No lo recuerdo, solo cuando me doy cuenta y hago memoria, él ya forma parte de mi vida.
—Ok, ok, pero, —"ríe"—, enserio, Sindy no. Ella conoce mucho de mí y yo de ella, no podríamos. Jamás. A estado en mi vida todo el tiempo, ella lo sabe.
Parece notar o más bien adivinar mi mirada no convencida detrás de la seria.
—Cree en mi Ela, lo prometo.
Ladeo mi cabeza y me encojo de hombros restándole importancia.
¿Creerle? Podría hacerlo, pero no es muy seguro que confié plena mente en mi vecino que lleva casi un mes desde que se mudó.
—Cambiando un poco de tema ¿Puedo preguntarte algo? —su voz interrumpe mis pensamientos.
—Ya lo hiciste.
Cierro mis ojos y asiento brevemente.
—¿Ela viene de Helena? ¿O de Elinor?
Abro de vuelta mis ojos. Me esperaba otra cosa.
¿Acaso no leyó mi título aquella noche?
—¿Elator?
—¿Estás inventando nombres ahora?
—Solo intento adivinar.
Que malo es en eso.
—Mi nombre es Elizabeth .
—¿Elizabeth?
Suelto un sutil aire antes de revelar:
—Mi nombre completo es Elizabeth Carolina Dixon.
Sus cejas se alzan, su boca se abre y parece bastante sorprendido.
—¿Carolina? ¿Te llamas Carolina? —pronuncia.
—¿Tanto te sorprende?
—No, de hecho, es grato, muy lindo, bastante es solo que no tienes cara de Carolina, tampoco de Elizabeth —alzo mis cejas, escuchándolo. Él abre aún más la boca y sus ojos—. O sea, tu nombre es hermoso, y tú también, solo que... —se aclara la garganta—. Digo, es grato saber tus dos nombres. Pero a todo esto ¿no debería ser tu diminutivo Ellie? ¿Por Elizabeth? O ¿Caro? Por Carolina.
—No me gusta mi otro nombre y Ellie suena demasiado tierno, no va conmigo. Por eso prefiero Ela.
Exclama un sonido de comprensión. Recarga su espalda en el tronco del árbol. Y yo quito mis ojos de él y me concentro en mis botas.
—Claro —vuelve a hablar—. Ellie es más dulce. En cambio, Ela suena más, —hace una pausa que provoca que lo mire y él lame sus labios y entrecierra sus ojos antes de terminar su frase diciendo—: Frío.
Hago una media sonrisa.
Si, frio y serio como yo.
—¿Puedo llamarte Caro?
—Solo si quieres que no te vuelva a hablar en tu vida.
Ahoga una pequeña risa. Recarga las palmas de sus manos en la rama, mira hacia la calle.
—¿Ellie?
—¿Qué? —Mantiene la mirada hacia la calle, permitiéndome seguir apreciando su perfil. Puedo notar las pequeñas ojeras debajo de sus ojos.
—¿Alguna vez te ha gustado alguien?
Su pregunta me toma por sorpresa, provocando de que deje de lado lo que había llamado mi atención antes. Él corazón me palpita un poco más rápido de lo normal.
No sé qué responder.
No estoy segura.
Gira su cabeza al no escuchar una respuesta por parte mía.
Nunca se lo he dicho a nadie, o más bien, nunca nadie me lo había preguntado.
—Creo que si —contesto un poco dudosa.
—¿Crees?
—Mmgim —hago un sonido de afirmación.
Fue en preparatoria. La persona se me hacía interesante, pero me negaba a sentirme así por alguien.
—¿No estás segura?
—Es un poco extraño de explicar.
Parpadea un par de veces mirando hacia abajo.
—Tenemos mucho tiempo, ¿Qué pasó? ¿Te rechazó?
No me rechazó. Porque nunca me confesé.
Mas bien...
—Le destroce su auto —confieso.
Se cambiar las llantas de un coche, así que le ponches las llantas al suyo.
En ese entonces fue lo mejor que se me ocurrió hacer. Tenía pensado acercarme a él con esa excusa, pero se puso histérico y comenzó a gritar que cuando se diera cuenta quien lo había hecho lo llevaría a la policía. Así que hui.
Me interesaba, pero no era tonta.
Pase por su lado en mi motocicleta fingiendo demencia.
Pasa tan solo un segundo para ver como una sonrisa se plasma en su rostro, sin poder creer lo que acabo de decir.
—¿Su coche? Wow, tú no eres normal.
Definitivamente no. Sin embargo, él no se queda atrás, de normal no tiene mucho.
Gira su cabeza, la deja caer hacia delante negando con la cabeza. Sin creer lo que dicho. Pronuncia bajo un "wow" de nuevo.
—¿Y a ti? ¿te ha gustado alguien? —mi turno.
—Si.
Que rápido, ni siquiera lo dudo.
—¿Y?
Levanta de vuelta su mirada.
—Le destroce su auto —repite mi respuesta. Como consecuencia, creo una sonrisa de lado.
El chico es inteligente.
Quien pensaría que llegaría a no quejarme de la presencia de Noah, aunque me cueste admitirlo, no me desagrada su compañía. Tal vez es lo que necesito en mi vida.
Un poco de compañía, aunque no estoy segura si él es la compañía que necesito.
NOTA DE LA AUTORA
Espero les haya gustado.
¿Que opinan de Sindy? ¿Predicciones?
Ya saben, cualquier error una disculpita.
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